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—¡Muchas gracias, señor Jimin! —La voz del niño, dulce como el caramelo, se elevó en el aire, haciendo que una sonrisa tierna floreciera en el rostro de Jimin. Con movimientos cuidadosos, extendió la película al que parecía ser su último cliente del día, observando cómo los pequeños dedos del niño se cerraban alrededor de la caja con una emoción palpable. La luz tenue del videoclub destacaba los destellos de entusiasmo en los ojos del niño, resaltando su inocencia y pureza.

—¡Disfruta la película, pequeño aventurero! —Respondió Jimin con amabilidad, deseándole una agradable noche. El niño, con ojos brillantes de ilusión, se alejaba trotando hacia su madre, que lo esperaba con una sonrisa paciente junto a la puerta del videoclub. Al desaparecer sus figuras por la puerta, Jimin soltó un suspiro de alivio, sintiendo una cálida satisfacción por el deber cumplido. Observó cómo la madre acunaba al niño con ternura, envolviéndolo en un abrazo reconfortante antes de partir hacia la noche oscura.

—Los viernes siempre son ajetreados aquí, Jimin. Pensé que ya te habías acostumbrado. —La voz de Min Yoongi, su mejor amigo y compañero de trabajo, rompió el silencio, arrastrando las palabras con una familiaridad que hablaba de años de amistad. Observaba a Jimin dirigirse a la recepción del videoclub, donde la vieja computadora parpadeaba. A pesar de los dos meses transcurridos desde que Jimin había comenzado a trabajar en aquel santuario de historias en celuloide, los viernes, con su marea de clientes buscando escapar en las películas del fin de semana, aún lo abrumaban. El sonido amortiguado de los pasos de los clientes resonaba en las paredes, creando una atmósfera acogedora y vibrante.

Una vez que el local quedó en un breve silencio, solo interrumpido por el zumbido de la computadora, ambos aprovecharían para sumergirse en su juego favorito: Super Mario World 3. La computadora, testigo silencioso de sus victorias y derrotas, les esperaba, siempre y cuando siguieran una regla clara: podían usar la computadora siempre y cuando no descuidaran sus labores. Una regla nacida de la necesidad, pues en sus primeros días, los juegos habían sido una sirena cantando, atrayéndolos lejos de la realidad y sus responsabilidades. El murmullo suave de la música del juego llenaba el espacio, mezclándose con el silencio reconfortante del videoclub.

Yoongi necesitaba ahorrar dinero para el tratamiento médico de su madre, y a Jimin le estaban prohibidos los juegos por su propia disciplina, así que jugar sin que sus padres se enteraran era un riesgo. Suspiraron aliviados al poder disfrutar de aquel pequeño escape, aunque efímero, de sus preocupaciones y responsabilidades.

—Odio los fines de semana, parece que todos se ponen de acuerdo para alquilar películas. ¡Son un fastidio! —Jimin gruñó, aunque el brillo en sus ojos traicionaba su verdadero amor por el bullicio y la vida que traían esos días. Adoraba ver a familias ponerse de acuerdo para ver una película juntos; algo tan simple como eso era capaz de hacerle pensar que fuera de las paredes de su casa, existían familias que compartían momentos juntos. La energía vibrante del videoclub los envolvía, creando un ambiente acogedor y lleno de vida.

Se acomodó en la silla, su primera partida después de un día completo de trabajo esperándolo. Su mano izquierda descansaba sobre su mejilla, la piel suave contra sus dedos, mientras la otra se movía con precisión de experto sobre el mouse, navegando hacia el menú principal del juego. La luz parpadeante de la pantalla iluminaba su rostro con un resplandor suave, revelando la emoción concentrada en su expresión mientras se preparaba para sumergirse en su mundo virtual.

—¡Oye! ¿Te enteraste de lo que ocurrió en la tienda de enfrente? —Yoongi interrumpió sus preparativos para la partida con una pregunta cargada de chismes. Jimin admiraba esa cualidad en Yoongi, su habilidad para estar siempre al tanto de los susurros de la calle. Era gracias a él que Jimin sabía de los lazos invisibles que conectaban el videoclub con la tienda de cómics de la otra calle, de los secretos que se escondían entre sus estantes, y no menos importante, de sus horarios de trabajo que a veces confundía.

