La vida de Wooyoung nunca fue completamente feliz, siendo huérfano y teniendo que cantar frente a la fuente del pueblo para conseguir monedas e intercambiarlas por algunas cuantas migas de pan, nunca pensó en que algún día se hallaría subiendo a la carroza real de la mismísima mano del nuevo joven y apuesto rey, Park Seonghwa, por momentos, fue feliz.

Sin embargo, con el pasar de los años se dio cuenta de la oscura y podrida personalidad del monarca, obligándose a vivir subyugado bajo sus órdenes y deseos, viviendo como un fantasma en el palacio y sólo volviendo a la vida al momento de interpretar las más hermosas melodías que el rey mismo le enseñó.

Wooyoung volvió a sentirse vivo cuando interactuó con uno de los invitados de su majestad, durante el banquete por su trigésimo quinto cumpleaños, y se horrorizó, al descubrir la identidad del hombre al que tanto deseaba poseer el rey Seonghwa, el príncipe Yunho. Tres años pasaron durante en los que la chispa entre el intérprete y el príncipe siguió encendiéndose hasta consumarse en el más puro y sincero de los amores, bajo los cimientos de la amenaza lanzada por el gobernante, ante la guerra que iniciaría de no comprometerse con el príncipe.

Lamentablemente el rey ha caído en cuenta de ese amor, y para el desfortunio de los fieles amantes, su retorcida mente le ideará al príncipe Yunho el regalo más grotesco que pudieran imaginar y que de ser culminado, traería consigo el colapso del mundo entero del príncipe, su ángel cantor, el intérprete Wooyoung.