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𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐩𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚: 𝐁𝐮𝐭𝐭𝐞𝐫𝐟𝐥𝐲 𝐖𝐢𝐧𝐠𝐬

En una de las habitaciones de aquel castillo yace sentado un joven de ojos oscuros llenos de estrellas fugaces, que ahora se posaban muertos en vida sobre la chimenea encendida que dichosa quemaba con fiereza los troncos de madera. El crepitar del fuego siendo absolutamente ajeno al sentimiento de agonía que alberga cada célula de su cuerpo, solo llenando el silencio que reinaba en la sala, lentamente gira su cabeza en dirección al hombre que se encuentra a su costado, sentado sobre el sofá de terciopelo rojo mientras que con sus ojos carentes de emoción lee detenidamente el libro que sostienen sus huesudas manos.

― ¿Y bien, Wooyoung? ¿Terminaste de saborear tu miseria?, porque estaría encantado de saber qué irás a hacer ahora. ―Habló un peli naranja con tono sarcástico, dándole la vuelta a la página que estaba leyendo.

―No sé qué hacer, Hongjoong. ―Respondió el nombrado, sentándose correctamente en el sofá sobre el que se hallaba, dirigiendo su mirada al peli naranja.

―Morir o desaparecer, son dos opciones que se escuchan demasiado tentadoras desde tu posición. ―Comentó Hongjoong dejando de lado su libro, para inclinarse un poco hacia la mesa en su izquierda y servirse una copa de vino, después de darle un sorbo, sintió el adorado sabor picar en sus papilas gustativas.

Wooyoung le miró achicando sus ojos, el peli naranja observó su gesto y rio divertido ante aquello, por poco atragantándose con la bebida, más logró mantener la compostura, tosiendo levemente miró al pelinegro y se dirigió a él.

―Bien, dejando las tonterías de lado. Lo amas con toda tu alma. ¿Me equivoco? ―cuestionó Hongjoong, el pelinegro negó. ―Y lo que no sabes con certeza, es sí él te ama con la misma intensidad. ¿Correcto? ―Pregunta de nuevo el peli naranja, Wooyoung asiente levemente.

―Él me ama, lo sé, Yunho me ama. ―Afirma Wooyoung.

― ¿Entonces por qué dudas? ¿Por qué tienes tanto miedo? ―preguntó Hongjoong, mirándole.

―No lo sé, no sé por qué, pero siento que sí nos amamos así, nada bueno vendrá para nosotros. ―Responde Wooyoung, las lágrimas saliendo de nueva cuenta.

―Te haré tres preguntas y quiero que respondas con honestidad. ―Dice Hongjoong, interrumpiendo los leves sollozos de Wooyoung, este le mira confundido, pero aun así asiente, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano. ― ¿Qué sientes cuando estás con él? ―pregunta el peli naranja, dejando que el cuestionado responda.

―Siento... como sí el mundo entero desapareciera y solo estuviéramos él y yo. Cada que tomo su mano, un sentimiento de calidez se planta en mi pecho, siéndome inevitable sonreír. ―Dice Wooyoung, sonriendo por inercia y mirando a Hongjoong, quien solo asiente ante sus palabras. ―Con cada uno de sus besos, miro estrellas de colores y cada vez que sus manos recorren mi cuerpo, siento que estoy en el cielo mismo. ―Concluye.

― ¿Crees que todo lo que sientes por él es falso? ―pregunta Hongjoong, dando por terminada su segunda pregunta.

―Por supuesto que no. ―Responde Wooyoung inmediatamente, casi ofendido.

― ¿Qué es lo que te dice cuándo estás con él? ―cuestiona el peli naranja, terminando las tres preguntas.

―Él me dice... me dice que me ama, que soy su luna en las noches de oscuridad, que soy su oasis en el desierto de su mente, que adora cada parte de mi cuerpo por muy vergonzosa que esta sea, que no puede vivir sin mí, que ama mi voz al cantar, que me adora, que soy su todo, todo lo que alguna vez más amó. Me dice que el simple hecho de estar a su lado lo hace sumamente feliz y que por nada del mundo me dejaría de amar. ―Responde Wooyoung.

Hongjoong sintió sus mejillas picar ante la manera tan dulzona de hablar que Wooyoung utilizó para referirse a su enamoramiento con él príncipe Yunho. Ignorando las palabras que no le parecieron más que meras cursilerías, habló.

―Entonces no hay nada que temer Wooyoung. Ambos son tan ridículamente románticos que de no pertenecer al otro o estar hechos para el otro, es prácticamente decir que el amor no existe. ―Dice Hongjoong.

― "Pertenecer al otro"... ―repite el pelinegro, recobrando el brillo en sus ojos.

―Así es Wooyoung, él te pertenece. Pero no me mal entiendas, me refiero a que ambos están hechos el uno para el otro y por ende son "esa" parte que le hace falta al otro, perteneciendo al contrario al convertirse en su otra mitad. ―Explica el peli naranja.

―Él me pertenece. ―Afirma Wooyoung, dándose cuenta de sus palabras. ―Y-Yo y él, nos pertenecemos... ¡Yo le pertenezco! ¡Y él me pertenece! ¡Yunho me pertenece! ¡Ambos nos pertenecemos! ¡Nos amamos! ―chilla eufórico el pelinegro, poniéndose de pie, llorando de felicidad al comprender finalmente, que él y su amado están hechos el uno para el otro, que no hay fuerza ni ley que lo pueda romper, es innegable, sólo la muerte misma será capaz de eliminar ese lazo.

Hongjoong sonríe enternecido, pues la esporádica acción del chico le recordó a un pequeño y lindo loro multicolor que repite inagotablemente las mismas palabras. Alejando al chico de la epifanía en la que se encontraba, el peli naranja le interrumpe.

― ¿Y qué esperas para ir por él? ¡Anda chico, ve por tu hombre! ―exclama Hongjoong, alentándolo.

Wooyoung le mira con esos ojos emocionados a más no poder, asiente y sale disparado hacia la puerta, abriéndola de un portazo e importándole poco los pasos que se alejaban corriendo a sus espaldas, pues estaba decidido a encontrarse con su amor y sellar con fuego aquel lazo que los mantenía unidos y enamorados.

Camina rápidamente por los pasillos del castillo, ignorando a absolutamente todo sirviente que se le cruza en el camino, dobla en repetidas ocasiones por los gigantescos pasillos y se detiene frente al dormitorio del príncipe Yunho, todo rastro de euforia desaparece y se ve siendo reemplazado por uno de miedo y duda.

Sin esperar más golpea fuertemente la puerta, escucha unos pasos detrás de la misma y segundos después esta es abierta por el dueño de su vida y el hombre al que ama profundamente, el príncipe Jeong Yunho futuro esposo del malvado y atroz rey, Park Seonghwa.

Recuperando el sentimiento de euforia que sentía, se lanza en los brazos de su amado, y lo besa. Al separarse habla de corrido.

―Te amo Yunho, te amo más que a nada en el mundo y no puedo vivir sin ti, por favor, quédate a mi lado, no me dejes. ―Exclama entre lágrimas Wooyoung, aferrándose a los brazos que de momento le sostenían de la cintura.

―No me iré, yo también te amo, y me voy a quedar contigo para siempre. ―Responde el príncipe, besando nuevamente a Wooyoung.

Aquel besó le transmitió a Wooyoung las respuestas a todas y cada una de las dudas que pudiera tener. Con delicadeza y de forma natural sus cuerpos se juntaron, sintiéndose a sí mismos, juntos, en paz, llenos. Las manos del príncipe Yunho se colocaron en la cintura de Wooyoung apretándolas lentamente, el más bajo jadeo y besó con más firmeza a su amante, volviendo su contacto más necesitado, más pasional, con cuidado, el príncipe se acercó a la puerta e hizo el gesto querer colocar el pestillo, más los labios de Wooyoung le prohibieron hacer aquello, dejando su acción de lado y sin despegarse de los labios de su amado caminó torpemente hacia la cama y lo recostó suavemente, como si de un objeto de cristal se tratase.

Wooyoung suspiraba y respiraba agitado, observando cómo el príncipe Yunho desabotonaba su camisa con desespero, las manos del pelinegro de largos cabellos acabaron por arrancar la camisa del más alto, quitando también las prendas restantes de su cuerpo, momentos después ambos estaban desnudos y débilmente las manos del príncipe acariciaron las piernas del ángel cantor, este último suspirando ante el contacto.

―Te amo tanto Wooyoung, tanto que mi corazón duele de tanto amarte. ―Exclama el príncipe Yunho, repartiendo besos en todo el cuello de Wooyoung, mientras sus manos acarician dulcemente la piel del nombrado.

―Yo también, te amo tanto que mi corazón se estruja dentro de mi pecho cada que siento tus manos sobre mi cuerpo, y se vuelve cálido cada vez que me dices "Te amo". ―Dice Wooyoung suspirando al sentir las manos de su amado bajar hacia sus muslos internos.

Con un beso se callan las palabras y con una mirada de aprobación una de las manos del príncipe Yunho viaja hacia los labios de Wooyoung abriéndose paso entre ellos y siendo llenados de viscosa saliva, con cuidado desciende una de sus manos y tantea la entrada del menor, haciendo que el pelinegro soltara un pequeño gemido de impresión, rápidamente el príncipe Yunho se dirige a los labios del chico para besarle y cuidadosamente comienza a meter uno de sus dedos, sintiendo cómo Wooyoung gime sobre sus labios.

Con el pasar de los minutos Wooyoung se encontraba gimiendo bajo el toque del príncipe Yunho, quien ya tenía tres dedos en su interior, los labios de Wooyoung eran lamidos y mordidos con fiereza por el alto de cabellos negros y mechas rojizas, mientras embestía firmemente la entrada del menor con sus largos falanges; al notar que Wooyoung yacía preparado, el príncipe retiró sus dedos y enderezó su postura, posándose entre las piernas del menor.

Sintiéndose vacío Wooyoung alzó la mirada confundida, observando cómo el príncipe Yunho tomaba su miembro y pasaba su mano de arriba a abajo por unos momentos, para después tomar su erección y alinearla con la entrada del menor, el de cabellos negros y mechas rojas dirigió su mirada al pelinegro y se acercó para besarle. Con una mirada que solicitaba permiso el príncipe miró el rostro de Wooyoung, queriendo adorarlo por siempre, este yacía con su labios entreabiertos e hinchados mientras soltaba jadeos, con un pequeño asentimiento le concedió el permiso al alto, quien lentamente comenzó a abrirse paso entre las paredes de su amado.

Una vez dentro toda la extensión del alto, ambos soltaron un gemido de satisfacción, Wooyoung comenzó a soltar pequeñas lágrimas de placer, el príncipe se acercó a su rostro y besó delicadamente cada una de las lágrimas que caían de los hermosos ojos de su ángel cantor, con suavidad Wooyoung tomó de las mejillas al príncipe Yunho y lo acercó para besarle dulcemente, pasaron algunos segundos y se movió buscando más contacto, aquello fue la señal que el más alto necesitó para tomar firmemente las caderas del pelinegro y comenzar a dar embestidas suaves.

Wooyoung gimió ante las embestidas, controlado por el deseo empujó sus caderas buscando aumentar la velocidad de estas, el príncipe Yunho se encargó de obedecer a su petición y rápidamente aumentó el ritmo separando sus labios de los de Wooyoung y repartiendo besos en su cuello y hombros, el menor echó su cabeza hacia atrás arrasado por el placer, arañando la espalda de su amado y gritando su nombre mientras creía ver estrellas blancas en el techo de la habitación.

El príncipe embestía rápidamente al ángel cantor sintiendo que faltaba poco para correrse, por lo que nuevamente se acercó al rostro del menor y le besó con pasión, este no pudo más y terminó corriéndose sobre el pecho de ambos, el príncipe Yunho dio tres estocadas más y se liberó dentro de Wooyoung, recuperando el aire se separó, y admiró a la criatura más hermosa que sus ojos hayan visto jamás bajo él, acarició su mejilla y una lágrima se deslizó por la propia.

―Te amo Wooyoung. ―Sollozó el príncipe Yunho, abrazando la pequeña figura desnuda de Wooyoung.

―Yo también. ―Susurró Wooyoung, besando el hombro del príncipe.

El alto dejó de abrazar a Wooyoung y se dedicó a observarlo, el pelinegro menor quitó las lágrimas del rostro de su amado, para después acercarse y besarlo con suavidad, con un beso que transmitía todo lo que sentían, ahora lo sabían, lo sentían y no se negarían a ello, se amaban, era la verdad absoluta; sin embargo, detrás de la puerta de la habitación yace un alma que se niega a aceptar aquella verdad.

El rey Seonghwa observó todo, con suma delicadeza cerró totalmente la puerta de la habitación, dio un paso hacia atrás con cuidado de que sus tacones no resonaran más de lo debido sobre el frío piso de mármol, sus ojos casi querían salir de su lugar, y con una mirada de horror se llevó ambas manos al rostro, comenzando a sollozar de coraje, no podría creer que aquel hombre al que tanto ama, le entrega su corazón y alma a su intérprete personal, aquel miserable niño huérfano que recogió para que cantara para él.

El sentimiento de traición que se colocó en su pecho pasó a convertirse en uno de odio, sí, lo odiaba, odiaba a ese chico bonito que se atrevió a quitarle el amor del hombre de sus sueños, sintiendo el peso de aquello que sus ojos acababan de contemplar se dejó caer al suelo, la crinolina bajo los olanes de la parte trasera de su enorme y frondoso vestido evitaron que un golpe seco se escuchara, arañando el suelo ante el gigantesco sentimiento de repudio que se instaló en sus adentros, el rey susurró para sí mismo.

―Te odio, te odio, te odio, te odio. ―Repetía el rey Seonghwa, mientras encajaba sus uñas en su cuero cabelludo y tiraba fuertemente del mismo.

Su respiración se volvió irregular, todo pensamiento nublándose y solo quedando el odio, rencor y repudio hacia el chico intérprete. Un poco más calmado, el rey se puso de pie, sacudió su vestido y caminó en dirección a la sala del trono, una vez ahí se sentó en el lugar, siendo reverenciado por su consejero real, quien le observó sereno, más su expresión se vio cambiando al notar el rostro de su rey, preocupado, le cuestionó.

― ¿Sucede algo su alteza? ―preguntó el hombre rubio.

―Tráeme al cazador. ―Ordenó el rey. ―Dile que quiero verlo. ―Concluyó.

―Cómo usted ordene su majestad. ―Dijo el hombre, reverenciando al rey y saliendo de la habitación.

Seonghwa cerró sus ojos intentando dejar de sentir aquella sensación que se acrecentó en su pecho, culpa, sí, él tenía la culpa, tenía toda la maldita culpa de aquellos dos se enamoraran, lo vio venir y no lo evitó, esas interacciones entre ambos jamás fueron normales, él lo sabía y aun así lo dejó pasar, sintiéndose estúpido por decir menos, se permitió recordar la primera vez que interactuó con el príncipe Yunho, fue en la fiesta de celebración por su trigésimo quinto cumpleaños.

Ese día despertó alegre, puesto que se llevaría a cabo la fiesta de celebración por su cumpleaños número treintaicinco, sería el día en el que tendría la oportunidad de entablar una conversación decente con el príncipe heredero del reino vecino, el príncipe Jeong Yunho, la primera vez que lo vio fue cuando estaba de cacería en las afueras del reino de Wonderland, pues durante la cacería que realizaba junto a algunos miembros de la corte noble, el puma que perseguían había recorrido una gran distancia llevándolo hasta las afueras de su propio reino que colindaba con el reino vecino, Horizon.

Los guardias reales rodearon a la criatura y la acorralaron, el príncipe observaba todo desde lejos y al encontrar a la guardia del reino vecino se preguntó por qué tanto alboroto, dirigiéndose hacia el lugar observó cómo cazaban un felino negruzco, ofendido y enfadado por tal atrocidad, se dirigió a los hombres y evitó que asesinaran a la criatura, los guardias le reconocieron y le reverenciaron, una voz resonó detrás de las espaldas del príncipe, era el rey Park Seonghwa, antes heredero y ahora portador de la corona de Wonderland.

Ambos cruzaron miradas y Seonghwa pudo sentir cómo algo hizo "clic" dentro de sí mismo. Tiempo después de aquel evento, el rey Seonghwa ordenó a un investigador que le informara acerca del hombre del que había quedado prendado, quería saberlo todo, su comida favorita, la ropa que usaba, los libros que más leía, sus pasatiempos favoritos, sus melodías preferidas, absolutamente todo y fue con eso último que logró idear un plan para acercarse a él.

Al príncipe Yunho le fascinaba la música.

Es entonces que el rey, armó todo un plan de conquista dentro de su retorcida mente, invitaría al príncipe a su fiesta de cumpleaños y lo atraería con una presentación en vivo de su intérprete personal, Jung Wooyoung el "ángel cantor" del rey Seonghwa.

Llegado el día de la fecha acordada, la emoción del rey no podría describirse, se sentía sumamente emocionado, esperando que todo resultara tal y cómo quería; la noche cayó y junto a ella la serenidad del enorme salón de fiesta, pues el bullicio que había en el no dejaba para menos, los invitados no dejaban de hablar del hermoso vestido color vino que el rey portaba esa noche y también, del atractivo príncipe del reino vecino que había sido invitado esa noche.

Después de la presentación musical, en dónde Wooyoung interpretó los más dulces versos que se le fueron enseñados a punta de fusta desde niño, el rey Seonghwa se encaminó a su asiento, lejos del príncipe Yunho, enojado, se dirigió a su consejero, cuestionando sobre el porqué el príncipe no se hallaba sentado cerca de él, pues así lo había ordenado el rey.

Consejero Byun.Llamó el rey con voz dura, contrario al gesto de aburrimiento que se dibujaba sobre su hermoso rostro maquillado con llamativos tonos vinos y negros que iban a juego con su vestido.

¿Sí, su majestad?cuestionó el hombre de blancos cabellos.

¿Por qué carajos el príncipe Yunho no está sentado cerca mío?cuestionó el rey, esta vez apretando la mandíbula de furia.

S-Su majestad, si me lo permite, verá... el príncipe Yun la voz del consejero Baekhyun se vio interrumpida por la del rey.

¡Silencio!Le ordenó.Llévenselo.Ordenó en un chasquido a los guardias que yacían de pie, a los costados de su gran silla dorada.

Sin vacilar, los hombres se dirigieron al consejero y lo tomaron de los hombros, arrastrándolo hacia la salida del recinto, mientras que este se resistía, pues muy obvio era el destino que le esperaba una vez cruzadas aquellas puertas. Entre forcejeos y llanto, el consejero Byun era arrastrado; antes de atravesar la puerta, una maldición salió de los labios del hombre, apaciguando los murmullos enteros del salón.

¡Te maldigo Park Seonghwa! ¡Ojalá te pudras en el infierno! ¡Maldito bastardo hijo de puta! maldijo el consejero, antes de ser arrastrado hacia las afueras del salón en su totalidad.

Las miradas de los presentes pasaron de estar sobre el hombre, hacía el rey, quien aburrido removía suavemente su tenedor de oro sobre el plato que yacía frente a él, éste, al percatarse del repentino silencio, levantó el rostro y observó las caras de horror, miedo y confusión de los invitados, frunció el ceño y habló.

¿Qué mierda ven?, sigan comiendo. ―Dijo el rey, acto seguido, los invitados desviaron la mirada y otros tantos la regresaron a sus platos.

Mientras los murmullos comenzaban a elevarse de nuevo, dos jóvenes almas charlaban tranquilas, ajenas a toda la desgracia que ocurría frente a ellos, susurrando y diciéndose cosas en el oído, una para nada apropiadarisa del intérprete resonó por la sala, ocasionando que el bullicio bajara el volumen durante unos segundos.

El ángel cantor se vio descubierto y avergonzado, dirigió su mirada al rey, quien le miró desconcertado y furioso, un poco asustado Wooyoung se levantó de su asiento y salió del gran salón, siendo seguido por el príncipe Yunho, ante eso la cara del rey se convirtió en un poema y una idea cruzó por su mente, se levantó de su asiento, retirándose por la salida trasera del salón.

Wooyoung salió corriendo del gran salón, corrió durante unos segundos por los extensos pasillos, deteniéndose para recuperar el aire, sobre sus rodillas respiraba agitado, con una sonrisa en su rostro y un sentimiento cálido en el pecho, enderezó su postura sonriendo ante las ocurrencias de aquel pícaro invitado del rey.

Una mano tomó su hombro, por lo que Wooyoung chilló asustado, e inmediatamente se dio la vuelta, escuchando la más hermosa risa que sus oídos pudieron haber captado, frente a sus ojos se hallaba aquel caballero de blanco traje y cabellera oscura.

Discúlpeme sí lo asusté, no fue mi intención.Se disculpó el príncipe Yunho.

N-No, no, está bien, no se preocupe.Dijo Wooyoung, riendo mientras movía sus manos débilmente, en signo de que todo estaba bien.

Ambos rieron y guardaron silencio, admirando la presencia del contrario, y sin querer, terminaron por perderse dentro de los ojos impropios, maravillándose y conectando más que su mirada, pues en sus pechos se instaló un sentimiento de calidez y tranquilidad que los envolvió, creando una burbuja mágica en la que únicamente ellos dos existían, logrando así que su raciocinio desapareciera por escasos segundos en lo que yacían perdidos dentro del alma del otro.

Mágico, divino, casi rozando lo celestial, fue aquel encuentro de miradas que compartieron ambos jóvenes, sin embargo, aquella esfera de paz se vio explotada por el resonar de uno finos y altos tacones que se aproximaban a la pareja, junto a una voz llena de euforia que aparentaba ser verdadera.

¡Wooyoung! ¡Príncipe Yunho! ¡Qué sorpresa verlos juntos!exclamó con un tono animado el rey Seonghwa, llegando de las espaldas de Wooyoung, quien se sorprendió al oír el cargo del caballero frente a él, junto al alegre semblante del rey, más aquella exagerada y torcida sonrisa le hizo cambiar su expresión a una horrorizada.

