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1 • Lamentos

• MEMORIAS EN STONVIL •

— ¿A donde vas Kinley?

La detuvo el Viejo Bill, con una tonada de voz grave.

Bill era un hombre entrado en años, a quién Victoria Kinley consideraba un pariente de estima, casi como el padre que habia perdido.

—Iré a fuera. Necesito despejar mi mente. Ya es suficiente de trabajar y trabajar.—dijo Victoria, mientras dejaba el delantal gris aun lado sobre el perchero. —Volveré antes de las nueve, ¡lo prometo!, y si te lo preguntas, estaré en la colina.

—Tienes razón —dijo Billy, mientras sacó un pañuelo de su bolsillo trasero para secar una capa de sudor en su frente —. También tomaré un descanso antes de seguir. Conseguirás chocolate sobre el mesón de la cocina cuando regreses.

Victoria, se detuvo en la terraza, la luz naranja de las lámparas de gas se derramaba sobre ella y las tablas de madera de la fachada del taller.

Al volver la vista, vio a billy, que yacía de espaldas, absorto, doblando un pedazo de tela delante de la mesa. Llevaba puesto una camisa blanca y su habitual chaleco gris con la  inscripción bordada: Taller Taylor.

—Muchas gracias, Bill. Pero prepára el chocolate sólo para tí. ¡Me agrada terminar la jornada con un buen vaso de cacao! Pero hoy estoy indispuesta y no sé si te lo comenté, pero el chocolate interrumpe este proceso y me causa más dolores. ¡Hoy paso! ¡Adiós!

—No tienes que darme esa larga explicación. Y ya me lo habías dicho... ¿Aún sigues ahí?

Victoria estaba ya distante para cuando Billy salió a la terraza a comprobar si se había ido.

En el pueblo de Stonvil, vivían no más de trescientos cincuenta personas. Por lo que era de esperarse que sus habitantes se conocieran entre sí. Aunque eso no era garantía de que todos se llevarán bien.

Cómo cualquier villa pequeña de aquel caluroso oeste, en Stonvil, los extraños forasteros nunca faltaban, mucho menos los bandidos y forajidos que buscaban lucrarse con el robo y el derramamiento de sangre inocente.

Para ese tipo de personas, estaba el alguacil Croz Nícols. Quién para entonces, ostentaba el título de: el alguacil que había sobrevivido más tiempo en el cargo.

Al alguacil Croz, los años no le habían pasado en vano. Ya que termino por ser, un prodigio del gatillo y un estratega audaz. Un investigador de tacto mental.

—Oiga, Buenas Noches señorita Kinley! ¿A donde va con esta penumbra? Y Perdone que la importune —preguntó él Alguacil, quien estaba sentado con otros cuatro hombres en la terraza de la comisaría. Cada uno con su escopeta al alcance de la mano. Esa era una escena repetida. El sheriff y sus ayudantes, fumando tabaco despues de las siete. 

Victoria se detuvo para responder la cuestión, sonriendo amablemente. 

—¡Buenas noches señores! No es ningúna molestia señor Croz. Y...
Voy a la colina. Ha Sido un día largo en el taller... Y allí arriba siempre sopla el viento con fuerza.

—La entiendo, en Mayo siempre el viento es bueno. ¿Quiere ir sola? ¿O envío a uno de mis hombres para que se sienta más segura?

El Alguacil Croz, levanto sus pies sobre la baranda de madera y las estrellas de sus botas tintilinaron. Mientras, extendió una mano a aún banquito a su costado, donde estaba una caja de madera con tabacos gordos, saco uno, al tacto. Con la izquierda descolgó una de las lámparas de gas y la acerco a su rostro para encender el tabaco que ahora sostenía entre sus labios.

—Agradezco su amabilidad señor Croz, Pero preferiría ir sola. Estaré bien. En verdad le agradezco ese bondadoso gesto ¡pero insisto! ¡pierda cuidado!

Los ayudantes del Alguacil, por alguna razón no prestaron mucha atención a la conversación entre la Joven y su Jefe. Estaban metidos de lleno en sus quehaceres nocturnos. Aparte de mascar y fumar tabaco, los ayudantes limpiaban sus armas. Uno de ellos estaba en pie, vigilante, mirando a los alrededores.

—Siendo así, disfrute su paseó —dijo, mientras aprobó, tocando la punta de su sombrero.

Victoria siguió caminando por la orilla de la calle, hasta dejar atras las últimas casas y el letrero con el nombre del pueblo.

Donde acababa la calle, acababa la arena y empezaba la hierba.
El leve bullicio del pueblo había quedado atrás, también el olor a polvo, humo y escremento de caballo.

La pradera la recibía siendo un anfitrión amable, soplando viento fresco sobre ella, haciendo sonar los pliegues del vestido vino tinto, mostrándole el cielo abarrotado de estrellas de cuatro puntas.

Su destino era llegar a la pequeña loma, donde anhelaba recostarse y navegar por los surcos estelares.

Siempre olvidaba como se sentía pasar tiempo ahí, hasta que volvía a experimentar esa sensación de inmensidad.

Allí arriba, el viento era más apasionado, y el aroma era una mezcla de los perfumes de cada árbol, aún así, predominaba el olor a hierba fresca, allí arriba, podía percibir el olor de la noche.

La luna llena la acompaño con recelos, pues se alejaba con cada minuto, escondiendose por momentos detrás de los velos blancos y sucios de carbón. Como tratando de llamar la atención de Victoria, en vano, porque ella estaba lejos de allí, navegaba mucho más allá, teniendo como guía sólo a las estrellas.

Una lechuza atravesó el cielo con sus alas extendidas, iba chillando, como siendo mensajera de un mal presagio.

Con todo y eso, Victoria no se dejaba nunca llevar por la superstición, prefería contemplar la belleza de la escena y apreciar el canto del ave, antes que atribuirle un significado misterioso.

Eso hubiera hecho, disfrutar del espectáculo, si el chillido no hubiera sido precedido por el grito melancólico de una mujer en aparente agonía. El lamento interrumpió de golpe la calma de la noche, y se escuchó tan cerca, que Victoria sintió, un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, que llegó a sentir un frío intenso en el corazón.

Se levantó recogiendo a prisa la falda de su vestido, trato de ubicar el origen de dónde habia venido el lamento.

"Del  norte, del norte...", dijo para sus adentros.

Su respiración era acelerada, y sus ojos estaban espectantes, orientados a la arboleda, donde pudo distinguir una figura humana que corría con desenfreno.

Otro choque de escalofríos la azotó desde los talones hasta la parte trasera de la cabeza, al ver el desmán, con que el espanto corría.

—¡Jesús! — dijo, llevándose las manos a la boca.

Cuándo perdió de vista a la sombra, el afán la torturó, pero las piernas no le respondían. Hizo un esfuerzo mayor y logró darse la vuelta para correr al pueblo.

Descendió la colina a toda velocidad y no supo si era su corazón o su propio respirar, pero captó un sonido extraño, como el jadeó de un lobo, como el respirar de una vestía hambrienta corriendo detrás de ella.

Su oído y su instinto no la engañaron, estaba siendo perseguida y lo que fuera, ya estaba muy cerca.

El perseguidor, la agarró por el hombro con un apretón y Victoria sintió que le sacó el alma.

¡Estaba perdida!

Gritó con tanta fuerza desde sus adentro, pero ningún sonido se produjo. Fue un lamento mudo, frustrado, un lamento que se perdió en el los rincones de su mente, como un eco prolongado.

Una oscuridad la cubrió y su conciencia se desvaneció.

🦝

¡Querido explorador,
bienvenido a una nueva historia!

MEMORIAS EN STONVIL •

¡Me alegra muchísimo que estés aquí, Gracias por leerme! Y...
Sólo espero que te haya gustado y que  no te pierdas el próximo capítulo, porque será publicado el 13 de Octubre, en breve!

¡¡Hasta entonces!!

•Litbluem•

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