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09

—Mi categoría es Gamma. Todo esto es un error—insistió Earth, abatido. Ya no tenía más fuerzas para continuar de pie y mucho menos discutiendo.

—Por favor, relájate y no te preocupes de nada. Aquí estarás bien—le oyó decir al doctor.

—Dígame por qué está tan seguro de que soy un Omega—Earth hizo una mueca al tratar de levantarse, pero Prem lo volvió a sentar en la camilla con suavidad.

—Un Gamma jamás habría salido con vida después de un ataque como ese y mucho menos de una marcación por un Alfa de ese calibre—manifestó el doctor con pesar—un Omega es capaz de soportarlo porque su cuerpo está diseñado para eso, no a un abuso—aclaró—sino a este tipo de situaciones del celo de un Alfa dominante.

Earth se estremeció. No sabía que era lo que más le había impactado más: enterarse de que siempre vivió engañado toda su vida con respecto a su categoría o que Kao Noppakao se convirtió en destrozarle su existencia.

—Yo no soy pareja de ese imbécil—masculló—me marcó a la fuerza y quiero quitarme su esencia de encima. ¿Hay algo que pueda hacer para revertir lo que hizo, doctor? Es decir, la marca y lo que conlleva...

—Hablaremos de eso después, ahora serás trasladado a una habitación para que te recuperes, ¿de acuerdo? —respondió el doctor, acercándose a la puerta—mi hijo va a quedarse contigo y en un momento vendrán enfermeras.

El doctor se llevó las anotaciones del examen médico y la valoración profesional hecha por él. Le había comentado a Earth acerca de ir con un psicólogo para tratar el lado psicológico y el chico se negó rotundamente.

Earth consiguió relajarse levemente y recostarse en la camilla bajo el escrutinio de aquel Beta, quien permaneció en silencio hasta que llegaron las enfermeras a llevarlo a su respectiva habitación.

Reposó ahí por dos días, siendo supervisado por Prem. Lo cuidaron de la mejor manera y le administraron los medicamentos correspondientes para que aquel abuso no llegara a mayores, incluyendo la píldora de anticoncepción. Y como petición personal, mandó a Prem a comprarle un cargador para su teléfono porque estaba muerto por completo.

—Afortunadamente los análisis salieron bien. Ese bastardo no te infectó de nada—le informó Prem, leyendo los resultados—y en efecto, hubo rastros de fluido seminal en tu interior, Earth, lo siento. Te diría que presentaras la denuncia correspondiente, pero meterte con esa mafia, es tu muerte asegurada. Te recomiendo que lo hables con Santa.

—¡No, jamás! Él no debe enterarse de esta desgracia. No toleraría que supiera que ya no valgo como persona—le tembló la voz.

—Cálmate, no tienes la culpa de lo que te sucedió, él lo entenderá.

—Aunque lo entienda, ¡Yo ya no valgo nada! —se puso histérico.

—Las personas no pierden nunca su valor y mucho menos por culpa de idiotas que tienen problemas mentales. Fuiste una víctima de ese hijo de puta—repuso Prem con incertidumbre.

Earth guardó un poco la calma y cerró los ojos.

—¿Cuándo saldré de aquí? Llevo dos días y ya me siento mejor.

—En unas horas saldrás. Mañana le dan de alta a Santa, ¿quieres recibirlo?

—Sí...

—Pero antes nos encargaremos del cadáver de la empleada doméstica.

—¿No le diremos a Santa lo que ocurrió? —frunció el ceño.

—No es conveniente en este momento. Le diremos que ella se marchó sin más y no sabemos dónde está.

—Pero la cabaña es un desastre. Él notará que algo anda mal.

Prem elevó los ojos al techo.

—Me haré cargo yo—lo calmó con desdén.

—¿Qué harás?

La expresión ensombrecida del Beta lo hizo callar.

Al cabo de un par de horas, fue dado de alta y Prem le proporcionó rompa limpia y cómoda, dejándolo aislado en un cubículo cerca de la sala de urgencias.

Los moretones en su cuerpo ya no estaban tan espeluznantes como días atrás, gracias a unas cremas que le aplicaron, pero lamentablemente los recuerdos continuaban intactos en su mente y piel.

La asquerosa boca de ese Alfa había dejado huellas eternas en todo su cuerpo, haciéndole ser una persona despreciable, y que jamás podría borrar de su cabeza.

En cuanto Prem se desocupó, cerca del mediodía, se llevó a Earth consigo.

—Me debes más de un favor—le informó a Earth en tono juguetón—pagué la cuenta del hospital, te curé, te salvé, haré que la cabaña esté como nueva sin que mi mejor amigo se entere, llamaré a unos colegas de papá que trabajan como peritos en criminalística para que vayan más al rato por el cadáver y no abran averiguación alguna, además de que también traerán a más personas que limpiarán la escena del crimen con bastante discresión.

Earth lo miró con los ojos estrechados.

—Pareces más un mafioso tú, que el propio Kao Noppakao.

—Se le llama "tener influencias"—bromeó mientras conducía con una enorme sonrisa de satisfacción rumbo a alguna parte, haciendo que sus mejillas se vieran más regordetas y sus ojos más pequeños—y créeme, nadie quiere tener problemas con los mafiosos a los que pertenece el primo de Santa. Podría decirse que las autoridades están vendidas con ellos, por lo que nadie puede hacer nada al respecto.

—¿Me estás diciendo que, aparte de que el mundo es una mierda al tener categorías entre humanos, también se dejan manipular por un grupo de asesinos multimillonarios en vez de hacer lo correcto?

Prem asintió.

—¿En qué mundo vives? —preguntó el chico Beta con preocupación—siempre se ha sabido que así se maneja el mundo. Incluso si hubiese un Gamma o Delta entre los mafiosos, con solo el hecho de pertenecer a esa organización, ya está encima de cualquier Alfa de estatus normal. El dinero es más poderoso que la categoría.

—Con dinero baila el perro—susurró Earth para sí.

—¿Eh?

—Nada—negó con la cabeza— ¿a dónde me llevas?

—A comer algo, después iremos a la cabaña de Santa—manifestó, adentrándose al corazón de la ciudad—mis contactos nos esperarán allá, así que nos daremos prisa, ¿bien?

—No tengo hambre—y su estómago gruñó en demanda, haciéndolo enrojecer.

—Si a Santa no le hacías caso, conmigo será diferente. Te meteré la comida a la fuerza por la boca o por sonda, tú elijes.

—No sabía que los Betas eran tan engreídos—musitó Earth, irritado. Se cruzó de brazos y miró al frente.

—Y yo no sabía que los Omegas podían ser tan orgullosos.

—Yo no soy un...

—Eres un Omega—le cortó Prem, comenzando a enojarse—mi padre jamás se equivoca. Él es un Alfa y es un doctor de élite, así que tienes que acoplarte a tu nueva verdad.

Se estacionó junto a un pequeño local de comida tradicional y le instó a bajar. Earth obedeció a regañadientes y entraron a sentarse en una mesa. El lugar estaba más o menos lleno. Vendían fideos, mariscos y demás delicias tailandesas.

—Como médico te diría que esto no es lo que deberías comer, pero en estos momentos no estoy en mi papel en el hospital—rio Prem—y tampoco soy doctor todavía, así que come lo que te apetezca.

A las dos de la tarde, fueron directamente a la cabaña, donde yacían varias camionetas blancas aguardándolos. No entraron más allá del camino de entrada y al divisarlos, los siguieron hasta la puerta.

Earth se encogió ante los recuerdos de días atrás.

—No bajes si no quieres—le dijo Prem—tardaremos algunas horas, pero puedes estar en mi coche. Pon música o lo que quieras, y puedes usar mi teléfono también.

—¿Puedo hacer una llamada?

—Lo que gustes, pero no digas en donde estás ni que estás haciendo—señaló la cabaña con la barbilla, que estaba llenándose de gente extraña con trajes especiales—esto es un secreto, ¿entiendes? —Earth asintió y lo observó reunirse con los demás.

Se estremeció y sacó su teléfono. Buscó el número de Fluke y lo marcó en el de Prem. Su amigo le había llamado varias veces, pero no tuvo el valor suficiente para responderle.

Inhaló y exhaló varias veces antes de llamarle.

—¿Diga? —contestó Fluke luego de un par de intentos.

—Ho...—Earth no encontró su voz gracias al pánico.

—¿Ho? ¿Quién habla? —el tono de Fluke se hizo desdeñoso.

—Soy Earth—logró decir—Earth Katsamonnat.

—Necesito una explicación ahora mismo—exigió Fluke con rabia.

—No te estoy llamando para dártela, sino para avisarte que por un tiempo no volverás a saber de mí. Cambiaré de número y mantendré un perfil muy bajo—dijo de sopetón—yo te buscaré cuando me sea posible, ¿está bien? Gracias por ser mi amigo.

—¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Te has vuelto loco? —se puso histérico.

Colgó. Era lo mejor.

Involucrarlo sería un pecado. No quería que se viera envuelto en situaciones similares a la suya, en especial lo que le ocurrió en manos de Kao Noppakao.

Puso en modo avión su teléfono para no recibir llamadas de ningún tipo y silenció el teléfono de Prem, pero no sin antes haber elegido una lista de música en Spotify ideal para relajación.

Como tenía el cristal de la ventana abierto, alcanzaba a escuchar murmullos de los peritos y no tenía ganas de escuchar sobre Kate, la pobre e indefensa mujer que murió siendo inocente y frente a sus ojos.

Cerró la ventana y encendió la calefacción. Reclinó el asiento y se concentró en conciliar el sueño.

No confiaba en Prem, pero era el mejor amigo de Santa y tenía que darle una oportunidad.

Le resultó extraño que Kao Noppakao no hubiese ido a buscarlo luego de haberse escapado de su casa y muy probablemente se debía a que ya no tenía interés en él, puesto que ya había cumplido con su berrinche de poseerlo de manera sexual en contra de su voluntad.

Pronto fue oscureciendo y Earth no pudo conseguir dormir, solo quedarse mirando a la nada con miles de pensamientos negativos en su mente, en los que ese canalla de Kao Noppakao aparecía.

Dio un respingo cuando de pronto, vislumbró como una de las camionetas en reversa porque en una camilla llevaban el cuerpo de Kate, oculto en una bolsa especial para recoger cadáveres.

Sintió escalofríos de solo recordar el suceso. Pese a tener los cristales arriba, alcanzó a sentir el fétido olor que despedía el cuerpo y lejos de sentir asco, se echó a llorar. Esa señora había sido muy buena persona con él y además de eso, valiente. Enfrentó su destino injusto sin miramientos.

Luego de algunos minutos, vio a Prem entre los peritos y él se acercó al coche.

Earth bajó el cristal y Prem se recargó en el techo para inclinarse a verlo dentro del vehículo.

—Ya están los de limpieza aquí—le informó, señalando con el pulgar hacia atrás, en donde otra camioneta similar, pero color rojo hizo acto de presencia entre las demás—y nosotros ya podemos largarnos.

—¿Y qué hay de todo lo que rompieron esos idiotas?

—Solucionado. También contraté a los que remodelaron la cabaña de Santa antes de mudarse—contestó—así que ya traen todo para repararlo.

—¿Y a dónde iré? Yo vivía aquí con Santa...—se estremeció.

—Dadas las circunstancias, te irás conmigo por esta noche—repuso Prem—mañana cuando salga Santa... supongo que volverán acá.

—¿Regresar aquí? ¿En la cabaña, donde asesinaron a Kate? ¡No! ¡Ni loco!

—Eso lo resolverás con Santa—se encogió de hombros.

A continuación, Prem abordó su coche y salieron de allí.

De camino a su hogar, Earth se revolvió nervioso. ¿En qué momento fue que su vida comenzó a verse rodeada de personas desconocidas?

—¿Vas a darme algo para camuflar la esencia de Kao en mí? —le preguntó Earth sin poder resistir más la ansiedad—él sentirá que algo cambió en mi persona y no quiero, ¡Mucho menos que se dé cuenta que ese idiota me marcó por la fuerza!

—No es cien por ciento efectivo—explicó, adentrándose a un fraccionamiento similar al de Kao, pero de la misma rama residencial—solo apaciguará el olor por tres horas. La píldora perderá su efecto pasado ese tiempo y tendrás que tomar otra. Y como casi médico, no es recomendable tomar más de dos al día.

Earth sintió que iba a morir.

—Santa va a odiarme de por vida—se lamentó, a punto de llorar. No se había dado cuán importante era ese joven Alfa hasta que pensó que moriría en manos de Kao Noppakao.

—¿Qué tipo de relación tienes con mi mejor amigo? —inquirió Prem, estacionándose frente a una casa enorme.

Las mejillas del chico Omega se encendieron de rubor y no contestó.

—No contestes si no quieres—vaciló Prem—vamos, cuando estemos dentro voy a explicarte mejor lo de las píldoras y dártelas.

—También necesitaré maquillaje para los moretones y la mordida de mi cuello—se hundió en el asiento.

Prem asintió.

Descendieron del vehículo y Earth caminó detrás del Beta con la cabeza gacha, incapaz de sentirse lo suficientemente bien para admirar a su alrededor.

—Vivo solo con mi padre, pero como sabrás, a veces se queda doblando turnos en el hospital—le explicó al entrar—mi mamá se fue de casa y tiene otra familia—resopló, dejándose caer en el sofá de piel—larga historia, y, en resumen, tenemos la casa para los dos.

—¿Y no tienes que estudiar? —Earth frunció el ceño, sin deseos de sentarse.

—Pedí unos días por lo de Santa, creo que mañana o pasado reanudo las clases, no lo sé. Él ya debió haber comenzado—y volteó a verlo—ahora entiendo la razón por la que se tomó tantas semanas...

—Él me curó una herida del brazo que me hicieron los primos de Kao Noppakao—arribó Earth—y por eso no quiero que Santa piense que lo traicioné.

—Es mejor que se lo digas una vez que lo veas—le aconsejó Prem—conozco muy bien a Santa y sé que se enfadará más si lo descubre por sí solo. Recuerda que su primo puede contárselo y componer los hechos a su conveniencia.

Él tenía razón. Pero, ¿Cómo le diría que su primo irrumpió en la cabaña, mató a su empleada doméstica y luego se lo llevó en contra de su voluntad para violarlo?

Sacudió la cabeza para ahuyentar esos pensamientos y se centró en Prem.

—¿Me explicas lo de las píldoras? —le cambió de tema.

Y resultó que las píldoras no se vendían en el mercado fácilmente. Se necesitaba receta médica porque era nocivo para la salud si se consumían con frecuencia.

—Mi papá trae semanalmente muchos medicamentos porque el hospital se abastece y hay de sobra. Y estas píldoras son escasas, por lo que solo contamos con diez cajas con cinco pastillas.

—Dámelas, por favor—suplicó Earth.

—¿Las diez? —se sobresaltó.

—¿Acaso vas a usarlas tú?

Prem negó con la cabeza.

—No es eso, sino que los efectos secundarios son delicados.

—Dime todo lo que sepas de esas píldoras—siseó Earth, desesperado.

—Luego de un tiempo de consumirlo, puede que subas o bajes de peso, tengas insomnio, ataques de ansiedad, pánico, cambios de humor, y en el peor de los casos, quedar estéril—dijo— ¿estás seguro de correr ese riesgo en vez de hablarle con la verdad a Santa?

—No quiero perder a Santa—espetó—y si tengo que sufrir todo eso para estar con él, entonces no importa.

La expresión del chico Beta fue de total asombro.

—Traeré los medicamentos de la bodega, vuelvo en un segundo. Siéntete como en tu casa.

Vio a Prem subir la escalera y se dio a la tarea de sentarse en uno de los sillones con cuidado. Aun le dolía el trasero y como había estado en el hospital sin comer nada sólido, temía que cuando fuese a evacuar, le ocurriera algún accidente por las heridas que le ocasionó Kao esa noche espeluznante.

Minutos más tarde, Prem regresó con diez cajitas grises. Abrió una y le entregó las demás.

—Son píldoras pequeñas—le enseñó una de ellas. Eran realmente diminutas y de color amarillas—puedes usar agua para tragarlas o simplemente dejar que se deshagan en tu lengua. No sabe mal, de hecho, creo que tiene un sabor a naranja o limón.

—¿Qué harán con el olor de Kao en mi cuerpo? —quiso saber Earth.

—Simplemente lo va a camuflar con tu esencia, pero no del todo.

—¿Eso quiere decir que Santa ya no sentirá el olor a algodón de azúcar y arándanos en mí? —murmuró, triste.

Prem entornó los ojos y luego frunció el ceño, desconcertado.

—¿Qué?

—¿Ya no sentirá el olor de sus manjares favoritos en mí?

—Espera, ¿Qué?

Earth se irritó.

—¡Me escuchaste bien!

—No, idiota—gruñó Prem— ¿Cómo que Santa sentía el olor de sus manjares favoritos en ti?

—Pues sí, eso me dijo él...

Entonces el chico Beta tiró la caja de pastillas al suelo y lo agarró de los hombros con leve fuerza.

—¿No te das cuenta de lo que eso significa? —lo zarandeó.

Earth ladeó la cabeza.

—¡Eres la pareja de Santa! ¡Él te ha reconocido como tal! ¡Por Buda! ¡Lo sabía! Por eso es que eres tan importante para mi mejor amigo—canturreó, emocionado y lo soltó—¡Al fin encontró a su medio limón!

—¿Medio limón?

—Sí, porque eres demasiado agrio y amargo como en él, hablando de personalidad, pero eres su otra mitad—bromeó—son tal para cual, ¿Cómo es que no me di cuenta?

—No saques conjeturas tan rápido—Earth le frenó la euforia con tristeza—tal vez es un mal entendido...

—Aun no comprendes de qué va todo esto de Alfa y Omega, ¿verdad?

—La verdad no. Mis padres son Gammas, así que jamás me explicaron nada sobre las demás categorías.

—¿Y pensaste que como naciste de padres Gammas, tú también lo eras? —preguntó Prem y Earth asintió—pues no. Mi padre es Alfa, como te habrás dado cuenta y mi mamá Omega. Bueno, le digo mamá porque me parió, pero es un hombre omega—hizo una mueca—y creo que nos abandonó porque nací siendo Beta.

—Mis padres, hombre y mujer Gamma, jamás sintieron amor por mí, solo por mi hermana menor, Zion, que aún no sabemos si también es Gamma porque es muy pequeña todavía—confesó Earth—y nunca me explicaron que podría ser Alfa, Omega o Beta, y hasta eso, repudian a las parejas del mismo sexo.

—Probablemente se dieron cuenta que no eras un Gamma y quisieron ocultártelo por envidia.

—¿Por qué habrían de tener envidia?

—Porque los Gammas y Deltas son rechazados por la sociedad. Y los Alfas, Omegas y Betas son la élite del mundo—agregó con orgullo—no perteneces a ellos, Earth.

—Eso no me consuela, de hecho, me hace sentir peor—masculló Earth—porque eso quiere decir que no pertenezco a mi propia familia.

—¡Tonterías! Creo que no me expliqué bien—se rascó el cuello, incómodo—el no ser de la misma categoría de ellos, no quiere decir que dejen de ser tu familia. Simplemente no perteneces a los Gammas, sino a los Omegas; pero ellos serán siendo tu sangre.

Luego de aquella conversación importante, Prem preparó sándwiches para cenar y le mostró donde dormiría esa noche. En la habitación de huéspedes.

A la mañana siguiente, fue despertado por el aroma a café recién hecho y algo peludo en la cara que no lo dejaba respirar. Como pudo, lanzó fuera de su nariz esa cosa llena de pelos y se dio cuenta que se trataba de un gato adulto color naranja con rayas amarillas y de ojos azules, que lo observó muy ofendido mientras salía por una ventana con aire arrogante.

Es espabiló y vio cerca de la cama una bolsa plástica color negro. Se estiró a agarrarla y vio una mudada de su propia ropa, un cepillo de dientes y su pequeño bolso donde tenía su estuche de maquillaje, más las cajas grises con las píldoras amarillas que iban a camuflar el olor de Kao en él.

Prem era igual de cuidadoso que Santa en muchos aspectos y quizá por eso eran mejores amigos.

Aprovechó a cepillarse los dientes, ducharse y a alistarse. Tardó un poco en maquillarse absolutamente todos los moretones del cuerpo, en especial la marca de la mordida del cuello, la cual continuaba siendo muy visible y se sintió devastado.

Salió al encuentro de Prem y lo vio sirviendo el desayuno.

—Gracias por traer mis cosas, en especial una sudadera—le agradeció, sentándose en una de las sillas.

—Descuida, hice todo el trabajo, no te preocupes—le respondió distraídamente.

—¿Quieres que te ayude?

—No, mejor ponte esto—Prem dejó las tostadas de miel, las favoritas de Earth, en un enorme plato y se acercó al chico Omega—lo compré después de que fuiste ingresado al hospital porque pensé que lo necesitarías. El maquillaje no podrá ocultar bien la marca de tu cuello. Póntelo.

El chico Beta depositó una gargantilla negra en la mesa. Era de alrededor de tres centímetros de grosor, con un corazón de metal en medio color plata, tenía pequeñas cadenas como adornos y en la parte atrás era similar a un cinturón.

—No creo que...

—Póntelo, ¿o quieres que se dé cuenta de la mordida? —Prem lo miró con una ceja arqueada.

La mirada escéptica que le envió Earth, hizo reír al Beta.

En efecto, la gargantilla sirvió de mucho. Incluso le dio un toque más sexy y atrevido a Earth. Le agradó y le disgustó al mismo tiempo, porque esa gargantilla significaba estar ocultándole algo importante a Santa.

Luego de desayunar las tostadas de miel que eran sus favoritas, se tomó la primera píldora amarilla y fue con Prem al sanatorio para el alta de Santa.

—¿No vendrá su familia? —preguntó Earth cuando estaban entrando al estacionamiento. Prem había elegido usar el coche que había sido de su madre porque ahí entraban cuatro personas en vez de dos, por lo que buscó un sitio más amplio.

—Él pidió discreción, pero es probable que ya lo sepan.

—¿Y si me quedo aquí a esperarlo?

—Hagamos una cosa—apagó el motor y volteó a verlo—iré a verlo y si no hay nadie de su familia, saldré a hacerte señas para que entres, ¿de acuerdo?

El temor se apoderó de Earth cuando vio al Beta entrar tranquilamente al hospital y él se quedó adentro del vehículo, sintiéndose muy mal

Santa no era idiota y se daría cuenta rápidamente del cambio en él, en especial en su aroma.

Sin embargo, al cabo de diez minutos, salió Prem, pero no le hizo ninguna seña, sino más bien se metió corriendo otra vez, con el teléfono en la oreja. Earth no estaba seguro de lo que estaba pasando, y con todo el terror del mundo, aventuró a deslizarse fuera del coche e ir a ver que estaba sucediendo. Se llevó consigo las llaves y le puso alarma antes de entrar por la sala de urgencias.

Se dirigió a la puerta de cristal, cuando a su lado, pasó una pareja muy elegante, vestidos con ropa muy formal para un sitio como ese. Una mujer Omega dominante y un hombre Alfa dominante. Eran muy atractivos pese a ser de edad madura e iban peleando entre ellos.

En cuanto estuvieron casi de frente, los fríos ojos oscuros de la mujer se clavaron en los suyos por unos segundos y Earth se sintió desnudo y más insignificante.

El chico Omega bajó la cabeza y siguió su camino con pasos torpes.

Y de la nada, una mano tiró de él hacia un costado y lo empujó lo más alejado de la puerta.

—¿Qué diablos te pasa? ¡No te dije que vinieras! —era Prem y estaba muy enfadado.

—No me importa, quiero verlo—le espetó Earth, furioso.

—Acaban de marcharse sus padres, ¡Por Buda! No sé qué hubiera pasado si se daban cuenta que estás con Santa...

—¿Qué? ¿La pareja elegante que se fue hace unos segundos? —señaló la salida con perplejidad.

No obstante, una enfermera se acercó a ellos, haciendo que se sobresaltaran. Como era un sanatorio particular, casi no había personas.

—¿Familiares de Pongsapak Udompoch? —preguntó.

Prem y Earth intercambiaron miradas.

—Somos sus amigos—aclaró Prem.

—¿Y su familia?

—Señorita, ¿no conoce a los Udompoch? —agregó Prem con egocentrismo.

—S-Sí—titubeó ella, sin comprender a qué se debía esa pregunta.

—Entonces no haga preguntas innecesarias y déjenos ir por él.

—Pero...

Prem, que ya había echado a andar, se detuvo y giró sobre sus talones, en dirección a la fémina.

—¿Quiere que venga el propio Pongsapak Udompoch, el heredero de Happy Fruits a responderle esa pregunta?

La pobre mujer negó con la cabeza y les dejó el camino libre.

—No debiste intimidarla. Ella solo estaba haciendo su trabajo—gruñó Earth detrás de Prem.

—Me irrita demasiado las personas que no saben obedecer y no tienen idea de quién les da trabajo.

—Se le llama ser abusivo.

Prem se encogió de hombros y subieron por un ascensor hasta el segundo piso.

—Es aquí—le señaló la puerta antes abrirla.

Para ese momento, Earth sintió sus piernas de gelatina y con manos temblorosas, aferró su bolso a su cuerpo y asintió. Prem giró el pomo y entró primero.

—Llevo esperándote toda la mañana, ¿Dónde infiernos te habías metido, eh, idiota? —le riñó Santa entre risas y Earth se estremeció. Había extrañado su voz.

—Tuve que hacer algunas cosas, pero una de ellas fue traerte a alguien—vaciló Prem.

—¿Trajiste al maldito de mi primo Kao? —ladró Santa de repente. Había muchísimo veneno en su voz.

Earth quedó paralizado, detrás de la puerta.

—¿Qué? ¿de qué hablas? —musitó Prem, perplejo.

—Siento su aroma. ¿Está aquí? ¿Está en el pasillo? —siseó el joven Alfa.

—Claro que no, ¿estás loco? —la voz de Prem fue temblorosa y nerviosa.

—No estoy loco. Siento su asqueroso aroma—insistió Santa.

Earth se echó a temblar.

—Cálmate. Debe ser por los medicamentos que quedaste mal—le aseguró Prem con ansiedad.

—¿Te olvidas que también estudio medicina?

—¿Te olvidas que mi padre es un veterano en ese ámbito? —replicó Prem a la defensiva.

Aquello le hizo reunir fuerzas a Earth para hacer acto de presencia en la habitación. Empujó la puerta con suavidad y entró. Sabía que era un suicidio, pero ansiaba ver a ese tonto Alfa.

—¡Earth! —exclamó Santa, con el rostro lleno de golpes, y trató de levantarse, pero Prem se lo impidió— ¿Qué haces aquí? —hizo una pausa con desdén—ese olor...

Pero su sonrisa se fue desvaneciendo a medida que respiraba hondo y su expresión cambió. Frunció el ceño y lo quedó mirando con fijeza. A Earth le dio un vuelco el corazón y unas tremendas ganas de llorar lo invadieron. Se había dado cuenta. 


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