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15 | "𝗔𝗺𝗼𝗿 𝗔𝗱𝗼𝗹𝗲𝘀𝗰𝗲𝗻𝘁𝗲"

𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐧𝐜𝐞.
“𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐀𝐝𝐨𝐥𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐭𝐞”


Y así fue, cumplí mi palabra. Estaba planeando en como salir de la prisión sin que nadie se diera cuenta.

Lo primero que tenía que hacer, era esperar a que todos se durmieran. Luego, salir por atrás y tratar de no toparme con ningún caminante.

La parte difícil era tomar el juego de llaves ya que lo tenía Rick. Y de ahí salir a las afueras para emprender la búsqueda de Andrea.

Sabía que si me iba, no regresaría. Ya que caminamos durante ocho meses, y por motivos obvios, no recordaba el camino.

A la tarde, intenté estar con todos y dar mi despedida que nadie sabía. Los iba a extrañar a todos, ellos son mi familia. Me dolerá mucho dejarlos.

Me encontraba ordenando mi ropa para llevarme en el camino.

—¿Qué haces, Made?— entró a mi celda Carl.

—Amm… Quería ordenar mi ropa. Estaba bastante desordenada para mi gusto.— mentí.

—¿Desde cuándo tú eres ordenada?— bromeó y soltó una pequeña risita.

Reí con él. Aunque mi sonrisa se borró al instante porque sabía que no lo iba a ver más.

—¿Qué ocurre?— El niño se dió cuenta de mi cambio de humor.

—¿A mí? Oh, no. Nada.— sonreí a duras penas.

—Te conozco Made, sé que no estás bien.— agarró mi mentón para que dirija mi mirada hacia él.

—Extrañaré esto.— confesé.

—¿Extrañar? ¿Qué extrañarás? Estamos todos juntos, bonita.— aclaró Carl.

—Ah. Sí, si. Tienes razón. A veces me pongo triste, pero no te preocupes por eso, soy así.— hablé.

—Eres mi mejor amiga, Made. Siempre lo fuiste.— sonrió. —¡Estaremos juntos para siempre!— exclamó emocionado.

—Por siempre.— alcé mi dedo meñique en forma de promesa.

—¡Tengo que irme, Maidy! ¡Nos vemos más tarde!— se despedía mientras caminaba hacia atrás.

—¡Oye, Carl! ¿Y Glenn?— el niño no me escuchó y se fue.

—Aquí detrás.— apareció Glenn detrás mío.

—¡Chispas! Casi me matas del susto.— pegué un saltito.

—¿Acaso doy miedo, muchacha?— bromeó mientras hacía un movimiento raro con sus manos.

—No, tú no das miedo.—

—¿Qué pasó qué me buscabas jovencita?— preguntó.

—Amm… Quería decirte algo, pero necesito que se quede entre nosotros.— dije con algo de timidez.

—Largue el chisme mujer.— dijo con ansiedad.

—Creo que… estoy sintiendo cosas por… Ya sabes.—

—¿Por quién?— preguntó el chico.

—Agh, ya sabes por quién.— rodé los ojos.

—¡Dime! ¿Por quién?— se cruzó de brazos.

—Por Carl, Glenn.— confesé.

—¡PERO QUÉ!— abrió los ojos como dos pelotas de fútbol. —Yo sabía, yo sabía.— bailaba.

—Pensé que te ibas a enfurecer.— reí alivianada.

—De hecho, estoy furioso.— frunció el ceño.

—Agh, yo sabía que no tenía que decirte nada.—

—Es broma. Solo qué… Me da nostalgia ver cómo estás creciendo y descubriendo esto del 𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐀𝐃𝐎𝐋𝐄𝐒𝐂𝐄𝐍𝐓𝐄.— se secó una lágrima falsa.

—¿Amor adolescente? ¿De dónde sacaste esa palabra?— reía a carcajadas.

—No lo sé la verdad.— sonrió de lado. —¿Puedo contarle a Maggie?— preguntó feliz.

—Ella me cae bien. Pero… es algo que todavía no estoy segura Glenncito.— dije.

—Tienes razón. Tu secreto está a salvo conmigo.— me dió un abrazo mientras me acariciaba el cabello.

Llegó la hora de irse a dormir y emprender el viaje.

Cómo Carl dormía en la cama de arriba, subí allí y le dí un beso en la mejilla mientras dormía en forma de despedida.

Lo mismo quería hacer con Glenn pero la reja de su celda estaba entrecerrada e iba a hacer mucho ruido si la abría.

Agarré mis cosas y por último las llaves, que estaban en la mesita de luz de Rick.

—Solo por tí, Andrea.— dije en un susurro.

Intenté salir por la puerta por dónde habíamos entrado ya que ahí no había caminantes, así aseguraría estar viva.

Mientras salía, se oían pasos hacia mi dirección, así que intenté salir lo más rápido posible para que nadie se diera cuenta.

Por fin salí y estaba fuera de la prisión. Todo estaba en silencio. El único problema era atravesar a los caminantes que estaban tras las rejas.

Eran pocos, pero siempre uno podría arruinarte la vida.

Intenté abrir la reja con unas tijeras que tenía en mi mochila pero se me hizo imposible.

Al darme cuenta, en el suelo, estaba la herramienta con la que Rick había usado para cortar la reja.

Lo logré. No quería hacer ningún ruido ya que al otro extremo había cinco caminantes.

Me dirigí al bosque y me fuí a un árbol para pasar la noche arriba de ahí.

Intenté elegir el árbol más alto por si venía alguna que otra horda.

Al cerrar los ojos, empecé a escuchar muchísimos ruidos y por supuesto me daba miedo todo.

Luego de unas horas, me quedé profundamente dormida.

—¡Made! Sólo sigue un poco más. ¡Estoy muy cerca de tí! Bueno… ¡Estamos! ¡Apúrate!— Habló el chico pelinegro que siempre aparecía en mi sueños.

—¿Estamos?— pregunté con cara de curiosidad.

El chico tan solo se desvaneció, pero… yo no había vuelto a la realidad.

Mierda… Nadie me está gritando. Siempre lo hacía Glenn.

—¡Chica!— gritó una voz irreconocible.

Desperté exaltada, haciendo que me caiga del árbol.

—Carajo.— dije en voz alta mientras me tocaba la cabeza por el golpe y limpiaba la tierra de mi ropa.

Al percatarme de la situación, saqué rápidamente mi pistola que tenía al costado de mi cintura.

—¿¡Quién anda ahí?!— exclamé apuntando a todos lados.

Tomé rápidamente mi mochila y empecé a correr aún con la pistola en mano por si alguien se cruzaba en mi camino.

—Supongo que los perdí.— pensé.

Paré un poco la caminata recostandome en un árbol para buscar el mapa.

—¡Mierda no traje el mapa!— grité estresada.

—¿Este mapa?— dijo una persona saliendo de un arbusto.

—Tú… tú eres…— señalaba al chico con el dedo.

—¿Quién soy? ¿Me conoces?— Frunció las cejas.

—Tú… tú eres Thomas. El chico que aparece en mis sueños.— hablé mientras estaba en shock.

—¿El chico de tus sueños? Yo soy el chico que quieren todas las niñas.— dijo con una sonrisa victoriosa. —Un momento… ¿cómo sabes mi nombre?—

—Ya te lo dije, apareces en mi sueños. Pero… siempre me ayudas.— aclaré por segunda vez.

—¿Tú cómo te llamas, niña soñadora?— bromeó.

—No debo confiar en extraños.— confesé.

—Agh, ya que. Aparezco en tus sueños, entonces yo también debería saber tu nombre…— dijo.

—Deberías. Siempre me llamás por mí nombre cuando apareces de la nada.

—Además de que aparezco, soy… ¡Mago!— gritó emocionado.

Reí. —Sí… como tú digas. ¿Me devuelves el mapa?— señalé.

—Oh, claro perdón, ¿señorita…?—

—Made. Made Leich.—

—Le entrego su mapa, señorita Made.— dijo con un tono de voz formal en broma.

—Adiós Thomas.— sonreí al muchacho y me fui.

—¡Oye!— exclamó.

—¿Qué quieres? Ya tengo que irme.—

—¿Tienes algún grupo?— preguntó.

Dudé en decirle. No quería ponerlos en riesgo.

—No. No tengo.— mentí.

—Oh. ¿No quieres unirte al mío? Es un pueblucho o algo así.—

—Amm… No Thomas, gracias.— agradecí.

—Al menos ven a verlo, tal vez cambies de opinión.— Sugirió el chico.

—Es que… no puedo.— me excusaba.

—¡Oh, vamos! ¡Mirar no está mal!— insistió.

Simplemente asentí y fui con él. Parecía un buen chico. Por ahora…

Caminamos por un largo rato hasta que finalmente llegamos.

—Y… ¡este es nuestro destino!— exclamó Thomas entusiasmado.

—Es muy bonito y grande.— aclaré

—¿Verdad? Familias, adultos, niños y ancianos viven aquí. Están muy satisfechos.— mencionó el joven.

—Y, ¿cómo se llama el pueblo? Todos los pueblos tienen un nombre.— me crucé de brazos.

—Oh, sí. Olvidé decírtelo. El pueblo se llama Woodbury.—

—Ah. Cool.— sonreí —Amm… Bueno, creo que debo irme.

—Oh, está bien, Made. Que sepas que me caíste bien.— dijo con sinceridad. —Espero volver a encontrarnos otra vez.— ladeó su cabeza con una enorme sonrisa.

—Espero.— estreché mi mano. —Un gusto, chico que aparece en mis sueños.— bromeé.

—Adiós chica soñadora.— rió.

Me di vuelta y seguí con mi viaje, aunque… me estaba arrepintiendo de haber dejado a mi grupo

Caminé y caminé. Hasta que me topé con una horda de caminantes abajo de la pequeña montaña en la que yo estaba.

—Mierda.— susurré y saqué mi pistola por precaución.

Extrañaba mucho a mi grupo, era difícil estar sola.

Empecé a bajar la montaña sigilosamente ya que tenía que volver por ahí.

A veces me odio por ser tan torpe y tropezarme con todo lo que se me cruza.

El golpe con el tronco fue tan fuerte que uno de los tantos caminantes lo oyó y atrajo a los demás.

No me quedó otra que empezar a correr con todas mis fuerzas hasta la prisión.

—Carajo, olvidé el camino.— jadeaba por el cansancio.

El problema fue que, al ir con Thomas hasta Woodbury tomamos varios caminos. Entre ellos había dos rutas y por ser tan distraída no sabía cuál habíamos elegido.

Elegí el que me parecía ser el correcto. Con tal de mantenerme con vida…

Igualmente no tardarían en darse cuenta que yo no estoy en la prisión. Probablemente ya me estarían buscando. ¿O no?

Al ver que ya no me seguía ningún caminante, intenté buscar algún lago o río para beber.

No tuve suerte pero seguí hasta encontrar la prisión.

Empecé a cantar de lo aburrida que estaba. —And I feel perfectly fine, but I miss screaming and fighting and kissing in the rain, and it's 2am and I'm cursing your name! So in love that you act insane and that's the way I loved you…—

Canté canciones de Taylor durante todo el camino.

Reconocí el camino en el cuál estaba ¡La prisión!

Casi a unos pasos de llegar alguien me agarra por detrás y me cubre los ojos.

—¡Suéltame hijo de puta!— empecé a gritar e intenté defenderme.

—¡Hey, hey! ¡Soy yo! ¡Soy Thomas!— Me soltó de su agarre.

—¡Tarado! ¡No lo vuelvas a hacer!— fruncí mis cejas.

—Pensé que habías confiado en mí.— se giró para ver la prisión dando a entender que yo sí tenía un grupo.

—No es lo que parece, Thomas. Sólo intentaba proteger a mi grupo.— aclaré angustiada.

—Si fuera tú también lo hubiera hecho y, no te preocupes. Todo está bien.—

—Oye, ¿me has seguido?— pregunté al darme cuenta.

—Amm… sí y no a la vez.—

—Pero, llegaste hasta aquí. Es obvio que me seguiste.— puse mis manos en la cintura.

—Bueno sí. Es que, me asusta entrar a mi comunidad.— agachó la cabeza.

—¿Y eso por qué?—

—No tiene importancia. No quiero molestarte. Sólo no quería estar solo.— hablaba algo decaído.

—Cuéntame. No me molesta.— puse mi mano en su hombro dándole una muestra de apoyo.

—No querrás saber.— aclaró. —Es algo complicado, cuando me sienta preparado te contaré.— correspondió mi muestra de apoyo. —Gracias, Made.—

—No hay de qué. Mejor vete de aquí. No quieres ver cómo me regañan por escaparme.— bromeé. —Sabes dónde estoy, algún día podemos ir al bosque juntos.— planeé.

—Con gusto.— sonrió el muchacho.

Thomas se escabulló por los bosques y yo, temerosa, entré por donde salí.

—Agh, se siente bien volver.— dije en voz alta deshaciéndome de la mochila que me estaba rompiendo la espalda.

—¿Hola? ¿Hay alguien aquí?— pregunté.

—¡Made!— apareció Carl saliendo de la celda y bajando las escaleras con rapidez. —¡Oigan! ¡Made está aquí!— El pecoso me abrazó y no me soltó hasta varios minutos.

—¡No vuelvas a escapar de esa forma!— dijo entre sollozos.

—Lo siento, lo siento.— me disculpé con él. —Te extrañé mucho.—

Todo el grupo me miraba. Estaban contentos por haber regresado pero furiosos por mi fuga.

Entre ellos estaban Glenn y Maggie. Quienes se acercaron para procurar si estaba bien.

—Estás castigada.— Dijeron al unísono mientras me abrazaban pero felices por estar con vida.

—Lo siento.— dije entre sollozos. —Sólo quería encontrar a Andrea.—

—¿Tú sabes que te hemos estado buscando por horas? ¿Verdad? Mi esposo preocupado, Glenn también. Todos estábamos buscándote a tí, niña.— dijo Lori furiosa.

—Sí, y lo sé. Y lo siento mucho por eso. Pero nadie me ha dejado buscar a Andrea. ¡Ni siquiera han tenido la voluntad de hacerlo ustedes!— Exclamé.

—Ella está muerta, Made. Y lo sabes.—

—¡No! ¡Ella sigue con vida y probablemente esté sola, muriéndose de hambre!— gritaba con coraje mientras mis lágrimas salían.

—Shh… Tranquila pequeña. Tranquila.— Maggie me tomó de los hombros para calmarme y llevarme a mi celda.

El buen gesto de Maggie hizo que me durmiera mientras ella me cantaba canciones para tranquilizarme.

Luego de unas horas me desperté y tenía a mí lado a Carl durmiendo plácidamente y a Maggie sentada en el borde de la cama mientras nos veía dormir.

—Se ve que está enamorado de tí.— bromeó mientras se tapaba la boca para reír.

Reí. —Gracias Maggie. Puedes irte a dormir.— sonreí.

Me dió un besito en mi pequeña cabecita y se fue de nuestra celda.

Me di la vuelta y abracé a Carl para seguir durmiendo y sentir su compañía.

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