Su majestad.Le reverenció Yunho, siendo seguido por Wooyoung.

Está bien, está bien, no son necesarias las formalidades. Dijo Seonghwa, sonriendo alegremente hacia el príncipe Yunho, este último regresándole la sonrisa.

Wooyoung se sintió sumamente incómodo y fuera de lugar, por lo que hizo el gesto de querer dar unos pasos hacia atrás y retirarse, más la dura mirada del rey Seonghwa la detuvo en seco, Wooyoung dio un brinco y bajó la cabeza, Seonghwa sonrío y se acercó a él, posándose detrás del pelinegro y tomándolo de los hombros, empujándolo lentamente hacia el príncipe, Wooyoung comenzó a entrar en pánico, mientras que el príncipe Yunho miraba curioso la escena.

Ya que están aquí, me gustaría presentarlos formalmente.Dijo el rey Seonghwa.Príncipe Yunho, mi intérprete personal, Jung Wooyoung. ―Señaló Seonghwa al nombrado, este mismo, haciendo una reverencia hacia el príncipe. Woonnie, él es el príncipe Yunho, heredero al trono del reino de Horizon. Presentó Seonghwa al príncipe Yunho, quien dio un pequeño asentimiento y se tomó el atrevimiento de tomar la mano de Wooyoung y depositar un pequeño beso en ella.

Al observar aquello, el ojo izquierdo del rey tembló levemente, y una sonrisa apareció en su rostro, una sonrisa tétrica que mostraba la horrible naturaleza de su ser, lamentablemente, aquella sonrisa no fue notada por los dos hombres frente a él, y con un soplido, el rey tomó la mano del príncipe, alejándolo levemente de Wooyoung.

Muy bien, puedes retirarte Wooyoung, me gustaría hablar con el príncipe Yunho.Ordenó el rey Seonghwa, dando un pequeño apretón a la mano que sostenía, el príncipe Yunho notó eso y miró el decepcionado rostro del intérprete, contagiándose de él.

Wooyoung obedeció, dio una reverencia y se retiró en dirección contraria a ellos, el príncipe Yunho observaba alejarse al chico, mientras que el rostro sereno del rey le observaba, Seonghwa pudo sentir que algo pasó entre esos dos, momentos antes de llegar e interrumpirlos, no supo qué fue y tampoco le importó demasiado, jaló un poco la mano del príncipe y este pareció reaccionar.

Príncipe Yunho, sígame por favor, hay algo que quiero mostrarle.Comentó el rey, arrastrando consigo al nombrado, mientras se colgaba de su brazo, sorprendiendo un poco al príncipe, quien solo se limitó a asentir y seguir al rey.

Esa noche, en un vil y lujurioso intento de marcar cómo suyo al príncipe, el rey ofrece su cuerpo al alcoholizado caballero quien se deja llevar por el vino, y posa sus manos sobre el cuerpo del monarca, llenando sus sentidos de la esencia de este, degustando con su lengua cada centímetro de la exquisita piel del gobernante y sellando con fogosos besos y viscosa saliva, su penitencia de muerte en vida.

Después de aquella noche, el rey le pide al príncipe que le permita iniciar un cortejo hacia su persona, el príncipe Yunho, obligado por las costumbres que se le fueron inculcadas desde pequeño, acepta y se convierte en el pretendiente del rey, para tiempo después verse convertido en su futuro prometido por obligación, porque sí, el rey Seonghwa no dudó en amenazarlo con iniciar una guerra sí él no aceptaba convertirse en un prometido.

Con un suspiro, el rey Seonghwa se sonrío así mismo al recordar la expresión de temor que yacía dibujada en el apolíneo rostro de su ahora prometido, cuando le obligó a casarse y comprometerse con él, ¡Cuánto amaba cada una de sus expresiones! Sin importar que fuera de asco, temor o repudio y mucho menos sí éstas iban dirigidas hacia su persona, amaba todo del príncipe Yunho.

El sonido de la puerta abrirse y unos pasos resonando por el helado suelo de mármol llamaron su atención, al girarse pudo observar cómo entraban el consejero y un hombre al que su piel reconoció cómo uno en tantas ocasiones, el cazador.

―Su majestad, el cazador Choi San. ―Presentó el consejero Yeosang.

―Retírate, Kang. ―Ordena el rey, siendo obedecido inmediatamente.

El cazador se acerca y se arrodilla ante el monarca, tomando suavemente su mano derecha y planta un beso en ella, mirando directamente al rey, quien le mira sin expresión alguna en el rostro. El cazador le sonríe de oreja a oreja y rey solo suelta aire, observando al hombre con rostro serio, la mano libre del rey viaja hasta la mejilla del cazador y este acepta gustoso el toque, frotándose con la mano que le acaricia en la búsqueda de más contacto, sin embargo, en un rápido movimiento ésta se posa en su cabello empujándolo hacia abajo.

―Póstrate ante tu rey. ―Ordena el rey Seonghwa con un tono de voz grave, ocasionado que de los labios del cazador saliera un gemido de placer y que el rostro de este quede a escasos centímetros de su entrepierna.

El cazador estando sobre sus rodillas, observa a su rey, con el entrecejo levemente fruncido y una mirada expectante, admirando la inexorable omnipotencia del monarca frente a él, sintiéndose dichoso de que sus manos puedan recorrer su cuerpo con profunda devoción, de ser aquel recipiente en el cual el gobernante vierte cada gota de su frustración hasta quedar satisfecho.

Interrumpiendo aquel trance en el que el cazador se encontraba, el rey se pone de pie y desata parsimoniosamente las agujetas que mantienen fuertemente aferradas las enaguas de su vestido a su estrecha cintura, dejándolas caer y dejando a la vista el pantalón inferior que siempre solía llevar bajo ellas, se sentó de nuevo y se tomó la libertad de estirar sus piernas, haciéndole una señal al cazador, le ordenó.

―Acércate. ―Ordenó de nuevo el rey, el cazador aún de rodillas se acercó lentamente y levantó su rostro.

La mano izquierda del rey se posó en su cabeza y la atrajo hasta su entrepierna, haciendo que la nariz del cazador rozara su miembro. Con una mirada de superioridad, el rey le dio una orden más.

―Satisfáceme. ―Ordena por última vez el rey.

Acto seguido el cazador obedece y sube lentamente sus manos por las piernas del monarca, subiendo por sus muslos y terminando en el borde de los pantalones del hombre, con delicadeza y sin dejar de lado aquel pequeño dejo de desesperación el cazador baja la prenda y deja libre la semi erección del monarca, las ásperas y callosas manos del cazador toman la extensión del rey, haciéndole soltar un suspiro, y con rapidez comienza a bombear el miembro del gobernante.

Una vez el pene del rey se halló completamente duro, el cazador rozó la punta de su lengua por el glande, sacándole otro suspiro al rey Seonghwa. Los labios del hombre besaron con delicadeza la punta, pasando su lengua por el glande de su majestad, mientras que con una mano masturbaba la extensión restante; abrió su boca y sacó la lengua, frotando la punta del miembro con esta, sin dejar de observar el rostro del rey Seonghwa, quien con uno de sus brazos recargado en el reposabrazos de su trono y con su mano hecha puño sostenía su cabeza mirándole con el entrecejo levemente fruncido.

Un poco impaciente, el monarca tomó de los cabellos al cazador y le empujó hacia el frente, obligándolo a tragar toda su extensión de una, ocasionado que el hombre bajo él gimiera ante la repentina acción, más obedeció aquella orden muda y comenzó a succionar con fuerza ensalivando todo el pene del rey, moviendo su cabeza de adelante hacia atrás y degustando el trozo de carne en su boca. El gobernante jadeaba de placer, sin pensarlo dos veces, ejerció más fuerza a su agarre y sumó su mano restante, haciendo que sus dos manos empujaran firmemente la cabeza del cazador, quien lloraba ante las arcadas que daba por la extensión dentro de su cavidad, más ignoró todo aquello e inundado por el placer se permitió convertirse una vez más, en el juguete del rey.

Las embestidas en la boca del cazador eran severamente duras, bastando no más de dos para que el monarca jalara los negros cabellos del hombre y se corriera en toda su boca. El rey alejó el rostro de su entrepierna y este le observó con los ojos cristalizados mientras sacaba la lengua dejando que el semen escurriera de su boca, el gobernante se regocijo ante la vista y con una sonrisa de medio lado se puso de pie y comenzó a desvestirse completamente, confundiendo al hombre.

—Desvístete y recueste boca arriba. —Ordenó el rey Seonghwa.

Nuevamente el cazador acató la orden, se despojó de sus prendas y se recostó, intuyendo lo que venía, abrió sus piernas dejándose a disposición del monarca, quien una vez desnudo se acercó a él y frunció el ceño con una diminuta sonrisa que se borró al instante. Con cuidado el monarca caminó hacia él y se sentó sobre su ya endurecido miembro, comenzando una deliciosa fricción que hizo suspirar al cazador, acto reflejó tomó las caderas del rey y le dio más firmeza a ese roce.

Con parsimonia el gobernante tomó el miembro del cazador y lo masturbó con rapidez sacándole altos gemidos al pelinegro, sin preparación alguna se introdujo el pene de este y se abrió paso entre él, lloriqueando ante la sensación de ardor que sólo logró excitarlo más, el cazador gimió fuerte al sentir cómo las paredes de su majestad apretaban su miembro. Una vez dentro todo el pene del hombre, el rey se dio el lujo de echar su cabeza hacia atrás y contener unas lágrimas de placer que amenazaban con escapar.

Segundos después comenzó a mover sus caderas en círculos, moviéndose lentamente, y sacándoles gemidos de placer a ambos, una vez menguada la sensación de ardor, el rey comenzó a dar leves brincos, disfrutando de la sensación que el pene del cazador le brindaba; transcurridos unos segundos el monarca ya se hallaba brincando velozmente sobre el miembro del cazador, este último llorando ante la bruma de placer que recorría su cuerpo.

Así estuvieron durante unos minutos, hasta que el cazador se sintió llegar y se corrió dentro del rey, quién siguió auto penetrándose hasta que se corrió sobre el pecho del cazador. El gobernante se puso de pie y se vistió de nuevo, el hombre que aún respiraba agitado sobre el frío suelo de mármol, optó por imitar las acciones del monarca. El rey Seonghwa regresó a su asiento y con una seña le ordenó al cazador postrarse ante él nuevamente.

—Escucha lo que te diré. —Ordenó el rey. —Quiero que me consigas una daga, la más hermosa que tus ojos hayan visto jamás. No me importa sí tienes que atravesar los cuatro reinos, me traerás esa daga. ¿Entendido? —cuestionó el rey, con ese tono autoritario que tanto le caracteriza.

El cazador toma una de las manos del monarca y planta un beso en ella, oh, ¡Cómo amaba besar las manos de su majestad! Miró al monarca con aquella devoción que tanto amaba demostrarle y dando un asentimiento respondió.

—Entendido, su majestad. —Respondió el cazador.

