10
—Earth, acércate—ordenó Santa con seriedad. Su semblante era de total desconcierto.
El chico Omega, por su parte, se revolvió nervioso y obedeció con miedo. ¿Era posible que Santa se hubiera dado cuenta de lo le había sucedido?
En cuanto Earth estuvo junto a él, a un lado de la cama, el joven Alfa extendió sus brazos a él y lo acercó a su cuerpo, dándole un abrazo de manera sorpresiva. Earth se quedó petrificado y le correspondió al abrazo sin despegarle la mirada de encima a Prem, quien miró a otra parte con nerviosismo.
—Te extrañé, ¿Cómo estás? Te noto diferente, tu aroma...—murmuró Santa en su oreja, sin separarse de él. Sus manos acariciaban su espalda con ternura, gesto que Earth agradeció. Se sentía tan protegido bajo su tacto— ¿estás bien?
Lo agarró de los hombros y se despegó de él solo para poder mirarlo a los ojos.
—¿Conejito? —Santa ladeó la cabeza y Earth tragó saliva, viéndole su perfecto rostro con golpes e incluso la cicatriz que tenía atravesándole la mejilla no se alcanzaba a ver por los moretones e hinchazón.
—Estoy bien, es solo que... me encontré con tu primo en la entrada—mintió Earth y Prem volteó a verlo con los ojos entornados—quizá por eso sentiste su aroma.
—Sí, debe ser eso—gruñó Santa, volviendo a recostarse con cansancio y cerró los ojos—es que apesta demasiado a él. Jamás había percibido tanto su asqueroso aroma—abrió los ojos y se centró en Earth—no debiste venir. Kao sabe que estás aquí y debe estar afuera o esperando el momento perfecto para atacarte.
—Vístete, estaré esperándolos afuera—interpuso Prem, haciendo lo posible para cortar el tema.
Prem abandonó la estancia y los dejó a solas. Earth había preferido elegir salir y que el chico Beta se quedara con Santa.
—¿Me ayudas a vestirme?
La voz de Santa lo sacó de sus pensamientos.
—Eh... ¿por qué no te ayuda mejor Prem? —rio Earth con demasiados nervios.
—Porque el que me gusta eres tú—respondió con una leve sonrisa torcida que dejó idiotizado a Earth.
A final de cuentas, Earth lo ayudó a vestirse. Le ardían las mejillas desde el momento en el que lo observó quitarse la bata del sanatorio y las vendas alrededor de su pecho y posteriormente verlo absolutamente desnudo, en donde divisó moretones y más golpes. Y a comparación del desgraciado de Kao, Santa no estaba del todo depilado, se miraba malditamente bien, muy varonil y masculino, también tenía un tatuaje que consistía en un escorpión negro, la punta de su cola era escarlata, pero era pequeño, y estaba en su muslo derecho, cerca de su entrepierna.
Tuvo que apartar la mirada y concentrarse en la ropa limpia.
—No te sientas cohibido, este cuerpo es tuyo—bromeó Santa, caminando con lentitud hacia el sanitario—antes de cambiarme, necesito ducharme. Ven.
Earth titubeó y lo siguió.
Había una regadera junto al inodoro y el lavamanos. El shampoo y jabón era fino, al igual que ese sitio. Parecía una pequeña casa.
Configuró el agua para que saliera tibia y Santa se posicionó debajo, cayéndole el chorro sobre la cabeza. Tuvo que inclinar la cabeza para que Earth le pusiera shampoo en el cabello y le frotara para conseguir espuma, mientras que el joven Alfa se enjabonaba el cuerpo.
Minutos después, el chico Omega lo envolvió en una toalla y le secó con ternura el cabello y la espalda.
Casi seco, salieron a la habitación y lo vistió, siendo consciente del escrutinio de Santa.
—¿Pasa algo? —inquirió Earth, disimulando la ansiedad.
—Es que te noto diferente y continúo sintiendo el aroma de mi primo muy fuerte, ya ni si quiera siento el olor de algodón y arándanos en ti, es muy leve, es como si...
—¿Cómo qué? —masculló Earth de mal humor, pero al mismo tiempo muy aterrado.
