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𝐎𝟐 | 𝐄𝐁𝐔𝐑𝐍𝐄𝐎



 ❝ ebúrneo 


HAY SITUACIONES EN LAS QUE ESTOY EN UN TRANCE, mirando desde la ventana de mi habitación al único pájaro en los cables y el cielo blanco. Estoy en uno de esos ahora. Todo parece lento y seguro. Mi cabello gotea sobre mi espalda desnuda y el aire que pasa por la ventana me hiela la piel de las piernas y los brazos. Mis dedos y uñas algo largas, pasan por mi boca y tiran de la piel de mis labios. A partir de las 9 de la mañana tengo clases y clases hasta cerca de la diez de la noche. Pero son las 7, mi mente piensa en no quiero ir, y mi ropa espera en mi cama. Mi celular comienza a vibrar de forma seguida sobre la mesa y el teléfono fijo con ese sonido espantoso, suena a la vez. De repente abren la puerta de mi habitación sin previo aviso.

—Leo, Leo, ¿Qué es todo este bullero? ¿No leíste los mensajes? Hoy empezamos a las ocho, al doctor se le dio la gana de cambiar a último minuto.

—Mikasa, como siempre estás invadiendo mi privacidad —me giré sobre mi silla para verla. Lleva su traje celeste casi azul y el cabello amarrado, exclamó todo lo anterior con una expresión muy seria que hasta causaba gracia. El teléfono fijo dejó de sonar. Tomé mi celular.

—Eres muy lenta y ni te has puesto la ropa. Vamos en mi bici.

—¿Tu bici doble? —pregunté, aunque, en realidad esa es la única bicicleta que tiene.

Mikasa es mayor que yo por un año, pero estamos en el mismo ciclo. Vive a dos cuadras de donde vivo. Nos conocimos cuando yo apenas llegaba a Paradis como una chica perdida buscando hospedaje. Ella fue quien me recomendó la casa de los Grice, quienes tenían el segundo piso de su hogar, en alquiler. Es bastante curioso su estilo en cada ámbito. Conozco a la Mikasa de este momento, con la cara lavada, la pequeña coleta y sin ninguna joya en las orejas. Luego, días en que parece otra persona, con el maquillaje oscuro alrededor de sus bonitos ojos rasgados. Es una chica linda y fuerte.

La Ackerman comenzó a asentir mientras me veía colocarme el uniforme médico. Tomó uno de los peines que tengo sobre la mesilla y empezó a peinarse los cabellos que aún le caían en el rostro. Le presté un gancho negro.

—Cierto, no te conté que ayer en la noche, me encontré con Jean. Parecía haber bebido con sus amigos. Yo solo paseaba a mi Tyr.

—¿Qué? —pregunté casi riéndome mientras me subía los pantalones. Tyr es un perro grande y muy juguetón, pero su apariencia dicta todo lo contrario. Suelo verlo de lejos, no le tengo fobia alguna a los perros con cierta gravedad, pero prefiero no jugar tanto con ellos. Me divierto bastante solo con observar a otros divertirse con sus mascotas.

Pero, tal vez, solo es una forma de no sentir apego o conexión alguna a un animal.

Mikasa frunció los labios y se avergonzó cuando la miré curiosa.

—Jean es el chico nuevo ¿verdad? —pregunté. Hay muchos chicos con el mismo nombre en otras facultades. Pero, a diferencia de ellos, la pronunciación de su nombre es distinta. Diferente, un poco más alegre y cautivadora. Él se integró a nuestro grupo después del distinto papeleo de facultad, para trasladarse de una universidad francesa de prestigio, a la nuestra.

Es un chico carismático, con esa pinta de líder y fácilmente se acopló con los demás compañeros de carrera y de otras facultades, como la de Ciencias Económicas. Sin embargo, hace poco que parece tener interés en la Ackerman, o eso es lo que percibo. Mikasa es bastante centrada en sus estudios, y casi lo demás no importa, o eso es lo que puedo deducir. Jamás se percataría que un chico como Jean va tras ella.

—Sí, me cae bien —Sus ojos se posaron en la puerta—. Vamos, dejé la bici afuera.

—¿Por qué me cambias de tema de repente?

—¡Leo, te juro que no paso nada! —exclamó mientras sostenía la manija.

—Acabas de delatarte sola. —Le palmeé el trasero antes de bajar las escaleras con rapidez y ella detrás de mío casi pisándome los talones.

Mi amiga de cabellos oscuros se cubrió la boca, quizás para reírse. No es raro en ella, pero de igual forma siempre parece un acontecimiento genuino. Sonreí. Ella es un poco lenta en darse cuenta de las cosas más obvias.

—Pero me cae bien. —terminé de decir, mientras me colocaba al lado de Mika para abrir la puerta tras el final de la escalera. Para mi suerte, estas escaleras no conectaban al primer piso, donde vive la familia Grice, sino, iban hacia una segunda puerta al exterior, lo que me proporcionaba más privacidad, menos por el hecho de que Mikasa conocía a los Grice siempre se colaba a mi habitación para conversar, escuchar música o en las mañanas para ir juntas ya que somos compañeras de la Facultad de Medicina.

—Leo, tu cabello... —Mikasa susurra, como si fuesen las seis de la mañana y todos en la casa de los Grice estuvieran durmiendo. Pero ya falta poco para las ocho y definitivamente están despiertos. Por lo menos su hijo mayor, Colt. Lo sé, porque siempre suena ese clic clic clic del mouse en las noches, jugando un videojuego o realizando un trabajo.

—Lo amarraré cuando se seque un poco, se nos hace tarde —dije mirándola. Abrí la puerta y nos encaminamos hacia su casa a sacar la bicicleta tándem.

Es bonita. Los asientos y ruedas de color marrón caramelo, y lo demás de un plateado limpio. Creo que es esta bicicleta lo más personal que conozco de Mikasa Ackerman. No sabemos mucho sobre ambas. Lo que creemos saber, no son más que simples deducciones y creencias en base a nuestros comportamientos visibles. Estoy segura que ella no sabe cuál es mi postre favorito, porque nunca hablo de ese tipo de cosas, y ella no suele preguntarlas tampoco. Yo sigo pedaleando por la parte de atrás y ella toma el mando, pedaleando también. Supongo que así es como funcionamos. Y nos gustaba a ambas. Quizás hay elementos que no queríamos instigar a través de preguntas y simplemente nos conformábamos con solo ser "compañeras de facultad" y que lo único que sabemos es que ambas estudiamos lo mismo.

La brisa me toca el rostro con fiereza y solo me recuerda que estoy acostumbrada a esto. Estoy alejada de mi antiguo hogar, del único miembro de mi familia, de los amigos que hice en ese tiempo, porque no quiero sentirme lastimada otra vez. Paradis es como iniciar de nuevo. Otra vez en abstinencia. Otra vez, una nueva yo, abordando a todos con cautela, como si temiese cometer los mismos errores ya cometidos en otro lugar que abandoné como si no importara para mí. Pero, olvido frecuentemente que no existirá otro como él en este lugar, así que estoy segura.

Así que miro la ciudad y poco a poco, ese punto, se vuelve una figura y se transforma en un edificio, y luego otro, y otro. Grande. Llegamos a la puerta número 5 de la universidad, donde se puede llegar más rápido a la reunión. Mikasa guardó la bicicleta dentro del campus, asegurándola junto a otras. Sasha llegó corriendo a nuestro lado, parecía haber realizado un maratón. Sin embargo, lucía mejor peinada que yo, aunque con cierto rastro de brillo y tintura que parece que intentó quitar, bajo los ojos. Mikasa lo notó rápidamente y despidiéndome por un momento, se fueron juntas al baño a encargarse de limpiar todo rastro de maquillaje del rostro de la Blouse. Subí las escaleras al segundo piso sola, con cada persona que me saludaba. Me reconocen por haber obtenido el mejor desempeño en el ciclo anterior y francamente no me molestaba, pero a veces, me invadían las ganas de esconderme solo por un rato o de regresar al primer ciclo donde nadie sabía mi nombre.

—Hey, Leonor, ¿crees que es tarde? —Jean sube las escaleras casi llegando a mi lado. Me sorprendí.

—No, estamos a quince minutos, vi al Doctor Ackerman aún en el piso inferior.

—Ah, qué bueno, pensé que estaría esperándonos con desaprobación en la sala de conferencias. Veo que Mikasa no está contigo...

—Viene en minutos, no te preocupes. —dije, aunque por dentro quiero reírme. Él es muy notorio. Jean Kirschtein se rio primero mientras me pregunta a qué se debía mi respuesta. Su acento es marcado, no lo he notado antes debido a que no suelo hablar mucho con él.

Una vez llegué al segundo piso, saqué algunos libros del casillero que revisaría después de la conferencia, en un intermedio libre de clases. Me amarré el cabello, aunque con un poco de fastidio pues seguía húmedo. Miré mi calzado blanco y suspiré. Sin embargo, al notar pasar al doctor Ackerman cerca de donde estoy, cerré el casillero y me encaminé hacia la sala de conferencias con cierta prisa, mierda, me quedé divagando solo un momento y debo entrar al lugar antes que el doctor.

—Fiore.

Mierda.

—Sí, Doctor Ackerman.

Su mirada seria me causó cosquillas. Parpadeé un par de veces esperando lo que tenga que decir. Nos detuvimos poco antes de entrar a la dichosa sala. Algunos compañeros que pasaban a nuestro lado, me miraban como diciendo "gracias por detener al doctor aquí" pues llegaban con minutos de retraso.

—Justamente quería contactarte ayer, pero no quería arruinar uno de tus pocos días libres. Hoy llegará al plantel el doctor Smith, de la universidad inglesa y quiero que seas su alumna de apoyo en las prácticas que se van a realizar—menciona mientras observa los apuntes de una libreta que trae en manos, luego observa el reloj. Su distinguido cabello negro es casi un símbolo de su apellido—. Asimismo, él va a supervisar el trabajo que realices, también el de tus compañeros. Te elegí viendo tu historial de desempeño así que después de esta conferencia, en la clínica de prácticas comenzará tu desempeño del día.

Ambos entramos juntos a la sala de conferencias. Me es imposible no sonreír, esta es una gran oportunidad para mí, debo dar mi mejor esfuerzo. Mikasa parecía estar esperando algo angustiada, pero al verme entrar a la sala, me echó esas miraditas de "ven aquí, rápido". La de cabello negro es familiar del doctor. Pero eso no lo supe hasta hace pocas semanas incluso sabiendo sus apellidos. No tenían casi nada físicamente común, a excepción de los rasgos delicados en la zona de mandíbula y mentón.

Entonces se dio inicio a una larga conferencia, y la presentación del doctor Smith, al que todos no conocíamos mucho hasta que leímos uno de sus artículos de investigación médica acerca del Síndrome de Cotard ya que fue premiado y reconocido. Tenerlo en la universidad, mostraba un avance de esta. No obstante, tenerlo de pie frente a nosotros, con la bata médica blanca, se me hizo familiar. Sus cabellos rubios y los ojos azules ensoñadores, mas el olor a hospital característico... No puedo descifrarlo.

—Buenos días, soy el Doctor Erwin Smith y esta primera mitad de semestre, estaré supervisando las prácticas...

Siguió hablando acerca de su trayectoria médica y de pronto, lo recordé: Es el hombre extranjero que vi en la playa, cuando estaba con Yelena y Sasha. Al instante, me avergoncé.


. . .


Son casi las 10 de la noche y estoy guardando en mi casillero los libros que revisé y sacando una de mis camisetas limpias para colocarme, desechando también la mascarilla, los guantes y el gorro. Me planteo muchas cosas cada día, especialmente hoy se me dio por preguntarme: ¿por qué medicina, Leonor? Y no supe qué responder. Solo quería estar lejos. La única universidad sobresaliente en medicina en el país, es la de Paradis. Ojalá los sucesos indeseables puedan ser desechados de la mente, así como un guante quirúrgico sucio. Pero están ahí. Los recuerdos de escuela media, quizás era muy feliz y no lo sabía, o quizás era muy infeliz y recién me doy cuenta. Mikasa se fue a toda velocidad apenas dieron las 9 y media y ya había terminado todo por hoy, tiene una agenda apretada ya que últimamente se ha puesto a trabajar sirviendo bebidas en un night-club cerca a la playa en el turno madrugada. Y es justo ese lugar, el que el grupo de compañeros de la facultad logró alquilar para realizar una fiesta el fin de semana.

Me metí al ascensor esta vez para bajar al primer piso. Me duelen las piernas después de andar de un lado para el otro y aún con los nervios que tuve en medio de las prácticas tras ayudar al Doctor Smith. Las puertas se abrieron y cuando miré al frente para poder salir hacia el campus, aún quedaban algunos doctores y alumnos dentro de las instalaciones. Caminé por las veredas fuera del edificio de mi facultad al percatarme que la puerta número 5 parece estar cerrada.

Una vez fuera, pensé en pasear un rato, sola, crucé la pista mientras me movía entre la gente de vida bohemia que disfrutaba de los bares y de las compras antes de la medianoche. Las luces amarillas, las risas y el olor a café y licor se impregnaban en el ambiente de callejón. Me solté el cabello que tenía amarrado en un moño y guardé la liga en un bolsillo. Un hombre joven salió de una de las casas chocando conmigo, provocándome cierto tambaleo en las piernas. Fue mi error por caminar siempre casi pegada a las casas. Si embargo, no escuche una "disculpa" de su parte. Y yo tampoco pude pronunciar alguna cuando lo observé.

Tú.

Eren Jaeger.

Sus cejas oscuras y su cabello, que recordaba corto, ahora es largo y castaño. Y su mirada viva, característica suya en la escuela media, ahora parece apagada en un verde azulado homogéneo sin puntos de luz. Tomó mi muñeca despacio, como si supiera que de igual forma no pondría resistencia. Entreabrió la boca y pronunció:

—Te encontré.

Entonces, recordé: Yo abandoné a Eren Jaeger cuando me percaté que mi estabilidad mental comenzó a caer en picada cada vez que estábamos juntos. Lo cual es paradójico, porque siempre reíamos cerca el uno con el otro en una epifanía mental cuando éramos adolescentes. Pero nada era real, los recuerdos eran borrosos como una mala borrachera. Siempre había adorado cuando metía aquel papel si sabor en mi boca, y luego creía ver miles de formas salir de él, como espirales, luces de color rojo, miles de manos, miles de ojos.

Otra vez esa brisa marina violenta, esa mirada que dice "me necesitas, siempre me has necesitado".

Sin embargo, yo fui quien se alejó de él primero, entonces ¿No eres tú, Eren Jaeger, quien depende más de mí?


▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑! ⊱

Planeaba subirlo ayer, pero se me ocurrió otra cosa para reformular mi idea de los capítulos y aquí estamos <3 Espero que les haya gustado !! Cuídense mucho.

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