Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

04


Dolor. Olor a desinfectante. Más dolor. Murmullos. Dolor insoportable.

Earth abrió lentamente los ojos y lo primero que tuvo en su campo visual fue un techo color blanco con un ventilador adherido al mismo y los cuatro focos encendidos, haciendo que entrecerrara los ojos y no lastimar su vista. Quiso incorporarse, pero el dolor en el brazo derecho y un calambre en su espalda baja lo paralizó, haciendo que quedara inmóvil en su sitio. Parpadeó y como pudo, escudriñó aquella estancia, la cual no reconocía. Todo era muy elegante, incluso las paredes eran de un gris tenue y no había casi nada, a excepción de la cama donde él estaba, un ropero y un tocador, y una ventana cubierta por una cortina amarilla.

No era el apartamento de Ohm y tampoco un hospital. ¿Dónde estaba? Hizo una mueca y una punzada insoportable le demostró que también tenía una herida en la mejilla derecha y tenía una gasa encima. Bajó la mirada a su brazo derecho que estaba vendado y enseguida recordó lo que había pasado.

¿Dónde estaban sus amigos?

—Quédate quieto o vas a abrir otra vez la herida del brazo.

Volvió a intentar levantarse, pero esta vez una voz lo hizo quedarse quieto.

Giró suavemente la cabeza hacia la izquierda y lo vio.

Vio al joven Alfa de nombre Santa, sentado en un reposet, de lo más cómodo. Andaba con una sudadera gris, pants negros y unas pantuflas de abeja. Muy extraño. Y en sus manos sostenía un libro abierto.

— ¿Qué estás haciendo aquí? ¿O qué estoy haciendo yo aquí? —masculló Earth, a la defensiva.

—Te traje conmigo para salvar tu trasero. Habrías muerto desangrado si hubiéramos esperando a la ambulancia—le contestó de manera tajante.

—Tú y tus amigos ocasionaron problemas, y si estoy así es por culpa de ustedes—le espetó, deseoso de poder moverse y patearle su maldita y atractiva cara.

— ¿Ya terminaste? —resopló el Alfa—porque quiero seguir leyendo este libro latino—sacudió el ejemplar como bandera y Earth alcanzó a leer el nombre en la portada. La Tregua de Mario Benedetti. Tenía buen gusto.

Earth simplemente puso los ojos en blanco y no dijo nada en varios minutos. Se dedicó a mirarlo de reojo y escuchar el sonido de las páginas y su respiración.

—Quiero ir a mi apartamento—dijo Earth de repente.

—Te quedarás aquí hasta que puedas recuperar la movilidad de tu brazo—le avisó sin despegar la mirada de las páginas del libro.

— ¿Piensas mantenerme cautivo?

—Fue nuestro error y quiero reparar el daño—admitió, todavía sin verlo.

Earth se revolvió nervioso y se tragó la vergüenza para poder hacerle una pregunta.

— ¿Puedo saber por qué hace unos días, cuando te sacaron del bar estando ebrio, me atacaste y luego preguntaste que si yo tenía algodón de azúcar en mis bolsillos?

El Alfa cerró de golpe el libro, señal de incomodidad e irascibilidad.

—El hecho de que haya salvado tu vida, no te da el derecho de hablarme con total confianza—gruñó, irritado.

Y sin vacilar, se levantó. Agarró su teléfono y el libro, encaminándose a la puerta.

—Imbécil—masculló Earth tras el portazo que sonó al salir el joven Alfa.

Se le revolvió el estómago de solo pensar que se hallaba, quizá, en la casa de él. En otras circunstancias habría estado encantado de estar allí, pero en ese momento solo quería huir. Le dolía el cuerpo, en especial en dónde tenía las heridas y la espalda baja. Ni si quiera podía moverse ni sentarse.

Quería hablar con sus amigos. Anhelaba estar con Fluke y saber que todo estaba bien. ¿Cómo dejó que eso pasara? Fluke jamás habría dejado que nadie lo tocara, debió ser por la manipulación de la ambulancia lo que le hizo ceder.

Y de pronto, cayó en cuenta de que no tenía ropa por la parte del torso y con la mano sana, se quitó la sábana de encima y se ruborizó, volviendo a cubrirse. Estaba casi desnudo, de no ser por su bóxer morado. No tenía más que eso.

¿QUÉ DIABLOS?

Verificó que más había ahí que le pudiera ayudar. No encontró su teléfono por ningún sitio y, además, tenía la boca seca y los labios sumamente agrietados. Mínimo había una jarra con agua y un vaso de cristal, pero no podía conseguir moverse sin lastimarse.

Entonces la puerta se abrió y entró el joven Alfa con cara de pocos amigos. Sin decir una sola palabra, le sirvió de beber y alargó la mano hacia él con el vaso de cristal lleno.

Con la mano sana, Earth recibió a regañadientes el agua y lo bebió absolutamente todo.

— ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

— ¿Vas a seguir haciendo preguntas? —musitó el Alfa, fastidiado.

—En efecto, sí.

— ¿Por qué no solo das las gracias y listo?

—Porque estoy así por tu culpa.

—Yo no te hice daño.

—Pero tus amigos sí—siseó Earth con desprecio. Ya no le importaba que fuese guapo. Quería ahorcarlo ahí mismo.

El Alfa se rascó el cuello y abandonó la habitación en silencio, para después entrar detrás de una señora de edad madura vestida como empleada doméstica, que llevaba una bandeja de comida. La depositó al borde de la cama y se fue, dejándolos solos.

— ¿Puedes comer por tu cuenta o quieres que te ayude?

Earth no respondió y su intento fallido de sostener los palillos para probar un bocado del delicioso spaghetti fue tan patético, que el joven Alfa gruñó entre dientes y le arrebató los palillos.

—Muévete un poco—le instó y se sentó a la orilla de la cama, demasiado pegado a él.

Earth dio un respingo cuando el chico le acercó el spaghetti en los palillos a los labios.

—Come—le ordenó y Earth obedeció ante su exigencia.

El Alfa le dio de comer y prácticamente le hizo acabarse absolutamente toda la bandeja, que no solo consistió en spaghetti, sino en fruta picada, gelatina, vegetales al vapor y jugo de manzana.

— ¿Cuándo podré marcharme? —preguntó Earth.

—Llevas un par de días en recuperación, por poco pierdes la movilidad absoluta del brazo gracias a qué los cristales casi cortaron tus tendones y ligamentos, dejándolos inútiles—farfulló el Alfa con desdén.

—De acuerdo, pero, ¿Por qué no estoy en un hospital y con mis amigos? Yo no te conozco y no tienes por qué tenerme aquí.

—Fue un trato que hice con ellos—gruñó, poniéndose otra vez de pésimo humor—te irás de aquí cuando yo lo ordene, ¿Entiendes?

—Tu tono de voz y tu manera de comportarte conmigo me irrita muchísimo, ya que somos completos desconocidos y el hecho de que tengas mucha influencia y seas un Alfa, no te da el derecho de tratar a las personas así—espetó Earth—y si no quieres que haga preguntas, entonces llévame a mi apartamento con mis amigos. Ellos cuidarán bien de mí.

—Deberías estar agradecido con todo esto—hizo un movimiento circular con el dedo índice apuntando al techo—si hubieras sido llevado a un hospital público, ten por seguro que, para este momento, tus amigos y familiares estarían preparando tu funeral.

—Es mejor morir a estar prisionero.

—No estás prisionero, si quieres, lárgate—resopló el joven Alfa—la puerta es lo suficientemente ancha para que te marches, pero resulta que no puedes moverte tu solo, así que cierra la maldita boca—señaló la puerta y Earth le envió una mirada de desprecio.

Earth deseó haber faltado esa noche al trabajo. Le entristecía mucho estar en esa situación y más a merced de ese lunático atractivo.

Esa misma noche, comprendió que estaba atrapado hasta que pudiera valerse por sí mismo. No pretendía escapar, puesto que el dolor que sentía era insoportable, pero en cuanto pudiera tener la movilidad de su brazo derecho en un cincuenta por ciento, se iría de allí con la frente en alto y por la puerta de enfrente; mientras tanto, tendría que aguantarse.

—Mañana temprano tendrás que bañarte por primera vez, luego de permanecer dos días postrado en esa cama—le avisó el Alfa antes de marcharse a dormir en otra parte.

—No podré hacerlo sin ayuda—manifestó Earth.

—Yo te ayudaré—gruñó el chico Alfa con desdén.

—No. Trae a mi amigo Fluke para que él sea el que me ayude—siseó Earth con los ojos estrechados—es lo mínimo que puedes hacer por mí.

Las últimas palabras parecieron calarle al Alfa y el sentimiento de culpabilidad cruzó su rostro. Hizo una mueca y sin decir nada más, lo dejó solo en esa fría y hostil habitación.

Dormir boca arriba no era su fuerte, pero tuvo que aguantarse a regañadientes. Durmió después de obligarse a sí mismo, justo cuando el amanecer se aproximaba.

Unas horas más tarde, la empleada doméstica le llevó el desayuno, junto con un vaso con agua, un cepillo y dentífrico nuevos, y un recipiente más grande. Lo ayudó a incorporarse y le sostuvo todo para que pudiera lavarse los dientes.

—Muchas gracias—le agradeció Earth y ella se mantuvo seria—y descuida, puedo comer solo.

Pero la mujer no se fue. Se quedó al lado de la cabecera de la cama, observándolo.

Le dio vergüenza sentir la mirada de la fémina y más porque destilaba mal carácter como todos los que pudieran vivir bajo el mismo techo de ese joven Alfa.

Perturbado por la presencia de ella, se las arregló para comenzar a desayunar las verduras al vapor con un tenedor. Masticó lo más rápido que pudo para poder estar solo en la habitación sin sentirse como un bicho raro ante los ojos de esa sirvienta, que parecía más un guardia de seguridad.

En cuanto terminó de comer, la mujer retiró la bandeja y se marchó, provocándole alivio.

Alrededor de dos horas estuvo en completa soledad, mirando el techo y sintiéndose miserable; pero ese silencio y tranquilidad le sirvió para pensar en los dos Alfas. Kao Noppakao y Santa. ¿Qué relación tenían ellos dos? ¿Eran amigos o familia? Y de pronto recordó lo que Kao le había dicho a Santa cuando estaban en el estacionamiento.

"Como tú eres el que heredará la empresa, te jactas de ser un santo frente a las cámaras, hasta elegiste ese ridículo apodo de nombre "Santa"."

Eran familia. No había duda.

Pero, ¿Cómo era posible que ese par de imbéciles podían haber descendido de los señores Udompoch, si esos ancianos fueron unos ángeles? De solo pensar en la relación sanguínea que los unía, le causó escalofríos.

Y de repente, su cerebro le lanzó recuerdos a su mente de cuándo fue la cosecha pasada y llegó un enorme camión recolector, en donde se dio cuenta que había aparecido uno de los nietos de los señores Udompoch, pero por vergüenza no se acercó a saludar.

Era Santa. ¡Sí! Había sido Santa al que vio de espaldas aquel día. Por eso se le había hecho familiar el arete de dije de cruz en el estacionamiento.

Maldita sea.

La puerta se abrió bruscamente y salió del ensimismamiento, muy a la defensiva, por si hubiese entrado alguno de esos dos Alfas; pero no. Para su grato alivio y sorpresa, no fue así.

—¡Earth!

—¡Fluke!

El chico entró dando traspiés para poder alcanzar a su amigo en la cama; y detrás del joven Omega, entró Santa, con el rostro inexpresivo, pero muy pendiente de lo que estaba pasando.

Fluke lo abrazó con fuerza y Earth le correspondió el abrazo, haciendo una leve mueca de dolor.

—No seas tan rudo. Recuerda que está herido—Santa regañó a Fluke en un siseo.

Fluke se separó de Earth y volteó a ver al joven Alfa con desprecio.

—Si él está así, es por culpa de ustedes—le recordó Fluke con veneno, haciendo que Santa pusiera los ojos en blanco.

—El cuarto de baño está aquí—Santa ignoró el reclamo y se aproximó a una puerta que Earth no había visto, ya que se hallaba junto a su cabecera—dentro hay todo lo necesario, e incluso ropa para él. Si necesitas ayuda, no dudes en llamarme. Me quedaré a esperarlos—se sentó en el reposet y de alguna parte sacó el mismo libro del día anterior para leerlo.

Fluke era delgado y pequeño, pero pese a tener fuerza, no podía levantar él solo a Earth y dirigirlo hasta el baño.

—Ni se te ocurra pedirle ayuda—siseó Earth entre dientes—puedo levantarme yo solo...

Earth aventuró a sostenerse por sí mismo y lo que ocasionó fue que Fluke no pudiera atraparlo y se fuera de bruces al suelo, y por instinto, metió el brazo herido por delante y cerró los ojos, esperando el fatídico golpe, el cual no llegó. En cambio, sintió unos fuertes brazos rodearle la cintura y la firmeza de músculos en todo su cuerpo.

—¡Ten más cuidado! —le ladró el joven Alfa, furioso y en su oreja— ¡Maldita sea, se abrió!

El chico Gamma titubeó y se abrazó a sí mismo mientras Santa lo escrutaba con atención.

—Abre ese cajón y saca todo lo que hay—le ordenó a Fluke y luego le ayudó a recostarse nuevamente en la cama. Earth estaba completamente expuesto con solo su bóxer morado, e iba a protestar, cuando de pronto notó algo caliente y húmedo en su brazo herido. Postró la mirada en él y entornó los ojos. La venda estaba empapada de sangre.

—¿Qué pasó? —balbuceó, histérico.

—Con el movimiento de la casi caída, se te debió abrir los puntos—le respondió con suavidad al percibir el miedo en los ojos de Earth—pero no te preocupes, ¿de acuerdo? Me haré cargo de todo. Solo relájate—comenzó a quitarle la venda sucia para revisar la herida con atención.

—¿No vas a llamar a un médico cirujano? —susurró Earth al ver como manipulaba varios instrumentos que solo servían en cirugías.

Santa frunció el ceño, concentrado en limpiar primero la sangre con algodón y alcohol, sin importarle que la sábana se manchara—Yo soy médico—sentenció y miró fugazmente a Earth a los ojos—médico cirujano.

Aquello impactó a Earth y a Fluke.

—¿En serio? —aguijoneó Fluke con descaro—eres demasiado joven para serlo, ¿Qué edad tienes?

—Aún estoy estudiando—corrigió Santa y Earth alcanzó a ver el fantasma de una sonrisa en sus labios—y tengo veintidós años.

—Estoy poniendo mi vida en manos de un estudiante de medicina—se lamentó Earth—¡Auch!

—Te estoy suturando otra vez, no te muevas y cierra la boca—lo reprendió Santa.

Fueron los peores veinte minutos de su existencia. El vendaje quedó mucho mejor que el anterior, y no dejó que Fluke se hiciera cargo de llevarlo al cuarto de baño. Y ante las protestas de Earth, Santa lo ignoró con éxito y lo llevó en sus brazos hasta la bañera.

Ató una bolsa plástica alrededor de tu brazo antes de dejarlo en manos de Fluke.

—Mucho cuidado. Dale un baño de esponja—aseveró Santa sin dejar de ver al amigo de Earth con desdén antes de salir de ahí.

Fluke fue demasiado lindo y cuidadoso al momento de darle el baño. No mencionó nada al respecto, aunque era obvio que se moría de ganas por hacerlo.

—Hablar no está prohibido—le dijo Earth mientras lo secaba—además, necesito que me digas como fue que amanecí aquí.

—Es una larga y horrible historia—repuso Fluke sin mirarlo—lo mejor será que obedezcas. Cuando estés mejor, podrás ir al apartamento.

—Dime que pasó—le exigió y como Fluke continuó sin alzar la mirada, con la mano sana, lo tomó de la mandíbula y lo obligó a mirarlo—por favor.

Unos golpecitos en la puerta los sobresaltó.

—No puedo decírtelo, aquí no—susurró Fluke.

—Afuera dejé la ropa que le pondrás—anunció Santa en un gruñido.

—Nos está acechando—masculló Fluke y lo ayudó a enrollarse en la suave bata de baño color amarilla, cuidándole el brazo.

Al salir, encontraron la recámara vacía y vislumbraron el pijama con estampado de conejos animados con zanahorias en las patitas en la cama, junto con un bóxer negro. Todo era nuevo.

—No puedes negarme que todo esto es extraño—espetó Earth—tú sabes algo que yo no.

—Aquí no puedo decirte nada—se rehusó Fluke a hablar y se aproximó a recoger la ropa.

—Sé que Santa y Kao son nietos de los señores Udompoch—resopló Earth—y estoy seguro que Santa sabe quién soy yo y es por eso que quizá me tiene cautivo.

—Hay una cámara que ve y escucha todo lo que hagamos en esta habitación—Fluke casi no despegó los labios al susurrar—cálmate y hablaremos cuando salgas de aquí.

Earth se puso lívido y miró a todas partes con desprecio, por si la cámara lograba enfocar bien su rostro y el estúpido Alfa se diera cuenta que estaba muy molesto con su vigilancia extrema.

Pasaron varios días idénticos a ese, Fluke llegaba a bañarlo y se retiraba luego de darle de comer, y así, sucesivamente. Santa solo acudía a revisarle la herida y a limpiársela para el cambio de vendas. Ninguno de los dos se dirigió la palabra a menos que fuese necesario.

Para principios de marzo, luego de tres semanas, Earth ya podía moverse por sí solo, pero no tenía permitido hacer movimientos bruscos con el brazo, puesto que podría abrirse sin miramientos. Ya se estaba acostumbrando a la presencia extraña de ese Alfa, pero al mismo tiempo ansiaba poder hablar con su amigo libremente, y para que eso fuese posible, tenía que reponerse por completo.

Una noche, luego de que Fluke se marchara a casa, Earth optó por sentarse frente al enorme ventanal que había detrás de las cortinas amarillas y resultó ser que se hallaba a más de diez pisos de altura. Era un rascacielos. Fluke arrastró el reposet para que él pudiera sentarse tranquilamente y deleitarse con la estupenda vista de todo Bangkok desde lo alto.

Santa no había ido a echarle el último vistazo a su brazo antes de dormir, por lo que usó el tiempo de contemplación para esperarlo.

En esas semanas, el joven Alfa suavizó mínimamente su comportamiento agresivo, más no cambió su frialdad.

—Me gustaría ir a mi apartamento mañana temprano, ¿quieres acompañarme? Fluke dijo que no podrá venir a ayudarme...—le dijo Earth a Santa cuando este entró a la habitación en silencio. Solo se escuchó la puerta cerrarse y no se molestó en voltear a verlo, ya que estaba de espaldas a él.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —vociferó una voz diferente a la de Santa.

Earth saltó del susto y se levantó precipitadamente, volteándose a la defensiva. Era Kao Noppakao, el otro Alfa. Su semblante ensombrecido y su mirada lacerante le dio a entender que estaba a nada de estrangularlo ahí mismo.

El chico Gamma evaluó sus opciones para salir ileso:

-Si echaba a correr, apenas y llegaría a esconderse en el cuarto de baño, pero dadas las circunstancias de que no podía hacer movimientos bruscos, no podría hacerlo sin antes desgarrarse nuevamente la herida.

-Lanzarse hacia el ventanal, romper los cristales de su cuerpo y caer del edificio.

No tenía ninguna que pudiera servirle en aquel instante, por lo que apretó los puños y se mantuvo alejado de él. El reposet era lo que los dividía.

—No tengo por qué darte explicaciones—respondió Earth con voz temblorosas.

—Claro que sí. Este edificio es mío—espetó, iracundo, dando un paso delante de manera tambaleante. Andaba vestido similar a la vez que llegó al motel de Fluke para tener sexo, solo que ahora en vez de verse muy guapo y malditamente sexy, se miraba hecho un asco. Tenía el cabello revuelto, la camisa gris mal abrochada y por fuera del pantalón color negro, no andaba saco y tampoco tenía zapatos. Debajo de sus ojos había ojeras muy marcadas y hasta ese instante, a Earth le llegó el asqueroso olor a alcohol en la nariz que le causó picor.

—¿Santa sabe que estás aquí? —interrogó Earth, ganando tiempo. ¿En dónde se había metido el otro cretino?

—¿Por qué habría de saber que estoy aquí? —rio y se aferró al reposet para no caer—no es mi niñero. Además, el intruso eres tú y ya veo que tu brazo está sanando.

—Sí, y no es gracias a ti—espetó Earth, furioso, pero no podía gritarle ni golpearlo porque saldría gravemente herido.

Fue cuestión de solo un segundo para que la expresión ensombrecida y mortífera de ese Alfa cambiase. Sus ojos oscuros escanearon de arriba a abajo a Earth con lascivia, haciéndolo sentir desnudo e incómodo. Nada que ver con la excitación que sintió poco más de un año atrás, cuando estuvo dispuesto a tener sexo con él. Ahora lo repudiaba y le asqueaba.

—Sigues teniendo un maldito cuerpo que enloquece a cualquier Alfa—le oyó decir a Kao mientras se humedecía los labios y Earth percibió un alto grado de excitación en su ser. Estaba soltando sus feromonas, y aunque no podía percibirlas por completo, le afectaba mínimamente—creo que ahora entiendo por qué mi primo te trajo hasta acá y sin decirme nada. Quiere disfrutarte para el solo. ¡Es demasiado egoísta para compartir! —tambaleándose, logró llegar hasta él y tomarlo violentamente del brazo sano, pero Earth fue más ágil y saltó sobre el reposet, en dirección a la puerta.

Tal parecía que había logrado agarrar el pomo, cuando sintió las fuertes manos del Alfa aferrarse a su cabello en la parte de atrás y tirar de él con todas sus fuerzas. Soltó un grito, pero cuyo ruido se vio apagado gracias a la palma de Kao al cernirse sobre su boca. Earth arañó el aire, tratando sin éxito encontrar algo con qué pegarle a ese idiota.

Su brazo derecho emitió una punzada de dolor y quedó paralizado, percibiendo algo caliente deslizarse a través de la venda.

Cómo pudo, mordió la mano del Alfa y le dio una patada, pero este no cedió.

— ¡Mi herida! —balbuceó antes de que volviera a taparle la boca. Pero el Alfa estaba cegado de deseo sexual y le preocupaba más bajarle el pants al chico Gamma que su dolor.

Kao lo empujó de lleno a la cama y se dio a la tarea de cerrar con pestillo la puerta.

Earth se hizo un ovillo en el otro extremo de la habitación, haciendo presión en su herida, la cual se había vuelto a abrir y la sangre fluía hasta sus dedos, manchando la alfombra.

—Un poco de sangre no va a parar lo que voy a hacerte—se burló Kao—vamos a terminar lo que empezamos hace un año, y después te curaré, ¿De acuerdo?

Su maldito aliento a alcohol mareó a Earth y cerró los ojos, dejando que ese imbécil lo tocara con sus sucias manos.

Con todo su ser, deseó que alguien llegara a auxiliarlo. Que Santa derribara la maldita puerta y lo detuviera. Él solo no podía enfrentarse a ese Alfa tan escalofriantemente prepotente que amenazaba con violarlo sexualmente.

— ¡No te resistas, bastardo! —Kao le dio una bofetada y lo pateó hacía un lado. Earth cayó sobre su brazo lastimado y gimió de dolor, pero el Alfa lo volteó para que quedara boca abajo. Se colocó detrás de él y Earth escuchó el sonido de su cremallera al abrirla y luego su mano deslizarle el pants hacia abajo.

— ¡Déjame! —gritó Earth, llorando.

Era el fin. Estaba solo. E iban a abusar de él en un lugar que no le pertenecía, rodeado de gente extraña y asquerosa.

Cerró con mucha fuerza los ojos, esperando la humillación y la ultrajada que le daría ese maldito Alfa.

La puerta no dio indicios de caerse, pero cayó al suelo después de un fuerte golpe proveniente de afuera. Earth gateó débilmente hacia adelante, con el pants en las rodillas y su bóxer casi cayéndose.

— ¡Te atreviste a tocarlo! —afirmó Santa entrando a la recámara, hecho una fiera. Atravesó la estancia a grandes zancadas y arrinconó a Kao en la pared, sujetándolo de las solapas de su camisa.

— ¿Qué querías que hiciera? —rio Kao—me lo dejaste en bandeja de plata. ¿Por qué no me contaste que estaba aquí? Habría venido antes.

— ¡Qué le hiciste, animal! —ladró Santa y como Kao no respondió, y lo único que hizo fue reírse, el joven Alfa perdió los estribos y comenzó a masacrarlo a golpes.

Earth, que se había puesto en pie con dificultad, se acomodó la ropa y sujetó su brazo ensangrentado, mientras observaba aquella escena horrorosa. Las demás sirvientas se acercaron a ver qué pasaba y ahogaron un grito.

—No me hizo nada, déjalo, por favor—dijo Earth en un hilo de voz. La sangre de Kao salpicó la pared y su risa no disminuyó. Parecía un guiñapo sonriente.

— ¡Te tocó! ¡Quiso violarte! —gritó Santa sin dejar de golpear una y otra vez la cara de Kao.

Earth, preso del pánico, dejó que sus impulsos actuaran, mandando al carajo la vergüenza. Deslizó sus débiles brazos, pese a estar sangrando, alrededor de la cintura de Santa: un abrazo por detrás. Se pegó a su firme espalda, haciendo que el joven Alfa se estremeciera y dejara de golpear a su primo.

Ambos retrocedieron, viendo caer al suelo a Kao, riéndose mientras escupía sangre.

Earth no se apartó ni Santa lo empujó.

La respiración del chico fue tranquilizándose y acoplándose a la del Gamma.

—Vamos—le dijo Earth—debes calmarte.

Santa apartó delicadamente los brazos de Earth y le echó un vistazo a su herida por encima de la venda. Apretó las mandíbulas y con toda la confianza, entrelazó su mano con la de Earth que era del brazo que no estaba herido. Tiró del chico hacia afuera de la habitación.

—Llamen a mis tíos para que vengan por él—Santa les ordenó a las sirvientas y estas asintieron con miedo.

Las gotas de sangre que iban escurriendo de su brazo, fueron dejando un camino de puntos rojizos a su paso; pero a Earth no le importaba. Y se sintió extrañamente seguro estando con ese joven Alfa, que sostenía su mano con fuerza, pero no la suficiente para lastimarlo, sino más bien para no dejarlo caer. Ambas manos de Santa estaban enrojecidas y manchadas por la sangre de su primo, que ahora se había mezclado con la suya.

Earth vislumbró un ascensor y hasta ese momento pudo admirar a su alrededor, ya que se había quedado hipnotizado por ese chico. Todo era sumamente elegante, el decorado era similar a las mansiones antiguas y había bastantes habitaciones por número. ¿Acaso era un hotel? No quiso preguntar.

Dentro del pequeño cubículo del ascensor, se quedó atrás de Santa para observarlo manipular los botones e ir a la última planta. El número de piso en el que estaban era el 11, pero fue curioso que no liberara su mano todavía.

—Los botones quedaron con sangre—observó Earth en un susurro.

—Este hotel es mío. Cualquier queja al respecto pueden hacerla, no me importa—espetó en respuesta y sin voltear a verlo ni soltarlo.

Cuando pisaron la última planta, Santa echó a andar, aun aferrado a Earth. Las personas de la recepción se quedaron anonadadas al ver la escena sangrienta, más porque el chico Gamma iba escurriendo sangre a su paso y el joven Alfa no se detuvo por ningún motivo. Su estupenda camisa lila era un desastre, pero su elegancia e imponencia se mantuvo intacto. Ni si quiera bajó la cabeza al atravesar el vestíbulo de entrada hasta las puertas de cristal giratorias.

Bajaron los cuatro escalones y Santa paró en seco, mirando a todos lados, por encima de las personas que pasaban por la calle y miraban la sangre en ambos. Hizo señas a uno de los «botones» que se encargaban de meter las maletas y aparcar los coches de los clientes en el estacionamiento privado del hotel. El sujeto asintió a lo lejos y al cabo de tres minutos, apareció conduciendo una bestial Hummer color negro mate con detalles plateados, que tenía el volante al lado contrario, como en América, que quedó estacionada frente a ellos. El «botón» bajó del vehículo y corrió a entregarle las llaves a Santa.

—Aquí tiene, señor Udompoch.

—Gracias—carraspeó el joven Alfa, tomando las llaves y acercándose a la puerta del copiloto.

Abrió la puerta y sin previo aviso, cargó a Earth en sus brazos, tomándolo desprevenido. Con delicadeza lo sentó en el suave asiento de piel y le colocó el cinturón de seguridad.

—Voy a machar todo—balbuceó Earth, avergonzado.

Santa alzó la mirada a él y arqueó una ceja.

—Tengo dinero suficiente para comprarme otra Hummer si así lo deseo y un poco de sangre en el tapiz de piel no es nada, créeme—le regaló una sonrisa torcida que paralizó el corazón de Earth.

Antes de que comenzara a darle taquicardia, el joven Alfa se alejó y cerró la puerta. Earth lo vio rodear la Hummer y deslizarse detrás del volante con rapidez. Se abrochó también el cinturón y se puso en marcha a quién sabe dónde.

Earth se tomó unos minutos para apreciar la ciudad a través de ese vehículo y sentir el delicioso aroma a limpio y a perfume masculino delicioso, que por desgracia se había mezclado con el fétido olor a sangre. Santa también lo percibió y abrió todos los cristales, dejando que el aire de afuera se llevara el mal olor.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó Santa de repente. Habían llegado a un semáforo—¿te sientes mareado?

—La verdad no, simplemente incómodo. Me duele mucho la herida—reconoció Earth, mirando su brazo con la venda empapada de sangre.

—Tendremos suerte si solo se haya abierto un par de puntos—resopló Santa, acelerando ante el cambio a verde.

—¿A dónde vamos?

—A mi casa. Fui muy imbécil al llevarte al hotel familiar en donde cualquier miembro de mi familia podría haber ido—se lamentó y apretó el volante hasta que sus nudillos se volvieron blancos.

—¿A tu c-casa? —tartamudeó Earth, volteando a verlo.

—Sí—Santa le devolvió la mirada fugazmente para después dirigirla al frente— ¿acaso temes que pueda hacerte algo? Porque llevamos coexistiendo tres semanas y en ningún momento te he tocado sin tu consentimiento o hecho daño—le recordó, haciendo que Earth se ruborizara.

