21
Retozar por tres días consecutivos en una vivienda recién comprada, alejados de la sociedad, fue, en efecto, el mejor afrodisiaco del joven Alfa, próximo heredero de la mayor empresa de Bangkok, Happy Fruits; en compañía de su pareja.
A Earth le dolía un poco las piernas y caderas, pero el placer lo compensaba. Incluso tenía el cuello y piernas repletos de mordiscos por parte de Santa. Marcas de territorio, aunque la primera marca de vinculación (la más importante) apenas era visible.
—Amor, ya no tenemos ropa para continuar aquí, ¿Cuándo regresamos? Además, debemos traer nuestras propias cosas para acá—dijo Earth, preparando huevos estrellados que un par de ancianos les regaló al pasar por ahí, pero solo para conocer a los nuevos dueños.
—¿«Amor»? —inquirió Santa, risueño—es la primera vez que me llamas así.
—¿Prefieres que te diga «idiota»? —vaciló Earth.
—"Amor" está más que bien—Santa se acercó a él por detrás, deslizando sus manos por su cintura y mordisqueándole el lóbulo de la oreja derecha con picardía—aunque "Po" también me encanta.
—Estoy cocinando, ¡para! —gimoteó Earth entre risas.
—¿Te parece si esta tarde volvemos a Bangkok y vamos preparando el traslado de las cosas, o quieres muebles nuevos?
—Me encantaría muebles nuevos, aunque los de la cabaña no están mal—arribó Earth.
Desayunaron en el jardín trasero de la casa, en donde se apreciaba un bello y silencioso panorama. El sitio perfecto para huir de los problemas y solucionarlo con una exquisita taza de té o café bien cargado, solo o en compañía.
Como la señal ahí no era muy buena, ambos jóvenes decidieron dejar abandonados sus teléfonos y disfrutar al máximo aquel espacio íntimo.
—En la noche regresamos a Bangkok, ¿te parece? —dijo Santa sin dejar de admirar su entorno.
—De haber traído más ropa, nos habríamos quedado más tiempo, ¿verdad?
—Desde luego—volvió el rostro a él y le sonrió de forma tierna, haciendo que su cicatriz más grande se contrajera. ¿Cómo era posible que una cara tan atractiva tuviera tantas heridas, y aun así verse malditamente bien?
Estaban compartiendo la misma butaca y Earth recargó la cabeza en el hombro de él, sintiendo demasiada seguridad en su cercanía. No quería admitirlo tan pronto, pero su corazón, aparte de latir como loco cuando estaba a su lado, le repetía a cada latido que ese joven Alfa era el amor de su vida y que estaba esparciéndose un incendio ardiente en su interior, recorriendo cada milímetro de su ser; llamado amor.
Sabía que Santa lo amaba, se lo había confesado días atrás cuando apenas llegaron y estuvieron a punto de tener sexo en la camioneta de él, e inclusive le propuso matrimonio. Claramente no lo presionó y jamás volvió a sacar el tema.
El chico Omega decidió que le daría la respuesta cuando estuvieran en Bangkok.
Aceptaría casarse con él y así por fin tener una familia, algo que tanto había añorado y que pensó jamás obtener o merecer porque erróneamente sus padres le hicieron creer que era un Gamma. Y todavía tenía atascada esa incertidumbre, ¿por qué sus padres se empeñaron tanto en mentirle? Además de que tampoco lo dejaron sacarse de dudas.
Y de pronto se le vino a la cabeza su pequeña hermana Zion.
En cuanto contrajera nupcias con Santa Udompoch, iría a buscarla y la llevaría consigo a vivir para darle la vida que merecía, alejada de sus tajantes padres.
La noche les cayó encima muy rápido y guardaron las cosas en la camioneta. Aseguraron las puertas de su nueva casa y emprendieron el viaje a Bangkok que era de dos horas y media aproximadamente. Salieron de allí a las ocho de la noche.
En el trayecto, los teléfonos de los dos comenzaron a entrarles notificaciones y eso que las baterías estaban en menos del 10%. Conectaron los móviles para cargarlos en el tablero y Earth aprovechó a ver los mensajes y llamadas perdidas. Todas eran de su amigo Fluke.
Abrió los mensajes y frunció el ceño.
"¿Dónde estás? Llámame en cuanto te sea posible. Necesito que hablemos urgentemente."
Ese mensaje era el último y lo había enviado hacía un par de horas.
—Parece que nos echaron de menos—bromeó Santa, leyendo fugazmente un mensaje mientras conducía.
—Es Fluke—le anunció Earth.
—La abogada.
—¿Crees que pasó algo? Fluke jamás me llenaría de llamadas y mensajes si no fuera de verdad una emergencia.
Santa se encogió de hombros.
—Únicamente lo sabremos al llegar—dijo—por lo que te exijo que te abroches el cinturón de seguridad porque iré más rápido.
Earth obedeció, sonrojado, puesto que se le olvidó ponérselo y se sintió idiota.
El camino de regreso se tornó un poco incómodo, pero la música avivó el ambiente en un cincuenta por ciento.
A las diez en punto, estuvieron entrando a la ciudad. La luz de los edificios emocionó al chico Omega sin razón alguna y bajó el cristal de su ventana para admirar los anuncios de artistas famosos de talla internacional promocionar productos de belleza.
El aire le despeinó el cabello y esbozó una leve sonrisa.
Aquello que sentía era felicidad. Inexplicable, pero así se sentía; además de que le entraron ganas de llorar porque jamás pudo tener un momento como ese en compañía de sus padres.
Parpadeó para alejar las lágrimas y se centró en disfrutar el camino a la cabaña.
No obstante, la llamada entrante de Fluke interrumpió sus pensamientos y para ese entonces, los teléfonos ya estaban cargados, por lo que desconectó el suyo y atendió la llamada.
—Hola—lo saludó alegremente, bajo el escrutinio de Santa por el rabillo del ojo.
—¿En dónde estabas? Te estuve llamando y mandando mensajes como loco durante más de dos días—fue la respuesta de Fluke. Más alterado e histérico que de costumbre.
Earth parpadeó, perplejo y frunció el ceño.
—¿Qué ocurre? —evadió el interrogatorio.
—Escúchame bien, ¿está ese Alfa degenerado contigo?
—¿Qué?
—Solo respóndeme.
—¿Por qué le estás diciendo "degenerado"? —bajó la voz en la última palabra para que Santa no escuchara.
—No estás a salvo con él—siseó—¿por qué no vienes a mi departamento?
—¿Te has vuelto loco? No puedo ir ahora—espetó Earth, molesto—y explícame a que te refieres con qué no estoy a salvo con él.
—A mí me irrita no poder decírtelo por teléfono, pero es necesario que vengas conmigo lo antes posible. Es muy importante.
—Veré si mañana puedo pasar a verte.
—Tienes que hacerlo—insistió—de verdad, estoy preocupadísimo por ti. ¿Te sabes todavía la dirección de mi departamento?
—Sí, recuerdo donde es. Estaré allá a eso de las diez de la mañana.
—Oye, pero dime, ¿estás bien?
—¿Qué te traes? —espetó Earth.
—Solo quería asegurarme—colgó.
—¿Quién era? —inquirió Santa como quien no quiere la cosa.
—Era Fluke, pero sonó extraño...
—¿Extraño? —vaciló Santa.
—Sí, por alguna razón me preguntó si yo estaba bien, como si pensara que alguien pudiera haberme hecho daño en estos días que estuve contigo.
Santa alzó las cejas y curvó las comisuras de los labios hacia abajo. Una clara mueca de ironía y burla.
—Escuché que le dijiste que mañana lo verías—observó el joven Alfa.
—Sí, iré a verlo a su departamento en la mañana, ¿me acompañas?
—Por supuesto, ¿a qué hora?
—Quiero llegar a las diez más o menos.
Tras llegar a la cabaña, Earth subió a darse una ducha y Santa a ponerse en contacto con Sammy, la abogada, de la que tenía millones de llamadas perdidas.
—¿Hola? —contestó ella con un poco de nervios.
—Disculpa la hora, pero, ¿necesitabas algo? Apenas hace un rato vi las llamadas.
—¿Podemos vernos mañana a primera hora en The Coffee Club River City? —le propuso.
—¿A qué hora abren la cafetería?
—A las ocho—fue tajante—te veo ahí—colgó.
Santa parpadeó, incrédulo. ¿Qué mosquito le había picado a esa chica?
Entonces no iba a tener la mañana libre para acompañar a su novio. Resopló, abrumado y bajó las maletas de la camioneta para poner la ropa sucia en el área de lavado.
La cafetería en la que la abogada la citó, le hizo evocar crudos recuerdos del pasado que le dejaron mal sabor de boca cuando era más joven. El sitio estaba ubicado al lado del río Chao Phraya, con una fabulosa vista del agua y barcos, mientras podrían disfrutar de una deliciosa velada tanto de mañana, tarde y noche.
Antes de subir a ducharse también, llamó a su amigo Prem.
—Te aviso que no estoy en condiciones de salir corriendo a hacerte favores en este momento—fue lo primero que dijo Prem cuando atendió la llamada.
—¡Qué cruz contigo! Ni si quiera te he dicho nada—masculló Santa—¿qué pasó con el señor Enzo?
—Lo dejé en donde él me pidió—carraspeó—quise ayudarlo en algo más, pero simplemente me agradeció y tuve que dejarlo ahí.
—De acuerdo, muchas gracias. Te debo una.
—¿Una? —rio—amigo, me debes alrededor de un millón de favores, que estoy guardando para cobrártelos en algún momento y no te podrás negar.
—Si quieres un cheque en blanco, te lo puedo girar en este momento—rio Santa y recibió una leve punzada en la parte baja de la cabeza, que tenía tiempo que no sentía. Parpadeó y vio un poco borroso.
—Mejor lo hablamos cuando necesite cobrármelo. Hablamos después, idiota—rio Prem y colgó.
Mandó al carajo el teléfono y buscó a Earth. Lo halló untándose crema en el cuerpo con sensualidad.
Pese a que las punzadas en la cabeza siguieron, ver a ese lindo Omega embellecerse para él, lo calmó.
—Conejito—lo llamó suavemente y el chico volteó a verlo con una sonrisa tierna y pícara.
—¿Si mi «amor»?
Aquello hizo sonreír de oreja a oreja al joven Alfa.
—Mañana no podré acompañarte con tu amigo. Me citó Sammy para hablar casi a la misma hora en una cafetería.
Earth cerró la crema humectante y ladeó la cabeza. Su cabello húmedo olía maravillosamente. Y su piel brillaba de tan radiante que estaba.
El rostro del Omega palideció.
—¿Ocurrió algo?
—No, no—Santa sacudió la cabeza y se sentó al borde de la cama—o al menos eso espero, quizá quiere hablar conmigo de lo que pasó hace unos días, aunque todavía no quiero resolver ese asunto—hizo una mueca.
Earth asintió.
—¿A mí vas a contármelo?
Aquello cambió todavía más la expresión de Santa.
—Todavía no me siento listo, lo digo en serio. Es algo que no me gusta, me asquea y me provoca escalofríos—humedeció sus labios y Earth notó que la palidez aumentaba y su frente se perlaba de sudor.
—Tranquilo, escucha, no pasa nada, ¿sí? Yo esperaré el tiempo necesario para que me lo cuentes—esbozó una sonrisa y le pasó el brazo por encima de sus anchos hombros, sintiendo como se relajaba bajo su tacto, abandonando la tensión.
—¿Y tú cuando vas a darme una respuesta sobre lo que te propuse en la camioneta? —le arqueó una ceja y le guiñó el ojo con malicia, observándolo de arriba abajo, postrando la mirada en sus perfectas piernas blancas como la porcelana humectadas de crema.
—¿Sobre qué? —se hizo el desentendido, riéndose—refréscame la memoria que no lo recuerdo.
Entonces Santa le robó un beso y lo empujó hacia la cama, deslizando sus manos dentro de su pijama, y yendo especialmente a sus piernas, que eran su delirio; además de que tenía demasiadas marcas en la piel que describían su posesión y adoración.
—¿No quedaste satisfecho de esos días? —canturreó Earth, siendo presa de los besos apasionados del joven Alfa en todo su cuello y parte de la mandíbula.
—Jamás me saciaré de ti—ronroneó el otro en respuesta, sintiendo como su entrepierna volvía a cobrar vida.
—No me has comprado la píldora anti concepción—le recordó el Omega, siendo despojado de su pijama gracias a las manos agiles del Alfa.
—Y yo te recuerdo que tengo muchísimo dinero hasta para que nuestros bisnietos vivan una larga vida feliz sin molestarse en trabajar—murmuró Santa, quitándose con rapidez su propia ropa.
—Eso no es lo me preocupa—lo detuvo Earth, puesto que él realmente no estaba seguro de querer un embarazo, si en dado caso ocurría.
—¿Entonces qué es? Yo me haría responsable...—jadeó, perdiendo la emoción. Ambos se sentaron en la cama y voltearon a verse—además, quiero casarme contigo, eso te lo dije hace unos días y estoy en espera de tu respuesta.
—Es que no estoy seguro si quiero embarazarme en estos momentos de mi vida y eso parece no importarte...
Se acomodó en la cama para quedar dándole la espalda, la cual estaba desnuda. Solo tenía su ropa interior puesta. El pijama estaba en la alfombra.
—Me importa muchísimo—Santa se acercó a él por detrás y le besó el hombro, provocándole cosquillas y que se le erizara la piel.
—Si tanto te importa, ¿por qué no me has comprado la pastilla anti concepción? —inquirió Earth—¿o quieres que se lo pida a tu amigo Prem? Porque él es el único que me ha ayudado de verdad.
—Es porque si sucede o no, no es un problema.
—Tú no serás el que se va a convertir en una ballena y le va a tocar parir, sumándole el dolor y los estragos que conlleva. ¡Mi cuerpo se deformará! —chilló—ya estamos comenzando mitad de año, y ya hemos estado juntos muchas veces sin protección...
—Para que haya una concepción efectiva, debemos tener relaciones todos los días desde el inicio de tu celo.
—Pues cuando ese tal James se apareció aquí, empezó mi primer celo—susurró Earth—aunque creo que fue muy precoz.
—El primer celo no es tan peligroso—le aclaró Santa, besándole la base del cuello—el segundo sí y para eso faltan algunos meses, quizá para fin de año, faltan aproximadamente seis o cinco meses.
—No obstante, anhelo esa píldora, ¿sí?
—Mañana sin falta, ¿de acuerdo? Ahora sigamos con lo nuestro...
—Mañana no vamos a estar juntos, tal vez nos veamos en la tarde o noche—le recordó Earth, volviendo a caer en los besos de Santa—¿prometes que vas a comprar la píldora? Para que cuando volvamos a la cabaña, la ingiera y listo.
—Haré lo posible por conseguirla...—trazó un camino de besos desde la mandíbula del Omega hasta el inicio de su pecho.
Al siguiente día, Earth amaneció más adolorido que los días anteriores. Buscó su teléfono y vio la hora. Seis en punto. Giró sobre su espalda y se encontró con Santa, aun dormido. Ambos estaban desnudos, lo cual no era nada nuevo; pero era la primera vez que el joven Alfa tenía una mueca de incomodidad en el rostro y con la mente perlada de sudor. Alargó la mano para tocarle la cara y notó que era sudor frío y temblaba levemente. La palidez era inminente.
—¿Estás bien, Po? —murmuró Earth, muy preocupado, palmeándole la mejilla.
—Uhmm...—se quejó en sueños.
—Levántate, amor—lo zarandeó con sutileza.
—Estoy perfectamente bien—gruñó Santa, levantándose sobresaltado—pero creo que necesito tomarme una aspirina.
—¿Seguro estás...?
—¡Que estoy bien he dicho! —le gritó con aspereza, sentándose.
—Oye, tampoco me hables así—le espetó Earth, irritado.
El chico Omega recogió su pijama, se vistió y fue al baño con indignación. Una vez haciendo sus necesidades y cepillándose los dientes, lavándose la cara, bajó a comer algo.
Enfurruñado, comenzó la faena del desayuno.
Preparó waffles, café y té. No llamó a Santa a desayunar con él porque su arrebato de furia de la nada lo desconcertó.
A eso de las siete con cuarenta minutos, lo escuchó bajar corriendo.
—No desayunaré, te veo más tarde—le dijo sin despedirse de beso, tal como hacía.
Earth lo observó con recelo y consiguió advertir que tenía la frente, mejillas y los ojos enrojecidos, sumándole la palidez más concentrada en su piel.
Quiso detenerlo y exigirle que le dijera qué le pasaba, pero su cólera fue mayor.
Y en vez de continuar rabiando por la actitud de Santa, decidió apresurarse para ir a hablar con Fluke, aunque no tenía muchas ganas de hacerlo. Le dolía el cuerpo por culpa de haber copulado demasiado y sin miramientos en aquella casa solitaria que era su nuevo hogar dentro de poco.
Lo que le encantaba era que, ahora que ya eran una pareja en todas sus letras, Santa lo había dejado de aprisionar por completo, dándole la libertad de salir solo y en su propio vehículo que le regalaron los señores Udompoch antes de morir.
Se vistió con una playera blanca con manga larga y cuello de tortuga porque había amanecido fresco y también para cubrir las marcas que Santa le había hecho y como detestaba vestirse de forma simple, buscó en el armario y sacó una prenda tipo top de tirantes y de amarrar atrás con estampado de flores celestes, rosas y amarillas, muy lindo. Eligió unos Jeans deslavados y flojos, y sus tenis blancos. Se puso una cadena de plata sin ningún dije y se maquilló de forma casual. Y como accesorio final a su outfit, metió su teléfono, cartera, lentes de sol y llaves de la cabaña y auto dentro de una bolsa pequeña color negro, que tenía como correa una cadena plateada. Se la colocó al hombro, echó un vistazo a su físico en el espejo, se roció perfume y bajó al piso inferior.
Se subió a su Audi plateado, el cual estaba muy opaco porque necesitaba urgentemente una limpieza y emprendió el trayecto al departamento de su amigo.
Y antes de dirigirse a su destino, fue a llenar el tanque de gasolina.
Faltaba más de media hora para el encuentro con Fluke, por lo que tenía tiempo de sobra, además de que no era tan necesario llegar puntual y menos con él.
En lo que esperaba, verificó la lista de Spotify y elegir su favorita. Necesitaba olvidarse del mal momento de la mañana con Santa.
Sin embargo, a unos diez metros más o menos de distancia, divisó a un grupo de hombres molestando a una chica, que parecía ser estudiante de secundaria. La pobre fémina quería huir, pero estaba totalmente rodeada por ellos. Y lo que era peor: nadie se acercaba a ayudarle. Hacían caso omiso, pese a que ella gritaba y trataba de echarse a correr.
Pagó y aparcó el vehículo en la acera más cercana. Él no era fuerte y musculoso para ponerse al tú por tú con esos imbéciles, pero tampoco podía simplemente ignorarlo. ¿Y si la seguían hasta un sitio desértico y abusaban de ella? El solo pensamiento de esa atrocidad le provocó escalofríos y rabia. Esa chiquilla era casi una niña y no iba a permitir que le hicieran lo mismo que a él. Habría dado todo porque alguien lo hubiese ayudado y salvado de las asquerosas manos de Kao Noppakao.
Aseguró el coche y se deslizó fuera con histeria.
—¡Aléjense de ella! —vociferó, cruzando la calle a toda velocidad. Titubeó un poco cuando todos se volvieron hacia él. Eran cinco. Dos Omegas y tres Alfas. Todos dominantes.
En cuanto ellos pusieron su atención en él, la niña echó a correr gracias a la seña que Earth le dijo y estuviera a salvo.
—Pero miren que linda mariposa de la pradera apareció frente a nosotros—inquirió uno de ellos, el Alfa más dominante y posible líder. Tenía la cabeza rapada y un tatuaje de corona de espinas alrededor de la frente y lejos de verse rudo, lucía ridículo—a mí me gustan mucho de esas—rompió a reír y sus amigos le siguieron en coro—supongo que has venido para ocupar el lugar de esa linda chica que escapó.
—Si de verdad quieren conseguir sexo, esta no es la manera correcta de buscarlo—espetó Earth. ¿De donde estaba sacando tanta valentía? Sus piernas le temblaban—esa chica es casi una niña, ¿están mal de sus cabezas?
—¿Quién dice que estábamos buscando sexo y no solo amistad? —rio, estúpidamente; dejando ver que tenía un diente bañado en plata.
—¿Cuánto dinero quieren para dejar en paz a la gente? —repuso Earth, alzando la barbilla con desdén.
En eso, el tipo rapado le colocó el brazo sobre los hombros, apretujándolo en su costado y Earth alcanzó a sentir algo extraño en la ropa del sujeto. Parecía un arma punzo cortante. Un cuchillo o navaja. El tipo lo había abrazado a propósito para que se diera cuenta que portaba algo con qué hacerle daño si en caso gritaba.
Palideció.
—Por tu aspecto y el tremendo coche que posees, sabemos que tienes mucho dinero—canturreó—y aunque nos des dinero, no sería suficiente para todos, ¿no crees? —apretó más su agarre sobre sus hombros, incomodando más a Earth.
—¿A qué te refieres? —balbuceó Earth, llegando a la conclusión de que, si estos depravados lo raptaban, iban a destrozarlo por completo en todos los aspectos, en especial en el sexual.
—Que vales más en nuestro poder, pequeña mariposa—suspiró—si vienes con nosotros, hablaremos a tu familia para que nos proporcionen una buena tajada de dinero a cada uno a cambio de dejarte ir con ellos, ¿no es emocionante?
—¿Van a secuestrarme? —se horrorizó, tensándose más y puso resistencia para no caminar cuando el sujeto le instó a avanzar hacia saber dónde.
—Yo diría una visita exprés a nuestra humilde morada—bromeó, pero debajo de esas palabras risueñas, había cierta oscuridad que no avecinaba nada bueno.
Siendo así, Earth se retorció bajo su agarre y le propició un golpe duro en la mandíbula del sujeto con su bolso; pero aquel fue el peor error que pudo haber cometido, porque, en primer lugar, el rostro de ese Alfa no se movió y en segundo, su mirada y expresión se endureció. Tomó a Earth del cabello y lo tiró al suelo con fuerza.
—Mira, asqueroso bastardo adinerado, quise ser amigable, pero no quisiste cooperar—masculló, alzándose la camisa holgada y mostrándole un enorme cuchillo carnicero entre su pantalón y su piel repleta de tatuajes extraños—agárrenlo y llevémoslo ya.
Earth forcejeó con ellos lo más que pudo y gritó desesperado, pero lamentablemente ocurrió como cuando estaban molestando a la chica. Nadie lo auxilió. De hecho, los pocos que voltearon a verlo, desviaron la mirada con miedo y apresuraron el paso.
Iba a morir.
—¡Suéltenme! —chilló cuando uno de ellos pasó tocándole a propósito el trasero.
—Nunca había visto a un Omega varón tan femenino y solo por eso te voy a disfrutar como no tienes idea—le advirtió el degenerando pelón con tatuaje ridículo en la cabeza.
Ante la repugnancia de sus palabras, Earth repitió el mismo golpe, pero no con su bolso ni dirigido a su estúpida cara, sino una perfecta patada en las bolas, noqueando al idiota, quien cayó al suelo agonizando de dolor y logró zafarse de los demás porque estuvieron más preocupados por su líder que por él.
—¡No lo dejen huir! —gruñó el pelón con ira, agarrándose el miembro casi destripado.
Earth cruzó la calle que lo dividía de su coche y ahogó un grito cuando una bicicleta frenó a escasos milímetros de él.
—¡Maldito! —gritó uno de los amigos del pelón pandillero y Earth supo que era su fin.
—Tienes que ayudarme, ¡Quieren hacerme daño! —rodeó al sujeto que conducía la bicicleta sin verle la cara ni el aspecto, ya que estaba demasiado horrorizado para fijarse en esos detalles—mi coche es ese plateado de atrás y necesito largarme de aquí.
—¿Qué me darás a cambio? Porque voy tarde a una cita —escuchó la respuesta del dueño de la bicicleta con aire divertido.
—Dinero—carraspeó, encogido detrás de él.
—De acuerdo, hablaremos del monto en cuanto termine con ellos—canturreó el sujeto. Descendió elegantemente de su bicicleta y la dejó cerca del coche de Earth. El chico Omega no se despegó de él ni un momento.
—¿Quién carajos eres tú? —le espetó el pelón, abriéndose paso con dificultad entre sus amigos.
Y sin previo aviso, el de la bicicleta se despojó de su camisa azul marino que la estaba usando como chaqueta y se la lanzó a Earth, y solo hasta ese instante, alzó la vista a su salvador, quedándose estupefacto.
Era un chico sumamente atractivo, no mayor ni menor que él y eso que apenas lograba verlo de perfil. Vestía de Jeans muy desgastados y converse rojos. Pero en su torso, llevaba puesto, lo que en su mejor tiempo debió ser una sudadera gris, y ahora no era más que una deprimente playera con gorro y bolsillo delantero. Exacto, no tenía mangas, las cuales fueron arrancadas sin cuidado. Sin embargo, lo que más le impactó al chico Omega fueron los infinitos tatuajes en ambos brazos. En su mayoría eran personajes de anime muy geniales, pero también había frases en inglés y alcanzó a entender tres de ellas.
Every saint has a past, every sinner has a future (Todo santo tiene un pasado, todo pecador tiene un futuro).
The show must go on (El show debe continuar).
I will always rise from my ashes (Siempre me levantaré de mis cenizas).
—No quiero alardear, pero...—hizo crujir sus dedos y cuadró los hombros sin dejar de sonreír—en mi barrio soy el líder de mi propia pandilla de delincuentes y me dedico a lucrar con la violencia. Y ustedes han retrasado una cita muy importante en la que yo obtendría dinero fácil.
El pelón frunció el ceño y como ya le había pasado el dolor en las bolas, tuvo la osadía de sacar su cuchillo carnicero y blandirlo frente al chico de la bicicleta. El resto de sus amigos lo imitó.
—Será mejor que huyas, principito. Yo te buscaré. Me memoricé las placas de tu coche y nos veremos para el pago a tu protección—le sugirió su salvador a Earth al verlo con el rostro verdoso y pálido.
—¿Estás seguro? —balbuceó el chico Omega, aun con la camisa de él en las manos.
Pero antes de que pudiera responderle, uno de los amigos del pelón, se escabulló entre el coche de Earth y lo sujetó de la cadena de plata con fuerza por detrás, asfixiándolo.
El de la bicicleta se dio cuenta e intentó correr hacia él, pero los demás se le fueron encima.
Earth impulsó la rodilla hacia adelante y proyectó el pie hacia atrás con todas sus fuerzas, dándole en la pierna al pandillero, pero eso simplemente avivó la rabia del agresor y lo arrinconó en cofre de su coche, rozándole la punta del cuchillo bajo su mandíbula.
—No querrás que desfigure esa linda cara que tienes, ¿o sí?
Earth le escupió y le dio un cabezazo, que lo dejó mirando estrellas. Se liberó de él, pero no por mucho. Cuando intentó entrar al vehículo, el pandillero lo agarró del cabello y lo tiró al suelo. Elevó su puño y le depositó dos fuertes puñetazos: uno en la boca y otro en la nariz, dejándolo inconsciente.
Lo último que escuchó fue "¡Principito, resiste!" de parte de su salvador de bicicleta.
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PD. DISCULPEN LA TARDANZA u_u
PD. YA CASI LLEGAMOS A LOS 1K VOTOS :D FALTAN ALREDEDOR DE 30. AYÚDENME PARA QUE LLEGUEMOS EN ESTE CAPÍTULO :3
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