El rey cerró los ojos y suspiró, le dedicó una mirada indiferente y le ordenó retirarse. Suspiró y con un chasquido llamó a su consejero, quién se hallaba escondido entre las paredes del gran salón del trono, habiendo escuchado y visto todo, sin embargo, importándole en lo más mínimo, pues ya estaba acostumbrado a este tipo de cosas.

— ¿Sí, su majestad? —cuestionó el rubio.

—Consejero Kang, ¿Cómo va la selección para las sortijas de matrimonio? —cuestionó el rey.

—Todo marcha bien su majestad. Mañana, a más tardar medio día, podrá ir al salón asignado y observar las piezas de joyería de su elección. —Respondió el consejero Kang.

—Cancela la exposición de las joyas y llévalas directamente a mi habitación, también, alimenten a Dal y llévenlo a mi habitación, hay algo que me gustaría hacer por mi propia cuenta. —Ordenó el monarca.

El consejero Kang quiso refutar aquello, más sabiendo las consecuencias que traía contradecir al rey, optó por asentir y encaminarse a otra parte desconocida del castillo, movilizándose lo más rápido posible para cumplir el deseo de su majestad.

Después de aquel súbito encuentro entre las jóvenes almas, la fría noche les abrazó gélidamente, pegándose más a sus cuerpos, pese a saber que sería más doloroso el momento en el que tuvieran que separarse. Wooyoung se remueve entre los brazos de Yunho quien parsimoniosamente acariciaba la cabeza del pelinegro y deposita alguno que otro dulce beso sobre ella, arrullando lentamente al ángel, quien, luchando por no dejarse vencer por el sueño, realizó la pregunta que ambos cuerpos hombres temían escuchar, pero, que de no decidirse lo más pronto posible, sólo atraería una desgracia.

— ¿Qué haremos ahora Yunho? —cuestionó Wooyoung con voz adormilada.

Las caricias del nombrado cesaron abruptamente y todo su cuerpo se tensó. Wooyoung notó eso y continuó hablando, pues el sentimiento de temor comenzó a acrecentarse en su pecho al no obtener una respuesta inmediata del pelinegro de mechas rojizas.

—No podemos seguir ocultándonos más, no quiero eso, pero sí Seonghwa nos descubre... —El pelinegro se quedó callado, imaginando el violento destino que le abrazaría sí el rey se llegase a enterar de —lo que el monarca consideraría— su repulsivo acto de traición.

—Me casaré con él y una vez que obtenga la corona, lo desterraré. —Espetó seco Yunho. Sin moverse.

Wooyoung se levantó de golpe, sorprendido, miró a Yunho con los ojos abiertos y este frunció el ceño en su dirección.

— ¿En serio crees que la gente de la corte noble te lo permitirá? —cuestionó Wooyoung con un tono de incredulidad.

— ¿En serio crees que la gente seguirá queriendo a un monstruo despiadado cómo rey? —preguntó el príncipe Yunho, casi mofándose de la inocencia de su amado.

—Aunque tuvieras el poder en esos momentos, ¿Qué te garantiza que la corte noble te apoyará? Todo el mundo le tiene miedo a Seonghwa... hasta yo. —Respondió Wooyoung, siendo sincero con lo último, causándole una pequeña risita a Yunho, el pelinegro le miró indignado.

—Wooyoung. —Le llamó Yunho.

— ¿Sí? —El intérprete respondió.

— ¿Confías en mí? —cuestionó el príncipe.

—Ciegamente. —Respondió Wooyoung de inmediato.

—Entonces no debes temer. Sólo confía en mí. —Aseguró el príncipe, acercándose hacia el más bajo y depositando un suave beso en su frente.

Wooyoung se enterneció ante el gesto, pues siempre que el más alto lo hacía, significaba que hablaba con la mera verdad. El pelinegro sintió sus ojos escocer y se abalanzó sobre el príncipe para besarlo con más firmeza, demostrándole de nueva cuenta y con un sencillo gesto, cuánto lo amaba. Yunho aceptó gustoso los besos de su ángel cantor y antes de que la situación comenzará a calentarse, apartó delicadamente a Wooyoung.

—Mañana es la elección de sortijas de matrimonio. —Dijo suavemente el pelinegro de mechas rojizas. —Así que ten cuidado, es seguro que Seonghwa intentará algo. Por favor, no te dejes intimidar por lo que te diga, no tiene los suficientes huevos para hacerme algo, pero sé que a ti dejó de estimarte desde el momento en que se dio cuenta de lo nuestro. —Explicó el príncipe.

— ¡¿Él sabe de lo nuestro?! —cuestionó horrorizado el ángel cantor.

—Tranquilo, tranquilo. No lo sé con certeza, pero existe la posibilidad de que así sea. Y en caso de que no lo sepa aún, sólo debes fingir que no existe nada entre nosotros. —Dijo Yunho.

—Amor mío, esto que me pides me parece imposible de hacer. Acabo de descubrir la magnitud de mi amor por ti y lo mucho que quiero permanecer a tu lado. ¿Cómo me pides eso? —cuestionó Wooyoung con un tono de voz quebradizo.

—Lo sé mi ángel, sé que no es fácil para ti, pero debes intentarlo, por ti, por mí, por ambos, por favor. —Respondió el príncipe tomando de las manos a Wooyoung y acercándolo su cuerpo, en un intento de traerle calma.

El intérprete comenzó a sollozar, dejando salir las lágrimas de temor e incertidumbre que se hallaban reprimidas dentro de sí, y que presurosas se precipitaron sobre sus ojos empapando su bello rostro, Yunho se apartó y besó las lágrimas de Wooyoung, con su pulgar acarició el lunar bajo su ojo derecho y siguió con el de su labio, mirándole con una inmensa dulzura que le transmitía todo el amor que le tenía.

—Te amo Wooyoung. —Susurró el príncipe Yunho, pegando su frente a la del intérprete.

—Yo también. —Susurró de vuelta Wooyoung, tomando las manos del príncipe que se hallaban sobre sus mejillas. —Lo haré, tendré cuidado, no dejaré de estar alerta, y en caso de ser necesario; le haré saber lo mucho que nos amamos y que no hay guerra ni muerte que lo impida. —Dijo con firmeza.

—Wooyoung, no. —Prohibió el príncipe, horrorizándose ante la imagen mental que vino a su mente al imaginar una vida sin su ángel cantor. —No, no, no, me niego a eso, por favor, no lo hagas, no lo desafíes que puede resultar mal, por favor, no. —Soltó el príncipe desesperado, pues ante la cruda idea, su cuerpo comenzó a temblar y buscando desaparecer aquel creciente temor, abrazó fuertemente al intérprete.

Wooyoung correspondió el gesto abrazando con fuerza al príncipe y escondiendo su cabeza en el hueco de su cuello, aspirando su aroma y tranquilizándose poco a poco, lentamente fue depositando suaves caricias sobre la espalda del más alto, calmándolo y casi comenzando a arrullarlo.

—Por favor Wooyoung, no lo hagas. —Susurró Yunho de nuevo.

—Está bien, no lo haré. —Respondió Wooyoung.

Y así estuvieron abrazados durante un gran rato, más ellos pareciéndoles poco a lo que en realidad querían y necesitaban; cuando no hubo más besos que dar, caricias por repartir, ni lágrimas por secar, el intérprete abandonó los aposentos del príncipe, llevándose consigo una promesa que esperaba con todo su ser cumplir, más de ser necesario, la quebrantará con tal de mantenerse en una postura firme ante la sucia jugada que seguramente el rey le prepararía.

Al llegar el mediodía, la puerta del intérprete fue tocada por uno de los guardias reales, quien le comunicó que el rey Seonghwa solicitaba de su presencia en sus aposentos, Wooyoung sintió el miedo recorrerlo de pies a cabeza, recibió el mensaje y se despidió de los guardias, quienes le reverenciaron y se retiraron.

Cómo si de un huracán se tratase, el ángel cantor se vistió lo más rápido posible y salió disparado de su habitación, rumbo a la del príncipe Yunho, dispuesto a informarle de la solicitud que el rey realizó y también, buscando su presencia para tranquilizarse, puesto que un horrible sentimiento de temor se apoderó de él tan pronto escuchó a los guardias tocar su puerta.

Se escabulló entre los pasillos sin ser visto, hasta topar con la puerta de la habitación del príncipe, con gentileza golpeó la puerta y segundos después apareció el hombre, Wooyoung se lanzó a sus brazos sin dudarlo y temblando habló asustado.

—El rey S-Seonghwa quiere verme Yunho, t-tengo miedo. —Dice Wooyoung entrecortado debido al llanto que dejó salir.

El príncipe Yunho le abrazó asustado, temiendo por la vida de su amado, le abrazó con mayor firmeza intentando calmar ese temor que tanto a su ángel cantor cómo a él le invadía, Yunho apretó la mandíbula, sintiéndose impotente, acarició la cabeza de Wooyoung y se dedicó a escuchar su llanto, sirviendo de soporte para el pelinegro, cuando quiso hablar para decirle que todo estaría bien, el resonar de las armaduras de los guardias más el sonido de unos fuertes taconazos sobre el mármol le hicieron separarse de su amado.

—Con que aquí estabas Wooyoung, mandé a unos guardias para que te escoltaran directamente a mi habitación, más no conté con que te escaparías. —Dijo el rey Seonghwa con un tono serio, para después soltar una ligera carcajada al notar el terror dibujado en el rostro del intérprete. El monarca desvió la mirada y se topó con la alta figura del príncipe, sonriendo al instante y abalanzándose sobre él al colgarse de su cuello. — ¡Yunnie! Buenos días, amor mío. —Saluda el rey, observando el rostro serio de este que le miraba indiferente y se paseaba sobre la figura del intérprete.

El rey entiende lo que sucede, sonríe con sorna y se acerca a los labios del príncipe Yunho, quién intentó apartarse más las lanzas de los guardias se alzaron en su dirección al notar aquello, dándose por vencido se decidió por obedecer y corresponder a ese beso, todo bajo la atenta mirada de Wooyoung, quien miraba horrorizado y con el corazón destrozado esa horrible escena, dejando que más lágrimas silenciosas salieran.

Seonghwa se apartó y miró victorioso el rostro deshecho de Wooyoung, con ganas de alterar a la asquerosa y feliz parejita que ambos creían ser, realizó una pregunta que le quitó el aliento al intérprete y tensó el cuerpo del príncipe.

— ¿Qué hacías en los aposentos del príncipe Yunho, Wooyoung? —cuestiona el rey, alzando una ceja y mirándole con superioridad.

El pánico se apoderó del cuerpo del nombrado, el miedo le impedía hablar y con desesperación posó su mirada en los ojos del príncipe, pidiéndole ayuda, el príncipe entendió el mensaje y respondió por él.

—Vino, para comentarme lo mucho que le emociona el hecho de que le mandaras a llamar, me dijo que espera sea un asunto relacionado con la boda, pues estaría más que halagado de poder ayudarte, es tanta su emoción que hasta está llorando. ¿No es así Wooyoung? —cuestiona el príncipe Yunho mirándole con dolor, para después sonreírle tristemente.

Wooyoung asiente y Seonghwa sonríe burlón para después alzar una ceja, dudando de las palabras de su prometido y mofándose de sus pésimos y estúpidos dotes de actuación. Negando levemente se acerca al intérprete y lo toma de los hombros, sintiéndolo temblar bajo su tacto. Divertido, el rey le mira con una fingida ternura.

— ¿Eso es cierto Woonnie? ¿Estás feliz por mi matrimonio con el príncipe Yunho? —cuestiona el rey Seonghwa, regocijándose ante el horror y dolor que se pintaron en el rostro del chico.

Wooyoung odió al rey como nunca por atreverse a obligarlo a contestar semejante cosa, el pelinegro dirigió su mirada al príncipe y halló en sus ojos la fuerza suficiente para limpiar sus lágrimas con fuerza, dirigir su mirada al rey y mostrarle una sonrisa fingida que le ocasionó un tirón en sus mejillas.

—Por supuesto que sí, su majestad. —Dijo Wooyoung, sonriendo con hipocresía y sintiéndose asqueado de sí mismo.

El rey Seonghwa le miró sorprendido, sonriendo por la valentía del chico, miró en dirección al príncipe Yunho, y soltando una risa nasal, abrazó a Wooyoung, cómo sí fueran los mejores amigos de toda la vida.

— ¡Oh, Wooyoung! ¡Esto me hace tan feliz! —chilló el rey.

Wooyoung se asustó y quiso empujar al hombre, más comprendió que estaba rodeado de guardias, y que ofender al rey se pagaba con la muerte, hacer aquello sería cómo un suicidio. Por lo tanto, se limitó a corresponder aquel abrazo de forma rígida, dirigiendo su mirada al príncipe Yunho, quién miraba la escena con el ceño fruncido.

El intérprete siguió abrazando al rey, apartando su mirada del príncipe y sin querer, oliendo el perfume del rey que le revolvió el estómago, sin embargo, otro olor se adentra en sus fosas nasales, casi ocasionándole una arcada.

Sangre podrida.

Muy leve, pero estando presente, antes de que pudiera pensar en otra cosa, los labios del rey cerca de sus oídos le quitan el aliento, para después tensarse en su sitio ante el susurro que salió de estos.

—Sígueme, quiero mostrarte algo. —Susurra el rey, haciendo que el temor regrese de golpe al sistema del chico.

Sin esperar siquiera una respuesta el rey jala del brazo a Wooyoung arrastrándolo con él, Wooyoung voltea asustado hacia el príncipe Yunho, quién inmediatamente hace el gesto de querer detenerlos, más los guardias posan sus espadas frente a él, bloqueando su paso y solo dejando ver cómo es que el rey arrastra a su amado.

Los pasos de rey son firmes, haciendo que sus tacones resuenen por las paredes de los pasillos, causando que el nerviosismo de Wooyoung aumente y su miedo no se disipe. Después de unos seis minutos de caminata, ambos hombres llegan a la habitación del rey, este mismo se detiene frente a ella, y Wooyoung retrocede, sobando su muñeca, pues durante todo el trayecto el rey apretó esta con fuerza mientras le jalaba para que caminara. Sintiendo el miedo apoderándose por completo de su ser, Wooyoung da dos pasos hacia atrás, retrocediendo y llamando la atención del rey, quién se gira levemente para decirle unas palabras que le congelaron en su lugar.

—Entras y eliges un puñetero par de anillos, o te corto las alas mariposita. Tú eliges. —Amenazó el rey Seonghwa, abriendo la puerta de la habitación y entrando en ella, dejando a Wooyoung muerto del miedo en su lugar, sin poder moverse ni un centímetro.

Su mente quedó en blanco y sólo pudo repetir una y otra vez las palabras del rey, tenía miedo, mucho, mucho miedo. Si no entraba, moriría, dejando solo a su amado, y eso jamás, sin siquiera notarlo la irá se vio colándose por cada rincón de su cuerpo. Ese rey... ese bastardo, ¡¿Cómo se atrevía a intentar separarlos?! Podrá ser el rey más poderoso y temido en toda la historia de Wonderland, pero no tenía ni el más mínimo derecho de impedirle que él y el príncipe Yunho vivieran felices.

Tomando fuerzas de vaya a saber dónde, Wooyoung limpió los restos de lágrimas que quedaron en su rostro, respiró profundamente y apretó la mandíbula, dispuesto a dejarle en claro a ese estúpido y miserable rey, lo mucho que ambos se aman, sin importar la cantidad de amenazas, armas o guerras que pueda haber. Se acercó a la puerta con pasos lentos, pero sin dejar de ser firmes, posó una de sus manos sobre el grabado en oro de la puerta y antes de abrirla, recordó la promesa que le hizo al príncipe Yunho.

«—Por favor Wooyoung, no lo hagas.»

El corazón de Wooyoung palpitó al recordar las palabras dichas por el príncipe Yunho, sintió como si su pecho se hubiera contraído y un dolor inmenso apareció en él, acusándolo de pecador al haberse decidido en romper aquella promesa.

—Perdóname... amor mío. —Susurró Wooyoung contra su mano, y antes de que pudiera pensar en otra cosa, se adentró en la habitación, cerrándola de un portazo.

El ambiente era horriblemente pacífico.

Lo primero que Wooyoung pudo observar fueron las cientos y cientos de cajas de regalo distribuidas por cada esquina de la habitación. Observó también las columnas hechas con cajas que llenaban la espaciosa habitación, con cuidado de no tocar alguna y hacerla caer, Wooyoung comenzó a caminar con dificultad por los estrechos pasillos que se creaban entre las cajas, tratando de llegar al centro, donde recordaba estaba la cama del rey. Cuando quiso seguir avanzando la voz del rey Seonghwa le hizo detenerse en seco.

—Estoy en el peinador, ven aquí. —Ordenó el monarca.

Wooyoung tragó duró, y suponiendo que debía seguir la voz del rey, dobló hacia su izquierda un par de veces hasta que llegó al peinador, observándolo de espaldas a él, y cepillando parsimoniosamente su negro cabello. El intérprete quiso dar un paso, más un gutural gruñido lo congeló, cuando desvió su mirada a el lugar dónde provenía aquel ensordecedor gruñido, sus orbes oscuros se horrorizaron.

Frente a sus pupilas yacía la mascota del rey, Dal, la pantera negra de su majestad. Wooyoung observó con horror cómo es que el negro y gigantesco animal estaba cubierto de sangre alrededor de todo su hocico, la mirada del chico siguió bajando hasta sus pies y observó como estos pisaban un enorme charco de sangre negruzca. Y cómo sí de una flecha que acaba de ser disparada se tratase, los ojos de Wooyoung se posaron en aquello que el felino mordisqueaba, al mismo tiempo que aquél putrefacto olor llegaba a las fosas nasales del intérprete.

Un cadáver putrefacto.

Eso era lo que el felino negruzco comía tranquilamente, al parecer, no importando en lo más mínimo el estado de putrefacción en el que estaba. Wooyoung sintió cómo una arcada se hacía presente, por lo que tapó rápidamente su boca, regresando todo aquello que quiso salir, y sintiendo el asqueroso sabor calar en toda su lengua y garganta, la voz del rey se escuchó a sus espaldas, Wooyoung giró a verle horrorizado.

—A Dal no le gusta que pisen su comida. Ten cuidado o podrías ser lo próximo que se coma. —Dijo el rey, para después reírse de forma desquiciada.

El intérprete tragó duró y endureció su semblante, mirando fijamente al rey, quién seguía peinando sus cabellos y que, al mirarle, optó por pedirle que se acercara.

—Por favor Wooyoung, acércate. —Pidió el rey Seonghwa.

Wooyoung dudó un poco, pero al verse totalmente atrapado, obedeció. El rey se levantó de su asiento, tomó al chico por los hombros y lo sentó frente al gran espejo del peinador, mirándole a través de este con una sonrisa macabra, con cuidado tomó el peine que hace unos momentos utilizó para peinar sus propios cabellos y comenzó a cepillar el cabello del intérprete, éste se tensó en su sitio al ver cómo el monarca alzaba la mano, pero al comprender la acción del rey se relajó un poco, sin bajar la guardia, pues estaba esperando que en cualquier momento el rey alzara la mano para apuñalarlo por la espalda.

— ¿Recuerdas cuándo llegaste al castillo y todas las noches antes de dormir, cepillaba tu cabello? —cuestiona dulcemente el rey Seonghwa, casi en un tono maternal, sumamente contrastante ante el oscuro y fuerte deseo que tuviese de arrancar con sus propias manos cada una de esas hebras negruzcas.

—Sí, lo recuerdo. —Responde Wooyoung, rememorando a su vez, todas aquellas veces en las que el rey jaló de sus cabellos por no alcanzar la nota que debería, al momento de interpretar una melodía.

— ¡Ah! Cómo extraño esa época. —Suspira falsamente el rey Seonghwa. —Época, en la que eras más obediente... —Susurra el rey para sí mismo, sin embargo, aquel murmuro no logra pasar desapercibido por el intérprete.

— ¿Dijo algo más, su majestad? —dice Wooyoung, no escuchando lo que el monarca dijo.

Seonghwa se pone nervioso al verse descubierto, pues aquellas palabras habían sido escuchadas por el chico, pensando rápidamente en algo con lo cual evadir la pregunta del chico, dirige su mirada a su corona, aquella corona dorada cubierta de diamantes que tan vistosa se volvía al observarla imponente sobre la cabeza del monarca. Rápidamente una idea cruza por su camino y la toma cuidadosamente desde los extremos, alzándola sobre la cabeza del intérprete, quien al ver aquella acción entró en pánico.

— ¡Su majestad! ¿Qué hace? —pregunta Wooyoung sorprendido, y antes de que pudiera decir otra cosa, la pieza de oro con incrustaciones de diamantes descansa apaciblemente sobre su cabeza, enviando a su sistema una corriente eléctrica que terminó por hacerle sudar en frío. El rey, descansó sus manos sobre los hombros del chico.

—Waoh... te queda mejor de lo que pensé. —Dice el rey Seonghwa, con un asombro muy mal actuado. —Pareces de la realeza. ¿Alguna vez te has imaginado teniendo una corona sobre tu cabeza? —cuestiona el rey, mirándole atento.

—No, su majestad. Jamás se ha cruzado por mi mente la idea de formar parte de la realeza. —Responde Wooyoung sincero, tragando duro al observar la corona sobre su cabeza y observando con nerviosismo los profundos y casi asesinos ojos del rey.

— ¿En serio? Qué lástima. —Dice el rey Seonghwa, mirándole fijamente a través del espejo, su mirada tornándose oscura y su verdadero ser listo para mostrarse ante los ojos del intérprete. —Sí te casaras con el príncipe Yunho, podrías obtener una corona igual a esta. —Comenta, para sonreírle con sorna y apretar sus hombros levemente.

La reacción del intérprete fue tan rápida que llamó la atención de Dal, se puso de pie abruptamente haciendo que el pequeño banco sobre el que yacía rechinara y la corona de diamantes cayera al suelo, se alejó unos cuentos pasos y se detuvo, el miedo y el horror tomando el control de su cuerpo. El rey Seonghwa parpadeó un par de veces, con sus manos aún alzadas en la misma posición, con delicadeza se giró hacia el suelo y levantó la corona, fingiendo quitarle el polvo y volviéndola a colocar sobre su cabeza, para después dirigirse al banquillo y sentarse en el tranquilamente.

— ¿C-Cómo? ¿Cómo lo sabes? —susurra Wooyoung, temblando sin parar.

El rey voltea a verle con una mueca de aburrimiento, sus ojos se posan sobre la figura del chico, después se desvían hacia su mascota que acababa de merendar y yacía lamiendo la sangre de sus patas delanteras, ajeno al temor del chico pelinegro, con desinterés el rey chasqueó los dedos y el gran felino se puso de pie, caminando hacia su dirección, restregando su enorme cabeza sobre la pierna del monarca en busca de una caricia, la cual le fue concedida en seguida.

—A decir verdad, tuve la ligera sospecha de que una chispa surgió entre ustedes, cuando los presenté por primera vez. —Comenta el rey. —Al principio me negaba a creerlo y fingí estar ciego, sin embargo, verlos follar en tu habitación me curó la ceguera. —Dice el rey Seonghwa, acariciando dulcemente a Dal mientras este refregaba su cabeza entre el espacio de su cuello y mandíbula.

Wooyoung no puede más, el temor, la desesperación y muchos sentimientos más lo abaten desde adentro y las lágrimas comienzan a fluir, sin saber qué hacer o qué decir, solo se limita a llorar en silencio, observando con miedo, odio y repulsión al rey, quien seguía acariciando a la melosa pantera. Viéndose totalmente acorralado, recurre a realizar aquel insípido acto que todas las desdichadas almas del reino debían de ejecutar sin falta alguna, en muestra de su total devoción, lealtad o temor.

Postrarse ante el rey.

Lentamente las rodillas de Wooyoung se acercan al suelo, en menos de un segundo estas flaquearon y le hicieron arrodillarse de golpe, sintiéndose miserable por no decir menos, junta sus manos y las pega a su frente, su espalda ardiendo, cada uno de sus huesos en su columna crujió y cuando su frente hubo tocado el helado suelo de mármol, con voz temblorosa, rogó, rogó por su vida y la del príncipe Yunho.

—Rey de Wonderland Park Seonghwa, le ruego, le imploro y le suplico que perdone la vida del príncipe Jeong Yunho heredero al trono de Horizon, y la de su intérprete personal, Jung Wooyoung. —Ruega el ángel cantor, sintiéndose totalmente humillado.

Una risotada retumbó entre las cuatro paredes de la habitación.

Wooyoung alzó la vista y miró confundido al rey, quién yacía riéndose desquiciadamente mientras que con una mano apretaba su estómago y con la otra limpiaba las lágrimas ocasionadas por la risa, Dal se asustó ante las carcajadas del rey y se alejó.

— ¡Jodida mierda Wooyoung! De todas las cosas que esperé que hicieras, jamás, óyelo bien, jamás esperé que te arrodillaras ante mí. —Exclama entre risas el rey Seonghwa. — ¡Por todo lo divino, esto es único! —exclama el rey, para después estallar en risas nuevamente.

El miedo y desesperación abandonaron el cuerpo de Wooyoung y le abrieron paso a la furia, ese bastardo, ¿Cómo se atrevía a burlarse? El enojo le nubló la vista y casi en un gruñido le exigió al rey que no le hiciera daño al príncipe Yunho.

— ¡Deja en paz al príncipe Yunho! —gritó Wooyoung, poniéndose de pie, interrumpe las risas del rey, quién se ve molesto por aquello.

—No le voy a tocar un solo cabello al príncipe Yunho, es mío, por supuesto que no le haría daño. —Dice el rey, restándole importancia. —En cambio a ti, puedo hacerte desear jamás haber mirado al príncipe Yunho siquiera. —Responde el Rey Seonghwa con voz grave, asustando a Wooyoung de nueva cuenta, sin embargo, su miedo se vio desapareciendo y de los labios del ángel cantor salieron disparadas venenosas palabras que, siendo verdad, amenazaron con derribar el marco de majestuosidad que porta el aura del monarca.

—Así me destierres, encierres o asesines, Yunho jamás dejará de amarme. —Dijo Wooyoung con determinación, mirando con odio al rey. —En cambio a ti... —Imitó al rey. —Jamás te amó y jamás te amará, aunque no lo quieras ver, lo aceptes o no, es la verdad. —Concluyó.

—Te equivocas. Él me ama, por supuesto que lo hace. —Dice sin dudar el rey, comenzando a caer en la trampa de Wooyoung.

— ¿Alguna vez te lo ha dicho por su propia cuenta, sin que se lo ordenes? —cuestiona Wooyoung con dureza, una pequeña y descarada sonrisa formándose en sus labios. — ¿Alguna vez te acarició, te abrazó, besó alguno de tus lunares o tomó y besó alguna de tus manos, sin que se lo ordenes? —volvió a cuestionar Wooyoung, riendo con sorna y acercándose al gran espejo, posándose detrás del rey.

El rey se miró en el espejo, rebuscó en todos los rincones de su memoria tratando de hallar, aunque sea tan sólo uno, un momento en el que el príncipe Yunho le haya mirado con la misma dulzura y devoción que al intérprete, desafortunadamente, fallando en el intento, pues todo lo que recuerda son gestos de asco, miradas de odio y profundo rencor dirigidas a su persona. El rey Seonghwa se confunde, no le importan en lo más mínimo esos gestos hacia él y comprende a la perfección que ese hombre jamás le amará, pero ¿Por qué le duele escucharlo salir, de los labios del intérprete?

Una punzada en su pecho le hace ser consciente de las presurosas perlas saladas que ahora ruedan por sus mejillas, apretando su pecho en la zona cercana a su corazón un sollozo escapa, Wooyoung se da cuenta de lo que ha ocasionado, antes de que la culpa invada a su persona, toma ventaja de la situación y aprovecha para desgarrar esa fina capa de vulnerabilidad que ha demostrado el monarca, antes de que vuelva a endurecerse. Con una tétrica suavidad, coloca sus manos sobre los hombros del rey, haciendo que este se sobresalte y le mire aterrorizado, con los ojos acuosos debido al llanto.

—Eso sonó cómo un "No". —Dijo Wooyoung, sonriendo victorioso y apretando los hombros del gobernante, aplicando la misma sucia jugada.

El rey le miró horrorizado, pues Wooyoung tiene toda la maldita razón, no se equivoca, el príncipe Yunho jamás le ha dicho te amo por voluntad propia, nunca.

El intérprete sigue observando con soberbia la mirada perdida del rey, degustando cada rincón del rostro atemorizado del mismo, en un determinado momento los ojos de Wooyoung se desvían a los cientos y cientos montones de cajas de regalo que hay en la habitación, aterrizando en una caja de cristal que portaba dos hermosos anillos de oro con incrustaciones de zafiros, con suma parsimonia el ángel cantor se aleja, se acerca a la caja y la toma entre sus manos para abrirla y admirar las dos piezas de joyería.

Wooyoung se acerca al peinador y se detiene a la izquierda del rey, depositando suavemente la caja sobre este, el chico alza el rostro y se mira directo al espejo, asustado de su propia imagen, sin embargo, logra apartar todo pensamiento y le da su ultimátum al rey Seonghwa.

—Escuche bien su majestad, porque no repetiré mis palabras. —Exclama Wooyoung, logrando que los sollozos del rey se detengan. —El príncipe Yunho y yo nos amamos, es innegable. Haga lo que haga, dé la orden que quiera dar, pero eso jamás cambiará, ni en esta vida, ni en las que nos siguen, porque nuestro vínculo es genuino, va mucho más allá de lo carnal y sentimental, nuestra unión es casi celestial y un ser tan repugnante como usted no es rival para ello. —Se pausa, observando de reojo al rey, quien yace inmóvil escuchando sus palabras. —Bien, habiendo dicho todo lo que tenía para decirle, su majestad, me paso a retirar, no sin antes desearle una feliz boda y un próspero matrimonio. —Dice Wooyoung, comenzando a tomar el camino de regreso a su habitación.

Cuando salió de la habitación dejó escapar todo el aire que no sabía que retenía, lágrimas de desesperación y culpabilidad brotaron de sus ojos, su respiración se volvió irregular y su corazón se volvió loco. ¿Qué locura acababa de cometer? Aún no era capaz de digerir aquello había cometido, negando una y otra vez al sentirse culpable por haber roto su promesa con el príncipe Yunho, no se percató de que un cuarteto de guardias le esperaba pacientemente, fue uno de ellos quien se dirigió a él, interrumpiendo su momento de crisis.

—Intérprete Wooyoung. —Le nombra. —Tenemos órdenes directas del rey de escoltarlo y llevarlo a su habitación. Por favor, acompáñenos. —Dijo el hombre, ordenando más que solicitando.

Wooyoung lo vio venir, seguramente el rey anticipó su revelación y se aseguró de mantenerlo vigilado, sin rechistar, comienza a seguir a los hombres, sintiéndose miserable desde sus adentros, pues ha roto la promesa que le hizo a su amado, con dolor, dirige su mirada al suelo siguiendo a los hombres de armadura roja, pensando y temiendo, por el momento en el que vuelva a ver al príncipe Yunho, y cómo sí sus pensamientos fueran un imán, el príncipe Yunho apareció siendo escoltado por otro grupo de hombres.

Wooyoung al verlo quiso gritar, no supo si de dolor, impotencia, o miedo, pero sentía la terrible y enorme necesidad de quedar apresado entre sus brazos y jamás soltarse, valiéndole tres hectáreas de verde pastura, salió disparado a sus brazos, siendo recibido al instante.

— ¡Yunho! —gritó entre llanto Wooyoung, mientras intentaba ser separado de los brazos del príncipe.

El príncipe Yunho apretaba fuertemente a su ángel cantor entre sus brazos, reacio a soltarle, aunque la vida se le fuera en ello. Entre tanto forcejeo uno de los guardias terminó por hartarse y sacar su espada, apuntando hacia el intérprete, al ver aquello, el príncipe Yunho cubrió a Wooyoung con su cuerpo, más otra espada detuvo el ataque.

— ¡General Song! ¿Qué cree que está haciendo? ¡Tenemos órdenes! —le gritó el guardia que había intentado herir a Wooyoung.

— ¡Órdenes de proteger al príncipe Yunho, no de asesinarlo, imbécil! —gritó en respuesta el general Song Mingi, empujando al guardia con su espada, haciéndole retroceder. —Cuida tus palabras, recuerda que estás hablando con tu superior. —Advirtió el general. —Guarda tu espada, y deja de actuar estúpidamente. —Ordenó.

El soldado bajó su espada y bufó, observando con desprecio cómo es que el general se ponía frente a la pareja, protegiéndolos. Ambos jóvenes miraban con atención al hombre de porte exuberante y gran armadura, éste le devolvió una dura mirada al intérprete, causando un sobresalto en él, el semblante del general se ablandó y posó sus ojos en los del príncipe Yunho, que le miraban como una fiera, dispuestos a atacar si alguien se atrevía a poner una mano sobre Wooyoung; los ojos del príncipe miraron con sorpresa cómo es que una fina y casi imperceptible sonrisa se forma en los labios del general, seguida de un pequeño asentimiento que tensó el cuerpo del príncipe al comprender la razón de aquel gesto.

Rápidamente Yunho tomó el rostro del intérprete entre sus manos y limpió sus lágrimas, obligándolo a qué le mirara a los ojos, cuando quiso hablar, el sollozo de su amado le interrumpió.

— ¡Lo sabe Yunho! ¡El rey lo sabe! ¡Rompí nuestra promesa! —sollozó Wooyoung, aferrándose al pecho del príncipe.

El príncipe tragó duro, y con pesar tomó nuevamente el rostro del chico. —Eso temía. —Respondió. El horror se apoderó de los orbes negruzcos cristalizando su existencia, el ángel cantor tembló de miedo sobre los brazos del príncipe, sollozando de nueva cuenta. —Wooyoung, mírame, mírame por favor. —Pidió el príncipe Yunho, mientras mantenía firme el agarre en las mejillas del chico, obligándolo a verle a los ojos. — ¿Confías en mí? —cuestionó.

— Y-Yunho... y-yo... —habló entrecortado el intérprete.

— ¡Respóndeme por favor! ¿Confías en mí? —cuestionó desesperado el príncipe Yunho.

— Ci-Ciegamente. —Respondió Wooyoung.

—Bien, entonces no temas por lo que vaya a pasar de ahora en adelante, encontraré la manera de verte, pero por favor, cuídate mucho. El rey no dudará en asesinarte. —Dijo el príncipe, mirando con miedo al amor de su vida.

El general Song aclaró su garganta, interrumpiendo.

—Ya fue suficiente. Guardias, lleven al príncipe a sus aposentos, yo y mi guardia escoltaremos personalmente al intérprete Wooyoung. —Exclamó el general.

Inmediatamente los hombres obedecieron, el príncipe Yunho fue alejado del cuerpo de su amado, Wooyoung fue arrastrado por dos guardias bajo el mandato del general, quien miró con un nudo en la garganta como es que el intérprete sollozaba e intentaba inútilmente zafarse del agarre de los guardias, los hombres comenzaron a avanzar y antes de llevarse al intérprete, el general miró al príncipe, asintió y el príncipe Yunho correspondió asintiendo de igual forma, para después ser alejado por el otro grupo de guardias.

Una vez frente a la habitación del intérprete los hombres le soltaron dejándolo caer al suelo, pues Wooyoung no hizo intento alguno en ponerse de pie, lo hombres nuevamente le tomaron en brazos y este no tuvo de otra más que mantenerse de pie. Uno de los guardias le dio un empujón para que se adentrara a la habitación, pero no hubo respuesta por parte del chico, un poco desesperado el general Song lo toma del brazo y lo adentra en la habitación siendo cerrada tras él, dejándolos solos.

El general Song mira al intérprete, quien sólo mira al suelo. Con un suspiro pesado, el hombre se dirige a él.

—Intérprete Wooyoung. —Le nombra, no obteniendo respuesta alguna. —Sé lo que hay entre usted y el príncipe Yunho. —Confiesa, causando que el chico levante su rostro inmediatamente mirándole con sorpresa.

— ¿Q-Qué? —cuestiona con miedo el chico.

—Tranquilícese, no pretendo hacerle daño a usted o al príncipe Yunho. —Dice el general. —A decir verdad, ustedes dos son la salvación de este reino. Y por ello, es que quiero protegerlos a toda costa. —Confiesa el general.

— ¿Qué es lo que quiere hacer, general Song? —cuestiona Wooyoung, intentando comprender las palabras del general.

—Un golpe de estado. Destronar al rey Seonghwa y obligarlo a ceder la corona al príncipe Yunho, una vez se hayan comprometido. —Dice el general sin tapujos, sorprendiendo al intérprete, al parecer, aquellas palabras del príncipe Yunho podrían cumplirse con el apoyo del general Song y su ejército.

— ¿Qué debo hacer? —pregunta Wooyoung, queriendo colaborar en la liberación del reino ante el semejante monstruo que tienen por rey.

—Resistir. —Le dice. —Sé que esto puede ser difícil para usted, créame que lo entiendo. Por favor, manténgase alejado del rey durante los días próximos a la coronación, su majestad estará demasiado ocupado para encargarse de usted personalmente, por lo que es posible que envíe a alguien a asesinarlo. —Dice el general Song.

—Entiendo. —Responde Wooyoung, sin sorprenderse ante lo despiadado de la suposición.

—Así que le pido, no salga de aquí, y asegúrese de que todo el personal que le traiga la comida haya sido enviado por mí, o por el príncipe Yunho, también pondré guardias que sepan sobre el golpe de estado, cómo ya pudo observar, hay algunos guardias que aún le son fieles al rey Seonghwa. —Dice el general Song, comenzando a caminar hacia la puerta, no sin antes darle un aviso al intérprete. —Cerraré la puerta con llave y sólo quien yo ordene podrá entrar, por su seguridad, la del príncipe Yunho y el futuro del reino, no salga, se lo imploro. —Pide el general, dándole una sonrisa triste, para después salir de la habitación azotando la puerta y cerrándola con llave.

Wooyoung soltó un largo suspiro mientras se dejaba caer al suelo, logrando tomar sus las sábanas de su cama para evitar caer de golpe al suelo, en compañía de la soledad, miedo y culpa, se permitió soltar las lágrimas restantes que mantenía resguardadas.

Su infierno apenas comenzaba.

Cuatro días pasaron hasta que el cazador solicitó una audiencia con su majestad, el hombre se sorprendió ante el gran aura de apuro que emanaba el castillo, ya que veía a la servidumbre moverse con prisa de allá para acá, colgando adornos, moviendo cajas, limpiando y demás; ajustó el tirante de la bolsa que cargaba consigo, para después ser escoltado por un par de guardias hasta la sala dónde el monarca se encontraba arreglando los últimos detalles de su glamoroso vestido de boda, puesto que la misma se celebraría el día de mañana.

Los guardias abrieron las puertas y le dejaron pasar, dejándole ver cómo las doncellas de su majestad se movían con prisa por todos los rincones de la habitación, cortando y cosiendo la parte inferior de la prenda, dos de ellas tiraban con fuerza del corsé de su majestad, San juraría que a las chicas les saldrían ampollas en las manos debido a la fuerza que estaban utilizando, mientras tanto, el rey mantenía rígido y semi inclinado su cuerpo, apoyándose sobre los hombros de las mucamas que estaban frente a él, solo sirviendo de apoyo.

Uno de los guardias hizo el ademán de hablar, sin embargo, el rey levantó el rostro para observarse en el espejo que yacía frente a él y sonrió macabramente al observar el rostro del cazador. Rápidamente el rey ordenó a toda la servidumbre abandonar el salón.

—Todo el mundo. Largo, ahora. —Ordenó el rey, acto seguido las doncellas y los guardias salieron disparados de la sala, dejándolos solos. —Es de mi suposición, que tu regreso se debe a la realización de mi pedido, ¿Es así? —cuestionó, bajando del pequeño banco sobre el que estaba.

—En efecto, su divinidad. —Comentó el cazador. —Le he traído la más hermosa de todas las dagas que he visto, y eso, que he visto muchas. —Dijo, acercándose al rey. —Sépase su majestad, que fue sumamente difícil encontrarla, atravesé la salvaje selva de Aurora y tuve que explorar las misteriosas montañas de Mist, ¡Estuve a punto de naufragar en las agitadas aguas de Horizon! —chilló, más fue interrumpido por la voz del rey.

—Me importa un carajo Choi, quiero verla, sácale. —Le ordenó el rey al cazador, posándose frente a él.

El hombre calló e inmediatamente obedeció, descolgó el bolso que cargaba, se hincó sobre una de sus rodillas y retiró la tela lentamente, dejando a la vista una caja de madera, con un movimiento pausado abrió la tapa y los ojos del rey brillaron en asombro y excitación.

Zafiros y plata.

Era lo que se reflejaba en los ojos de su majestad, tomó la daga entre sus temblorosas manos y jadeó, era hermosa, el mango contenía grabado en ella las preciosas alas de una mariposa morpho, endémica de las regiones tropicales en Aurora; con delicadeza rozó las yemas de sus dedos sobre la hoja de la cuchilla plateada y sintió un escalofrío atravesar toda su columna vertebral, pues apenas estos rozaron el filo de la daga un pequeño corte se dibujó en ellos.

— ¿Qué le parece, su majestad? ¿Verdad que es bellísima? —cuestiona el cazador, jactándose de haber complacido a su majestad.

—Así es. —Dice el rey. —Esta vez sobrepasaste mis expectativas, buen trabajo. —Le felicita, pasando su mano por el cabello negruzco del hombre, quien ronronea ante el tacto. —Obtendrás tu recompensa, pero será después de la boda, ahora estoy demasiado ocupado con ese asunto cómo pudiste observar. —Comenta el monarca, llamando de nuevo a sus doncellas. — ¡Karla, otoño, regresen aquí! —Inmediatamente las chicas nombradas y el resto de las doncellas aparecieron retomando presurosas las tareas que habían detenido minutos antes.

El cazador se puso de pie y siguió con la mirada a su majestad, quien daba vueltas a la habitación mientras admiraba embelesado la reluciente cuchilla de la daga e imaginaba los mil y un escenarios en los que esta se veía bañada por la sangre caliente del chico intérprete. Las doncellas le seguían tratando de arreglar cualquier mínimo desperfecto que su enorme vestido pudiera tener, lamentablemente, una de ellas al querer cocer una de las flores blancas de tafetán que decoraba el satén del largo del vestido de su majestad, terminó por pinchar el antebrazo del monarca, ocasionando que este soltara la daga que sus manos sostenían con tanta emoción.

El miedo se pintó en las delicadas facciones de la chica, las doncellas se quedaron quietas temiendo por la reacción de su majestad, quien miró la daga en el suelo y después a la chica, esta misma dio un respingo en su lugar al sentir la fiereza de la oscura mirada del rey.

El abrupto sonido de una bofetada resonó por toda la habitación.

Siendo la mejilla de la doncella el lugar donde aterrizó tremendo golpe, la mujer cayó al suelo y cubrió la zona afectada, temblando de miedo, sin querer levantar el rostro para observar la aterradora mirada que el rey le dedicaba. Las demás retrocedieron, observando lo que estaba a punto de suceder.

— ¡¿Qué esperas para implorar por perdón?! —grita enfurecido el rey Seonghwa, tocando el lugar del pinchazo y observando una pequeña mancha de sangre. La chica intentó levantarse, más el pie entaconado de su majestad sobre su hombro se lo impidió, regresándola de golpe al suelo, el monarca se cruzó de brazos y le observó con el mentón en al alto hacia abajo.

—Póstrate y pídele perdón a tu rey. —Ordenó el gobernante. —O te mando a decapitar. —Amenazó.

Las doncellas chillaron de horror, pues temían por la vida de su compañera, por otra parte, el cazador jadeó al escuchar aquellas palabras, ver al rey Seonghwa ejerciendo su papel como la máxima autoridad impugnable de los cuatro reinos, le excitaba de sobremanera. La chica lloriqueó aterrada.

— ¡P-Perdóneme su majestad! ¡No lo haré otra vez! ¡Tendré más cuidado, de ahora en adelante! ¡Por favor, tenga piedad de mí! —exclamó con desespero la doncella, colocando sus manos y su frente en el suelo.

El rey Seonghwa se regocijó ante la vista, Oh... ¡Cómo adoraba que la gente le temiera! Apartó su pie y miró de nuevo a la chica, con un poco de dificultad debido al corsé, se inclinó lo suficiente para tomar con sus manos las mejillas de la chica y la hizo levantar el rostro, el gozo llenó la mirada del monarca, puesto que el pánico adornaba dulcemente el bonito rostro de la chica. Por un momento, la imaginación del monarca le llevó a imaginar que aquel rastro de terror se hallaba dibujado en el rostro del intérprete. Su majestad jadeó ante el placer que aquella imagen le causó y con parsimonia, posó uno de sus pulgares sobre los labios de la chica quien solo temblaba incontrolablemente bajo su helado tacto.

— ¿Sabes? Tus ojos me han puesto de buen humor. —Dijo el rey. —Te perdonaré por esta única ocasión. Vuelve a cometer un error y ordenaré que te saquen los ojos. —Advirtió el rey, mirando a las otras doncellas. — ¿Y ustedes qué hacen ahí paradas? ¡Terminen de arreglar mi vestido! —Ordenó, e inmediatamente las damas obedecieron.

El cazador, quien estaba más que complacido por la situación anterior se dirigió de nuevo al monarca. —Su majestad... Perdone usted mi insolencia al interrogarle, pero... ¿Puedo saber el propósito de esta petición tan... inusual? —preguntó, con la intención de provocar al rey, pues justo en esos momentos estaba emocionado de más, y estaría sumamente contento de que su majestad acabara con aquella emoción de una forma violenta y placentera. Lamentablemente para el cazador, sus lujuriosos y masoquistas deseos no serían saciados por las ásperas y firmes manos del monarca.

—Es mi regalo de bodas para el príncipe Yunho. —Confesó, riendo desquiciadamente ante la satisfacción que le traía pensar en su plan siendo realizado.

— ¿Regalo de bodas? —preguntó de nuevo el cazador, ofuscado. —Con todo respeto su majestad, sí lo que quería era regalarle un arma al príncipe Yunho, una espada hubiese sido la mejor opción. Las espadas que fabrican los herreros de Mist son altamente resistentes debido a sus metales precio—dijo a medias el cazador, pues la voz del rey le interrumpió.

—No, no, no, no lo entiendes mi ingenuo cazador. —Dijo el rey. —Con esta daga que me has traído, le arrancaré el corazón al pequeño pedazo de mierda que es ese estúpido niño huérfano y se lo entregaré en una caja de cristal al príncipe. Así, comprenderá que él es mío y que no debe jugar con mi paciencia, ni mucho menos, traicionarme cómo lo ha hecho. —Confesó, sonriendo de mera alegría al imaginar el rostro horrorizado del príncipe al abrir su regalo

El cazador se sorprendió al oír el osado regalo que su majestad tenía planeado ofrendarle al príncipe Yunho, sin embargo, hizo un puchero, ¡Qué envidia le daba! Su majestad había pensado rigurosamente en ese presente, y estaba por demás seguro, que el imbécil del príncipe no lo sabría agradecer. Resignado, solicitó órdenes nuevas.

— ¿Qué he de hacer ahora, su alteza? —cuestionó el cazador, postrándose ante el rey, estando éste de espaldas.

El rey extendió sus brazos a los lados para que las doncellas pudieran tomar nuevamente las medidas de su diminuta cintura, sin voltear a ver al cazador, le respondió. —Busca a alguien que sepa embalsamar cadáveres y tráelo ante mí. —Ordenó. —Una carita tan asquerosamente preciosa cómo la del intérprete Wooyoung, debe ser inmortalizada, ¿No crees? —ironizó, riendo sin ganas, el cazador sonrió y asintió, retirándose del lugar.

Pese a estar siendo tocado por más de una docena de manos, el rey Seonghwa pudo sentir cómo un par de manos dejaron de moverse sobre la parte inferior de su vestido de bodas, el monarca bajó su mirada hacia la doncella que detuvo sus acciones, quien resultó ser la misma chica que había abofeteado minutos atrás. La pequeña chica pareció sentir su mirada y conectó los ojos con los de rey, saltando en su sitio y retomando al instante su tarea, comenzó a ponerse nerviosa, el rey se extrañó ante aquello, si bien era normal que su aura intimidante asustaba a más de uno, esta vez la chica pareció espantarse por sus palabras hacia el intérprete, curioso ante la repentina preocupación por el chico, el rey curiosea con la chica.

—Tú, la de los ojos bonitos. ¿Cuál era tú nombre? ¿Karla, ¿verdad? —preguntó el rey, recibiendo la mirada asustada de la chica a la que se dirigía, y la mirada confundida de la verdadera chica llamada Karla.

— ¿Sí, su majestad? —cuestionó la doncella de nombre Karla, una mujer mucho más mayor que la chica a la cual se refería el rey.

—No, tú no, ella. —Señaló con la cabeza el rey a la chica de los ojos bonitos.

—Oh, ella es Karina su majestad, yo soy Karla. —Corrigió la doncella de mayor edad.

— ¿Te atreves a corregirme? —cuestionó el monarca, mirando serio a la doncella Karla.

—No mi rey, es sólo que me he confundido al creer que me llamaba y—se intentó justificar la doncella Karla, pero la voz del rey le interrumpe.

—Silencio. —Ordenó el rey, la doncella calló al instante. —Si yo digo que ella es Karla, es Karla. ¿Entendido? —preguntó, recibiendo una afirmación inmediata de la doncella mayor, pero al no obtener respuesta de la más joven, el rey volvió a preguntar, esta vez en dirección a la chica. — ¿Entendido?

— S-Sí su majestad. —Dijo la chica, seguido de una reverencia. El rey le sonrió.

—Ahora dime, ¿Por qué parecías asustada cuando mandé a pedir a un embalsamador? —cuestionó el rey, ahogando la risa que quiso escapar de sus labios al ver de nuevo el pánico inundar el rostro de Karla.

— Y-Yo... —Balbuceó la doncella, incapaz de decir la verdad sobre su preocupación, pues de verse descubierta, sería ejecutada al instante junto a todos los demás miembros del grupo que estaba dispuesto a destronar al rey.

— T-Tú... —Imitó el rey a la doncella, riendo fuerte. — ¿Tú, ¿qué? —cuestionó de nuevo, observando cómo la chica comenzaba a temblar.

—El vestido... —Dijo Karina, apenas siendo audible para el rey.

— ¿El vestido? ¿Qué tiene mi vestido? ¿Está feo? —puchereó el rey.

— ¡N-No! ¡Por supuesto que no! —Dice inmediatamente la chica.

— ¿Entonces por qué te detuviste? —cuestiona de nuevo el rey, a punto de lograr su cometido, pero para su gran sorpresa la chica suspiró pesadamente y le miró seria.

—Me detuve porque me quedé pensando, que a su vestido de bodas le falta algo... —Dijo Karla, rozando levemente el centro de una de las flores de tafetán.

El rey se confundió un poco ante la respuesta de la chica, aún extrañado escaneó las mangas de su vestido, la parte del pecho e inclusive la parte de la cola, pero no se hallaba del todo convencido, por lo que apartó a las doncellas para que le permitieran verse bien frente al espejo, el rey se observaba asimismo mientras mantenía una de sus manos sobre su cintura y con la otra ondeaba la gran crinolina bajo el satén, pareciéndole todo perfecto, sin embargo, su juicio le decía que sí la doncella habló, fue por algo, así que ordenó le colocaran el velo y le trajeran el ramo, para poder observar el conjunto completo.

Una vez puesta y sujetada cada parte del vestido el rey se observó al espejo, sintiéndose dichoso de su imagen, lamentablemente aquella pequeña espina que era el comentario de la doncella seguía calando en él, sin querer pensar más en ello ordenó que le quitaran absolutamente todo el traje y lo colocaran de nuevo sobre el maniquí. Pasados unos cuarenta y ocho minutos exactamente, el rey se encontraba totalmente desnudo, pues inclusive la lencería blanca que vestía bajo el vestido formaba parte del conjunto, una vez despojadas todas sus prendas ordenó a las doncellas que le vistieran de nuevo, pero al ver cómo las damas traían uno de sus glamurosos y pesados vestidos las detuvo.

—Hoy no usaré ninguno de mis vestidos con enaguas vistosas, es muy de mañana y aún tengo cosas por hacer para la boda, por lo que estaré en constante movimiento. Saquen mis polizones. —Ordenó. Las doncellas acataron su orden.

La doncella mayor le ofreció al rey un polizón amarillo con patrones de flores, pero este negó, otro par de doncellas le presentaron uno verde con holanes blancos, y el rey volvió a negar, le ofrecieron uno azul con detalles en plateado que hacía juego con la daga que el cazador Choi le había traído, extendió su mano a punto de elegirlo, cuando la chica de los ojos bonitos sacó uno con detalles extremadamente finos que le hacían ver sumamente llamativo, por lo que alejó el polizón azul y se acercó para tomar las mangas del polizón que cautivó sus ojos.

Rojo, era el color del polizón.

Rojo al igual que la sangre que le haría derramar al maldito niño huérfano.

—Este será. —Dijo el monarca, sin decir más, las doncellas obedecieron y se lo colocaron.

Unos minutos pasaron y el rey ya se encontraba bien vestido con el polizón de su elección y con su hermosa corona dorada sobre su cabeza, las doncellas seguían moviéndose de un lado a otro limpiando el lugar, el rey se miraba en el espejo, y observó a través del cómo las doncellas luchaban por acomodar el enorme vestido blanco en uno de los rincones de la habitación, el rey habló y todas detuvieron sus acciones.

—Creo que tenías razón Karla... —Dice el rey Seonghwa. —Quiero diamantes en el centro de las flores de tafetán. Así que ninguna saldrá de aquí hasta que todas las flores del vestido de bodas tengan por centro un diamante. ¿Quedó claro? —cuestionó, todas asintieron al instante.

El rey las miró y posó su vista en la chica de ojos bonitos, observando cómo ésta huía de su mirada, con algo de vanidad el rey le sonrió y Karla asintió en modo de saludo, el rey se dirigió a la daga que había quedado tirada desde que la chica le hizo tirarla, la tomó entre sus manos, la admiró por unos segundos y la guardó entre sus ropas, mucho más que feliz, puesto que esa misma noche le daría vida el regalo de bodas para el príncipe Yunho, arrebatando otra, sí, ya había tomado la decisión.

Esa misma noche asesinaría a Wooyoung.


Intenso... ¿Veda'?

Holap, espero que disfruten de este shot. <3

No le sé al smut jajan't

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