📚𝗅𝗅 37
Capitulo 37// "¿Potter?
A fuerza de empujones y patadas, los obligaron a subir los anchos escalones de la entrada, que daban acceso a un vestíbulo guarnecido de retratos en las paredes.
—Siganme—indicó el mortifago que los había dejado entrar guiándolos por el vestíbulo—El hijo de Lucius está aquí. El nos confirmará si es Harry Potter.
La luz del salón resultaba deslumbrante comparada con la oscuridad del exterior; pese a que tenía los ojos entrecerrados, Harry apreció las grandes dimensiones de la estancia, la araña de luces que colgaba del techo y los retratos que había en las paredes, de color morado oscuro. Cuando los Carroñeros hicieron entrar a los prisioneros, la respiración de Harry inmediatamente se detuvo al igual que la de sus amigos.
Lo observó y no lo podía creer.
Cerro los ojos con fuerza esperando que fuera una simple alucinación. Abrió los ojos con nerviosismo y nuevamente su respiración se cortó al observar a Sirius cubierto de sangre mientras estaba incado ante Bellatrix quien sostenía una daga en su cuello, como si estuviera apunto de clavarla.
Ya no lucía como la última vez que lo había visto, ahora lucía demacrado, estaba demasiado delgado, sus ojos apenas y se mantenían abiertos, se le notaba que hacía un gran esfuerzo.
—¿Qué significa esto?—interrumpio Lucius Malfoy al observar a los carroñeros entrar.
Harry empezaba a asustarse de verdad, porque no veía cómo iban a salir de allí, y a medida que su miedo aumentaba, le resultaba más fácil bloquear los pensamientos de Voldemort, aunque seguía doliéndole la cicatriz.
—Dicen que han capturado a Potter —explicó el mortifago sin emoción alguna—Ven aquí, Malfoy
En cuanto Bellatrix escucho aquello empujó a Sirius fuertemente siendo sostenido por Narcissa quien observaba preocupada la situación.
Greyback obligó a Ron y Hermione a darse la vuelta para colocar a Harry justo debajo de las luces.
—¿Y bien? ¿Qué me dices, chico? —preguntó el hombre lobo.
Harry se hallaba enfrente de la chimenea, sobre la que habían colgado un lujoso espejo de marco adornado con intrincadas volutas; de esa forma, a través de las ranuras que formaban sus párpados, vio su propio reflejo por primera vez desde que saliera de Grimmauld Place. Tenía la cara enorme, brillante y rosada; el embrujo de Hermione le había deformado todas las facciones; el pelo rojo le llegaba por los hombros. Decidió no decir nada, porque sin duda su voz lo delataría, y siguió evitando mirar a Draco a los ojos.
—¿Y bien, Draco? —preguntó Lucius Malfoy con avidez—. ¿Lo es? ¿Es Harry Potter?
—No sé... No estoy seguro —respondió Draco. Mantenía la distancia con Greyback, y parecía darle tanto miedo mirar a Harry como a este se le daba mirarlo a el.
—¡Pues fíjate bien! ¡Acércate más! —Harry nunca había visto tan ansioso a Lucius Malfoy—.Escucha, Draco, si se lo entregamos al Señor Tenebroso nos perdonará todo lo...
—Bueno, espero que no olvidemos quién lo ha capturado, ¿Verdad, señor Malfoy? —terció el hombre lobo, amenazador.
—¡Por supuesto que no! ¡Por supuesto! —replicó Lucius con impaciencia. Se acercó tanto a Harry que, a pesar de la hinchazón de los ojos, vio con todo detalle aquel rostro, desprovisto de la palidez y la languidez habituales. Debido a su deformidad, igual que una especie de máscara, era como si Harry mirara entre los barrotes de una jaula.
—¿Qué le han hecho? —le preguntó Lucius a Greyback—. ¿Qué le ha pasado en la cara?
—No hemos sido nosotros.
