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𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟎𝟔

[1] 

Shin’ichi se mantiene firme en su posición, con su brazo derecho apretando alrededor del cuello del alfa mientras este intenta levantarse del suelo. 

El espectáculo que están dando es inaudito: un omega dominando a un alfa, sentado en su espalda con una llave de lucha en plena vista de los hermanos del líder. La escena es tan impactante que parece sacada de una pesadilla para los hombres presentes. 

En ese momento, Igarashi Tatsuki entra a la habitación buscando al omega y la imagen que encuentra lo deja sin aliento, precisando a sus labios delgados a deslizarse en una sonrisa satisfecha. Era evidente —no solo para él— que tenía al mejor omega a su lado. Ver a un alfa de su equipo de seguridad besando el suelo y humillado de tal manera es un verdadero placer. 

Pero ¿cómo llegaron a esa situación?, ¿qué obligó a Shin’ichi a demostrar su fuerza y dominio? 

[2] 

Algunas horas antes. 

—Los señores Igarashi quieren verte. Tatsuki no se encuentra en este momento, pero vendrá en la noche para cenar —menciona Yeon Jung llegando a su lado, después de algunos minutos de dejarlos en el salón de recepción. 

Shin’ichi asiente y llama a sus guardias con solo un movimiento de sus dedos, algo tan sutil que pasaría desapercibido para gente ajena a ellos. 

—Por favor, esperen aquí por mí, ya vuelvo —indica a Hanzo e Isamu, despidiéndose de ellos con una sonrisa amable antes de seguir a Yeon Jung hasta la oficina de los líderes. 

Los pasillos que anteceden a su encuentro son interminables y al mismo tiempo demasiado cortos. Su corazón martillea incesante y mantiene la sensación de impresión por tanta belleza en la arquitectura de su futuro hogar. 

Llegan a una puerta de caoba y el alfa da tres toques en la superficie antes de escuchar una ronca voz desde el interior que les permite la entrada. 

—Adelante. 

Yeon Jung gira la perilla y abre la puerta de par en par, mostrándole el actual despacho de los Igarashi en un abrir y cerrar de ojos. Él entra a pasos cortos y el hombre desaparece tras su espalda, seguido del sonido de la puerta asegurándose desde fuera. 

La oficina, a diferencia de la que tiene su padre en la manada Hoshino, es amplia y posee una enorme colección de libros y trofeos. Hay pinturas, figurillas y un espacio dedicado únicamente a resguardar las bebidas del alfa. 

—Hoshino Shin’ichi, es encantador verte de nuevo, cariño —menciona Igarashi Natsumi, la única omega del clan. 

La mujer, que ni siquiera aparenta ser mayor, es el reflejo vivo de la elegancia y pulcritud. Vestida con pantalones de tela beige ajustados en la cintura y una blusa celeste con escote de gota, mantiene una belleza formal que asemeja a su importancia. 

—Gracias por recibirme —responde cortésmente, asintiendo a ambos como muestra de su gratitud sin bajar del todo la mirada. 

—Siempre tan educado, no hay lugar a dudas de que Shin se ha convertido en un excelente omega —comenta la mujer con una sonrisa dirigida particularmente a su esposo. 

—Muchas gracias, señora Igarashi —dice de nuevo, viendo como ella niega y camina hasta llegar a su lado para tomarlo de las manos. 

—Nada de señora, puedes llamarme simplemente Natsumi o mamá, somos familia ahora. 

Shin’ichi sonríe y asiente, permitiéndose a sí mismo esos segundos de calidez que emana la mujer, ese calor maternal que en su niñez extrañó y que por momentos le hizo demasiada falta. 

—Está bien, mamá. 

—Escuché que viniste con dos amigos más. —La voz del alfa obliga a ambos omegas a separarse y a la mujer a volver a su lado. 

Natsumi se despide con un apretón más a sus falanges y un guiño discreto como de quien oculta a un adulto las travesuras que ha hecho de niño. 

—Así es, señor Igarashi —responde llevando sus manos tras su espalda. 

—¿Me puedes explicar quiénes son y por qué son importantes para ti? Quiero que entiendas que nosotros no hacemos excepciones, tu padre nunca mencionó a dos individuos más y no comprendemos tu petición de traer a tus guardias cuando contamos con nuestro equipo de seguridad. 

—Lamento no haberlo informado antes —dice tras un carraspeo, sin bajar la cabeza ni mucho menos la voz. Da una mirada rápida a la omega y sonríe antes de proseguir—, pero ellos son Mochizuki Isamu y Kimura Hanzo. Mochizuki es hijo de la mano derecha de mi padre y mi mejor amigo. Es un beta criado como alfa, muy leal hacia mi persona y fue asignado como mi guardaespaldas personal en mi clan. 

—Comprendo. ¿Y el humano? 

—Kimura Hanzo… —susurra en medio de un suspiro, como si lo que fuera a decir no solo resultara difícil sino también doloroso—. Sé que mencioné que vendría con un beta y un humano, pero la verdad es que el caso de Kimura-san es mucho más complicado que eso. 

—¿A qué te refieres? —pregunta de vuelta, recargándose recto sobre el escritorio de madera labrada. 

Shin’ichi sabe que no solo ha capturado la atención del alfa, sino también de la omega. Nota la curiosidad y preocupación reflejadas en la mandíbula marcada del hombre y su ceño fruncido. 

—Sé que es de su conocimiento los experimentos que han estado realizando en humanos clandestinamente desde algunos meses atrás. 

—Es así. Hay muchas manadas provenientes de la región de Kansai y se rumorea que uno de sus clanes quiere añadir a sus filas un equipo de soldados mucho más fuertes que cualquier otro. Al parecer estos son humanos modificados con algunos de nuestros genes —explica moviendo las manos, deteniéndose para recargar su barbilla en las falanges de su diestra—. Aunque, ¿qué tiene esto que ver? 

Shin’ichi suspira de nuevo, inhalando una gran cantidad de aire antes de cada lenta exhalación. 

—Cuando acepté la misión del secuestro… —inicia diciendo, dejando que su mirada vague una vez más en busca de las palabras adecuadas—, poco después de poder librarme de ese clan, encontré a Hanzo deambulando por las calles, desaliñado, sucio y confundido. Al parecer buscaba una familia que ya había muerto y de la que ni siquiera tenía certeza de recordar. Kimura-san, en realidad, es un sobreviviente de esos experimentos. 

Los Igarashi se miran por una fracción de segundo y sus miradas los delatan. Están estupefactos ante aquella revelación. Se sabía que los humanos no eran capaces de sobrevivir ante tales actos tan catastróficos en sus cuerpos. El gen ABO (alfa/beta/omega) era demasiado para ser sobrellevado por un humano y el porcentaje de éxito estaba valorado en menor del 1%. 

—¿No se suponía que se habían encontrado en el mismo sitio? —pregunta el alfa, aún sin ser capaz de asimilarlo. 

—Si llegaba diciendo lo contrario la manada se haría demasiadas preguntas. No queríamos preocupar a nadie y no había manera de enviar el mensaje a los Igarashi sin que corriéramos el riesgo de esparcir el rumor —explica, inclinando sutilmente su cabeza como disculpa ante ambos líderes antes de elevar su rostro con la mirada fiera que heredó de sus padres—. Quiero que el señor y la señora Igarashi comprendan que él es mi amigo ahora y me he ganado su respeto. Quizás no soy su alfa líder, pero me reconoce como el omega líder que me han inculcado ser.  

Los mayores lo observan en silencio y el suspiro del hombre le da la señal que estaba esperando. El señor Igarashi asiente en su dirección y sonríe como reflejo a su esposa. 

—Dada la situación y reconociendo el fuerte vínculo que compartes con ellos, no me queda más que aprobar tu solicitud. Está bien, Shin’ichi, pueden quedarse aquí también. 

—Muchas gracias —responde con una venia, inclinando su cuerpo un poco más que en anteriores ocasiones. 

—Tatsuki llegará para la cena y ahí podremos hablar de nuestra mafia y la posición que tenemos en ella —interrumpe la omega, con esa mirada cálida que percibió desde el primer instante—. El viaje debió ser agotador, mejor ve a descansar. 

—Gracias, madre. 

Shin’ichi sale de la oficina sintiendo que camina sobre nubes y lava. Su pecho se siente tranquilo, mas la presión propia de la anticipación no lo deja en paz. Sigue percibiéndose como extranjero en medio de esos muros blancos que transmiten falsa serenidad, sigue sintiendo temor pese a saber que no podría estar en un lugar más seguro que ese.  

Sus pasos resuenan en el suelo de mármol y él se detiene un segundo para respirar con calma. En esta ocasión no está Yeon Jung esperándolo para llevarlo de regreso, no está ese punto fijo que representa estabilidad silenciosa. 

Hacía mucho tiempo que no visitaba aquella mansión. Años, para ser exacto. Ahora, a sus dieciocho años, sabe mejor que nadie cuál es el rubro de trabajo que maneja la familia. La verdad es que no está preocupado por ello, fue preparado para enfrentar riesgos, para preocuparse y ocuparse de los problemas que puedan abalanzarse de la nada. Shin’ichi no está en calidad de adorno —como muchos han llegado a creer—, pero sabe que la única persona que podría darle ese lugar ante individuos de mayor relevancia aún no llega.  

Camina en silencio y es este, aunado de la indolencia de sus pasos, lo que le permiten escuchar lo sucedido en la sala de estar. Los dos alfas que en un principio los habían traído a la mansión Igarashi se encuentran ahí, pololeando alrededor de sus amigos mientras estos se mantienen en silencio. 

Él conoce, porque ambos chicos tienen la orden, que ni el beta y mucho menos el humano harán algo para defenderse hasta que él lo pida. Y su mente vaga unos segundos en ello, en qué debería hacer, hasta qué punto está permitido soportar acciones de esa índole hacia su persona. 

En Hokkaido hay rumores —como los hay en todo el mundo— acerca de los omegas que viven su día a día en la gran ciudad, en como se espera que ellos sean mucho más hogareños y pacientes, que mantengan la boca cerrada y la cabeza baja. La diferencia es que Shin’ichi es “de una zona rural”, de un valle lejos de la mano de Dios, para ser exactos. 

El omega no tolera las faltas de respeto hacia él y los suyos, no se deja intimidar por nadie en su manada y no lo permitirá en un lugar lejos de ella. Esa es la razón y el propósito de su arduo entrenamiento. 

Camina con su mirada neutral en dirección a los hombres y muestra el atisbo de una sonrisa antes de hablar con voz amable y baja. 

—¿Podrían dejar de inmiscuirse en la vida de mis hombres? Su raza y preparación no es tema de interés para ninguno de ustedes —dice despacio, ordenando de tal manera que no se le puede culpar de burdo. 

Los alfas se miran entre ellos con sonrisas sardónicas sobre sus rostros y su respuesta —tan severa como la propia— lo hace apretar los puños a los costados de su cuerpo. 

—¿Por qué crees que le haríamos caso a un omega tan infame como tú? 

Eso solo es la gota que rebasó el vaso. 

Shin’ichi se acerca sin vacilar, empujando al alfa que molestaba a Hanzo y golpeándolo directamente en el rostro. La diferencia de estatura y peso es evidente y significativa. Los alfas por naturaleza son más altos, corpulentos y fuertes que cualquier omega, pero eso nunca ha detenido al único hijo de los Hoshino. 

¿El peor error que pudieron cometer? Olvidar que Hoshino Shin’ichi fue criado para luchar contra alfas. 

El alfa hace todo lo posible por defenderse y contraatacar, pero él no le da el tiempo para hacerlo. Tiene que aprovechar los breves segundos de distracción y desconcierto pues solo cuenta con el factor sorpresa y su agilidad. En la primera oportunidad que ve se empuja hacia el hombre y brinca tras tu espalda, logrando agarrarlo por el cuello y aplicándole una llave de estrangulación. 

El otro alfa no se queda quieto, la impresión pasa y su intención es evidente. Intenta defender a su compañero y se une a la lucha, sin contar con que el beta lo inmovilizaría contra uno de los muros en cuestión de segundos. 

Isamu, a pesar de ser un beta de nacimiento, ha crecido rodeado de alfas y tratado como uno de ellos. Los años de lucha constante, las dietas estrictas y su amor por la lucha cuerpo a cuerpo lo ha hecho destacar de entre los suyos. Cuenta con la estatura y la masa muscular de cualquier alfa, así como una fuerza sumamente desarrollada. 

Shin’ichi espera el momento oportuno y en un rápido y preciso movimiento dobla una de las piernas de su oponente obligándolo a caer sobre sus rodillas. La presión se mantiene en su cuello y la falta de oxígeno comienza a debilitar cada vez más el cuerpo ajeno. El hombre forcejea, pero cada movimiento le roba más el aire y las energías. 

Un poco más de presión y la misma gravedad se encarga de hacer lo suyo. El sometido alfa termina por caer de bruces contra el suelo, luchando por mantenerse en los límites de su consciencia. 

Para su suerte —o desgracia—, los tres hijos del matrimonio Igarashi se hacen presentes, entrando por la puerta principal de espaldas al omega. 

—¿Qué sucede aquí? —pregunta Tatsuki, erizando la piel de sus empleados solo con su voz. 

Mamoru y Kenji, que han entrado primero, se mantienen asombrados y en silencio a cada lado de su hermano menor. 

Isamu suelta al guardia que mantenía contra el muro y baja la mirada ante el alfa, siendo imitado inmediatamente por Hanzo. 

Shin’ichi, por el contrario, suelta su llave contra el cuello del hombre y estampa su palma abierta contra su cabeza, obligándolo a permanecer en su sitio pero permitiéndole a él girar para ver a su líder. 

—Tiene un equipo de seguridad muy lamentable, Igarashi —contesta sin ataduras, sintiendo la adrenalina aún corriendo por sus venas y reflejándose en su mirada amielada. 

—Eso puedo verlo —dice Tatsuki, colocando ambas manos a los costados de su cadera con una sonrisa divertida tirando de la comisura de sus labios—. Si vas a morderlo, hazlo. Muérdelo, omega —indica con su voz de alfa y Shin’ichi ataca con determinación. 

Sus dientes se introducen en la piel caliente hasta hacerla sangrar y el hombre, que apenas regresaba en sí, siente el dolor intenso que le antecede a la vergüenza y humillación absoluta. Sabe que a partir de ese momento cargará consigo la marca de la derrota y sumisión, que por lo que le resta de vida tendrá la cicatriz que le dejó un “infame omega”. 


Solo encontré esta imagen para poner como separador jeje.

Ya volví hasta donde me quedé, volvemos a las actualizaciones habituales, pronto tendremos el siguiente capítulo xd

Gracias por leer, espero que les haya gustado ❤
Melichi.

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