35
[Narrativa desde la perspectiva de Earth Katsamonnat]
Tal vez si me hubiera cruzado con Santa en aquel momento, habría sido menos traumático, pero yo era el favorito del destino para pasar el peor de los momentos.
—¡Aquí estás! —vociferó Kao Noppakao, tomándome del cuello de la playera con su característica rudeza de siempre. Al parecer, estaba solo en la cafetería. Raro en él, ya que solía estar rodeado de guardaespaldas y sus primos mezquinos—te estuve buscando por todas partes, Earth...
—¡Suéltame! —le espeté—o no querrás hacer un escándalo.
En sus ojos noté la locura. Aflojó un poco su agarre, pero no me soltó.
—Vámonos ya. Hablaremos de esto en el coche—siseó, sin despegarme la mirada de encima. La diferencia de altura era descomunal, pero no flaqueé ante su intimidación como antes.
—No iré a ninguna parte contigo—me quité la pulsera de ojo turco que me traje conmigo desde Estambul y se lo lancé a la cara. Esos segundos en los que se desconcertó, logré zafarme de sus manos y correr en dirección a mis amigos, pero fue demasiado ágil en volver a detenerme, pero sometiéndome del cabello— ¡Déjame!
Enseguida las personas voltearon a vernos, incluidos mis amigos, quienes se levantaron de sus asientos y se dirigieron hacia nosotros.
—Te doy tres segundos para que lo sueltes—masculló Ohm, con la mirada hostil y la voz gutural.
—Las ganas de patearte en las bolas son inmensas, maldito infeliz—siseó Fluke. Ohm lo mantuvo en una distancia apropiada.
—Calma a tu perro chihuahua—se burló Kao. Había retomado su mismo temperamento de siempre, genial—y no se metan conmigo porque esto no es con ustedes.
—Bueno, pero asunto mío sí es—añadió Boat detrás de Kao, arremangándose las mangas de su camisa—y más te vale largarte por las buenas o no querrás conocer cuando saco mi lado callejero.
Kao apretó más mi mechón de cabello, haciéndome ver estrellas por el dolor e hice una mueca.
—¡Ya basta! —gimoteé—por favor.
En eso, todo pasó muy rápido. Ohm se le fue encima a Kao, derribándolo y soltándome por fin del cabello. Dando traspiés, caí sobre una mesa, haciendo un desastre los cafés y panecillos de las personas.
—¿Estás bien? —Fluke corrió a ayudarme y a disculparse con ellos—perdonen, pagaremos todo.
Detrás de nosotros, Ohm y Kao se estaban agarrando a golpes rudos y espantosos. Quedé boquiabierto en el instante que Boat le lanzó una patada a Kao en el pecho, lanzándolo lejos de Ohm. El sonido de cristales rotos a causa del cuerpo de ese Alfa caer sobre una bandeja fue motivo de desesperación del establecimiento.
—¡Llamen a la policía! —gritó alguien. Y eso ocasionó que Kao se incorporara rápidamente. Se limpió la sangre de la boca y sacó su estúpida Glock de alguna parte y apuntó a mí.
—No quiero asesinar a nadie, solo ven conmigo, Earth—dijo con firmeza—estábamos pasándola bien en Estambul y no entiendo por qué vuelves a huir de mí. Prometiste darme una oportunidad.
—Te he repetido hasta el cansancio que no me interesas en ningún ámbito—musité, adolorido de todo el cuerpo—deja tu obsesión por mí, por favor...
Sin embargo, Kao empezó a reír.
—Quise ser buena persona por ti, ¿y qué recibí a cambio? Rechazo—farfulló, asqueado—pensaba ayudarte con lo de tu familia, pero veo que no mereces ni si quiera mi lástima—le quitó el seguro al arma, sin flaquear ni temblarle la mano. La boquilla estaba dirigida a mi cabeza—tienes merecido todo lo que te sucedió y estar sufrimiento como una rata de alcantarilla.
Cerré los ojos, esperando lo peor. Y me pregunté, en medio de todo el terror del momento: Si estaba a nada de morir, ¿Qué me faltó por vivir? Y si lograba salvarme, ¿Qué haría después de este espeluznante instante?
El ensordecedor estruendo del disparo me cortó la respiración. Lo impresionante fue que esperé el dolor en mi cuerpo, pero jamás llegó. La mano de Fluke apretándome el brazo hizo que abriera los ojos. Kao no había disparado, sino alguien más. Un chico que yo no conocía en absoluto y tenía un tatuaje de una clave de sol por debajo de la ceja derecha y que, en un segundo, se posicionó junto a Boat, entregándole el arma.
—Gracias, Yacht. Y tú, Kao, estamos en igualdad de condiciones ahora—repuso Boat, sonriendo con diversión—aprendí de ti al no salir sin alguien que me proteja las espaldas, ¿acaso no es fabuloso?
El amigo de Boat sacó otra arma de su pantalón y se mantuvo sereno, pero con la mano lista para disparar. Aquello puso nervioso a Kao. Sentí su tensión al no saber qué hacer o decir a continuación al sentirse acorralado. Típico de él.
—Ya no me sigas más, déjame en paz—logré decir— ¡No soy tuyo! ¡Jamás lo seré!
Kao me envió una mirada teñida de odio y veneno antes de dispararme sin miramientos, no sé si fui afortunado o no, pero vi como el amigo de Boat lo tacleó por el costado al instante que detonó su arma. Sentí un ardor espantoso en la sien izquierda al momento que me fui de espaldas al suelo y vi todo borroso. Los gritos de mis amigos y de las personas de la cafetería me abrumaron. Más disparos se escucharon, pero yo apenas lo escuchaba. Era como si estuviera debajo del agua. Algo caliente se fue deslizando desde mi sien hasta el cuello.
—¡Earth! —Fluke inmediatamente me levantó la cabeza y la colocó sobre su regazo—estarás bien, ¿de acuerdo? solo fue un roce de bala, pero no te muevas ni te duermas, ¡llamaremos una ambulancia!
Todo me daba vueltas. Quería largarme de ahí y desaparecer del mundo. Aunque preferiría estar en brazos de Santa en aquel momento de histeria. Nadie más que él lograría que yo pudiera estar en paz y tranquilo. Mi Alfa.
—¿Qué pasó con Kao? —murmuré, mareado. Fluke terminó la llamada y bajó la mirada a mí.
—El muy desgraciado se largó y el amigo de tu amigo lo persiguió hasta el estacionamiento—me contestó, haciendo una mueca—pero no te preocupes, todo está bien. Ya vienen los paramédicos.
Cerré los ojos un instante y respiré hondo. Cuando exhalé medité unos dos minutos y decidí abrir los ojos en dirección a mi mejor amigo, que tenía la expresión teñida de angustia. Reuní la fuerza suficiente y comencé a incorporarme en contra de la voluntad de Fluke.
—Estoy bien—espeté, sentándome a regañadientes. Me llevé la mano a la herida y gemí. Mis dedos quedaron manchados de sangre, pero no me importó—me voy de aquí.
Poniéndome en pie, sentí que las paredes se movían de un lado a otro y el piso era irregular. Fluke cernió sus manos en mi brazo para detenerme.
—Por favor, no te muevas—terció Ohm—estás herido y...
—¡A mí nadie me órdenes! —rugí, soltándome de ambos que ya me tenían apresado.
—Es por tu bien, Earth—interpuso Boat—no puedes irte así sin más. Te estás desangrando.
—¡Odio a Kao, odio mi vida, odio a todo el mundo y me odio a mí mismo! —grité, histérico y al borde del desmayo— ¡¿Por qué me pasan cosas tan terribles siempre?!
Rompí a llorar con desesperación. No podía con tanto en mi miserable existencia. Deseé que Kao hubiera dado justo en medio de mis cejas para poder estar en paz y no tener que cargar con la agonía de estar completamente solo en el mundo, sin ningún familiar de sangre que me consolara. Supuestamente ese Omega promiscuo era mi hermano menor, pero estaba lejos de verlo como tal. Era una basura.
A pasos torpes, eché a andar en dirección a la salida. La cabeza seguía dándome vueltas y sentí los pasos de mis amigos detrás.
—¡No me sigan! —exigí.
En cuanto empujé con todas mis fuerzas la puerta de cristal, mi cuerpo no lo soportó más y me fui de bruces hacia adelante, viendo todo negro a mi alrededor. Caer en el sucio suelo de la calle lo tendría más que merecido. Yo pertenecía a la inmundicia humana. No merecía ser feliz.
Sin embargo, antes de perder el conocimiento por completo, caí, por desgracia, encima de alguien que iba entrando a la cafetería y no supe más, solo que me atrapó delicadamente en sus brazos con muchísima ternura.
Desperté desorientado y ya no me hallaba en Starbucks ni en el departamento de Fluke. Reconocí las paredes y los objetos de aquella habitación y entorné los ojos, asustado. Quise levantarme, pero un dolor insoportable me impidió hacerlo y seguí recostado en la cama de Prem, el mejor amigo de Santa...
¿Qué estaba pasando? ¿Cómo había llegado hasta ahí?
Escudriñé un poco más el entorno y me percaté que no estaba solo. Había alguien más en la recámara conmigo y acostado en un sofá cama, junto a mí. Estaba de espaldas y alcanzaba a escuchar su respiración tranquila. No era Prem y tampoco Santa, porque ese chico tenía el cabello un poco largo, pero me resultaba extrañamente familiar.
Intenté nuevamente sin éxito ponerme en pie y gemí ante la punzada de dolor y el mareo. Me llevé las manos a la cabeza y toqué la venda que me cubría todo hasta más arriba de las cejas.
—Por favor, si te tienes un poco de amor propio, deja de lastimarte.
Di un respingo al escuchar la voz de Santa salir de aquel chico recostado en el sofá cama y palidecí.
—¿P-Po? —titubeé, desconcertado. Él se dio la vuelta sobre su eje y su perfecto rostro quedó frente a mí. El corazón se me rompió al verle el semblante cansado, lloroso y derrotado. Sus hermosos ojos que alguna vez brillaron de alegría, estaban apagados y adornados de ojeras. Así que la persona amable que atrapó mi débil cuerpo al desmayarme fue él. Solo él podría haberlo hecho con tanta dulzura porque de haber sido alguien más, me habría empujado lejos para morirme.
—Pensé que nunca volvería a verte—le escuché decir con voz trémula y alargó su mano hacia a mí. Sopesé la idea de alcanzar la suya o quedarme quieto, pero mi mano se movió sola hasta alcanzar la de él. Santa la atrapó con firmeza y se levantó, para posteriormente recostarse junto a mí. Aunque el sitio era estrecho, le bastó para hacerse un ovillo y mantenerse pegado a mi cuerpo sin soltarme—no hubo día ni noche en la que no te lloré, ahogado en alcohol, deseando que volvieras a mí, Earth... —besó mis dedos con delicadeza y cerró los ojos, para luego poner el dorso de mi mano en su frente.
Cuando me vine a dar cuenta, Santa se hallaba berreando. Incluso comenzó a faltarle el aire por la desesperación. Su cuerpo temblaba y sus sollozos me rompieron más el corazón. Yo era el causante de su dolor y sufrimiento. No. El culpable era Kao Noppakao.
Las lágrimas salieron por si solas y se deslizaron por mis mejillas mientras él no dejaba de sostener mi mano en su frente.
—Jamás quise dejarte—balbuceé.
—Lo sé, pero fui un idiota por no darme cuenta que mi primo nos había seguido y te raptó en mis narices mientras dormía—se lamentó.
Acaricié su atractivo rostro que tanto añoraba y me estremecí al sentir su piel bajo mis yemas de los dedos. Suave y un poco rasposa en el área de la barba por haberse afeitado no hace mucho. Sus ojos llorosos y me miraron con tanto amor que me valió un rábano estar vendado de la cabeza con una herida de roce de bala. Levanté la cabeza y estiré el cuello para besarle frente con dulzura.
—Te amo, Po.
—Esperé tanto tiempo para escuchártelo decir de tus labios—bromeó él, entre lágrimas y me ruboricé—porque me lo escribiste en las notas de mi teléfono y en el papel que dejaste cuando Kao te raptó. Boat fue el que descubrió el mensaje oculto y el "Te amo".
—Me alegra que vuelvas a llevarte bien con tu amigo—dije. Santa se encogió de hombros y sentí su mirada intensificarse al verme a los ojos.
—¿De verdad estás aquí y no estoy delirando por el alcohol? —preguntó con miedo.
—Estoy aquí, tócame—llevé su mano a mi rostro y luego la deslicé por mi cuello hasta llegar a mi corazón—soy real.
Santa cortó los centímetros que nos separaban y sin apartar sus ojos de los míos, buscó mis labios como un sediento al agua. Nos besamos apasionadamente, sintiendo que, si dejábamos de hacerlo, la vida se nos escaparía. Nos despegamos para tomar aliento y continuar besándonos con el mismo frenesí de siempre.
—No sabes cuánto te extrañé. Pensé que moriría de tristeza al no saber nada de ti—jadeó, pegando su frente con la mía y rozando nuestras narices—no te vayas de mi lado nuevamente, por favor...
—No lo haré, lo prometo—le aseguré, en un hilo de voz. Mis labios ansiaban continuar besándolo, por lo que fui yo quien buscó su boca y lo besé con ansiedad.
—Espera... —Santa me detuvo, completamente aturdido. Sus pupilas estaban muy dilatadas y su respiración agitadísima—tus feromonas me están enloqueciendo—gimió, abrumado y sentí su excitación sorpresiva rozándome el ombligo— ¿estás en celo? —logró preguntar.
—No tengo idea, pero quiero... —murmuré con voz ronca—deseo estar contigo...
—No estamos en casa, conejito—me dijo, perdiendo la cabeza cada vez más por mis feromonas—Prem salió con su padre y pueden volver en cualquier minuto y tú estás herido...
—Me encuentro perfectamente bien del cuello para abajo y solo cierra la puerta con pestillo—jadeé, mordiéndome el labio inferior para provocarlo y tocándolo descaradamente el pecho, deslicé mis manos hacia su entrepierna caliente—y envíale un mensaje a Prem de que no vuelva pronto porque tienes algo que atender conmigo.
Enseguida obedeció. Aseguró la puerta y le envió un rápido mensaje a su amigo para que no hubiera ningún inconveniente. En cuanto se lo mandó, lanzó su teléfono a alguna parte y casi se lanzó sobre mí. De no tener una herida de roce de bala, lo habría hecho, pero fue cuidadoso al tumbarse conmigo en la cama.
Di paso a besarnos reiteradamente para dejarnos llevar por el deseo almacenado de tres meses sin vernos ni saber nada del otro. Fui totalmente fuerte al resistir el terrible dolor de cabeza que tuve al momento que me recostó en la cama y apresuradamente le desabroché los botones de la camisa para deleitarme con su cuerpo sobre el mío. Buda sabía cuánto había echado de menos su presencia. Sin despegar nuestros labios, me despojó cálidamente de mi pantalón, que era de Fluke, y lo lanzó a alguna parte. Acaricié fugazmente con las yemas de mis dedos la textura de sus cicatrices, tanto de su rostro, como la de su abdomen y sentí como él se estremeció por un segundo. Reímos cuando quise quitarme el suéter sin separarnos y me ayudó a quitármelo, quedándome en ropa interior. Él continuaba teniendo sus Jeans, pero se me secó la boca al verle su torso tan sexy que no dudé ni un segundo en acariciarlo y atraerlo hacia a mí y volver a besarlo.
—¿Estás seguro que podrás hacerlo sin que te duela la cabeza? —Santa dejó de besarme y me miró a los ojos con la respiración más alterada que minutos atrás. Tenía las mejillas y el cuello sonrosado por la excitación.
—Cállate y bésame—gruñí, echándole los brazos al cuello y besándole la mandíbula. Aquello lo volvió loco porque enseguida se quitó sus Jeans y comenzó a besar mis labios, trazando un camino hacia mi cuello y alojarse justo en mi ombligo.
Sus manos masculinas que tanto añoraba que me tocasen otra vez, tiraron de mi ropa interior hacia abajo, dejándome a merced suya. Habría deseado hacerle una felación para saciar un poco su hambre sexual, pero ni si quiera yo podía pensar con claridad.
—Amo cada parte de tu maravilloso cuerpo—dijo, cegando por el deseo y bajé la mirada a su entrepierna, su erección sobresalía de su bóxer azul—debí haber sido un héroe en mi vida pasada para haber sido bendecido con alguien como tú, todo perfecto...
Se deshizo del bóxer y el tatuaje de escorpión negro, con la punta de la cola escarlata, que era pequeño, y estaba en su muslo derecho, cerca de su entrepierna saltó a la vista, junto con su apetitoso y hermoso pene, completamente despierto y palpitante. Había extrañado tanto ese tatuaje porque eso significaba una revolcada excitante con el amor de mi vida. Mi Alfa.
Besándome sin reparos, descendió una de sus manos entre mis piernas, y se dio cuenta que yo ya estaba preparado para él, así como la primera vez que estuvimos juntos. La lubricación de mi cuerpo pareció agradarle y esbozó una sonrisa sobre mis labios. Sentí su misma mano hurgar otra vez y ambos reímos. Posteriormente, ahogué un gemido cuando aventuró a frotarse contra mí, volviéndome loco. Mientras hacía que perdiera la cabeza, aventuró a lamerme el cuello y descendió hasta mi pezón derecho, que lo estimuló hasta que ambos se pusieron erectos, llenándome de inmenso placer.
—Amo cómo reacciona tu cuerpo ante mí—ronroneó.
—Es tuyo, te pertenece completo—gemí, incrustando mis uñas en sus brazos—al igual que mi corazón, pero ya no me hagas sufrir más y cógeme como solo tú sabes hacerlo, por favor...
Supuse que debí activar la locura en su cerebro, porque en cuanto terminé de hablar, Po se descontroló. Sin previo aviso, me embistió, haciéndome bizquear y solté un grito ahogado. ¡Por Buda! ¿Cómo es que había logrado sobrevivir sin él durante tres meses? Es decir, yo amaba a Santa, eso estaba claro, pero también tenía un alto grado de afecto hacia su falo, quien era el encargado de causarme placer mientras se hundía en mí. Me di cuenta que él también me extrañó, puesto que parecía un demente al estar cogiéndome sin detenerse, y no es que yo estuviera en desacuerdo, sino todo lo contrario. ¡Estaba extasiado!
Segundos después, comencé a escuchar el jadeo excitante de Po y lamí el sudor de su cuello con júbilo. Mi Alfa optó por sonreír lobunamente y cambiarnos de posición. Me tumbé boca abajo y mordiéndome el lóbulo de mi oreja izquierda, reclamó lo que era suyo entre mis piernas otra vez. Mordió mi cuello incontables veces, haciendo lo posible por marcar su territorio, siendo consciente que ya no era necesario porque yo era suyo desde hacía mucho tiempo y todavía tenía su marca, la cual tendría hasta morir. La sangre que dejó a causa de sus mordidas, se mezcló con nuestro sudor, vivando la libido de ambos. Fue como un afrodisíaco. Ni si quiera nos importó estar teniendo sexo sin protección. Luego del aborto espontáneo, tener un bebé ya no era ningún problema.
—¡Argh! —gimió Santa—estás tan delicioso que en serio tengo ciertas dudas de que seas real...
Las embestidas se volvieron más salvajes y sus mordidas más feroces que provocaron que gritara de placer. Era doloroso, placentero e increíble. Tres meses en los que mi Alfa no pudo saciar su instinto y ahora estaba subsanando los días perdidos. ¡Qué maravilloso!
No obstante, el pene de Santa empezó a ensancharse más del doble de su tamaño y grosor. Sabía lo que eso significaba y ya no tenía miedo como la primera vez. Juguetonamente, me di la vuelta, quedando boca arriba para poder mirarlo a los ojos al momento que Po eyaculara dentro de mí e hiciera el nudo. La mirada de él era lasciva en su máximo esplendor. Las pupilas dilatadas, mejillas, orejas y cuello enrojecidos, el sudor y su respiración agitada... todo eso me entusiasmó. Decidí que abrazarlo con las piernas alrededor de su cadera, sería una buena idea.
Trato de salirse de mí por el miedo al nudo, pero mis piernas no cedieron y me miró con los ojos muy abiertos.
—¿Estás seguro...? —jadeó. Asentí.
Sus embestidas se hicieron más bruscas y comprendí que estaba llegando al orgasmo. En pocos segundos, sentí su calidez seminal en mi interior, estremeciéndonos y a continuación, ocurrió el nudo. Cerré los ojos ante el dolor repentino y lo abracé con todas mis fuerzas, quedándonos quietos.
—Perdóname, por favor—susurró en mi oreja—no quería anudarme otra vez porque sé que te duele...
—No duele—mentí.
Santa retiró el rostro para observarme.
—Te amo como no tienes idea, conejito—besó mis labios con delicadeza, algo cómico, ya que me había dado como cajón que no cierra hacía unos segundos—y ese cabello rubio con celeste te hace ver increíble.
—¿Te gusta?
—Me encanta.
En lo que esperábamos a que su miembro se desinflamara y volviera a su estado original, aproveché a preguntarle sobre lo que había ocurrido después de haberme desvanecido en sus brazos al salir de la cafetería. Resultó ser, que estuve inconsciente todo un día entero y él se hizo cargo de mí junto con Prem. Santa había visto a Kao correr por el estacionamiento y eso avivó más su preocupación por que supo exactamente que si ese idiota ya estaba en Bangkok, yo también.
—Mi primo no te hizo daño otra vez, ¿verdad? —en su voz había miedo por la respuesta y en sus ojos habían vuelto a cristalizarse.
—No, de ninguna manera—lo tranquilicé—extrañamente se portó amable conmigo. Y confesó que está enamorado de mí—suspiré—pensó que le daría alguna oportunidad si me trataba bien, pero no te preocupes, jamás dejaré de odiarlo.
Santa recargó su frente en mi pecho, siendo cuidadoso de no moverse de la cintura para abajo y lastimarme.
—E incluso si lo hubiera hecho, tienes que comprender que mi amor está contigo. Jamás quebrantará lo que siento por ti.
Moría por contarle toda la verdad de mi origen, pero en aquel instante, era el menos indicado. Quería que todo estuviera en total calma para poder decirle sobre Tenon y lo que los Udompoch hicieron con mi familia cuando yo tenía escasos seis años.
Tomé entre mis manos su rostro y besé la punta de su nariz con una sonrisa.
—Sí.
Él ladeó la cabeza, sonriendo sin comprender.
—Sí, ¿Qué?
—Sí acepto casarme contigo, Santa Udompoch.
El atractivo Alfa que yacía encima y dentro de mí, entornó los ojos por la sorpresa. Posiblemente no esperaba la respuesta en este momento. Reí ante su expresión.
—¿Acaso te echarás para atrás en tu propuesta de matrimonio? —lo desafié.
—No esperaba que dijeras eso de repente, me tomaste por sorpresa.
—¿Aun quieres casarte conmigo? —parpadeé.
—Quiero hacer tantas contigo—repuso—y casarme es la primera.
—Una boda privada con amigos cercanos—planteé.
—Pensaba invitar a todo Bangkok—se decepcionó de forma fingida y rompimos a reír.
Era gracioso estar charlando animadamente mientras seguíamos anudados. Él encima de mí y yo debajo. Sin movernos para no desgarrarme. Todo perfecto.
No obstante, dimos un respingo cuando escuchamos la voz de Prem acercándose y luego intentó abrir la puerta.
—¿No le enviaste el mensaje? —sisé a Santa.
—Sí, déjame checar—alcanzó a regañadientes su teléfono y palideció—maldita sea.
—¿Qué?
—Se me acabaron los datos y no se envió...
—Ay no—cerré los ojos, abrazándolo— ¡Qué vergüenza! ¿Por qué cada que estamos en esta situación, alguien más está presente?
—¿Hola? ¿Están ahí? —preguntó Prem, preocupado.
—¿Podrías esperar diez minutos? —espetó Santa, moderando su voz.
—¿Le pasó algo a Earth? —el chico Beta se exaltó y yo me estremecí.
—Escucha, estamos en una situación en la que no puedes formar parte—carraspeó mi Alfa y yo reí.
—Esperen—titubeó Prem, captando el sentido en las palabras de Santa—no me digan que están cogiendo en mi cama...
—¡Y algo más! ¡No podemos movernos! —exclamé, muerto de vergüenza.
—¡Están anudados en mi cama! —gritó Prem, asqueado—no lo puedo creer, ¡Me van a comprar sábanas nuevas!
—Largo de aquí—lo corrió Santa.
—Me llevaré a mi padre a cenar, más les vale haber terminado cuando regrese—sentenció.
Abrumado, Santa dejó caer un poco de su peso sobre mí, ya que estar recargado con los codos era incómodo. Llevábamos cerca de media hora y todavía su pene estaba enorme, dentro de mí.
—Creo que lo más eché de menos fueron este tipo de momentos muy turbios—dije entre risas—solo a nosotros nos pasa esto.
—Ojalá te pudiera decir que estando a solas en nuestra casa, nadie nos va a molestar, pero...
—¿Pero? —fruncí el ceño, buscando su mirada.
—Vendí la casa que habíamos comprado lejos de aquí, en donde fuiste raptado por Kao y la cabaña. No quería tener recuerdos tuyos que fuesen dolorosos. Aunque técnicamente todo lo relacionado a ti, me dolía.
Lo acerqué más a mi cuerpo, envolviéndolo en un tierno abrazo. Él se estremeció en mi pecho y sentí como su falo comenzó a desinflamar poco a poco.
—Todo estará bien a partir de ahora—le aseguré, besándole la frente.
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