—Yo creo que le han hecho un embrujo punzante —especuló Lucius, y a continuación examinó con sus grises ojos la frente de Harry—. Sí, aquí tiene algo —susurró—. Podría ser la cicatriz, tensada...¡Ven aquí, Draco, y mira bien! ¿Qué opinas?
Harry vio la cara de Draco muy cerca, junto a la de su Lucius. Pero mientras que este estaba fuera de sí de emoción, la expresión de Draco era de reticencia, casi de temor.
—No lo sé —insistió el chico, y se retiró hacia la chimenea, desde donde su madrina contemplaba la escena.
—Será mejor que nos aseguremos, Lucius —le dijo Narcissa a su esposo—. Hemos de estar completamente seguros de que es Potter antes de llamar al Señor Tenebroso. Dicen que esta varita es suya —añadió, examinando la varita de endrino—Pero no responde a la descripción de Ollivander. Si nos equivocamos y hacemos venir al Señor Tenebroso para nada... ¿Te acuerdas de lo que les hizo a Rowle y Dolohov?
—¿Y la sangre sucia qué? —gruñó Greyback. Harry estuvo a punto de caerse al suelo cuando los Carroñeros obligaron a los prisioneros a darse otra vez la vuelta, para que la luz cayera en esta ocasión sobre la cara de Hermione.
—Espera —dijo de pronto Narcissa—. ¡Sí! ¡Sí, estaba en la tienda de Madame Malkin con Potter! ¡Y vi su fotografía en El Profeta! ¡Mira, Draco! ¿No es esa tal Granger?
—Pues... no sé. Sí, podría ser.
—¡Pues entonces, ese otro tiene que ser el hijo de los Weasley! —gritó Lucius, y rodeó a los prisioneros para colocarse enfrente de Ron—. ¡Son ellos, los amigos de Potter! Míralo, Draco. ¿No es el hijo de Arthur Weasley? ¿Cómo se llama?
—No sé —repitió Draco, sin mirar a los prisioneros—. Podría ser.
Bellatrix paseó lentamente alrededor de los prisioneros y se detuvo a la derecha de Harry, mirando fijamente a Hermione.
—¡Vaya! —dijo con serenidad—. ¡Pero si es la sangre sucia! ¡Esa Granger!
—¡Sí, sí, es Granger! —exclamó Lucius—. ¡Y creemos que quien está a su lado es Potter! ¡Son Potter y sus amigos! ¡Por fin hemos dado con ellos!
—¿Potter, Harry Potter? —farfulló Bellatrix con voz chillona, y retrocedió un poco para estudiarlo—. ¿Estás seguro? ¡En ese caso, hay que informar de inmediato al Señor Tenebroso! —Y se retiró la manga del brazo izquierdo. Al ver la Marca Tenebrosa grabada con fuego en la piel, Harry supo que la bruja se disponía a tocarla para llamar a su amado señor.
—¡Ahora mismo iba a llamarlo! —dijo Lucius, y sujetó la muñeca de Bellatrix, impidiéndole que se tocara la Marca—. Yo lo llamaré, Bella. Han traído a Potter a mi casa, y por tanto tengo autoridad para...
—¿Autoridad, tú? —se burló Bellatrix e intentó liberar la mano—. ¡Se te acabó la autoridad cuando perdiste tu varita, Lucius! ¿Cómo te atreves? ¡Quítame las manos de encima!
—Tú no tienes nada que ver con esto. Tú no has capturado al chico, ni...
—Disculpe, señor Malfoy —intervino Greyback—, pero somos nosotros quienes capturamos a Potter, y el dinero de la recompensa...
—¡El dinero! —exclamó Bellatrix y soltó una risotada; aún forcejaba con su cuñado y con la mano libre buscaba su varita en el bolsillo—. Quédate con el dinero, desgraciado, ¿para qué lo quiero yo? Yo sólo busco el honor de... de...
En ese momento reparó en algo que Harry no alcanzaba a ver y se detuvo en seco. Satisfecha con la capitulación de Bellatrix, Lucius le soltó la muñeca y se arremangó.