—¿Hmmmm? No sé de qué me estás hablando, Yoongi. —Jimin frunció el ceño, su interés despertado por la curiosidad. Su mente se llenaba de especulaciones mientras esperaba ansioso escuchar el último chisme de la calle.

—Escúchame con atención: un hombre fue a hablar con el jefe Kim en Comicsan porque su hijo compró la revista Budds... —Yoongi se inclinó hacia adelante, su voz bajando a un susurro conspirativo. Jimin se inclinó también, su partida olvidada por el momento, mientras Yoongi le contaba del altercado en la tienda de cómics, de las palabras duras y las miradas avergonzadas. La luz tenue del videoclub bañaba sus rostros, acentuando las sombras en sus expresiones, mientras compartían ese momento de confidencia.

—¡Jieun por poco casi le tira un florero en la cabeza al hombre! Agradezco que Seokjin se encontraba ahí, en caso de que Jieun estuviera ahí sola, las cosas se habrían salido de control, ya sabes, ella no es alguien que sepa separar lo profesional de su forma de pensar. —La voz de Yoongi llevaba consigo un toque de asombro y preocupación, como si aún estuviera procesando la intensidad del incidente.

Kim Seokjin, el cajero de la tienda de cómics, había manejado la situación con una calma envidiable, parecía tener la paciencia de un santo, a diferencia de su compañera de trabajo, Lee Jieun, cuya pasión por la justicia casi la lleva a enfrentarse con el hombre.

—Oh... y... ¿tú qué piensas al respecto? —Jimin preguntó, su voz neutral pero sus ojos revelando la tormenta de pensamientos que se agitaban en su interior. La mirada de Jimin buscaba la de Yoongi, como si esperara encontrar en sus ojos una guía para entender mejor el mundo que los rodeaba.

—Pues, opino que es solo una revista y que hay personas que están muy cerradas de mente. ¿Acaso no puede alguien leer una revista simplemente porque trata sobre la homosexualidad? ¡Por favor! me parece ilógico que una revista sea controversial por eso. Al fin y al cabo, las parejas homosexuales no son diferentes a las parejas heterosexuales, son dos personas amándose. —Yoongi expresó su opinión con una firmeza que resonaba en las paredes del videoclub, su voz era un estandarte contra la intolerancia. Sus palabras llenaban el espacio con un sentido de determinación y convicción, desafiando cualquier sombra de discriminación.

Jimin y Yoongi, amigos desde la infancia, compartían más que recuerdos de la escuela; compartían ahora el día a día en el videoclub View, un lugar que se había convertido en su segundo hogar desde que vieron aquel cartel buscando empleados. A pesar de los años de amistad, Jimin se encontraba en una encrucijada de silencios y medias verdades cuando el tema de la sexualidad emergía en sus conversaciones. Las afirmaciones de Yoongi sobre su apertura a todas las orientaciones chocaban, a veces, con actitudes que decían lo contrario, dejando a Jimin en un mar de dudas y temores no expresados. La complicidad entre ellos era palpable, pero también lo eran las barreras invisibles que a veces los separaban.

La puerta del despacho se abrió con un chirrido familiar, anunciando la presencia de Kim Namjoon, el jefe del videoclub. Su figura alta y seria, con cabello castaño peinado con gel y un traje que le confería un aire de autoridad, contrastaba con su personalidad afable y sonriente. Namjoon era un hombre que creía en el poder de la sonrisa, incluso cuando no había razones para ello, una filosofía que practicaba como un mantra diario.

—Si están usando la computadora, supongo que no ha venido nadie más, ¿verdad? —preguntó Namjoon, su tono ligero pero cargado de implicaciones. Jimin y Yoongi interrumpieron sus actividades, conscientes de la importancia de mantener la confianza de su jefe. La presencia de Namjoon agregaba una capa de solemnidad al ambiente, recordándoles sus responsabilidades y la necesidad de mantener un equilibrio entre el trabajo y el juego.

—Jefe Kim, ¡por supuesto! Usted sabe cómo somos, jamás usaríamos la computadora durante el horario de trabajo, se lo aseguro. —La voz de Yoongi traicionaba un nerviosismo que intentaba ocultar bajo capas de sarcasmo. La tensión en el aire era palpable, reflejando la importancia de mantener la confianza y el respeto en el lugar de trabajo.

—Hmm, espero que sea cierto, Yoongi. En fin, no olviden la rutina de siempre al cerrar: Jimin, ordena los estantes con las películas que quedaron en las cajas, y Yoongi, estate atento por si aparece alguien más. Es viernes, así que siempre puede aparecer algún cliente en cualquier momento. Los veo mañana, chicos. ¡Terminen bien la jornada! —Las instrucciones de Namjoon marcaban el final de otro día laboral, y se retiró a su hogar, donde lo esperaba su esposa. La despedida de Namjoon resonaba en el silencio del videoclub, recordándoles la importancia de la responsabilidad y el compromiso en su trabajo diario.

Jimin se acercó a los estantes con una resignación que pesaba en sus hombros. No era el trabajo en sí lo que le desagradaba, sino la monotonía de ordenar las películas, una tarea que le provocaba un tic nervioso, como si un desorden inadvertido pudiera desencadenar un caos imperdonable. Cada movimiento era deliberado, cada película manipulada con cuidado como si fuera una joya frágil. Se sumergió en la tarea con meticulosidad, asegurándose de que cada película encontrara su lugar preciso. Los estantes, testigos silenciosos de su labor diaria, se alzaban como monumentos a su dedicación.

Mientras tanto, la música que emanaba del reproductor de cassettes llenaba el espacio, una melodía que Yoongi había seleccionado conociendo el efecto calmante que tenía en Jimin. La canción se convirtió en su compañera, tejiendo un telón sonoro que envolvía cada movimiento con su suave cadencia. Las notas se deslizaban en el aire, formando un refugio temporal donde el estrés y las preocupaciones se desvanecían ante la armonía de la música.

Antes de ordenar las películas, Jimin inspeccionó cada título en la caja, como un bibliotecario que conoce cada libro por su portada. Sus ojos escudriñaban cada detalle, cada palabra impresa en las carátulas, mientras su mente catalogaba y organizaba. Aunque la cantidad no era abrumadora, se dedicó a la tarea con la precisión de un relojero, colocando cada cinta en su lugar designado. No era solo un trabajo; era su ritual de cierre, un momento de calma antes de volver a la realidad de su hogar.

Dejar la universidad había sido una decisión que pesaba en su mente, una elección forzada más por las circunstancias que por voluntad propia. Los ecos de lo que pudo haber sido resonaban en cada esquina del videoclub, un recordatorio constante de un camino desviado. Cada película era un recordatorio de las posibilidades perdidas, de los sueños abandonados en favor de la necesidad.

La campana sobre la puerta tintineó, una melodía que anunciaba la llegada de un cliente. Jimin optó por continuar con su labor, dejando que Yoongi manejara la situación. Se sumergió de nuevo en su tarea, pero su concentración se vio interrumpida en cuanto se inclinó hacia la izquierda para tomar la próxima película. La presencia de Jungkook, cuya figura se recortaba contra los estantes de películas, fue suficiente para que los nervios se apoderaran de él. La tensión flotaba en el aire mientras se preparaba para enfrentar lo que fuera que Jungkook trajera consigo. Cada músculo de su cuerpo se tensaba, anticipando el encuentro que estaba por venir.

El joven era un cliente habitual, pero cada visita traía consigo una oleada de emociones que Jimin apenas comprendía, emociones que se manifestaban en una sonrisa involuntaria y un vuelco en el estómago. El tiempo parecía detenerse cuando Jungkook estaba cerca, como si el universo se inclinara hacia ellos en un susurro de posibilidades. Los miedos y preocupaciones se disipaban en su presencia, reemplazados por una alegría inexplicable que Jimin no sabía cómo nombrar.

Jungkook se movía con una gracia despreocupada, su cabello negro enmarcando su rostro juvenil con una naturalidad que Jimin encontraba hipnotizante. Sus jeans holgados y su buzo en tonos azules y morados le daban un aire casual, cómodo en su propia piel. Aunque no superaba a Jimin en altura, había algo en su presencia que lo hacía parecer más grande, más imponente.

Intentando no perturbar la tranquilidad del cliente, Jimin retomó su tarea, intentando lucir lo más calmado posible, o al menos, dar a entender eso. Sin embargo, su pulso se aceleró y luchó por mantener la voz firme cuando Jungkook se dirigió a él.

Jimin se detuvo en seco en cuanto escuchó la voz de Jungkook romper el silencio, acompañada por la suave melodía de "Heaven" de Bryan Adams que flotaba en el aire. La canción parecía envolverlos en una atmósfera íntima, haciendo que el corazón de Jimin latiera con fuerza y que una corriente de electricidad recorriera su cuerpo, dejándolo momentáneamente sin aliento. Observó cómo la luz de la lámpara de la tienda iluminaba el rostro de Jungkook, resaltando sus rasgos y creando un aura de misterio y calidez en la habitación.

—Amm... ¿Disculpa? —la voz de Jungkook sonó suave pero clara, sacando a Jimin de sus pensamientos. Se giró hacia él, encontrándose con una mirada que le resultaba tan familiar como desconcertante, pero al mismo tiempo, reconfortante y emocionante. Los ojos de Jungkook brillaban con curiosidad, reflejando la luz tenue que llenaba la tienda.

—Oh... Jungkook, eres tú. ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó Jimin, tratando de mantener la calma a pesar de la oleada de emociones que lo embargaban. Su voz estaba teñida de un entusiasmo que no podía ocultar, aunque intentaba mantener una fachada de profesionalismo. Sus manos se aferraban ligeramente al borde del mostrador, sintiendo la textura lisa y pulida de la madera bajo sus dedos.

Jungkook le devolvió la sonrisa, una sonrisa que parecía iluminar la habitación y hacer que el corazón de Jimin se acelerara aún más.

—Estoy buscando una película de esta categoría y... la verdad es que no sé cuál elegir. La última vez que vine, me recomendaste "El joven de manos de tijera" y fue una gran elección... pero hoy quiero algo diferente. —Jungkook miró a Jimin con una confianza que hacía que el corazón de Jimin se sintiera como si estuviera en vuelo libre. Sus palabras resonaban en el aire, mezclándose con la música de fondo y creando una melodía propia.

Jimin se tomó un momento para realmente ver a Jungkook, para apreciar la curiosidad en sus ojos y la forma en que su cabello caía perfectamente sobre su frente. Había un encanto en Jungkook que Jimin no podía ignorar, y eso lo hacía sentir nervioso, pero también emocionado y lleno de esperanza. La luz de la lámpara jugueteaba con las sombras en su rostro, añadiendo un aire de misterio y romance a su presencia.

—Algo diferente... hmmm —Jimin buscó en su memoria, queriendo ofrecerle a Jungkook una opción que valiera la pena—. ¿Qué tal "The Breakfast Club"? Es una película que ha sido muy popular hoy... y esta es una de las últimas copias que quedan. Observó cómo la luz de la lámpara se filtraba a través de las estanterías, iluminando los títulos de las películas y creando sombras danzantes en el suelo de madera.

La sonrisa de Jungkook se ensanchó, y Jimin sintió una oleada de calor subir por su cuello. La atmósfera en la tienda parecía cargada de anticipación, como si estuvieran al borde de algo emocionante y desconocido.

—¿Sería demasiado si te pregunto de qué trata? —Jungkook inclinó la cabeza, su sonrisa ahora una mezcla de juego y genuino interés. Sus ojos brillaban con la emoción de descubrir algo nuevo y emocionante.

Jimin se sintió animado por el interés de Jungkook y decidió profundizar en la conversación. Un rayo de luz iluminaba su rostro, destacando los matices dorados de su piel y resaltando la calidez en sus ojos.

—¡Por supuesto! Estoy aquí para eso, para guiarte en tu elección. Y como eres uno de nuestros clientes más queridos, es un placer para mí. "The Breakfast Club" es sobre un grupo de adolescentes muy diferentes que son obligados a pasar tiempo juntos. Aunque al principio chocan, descubren que tienen más en común de lo que pensaban. Es una película que aborda temas como la identidad, la aceptación y la importancia de ser uno mismo. Jimin se esforzó por transmitir su entusiasmo, dejando que sus palabras fluyeran con la misma naturalidad que la luz de la lámpara se filtraba a través de las cortinas.

Jungkook asintió, su interés claramente capturado por la descripción de Jimin. Un destello de emoción brillaba en sus ojos, reflejando la pasión que Jimin sentía por el cine.

—Suena interesante. Creo que me gustará. ¿Algún otro clásico que me recomendarías? —preguntó Jungkook, inclinándose un poco más hacia el mostrador, como si estuviera esperando ansioso más recomendaciones de Jimin. La emoción brillaba en su rostro, iluminando sus rasgos con una calidez contagiosa.

Jimin se sintió emocionado por la oportunidad de compartir más películas con Jungkook, y comenzó a hablar sobre otras películas clásicas que podrían interesarle. La conversación fluía entre ellos, y Jimin se encontró disfrutando cada momento de su interacción con Jungkook. La luz de la lámpara bañaba la habitación en un resplandor dorado, creando un ambiente cálido y acogedor que parecía envolverlos en una burbuja de intimidad.

Jimin sonrió, encantado de poder compartir su pasión por el cine con Jungkook. La felicidad brillaba en sus ojos, reflejando la alegría que sentía en ese momento.

—Bueno, otra película que te recomendaría es "Mi vecino Totoro" del director japonés Hayao Miyazaki. Es una película de animación que ha estado causando sensación últimamente. Es una historia encantadora sobre dos niñas que se mudan al campo y descubren criaturas mágicas en el bosque cerca de su casa. Es perfecta para toda la familia. La emoción resonaba en la voz de Jimin, dejando claro su amor por la película.

Jungkook asintió con interés, tomando nota mental de la recomendación de Jimin. Una sonrisa brillaba en su rostro, reflejando la emoción que sentía por descubrir nuevas películas.

—Gracias, Jimin. Definitivamente revisaré esas películas. ¡Eres un gran recomendador de películas! —dijo Jungkook con una sonrisa, haciendo que el corazón de Jimin diera un vuelco de felicidad. La emoción brillaba en sus ojos, reflejando su gratitud y aprecio por la ayuda de Jimin.

Jimin se sintió abrumado por la calidez de los elogios de Jungkook, y rápidamente trató de mantener la compostura. Una sonrisa radiante iluminaba su rostro, reflejando la felicidad que sentía en ese momento.

—¡Gracias a ti, Jungkook! Siempre es un placer ayudarte a encontrar la película perfecta. ¿Necesitas algo más hoy? —Jimin se esforzó por mantener la calma, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.

Jungkook negó con la cabeza, agradecido por la ayuda de Jimin. Una sonrisa cálida curvó sus labios, mostrando su gratitud por la ayuda de Jimin, quien sintió como los latidos de su corazón comenzaban a acelerarse.

—No, creo que eso es todo por hoy. Pero definitivamente volveré pronto para contarte qué tal fueron las películas. Y tal vez podríamos hablar más sobre cine la próxima vez. La emoción brillaba en los ojos de Jungkook, mostrando su entusiasmo por volver a encontrarse con Jimin.

Jimin asintió emocionado ante la idea de poder pasar más tiempo con Jungkook. Una sensación de anticipación burbujeaba en su pecho, llenándolo de emoción por lo que el futuro podría traer.

—¡Por supuesto! Estaré aquí esperando tus comentarios. Nos vemos pronto, Jungkook. Jimin se despidió con una sonrisa, viendo cómo Jungkook se alejaba con las películas en la mano. Una sensación de calidez y felicidad llenaba su pecho, dejándolo con una sensación de emoción y anticipación por lo que el futuro podría traer. Los latidos de su corazón seguían el ritmo de la melodía que flotaba en el aire, una melodía que parecía susurrar promesas de posibilidades infinitas.

¿Pero cómo hacer pensar eso? Ni siquiera sé si él es gay, lo más seguro es que solo este siendo amable conmigo... Patético, Park Jimin, patético.

Jungkook se despidió desde lejos, su sonrisa radiante parecía iluminar el lugar, mientras Jimin, sin darse cuenta, lo observaba hasta que su figura se desvaneció tras la puerta. Un suspiro inadvertido escapó de los labios de Jimin cuando finalmente volvió a su puesto detrás del mostrador, donde Yoongi lo aguardaba con una ceja arqueada en un gesto que combinaba diversión y reproche.

La atmósfera del videoclub parecía tranquila, iluminada por la luz tenue de las lámparas y el suave zumbido de los viejos equipos electrónicos. Era un lugar donde el tiempo parecía detenerse, donde cada encuentro con un cliente traía consigo una historia por descubrir.

—Tengo la sospecha de que ese chico quiere ser tu amigo y tú no le correspondes muy amigablemente. —comentó Yoongi, su tono resonaba entre la burla y la preocupación.

—¿Amigable? ¿De qué estás hablando? —Jimin frunció el ceño, genuinamente confundido, rechazando la idea de que su actitud hacia el cliente pudiera ser interpretada de manera diferente.

—Vamos, Jimin. Ese chico solo viene a hablar contigo. Conmigo apenas intercambia un par de palabras al pagar las películas y saludar; parece como si viniera exclusivamente a verte a ti... —Yoongi lo miró con una sonrisa burlona, como si disfrutara del desconcierto de Jimin.

—Dudo que sea así, Yoongi... simplemente es un cliente más y ya. —Jimin desvió la mirada, incapaz de aceptar la posibilidad, temeroso de ilusionarse.

—¿Por qué no? Desde que empezamos a trabajar aquí, he notado algo en él. Piénsalo, recuerda ese primer día que trabajamos juntos. —Yoongi lo instó a recordar, y Jimin no pudo evitar que su mente regresara al pasado.

Jimin reflexionó sobre aquel día ¿Cómo olvidarlo? Había llegado tarde, y el lugar era un completo caos. Yoongi estaba solo, lidiando con todo, y Jimin se había terriblemente culpable. ¿Qué clase de amigo era si no lo ayudaba en el trabajo? Tan pronto como llegó, se puso manos a la obra, atendiendo a los clientes, ofreciéndoles recomendaciones y asistencia. Con Jimin allí, la carga de Yoongi como cajero se alivió considerablemente.

Después de atender a la avalancha de clientes, fue cuando Jimin recibió la tarea de organizar las películas en los estantes vacíos del local. Aunque lo hizo con pocas ganas, consciente de la importancia de su labor, no evitó sentirse abrumado por el tedio de la tarea.

Al intentar alcanzar los estantes más altos, tomó una silla pequeña y comenzó a colocar las películas allí. Absorto en su labor y actuando casi como un autómata, no se dio cuenta de que se inclinaba demasiado para tomar una película y perdió el equilibrio, cayendo sobre otra persona... una persona que creía era Yoongi, pero no lo era.

Jimin se levantó apresuradamente, tratando a la persona debajo de él como si fuera Yoongi, sin darse cuenta de que era el rostro de un cliente desconocido lo que encontró al mirar hacia abajo. Unos ojos grandes y expresivos lo miraban con una mezcla de preocupación y vergüenza, una timidez palpable en su mirada. Jimin se sintió un torbellino de nervios, su primer día de trabajo y ya había cometido un error monumental.

—¡Diablos Min! ¡Te he dicho mil veces que no estés cerca mío cuan-

Jimin fue interrumpido abruptamente por la mirada preocupada del joven bajo él. La vergüenza lo embargó al darse cuenta de su confusión, y sus palabras se desvanecieron en el aire.

—No puede ser, y-yo pensé que eras mi compañero de trabajo... no creí que habría un cliente por aquí cerca sino no habría dicho... —balbuceó Jimin, su voz entrecortada por la sorpresa y la vergüenza.

—No se disculpe, son cosas que pueden pasar, pero ¿usted está bien? —El joven, con ojos que parecían capturar la esencia de la preocupación genuina, tomó a Jimin de las muñecas, ayudándolo a estabilizarse. Jimin, aún aturdido, no podía apartar su mirada de aquel cliente que irradiaba una dulzura inesperada.

—Ah, estoy bien, no te preocupes. —respondió Jimin, intentando recuperar algo de compostura.

—¡Pero te has raspado aquí! ¿Estás seguro que no te duele? —El joven señaló con sus pulgares los rasguños en los brazos de Jimin, su tono lleno de una preocupación que parecía ir más allá de la cortesía superficial.

A pesar de los raspones en su brazo, la sensación de haber tropezado y caído sobre un cliente era algo que no se borraba fácilmente de su memoria. La vergüenza y la preocupación se mezclaban en su interior mientras recordaba aquel momento embarazoso.

—En todo caso, yo debería preguntarte a ti si estás bien, fui yo quien cayó sobre ti. —Ambos compartieron una risa, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. Las manos del joven aún sostenían a Jimin, y sus miradas estaban fijas la una en la otra, hasta que de repente, fue el joven quien rompió el hechizo.

—¡Oh! No te preocupes por mí, yo estoy bien. —dijo, soltando las muñecas de Jimin con una suavidad que dejó a este último sorprendido por la delicadeza del gesto.

—Déjame compensártelo. —Jimin se dirigió al estante donde estaban las películas, buscando entre ellas la perfecta para recomendar. Finalmente, la encontró y la tomó en sus manos. —Llévatela gratis, viene de la casa. Caí sobre ti y probablemente te lastimé y no quieres decírmelo, así que... acéptala como una disculpa.

—¡Vaya! No esperaba esto, es decir, si vine a llevar una película pero no de forma gratuita... solo, cura esos raspones y... —El joven fue interrumpido antes de que pudiera terminar.

—¡Jimin! ¿Estás bien? —La voz preocupada que se acercaba corriendo era la de Yoongi.

—¿Crees que si me hubiera absorbido un alien te habrías enterado? —respondió Jimin con un toque de sarcasmo.

—Ya... ¡No seas tan dramático! ¿Él comprará una película?

—Él n...

—¡Amm, sí! Voy a comprarla. —dijo con decisión.

—Entonces te guiaré hacia la caja, acompáñame. —Yoongi tomó la iniciativa, y Jimin le lanzó una mirada fruncida, a lo que el joven respondió con un guiño y una sonrisa cómplice.

La curiosidad de Jimin era más fuerte que su deber de ordenar las películas restantes en los estantes. Así que, de manera "discreta", se acercó a la caja donde su amigo estaba atendiendo al joven, observando "discretamente" cómo pagaba la película que Jimin había ofrecido gratis.

—Entonces eso es todo. ¡Gracias por su compra! —exclamó Yoongi, cerrando la transacción.

—¡Gracias a ustedes! —respondió el joven con una sonrisa.

—¡Oh espera! Somos nuevos en nuestro trabajo, pero tomamos en serio lo que nuestros clientes nos dicen. Por ende, el jefe nos pide que ofrezcamos cierta atención a los clientes más cinéfilos. ¿Te interesaría esto? —preguntó Yoongi, ofreciendo una oportunidad adicional.

—¡Por supuesto! Soy un fanático de las películas. —El entusiasmo del joven era evidente.

—Entonces, antes de que te retires, llena esta hoja. Solo debes poner tu nombre y los géneros que más te gustan. También buscamos que estos clientes nos den reseñas de las películas que vendemos. —Yoongi le extendió un formulario.

—De acuerdo... —El joven comenzó a anotar lo necesario.

Cuando Jimin vio el nombre escrito, no se dio cuenta de que...

—¿Jeon Jungkook? —habló en voz alta sin querer.

—Oh, ¿yo? Sí, ese es mi nombre. ¿Y el tuyo es...?

—Jimin, Park Jimin... él es mi compañero y amigo Min Yoongi. Somos nuevos trabajando aquí. —se presentó Jimin, aún procesando la coincidencia.

—Un gusto conocerlos a ambos y... cuida esa raspadura. Volveré pronto esperando una recomendación.

Jimin volvió al presente después de recordar aquel día. No había sido uno de sus mejores días, ya que no llegó tarde por un descuido, pero el encuentro con Jungkook había cambiado su humor toda esa semana.

—Okey... ¿y qué con ese primer día de trabajo? —preguntó Jimin, intentando entender a qué punto quería llegar Yoongi.

—¡Jimin! Dios, usa la cabeza. El chico quiere ser tu amigo, pero quizás sea muy tímido como para acercarse... En fin, voy a cerrar la tienda. ¿Tú ya terminaste de ordenar los estantes? —Yoongi cambió de tema, preparándose para cerrar el día.

—Me quedaron un par más de películas por colocar, me iré a encargar de eso, tu ocúpate de cerrar la tienda por mientras.

El videoclub quedó sumido en silencio, solo interrumpido por la música de fondo que aún sonaba. Jimin terminó de ordenar las películas y se detuvo un momento para mirar a su alrededor. El lugar estaba lleno de historias, cada caja contenía un mundo diferente, y él se sentía como un guardián de esos mundos. Las carátulas coloridas, las sinopsis intrigantes, todo contribuía a crear una atmósfera mágica que Jimin adoraba.

Jimin se quedó pensando en Jungkook durante un rato mientras terminaba de organizar las películas. ¿Qué era lo que realmente sabía sobre él? Se preguntaba si tendría la valentía de dar el primer paso, de invitarlo a salir. No tenía idea si era soltero o si le gustaban los hombres ¿y si no compartía sus mismos intereses? ¿Y si no estaba interesado en él de la misma manera? De repente, se sintió frustrado consigo mismo por no haber preguntado más y por no haberse atrevido a hacer un movimiento en ocasiones anteriores. Se prometió a sí mismo que la próxima vez que Jungkook apareciera en la tienda, intentaría conocerlo mejor.

—Jimin, ¿terminaste? —La voz de Yoongi lo sacó de su ensimismamiento, trayéndolo de vuelta al presente.

—Sí, ya casi termino. —respondió Jimin, dándole los últimos toques a su tarea. Se tomó un momento para revisar mentalmente cada estante, asegurándose de no haber pasado por alto nada. Cada título, cada sección, cada detalle era importante para él; era su manera de mantener viva la esencia del videoclub, un refugio para los amantes del cine en medio de un mundo cada vez más digital.

Con todo en orden, ambos tomaron sus mochilas y cerraron la tienda con llave. Jimin se detuvo en el umbral, observando el interior una vez más. Observó cómo las luces parpadeaban una última vez antes de sumirse en la oscuridad. El sonido de la cerradura al hacer clic resonó en el aire, marcando el final de otro día de trabajo.

Yoongi y Jimin tomaron rutas distintas, por ende, se despidieron allí y se dirigieron hacia sus casas. El aire fresco de la noche acariciaba sus rostros mientras caminaban por las tranquilas calles iluminadas por farolas.

—Hoy fue un buen día, ¿no crees? —preguntó Yoongi, mirando a Jimin con una sonrisa cómplice. El brillo de sus ojos reflejaba la complicidad compartida de haber pasado juntos una jornada satisfactoria. Jimin asintió con una sonrisa.

—Sí, lo fue. —Jimin no pudo evitar sonreír al recordar la visita de Jungkook—. Definitivamente, lo fue. —La presencia de Jungkook había agregado un toque especial a la rutina diaria, dejando una huella de alegría en su corazón. Su mente se llenó de pensamientos sobre el chico misterioso, preguntándose qué historias tendría para contar, qué películas le apasionaban y qué sueños albergaba en su corazón.

Ambos rieron y se abrazaron, compartiendo un momento de camaradería antes de tomar caminos distintos hacia sus casas. Las luces de la ciudad guiaban su camino, iluminando el sendero hacia un merecido descanso después de un día lleno de actividades.

La casa de Jimin no quedaba muy lejos de View, por ende, en unos cortos minutos que parecían eternos por el horario nocturno, llegó a su casa haciendo el menor ruido posible.

Caminando hacia casa bajo el manto nocturno, los pensamientos de Jimin seguían girando en torno a Jungkook. Cada paso parecía acercarlo más a una posible conexión, pero también lo alejaba de la seguridad de su propia soledad. El corazón de Jimin latía con la incertidumbre del futuro, pero también con la emoción de las posibilidades que se abrían ante él.

Una vez soltó sus cosas ya estando en su habitación, Jimin se sentó en su cama, tratando de relajarse. La luz tenue de una lámpara de noche pintaba sombras danzantes en las paredes, creando un ambiente acogedor y tranquilo. Pero no podía sacudirse la imagen de Jungkook de su cabeza. ¿Por qué lo estaba afectando tanto? Trató de concentrarse en dormir o al menos intentarlo, pero sus pensamientos seguían divagando hacia el chico de la tienda de películas.

En el rincón más íntimo de su mente, una melodía susurraba recuerdos de un lugar especial, donde cada noche se transformaba en un lienzo en blanco para expresar su verdadero ser. Ese lugar era su refugio, donde cada gesto de preparación, cada toque de maquillaje, era una forma de arte y autenticidad. La sola idea de volver a ese santuario de autenticidad, le llenaba de emoción y anticipación, como el momento justo antes de aplicar la última pincelada de maquillaje antes de salir al escenario. 

¿Quién lo diría? Tal vez algo tan simple como una película podría unirlos. La sola idea hacía que el corazón de Jimin latiera con fuerza. La posibilidad de encontrar el amor en el lugar menos esperado llenaba su mente de emociones encontradas.
En pleno año 1988, no se podia pretender que atraerle otro hombre fuera bien visto por la gran mayoria, pero una profunda sensación de esperanza siempre estaba allí

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