—Nada, no te irrites—manifestó, perplejo—ya estoy listo, vámonos. No soporto estar un minuto más aquí.
Al salir de la habitación, simultáneamente, Santa atrapó su mano derecha entre las suyas y entrelazó sus dedos con los de él con mucha confianza. El corazón de Earth comenzó a latir erráticamente.
Encontraron a Prem esperándolos en la puerta de cristal de la salida.
—Muero por descansar en mi cama—suspiró Santa, tirando de Earth, soltándole la mano y pasándole el brazo por encima de sus pequeños hombros—y comer algo hecho por Kate.
Aquello paralizó a Earth y Prem se apresuró a hablar.
—Ah, hablando de tu empleada doméstica—añadió el chico Beta, instándoles a caminar al estacionamiento y sin mirar a ninguno de los dos—renunció, ¿verdad, Earth?
Le lanzó la bolita y la atención de Santa.
Abordaron el vehículo de Prem y el joven Alfa eligió ir en los asientos traseros con Earth. Aun no eran pareja, pero Santa actuaba como tal. Y eso que simplemente habían compartido besos y caricias, sin pasar al siguiente paso.
—Eh... sí. Le atemorizó bastante lo que sucedió hace unos días con tu primo y dijo que no quería verse implicada en más problemas como ese—mintió Earth, mirando su teléfono para que Santa no advirtiera la mentira en su voz y expresión—se fue antier con sus maletas.
—¿Así sin más? —preguntó Santa, con un dejo de tristeza—¿no dejó alguna nota?
—Sí—repuso Prem y se encontró con la mirada de Earth a través del espejo retrovisor— ¿quieres ir a tu cabaña?
—Desde luego que sí. Necesito descansar como se debe.
El camino hacia la cabaña fue fúnebre. Earth percibió que Santa sospechaba algo al respecto, pero extrañamente se hallaba serenado y esperando el momento adecuado para comenzar a cuestionarlo.
A través del espejo retrovisor, Earth y Prem se enviaban miradas condescendientes.
—Mis padres querían llevarme a casa—dijo Santa de pronto, cortando aquel escalofriante silencio—y por supuesto, pelear a muerte con los progenitores de mi primo, pero francamente preferí ir a mi cabaña para estar en paz.
—¿Qué fue lo que te sucedió? —preguntó Earth. Esa incertidumbre lo estuvo matando durante esos días en los que el joven Alfa se halló en el sanatorio.
—Neumotórax—respondió Santa, suspirando—gracias a los golpes que recibí en las costillas, se me dañaron los pulmones, pero ya estoy bien. Nada de qué preocuparse.
—¿No deberías seguir internado? —Earth se puso lívido.
—No, el neumotórax es fácil de sanar, por eso estuve tres días bajo observación—lo tranquilizó, esbozando una sonrisa.
¿A dónde se había ido toda su arrogancia y egocentrismo?
Earth trató de no estar tan cerca de él para que no percibiera con más fuerza el aroma de Kao Noppakao en su piel, pero fue inútil. Santa parecía querer mantenerlo en sus brazos.
—Me gusta tu gargantilla—le susurró en la oreja, haciéndolo estremecer—te hace ver muy lindo.
—G-Gracias—titubeó Earth, cohibido.
Cuando estuvieron adentrándose al camino entre los árboles que dirigía a la cabaña, el chico Omega se tensó. Tenía muchísimo miedo de que algo no estuviera en orden y Santa lo descubriera. Tenía que depositar su entera confianza en ese chico Beta, Prem y en su buen trabajo.
Y al momento de descender, Earth reconoció que el mejor amigo del joven Alfa había hecho un excelente trabajo. No había rastro de cristales, ni ventanas rotas, nada. Todo estaba tal y como lo había dejado Santa.
—Hogar, dulce hogar—canturreó el joven Alfa, inhalando y exhalando con fuerza.
A decir verdad, a Earth le aterraba volver a la escena del crimen, pero viendo a Santa sano y salvo, y demasiado animado, hizo caso omiso al miedo y al trauma de entrar nuevamente a ese sitio infernal.
Con ayuda de Prem, Santa fue situado en el sofá más grande de la sala y el chico Beta se encargó de "buscar" la carta que Kate había dejado antes de marcharse.
—Esta es la carta—volvió de la cocina, agitando una hoja blanca doblada en cuatro—está a computadora, que elegancia.
Santa frunció el ceño y se la quitó de las manos para leerla.
«Joven Santa, lamento mucho marcharme de manera sorpresiva, pero quedé muy afectada por los sucesos que usted sabe. Y no quiero verme involucrada en ese tipo de situaciones. Muchas gracias por la oportunidad de trabajo, no se preocupe por mi liquidación. Cuídese mucho. No me llame, se lo pido, me deshice de mi teléfono. Todo está bien.
Kate.»
—Qué raro. Pensé que al menos me pediría la liquidación—dobló nuevamente la hoja, muy consternado.
Se levantó precipitadamente y rebuscó entre unos cajones de la cocina.
—¿Qué buscas? —le preguntó su amigo.
—El teléfono de la familia de Kate. Todo esto es muy raro. Ella jamás se iría de esa manera y menos sin darme la cara.
Earth comenzó a mordisquearse el dedo pulgar con nerviosismo.
—Tranquilízate—siseó Prem, yendo hasta él y cerrándole el cajón con molestia— ¿Cómo es posible que te preocupes por alguien que ya se marchó y no por ti?
—Ella era de confianza. Jamás me abandonaría—espetó Santa—de seguro el idiota de Kao tuvo algo que ver.
—Estás paranoico. Simplemente esa señora estaba asustada y huyó, ¿quién no lo haría? —replicó Prem con obviedad.
—Yo quisiera marcharme, pero no tengo a donde ir—puntualizó Earth para darle más credibilidad a sus palabras y lograr calmar a Santa.
—De acuerdo—suspiró el joven Alfa, derrotado—pero entonces debo buscar a otra empleada doméstica en la que pueda confiar. Me costó bastante confiar en Kate, créanme.
Prem le dio una palmadita.
—Te ayudaré a conseguir a otra persona, no te preocupes. Ahora concéntrate en descansar.
—¿Descansar? —Santa ahogó una risa nasal—mañana temprano estará aquí nuevamente la nueva abogada que manejará los asuntos legales de mi familia y estoy seguro que Kao estará acechando afuera para luego interrumpir la reunión. Y ni si quiera tengo a Kate para que ordene la cabaña.
—Entonces llama a tus guardaespaldas, que ya bastante abandonados los tienes—bromeó Prem.
Luego de bajarle la desesperación a Santa, mandaron pedir pizza y estuvieron los tres jóvenes viendo un par de películas antes de que Prem se fuera de allí, dejándolos a solas, pero antes de irse, llamó disimuladamente a Earth a la cocina para preguntarle qué tal se sentía y si le dolía, a lo que el chico Omega le explicó solo sentía molestias al permanecer mucho tiempo sentado, pero al evacuar no. Todo estaba en orden.
—¿Quieres que te preparare algo de comer o de beber? —le preguntó Earth a Santa cuando quedaron por fin solos. El chico Omega lo que anhelaba era estar alejado lo más posible del joven Alfa y de pronto se dio cuenta que ya le tocaba tomar otra píldora amarilla.
—Quiero un té, por favor—contestó Santa, mirando su teléfono.
Fugazmente, casi corrió a la cocina y preparó el agua en una tetera. Buscó en su bolso, el cual no se despegó por nada del mundo, y se tragó la píldora de inmediato, para posteriormente pasarla con agua.
Luego de algunos minutos, sirvió el té una taza y se la dejó en la mesita del centro, guardando una distancia apropiada.
Santa resopló y guardando su teléfono en el bolsillo, se giró a él con el rostro, todavía magullado, hacia Earth. Su expresión era de preocupación y al mismo tiempo de consternación. Su mirada lo evaluó de arriba abajo, buscando "eso" que tanto quería ocultar el chico Omega.
—Ven acá, acércate—le ordenó—quiero hablar contigo.
—¿Sobre qué? —Earth se sentó en el lado opuesto del sofá con los nervios a flor de piel.
—Siéntate aquí conmigo—añadió Santa, con tono irritado.
—No creo que...
—AHORA.
Intimidado, Earth tragó saliva y tomó asiento al lado del joven Alfa, dejando unos quince centímetros entre los dos.
—¿Por qué estás actuando más idiota de lo normal? —inquirió Santa, haciendo una mueca en el instante que cortó los quince centímetros y alojó su brazo izquierdo encima de los pequeños hombros del chico Omega, acercándolo a él.
—¿Por qué estás actuando más insoportable de lo normal? —arremetió Earth a la defensiva.
—¿Insoportable? —Santa frunció el ceño—estoy siendo amable contigo y tú actúas como si quisieras golpearme.
—Solamente estoy cansado, eso es todo. El susto que me llevé hace unos días cuando tu estúpido primo y esos amigos te dejaron moribundo no lo puedo sacar de mi cabeza.
—Ya estoy bien, no tienes por qué preocuparte. Kao me dio la paliza que quería y ahora estamos a mano—se encogió de hombros sin soltarlo—y si intenta hacerte algo, lo haré pedazos.
Earth se estremeció.
—¿Lo harías pedazos? ¿En qué sentido?
—No me importaría manchar mis manos de su sangre, conejito y más si se trata de protegerte.
—¿Te atreverías a asesinarlo? —Earth entornó los ojos.
Santa asintió.
—Créeme, ayudaría más muerto que vivo. En la familia no hace falta su presencia—gruñó.
—Po...—murmuró Earth, sopesando seriamente comentarle sobre el abuso que sufrió a manos de ese asqueroso Alfa, pero se arrepintió. Santa no merecía cargar con la muerte de ese gusano y arruinar su vida. No valía la pena.
—¿Sí? —ladeó la cabeza con una sonrisa. ¿Por qué estaba actuando tan tierno? ¡No podría controlarse más!
—Nada, me alegro que estés bien.
Santa sonrió ampliamente y suspiró.
—Me encantaría retomar lo que dejamos pendiente el día que mi primo vino a golpearme—añadió con malicia y humedeció sus labios, sin dejar de mirar a Earth—estos tres días solo deseaba volver a verte y continuar con eso...
Se inclinó hacia el chico Omega y le dio un beso tierno en la mejilla, dejándolo paralizado. Se le erizó la piel y dejó que siguiera trazando un camino de besos hasta llegar a su boca, pero cuando por fin llegó a la comisura, el aberrante recuerdo de Kao Noppakao abusando de él se estampó en su mente como un fuerte latigazo, que lo hizo apartarse bruscamente de Santa.
—¿Qué ocurre? —quiso saber el joven Alfa con perplejidad.
—Tienes que reposar más tiempo. Acabas de salir del hospital.
—¿Y eso qué tiene? ¿Acaso no recuerdas que soy un Alfa? Me recupero más rápido que los Omegas, Betas, Gammas o Deltas—presumió Santa entre risas—deja de actuar como idiota y ven, no muerdo, a menos que tú quieras—le guiñó el ojo—porque ganas de marcarte y proclamarte como mío, no me faltan.
«Aunque he de admitir que ya no siento tanto tu aroma a mi manjar favorito. Me pregunto por qué será—continuó diciendo el joven Alfa—antes olías exquisito y podía sentirte a diez metros de distancia. Y ahora estás a unos pasos de mí y apenas te percibo, lo cual es demasiado extraño.»
—¿Y ya no te atraigo como antes? —preguntó Earth, con el corazón palpitándole erráticamente, deseando que su respuesta no fuera la que él estaba esperando escuchar.
—¿Bromeas? Con o sin el aroma de mi manjar favorito, me sigues atrayendo como no tienes idea. De solo verte, quiero tenerte de piernas abiertas ante mí y hacerte mío hasta que quede saciado, sin embargo, para suerte tuya, jamás creo que podré saciarme—dijo Santa, y se mordió levemente el labio inferior, viendo de pies a cabeza a Earth— ¡Mírate! Destilas ternura, pero al mismo tiempo muchísimo erotismo que me pone duro en un segundo—señaló su entrepierna y el chico Omega agrandó los ojos, puesto que era cierto. Ahí estaba la creciente erección del joven Alfa.
Y le alegró bastante a Earth, darse cuenta que, a pesar de lo que le había sucedido con Kao Noppakao, no sentía repulsión ante la mirada lasciva de Santa, de hecho, le gustaba. El deseo sexual del joven Alfa para con él era exquisito, en cambio con su primo, era asqueroso.
Habría dado todo por haber tenido su primera vez con Santa Udompoch, que con Kao Noppakao, puesto que hubiera sido consensuado, sin dolor, solo placer y no a la fuerza.
—Tal vez después te deje hacerlo, pero hoy ni mañana ni pasado pasará—logró decir Earth, obligándose a desviar la mirada de la erección de Santa, que parecía querer romper su pantalón—tienes que descansar, es por tu bien.
—¿Vas a dejarme con las ganas? —musitó Santa al verlo acercarse a la cocina.
Earth sacó unos hielos de la nevera y buscó un pañuelo para envolverlos. Se acercó a Santa y se los colocó en su entrepierna, haciéndolo respingar.
—Asunto resuelto—le sonrió y le guiñó el ojo antes de dejarlo en la sala e ir a escaleras arriba.
No obstante, se detuvo al inicio del primer escalón. Los recuerdos espeluznantes de días anteriores volvieron a atormentarlo. De ninguna manera iba a dormir en esa habitación, cuyo suelo y paredes estaban manchadas de la sangre de Kate, una mujer inocente.
—¿Qué haces ahí parado, mirando con incertidumbre la escalera? —preguntó Santa detrás de él, con el pañuelo con los hielos en su entrepierna.
—¿Puedo dormir esta noche contigo? —titubeó Earth.
—Por supuesto que sí...
—Pero en el sentido más inocente de la palabra. Solo dormir—aclaró el chico Omega—además, debo cuidar de ti porque todavía no estás del todo bien.
—Técnicamente me bajaste la calentura con los hielos, así que no te preocupes y subamos a recostarnos. Todavía es temprano y no tengo sueño, pero sí estoy agotado.
Earth sirvió de apoyo para que el joven Alfa pudiera subir la escalera y lo siguió hasta su recámara. Entraron y el chico Omega lo observó tumbarse boca arriba sobre la suave cama, la cual estaba hecha y Earth supuso que los que habían limpiado la cabaña se hicieron cargo de todo.
—¿Quieres jugar videojuegos? —oyó la voz de Santa de repente y dio un respingo—tranquilo...
—Eh, lo siento. Últimamente ando con los nervios de punta y no, muchas gracias, preferiría dormir, aunque sea temprano—esbozó una sonrisa forzada.
Santa asintió, perplejo y lo vio lanzarse a la cama, junto a él, con la ropa de salir puesta.
—¿No te pondrás pijama?
—He decidido que quiero que me prestes dinero para comprarme ropa nueva—apresuró a decir Earth—y quiero la habitación de Kate en vez de la que era mía, ¿podrías cumplir esos humildes deseos?
—¿Humildes deseos? —rio Santa con ironía—más bien caprichos.
Earth se encogió de hombros y se cubrió con la sábana limpia hasta la barbilla, dejando en el suelo su bolso. Se quitó el calzado como pudo y abrazó una almohada, poniéndose de lado, dándole la espalda a él.
Pensó que Santa diría algo al respecto, pero simplemente lo sintió moverse de la cama y la luz se esfumó, solo quedó una pequeña iluminación proveniente de la lámpara del buró que estaba del otro lado y escuchó el suspiro del joven Alfa al levantarse e ir al closet.
—Ponte ropa cómoda, no puedes dormir así—le dijo, lanzándole una playera blanca de algodón y un pants negro de la misma tela—no hay suficiente luz como para verte, cámbiate, yo haré lo mismo y te daré la espalda, pero debo recordarte que tú ya me viste a mí en todo mi esplendor y lo coherente es que sea mutuo, ¿no crees? —bromeó.
—Me obligaste a ducharte y a vestirte—replicó Earth, enfurruñado, tratando de que el rubor de sus mejillas no fuera evidente en medio de la tenue oscuridad.
—No te obligué, te pedí favor—tosió y Earth se levantó precipitadamente con mucha preocupación.
—¿Estás bien? —gateó hasta él en la cama, y notó que tenía la playera mal puesta.
—No puedo hacer movimientos bruscos porque me falta el aire—se quejó.
Earth rodó los ojos y le quitó la prenda de las manos, deslizándose fuera de la cama.
—Alza los brazos por encima de tu cabeza—le indicó, sin verlo a los ojos, ya que él no le apartó la mirada.
Le ayudó a ponerse el pijama con cuidado y lo recostó. Le acomodó la almohada y luego rodeó la cama.
—Date la vuelta que me vestiré ahora yo—masculló Earth y Santa rio.
Obedeciéndolo, Santa se volteó y Earth aprovechó a vestirse rápidamente, dejándose puesto la gargantilla. Le incomodaba tenerla por mucho tiempo en su cuello, pero no podía arriesgarse a que el joven Alfa le viera la maldita mordida de posesión que Kao Noppakao le había dejado.
Cayó dormido en cuanto tocó la almohada y despertó a la mañana siguiente sintiendo bastante calor en todo su cuerpo y aparte, alcanzó a divisar la mano perfectamente masculina y varonil de Santa sujetándolo de la cintura y enseguida se dio cuenta que el joven Alfa lo había abrazado por detrás en algún punto de la noche. Estaban en la típica posición de "cucharita". Pensó en apartarlo, pero sentirlo cerca le generó cierta paz y seguridad, y decidió continuar durmiendo un poco más.
No le costó trabajo retomar el sueño, pero cuando volvió a despertar, Santa ya no estaba a su lado. Tocó el sitio vacío de la cama y estaba fría. Miró a su alrededor en su búsqueda y sintió el delicioso aroma a hot cake y café recién hecho. De seguro era él.
Tan solo podía pensar en ese chico de categoría Alfa que comenzaba a tomarle muchísimo cariño, aparte de atracción sexual. Lamentablemente no se iba a atrever jamás a decirle la verdad de lo que le había sucedido, a menos que fuera demasiado urgente o que él lo descubriera.
Si Kao Noppakao no le hubiese destruido la vida, y si Santa Udompoch le propusiera ser su pareja como era debido, le habría aceptado sin dudarlo y se odió por ser tan imbécil al principio.
Compuso la gargantilla y buscó una píldora amarilla para tragársela en seco antes de ir a asearse al baño. No quería correr el riesgo.
Una vez completamente despejado y aseado, bajó a saludarlo. Lo halló sirviéndose una taza caliente de café y admirando los árboles desde la puerta de cristal. Se miraba tan tranquilo, tan guapo... tan perfecto.
—Buen día—a Earth le tembló la voz al saludarlo.
—Hola, ¿Qué tal dormiste? —Santa volvió el rostro a él con una leve sonrisa. Los moretones iban en disminución.
—Mucho mejor que hace unas noches—respondió con vaguedad y se sentó frente a un plato vacío, listo para servirse los hot cakes que quisiera, los cuales estaban apilados en un plato aparte—¿no vas a desayunar?
—No tengo apetito, con café me conformo—dijo y se encaminó al asiento continuo al suyo—en un par de horas vendrá Samantha, la nueva abogada familiar, ¿quieres que te la presente? Porque no quiero que hagas tonterías como la vez pasada con tal de saber qué era lo que estábamos hablando.
Earth se sonrojó.
—Gracias por aclararme que es la nueva abogada que llevará los asuntos legales de tu familia y no quiero que me la presentes. Nadie debe saber de mi existencia—añadió el chico Omega, vertiendo miel en los tres hot cakes de su plato.
—De hecho, ella es la única que sabe sobre las cláusulas que dejaron mis abuelos en donde tú eres el dueño—explicó Santa con tranquilidad—por eso debes entablar vínculos con Samantha para que podamos llegar a un acuerdo.
De pronto a Earth le supo insípido el desayuno.
—¿Podemos confiar en ella, Po? —volteó a verlo, consternado.
—Desde luego que sí. ¿Confías en mí, conejito? Porque si confías en mí, podrás confiar en ella, es buena chica —le acarició la cabeza, estremeciéndolo.
—Sí, eres la única persona en quien confío hasta mi propia vida—respondió, de manera intensa.
Santa alzó las cejas, sorprendido.
—Parece ser que, el haberme casi muerto, te hizo cambiar seriamente tu perspectiva hacia a mí—observó el joven Alfa con satisfacción—y créeme que me encanta. Sigues teniendo el humor de los mil demonios, pero ahora actúas más tierno, dócil y cooperas más conmigo, ¿ha pasado algo que te hiciera cambiar de actitud?
—¿Quieres que te trate con la punta del pie como antes? —siseó Earth, sin apetito.
—No, pero me gustaría saber la razón del cambio de tu actitud hacia a mí—Santa recargó su mejilla derecha en su mano empuñada, ya que había recargado el codo sobre la mesa, con los ojos puestos en el chico Omega. Su sonrisa maliciosa hizo acelerar el pulso de Earth, más que sus perfectos ojos coquetos.
—Supongo que es porque me gustas y la mera idea de perder a la única persona que sabe todo de mí, me aterró y ahora que estás aquí, sano y salvo, quiero remediar mi mala actitud, siendo lo contrario y ayudarte en lo que necesites—confesó, desviando la mirada a sus hot cakes que estaban enfriándose. El rubor en sus mejillas era más que obvio y había deseado poder decirle todo, pero las demás palabras quedaron atascadas en su garganta—tú me diste techo y comida cuando más lo necesité y me protegiste del animal de tu primo, ¿acaso eso no es suficiente para haber cambiado?
—Sé que te gusto—sentenció Santa con arrogancia y una sonrisa enorme—pero no puedo creerte, o al menos, no del todo. Aparte de tu actitud, algo en ti ha cambiado, y no solo tu aroma, que antes era delicioso. Percibo en tu mirada mucho dolor y miedo...—humedeció sus labios, borrando su maravillosa sonrisa y acercándose más a él—puedes contarme lo que te atormenta. Confía más en mí, tal vez yo pueda ayudarte.
Earth negó con la cabeza y quedó lívido cuando sintió una mano de Santa alojarse en su gargantilla.
—Esto no es tu estilo, ¿o sí?
—Me gusta cómo me queda—titubeó el chico Omega con terror.
—¿No te lastima? Está un poco ajustado...—tiró de la gargantilla y Earth lo empujó con fuerza, levantándose de la silla y fulminándolo con la mirada.
—¡No me toques!
—Lo siento—Santa alzó las manos con susto—no era mi intención irritarte.
Y Earth se desmoronó. No pudo aguantar más el nudo en la garganta y en vez de hablar de lo que le pasó, rompió a llorar.
—¡Soy un asco de persona! ¿Contento? —le gritó entre lágrimas—deberías echarme a la calle, a donde pertenezco.
Santa se levantó y corrió a abrazarlo. Y pese al rechazo de Earth, no lo soltó. Lo mantuvo pegado a su pecho, haciendo que el débil chico sacara todo en aquel llanto desesperado, que no dejaba de temblar y sollozar como niño pequeño.
—No sé qué es lo que te atormenta, además de mí, claro—dijo Santa, acariciándole la espalda y la cabeza—pero quiero que sepas que aquí estás a salvo conmigo. Mientras yo pueda defenderte, seguiré cuidando de ti.
—No quiero que lo hagas. No quiero que me protejas, tú y yo no somos nada—balbuceó Earth—deja que toda tu familia me haga pedazos tratando de quitarme esos bienes, al fin y al cabo, no me importa.
—Lo que a ti te pasa no es algo relacionado a lo que te dejaron mis abuelos—masculló Santa, sin dejar de abrazarlo—dime que pasa, por favor.
Y Earth no pudo seguir más.
—¡Fui marcado! —gritó, herido, alejándose de él a empujones. Se agarró de la mesa y la golpeó con el puño—¡Tu maldito primo, Kao Noppakao, vino después de que Prem te llevó al hospital, asesinó a Kate y me privó de mi libertad en su departamento! —tosió y sintió ganas de vomitar del asco—mientras tú estabas herido en el hospital por su culpa, ese maldito infeliz abusó sexualmente de mí y me dejó su asquerosa marca—se quitó la gargantilla y se señaló el cuello, mostrándole la cicatriz de la mordida que jamás desaparecería.
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