𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟎𝟕
[1]
Tatsuki se mantiene de pie, aún en la entrada del salón y su mera presencia es una amenaza para sus guardias. Los alfas lo saben, si no se alejan de la vista de su líder correrá sangre en cualquier momento. Entendiendo esto, ni siquiera esperan una indicación. El guardaespaldas que se encontraba contra uno de los muros ayuda al otro a ponerse de pie y ambos desaparecen con la cabeza baja.
El menor de los Igarashi resopla viéndolos marchar, ignorante de que sus hermanos aún mantienen sus muecas estupefactas. Para los alfas mayores esto ha sido todo un espectáculo, algo que jamás esperaron ver. Ellos conocen a los omegas, están al tanto de que ninguno es capaz de atacar a un alfa y mucho menos de ganarle en una lucha cuerpo a cuerpo.
Son contados los omegas de los que han sabido no se doblegan ante nadie, tachados como problemáticos, arrogantes y rebeldes. Sin embargo, para los hermanos es evidente el orgullo del menor, el placer que le proporciona ver a su pareja ganando a otros y mostrándose más fuerte. Y ellos se ven imposibilitados a sentir lo contrario.
Hoshino Shin’ichi es diferente, había sido criado para ser diferente. No es el típico omega y no se le podía tratar como tal. Shin’ichi no es vulnerable, débil, inútil y mucho menos espera ser defendido. Simplemente, es el omega merecedor de estar con un alfa dominante.
[2]
Para Shin’ichi, que creció escuchando día con día que todo su amor, lealtad y devoción debían ser dirigidos para un solo alfa, la figura de Igarashi Tatsuki se erige como un faro de confianza y seguridad. Su olor es como bálsamo que disipa sus preocupaciones y permite un desconecte de su mente atrofiada y nerviosa, es un abrazo cálido que envuelve su cuerpo, relajando sus músculos tensos y permitiendo ceder algo de la responsabilidad que lo consume.
Ahora, lejos de todo el caos ocasionado momentos antes, ambos se encuentran en la habitación de Tatsuki, sentados sobre el borde de la mullida cama en un silencio acogedor. Shin’ichi mantiene aquella expresión neutra que no lo abandona aún después de haber mordido al alfa, es una mueca inerte que comienza a preocupar ligeramente al líder.
—¿Te has lastimado en algún lado? —pregunta acomodándose mejor a su lado, buscando con la mirada algún indicio de sangrado o incomodidad.
El omega niega y él intenta dispersar más de su aroma, que sus feromonas cargadas con el sentimiento de tranquilidad envuelvan el ambiente para que calmen a su pareja.
—Estoy bien, gracias —responde Shin’ichi, con un tono mucho más sereno, pero igual de firme. Se le ve rígido y nervioso, incluso un poco incómodo.
Para el omega esto es un camino incierto, estar frente a la persona que solo ha visto una vez anteriormente, pero que sabe será su compañero para lo que le reste de vida, no es otra cosa que alucinante. Sus mejillas suaves y pálidas poco a poco van tomando una tonalidad carmesí y el alfa no comprende si se debe a gusto o disgusto por su aroma.
Tatsuki no sabe qué hacer y, como en contadas ocasiones, suelta el comentario más absurdo que se le pudiera ocurrir a su impresionable mente.
—Puedes tutearme, soy Tatsuki para ti, lindo —dice como el intento de un coqueteo, sonriendo nerviosamente conforme ve inerte al menor.
Shin’ichi lo observa sin comprender un momento antes de echarse a reír. Por lo menos el comentario sirve para romper un poco el hielo entre ellos.
—Está bien, Tatsuki —comenta sin perder del todo su risa ni sus nervios.
Resulta mucho más sencillo lidiar con desconocidos que con conocidos, según sus pocas interacciones. Shin’ichi puede simplemente ponerse esa máscara inexpresiva y ese carácter firme frente a todos y nadie lo cuestionará, nadie pedirá un trato más delicado o amoroso. Pero, frente a su alfa, ¿cómo se supone que debería reaccionar?, ¿qué o cómo decir lo que pasa por su mente?, ¿sería siquiera certero hacer preguntas?
El alfa lo observa en silencio y se toma la libertad de acomodar su flequillo, acariciar su cabello y, finalmente, acercarse con lentitud para proporcionarle un rápido abrazo. Siente que es necesario, que sus lobos dentro de ellos lo necesitan. Shin’ichi no pone objeción y eso lo tranquiliza también.
El omega no lo sabe, pero Tatsuki también duda, se pregunta y analiza. Él es un líder, un chico de veinticuatro años que creció con poco afecto físico y muchas responsabilidades, que se aventuró al mundo del dominio y liderazgo sin tener la mínima idea de ello, confiando plenamente en su intuición y naturaleza, en las cualidades con las que había nacido y lo poco o mucho que podrían enseñarle sus padres y acompañarlo sus hermanos.
Para Tatsuki este es un mundo nuevo, un ambiente que pensó por años pero que ahora, que está frente a él, no sabe cómo afrontar.
Ambos suspiran entre los brazos del otro y sonríen, confiando en que, a pesar de todo, eso que ellos tienen funcionará, en que el cariño que les fue inculcado por años es mutuo.
—¿Para qué me ha solicitado? —pregunta con curiosidad el omega, apenas un segundo después de separarse.
—Tu entrenamiento ha finalizado y es hora de que estés a mi lado —responde él sin titubear.
—¿Finalizado?, pero… —Shin’ichi se permite pensar adecuadamente lo que está por decir. Sus labios se aprietan y su ceño se frunce antes de inhalar profundamente, dejando que las palabras salgan junto con su exhalada—, soy incapaz de asesinar a alguien y eso me vuelve ineficiente, no soy lo adecuadamente fuerte aún.
Tatsuki lo observa con detenimiento, las expresiones del omega son neutrales, mas sus ojos brillan con ese atisbo de preocupación. Internamente eso le genera satisfacción, el ver que su futura pareja es más transparente con él que con otras personas, que sus emociones se vuelven claras y legibles solo para él.
Toma las manos del menor y las aprieta con una sonrisa antes de dirigirlas hacia sus finos labios, besándolas y manteniéndolas pegadas a la piel tibia de su rostro.
—No necesito que te manches las manos de esa manera, yo me encargaré de eso. Siento que ya te he quitado demasiadas cosas importantes en tu vida, no quiero llevar conmigo la culpa de haberte obligado a hacer cosas que no están en ti hacer. Mientras esté a tu lado no tendrás que preocuparte por ello.
Shin’ichi siente que le falta el aire y jadea en medio de una inhalación. Está sorprendido, esperaba un reclamo por los considerables años que no ha hecho su función como omega del líder, quizás una pequeña reprimenda por seguir siendo ineficiente, pero no una declaración de cariño —o algo similar— que puede leer entre líneas.
—Tatsuki, ¿realmente estoy bien así? —Le es imposible no preguntar.
Su pecho se siente cálido y es esa sensación, aunado a su adolorido cuerpo, lo que le nubla la visión y le bloquea la garganta. Experimenta un conocido “déjà vu”. El recuerdo de su niñez, cuando mordió al beta en su ceremonia de presentación diez años atrás, se cuela por su mente y lo obliga a morderse los labios y retener las lágrimas.
—Por supuesto que estás bien así, ¿crees que yo no estoy bien como soy ahora? —pregunta él de vuelta, sonriendo mientras lo toma del rostro y limpia sus mejillas.
El omega niega y se toma su momento antes de volver a cuestionar, sintiendo el rostro caliente y sus mofletes siendo aprisionados.
—Entonces… ¿seré su pareja? —El sentimiento de ansiedad es nuevo, pero está en un punto sin retorno y no quiere perder la oportunidad. Pocas veces se sentirá con el valor de hacer preguntas de esa índole.
—Ya eres mi pareja —responde Igarashi en medio de cortas risas, negando mientras se pone de pie para cederle ese lado la cama por completo al omega—. Vamos a descansar, pequeño.
Tatsuki, con esa característica sonrisa ladeada, hace el amago de retirar el abrigo del menor mientras este se aferra a la tela con sus temblorosas manos.
—Espere… yo… —No sabe qué decir, su rostro rojo hasta las orejas solo aumenta más el deseo ajeno por molestarlo—. Yo aún no puedo lidiar con otras responsabilidades.
El menor de los Igarashi quiere reír a carcajadas por tan insólita situación. Su pareja se nota nerviosa, con la mirada avergonzada y el rostro brillante. El deseo de molestarlo está ahí, picante como una pequeña espinita y él no es nadie para ignorar esas pocas situaciones en las que el omega se encuentra con la guardia baja.
Resopla y mantiene inerte su rostro, intentando poner ese tono bajo de coqueteo que utilizó recién llegados a la habitación. De pie, toma el rostro con una de sus grandes manos y presiona su pulgar en la comisura de la boca ajena.
—No te preocupes, Shin’ichi. Hasta que cumplas veintiún años tomaré tu virginidad, así que por ahora no necesitas pensar en mis cachorros. No te traje aquí por esa razón.
El omega siente calor. Todo es tan bochornoso que ni siquiera encuentra las palabras para responder, mas las risas del alfa lo dejan aún más perdido.
—¿En serio? —cuestiona para estar seguro. Él sí había pensado lo dicho por el alfa y su rostro legible solo incrementa las risas ajenas.
—¡Pequeño pervertido!, disfruta de tu juventud, de nuestros años juntos. —Toma una pausa y termina de acostar al menor, arropándolo con las mantas debajo de él—. Disfruta de tu alfa —termina por decir, dando la vuelta a la cama para acostarse a su lado.
Shin’ichi gira sobre sí mismo para quedar cara a cara con el chico. La cama es amplia y ellos no están completamente juntos, pero lo siente ahí, en el calor que emana su piel y el fuerte aroma que sale por sus poros. Lo siente presente y le transmite calma, lo cual es suficiente por el momento.
—Está bien, alfa.
[3]
A la mañana siguiente Tatsuki se levanta y entra a la ducha, sintiendo el agua fría descender por su cuerpo y despejar su mente. Como habían acordado, no habían hecho nada más que dormir y él estaba decidido a respetar el límite impuesto por ambos.
El menor de los Igarashi sabía que Shin’ichi recién había cumplido los dieciocho años y no podía actuar irresponsablemente, tratándolo únicamente como “quien llevará a sus cachorros” en el futuro. Además, el entrenamiento del omega inició desde que tenía cuatro años, lo cual eran casi catorce años de dedicación y esfuerzo sin descanso que él no podía ignorar.
Mientras Tatsuki disfrutó de sus preciados días de niñez al lado de sus padres y hermanos, el omega pasó por todo lo contrario, con luchas incesantes, experiencias traumáticas y todo el peso de la responsabilidad.
Al salir de la ducha puede encontrarlo sentado al borde de la cama, listo para bañarse también. Su cabello despeinado y ojos parpadeantes por el sueño le sacan una sonrisa debido a la ternura. Shin’ichi es como un niño a sus ojos, uno que debe cuidar, proteger y amar a toda costa.
—Duerme —indica en cuanto obtiene la atención del omega y, pese a su tono severo, Shin’ichi sabe que es una orden suave.
—¿Puedo hacer algo útil en lo que no estás? —pregunta en voz baja y dulce, tallándose uno de sus orbes—. Mi padre siempre dice que si mi alfa está de pie yo debo hacer lo mismo.
Tatsuki se siente conmovido por el comentario. La devoción que deben mostrar los omegas es inquebrantable, pero él sabe que en su pareja hay algo más que mera obligación, es el deseo natural de ser la compañía del otro y eso lo hace sentir afortunado.
—Descansa, yo saldré con mi padre para hacer unas visitas y asistir a reuniones —dice intentando sonar firme mientras seca su cabello húmedo con una toalla pequeña—. Volveremos entrada la tarde, así que puedes pasar el día con mamá.
—¿Ella estará despierta? —cuestiona de nuevo, con su voz llena de curiosidad antes de que ambos giren el rostro buscando el reloj digital sobre el buró, donde los números brillantes indican las cinco y treinta de la mañana.
—Ahorita no, definitivamente está durmiendo —responde acercándose para acomodarle el cabello y volverlo a acostar en la cama—, así como deberías estar tú.
—Pero…
—Descansa, no me obligues a usar la voz de alfa —interrumpe sonriendo, inclinando su torso mientras se cerciora que el omega descansa.
—Está bien, está bien. —Shin’ichi se sienta de nuevo y aprovecha la confusión para plantar un casto beso sobre la mejilla ajena, sonrojando a Tatsuki imperceptiblemente—. Nos vemos más tarde.
El alfa no tiene nada para responder. Ve al omega acostarse sobre su costado y abrazar la almohada que él utilizó horas atrás, olfateando suavemente mientras cierra los ojos. El sonrojo es mutuo y Tatsuki opta por besarlo en la frente antes de salir, agradeciendo a Dios que ya se encuentra completamente vestido y solo le falta peinarse.
Apenas cierra la puerta se encuentra con su padre, de pie esperándolo afuera con una enorme sonrisa surcando sus labios.
—¿Qué tal la primera noche?
El hombre no dice mucho, pero esa simple pregunta es suficiente para imaginarse lo que quiere escuchar.
—Solo descansamos, no haré nada con él aún —responde con su tono habitual, con esa voz profunda y neutra que le ha imposibilitado incluso a su padre el poder entenderla—. Me gustaría que tuviera una vida tranquila.
El mayor cambia su expresión, aunque no es como si su sonrisa anterior reflejase felicidad absoluta.
—Eso es muy considerado de tu parte, Tatsuki, pero te recuerdo que, con esta vida, la “tranquilidad” que tanto anhelamos no es eterna. En cualquier momento las cosas pueden resultar completamente opuestas a lo que planeas y no habrá nada ni nadie que lo pueda detener. —El alfa mantiene una mirada ilegible y gira el rostro para ver las puertas del resto de habitaciones, todas con un grabado diferente hecho por sus hijos en la niñez—. En la noche cenaremos juntos, es necesario hablar sobre su compromiso y la ceremonia. Es necesario que ambas familias se unan de una vez por todas.
Tatsuki suspira pesadamente y asiente, cada palabra de su padre es un golpe de realidad que solo le deja en claro una cosa: están siendo utilizados.
Quizás es su propia imaginación haciéndole una mala pasada, pero está seguro de que el hombre hace todo lo posible por apresurar la boda.
—Gracias, padre. —Se limita a decir, siguiendo los pasos del hombre que ya le ha dado la espalda.
—Dentro de un mes deberán ir a la fiesta de aliados —añade el alfa, con una nueva sonrisa en su rostro que apenas oculta su verdadera intención.
Padre e hijo ríen con sarcasmo. Ellos mejor que nadie saben que los aliados son cada vez menos y que la reunión no es más que una excusa para que los demás curiosos puedan ver a la pareja del menor.
Para ese punto, la noticia de que Igarashi Tatsuki cuenta con un omega desde el nacimiento ha corrido como la pólvora en su círculo de trabajo y todos están ansiosos por ver si el lindo omega ya cuenta con una marca en su cuello.
—¿Quiénes irán? —pregunta Tatsuki. Su voz, baja y suave, ahora tiene un tono de alerta que no pasa desapercibido para el hombre.
—Se presume que los Zheng aparecerán —dice con desdén y no le sorprende en absoluto cuando su hijo se detiene para mirarlo con rudeza.
—¿Esos hijos de puta vuelven a nuestras tierras?
Es evidente el desprecio de parte de su hijo a los Zheng y él sabe que el sentimiento es mutuo, que el rencor formado por ambas familias y sus descendientes más de una década atrás no ha sido olvidado. Sin embargo, él no puede hacer nada en ese momento y se limita a golpear el hombro del más joven para motivarlo a seguir.
—Se cree que ellos tienen una trata de omegas “por debajo del agua”. —El comentario hace todo menos despreocupar a Tatsuki, quien ya tiene el ceño fruncido y los puños blancos por la fuerza de su agarre—. ¿Te encargas?
Ellos saben que la presencia de los Zheng no es algo que deban tomar a la ligera. La mafia china, en especial ese clan, no hacía más que trabajar desde las sombras, afectando a miles de omegas y vendiéndolos como lo que siempre han creído que son: la especie de menor categoría, los enviados por Dios para ser sus esclavos sexuales y de reproducción.
Tatsuki mira a su padre y asiente, con esa mirada tosca y llena de convicción que caracteriza al joven alfa.
—Por supuesto.
La verdad no se si dieron cuenta del leve cambio que tuvo la historia jeje pero con mi amiga _Kasumi_Akira_ fue bastante notorio xd
Saben... Ame mucho que preguntarán o comentaran que leían la historia y les gustaba, en verdad muchas gracias.
Los amo, Melichi.
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