—¡¡Quieto!! —chilló Bellatrix—. ¡No la toques! ¡Si el Señor Tenebroso viene ahora nos matará a todos!
Lucius se quedó paralizado, con el dedo índice suspendido sobre la Marca Tenebrosa de su brazo. Bellatrix salió del limitado campo visual de Harry dirigiendola ahora a dónde Sirius se encontraba.
No pudo evitar sentir un nudo en su garganta, al ver cómo sus ojos se encontraban cerrados y su respiración disminuía cada vez más.
—¿Qué es esto? —le oyó decir Harry
—Una espada —contestó un Carroñero.
—¡Dámela!
—Esta espada no es suya, señora; es mía. La encontré yo.
Se produjeron un estallido y un destello de luz roja, y Harry dedujo que el Carroñero había recibido un hechizo aturdidor. Sus compañeros se pusieron furiosos y Scabior sacó su varita mágica.
—¿A qué se cree que está jugando, señora?
—¡Desmaius!—gritó Bellatrix—¡Desmaius!
Los Carroñeros no podían competir con ella pese a su ventaja numérica: cuatro contra una. Harry sabía que Bellatrix era una bruja sin escrupúlos y de prodigiosa habilidad. De modo que todos los hombres cayeron al suelo, excepto Greyback, a quien obligaron a arrodillarse con los brazos extendidos. Con el rabillo del ojo, Harry vio cómo la mujer, pálida como la cera, se acercaba al hombre lobo empuñando la espada de Gryffindor.
—¿De dónde has sacado esta espada? —le susurró a Greyback al mismo tiempo que le quitaba la varita de la mano sin que él opusiera resistencia.
—¿Cómo se atreve? —gruñó él; la boca era lo único que podía mover, y se veía obligado a mirar a la bruja. Enseñó los afilados dientes—. ¡Suélteme ahora mismo!
—¿Dónde has encontrado esta espada? —repitió ella blandiéndola ante el hombre lobo—. ¡Snape la envió a mi cámara de Gringotts!
—Estaba en la tienda de campaña de esos chicos —contestó Greyback—. ¡Le he dicho que me suelte!
Bellatrix agitó la varita y el hombre lobo se puso en pie, pero no se atrevió a acercarse a la bruja. Así que se puso a rondar detrás de un sillón, apretando el respaldo con sus curvadas y sucias uñas.
—Llévate a esa escoria fuera, Draco—mandó Bellatrix señalando a los Carroñeros inconscientes—Si no tienes agallas para liquidarlos, déjalos en el patio y ya me encargaré yo de ellos.
—No te atrevas a hablarle a Draco como si... —intervino Narcisa, furiosa, pero Bellatrix gritó:
—¡Cállate!, ¡Después de haber liberado a ese estúpido traidor que te vemos por primo La próxima serás tú!, ¡Tenemos un problema muy grave!
Se levantó jadeando y examinó la empuñadura de la espada. Luego se dio la vuelta y miró a los silenciosos prisioneros.
—Si de verdad es Potter, no hay que hacerle daño —masculló como para sí—. El Señor Tenebroso quiere deshacerse de ella personalmente. Pero si se entera... Tengo... tengo que saber... —Se giró de nuevo hacia su hermana y ordenó—: ¡Lleven a los prisioneros al sótano mientras pienso qué podemos hacer!
—Ésta es mi casa, Bella. No consiento que nos des órdenes en...
—¡Haz lo que te digo!, ¡O si no tu castigo será peor! —chilló Bellatrix.
Daba miedo verla de lo enloquecida que parecía; un hilillo de fuego salió de su varita e hizo un agujero en la alfombra. Narcisa vaciló un instante y luego ordenó al hombre lobo:
—Llévate al sótano a estos prisioneros, Greyback.
—Un momento —saltó Bellatrix—. A todos excepto... excepto a la sangre sucia.
NO OLVIDEN VOTAR
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro