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───── capitulo dos

☾ *.゚。╻┃ CAPÍTULO 02
primeros encuentros ☾ *.゚。╻┃
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❝ somos iguales, al fin y al cabo. ❞
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1558, Beacon Hills

LA RESPIRACIÓN ACELERADA de Joseph lo delataba en las profundidades del bosque, su fina ropa se encontraba desaliñada y sus dedos limpiaban las gotas de sangre que caían de su labio. Sus oídos habían dejado de escuchar los gritos de los otros chicos que lo perseguían para molestarlo.

───¿estas bien? ───preguntó una voz a sus espaldas, Joseph se volteó asustado, sonrojándose hasta las orejas al encontrarse con aquella preciosa chica.

La conocía, claro que la conocía. Todos en Beacon Hills lo hacían. Sus padres habían sido unos reconocidos médicos, tristemente, habían muerto de la extraña enfermedad que había comenzado a esparcirse hace unos cuantos años. La muerte negra había comenzado a extenderse por Beacon Hills al punto de que la mitad de la población había fallecido.

───uh... yo... si, si, bien. Yo...

Adelaide alzó las cejas, esperando a que terminara o siquiera pudiera articular una oración completa. Se levantó sacudiendo su vestido levemente antes de darle una sonrisa seca, o el intento de ella. Le extendió la mano con seguridad y firmeza, algo típico en los Licaón.

───soy Adelaide, Adelaide Licaón. Eres Joseph, ¿no?

───uh, si... es un... gu-gusto. ───tartamudeó, aún sorprendido por la belleza de la muchacha. Siempre había sido un chico tímido, nervioso por naturaleza, pero había algo en Adelaide que lo volvía aún peor.

Su respiración se entrecortó cuando la vio acercarse con un pañuelo azul que tenía bordadas las iniciales de la muchacha, está se acercó y estiró su mano para limpiar la sangre de los labios de Joseph. Después tomó sus manos y comenzó a limpiarlas también.

───deberías lavarlas pronto, o tus heridas podrían infectarse. ───le dijo, viéndolo a los ojos.

Joseph comenzó a alejarse nervioso. ───no... no sería bueno para usted q-que nos vieran tan ju-juntos.

Adelaide dejó salir un suspiro para después encogerse de hombros.

───tengo cosas más importantes en mi cabeza como para prestarle atención a los rumores, Joseph. Además, puedes tutearme. Somos iguales, al fin y al cabo. A menos que pienses lo contrario. ───lo retó, cruzándose de brazos y alzando una ceja.

El muchacho negó nervioso, tragando saliva. Sabía a lo que Adelaide se refería, no era costumbre que las mujeres tuvieran un carácter fuerte y de ninguna manera una mujer respetable se hablaría de tu con algún hombre. De echo, la madre de Adelaide siempre había recibido malos comentarios y había sido juzgada fuertemente por la gente del pueblo, pero ella y su familia lo habían dejado pasar, regodeándose de las riquezas y conocimientos que tenían, sin importarles lo que pensaran los demás.

───te molestaría si te pregunto... ¿qué haces aquí sola?

Adelaide se dio la vuelta, para comenzar a recoger sus apuntes y notas, Joseph la siguió con rapidez y comenzó a ayudarla.

───pienso un poco. Estoy en medio de una investigación científica. ───la muchacha se levantó, tomando los apuntes de la mano de Joseph y lo escaneo de arriba a abajo levantando una ceja, con los ojos brillantes como si hubiera descubierto un tesoro oculto. ───y necesito a un hombre que cargue mi equipo pesado. Lo haría yo, pero guardo mis fuerzas y energías para pensar. Pero... ¿puedo confiar en ti?

───yo... no creo que eso sea para mi. Además, como le... te dije... n-no sería bueno que no-nos vieran pasar mucho tiempo juntos.

Adelaide bufo. ───bien, no esperaba mucho de todos modos. ¿Por qué querría a un chico cobarde para ayudarme en algo tan importante?

Años más tarde, Joseph recordaría con una sonrisa divertida la manera descarada con la que Adelaide lo había manipulado. Sin embargo, el Joseph joven e inocente, había caído directamente en la trampa de aquella muchacha increíblemente lista.

───¡espera! Lo haré... lo haré. ───murmuró, convenciéndose a sí mismo.

Adelaide sonrió victoriosa y asintió, pasándole los papeles.

───léelos y si entiendes algo, dime lo que piensas. Si no lo haces, será mejor que te acostumbres a cargar cosas pesadas.

Y ahí, en el bosque, ambos acabarían de firmar su sentencia. Aquella que años más tarde los haría separarse del otro por un largo tiempo.

( . . . )

2013, Beacon Hills

El sol ardía en los ojos de Chris Argent, que contrario a todo lo que habría creído cuando se retirara, estaba más tranquilo que nunca. El ex-cazador jamás se habría imaginado así mismo cortando la hierba de aquel jardín que él y su esposa habían comenzado a plantar. Pero sin duda, jamás se habría imaginado casado con la madre de un hombre lobo, aún menos, de un alfa.

Aún así, no podía quejarse. Los días grises se habían ido hace mucho tiempo y el constante dolor que cargaba desde la muerte de su hija por fin parecía alejarse, incluso cuando la recordaba todos los días, pensaba en ella cada que veía salir el sol y fantaseaba que era ella, su Allison, saliendo a protegerlo a él y a proteger a todos los demás como siempre había hecho.

Con Melissa hablaban mucho de ella, Chris recordaba todas las cosas que a la adolescente le gustaban de niña y su esposa lo escuchaba atentamente, sonriendo con tristeza al ver aquel brillo en los ojos de Chris cuando hablaba de Allison.

Esta tarde en especial, algo lo había llamado al viejo arco de Allison que lucia en el sótano, colgado como si fuera un trofeo. Lo era para Chris.

El hombre lucia cansado, más de lo normal. Pero eso no ahuyentaba las inmensas ansias que tenía por sacar aquel arco y usarlo una vez mas, Chris se despidió de Melissa y camino hacia el bosque, adentrándose y comenzando a disparar flechas a diferentes árboles.

Podría ser extraño, casi incapaz de comprender. Pero no había momento en el que se sentía más cerca de su hija que cuando usaba aquel arco. A veces, en las mañanas, después de una pesadilla relacionada con la muerte de Allison, salía cuidadosamente de la cama, intentando no despertar a Melissa y entonces se dirigía al bosque con el arco.

A veces ni siquiera lo usaba, no se sentía capaz. Simplemente se sentaba en la tierra, observando el arco y arrepintiéndose. Llorando en silencio y rogando que donde quiera que estuviera su hija, pudiera perdonarlo por no llegar a tiempo, por no poder protegerla.

Chris lanzó la última flecha que le quedaba, dando justo en el árbol y suspiró, antes de que su sentidos se alertaran al ver una silueta. Su respiración se cortó unos segundos, observando bien a aquella chica y comenzando a preguntarse si estaba alucinando. No era posible, no podía serlo.

El hombre comenzó a correr, cosa que pareció alarmar a la chica, que a su vez comenzó a huir rápidamente hasta perderse de la vista de Chris.

───¡espera! ¡Por favor! ¡Espera! ───comenzó a gritar, sin ninguna intención de seguir corriendo aún cuando ya la había perdido.

Unos brazos fuertes y juveniles lo detuvieron, los ojos del adolescente lo observaban preocupados. Chris se alejó de Liam suspirando, Theo llegó corriendo hasta quedar frente a él, la preocupación en los ojos de él era casi inexistente, pero ahí estaba.

───¿está todo bien, sr. Argent? ───le pregunto Liam, mientras Theo observaba alrededor, preguntándose qué era lo que tenía al pobre hombre de esa manera.

───la vi, Liam. Enserio estaba aquí.

Theo frunció el ceño, tomándolo por loco. ───¿a quien?

───Allison. Allison estaba aquí.

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