05
—¡No digas tonterías! —Earth recobró la compostura cuando vio al joven Alfa aguantándose la risa y lo empujó—a mí no me vas a marcar ni tocar.
Santa rompió a reír, asustándolo. Su risa era totalmente genuina y llena de humor que Earth no comprendió.
—¡No le veo la gracia! —se quejó.
—¡Hubieras visto tu cara! ¿En serio te lo creíste?
—¡Idiota! —le gritó Earth, con el rostro rojo de vergüenza.
—Mejor entremos a curarte la herida antes de que se infecte—le instó a caminar entre risas, pero como Earth no se movió, Santa tomó su brazo sano y lo obligó a moverse.
—¿Vives aquí solo? —averiguó Earth tras sentarse en el cómodo sofá, mientras escudriñaba a su alrededor. Todo era muy rústico y acogedor, incluso había una chimenea al fondo, la cual Santa se hallaba metiéndole leña para avivar el fuego, puesto que ahí hacía más frío que en la ciudad.
—Obvio. Nadie de mi familia tiene conocimiento de mi cabaña—contestó, sacudiéndose el polvo de los leños y yéndose a un mueble con cajones, de donde sacó un botiquín de primeros auxilios—tú eres el único que lo sabe, aparte de la señora de limpieza que viene cada tres días; así que más te vale no abrir la boca.
—¿A quién se lo contaría? —añadió con amargura Earth.
Santa se encogió de hombros y lo dejó solo un minuto, perdiéndose de vista en lo que parecía ser la cocina. Se escuchó el grifo de agua abrirse y enseguida volvió con las manos mojadas y limpias. Se secó con un pañuelo y después abrió el botiquín.
Y bajo el escrutinio de Earth, le quitó el vendaje y verificó con seriedad la herida tras limpiarle con un algodón con alcohol alrededor.
—Solo se descosieron dos puntos—dijo aliviado—es una suerte. Ahora ya sabes qué hacer, no te muevas. Te pondré un poco de anestesia en gel para amortiguar un poco el dolor en el área.
Cuando terminó, lo dejó vendado y fue por un pijama para que se quitara esa ropa sucia de sangre seca.
—Ven, te mostraré tu habitación—le dijo al darle la ropa.
—¿En serio voy a quedarme aquí contigo?
—Sí—sentenció Santa sin ninguna pizca de diversión en su voz—y no vas a desobedecerme. Sígueme.
—¿Qué pretendes en serio? Y quiero que me digas la verdad, nada de bromas como hace un rato—musitó el chico Gamma—necesito seriedad.
Lo vio detenerse a la mitad de la sala y se volvió a él sin ninguna expresión en su rostro.
—¿Acaso no me escuchaste dentro de mi camioneta? Eres poseedor de todos nuestros bienes y no pienso dejar que huyas y desaparezcas—le recordó.
—Lo sé, pero ya te he dicho que yo no quiero nada de eso. Busca un abogado o lo que sea para que me ayude a transferirte todo.
—¿Crees que es fácil? —ahogó una risa nasal. Earth se sintió estúpido—una herencia no se puede transferir, vender o regalar, porque es la última voluntad de las personas. Es algo sagrado. Por más que el testamento sea impugnado, es imposible. Y me enteré de lo que hicieron mis abuelos cuando fui por la cosecha semestral y me hablaron de ti. Sospeché que, tal vez, te querrían usar como arma contra nosotros y lo consiguieron.
—¿Qué? Los señores Udompoch no pudieron ser capaces de eso—los defendió.
—Tú conociste únicamente una faceta de ellos—le contradijo Santa—y no digo que no hayan sido buenas personas, pero se alejaron de nosotros cuando se dieron cuenta que...
Calló abruptamente.
—Olvídalo, esa parte no es importante; pero el punto es, que fue en venganza a mi padre y tíos, porque sabían que se pelearían a muerte por todos los bienes—continuó diciendo—pero ninguno sabe que las partes importantes de la empresa ahora te pertenecen a ti.
—¿Y qué pasaría si se enteran? —le dio escalofríos.
—¿Tú qué crees? —lo desafió—ya tienes como ejemplo a Kao, mi primo. Él no soporta que lo hayas dejado con las ganas esa noche cuando habían planeado tener sexo, por eso intentó abusar de ti—apretó las mandíbulas con odio—y de no ser por mí, te habría hecho lo que quisiera y luego hubiese tirado tu usado cuerpo en alguna parte, sin importarle tu herida o tu vida.
—¿Y cómo sé que tú no eres igual a él y no corro peligro estando aquí contigo?
—La mala sangre de mi primo es por parte de su padre—resopló, y se recargó en la pared de piedra, cruzando los brazos sobre el pecho, en una posición sexy y segura.
—O sea tu tío...
—Sí y no—aclaró—sí, porque es el esposo de mi tía. Y no, porque es mi tío político. Él forma parte de la mafia de Bangkok.
En la mente de Earth todo cobró sentido. Ahora comprendía el narcisismo, egocentrismo y arrogancia de ese maldito. Kao Noppakao era hijo de un mafioso. Genial.
—Es entendible la demencia de tu primo—agregó el chico Gamma con amargura.
—Si es cierto eso que comentó sobre haberlo dejado a medias en ese motel, entonces debes tener en mente que él no parará hasta terminar lo que inició contigo.
— ¿Te refieres a qué no va a dejar de acosarme, a menos de que acceda a tener sexo con él? —Earth se horrorizó y palideció al ver a Santa asentir—mejor mátame. Prefiero morir que tener relaciones con ese imbécil.
—Ahora sabes que no estás a salvo en ningún lado, a menos que te quedes conmigo aquí. Él ni nadie sabe de este lugar—repuso—y recuerda que, si solo porque no cumpliste un capricho suyo, se puso más idiota, imagínate cuando se entere que te quedaste con la mayor parte de la herencia que anhela recibir—rio—ya bastante duro fue que mis abuelos me dieran el liderazgo a mí de la empresa como dueño.
—Si eres el dueño, ¿Qué fue entonces lo que me dieron los señores Udompoch?
—Tenemos más franquicias que son importantes para la empresa matriz—le explicó—y eso es tuyo, lo cual no me agrada en lo absoluto; por ende, necesito tenerte vigilado para que no nos dejes en la quiebra.
—Yo no tengo ningún interés en su dinero—masculló Earth, ofendido.
Santa elevó los ojos al techo.
—No te irás de aquí—sentenció—y es mi última palabra.
—Como quieras, pero no me vas a mantener cautivo. Saldré a trabajar al Bar de mi amigo todas las noches y volveré por la mañana. Traeré mis cosas que están en su apartamento y...
—Tus cosas ya están aquí. Justamente hoy fui por ellas y planeaba traerte mañana, pero se aceleraron las cosas—puso los ojos en blanco—ah, y ya no vas a trabajar en ese lugar de mala muerte.
— ¿Qué? Pero, ¿De qué voy a vivir? Necesito ese dinero...
— ¿Acaso estoy pintado? Conmigo tendrás todo lo que deseas sin necesidad de trabajar. Incluso mañana a primera hora traeré el coche que te regalaron mis abuelos para guardarlo aquí.
—¿Qué? ¿Cómo? —balbuceó y cayó en cuenta de que muy probable había sido Fluke y resopló—mi amigo Fluke.
—Sí. Ese chico se ha vuelto muy accesible sin necesidad de amenazarlo.
—Él se negaría, pero dadas las circunstancias, se ha de haber dado cuenta que no eres más que un patán con dinero—siseó Earth—Fluke solo cooperó por miedo.
— ¿A quién le importa eso?
—A mí.
— ¿Por qué?
—Porque es mi mejor amigo—concluyó e hizo una mueca de fastidio— ¿No vas a mostrarme dónde dormiré?
Si se mostraba muy débil frente a ese joven Alfa, sabía que sería tratado con más amenazas. Claro, tampoco es que fuese valiente, pero si lo había raptado, al menos debía mostrar madurez mental e inteligencia ante sus palabras y acciones a partir de entonces.
Y Santa no mintió. Sus pocas pertenencias yacían adentro de la pequeña habitación que estaba en el segundo piso, que tenía un bello balcón con una preciosa vista a los árboles. La cama era King size y los muebles rústicos.
Divisó el peluche de su hermana Zion puesto sobre las almohadas.
— ¿Revistaste mis cosas? —quiso saber Earth, sentándose al borde de la cama y dejando el pijama limpio que el Alfa le había dado, sobre sus piernas para conseguir alcanzar el peluche, pero no lo consiguió.
Santa se movió hasta la cabecera y se lo entregó.
—No, cuando fui por tus cosas, tu amigo Fluke me lo dio personalmente en la mano, informándome que le pertenece a tu hermana menor.
—Sí, es de Zion—abrazó al oso con cariño y anhelo—gracias por traerlo también.
— ¿Dónde está ella? —preguntó el joven Alfa y Earth alzó la vista a él, la cual estaba llorosa—tu hermana... ¿Murió?
—No, espero que no—respondió en un susurro—pronto iré por ella y la sacaré de ahí.
— ¿Dónde está?
— ¿Por qué quieres saberlo? —gruñó el chico Gamma a la defensiva—ella no tiene nada que ver contigo o tu herencia.
—Sí quieres puedo traerla de dónde esté para que tú estés tranquilo—Santa suavizó su voz y Earth frunció el ceño.
—Jamás te daría la ubicación de mi hermana—se negó rotundamente—no confío en ti.
—Solo estoy siendo amable—el joven Alfa lo miró con desprecio—si yo quisiera hacerte daño a ti y a los que te importan, a estas alturas ya estarían muertos, incluidos tus amigos y tú, por supuesto.
—Me tienes en contra de mi voluntad aquí y no deseo que traigas a mi hermana también. La quiero liberar de una prisión, no traerla a otra.
—Puedes mirar de la forma que quieras mi cabaña—Santa extendió los brazos y los movió de arriba abajo—pero estando bajo este techo—señaló hacia arriba con los pulgares de sus manos—no le pasará nada. Tendrá todas las comodidades que siempre soñó.
—Tú no sabes lo que es realmente vivir—afirmó Earth—y agradezco tus supuestas buenas intenciones, pero yo seré quien lleve a mi hermana a un sitio seguro.
Santa alzó las palmas como señal de paz.
—Bien, es tu hermana y tu asunto. Quería ayudarte, nada más.
Earth lo ignoró, desviando la mirada.
—Y... Si necesitas algo, mi habitación está justo al lado—le dijo, antes de dejarlo solo y cerrar la puerta tras de sí.
La desdicha y el sentimiento de soledad lo inundó. Ahora no solo estaba lejos de casa, sino que estaba en bandeja de plata de un joven Alfa y todo por haber firmado unos tontos papeles sin saber su contenido. Y por primera vez desde que murieron los señores Udompoch, maldijo el momento en el que los conoció.
Huyó de casa a causa de problemas y en ese instante se hallaba en uno peor, dónde la ley estaba de por medio.
La riqueza a base de actos ilícitos jamás fue su idea.
Se puso el pijama enorme que Santa le había dado y tiró la ropa sucia al suelo. Cuidadosamente se recostó en la gigantesca cama, se cubrió con el edredón y abrazó el peluche para no llorar.
Le dolía más el corazón que la herida de su brazo.
El dolor emocional era peor que el físico.
Entre sollozos, se quedó totalmente dormido hasta el día siguiente.
Despertó por un golpeteo en la puerta.
—Levántate, aquí no hay sirvientas que te atiendan. El baño está al final del pasillo a mano izquierda—era el joven Alfa desde afuera de la recámara—baja, el desayuno está listo.
Earth bostezó y se deslizó fuera de la cama. Verificó si su brazo estaba bien y se asomó al balcón y miró a través del cristal la maravillosa mañana. El cielo estaba nublado y se colaba la frescura por todas partes.
Buscó su cepillo de dientes y pasta en su mochila, pero no los encontró. Salió al pasillo y vio que justo afuera de la puerta, había un par de pantuflas de... ¿Conejo? Con todo y etiqueta de la tienda, más no el precio. Frunció el ceño y se las calzó. Eran de su talla. Metió sus viejas sandalias de casa adentro y entró al baño, dónde divisó su cepillo y pasta, sin mencionar su shampoo y jabón, sus cremas corporales y faciales. Era obvio que ese tonto había echado un vistazo en sus cosas.
Irritado, descendió hasta la cocina de dónde provenía el exquisito olor a waffles y tostadas de miel, sus favoritos. También olía a café recién hecho y té. Se le hizo agua la boca al ver los dos platos en el comedor redondo de madera de roble que estaba cerca de la cocina. Se sentó en una de las sillas y probó con un pequeño sorbo el café, estilo americano y quedó maravillado.
—Aun no empieces, espérame un minuto—le escuchó decir a Santa desde la cocina.
Así que Earth se dedicó a observar las numerosas pinturas abstractas y curiosas que adornaban las paredes. Y su mirada se posó en un retrato sobre un mueble en dónde mostraba a un pequeño Santa de unos cinco años, sonriendo de oreja a oreja al lado de... Kao, que obviamente estaba más grande, como de once años, entrando a la adolescencia. El par de chicos sostenía un pez y detrás de ellos se miraba el océano.
—Esa fue la penúltima vez que salí con la familia de mi primo—informó Santa, sentándose en la silla siguiente. Earth dio un respingo.
— ¿Por qué? —quiso saber el chico Gamma, viendo cómo Santa repartía arándanos en platos miniatura desde una canasta.
—Porque me lanzó al agua justo cuando su padre lanzó el anzuelo y este se atascó en mi costado y rasgó gran parte de mi área abdominal—explicó—y aparte de estar muriendo desangrado, me golpeé con las rocas marinas en la ceja.
— ¿En serio? —Earth entornó los ojos, horrorizado.
—Sí, ¿Quieres ver? —arqueó la ceja que no tenía cicatriz, de forma quisquillosa.
—No creo que...
Pero Santa se alzó la sudadera sin vergüenza, dejando a la vista su perfecto torso desnudo y bien ejercitado. Y Earth tuvo que concentrarse en ver aquella monstruosa cicatriz que atravesaba todo su estómago diagonalmente.
—Y la otra cicatriz está aquí—señaló su ceja derecha, componiéndose la ropa.
— ¿Y qué hay de la otra cicatriz en tu rostro? —ladeó la cabeza.
—Me la hice hace casi un año—carraspeó—y fue exactamente en una salida similar a la del incidente con el anzuelo, pero fue en coche.
—No entiendo.
—Tuvimos un accidente automovilístico hace casi un año, íbamos rumbo al aeropuerto, me tocó ir con Kao y su madre porque mi coche estaba en reparación. Y ella perdió el control y nos incrustamos en un árbol—resopló—y fui yo el único que sufrió daño—señaló su cara.
—Pero...
—Me estás sacando demasiada información y tú no eres capaz de otorgármela también, así que no diré nada más—objetó el joven Alfa, cortándole la curiosidad—come.
— ¿Puedo hacerte una última pregunta?
Santa chasqueó la lengua y se llevó un par de arándanos a la boca y luego asintió.
— ¿Cuál es tu nombre? —preguntó Earth y al ver que Santa lo miró como si fuese estúpido, se apresuró a aclarar—me refiero al que hay plasmado en tu acta de nacimiento.
Masticando, el joven Alfa se tomó el tiempo para responder.
—Pongsapak Udompoch.
—Pongsapak—repitió Earth para sí—¿Y por qué te pusiste Santa?
—Dijiste una sola pregunta—gruñó el joven Alfa.
—Lo siento—Earth bajó la cabeza a su desayuno—te queda mejor un diminutivo de tu nombre real.
—Calla y come—le ordenó Santa.
—Po—repuso Earth, mirándolo con una enorme sonrisa que esbozó de manera involuntaria—te va bien ese diminutivo. Po Udompoch.
Santa no replicó, sino que simplemente siguió comiendo en total silencio.
Días más tarde, solo faltaba un día para que Earth cumpliera un mes de haberse lastimado el brazo, y como tenía que lavar su ropa, a Santa no le quedó más remedio que contratar a la señora de la limpieza a tiempo completo y comprar una lavadora, secadora y plancha demasiado sofisticadas para que no hubiera problema; ya que él acostumbraba llevar su ropa a una lavandería y recogerla al día siguiente, muy limpia y planchada, lista para usarla.
Una tarde, a Earth se le antojó salir a respirar aire fresco y leer uno de los libros que había elegido de la pequeña biblioteca que Santa tenía cerca de su habitación, en su mayoría, eran libros latinos muy interesantes y como ese día en concreto salió muy temprano, y no había querido darle la contraseña del WIFI, tuvo que ingeniárselas para pasar el rato. Incluso la señora de la limpieza se encerró en su diminuta habitación que estaba junto al cuarto de lavado.
Además de estar cautivo sin internet ni libertad, su coche, que se hallaba justamente frente a él, no podía usarlo tampoco. Santa llevaba siempre consigo las llaves.
Y aunque no pudiese tener comunicación alguna con su amigo Fluke, cargaba el teléfono por cualquier cosa.
Y repentinamente, Fluke le marcó. Dejó tirado el libro y se la pasó buscando señal para que no se escuchara entrecortado y la encontró arriba de un árbol.
—Espera, estoy localizando la mejor recepción—jadeó por teléfono y Fluke apenas y entendió sus palabras.
Trató de ejercer menos fuerza en su brazo derecho, pero ese era el dominante y le dolió horriblemente al sentarse sobre la rama más gruesa que vio.
—¿Puedes escucharme ahora? —le preguntó a su amigo.
—Sí, ahora te escucho perfectamente, ¿A dónde fuiste a conseguir recepción? O, mejor dicho, ¿por qué no hay recepción? He estado mandándote mensajes en LINE y no respondes.
—Estoy prisionero—farfulló—pero eso ya lo sabes, solo que en una cabaña lejos de la ciudad y no en ese maldito hotel donde casi soy violado nuevamente por ese imbécil de Kao Noppakao en estado de ebriedad.
—¿Qué estás diciendo? —Fluke se horrorizó.
—Pues la última vez que nos vimos, te marchaste y mientras miraba por la ventana, escuché que alguien entraba a la habitación, y pensé que era Santa, pero era Kao Noppakao y al verme, se desató en locura total. Me abrió dos puntos de la herida del brazo y gracias a Santa, no pasó a mayores—se estremeció de solo recordarlo—ya no quiero verme implicado con estos tipos.
—¿Quieres que llame a la policía?
—No. Santa ya sabe sobre los bienes que me heredaron los señores Udompoch y no quiere perderme de vista—se echó a temblar—estoy condenado, Fluke. Jamás seré libre otra vez.
—¿Sabes dónde estás? Para que planeemos la manera de sacarte de allí sin que ese niño Alfa que estudia medicina se dé cuenta.
—La verdad no. Desconozco en qué parte estoy de las afueras. Y ahora estoy hablando contigo porque él no está aquí. Incluso se llevó las llaves de mi coche.
—Sabe que puedes huir en cualquier momento—siseó con veneno Fluke. Estaba muy molesto—voy a ayudarte, solo tienes que resistir.
—No sé cuánto tiempo...
De pronto, un crujido debajo de él le hizo callar.
—¿Qué fue eso? —preguntó Fluke, sobresaltado.
—Ay, madre, estoy sobre un tronco, en lo alto de un árbol y creo que...
—¡Bájate de ahí! —gritó Fluke.
Earth comprendió que la llamada había finalizado y no tanto porque el tronco donde estaba sentado iba a quebrarse, sino por la majestuosa Hummer color negro mate con detalles plateados que acababa de llegar. Las luces de los faros estaban proyectadas sobre él y el tronco a punto de ceder. Ya había oscurecido.
—Santa ha vuelto—chilló Earth, colgando rápidamente la llamada.
—Pero... ¿Qué demonios? —bramó Santa en cuanto abrió la puerta y corrió a él.
—Quise tomar algunas fotografías desde este ángulo, pero no me di cuenta que...
Otro crujido resonó debajo suyo y a continuación, parte de la rama cedió, provocando que el chico perdiera el equilibrio.
—¡No te muevas! —le ordenó Santa—iré por una escalera...
Pero el siguiente crujido de la rama, alertó a ambos chicos, dándoles a entender que era cuestión de un segundo para que se viniera abajo.
—No, ¿sabes qué? Mejor lánzate y yo te sostendré.
—No, ve por la escalera—titubeó Earth.
—¡Lánzate! —le gritó Santa, alterado.
—Te equivocas si piensas que voy a obedecerte...
Y sin miramientos, la rama se partió en dos y Earth cayó bruscamente hacia el suelo.
Afortunadamente, Santa fue demasiado ágil y alcanzó a atraparlo.
Instintivamente, Earth le echó los brazos al cuello al joven Alfa, con el corazón desembocado. Ni si quiera le tomó importancia el brazo delicado, él solo quería sentirse seguro en brazos de ese chico, que lo había salvado de alguna fractura o rompimiento de algún hueso importante o bien, una muerte dolorosa.
—¿Estás bien? —le preguntó Santa con preocupación.
Pero Earth estaba temblando y fue incapaz de responder. Ocultó su rostro en el hueco del cuello de Santa, negándose a hablar. Se sentía culpable por tantos problemas.
Santa no insistió y en cambio, lo cargó con más fuerza y lo llevó dentro de la cabaña.
—Todo está bien—le susurró Santa, inclinándose para depositarlo en el sofá más grande, pero se sorprendió al ver que Earth se aferró más a su cuerpo, todavía temblando— ¿quieres que te lleve a tu habitación?
Earth asintió.
Mientras Santa subía a la planta alta, notó que de verdad Earth estaba afectado por lo que acababa de suceder.
—Bueno, hemos llegado a tu recámara—dijo Santa, dudoso—y ahora voy a dejarte sobre la cama...
—Perdón por tantos problemas ocasionados—susurró Earth sin deseos de soltarlo—quiero que me dejes ir a casa, por favor. Necesito estar con personas que de verdad me aprecian. Escapé de casa porque mis padres simplemente detestaban mi presencia y al huir, me liberé de esa sensación de rechazo—afianzó más sus brazos en torno al cuello del joven Alfa—te lo suplico, déjame ir con mis amigos. Sé que tampoco estás contento conmigo aquí...
—Nunca he dicho que me molesta tenerte aquí—le contradijo Santa sin dejar de cargarlo. Quería verle la cara, pero el chico Gamma seguía escondiéndose en el hueco de su cuello.
—Me trajiste aquí por el asunto de tus abuelos—Earth se animó a alzar la cabeza y se encontró con los ojos oscuros del joven Alfa, mirándolo con atención—porque temes que escape y...
—Y también porque despides el olor de los manjares que más amo y debo averiguar —le cortó Santa con irascibilidad.
—¡Ya te dije que yo soy un Gamma! —comenzó a apartarse de él, pero el joven Alfa lo apretujó entre sus brazos, inmovilizándolo—¡Suéltame!
—Hace unos segundos ansiabas que continuara teniéndote en mis brazos—Santa arqueó una ceja con malicia.
—Ahora solo ansío golpear esa cara malditamente atractiva que tienes—gruñó Earth, retorciéndose.
Sin embargo, al contorsionarse, Santa perdió el equilibrio y ambos cayeron sobre la cama.
El joven Alfa encima del chico Gamma, quedando a escasos milímetros de darse un beso en los labios.
Pero los ojos de ambos muy abiertos y con las pupilas dilatadas, viéndose el uno al otro.
—Tú no eres un Gamma—musitó Santa con desdén.
—Ah, ¿no? —inquirió Earth, desafiante. Haber parpadeado cortó el contacto visual—entonces, ¿Qué demonios soy yo? —intentó sacarlo de encima, pero no lo consiguió.
—Eres un Omega, Earth Katsamonnat. No sé quién te mintió sobre ser un simple Gamma.
—¿Por qué tienes la maldita certeza de que soy un Omega? —bramó Earth, perdiendo la paciencia y la movilidad de su cuerpo al sentir la pesadez del joven Alfa encima.
—Porque yo soy un Alfa—siseó Santa, acercando más su rostro al de él para olfatearle el cuello descaradamente, petrificando a Earth—y tus feromonas se incrementaron en este momento. El olor fascinante a algodón de azúcar y arándanos está más potente ahora mismo, lo siento en cada uno de tus poros...
—Mis padres son Gammas—protestó Earth—de haber nacido Omega, me habría dado cuenta en mi adolescencia.
—¿Nunca has entrado a tu fase de celo? —Santa detuvo el olfateo para verlo a la cara. Earth se ruborizó, haciéndolo sonreír maliciosamente—eso explica muchas cosas. Pronto sabrás que eres un Omega, es cuestión de tiempo y espero que no sea en el momento que yo entre en celo porque si eso ocurre, pequeño conejito—le tocó levemente la nariz antes de levantarse de encima—no te librarás de mí.
—¡Dame una maldita explicación! —Earth se incorporó y lo siguió hasta el pasillo.
—Lo averiguarás cuando sea el momento—repitió el joven Alfa sin dejar de sonreír—prepararé té, no tardo.
—¡Eres un idiota, Santa! —vociferó Earth.
Pero solo consiguió que él sonriera todavía más.
—Llámame Po a partir de ahora. Suena mejor que Santa—le guiñó un ojo antes de bajar por la escalera.
.
.
.
NO OLVIDEN VOTAR, COMENTAR Y COMPARTIR :3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro