C͎A͎P͎Í͎T͎U͎L͎O͎ ͎3͎
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✧Las dolorosas reminiscencias aparecen cuando las necesitas✧
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Después de aceptar la propuesta de su hyung y terminar la jornada de trabajo que le pareció inusualmente más exhaustante de lo que normalmente está acostumbrado, decide caminar y dirigirse a su tienda favorita de ropa. Comprar le hace bien, nada mejor que olvidar sus penas con una nueva prenda de ropa.
Esta vez compra una chaqueta de mezclilla, una que resalta exquisitamente sus anchos hombros y con una sonrisita en la cara pasa su tarjeta por el lector mientras recibe la aprobación que desea. Con los ánimos un poco más arriba de los que tenía desde aquella llamada, sale de la tienda con su nueva adquisición en una bolsa de cartón con asas de tela en su mano derecha y la izquierda enfundada en el bolsillo de su chaqueta negra la cual lleva abierta mostrando la camiseta blanca que lleva debajo; logra vislumbrar el cartel de una heladería y de repente el antojo de esa cremosa y helada tentación le hizo agua la boca.
Se dirige allí, caminando por la misma acera en la que está su tienda favorita, lleva la mirada fija hacia adelante y su cabeza planea qué sabor pedirá al llegar, de repente algo choca con él, algo bajito, algo pegajoso, algo que sin dudas arruinó su camiseta, su mirada baja y se encuentra con un niño que con tristeza miraba su helado que en ese momento estaba todo esparcido en el abdomen de SeokJin, un suspiro sale de los labios del mayor y la voz del niño se oye triste.
—Lo siento, señor bonito, fue mi culpa —Jin decide que no puede enojarse con una criatura que le llama bonito la primera vez que le ve, así que sonríe y trata de limpiar un poco el desastre chocolatoso que era su ropa.
—No te preocupes, dulzura.
El niño, que se encuentra muy apenado, mueve sus manos queriendo ayudar al mayor pero sin tocarle, en un tierno intento de no invadir su espacio y ayudar a la vez. Al ver que su blanca camiseta no tenía otra solución más que esconderla, Jin sube la cremallera de su chaqueta y sonríe al niño para tranquilizarlo.
—¡Listo! Problema resuelto, aunque me temo que tu helado ya no puedes recuperarlo.
El niño niega con un movimiento de cabeza, pero ya no luce desanimado.
—Me alegra que todo se haya resuelto, mi helado no importa...
—¡Imposible! —lo interrumpe —. ¡Ahora mismo vamos por helados! —el niño le mira desconfiado —. Me lo debes por el desperdicio de ese delicioso chocolate.
Y con eso termina por convencerlo.
Ahora juntos caminan en dirección a la heladería y mientras lo hacen, de repente SeokJin se cuestiona cómo es que ese niño sigue a un desconocido en la calle. Él podría ser un secuestrador... o un asesino... ¡O peor! ¡Un secuestrador asesino!
—¡Oye niño! —dice de repente. El niño le mira, extrañado por el repentino grito — ¿Cómo te atreves a seguirme como si fuera tu amigo?
—Usted me ofreció helado —responde con simpleza.
—¡Eso no está bien! —SeokJin se exalta y deja de caminar, ocasionando que el menor lo imite —¿Tus padres no te enseñaron a no hablar con extraños?
—No tengo padres.
Esa respuesta cala por sus huesos como un frío glacial y le recorre la espalda en una lenta sensación de angustia y reminiscencia de días grises.
—¿Vives con otro familiar, cariño?
El niño sonríe, le muestra tres dedos de su mano izquierda y levanta el índice de la derecha.
—Tengo tres hermanos y una hermana — baja los dedos y su sonrisa se desvanece —, mis padres decidieron salir de paseo y dijeron que ya no seríamos sus hijos. Así que no tengo padres.
SeokJin cierra sus ojos con pesar y retoma el paso hacia la heladería. El pequeño le sigue.
—Es genial que tengas hermanos... ¿Cuántos años tienen?
La sonrisa del menor vuelve a relucir, perfecta, blanca y pura. Y Jin agradece que aún tenga la capacidad de mostrarla.
—Mi Hyung tiene diecisiete años, es el mayor, él nos protege y trae dinero a casa; mi noona tiene quince, ella es genial, cocina rico y me ayuda con la tarea; JoonA tiene cinco y todavía no sabe leer, pero yo soy su mayor y le estoy enseñando —Comenta con un aire de orgullo y responsabilidad que a Jin le enternece el corazón —; y Hyuk sólo tiene tres años, apenas sabe hablar, no dice mucho.
Llegan a la heladería, cada uno elige un sabor. Salen del local para despedirse y que cada uno tome un rumbo distinto.
Madurar a una edad temprana es cruel, lo sabe, pero debe enseñarle a cuidarse. Posa una mano en el huesudo hombro del menor y le habla con voz suave.
—No deberías hablar con extraños, existe gente mala y peligrosa que podría hacerte daño — lo mira a los ojos y sabe que le escucha atentamente —. Hoy te topaste conmigo, pero la próxima vez no hables con nadie, no recibas nada de alguien que no conozcas y mucho menos decidas acompañarlo a ningún lado. ¿Okay?
Los ojos marrones del niño lo enfocaron una vez más y asintió solemne.
—Okay.
—¿Lo prometes?
—Sip.
Le sacude el cabello y se despiden con una sonrisa.
Volver a casa, quitarse la ropa, darse una ducha y dormir desnudo se le hace un delicioso plan que definitivamente cumplirá. Mientras toma de su helado, sonríe imaginando lo lindo que será andar sin nada puesto mientras disfruta escuchando a Doja Cat por los altavoces; aún con eso en mente, usa su mano izquierda para buscar la llave que debería estar en su bolsillo, pero que claramente no está. En ningún lado, por lo que intuye que se las dejó olvidadas en el casillero del restaurante.
De repente siente un tirón en su mano y rápidamente nota que una de las asas de la bolsa que lleva está rota, y su adorada chaqueta nueva se encuentra ahora desparramada en el suelo.
Casi maldice, pero la gente que compartía con él la acera lo mira con extrañeza y en consecuencia sus mejillas se tiñen de un atractivo color rosado. Toma la chaqueta y vuelve a meterla dentro de la bolsa, ahora que no tiene asas la abraza contra su pecho y acelera el paso; saca su celular y marca el número de su hyung.
—¡Hola, Jinnie! ¿A qué se debe el placer de tu llamada? —la euforia en la voz de JiMin le molesta, a pesar de saber que este no tiene la culpa de nada.
—Hola. Al parecer olvidé mis llaves en el restaurante...
—Y quieres buscarlas —adivina el mayor.
—Siento molestarte, pero ¿puedo pasar por tu casa a buscar las llaves del restaurante? —hay un tono de súplica en sus palabras y JiMin advierte que nuevamente su actitud distraída le estaba jugando malas pasadas. Lo sabe por su tono de resignación al atender la llamada.
JiMin conoce a Seok lo suficiente como para saber que su mala suerte no es tanta como sus despistes, la mayor parte de sus desgracias se las crea él mismo. A veces desea darle un tirón de orejas y gritarle que a pesar de que se esfuerza lo suficiente no puede luchar contra todo, ni tampoco echarle la culpa a fuerzas invisibles, pero no quiere inmiscuirse, quiere que su menor lo entienda por sí solo.
—Claro que te las daré ¿Estás cerca del local o de mi casa?
—Me es más fácil pasar por tu casa...
—Bien, te espero —Y la llamada es finalizada.
El de hombros anchos suelta un largo suspiro y comienza su camino hacia la casa de JiMin. A veces le irrita cuando el mayor no deja que termine sus frases o cuando le corta el teléfono así... Simplemente esa era la manera de ser de Park y en varias ocasiones lo que le lleva a salirse con la suya. Eso, y su carita de "No rompo ni un plato" que fácilmente se convierte en una de "Te arrancaré las pelotas si no haces lo que quiero".
A veces le sorprende demasiado la dualidad de su hyung.
—Pobre de quien tenga que aguantarlo... —susurra mientras esquiva a una mujer que se ve que sufre con aquellos tacones altos.
Las parejas de JiMin nunca resultan, la relación más larga fue la que tuvo con TaeYang y sólo duró tres meses. Sospecha que es porque nadie puede igualar la energía con la que se desenvuelve y terminan sintiéndose inútiles a su lado. Cree que es así ya que su hyung le contó que algunos querían que dejara de trabajar tanto o que deje de relacionarse tan estrechamente con las personas.
Pero JiMin es un alma libre, de esas que hablan hasta con el perro que se le cruza por la calle y su manera coqueta de ser lo vuelve encantador, eso y la inteligencia que claramente posee lo convierten en alguien que fácilmente puedes amar, pero también odiar.
Sin tardar mucho llegó a la bonita casa de su jefe y sin esperar tocó el timbre. Adentro, un JiMin en pantalones sueltos y camiseta gigante se preparaba para salir.
La puerta se abre y la deslumbrante sonrisa del mayor se topa con la cara de cansancio de SeokJin que se encuentra abrazando con mucha fuerza una bolsa de cartón que se ve arruinada por la presión con la que está siendo apretada.
JiMin levanta su mano y le muestra las llaves.
—Voy a ir contigo, de paso traeré las carpetas con los currículos de los nuevos postulantes.
SeokJin asiente y suelta un suspiro de alivio. Le hace muy feliz el saber que irá en auto y no corriendo como tenía pensado hacer. Ya era un poco tarde y algunas calles de Daesán se ponían peligrosas en ese horario, correr era lo más seguro.
Caminan hacia el vehículo que se encuentra estacionado en la entrada y suben. En el trayecto, JiMin le pregunta por el contenido de la bolsa y Jin le responde que lleva una chaqueta nueva y le comenta las otras prendas que habían en la tienda. Luego de un rato, JiMin habla:
—Ya vi el nuevo local —SeokJin le mira sabiendo que ese nuevo restaurante lo tiene muy entusiasmado —, pero lo hice antes de la ambientación. Ahora quiero hacer este viaje para revisar las instalaciones, comprobar que todo está como lo planeé y verificar que el dinero que invertí fue utilizado correctamente.
Jin lo entiende, quiere ver si se compraron los materiales que especificó y no le robaron comprando otros de menor calidad para quedarse con el dinero sobrante.
Al llegar ambos ingresan al lugar y se separan en busca de lo que necesitan. Jin encuentra rápidamente sus llaves y se dirige a la oficina de JiMin, al entrar al lugar, sin notarlo, SeokJin engancha la manga de su chaqueta de algodón en el picaporte de la puerta logrando que se hiciera un tajo grande.
—¡Oh, vamos! siempre me pasa algo. Era una de mis favoritas. ¡Maldición! —reniega en voz baja, mientras observa el algodón rajado —. Oh, cierto —sonríe —, tengo dos más iguales a esta.
Su enojo se esfuma de manera rápida, pues se consuela al saber que tiene dos exactamente iguales. Negras, de algodón suave, con capucha grande y cómoda. Aunque anota mentalmente la tarea de comprar otra cuando tenga la oportunidad.
La risa de JiMin le hace levantar la vista.
—Amo cuando balbuceas si algo te sale mal. Te ves tierno.
Lo ve salir con una carpeta en la mano y SeokJin le sigue el paso.
—Ven a almorzar este sábado en casa, prepararé un delicioso pavo al horno.
Abren la puerta de salida y cierran al salir. Cuando ya están en el auto, el menor le responde con renuencia.
—Le avisaré si es que puedo. Mi destino es muy incierto así que no sé qué pasará.
Mentir no es algo nuevo para él, sabe que está mal pero lo hace por una causa que cree que se merece la discreción que le dedica.
JiMin asiente en comprensión aunque la respuesta le parezca muy pobre. Se encarga de llevarle hasta su edificio y se despiden con un movimiento de mano.
Al ingresar saluda a SeungMin, quien tiene el turno de la noche en recepción, y sube al elevador. Al caminar por el pasillo de su piso recuerda que tiene un nuevo vecino, pero el paquete frente a su puerta se roba toda su atención. Extrañado, lo toma estando seguro de que podría ser una equivocación, pero al ver que su nombre estaba escrito en el espacio de destinatario recuerda que YuGyeom le había dicho que tenía correspondencia y a él, como siempre, se le había olvidado.
De todas maneras siempre regresaba tan agotado como para volver a recepción y retirar sus cosas.
Decide que bajará mañana para agradecer a Yugi por tomarse el trabajo de alcanzar su paquete hasta su puerta, e ingresa a su departamento pensando en que tendrá que buscar otro empleo al momento que descubre, con su pie, un cupón de lavandería tirado en el suelo.
༄🍀༄
×.𝓑𝓵𝓾𝓮.×
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