18
«Tenon Teachapat» fue lo último que tuvo en la mente el joven Alfa antes de abandonarse a la inconciencia.
Entre dos meseros movieron a Santa hasta un sitio aislado, en el interior de una oficina para hacerlo despertar con un algodón sumergido en alcohol. Le hicieron varias preguntas a Earth y a la abogada para posibles veredictos del desmayo.
—Estábamos hablando de unos papeles de la herencia de sus abuelos—objetó Samantha con severidad—y de pronto se desmayó.
Earth asintió para darle más credibilidad a las palabras de la abogada, porque era cierto.
—Entonces fue por una impresión—observó el gerente de la cafetería, dándole el algodón a Earth—intente despertarlo, jovencito, su hermano reaccionará más rápido si también le hablas.
—Es mi novio—le corrigió Earth sin mirarlo. Le quitó el algodón y tomó su lugar junto a Santa—Po, despierta, toda la gente está preocupada por ti, en especial yo.
El gerente se quedó perplejo.
Santa movió los ojos por debajo de sus párpados y arrugó la nariz al sentir el alcohol y cuando los abrió, miró a Earth y se aferró a él, abrazándolo de la cintura como niño pequeño.
—Sácame de aquí—le suplicó con voz apagada y temblorosa.
El chico Omega le cumplió su súplica y salieron de allí luego de pagar la cuenta. Buscó las llaves de su coche en los bolsillos del pantalón de Santa y lo ayudó a meterse en el asiento del copiloto, poniéndole el cinturón y dándole un beso en la frente, puesto que seguía muy afectado. Lo dejó dentro del Audi y se volvió hacia la abogada.
—Si quieres podemos citarnos otro día—le dijo.
—No, llévense los papeles de las cláusulas y cuando esté más tranquilo, me llamas para que vaya a verlos, ¿de acuerdo? Esta es mi tarjeta con mi número—le entregó una pequeña tarjeta oscura de presentación y luego la carpeta con los documentos—él tiene mi número, pero en caso de que siga en estado de shock o sintiéndose mal, tú llámame.
De vuelta a la cabaña, Earth agradeció que la ubicación quedó plasmada en el GPS del vehículo, porque de ser lo contrario, se habrían hospedado en algún hotel cercano y esperaría a que Santa recuperara bien la conciencia. Mientras conducía, le echaba leves vistazos al joven Alfa y este se hallaba enfrascado en sus pensamientos, mirando por la ventana con aire ausente, y tenía el dedo pulgar derecho entre sus dientes, mordisqueándolo. Incluso sus ojos estaban llorosos.
—Déjame ayudarte—murmuró Earth, aminorando la velocidad—si no me dices que pasa, no podré serte de ayuda, Po.
—No tengo deseos de hablar ahora, discúlpame.
Asintiendo, Earth no insistió más y se dedicó a conducir en silencio.
Cientos de ideas rondaban por la cabeza del chico Omega con respecto a lo que acababa de suceder en la cafetería. Santa no parecía ser de los que se enfermaba y menos de manera sorpresiva.
Trató de hacer memoria sobre lo ocurrido y de pronto cayó en cuenta de que se empezó a poner mal en cuanto escuchó un nombre en particular, plasmado en aquellas cláusulas.
¿Quién era esa persona?
¿Sería algún familiar suyo que pelearía parte de la herencia de Santa?
De tanto estar divagando en su mente, no vio que se había atravesado alrededor de cinco vacas de algún ganado cercano y frenó de golpe, quedando a nada de embestirlas.
—¡¿Estás bien?! —Santa exclamó, sobresaltado, inspeccionando a Earth.
El chico de mejillas regordetas estaba en shock, paralizado y lívido, con las manos empuñadas en torno al volante.
—¡Earth! —el joven Alfa lo zarandeó para sacarlo del ensimismamiento—¡Eh, reacciona!
—Lo siento... no me fijé—titubeó en respuesta, apartando las manos del volante.
—Yo conduciré, ¿de acuerdo? —Santa se acercó a él y le depositó un beso en la frente.
Sin embargo, saltaron del susto cuando el rostro de un sujeto de aspecto humilde, se estampó al cristal de la ventana de Earth, golpeando con fuerza con el puño.
Su expresión era de total hostilidad y desagrado. La mano que no estaba empuñada contra el cristal, tenía sostenido un bastón de madera, que amenazaba con golpearlo contra la ventana.
—Quédate aquí, iré a ver qué es lo que quiere—manifestó Santa, quitándose el cinturón, pero Earth lo agarró del brazo con miedo—estaré bien, cálmate.
—¿Cómo quieres que me calme, si hace unos minutos no querías hablar ni respirar?
—Estoy bien, ahora cámbiate de lugar en cuanto baje—insistió Santa y ante las protestas de Earth, se deslizó fuera del vehículo.
Obedeciendo ante la locura de ese joven Alfa, Earth se cambió de lugar rápidamente sin despegarle la mirada de encima al sujeto con el bastón.
Entornó los ojos cuando vio claramente a Santa dialogar con el hombre de forma civilizada y se sorprendió todavía más, al ver que el sujeto asentía de forma razonable mientras su novio sacaba una buena cantidad de dinero para dárselo.
Y al cabo de unos minutos, Santa se sentó detrás del volante y observaron al sujeto llevarse el dinero y a las cinco vacas.
—¿Qué hiciste? —le interrogó Earth.
—Le pagué al señor por el inconveniente—contestó Santa—parte de su ganado escapó.
—Por un poco me estrello—a Earth le entraron escalofríos y Santa puso en marcha el coche—fue una experiencia desagradable, al igual que cuando te desmayaste en la cafetería.
—Tal vez fue una baja de azúcar—se encogió de hombros sin mirarlo, pero había bastante tensión en su lenguaje corporal—vamos a casa.
—¿Hablaremos al respecto? —musitó Earth, sin quitar el dedo del renglón.
—¿Sobre el señor de las vacas?
Earth frunció el ceño.
—¡No! —siseó—sobre el desmayo que sufriste en la cafetería. Eso no pudo haber sido una baja de azúcar, jamás te ha ocurrido y si de verdad fue eso, seguramente ha de haber sido por alguna fuerte impresión.
Santa se quedó en silencio y prestó suma atención al camino.
—Vamos al médico mañana—sugirió Earth.
—Claro que no—Santa hizo una mueca de fastidio—yo soy estudiante de medicina y sé que estoy bien, así que olvídate del asunto, a cualquiera le puede pasar—lo último sonó falso.
Y como no funcionó sacarle información sobre su desmayo, probó suerte con el nombre de la persona en las cláusulas.
—¿Quién es Tenon Teachapat? —interrogó Earth como quien no quiere la cosa.
Santa titubeó y se vio reflejado en su manera de conducir poco estable.
—No sé de quién hablas.
—Por favor, sabes de quien hablo—masculló Earth—ese nombre está en las cláusulas privadas.
—¿Y cómo quieres que sepa quién es? Es el testamento de mis abuelos—gruñó, encolerizado.
—No te creo absolutamente nada—siseó Earth—y no voy a insistir más porque probablemente te pongas mal de nuevo.
Santa apretó las mandíbulas, mirándolo por el rabillo del ojo.
¿Qué podría estar ocurriendo realmente?
Era más que obvio que esa persona de las cláusulas había sido la causante de la reacción de Santa, pero él no quería admitirlo ni contarle de quién se trataba.
Pronto estuvieron cerca de la cabaña, y Earth decidió que le aplicaría la ley del hielo hasta que él confesara.
Bajaron del vehículo y cada uno se fue a su propio dormitorio, por primera vez en semanas, ya que habían compartido el mismo desde que comenzaron a salir.
El resto de la noche se la pasó dando vueltas en la cama e incluso le llegó a doler la herida del brazo que uno de los primos de Kao Noppakao le hizo hace unas semanas.
Y se le ocurrió la loca idea de hablar con Prem, acerca de ese individuo extraño del que Santa juraba amnesia al decir que no sabía quién era. Pensó en enviarle un mensaje, pero no quería ser ignorado.
—¿Hola? —la voz de Prem sonaba adormilada.
—Hola, soy Earth y quiero que me digas quién es Tenon Teachapat—fue al grano, tomándolo desprevenido.
—¿Eh?
—Solo respóndeme, ¿conoces a un tal Tenon Teachapat?
—En primer lugar, ¿sabes qué hora es? —lo reprendió.
—¿Tanto te cuesta responder?
—Son las dos de la mañana, idiota, déjame dormir—gruñó.
—Eso quiere decir que sí conoces a ese sujeto—afirmó Earth con desdén.
—¿De dónde escuchaste ese nombre? —parecía que Prem por fin se había despertado completamente.
—Lo conoces, ¿no es así? —aguijoneó Earth.
Prem colgó.
Impactado, se quedó mirando la pantalla del teléfono con desprecio. Maldito Prem. Él sabía algo.
Guardó el móvil en el bolsillo del pants y bajó a sacar los documentos de las cláusulas que habían quedado en su coche. Todo estaba oscuro y encendió las lámparas de la sala hasta llegar a la puerta principal, no sin antes agarrar las llaves del Audi.
Y para su mala suerte, los papeles no estaban allí. Santa los había sacado en algún punto de la noche.
Maldita sea.
—¿Qué haces deambulando por la noche y qué buscabas en tu coche?
Earth gritó del susto cuando Santa habló desde el sofá y encendió la lámpara que alumbraba más, la cual estaba junto a él y gran parte de la estancia se iluminó.
—Déjame leer los documentos que te dio la abogada—exigió Earth, guardando su distancia. Santa tenía los ojos enrojecidos y llorosos.
—¿Para qué los necesitas tú? Mis abuelos te habrán heredado lo principal de sus bienes, pero estas cláusulas son mías—movió la carpeta como bandera—no tienes derecho a leer lo que no te corresponde, Earth.
—¿Por qué actúas como un loco?
—No, el que está actuando como un loco eres tú—le contradijo— ¿por qué quieres leer esto?
—No, a mí me vale una mierda el contenido—espetó Earth—yo solo estoy preocupado por ti.
—¿Y eso que tiene que ver con las cláusulas? —Santa ladeó la cabeza y lo miró con desdén.
—Quiero saber quién es ese tal Tenon Teachapat—sentenció Earth y percibió la hostilidad de Santa—y la razón por la cual te desmayaste en la cafetería tras escuchar ese nombre misterioso...
—¡No lo conozco! —gritó y le empezó a temblar las mandíbulas y a sudar frío.
—Bien...
Earth hizo una mueca y se dirigió a la escalera.
—Estamos hablando, ¿A dónde vas? —el joven Alfa lo siguió.
—A dormir.
—¿Y por qué te vas a tu antigua habitación? —Santa pisó una de las pantuflas de Earth mientras caminaba y este tropezó, a punto de caer de bruces, pero el joven Alfa lo atrapó justo a tiempo—¿estás bien?
—No me toques. Y volveré a tu recámara cuando te dignes a explicarme qué es lo que pasa—lo empujó—y eso incluyen las relaciones sexuales.
Y aquello último fue lo que desarmó al joven Alfa.
—¿Por qué eres tan cruel conmigo?
—¿Le llamas "cruel" a la preocupación que siento por ti? Se supone que estamos juntos, ¿por qué no me cuentas la verdad? ¿por qué no confías en mí? Soy tu pareja para toda la vida, ¿lo olvidas?
Santa se llevó las manos a la cara con desesperación.
—Si quieres que confíes en ti, entonces no me presiones—le suplicó.
—¿Y cómo sé que vas a contármelo después y a su tiempo?
De pronto, Santa abrazó a Earth con todas sus fuerzas.
—Quédate conmigo el tiempo que sea necesario—murmuró en su oreja.
—Lo haré si prometes que me contarás absolutamente todo—condicionó.
—¿Para qué quieres saber eso? Si me das una razón para contarte sobre él, lo haré, pero a su debido tiempo—se aferró al pequeño cuerpo de Earth.
El chico Omega suspiró.
—Entre nosotros no debe haber secretos, soy tu pareja y si quieres que sigamos juntos para siempre, tienes que contarme todo—repuso Earth—conoces mi vida, pero no sé nada de ti.
Santa asintió.
—De acuerdo, dame tiempo y te lo contaré—aceptó—ahora, ¿podrías ir a dormir conmigo y hacerme sentir bien?
—Te recuerdo que no me has comprado la pastilla anti concepción—vaciló Earth—¿te harás cargo si yo quedo embarazado?
—Con honestidad, eso sería una excelente noticia en medio de todo este caos—dijo Santa, inhalando el aroma dulce y delicioso del cabello de Earth.
—¡No digas tonterías! —rio el chico Omega cuando el joven Alfa comenzó a darle muchos besos en toda la cara, riéndose.
Y a continuación, Santa lo tomó en sus brazos sin dejar de besarlo y Earth le puso los brazos alrededor del cuello, buscando sus labios mientras iban en dirección a la habitación del joven Alfa.
Durmieron sin tener sexo, pero firmemente abrazados. Santa no le quitó los brazos de encima ni un momento, incluso cuando Earth fue al baño un par de veces, él lo acompañó gustoso.
Estuvieron así alrededor de una semana. Usando ese tiempo para buscar nuevas opciones de viviendas igual de alejadas como la cabaña a través de internet, pero no consiguieron tener éxito. Todos los sitios colindaban con más residencias. Y en ningún instante tocaron los documentos de las cláusulas, dejando así, la carpeta en un cajón dentro de la habitación de Santa.
—¿Por qué no nos mudamos de Bangkok? —propuso Earth.
—No es mala idea—acotó Santa, motivado. Se hallaban viendo la TV y el joven Alfa preparando unas botanas para pasar un agradable fin de semana—¿Dónde te gustaría vivir? —le preguntó, llevando las bandejas con bocadillos.
—A mí me gustaría en un sitio similar aquí—respondió Earth—amaba tanto estar en el campo con tus abuelos y vivir en una casa parecida no estaría mal...
—Entonces busquemos nuestra casa ideal—le guiñó el ojo Santa.
—Por cierto, ¿Prem te ha dicho algo sobre James?
—Sí, me comentó que se marchó en cuanto James halló la oportunidad y me alegro que no haya vuelto acá.
Se dedicaron a explorar todo internet y en cada provincia de Tailandia, con el fin de hallar algo que de verdad los convenciera para estar en paz.
—¡Lo encontré! —gritó Earth, eufórico, señalando la pantalla en el segundo que Santa volteó a ver la TV.
—¿Qué encontraste?
—¡Una linda casa en Kanchanaburi, cerca al río Mae Klong!
—A ver...
Santa le quitó la Laptop y verificó con suma atención los detalles. La casa no estaba nada mal, era pequeña, pero constaba con un campo de flores alrededor y el río a escasos tres metros, con vista a colinas preciosas.
—¿Te gusta? —le preguntó Santa, regalándole una sonrisa torcida.
—Me encanta.
—Entonces te daré el honor de contactar con el dueño y llegar a un acuerdo de compra, ¿te parece?
—¿Y qué hay de aquí?
—Puedo comprar más casas sin necesidad de vender esta cabaña, conejito—rio Santa—el dinero me sobra, no lo olvides—le recordó.
Earth elevó los ojos al techo, riéndose.
—Sé perfectamente que tienes dinero suficiente incluso para usarlo de papel higiénico y seguir llevando tu vida de lujos.
—¿Y entonces...? —Santa elevó la ceja con la cicatriz con aire arrogante y sin borrar la sonrisa pícara de sus labios.
—¿No la venderás primero? Aunque no necesites el dinero, debes deshacerte de la propiedad, a menos que quieras arrendarla.
—De eso me haré cargo yo, pero ahora marca al número del dueño de esa casa que quieres para ver si se llega a un trato y viajemos mañana mismo a verla.
Earth asintió, emocionado y anotó el número en su teléfono. Santa le había comenzado a pagar una mensualidad de datos ilimitados desde que dio inicio su relación, pero pocas veces lo utilizaba.
El dueño, que resultó ser un anciano necesitado de dinero urgente, le comentó que estaba gustoso de tener al fin una persona interesada en sus tierras, ya que le ansiaba tanto venderla y poder irse a la capital con su esposa, la cual se hallaba hospitalizada y él necesitaba pagar la atención médica y quedarse a vivir con sus hijos.
El chico Omega se lo informó a Santa y ambos estuvieron de acuerdo en cerciorarse de la situación real del anciano y ver si le daban una cantidad superior a la que pedía, haciendo el trato de ir al otro día a visitarlo, ya que Kanchanaburi estaba a dos horas y media en coche, demasiado cerca para el gusto de Santa, pero al menos muy alejado de su familia.
Hicieron una maleta entre los dos porque estarían solo un día o dos.
Al día siguiente, emprendieron el camino rumbo a su nueva residencia que los esperaba.
Quería llamarle a la abogada, pero no quería arruinar el buen momento que estaba teniendo con Santa, puesto que él había prometido contarle todo con respecto a ese chico misterioso.
—¿Cuándo nos volveremos a reunir con la abogada? —interrogó Earth tras comenzar el viaje—ella me pidió que la llamara pronto, pero pensé que la llamarías tú...
—La llamaré cuando pueda contarte lo que deseas, antes no—contestó el joven Alfa, un tanto huraño, conduciendo su asombrosa Hummer.
—¿Hay más nombres ahí?
Santa se encogió de hombros.
—No quiero leer todavía los documentos.
—¿Los traes?
—¿Cuál?
—Los documentos.
—No, los dejé guardados en el mismo sitio que te dije.
—Debiste traerlos para echar un vistazo, ¿no crees? Porque las otras cláusulas deben tener contenido más importante y es necesario que lo leas.
—No me siento listo todavía.
El silencio reinó durante la mayor parte del tiempo. Si decía algo más, sabía que el viaje se tornaría más incómodo.
Salieron de Bangkok a eso del mediodía y ya faltaba media hora para llegar.
Pronto se aburrió de las canciones que iban escuchando en el vehículo y se puso a husmear en la guantera, en busca de algo para entretenerse. Encontró pañuelos, botellas vacías de agua, una navaja, un bolígrafo y un pequeño bloc de notas que tenía algo escrito.
—¿Puedo leerlo? —le preguntó a Santa. El joven Alfa asintió, sin tomarle mucha atención.
«Soy un monstruo que quiere devorar tus entrañas una vez me des paso a tu interior. Y únicamente no te comienzo a comer porque mi vida depende de tu existencia. Si mueres, yo muero. Un círculo vicioso que jamás podré romper. Prefiero tenerte como anhelo a perderte para siempre...»
Earth terminó de leerlo en voz baja y se sorprendió.
—¿Tú escribiste esto?
—Sí, hace algún tiempo—reconoció el joven Alfa con vergüenza—a veces llevo papel y bolígrafo cuando pienso que me aburriré. Mi antiguo terapeuta me recomendó hacerlo...
—¿Ibas con un terapeuta? —Santa simplemente asintió—¿Cuándo? ¿Por qué?
—Eso entra dentro del asunto que quieres que te cuente—musitó Santa con irascibilidad latente.
Earth comprendió que ese tema era delicado y siguió hojeando el bloc de notas, llegando hasta un dibujo en la última hoja. Frunciendo el ceño, se acomodó para ver mejor el pequeño trazo y entornó los ojos.
Era él. Earth. Plasmado en aquel bloc de hojas amarillas, pero de tiempo muy atrás, cuando recolectaba las frutas para los abuelos de Santa, inclusive estaba la canasta y recordaba haber usado esa ropa el último día de cosecha, cuando llegaron los camiones. Y todo llegó a su mente como fuertes latigazos.
Santa logró verlo ese día y dibujó sobre él, ¿Cómo era posible? Ahora comprendía la sensación de esa vez de haberse sentido observado a escondidas.
—¿Qué me dices de esto? No sabía que dibujaras tan... bien—Earth señaló el dibujo con las mejillas sonrosadas.
El joven Alfa volteó fugazmente y se ruborizó.
—Eres tú—dijo.
—Sí, pero, ¿Cómo...?
—Lo hice a los diez minutos que te vi por primera vez en la última cosecha—le informó—sentí mi manjar favorito oscilando en el aire y te encontré recolectando en la colina, supe que serías tú, pero no pensé que te volvería a ver...
—Ay, es demasiada coincidencia—dijo Earth, emocionado—¿nunca pensabas decírmelo?
—Ni si quiera recordaba que estaba ahí.
—Es, de una manera u otra, romántico, ¿sabes? Porque me viste a lo lejos y me dibujaste en silencio y ni cuando nos conocimos cara a cara lo mencionaste; y las circunstancias nos llevó a este momento exacto en el que yo lo descubrí accidentalmente.
—Puedes quedártelo si quieres, es tuyo.
—No, prefiero que lo tengas aquí, acompañándote a donde quiera que vayas—dijo, guardando el bloc de notas en donde lo había encontrado, sintiéndose satisfecho.
—¿Para qué querría ese dibujo, si tengo al modelo conmigo? —inquirió Santa, con una sonrisa maliciosa. El mal humor se había ido.
Earth rio.
—¿Me estás seduciendo justo ahora?
—¿Tú qué crees? —Santa arqueó una ceja con picardía, orillándose en la carretera, justo debajo de un árbol muy grande.
Earth se desabrochó el cinturón y Santa dejó encendido el motor para que, acto seguido, comenzara a besar al chico Omega en los labios de forma salvaje. Presionó un botón y los asientos se reclinaron, abriéndoles espacio. Aquella carretera solía ser desértica, así que estaban a salvo.
—No me compraste la pastilla anti concepción—le recordó Earth sin dejar de besarlo—¿y ahora quieres que lo hagamos en tu camioneta?
—Al parecer no presentaste ningún síntoma, por lo cual no hay por qué alarmarse—lo tranquilizó Santa, mordiéndole el lóbulo de la oreja derecha, estremeciéndolo.
—Pero estoy seguro que los síntomas tardan en llegar...—gimió Earth cuando Santa colocó su mano en su entrepierna.
—¿A quién le importa? Me haré cargo de todos los bebés que quieras darme, lo prometo—siguió metiéndole la mano en el pantalón, muy excitado.
—¿Lo dices en serio? —murmuró Earth, conmovido.
—Muy en serio—dejó de besarlo y tocarlo, solo para mirarlo a los ojos, que destilaban sinceridad pura—te amo, Earth Katsamonnat y quiero que te cases conmigo...
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