—¿Por qué te molestas tanto en cuidarme? Llévame a un hospital público—expresó Earth, aturdido—ahí se harán cargo de mí.

Santa no respondió. Siguió conduciendo en silencio por alrededor de veinticinco minutos por el tráfico nocturno.

Earth se sobresaltó al darse cuenta que se dirigían a alguna parte fuera de la ciudad. El joven Alfa se incorporó a la carretera y condujo diez minutos hasta girar a la derecha en un camino de terracería, el cual a los pocos segundos se hizo plano y perfecto. Entre árboles y arbustos, fueron abriéndose paso a una cabaña de dos pisos muy hermosa en medio de un claro, rodeada de todo tipo de vegetación. Las paredes por fuera del primer piso eran de piedra con acabados de madera, y la parte de arriba, por lo que alcanzaba a ver, era de madera, tejas y vidrio. Todo estaba iluminado por faroles de luz rústicos.

Boquiabierto, miró a Santa y este se acercó un poco más antes de apagar el motor.

—Aquí vas a estar a partir de hoy—le informó, sin mirarlo y se quitó el cinturón de seguridad.

—Ya estoy mejor—repuso Earth—además, no es conveniente que me traigas a tu hogar.

—Debo mantenerte a salvo de mi primo y de ti mismo—inquirió el joven Alfa, y lo miró directamente a los ojos—y si intentas escapar, te encontraré—lo amenazó con voz trémula.

— Soy un completo extraño para ti, ¡No entiendo la necesidad de mantenerme contigo! Ya estoy mejor de mi brazo, a excepción de lo que ocurrió hoy—protestó el chico Gamma.

—Eres Katsamonnat Namwirote, pero te dicen Earth—comenzó a decir Santa, esbozando una sonrisa lobuna y recargando una mano sobre el volante mientras se acercaba cada vez más a él—mis abuelos, Amy y Robert Udompoch te brindaron la mitad de sus bienes y eso incluye nuestra empresa familiar. ¿Crees que voy a dejarte escapar, si mi futuro está en tus manos?

La respiración de Earth se agitó ante su cercanía peligrosa y sus palabras amenazantes. Él sabía todo.

—P-Puedo devolvértelo todo. Yo no quiero nada...—retuvo el aliento cuando Santa rozó su nariz en su mejilla y después descendió por su mandíbula hasta su cuello.

—Ahora no solo hueles a algodón de azúcar, sino también a arándanos—gruñó Santa y situó su mano izquierda en el delgado cuello del chico Gamma—y no encuentro otra explicación lógica, más que haber llegado a una sola conclusión.

—¿Qué tiene con que yo huela a eso?

—Son mis manjares favoritos... y jamás lo había olido en nadie.

Earth parpadeó, cada vez más histérico. Su corazón latía demasiado rápido y no sabía por qué. Una fuerte tensión... sexual relamió su piel y sus sentidos ante el tacto de ese chico.

—Debes estar equivocado, soy un Gamma—objetó Earth, impaciente por la situación.

—¿Un Gamma? ¿Quién carajos te mintió con eso? —bramó Santa, dejando de olfatearlo para enfrentar su mirada. Los ojos de Earth estaban entornados—por supuesto que no eres un Gamma. Eres lo menos parecido a uno.

—¿Qué quieres decir? —de nuevo estaba sucediendo. Ahora también ese joven Alfa le hacía dudar de su categoría.

—Adentro lo vas a descubrir—masculló Santa y bajó del vehículo. Lo ayudó a descender y volvió a tomar su mano con seguridad, llevándolo a la cabaña.

—¿Qué harás? —Earth temió por su vida.

Entonces Santa, se giró hacia a él y lo atrajo a su cuerpo con fuerza, quedando muy cerca los dos.

—Sanaré la herida de tu brazo por milésima vez y...—hizo una pausa, que usó para inclinarse más a la altura de él y sonrió maliciosamente, mirando con fijeza los perfectos labios rosas de Earth—posteriormente, te marcaré como mío.


.

.

.

LAMENTO LA DEMORA XD ESTUVE AUSENTE UNOS DÍAS, PIDO DISCULPAS :3

NO OLVIDEN VOTAR, COMENTAR Y COMPARTIR<3

Les dejo la casa de Santa, que es una cabaña donde Earth vivirá con él 6u6

Es para que se hagan una idea xd

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro