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16 | "𝗕𝘂𝗲𝗻𝗮𝘀 𝗻𝗼𝗰𝗵𝗲𝘀, 𝗮𝗺𝗼𝗿"

𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐬𝐞𝐢𝐬.
“𝐁𝐮𝐞𝐧𝐚𝐬 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞𝐬, 𝐚𝐦𝐨𝐫”

Me desperté por la luz del día.

—¿Qué hora es?— susurré adormilada.

—Son las nueve de la mañana.— respondió Carl mientras acomodaba su ropa.

—Agh, ¿tan temprano?— me quejé y me volví a acostar.

—Sería mejor que no te duermas, hoy tenemos trabajo que hacer.— rió.

—¿Trabajo como qué?— pregunté aún quejándome.

—Habrá que juntar caminantes. Pero tranquila, yo no lo haré. Lo harás tú, por tu castigo.— Carl reía por lo bajo.

—¿Por mi castigo? Esto debe ser una broma.— fruncí mis cejas y me fuí.

Salí afuera ya que no encontraba a Glenn, tampoco a Maggie.

—Oye, Carol. ¿Dónde están Glenn y Maggie?— cuestioné a la mujer.

—Oigan, ¿dónde están Glenn y Maggie?— preguntó a los demás ya que ella tampoco sabía de su paradero.

—Están arriba, en la torre de guardia.— respondió Daryl.

—¿La torre de guardia?— arqueé una ceja. 

—Estuvieron allí anoche.— afirmó Rick.

—¡Glenn! ¡Maggie!— gritó Daryl hacía la torre.

Alguien abre la puerta. —¡Hey! ¡Qué pasa amigos!— Glenn estaba encuerado subiéndose los pantalones.

Todos empezaron a reír, y yo, sin entender el por qué.

—Bueno, ¿vienen?— grité al coreano.

Glenn levantó el dedo, afirmando que sí.

Axel y el otro que no recuerdo el nombre, estaban muy cerca de donde se les había dicho.

Corríamos el peligro de que alguno de ellos nos hiciera daño.

Para evitar problemas, me fui a mi celda. Estaba todo en silencio debido a que casi todos estaban durmiendo.

Empecé a buscar cosas para divertirme. Mi walkman ya repetía canciones, con Carl habíamos leído todos los cómics. Ya era todo muy aburrido.

Busqué debajo de ambos colchones y nada, debajo de las almohadas, tampoco nada.

—¡Por qué no hay una mierda!— exclamé.

—Sí que hay.— apareció Carl.

—¡CARAJO! Deja de aparecer así, Carl.—

—¿Tan feo soy que te asusto?— bromeó. —Cambiando de tema… Encontré algunas cosas en la celda de un caminante.—

—Suertudo. A ver, dame lo que tienes.— bromeé irónicamente.

—Encontré… Cómics… Esta cosa para plantar flores… un…—

—¿ENCONTRASTE SEMILLAS?!— exclamé. —Te amo, te amo, te amo.— saltaba feliz mientras le decía lo mucho que lo amaba.

—¿Me amas por encontrar sepillas o me amas a mí?— cruzó sus brazos.

—Primero, se dice se-mi-llas, no sepillas. Y segundo, probablemente.— le dije con nerviosidad.

—Chicos…— Lori interrumpió con nuestra tensión. —Vengan, le traeremos las muletas a Hershel.— habló con una sonrisa.

Cuando llegamos, él ya se había levantado. A su lado estaba Beth.

—Hola, Hershel.— sonreí. —¿No quieres descansar?— pregunté.

—No… basta de descansar. Demos un paseo.— dijo. 

—Mira, ya no hay caminantes como antes.— le dije.

—Por fin luz del día….Estaba harto de mirar el techo de esa basura.

—¡Muy bien Hershel!— apoyó Glenn.

—¿Listo para correr, Hershel?— bromeó Carl.

—Dame un día más y te ganaré.— rió el mayor.

—Lo haces muy bien.— le dije.

Al oír ruidos detrás nuestro, dí la vuelta.

—¡Caminantes!— avisé al resto. —¡Vámonos!— empecé a disparar. 

—¡Beth! ¡Vé con Hershel!— le exclamé a la rubia.

—¡Lori, chicos! ¡Aquí!— llamó Maggie y nos encerramos.

Al entrar, había muchos caminantes que nos bloqueaban los caminos.

—Por aquí.— entramos a una puerta que nos llevaba a unos túneles.

Luego de caminar por unos túneles empezó a sonar una alarma.

—¿Por qué carajos sueña esa maldita alarma?— pregunté.

—Me pregunto lo mismo, Made.

Empezamos a escuchar quejidos por parte de Lori.

—Algo anda mal…— jadeaba Lori.

—¿Te mordieron?— se preocupó su hijo.

—No, no, no.— decía repetidas veces. —Creo que ya viene el bebé.—

—¿Mamá?— Los caminantes empezaron a aparecer y no nos quedaba otra que correr.

—Entren, aquí. Está todo bloqueado.— abrí una puerta y la trabé.

Todos los problemas habían aparecido de nuevo. Caminantes, Thomas, Andrea, Lori.

Ahora, lo que importaba era mantener con vida a ella y al bebé.

—Lori, tienes que acostarte.— recomendó la chica de pelo corto.

—El bebé ya viene…—

—¡Hay que regresar para que Hershel te ayude!— decía el niño.

—No podemos arriesgarnos a qué nos atrapen, tendrás que tener el bebé aquí.— afirmó Maggie.

Lori se recostó y Maggie empezó a ayudarla.

La embarazada empezó a pujar debido a que Maggie tenía que saber si estaba dilatando o no.

—Espera Lori… no pujes. Algo anda mal.— Maggie alzó su mano y estaba… toda ensangrentada…

Ella se recostó.

—Mamá… ¡Mamá mírame mantén los ojos abiertos!— decía su hijo.

—Tenemos que llevarte con papá…—

—No voy a llegar…— negaba con la cabeza.

—Lori, salió mucha sangre y creo que no estás totalmente dilatada todavía.— explicaba la ojiverde.

—Sé lo que significa… No voy a perder a mi bebé. Tienes que abrirme…—

Mi corazón se estrujó al escucharla, sabía que si Maggie lo hacía ella… moriría.

—No… no puedo hacerlo.— se negaba la mujer.

—No tienes opción…—

—¡Iré a buscar ayuda!— propusimos al unísono con Carl.

—¡No!— Exclamó su madre.

Lori comenzaba a pedir que por favor le abran su estómago. Ella sabía que moriría pero aún así eligió la vida de su bebé. Maggie se negaba hasta el punto que sus lágrimas comenzaron a salir.

—Tienes que hacerlo.— hablaba con Maggie. —Carl… hijo, no quiero que te asustes. Esto es lo que quiero. Es lo correcto. Lo mismo para ti, pequeña.—

—Cuida a tu padre por mí, ¿quieres? y a tu hermanito o hermanita…— sonreía a duras penas. —Estarán bien… Van a vencer este mundo, sé que lo harán. Son inteligentes, son fuertes y son… muy valientes. Y los amo.—

Cerré mis ojos, dejando escapar mis lágrimas. Mi mente estaba llena de pensamientos de que haría sin ella.

—Yo también te amo.— lloriqueaba Carl.

—Yo te amo también, Lori.— agarré sus manos. —Y lo siento. Lo siento por gritarte así ayer.— me disculpé entre sollozos.

—Perdóname a mí también…— dejó una sonrisa de lado.

Volvió a ver a su hijo. —Tienes que hacer lo correcto, bebé.  Prométeme que siempre harás lo correcto, es fácil hacer lo contrario en este nuevo mundo, así que… si te parece incorrecto no lo hagas. ¿Está bien? Si te parece fácil no lo hagas, no dejes que el mundo te arruine, eres muy bueno… y siempre serás mi niño, lo mejor que hice. Te amo.— Ambos se abrazaron mientras lloraban con todas sus fuerzas.

Se separaron del abrazo. —Mi pequeña Made… Por más que no quieras deberás enfrentarte a malas personas, pero nunca dejes de sonreír. Sé esa niña que nunca pierde su luz. Protege a mi familia, sé que lo harás muy bien.— Tocaba mi mejilla.

—Sí… sí…  Te lo prometo, te lo prometo, Lori…— formé una sonrisa mientras mis lágrimas recorrían mis mejillas.

Tomé la mano de la mayor dándole mi muestra de apoyo mientras me volvía al lado de Carl.

—Maggie cuando esto termine vas a tener que…— Maggie suspiró, negándose. —¡Tienes que hacerlo, Rick no podrá hacerlo!—

Maggie asintió y suspiró.

—Está bien, está bien… todo está bien.— asentía Lori repetidas veces.

Le pasé la navaja a Maggie y miré para otro lado, quería evitar ver el sufrimiento de Lori.

—Buenas noches, amor.— le susurró a su hijo.

—Lo siento Lori.— decía entre sollozos la joven.

Cuando Maggie empezó a cortar, los gritos iniciaron. Mi puño era apretado por ella, que lo hacía con dolor.

—¡Déjala, por favor!— exclamaba el niño.

Los gritos se detuvieron. Al ver a Lori intenté calmarme porque ella ya no estaba con vida.

—Dame una mano— pidió Maggie pero mi mirada solo estaba en la mujer. —Made, por favor mantén limpio aquí. Si corto muy profundo podría cortar al bebé.—

Obedecí. —Creo que veo las orejas.— avisé.

—No sé si esto es un brazo o una pierna… Bien, sacaré al bebé.— dijo.

—De acuerdo…— dije mientras sobaba mi nariz.

Finalmente Maggie logró sacar al bebé. Este, no emitía ruido pero al darle unas palmaditas en su espaldita el bebé comenzó a llorar.

—Ven Made. Toma esto y dáselo a Maggs.— explicó Carl mientras me pasaba su chaqueta.

La chica envolvió al bebé. —Tenemos que irnos.— indicó.

—No podemos dejarla aquí.— respondió el ojiazul refiriéndose a su madre. —Se convertirá.

Miré a Maggie mientras esta sacaba su pistola.

—No…— negó con su cabeza.

—Carl…— susurré mientras agachaba mi cabeza.

—Es mi mamá.— sollozó.

Junto a la castaña salimos por dónde habíamos entrado desde un principio. Los recuerdos con Lori invadieron mi cabeza.

Quise regresar junto a Carl, pero al escuchar el disparo me frené. Él le había disparado a su madre.

Cuando regresó no dijo una sola palabra. Esa mirada dulce que tenía se convirtió en una fría.

Al salir, los llantos del bebé llamó la atención de todos, especialmente de Rick quién tiró su machete y empezó a preguntar por su esposa.

—¿Dónde… ¿Dónde está ella? ¿Dónde está?...— Sus lágrimas comenzaron a salir y se dirigió hacia la puerta para buscarla.

—No… Rick… No vayas…— la pelicastaña, quién sostenía a la bebé se dirigió a Glenn y comenzó a llorar.

El hombre, miraba a su hijo, pero este tenía la mirada fija en el suelo. Se negaba varias veces entre sollozos hasta que no aguantó más y cayó rendido al suelo.

El temor y tristeza que viví en ese momento no lo olvidaría tan fácil.

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