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26


—¿Cómo piensas que le romperé el corazón? —Earth tenía los ojos inundados de lágrimas en dirección a Santa, que dormía de forma antinatural en la cama y atrás de ellos estaba Kao, esperando con ansiedad, apuntándoles con un arma—para eso necesito que despierte...

—Hazle una carta, no lo sé, pero apúrate o lo lamentarás—le instó el Alfa con la paciencia en casi cero.

Earth asintió, tragándose las lágrimas y volvió el rostro con la frente en alto hacia su victimario.

—Buscaré hojas y un bolígrafo en mi bolso—caminó hacia la puerta.

—No, tú no te mueves de aquí. Dime en donde está tu maldito bolso e iré yo por él—siseó Kao.

—No estoy seguro, debe estar en alguna parte de la sala—mintió. Ni si quiera sabía en donde estaba su bolso, pero quería sacar a ese cretino de ahí y ver la manera de despertar a Santa o dejarle un mensaje de texto antes de marcharse por la fuerza.

En cuanto ese idiota salió, se apresuró a tratar de despertarlo, pero fue imposible. Buscó su teléfono y lo halló en los bolsillos de su pantalón, que estaba doblado en una silla. Abrió la app de notas y escribió rápidamente un recado para él. El teléfono tenía poca batería y tenía que apresurarse todavía más.

«Te amo, Santa Udompoch. Kao me obligó a irme con él por la fuerza y amenazó con asesinarnos a ambos si no lo hacía. Espero me perdones algún día. Earth Katsamonnat.»

Tras escuchar los pasos pesados de Kao, guardó el escrito y bloqueó la pantalla fugazmente, escondiendo el teléfono.

—No encontré una mierda, pero escribe en esta basura—abrió la puerta de una patada y le lanzó un trozo de papel arrugado y raído; y se sacó un bolígrafo del bolsillo—con esto.

Earth aventuró a escribir una dolorosa carta de ruptura falsa para Santa en el suelo.

«Adiós, Yo Un Día Añoré estar con alguien como tú, pero ME di cuenta que no eres lo que deseaba. Pensé que tú Te Amo era suficiente para poder amarte, pero no fue así. No me busques más. Gracias por todo. Kao es mi mejor opción, Me Llevó tiempo darme cuenta de ello...»

—Vámonos ya, idiota—Kao tiró de la playera de Earth para levantarlo por la fuerza.

El chico Omega colocó la hoja deteriorada sobre el desayuno y alcanzó a besarle los labios a Santa por última vez, antes de que Kao lo jalara con desprecio.

Dando traspiés y a punta de pistola, Earth fue escoltado por ese mezquino Alfa hasta la calle; en donde los aguardaba dos camionetas negras muy elegantes. Mile y Off estaban ahí también, y obviamente con armas, al igual que más escoltas con el rostro sombrío. Mile tenía un enorme moretón en el pómulo derecho y parecía querer matar a cualquiera con la mirada.

—Vendrás conmigo—musitó Kao, empujándolo al interior de la primera camioneta—y si intentas algo, juro por tu maldita vida, que te dispararé y enviaré a mis escoltas a matar a mi primo.

—¿Cómo supiste que estábamos aquí? —le riñó, haciéndose un ovillo lo más alejado de él. Disimuladamente quiso abrir la puerta, pero tenía seguro para niños y el idiota decidió sentarse en los asientos traseros también.

—Tengo ojos y oídos en todas partes—respondió con egocentrismo—y alguien cercano a mí, era miembro de los hombres que contrató mi primo para la mudanza y me contactó de inmediato.

La camioneta se puso en marcha y Earth miró con tristeza como su nuevo hogar en donde quedaron sus sueños y corazón destrozados, se iban perdiendo en la lejanía, a medida que se alejaban.

—¿Cómo te enteraste de las acciones a mi nombre? —continuó reprochándole el chico Omega, sin si quiera verlo a los ojos.

—Te lo contaré más adelante, si tú obedeces a mis exigencias—lo manipuló.

—Me importa una mierda como lo hayas descubierto, ¡Yo no quiero estar contigo! —gruñó Earth—deberías buscar a alguien para que dejes vivir a los demás.

—Abandoné hace algún tiempo la búsqueda del amor, pero a ti qué te importa—ladró, irritable.

—Eso explica muchas cosas—susurró Earth, abrazándose a sí mismo.

Fijó la mirada en el cristal de la ventana y se preguntó en qué segundo despertaría de esa maldita pesadilla. Pero al cabo de media hora de camino a quien sabe dónde, se impacientó más.

—¿A dónde me llevas? —inquirió Earth, fastidiado.

—¿Acaso importa? —le respondió Kao con otra pregunta mientras miraba su teléfono.

El chico Omega ni si quiera logró llevar consigo su móvil para pedir ayuda, de hecho, solo fue raptado con su ropa de dormir y sus pantuflas. Ni si quiera desayunó, solo bebió un sorbo de café.

—Claro que importa. Soy una persona, no una mascota que puedes llevar a cualquier parte sin su consentimiento.

—Técnicamente eres mi perra y vas a obedecer todo lo que yo te diga.

Earth ignoró sus palabras y alejó las ganas de llorar por la impotencia.

Regresaron a Bangkok y Earth fue llevado hasta el departamento asqueroso donde fue abusado sexualmente por Kao Noppakao. De solo recordarlo, sintió náuseas y se echó a temblar.

—Quédate aquí. Si tratas de escapar, solo bastará una llamada para liquidar a mi primo, ¿es eso lo que deseas? —lo amenazó, abriendo la puerta.

—Me asqueas—le escupió Earth, pegando sus rodillas al pecho y abrazándolas, hecho un ovillo sobre el asiento.

Kao dio un portazo al bajar y enseguida cuatro de sus escoltas rodearon las cuatro puertas de la camioneta con sus armas listas para descargar.

¿Por qué infiernos estaba metido en esa estupidez nuevamente?

Al cabo de veinte minutos, vio como más escoltas de ese bastardo Alfa sacaba muchas maletas pesadas hacia el otro vehículo. ¿A dónde lo llevaría? Esperaba que fuera a alguna casa en la ciudad y no a otro país, como tal parecía.

El Alfa salió con otro atuendo, uno muy casual, con sus lentes oscuros de por medio y masticando chicle de forma exagerada. Se deslizó dentro de la camioneta y Earth no dejó de fulminarlo con la mirada.

El trayecto hacia su nueva desgracia, duró dos malditas horas y fue en total silencio. Kao se enfrascó en su burbuja, escuchando música con sus audífonos y escribiéndose con alguien en su teléfono. Pronto se dio cuenta que se dirigían al aeropuerto, pero desde otra vía.

—¿Al aeropuerto? ¿A dónde me llevas? —insistió Earth, tratando de guardar la calma.

Pero Kao simplemente le envió una mirada de soslayo, sin inmutarse en lo absoluto. No le contestó, incluso cuando llegaron a la pista de aterrizaje. No había aviones «normales» sino un Jet privado muy lujoso color negro, aguardándolos con más escoltas.

—Ven, es hora—lo agarró del brazo con brusquedad y Earth se retorció—obedece, maldita sea.

El chico Omega cedió y se dejó arrastrar por Kao y varios sujetos; que lo obligaron a subir al Jet a empujones. En otro momento se habría deslumbrado por la elegancia, pero en aquel instante, quería largarse de ahí. Aún no se sentía bien por haber abortado, no obstante, tenía que aguantar. Le rogaba a Buda que ese maldito infeliz no volviera a tomarlo por la fuerza otra vez, porque si eso ocurría, moriría sin miramientos.

Fue lanzado a uno de los asientos de piel con rudeza y se puso a la defensiva. Los primos de Kao no viajarían con él, puesto que los vio simplemente colocarse a ambos lados de la escalerilla, esperando alguna indicación.

—¡¿A dónde demonios me llevas?! —gritó Earth, histérico cuando su agresor se encaminó a la cabina.

Fue ignorado por todos y cuando vino a darse cuenta, cerraron la compuerta y se quedó a solas con Kao y unos cinco hombres armados dentro del Jet, sin incluir a los que estaban en la cabina. En cuanto la aeronave empezó a moverse por la pista, Earth se percató que ya no había vuelta atrás.

El Alfa se sentó frente a él con una estúpida sonrisa maliciosa en los labios y Earth deseó golpearlo. Solo miraba su propio reflejo a través de sus lentes oscuros.

—Estambul—le oyó decir al idiota con voz juguetona.

—¿Qué? —espetó Earth.

—Iremos a Estambul. Ahí estaremos hasta que yo decida en qué momento volver.

—¿Estás demente o qué? ¿Cómo que a Estambul? —le espetó, con desasosiego—déjame salir de aquí. Voy a desaparecer de tu vida y de la de Santa, pero no me lleves contigo hasta ese estúpido sitio desconocido.

Tras despegar del suelo, Earth sintió vértigo y miró horrorizado como se alejaba de Bangkok, rumbo a un país extraño, muy diferente al suyo, con costumbres totalmente raras. No sabía qué le depararía el destino lejos de Santa, del amor de su vida; pero estaba dispuesto a resistir hasta el último segundo.

Parecía como el juego del gato y el ratón, solo que con la diferencia de que Kao simplemente quería joderle la existencia únicamente por el simple hecho de rechazarlo en la cama y elegir a su primo, alguien mejor que él.

Era por egocentrismo, orgullo y vanidad aquella «venganza» ridícula y también avaricia.

Las casi diez horas de vuelo fueron espeluznantes. Cada que dormía y despertaba, continuaban en el aire y le enfurecía verle la cara mezquina de Kao Noppakao junto a él, mirándolo con arrogancia y sonriendo burlonamente.

«Poco más de un día atrás...»

Kao Noppakao siempre había sido rencoroso con su primo porque desde que tuvo uso de razón, sabía que el idiota era el favorito de sus abuelos y trató de sobrellevarlo de forma pacífica, hasta que apareció ese estúpido Omega, que tuvo el descaro de rechazarlo y elegir mágicamente a él. Su primo Santa Udompoch.

Después de encontrar a ese Omega con un viejo amigo de su primo en un club nocturno, y hacer que tuvieran problemas, se marchó de allí, pensando en que había logrado algo positivo. No entendía por qué sentía la necesidad de hacer sufrir a los dos, en especial al Omega. Le hervía la sangre al verlo o pensar en él. Quería deshacerse de Earth Katsamonnat. Y no iba a ser fácil, puesto que Santa, pese a ser un inepto e inútil, era muy poderoso y podía perjudicarlo de vuelta con facilidad.

Esperó a que prácticamente esa bola de idiotas abandonara el club para ejecutar su plan: robarle el portafolio a esa tonta nueva abogada, que ahora era gran amiga de ellos. No tenía duda de que esa chica insignificante contaba con documentos sumamente importantes y tenía que saberlo.

Sin embargo, no tuvo que esperar demasiado, puesto que la abogada, al cabo de una hora, yacía saliendo del club, tambaleándose de ebria y riéndose en compañía de más personas que eran amigos cercanos de Santa y Earth.

—Maldita sea—gruñó entre dientes—síganla y averigüen donde vive. Le haremos una visita sorpresa.

Sus acompañantes la llevaron a su residencia y aguardaron a que fuera más tarde para entrar a hurtadillas por ese portafolios. No fue tan difícil entrar y encontrarlo, sino salir. Mile tuvo que quedarse atrás y enviar a Off fuera con los documentos. La chica despertó y dando traspiés fue por un vaso con agua a la cocina en la planta baja. Ella se encontraba ebria, no sonámbula y se percató que había alguien acechándola. Le propició un golpe al Alfa justo en la cara y gritó desesperada. El primo de Kao echó a correr y abandonó la residencia, escuchando como el resto de la familia despertaba por el grito. No corrió con la mejor suerte porque la abogada novata, a pesar de estar ebria, logró darle un golpe en la cara con una sartén.

Tuvieron solo unos minutos para largarse de allí antes de que alertaran a la policía, aunque bien, la estúpida alcaldía jamás podía contra ellos, pero tampoco querían ensuciar todavía más su reputación. Y lo único bueno es que Kao ya tenía lo que quería: todos los documentos importantes de su familia.

Y gracias a que dejó a un par de guardias vigilando la cabaña de Santa, se enteró que el estúpido Omega sufrió algún tipo de colapso en plena madrugada y fue llevado a urgencias. Y al día siguiente volvieron ambos a su estúpido "nido de amor", no obstante, tiempo más tarde, llegaron vehículos de mudanza y se dio cuenta que el éxito estaba de su lado y más teniendo en cuenta que la información que yacía en aquel portafolios, era extremadamente fundamental para hundir a toda su familia completa, en especial a su bastardo primo.

«Tiempo actual, Bangkok, Tailandia»

Sentía frío y no específicamente por el clima extrañamente helado de Kanchanaburi, puesto que siempre había sido un sitio caluroso. El joven Alfa sentía frío por dentro, en el corazón, por la ausencia de su Omega.

Cuando despertó, vio la cama vacía y la bandeja con el desayuno frío y el café derramado. Se levantó desesperado y lo buscó en cada rincón de la casa y a sus alrededores, pero no lo encontró. De vuelta a su habitación, halló una nota con la letra de Earth, pero de forma rápida.

Leyó el escrito mil veces y no le encontró sentido. ¡Era absurdo que él se hubiese ido con Kao si lo detestaba!

Buscó su teléfono y se dio cuenta que estaba descargado. Lo puso a cargar y su ansiedad aumentó porque no encendió lo suficientemente rápido. Al instante que el móvil cobró vida, le marcó a su Omega y escuchó la melodía de su teléfono en la propia habitación, señal de que no había llevado nada consigo y que se fue en contra de su voluntad. Claramente que al segundo en acudir fue Prem, quien prometió estar ahí lo más rápido posible y a los pocos minutos, la abogada se comunicó con él, totalmente histérica.

—¡Me han robado el portafolio ayer en la madrugada y en mi propia casa! ¡Ahí estaban las clausulas privadas del testamento de tus abuelos y más documentos importantísimos, e incluso papeles que ni si quiera he podido leer todavía! —berreó, desesperada—lamento habértelo contado hasta ahora, pero tenía esperanzas de recuperarlo cuanto antes.

—Demasiada coincidencia—espetó Santa.

—¡¿Qué?!

—Earth desapareció esta mañana y aunque dejó una nota diciendo que eligió irse con mi primo Kao, estoy completamente seguro que ese infeliz lo forzó y se lo llevó a la fuerza.

—Alcancé a golpear a ese idiota que se llevó los documentos, ¡Busquemos al sinvergüenza de tu primo! Él debe tener un moretón en la cara—siseó la fémina con rabia.

—Envíame tu ubicación. Iré lo más rápido que pueda porque en estos momentos estoy fuera de Bangkok.

—¿En dónde estás? —sorbió por la nariz.

—Kanchanaburi—no entró en detalles—envíame la ubicación de tu casa y pasado el mediodía te veré ahí.

Santa colgó y de inmediato le avisó a Prem que había cambios de planes, contándole rápidamente la conversación con Sammy. Se quedaron de ver en su antigua cabaña y después a la casa de la abogada.

Apenas se duchó, se alistó, cerró bien las puertas, se llevó el bolso de Earth consigo y condujo a todo lo que su camioneta Hummer le dejó y puso a cargar su teléfono en el camino. Llegó a Bangkok en menos de hora y media, en lugar de dos horas y media. A él le importaba únicamente recuperar a su Omega. A su otra mitad. A su corazón.

Se reunió con Prem en la cabaña y su amigo de forma inmediata, lo abrazó. El joven Alfa se resistió al principio y después cedió. Dejó ser reconfortado por alguien que sí lo estimaba. Quiso llorar, pero se aguantó. Cuando era niño fue muy débil y no quería volver al pasado.

—Tenemos que encontrarlo—arribó Santa con desdén en cuando se separaron—ayúdame a recuperar a Earth.

—¿Traes la nota que te dejó?

—Está en la camioneta.

Como todavía había tiempo para ir a ver a la abogada, ambos abordaron la Hummer y el chico Beta leyó con detenimiento la nota. A medida que leía el contenido, fue arrugando más el ceño.

—Estoy seguro que esto tiene un mensaje entre líneas. Earth no es tonto y sabe que Kao es idiota.

Santa asintió.

—Pero, ¿Cómo es posible que no te dieras cuenta? Es decir, ocurrió antes que despertaras y tú no tienes el sueño pesado, ¿o sí?

—¡Eso es lo que más me frustra! Me levanté mareado como resaca, pero al ver que Earth no estaba, no me importó buscarlo mientras me tambaleaba de un lado a otro. Fue como estar ebrio o drogado.

—Entonces el infeliz te drogó. Seguramente te aplicó algún somnífero o no lo sé—carraspeó Prem—además, Kao no sabía nada sobre esa nueva casa en Kanchanaburi. Es imposible que lo adivinara.

—Tiene ojos y oídos en todas partes—increpó Santa y sacudió la cabeza en negación, presa del pánico— ¡¿Y si jamás vuelvo a verlo?! ¡Él es mi vida, Prem! Nunca pensé que se sentiría así. Me duele el corazón al no tenerlo conmigo y siento náuseas de solo imaginar lo que debe estar sufriendo sin mí y en manos de ese sociópata—y de pronto, se estremeció—¿y si se enamora de Kao al estar tiempo con él, así como ocurrió conmigo?

—Cálmate. Tú jamás abusaste sexualmente de él y le diste tiempo para que él aclarara sus sentimientos. Lo de ustedes es amor genuino, que fluyó como debe ser. Kao solo conseguirá que Earth lo deteste más, además, recuerda que lo marcaste y él te reconoció como su Alfa. El lazo que los une es muy fuerte y nada lo puede romper y si eso sucede, que no creo, te darás cuenta.

—¿Entonces es verdad que los Alfas sentimos cuando nuestro Omega ha decidido romper el vínculo? —tuvo vértigo.

—No he tenido testimonios de Alfas conocidos y tampoco lo podré saber porque soy Beta, pero es real. Mis padres jamás se vincularon y por eso fue fácil su separación.

Santa se agarró el cabello con desasosiego.

—No perdamos más el tiempo y vamos con la abogada. Necesito que ella esté con nosotros para confrontar a mi primo y así recuperar a Earth—sentenció el joven Alfa, encendiendo el motor de la camioneta.

Prem se deslizó fuera del vehículo y abordó su deportivo rojo, con el afán de seguirlo. Antes del mediodía estuvieron afuera de la casa de Sammy. Santa le avisó que ya estaban afuera y los portones se abrieron para que entraran. Aparcaron en la acerca y entraron, escudriñando la residencia.

Claramente ella estaba con resaca y aquel estado, revuelto con la histeria, la hacían lucir como una chica loca en pijama. Su cabello enmarañado y sus ojos enrojecidos e hinchados por no dormir. Su familia se hallaba en la cocina y en otras partes de la casa y ella los condujo a la sala de estar.

—No debí beber anoche, de estar sobria, no habría dejado que me quitaran el portafolio—se lamentó— ¿gustan algo de beber?

—No, gracias—dijeron al unísono.

—Yo sí, acompáñenme a la cocina por café y seguimos hablando. Me está estallando la cabeza—y al ver que Santa iba a hablar, lo calló con la mano—no me hables de términos médicos en este momento. El café es vida.

—El café causa gastritis y desde luego, insomnio, también ciertas afecciones que seguramente sabes... —añadió Prem, haciendo caso omiso a la petición de ella.

Sammy le envió una mirada furtiva y siguió preparando café para los tres.

Tras media hora de "relajación" con café, Santa se desesperó.

—Lee la nota, por favor. Necesito encontrarlo—la presionó, dándole la hoja.

A las dos de la tarde, los tres salieron rumbo al departamento de Kao en la camioneta de Santa; no obstante, se llevaron la mala noticia de que él no había llegado a dormir desde hacía más de dos días y que nadie de sus vecinos, e incluso los guardias que cuidaban los departamentos sabía cuándo volvería, puesto que jamás daba explicaciones de sus ausencias.

Santa se llevó la palma a la frente y se obligó a controlarse. Todos ellos tenían razón. El asqueroso olor de su primo apenas era perceptible; señal de que llevaba más de un día sin dormir ahí. No dio las gracias y obligó a la abogada y a Prem a subirse al vehículo.

Solo quedaba un solo lugar al que él habría podido ir.

La asquerosa residencia de sus tíos. Es decir, los padres de Kao.

—¿A dónde vamos? —quiso saber Sammy, aferrada al asiento. El joven Alfa iba a toda velocidad y muy exaltado, mientras que Prem devoraba tranquilamente una barra de chocolate suizo.

—A la casa de mis tíos. Ellos me darán la información que necesito—gruñó en respuesta.

—¿A la casa de los padres de Kao? —la abogada palideció y Prem rio—son mafiosos, ¡No le veo el chiste, Prem!

—Puede que sea mafioso el imbécil progenitor de Kao, pero no puede tocarnos y mucho menos a Santa—le explicó Prem con orgullo.

—¿Por qué no? —inquirió Sammy, nerviosa.

—Porque es el heredero de las acciones más importantes de la empresa.

La abogada rodó los ojos, exasperada y continuó aferrándose al asiento y al cinturón de seguridad. Tardaron menos de una hora en adentrarse a unos terrenos fuera de la ciudad, que quedaba de punta a punta con la cabaña de Santa. La residencia de sus tíos era una hacienda con ganado y campesinos; y desde luego, cientos de hombres armados.

Santa se acercó a la entrada amurallada y un par de los gorilas que cuidaba, armados hasta los dientes, les cerraron el paso.

—Soy Santa Udompoch, vengo a ver a mis tíos en compañía de unos amigos—les informó de manera mezquina.

—¿Cuál es el motivo de la visita? —espetó uno de ellos, escudriñando toda la camioneta.

—No tengo por qué darle explicaciones a la servidumbre—siseó Santa y se abrió paso por la fuerza. Los hombres saltaron fuera de su camino con sorpresa, pero no lo detuvieron.

Aparcó furiosamente frente a la entrada principal. El joven Alfa les hizo señas a sus acompañantes para que no descendieran con él y lo esperaran.

Santa se dirigió a paso firme al interior de la vivienda, en donde las sirvientas y sujetos armados fruncieron el ceño al verlo entrar sin miramientos. Le importó una mierda que quisiera acorralarlo entre varios y vociferó para que todo aquel individuo dentro de esa casa, lo escuchara: ¡Soy Santa Udompoch, vengo por mis tíos!

Lo repitió muchas veces hasta que de pronto, sintió la tensión de la servidumbre, la cual se dispersó rápidamente, dándole acceso a una persona, que, sin verlo directamente, sabía de quien se trataba. Era el único individuo en el mundo que lograba ponerlo temeroso y a la defensiva.

Su tío.

—Aléjense de él—la voz gutural del Alfa recién llegado hizo que la servidumbre se echara hacia un lado, dejando a Santa.

El joven Alfa cuadró los hombros y le sostuvo la mirada. El hombre, vanidoso como de costumbre, lucía más joven que la última vez que lo vio, cuando tuvo un accidente con su esposa y Kao. El tipo se hacía retoques estéticos carísimos y el tono de su piel parecía de porcelana, siendo que de nacimiento fue alguien de tez levemente morena. Incluso adoptó un apellido estadounidense como nombre de pila para que todos le tuvieran más respeto. Manson. Porque admiraba al famoso criminal, y sectario: Charles Manson.

—¿A qué se debe esta inesperada y agradable visita? —su voz mezquina destiló muchísima dulzura, señal de veneno disfrazado. Santa esbozó una sonrisa cínica.

—Iré al grano, tío—sentenció, cruzándose de brazos—quiero que me digas donde se encuentra mi primo.

Manson se sentó en su sofá de piel de algún animal y lo evaluó de arriba abajo, pensando en sus palabras ácidas. Porque ese hombre jamás daba un paso en falso.

—¿Y cómo por qué piensas que yo sé dónde está mi hijo?

—Porque eres su padre...

Aquello hizo reír a su tío.

—Kao es mayor de edad desde hace bastante tiempo y desde que se mudó de aquí, jamás me volvió a dar fe y razón de sus actos. Llámale a su teléfono o ve a su departamento.

—Si no hubiera hecho todo eso, no estaría aquí—carraspeó.

—¿Y por qué tanta insistencia en saber su paradero?

—Él tiene algo mío—espetó, irritado—me lo quitó por la fuerza y quiero que me lo devuelva.

—Mi hijo se fue del país.

Santa volvió el rostro hacia atrás. Su tía, una Omega odiosa y de cabello rubio teñido y miles de cirugías plásticas también, apareció en la sala. Llevaba consigo un Martini y vestía una bata de seda pulcramente lisa.

—¿Se fue del país? —increpó Santa, sobresaltado.

—En efecto—musitó ella—pero no dijo a donde iría, ¿por qué, sobrino?

—¿Podrías preguntarle a donde fue, tía?

Ella se encogió de hombros.

—Solo sé que se fue por Europa. Es lo único que dijo.

Santa apretó los dientes con desdén y sacudió la cabeza en negación.

—Sé perfectamente que saben a dónde fue—resopló el joven Alfa—y también sé que no me lo dirán por el simple hecho de que es su hijo, pero en este momento, les digo que es importante saberlo porque se llevó a una persona que amo por la fuerza.

La pareja frunció el ceño.

—Mi hijo jamás estaría detrás de tus migajas, sobrino—inquirió su tía con arrogancia—él es de paladar más fino.

Santa elevó los ojos al techo, con ganas de reírse irónicamente, pero se contuvo.

—Denme una pista, es lo que necesito—manifestó el joven Alfa.

—Querido sobrino, sabes perfectamente que yo no doy nada si no recibo nada a cambio—agregó Manson con interés—y eso también engloba a lo que mi mujer respecta, ¿no es así, cariño?

La mujer sonrió y se bebió el Martini de golpe, saboreando al final la aceituna.

—Dinero no quieres, porque te sobra—espetó Santa— ¿Qué es lo que quieres a cambio de la respuesta?

—Por el momento no necesito nada de ti, pero me deberás un favor—sentenció su tío—el que yo te pida, sin oponerte o quejarte, ¿de acuerdo?

El joven Alfa sabía que deberle un favor a su tío, era como regalarle su alma al diablo, pero, ¿acaso le importaba su alma o las consecuencias? No. A él le ansiaba recuperar a su Omega.

—Está bien, ¿A dónde se fue? —masculló Santa, con recelo.

—Turquía—le informó su tío con una mueca de satisfacción—es lo único que sé. Tengo idea si a la capital o a otra ciudad.


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PD. PARA AQUELLAS PERSONAS QUE DICEN QUE VA LENTO Y LE DOY TANTAS VUELTAS, ES PORQUE ME GUSTA QUE MIS HISTORIAS ABARQUEN MÁS QUE SEXO Y SE ADELANTEN DEMASIADO, LLEGANDO AL PUNTO DE PERDER LA COHERENCIA Y CONGRUENCIA. ESTAMOS BÁSICAMENTE A LA MITAD  MÁS O MENOS DE CONCLUIR Y FALTA LO MÁS INTERESANTE. SEAN PACIENTES. 

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