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19.

Me desperté por la mañana para encontrarme entre los brazos de Jennie.

Llevé mi mano a su cara, cepillé los mechones de cabello oscuro y sedoso y suspiré.

Su piel brillaba a la luz del sol que brotaba de las cortinas abiertas.

Cuando Jennie abrió los ojos, todavía la estaba mirando. La diversión era clara en sus rasgos.

Con voz soñolienta y ronca, dijo. — Quiero estar dentro de ti otra vez.

Mi corazón latía contra mi pecho rápidamente. — Ducha primero.

Ella rió. — Ni siquiera pretendiste declinar está vez.

Reuní la sábana alrededor de mi cuerpo desnudo y comencé a caminar hacia el baño cuando un extremo de la tela se atascó en algún lugar, mire hacia atrás para ver a Jennie sosteniéndolo.

—Suéltalo. — dije.

Ella sonrió. — ¿Cuál es el punto de esconder algo que ya he visto, tocado y besado?

Mis mejillas se incendiaron.

Estaba sonrojándome mucho está mañana por quien ayer estaba alentando a qué siguiera y gimiendo su nombre.

Anoche fue diferente, la habitación estaba oscura.

Ahora era de día y Jennie viéndome completamente desnuda me puso un poco nerviosa. — Déjame tomar la ducha primero.

Agarró mi cuerpo y me atrajo posesivamente contra ella, sonriendo. — No, a menos que me dejes entrar contigo. Soy especialista en bañeras. Puedo frotar tu cuerpo con precisión.

No pude evitar reírme. — Estoy segura de que puedes.

Y me siguió en el baño.

Su boca se vino abajo sobre la mía cuando sus manos se movieron a mis pechos y luego a mis caderas. Me alzó y nos besamos en la ducha con el rocío tibio entre nosotras.

No terminamos en la ducha, en lugar de eso nos bañamos juntas y volvimos a la cama.

Se tomó un rato para ver mi cuerpo, trazando sus dedos sobre cada curva y luego su boca estaba en todas partes.

Unos minutos más tarde, Jennie me estaba penetrando implacablemente.

—Oh, Roseanne. — Jennie gruñó mi nombre con tal angustia que al principio pensé que le dolía.

Sacó un poco y se deslizó dentro otra vez, más fuerte y yo gemí. — Nini...

Se sintió muy bien.

Tenía lágrimas en la esquina de mis ojos, estaba bastante segura de haber clavado mis uñas en su espalda.

Estaba tan mal y todavía se sentía tan bien.

Estaba en la cama con una criminal y ya no tenía ninguna culpa dentro de mí.

Había traicionado a todos los que conocía durmiendo con el diablo.

Podía escuchar a Jennie gemir y gruñir hasta que acabó dentro de mí.

Justo cuando bajó del frenesí se dió cuenta de lo que había sucedido. — Oh, mierda. Lo siento, Anne... No me di cuenta cuando...

Puse mi dedo en sus labios. — Está bien.

Todavía estaba dentro de mí cuando lleve su boca a la mía. Y me besó con una deliciosa lentitud, tomándose su tiempo para lamer cada rincón de mi boca.

Besó mi frente y se alejó.

Algo en sus expresiones cambió.

Su habitual tontería estaba enmascarada con una nube oscura.

Me acerque más.

Olía a jabón mezclado con sudor, podría acostumbrarme a estar así con ella.

—Jennie, huyamos juntas. — ni siquiera podía creer que estaba diciendo esto.

Una noche con esta mujer y yo ya hablaba tonterías.

—¿Tan buena soy en la cama?

Me di cuenta de que a pesar de haber hecho una broma, no había humor en su expresión.

—Lo digo en serio.

Se volvió para mirarme, está vez sus expresiones eran vehementes. — ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo, Roseanne?

—A dónde quiera que vayas, quiero ir contigo. No quiero ir a casa. — dije.

La esquina de su boca se torció hacia arriba. — ¿Siempre te pones así de emocional cuando te acuerdas con alguien?

—¿Qué demonios significa eso? — yo pregunté.

—Me dijiste que querías satisfacer tus necesidades sexuales y eso es exactamente lo que hice.

Me sorprendieron sus palabras.

Negué con la cabeza. — ¡Me pediste que me casará contigo el otro día!

—¡Maldición, anne! Eso fue una broma.

—¡No! ¡No me hagas esto, Jennie! — dije con frustración.

Mi cuerpo y mente estaban todavía doloridos por todo lo que había pasado y Jennie estaba actuando como si no le importará.

Sus ojos habían estado llenos de tanta compasión antes y ahora estaban tan vacíos, del tipo que usualmente tenía cuando estaba confinada en el asilo.

—Tú misma lo dijiste el otro día, si nos casáramos ¿que le diríamos a nuestros hijos? ¿Por qué siempre estoy huyendo de las autoridades?

—Estas actuando así porque tienes miedo de aceptar estos sentimientos.

Me miró fijamente, su mirada de oscureció. — ¿Que sentimientos?

—Estos nuevos sentimientos. Ama...

Puso un dedo en mi boca y me impidió completar la oración.

Sacudió la cabeza. — Es mejor que no lo digas. Es preferible fingir que no existe tal cosa.

Tiré el edredón lejos. — ¡Eso no es justo! ¡No puedes simplemente derribar mis muros, hacerme sentir esto y ahora darme la espalda! ¡Estás actuando como una cobarde!

—Soy una cobarde entonces, Roseanne. — ella admitió.

Acuné su cara en mis manos. — Háblame, Jen.

Me miró como si yo fuera su línea de vida, como si pudiera perseguir el sol y traérmelo si se lo pedía.

Ella empujó mi cabello detrás de mi oreja. — Antes debía cuidarme sola, hasta este día, ahora te tengo a ti. – sus dedos trazaron mi mandíbula. — Y eso me hace muy débil, anne. Y odio tener una debilidad.

Entrelazé mis dedos con los suyos. — ¿Así que me vas a sacar de tu vida?

Ella asintió. — Eso es lo que vamos a hacer. Fui estúpida al pensar que podría protegerte, y ahora el asesino nos ha rastreado. Necesitas alejarte de mí.

No podía discutir con ella cuando estaba usando ese tono autoritario conmigo, como si yo fuera su esposa y necesitaba asegurarse de que su propiedad estuviera a salvo.

Hubo un fuerte golpe en la puerta.

Jennie recogió las mantas y las lanzó hacia mí. — Cúbrete.

Sus movimientos fueron rápidos cuando alcanzó el cajón y sacó una pistola, se dirigió a la puerta.

—¿Quien está ahí?

—Señora, soy yo. — llegó la respuesta del otro lado.

Jennie empujó la pistola en su cintura y abrió la puerta solo en parte. No podía ver a la persona en la puerta, pero parecía alguien que conocía a Jennie.

Sus palabras no eran claras, pero Jennie estaba dando órdenes al hombre al otro lado de la puerta.

Rápidamente tomó un par de llaves y le entregó las suyas.

Cerró la puerta detrás suyo. — Vístete. Nos vamos en una hora.

No sabía si podría acostumbrarme a su comportamiento pasivo agresivo. Encontré eso adorable pero a la vez irritante.

Salimos y noté cuando fuimos al estacionamiento, había un auto diferente. El Mercedes SUV fue reemplazado por un Nissan plateado.

—¿Dónde está tu auto? — le pregunté.

—Lo cambié. Si alguien me está siguiendo o vigilando, va a ser difícil seguirme la pista si sigo cambiando mis autos.

Me instalé dentro del auto nuevo, que parecía agradable pero no tan cómodo como el anterior.

Jennie se quitó la peluca rubia y los lentes de contacto y las guardo dentro de la guantera.

Ella condujo el auto en un sofocante silencio y se estaba volviendo insoportable sentarse y presenciarla meditando sobre algo.

Miró hacia adelante con una expresión sombría, perdida en sus pensamientos.

Incluso tuve miedo de preguntarle que estaba pensando, era como si la vieja Jennie estuviera de vuelta.

Fría y calculadora.

—¿A dónde vamos? — yo pregunté.

—Irás a casa y yo volveré a mi vida. — ella respondió.

—Lo que siempre te mantendría de un lugar a otro. ¿Cuánto tiempo vivirás así?

—No tengo otra opción. ¿Crees que elegí esta vida, Roseanne? ¿Ser una asesina convicta y pasar el resto de mi vida esquivando a las autoridades? — me pasó un trozo de papel rasgado. — Este es mi número. Llámame sólo si hay una emergencia.

—¿Entonces es un adiós?

Miró al frente. — Es mejor de esta manera. Pensé que te estaba protegiendo al tenerte conmigo, pero me equivoqué. Soy una mujer peligrosa que lleva una vida muy peligrosa. La única forma de que estés segura es alejándome de ti.

—Si estar preocupada por mi, no tienes que hacerlo. Soy bastante capaz de cuidar de mí mis-

BANG.

Sentí que el auto se balanceaba con un ligero impacto.

—¿Qué está pasando?

Observé a Jennie apretar el acelerador y el auto iba más rápido, miró por el retrovisor. — Alguien está tratando de sacarnos de la carretera.

Estaba mirando hacia atrás cuando hubo otro golpe y está vez fue con tal fuerza que mi cabeza se sacudió hacia adelante.

—¡Maldito hijo de perra! — Jennie maldijo, presionando aún más el acelerador.

Vi que el velocímetro llegaba a 120km/h.

Me agarré la manija de la puerta, con el corazón palpitandome rápidamente.

Desde el espejo retrovisor, pude ver un auto color negro con faros radiantes tratando de acercarse.

Jennie manejaba maniáticamente, tratando de alejarse de la camioneta.

—¿¡Qué está pasando!? — grité.

Antes de que Jennie pudiera responder, hubo otro golpe violento, y el auto perdió el equilibrio.

Sentí que mi mundo estaba al revés, pero me di cuenta que el auto se había volcado.

Sus ojos se encontraron con los míos por un segundo antes de que sus brazos me rodearan en un círculo.

Hubo un último impacto contundente con el que chocamos contra algo muy duro y el parabrisas se rompió, y lo último que recuerdo es que el brazo de Jennie me estaba cubriendo, protegiéndome.


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