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❦VII: La elección del corazón.

Sus pensamientos se entremezclaban con el retumbar de los cascos de Angus contra el suelo endurecido mientras cabalgaba bajo la negrura de la noche. Todo era un torbellino de confusión, tan difuso como su visión empañada por lágrimas que no lograba contener.

No entendía cómo la calma y la felicidad que había sentido al estar hoy con Jungkook se habían desvanecido en un instante, arrastradas por el peso de las palabras de su madre. A lo largo de su vida, había soportado una carga pesada, un entrenamiento implacable al que ella lo sometió sin descanso. Y aun así, siempre intentó convencerse de que todo era por el bien del reino, que debía comprenderla, porque ella también había estado en su lugar alguna vez.

Pero esto... esto traspasaba todos los límites.

Si bien era un destino que siempre estuvo fijado para él, al menos habría agradecido saberlo desde el principio. Tal vez así no habría albergado tantas expectativas sobre un futuro que ahora se desmoronaba ante sus ojos, un futuro que nunca estuvo realmente en sus manos.

No sabía qué hacer. Cada pensamiento que intentaba aferrarse a la razón se desmoronaba bajo el peso de su propia desesperación. La presión de su deber, las expectativas impuestas sobre sus hombros, el eco de las palabras de su madre aún resonando en su mente... todo se volvía insoportable. Solo quería huir. Escapar a un lugar donde esas ataduras no pudieran alcanzarlo, donde el destino no lo atara con sus hilos invisibles.

Solo quería estar en el único lugar que había elegido por voluntad propia, en los brazos de aquel que tenía el poder de sostenerlo cuando todo a su alrededor amenazaba con derrumbarse. Porque, aunque tarde o temprano tuviera que romperse por completo para cumplir con su deber, por ahora, solo necesitaba una tregua.

Solo necesitaba a Jungkook. Y olvidar el mundo entero.

Al atravesar el claro y adentrarse en el umbral del bosque, la oscuridad lo recibe de inmediato, extendiéndose bajo el dosel de los árboles como un velo impenetrable. La penumbra se cierne sobre él, robándole cualquier referencia del sendero que debería desplegarse ante sus ojos. Su corazón late con fuerza dentro de su pecho, su respiración se agita, y su mirada inquieta recorre el entorno en busca de un indicio, una señal, cualquier atisbo de las luces mágicas que siempre han guiado su camino.

—Por favor, por favor... —ruega, su voz quebrada por la desesperación. La angustia le oprime el pecho, y la negrura de la noche lo envuelve con una asfixiante sensación de extravío. Tal vez, a plena luz del día, sería capaz de orientarse mejor, pero ahora, en medio de aquella negrura sofocante, solo puede suplicar—. Aparezcan... por favor... llévenme hacia él —insiste, con la voz ahogada en un sollozo, las mejillas húmedas por las lágrimas que no ha podido contener.

Pero el bosque no responde. Solo el silencio se alza ante su clamor, pesado y opresivo. Taehyung solloza con más fuerza, y Angus se remueve inquieto bajo su peso, percibiendo el tormento que sacude a su compañero. La incertidumbre es un abismo dispuesto a engullirlo, pero justo cuando está a punto de lanzarse a ciegas hacia la espesura del bosque, sin importar si termina perdiéndose en su inmensidad, una voz lo alcanza.

No es un sonido tangible ni algo que pueda identificar con claridad. Es apenas un murmullo arrastrado por el viento, una presencia incorpórea que se desliza entre los troncos y se filtra en sus oídos como un eco. Taehyung contiene el aliento y eleva la mirada justo a tiempo para ver cómo, en la lejanía, una pequeña luz azul parpadea en la penumbra. Luego otra. Y otra más. Hasta que, en un parpadeo, cientos de ellas emergen como estrellas atrapadas en la maleza, formando un sendero brillante que se extiende ante él.

Pero esta vez, algo es distinto. Las luces no susurran su nombre. No lo llaman a él.

"Jungkook". Es el único nombre que repiten, una y otra vez.

Sin dudarlo ni un instante, Taehyung sacude las riendas, y Angus obedece de inmediato, lanzándose al galope por el sendero iluminado. La maleza se difumina a su alrededor, y aunque la oscuridad sigue envolviendo el bosque, el trayecto está grabado en su memoria. La certeza lo invade con cada latido acelerado de su corazón.

Está cerca.

Cada vez más cerca de Jungkook.

Su mirada se posa en el final del sendero, justo donde la última luz mágica titila una última vez antes de desvanecerse, como si su propósito hubiera concluido en el instante en que Angus la alcanza. Taehyung no necesita más señales; reconoce de inmediato el montículo de tierra entre los dos árboles que marcan la entrada al campamento.

Su corazón sigue latiendo con fuerza, no solo por la carrera, sino por la agitación que no logra calmar dentro de su pecho. Probablemente Jungkook ya lo haya escuchado venir. En medio del bosque silencioso, el galope de Angus debió resonar con fuerza, rompiendo la calma de la noche. Aun así, espera no haberlo alarmado demasiado. Jungkook está siempre alerta, nunca baja la guardia, y la prueba de ello le espera en cuanto cruza la última barrera de árboles.

Ahí está.

De pie, con la espada firmemente sujeta entre los dedos y la mirada afilada por el instinto. Su postura rígida refleja tensión, su cuerpo preparado para lo peor. Pero en el momento en que sus ojos se fijan en él, algo cambia. La dureza de su expresión se resquebraja. La firmeza en sus hombros cede poco a poco. La sorpresa se apodera de su rostro, desplazando cualquier atisbo de amenaza y, luego, se llena con un desconcierto genuino.

—¿Tae? —pregunta con confusión, su mirada ampliándose y llenándose de preocupación al notar el estado en el que se encuentra el príncipe—. ¿Pasó algo? ¿Qué haces aquí?

Pero Taehyung no responde. Con el corazón desbocado, baja de Angus sin titubeos y avanza con premura hasta él. No duda, no vacila. En cuanto lo alcanza, lo envuelve en un abrazo firme, dejando caer sobre sus hombros todo el peso de su angustia.

Y entonces, finalmente, llora.

Las lágrimas brotan sin contención, calientes y pesadas, empapando la tela entre sus dedos. Su pecho se sacude con cada sollozo, la respiración entrecortada y torpe, como si su propio cuerpo luchara por mantenerse en pie bajo el peso de una angustia que se niega a ser silenciada. Pero no intenta detenerse. No busca ocultarse tras la máscara de entereza que tantas veces ha llevado. No hay un esfuerzo por recomponerse. No le importa.

Porque incluso ahora, con la seda de sus ropajes ostentosos adhiriéndose a su piel, con el brillo de la riqueza que debería marcar su estatus, recordándole quién se supone que debe ser, en los brazos de Jungkook nada de eso tiene significado.

Aquí, en este refugio efímero, no es el heredero de un trono ni el portador de un destino escrito por otros.

Es solo Taehyung.

Sin corona. Sin obligaciones. Sin más peso que el de su propio dolor.

Jungkook lo observa, desconcertado, y por un momento parece dudar, como si le hiciera falta una explicación que pudiera calmar la tormenta de angustia que se refleja en su mirada. Taehyung lo sabe, lo entiende, pero no puede encontrar las palabras. Las lágrimas siguen brotando, implacables, como si todo lo que ha estado conteniendo durante años hubiera decidido estallar de golpe. Y aunque quisiera explicarlo, no puede. No tiene fuerzas para hablar. Cada sollozo le quema el pecho, como si llorara no solo por el presente, sino por el peso de toda una vida guardada en silencio.

Pero Jungkook no dice nada más. En lugar de presionarlo, lo abraza con más fuerza, como si su presencia fuera la respuesta que Taehyung tanto necesita. Y es verdad. En ese abrazo, en el calor de su piel pegada a la suya, Taehyung siente la calma empezar a llegar. El latido de su corazón, firme y constante, es el único sonido que importa en ese momento.

—Ven conmigo, hace mucho frío y has venido vestido muy liviano —dice Jungkook de repente, su voz cargada de una preocupación silenciosa. Taehyung, sin pronunciar palabra, se deja guiar al interior de la casa de madera—. Siéntate aquí, voy a prender la fogata —indica Jungkook señalando el rincón donde siempre duerme, ahora cubierto por un montón de colchas que Taehyung ha ido trayendo sin parar.

Sin embargo, el príncipe no parece tener intención de soltarse. Se aferra a él, como si el simple contacto con su piel pudiera detener el peso de todo lo que está sintiendo.

—Anda, no me voy a demorar, ¿de acuerdo? —añade el azabache, su tono más suave ahora, pero la preocupación sigue pintando sus ojos.

Finalmente, Taehyung asiente, y aunque su cuerpo tiembla, lo suelta por un instante. Lo observa mientras el mayor coloca un grueso cobertor de lana sobre sus hombros, envolviéndolo con el mismo cuidado con que lo abrazó momentos antes. A pesar del esfuerzo por calmarse, el llanto no cesa. Su pecho se estremece con cada sollozo, pero el olor a Jungkook en la tela lo rodea, le da una extraña sensación de protección.

No tarda mucho en que Jungkook encienda la fogata, la llama comenzando a bailar suavemente en el hueco que está cerca del lugar donde duerme. Taehyung lo observa, recordando las palabras del azabache sobre la ubicación de la fogata, enterrada de esa manera para evitar que el fuego se propague a la madera de la casa. Cuando Jungkook regresa, Taehyung no duda en acurrucarse nuevamente a su lado, buscando el calor de su presencia. Deja que el mayor los envuelva otra vez en el cobertor, sintiendo el consuelo de su cercanía mientras el peso de su angustia se aligera, aunque sea por un momento.

—¿Ya me dirás qué ocurre? —pregunta Jungkook, su mano yendo hasta los rizos de Taehyung para colocar un mechón sobre su frente descubierta, con una ternura que le sale casi sin pensarlo—. Me preocupa que puedas meterte en problemas por estar aquí tan tarde.

Taehyung levanta la mirada hacia él, y cuando sus ojos azules se encuentran con el verde cálido de los de Jungkook, algo dentro de él se quiebra. La preocupación, el cariño que brilla en esos ojos solo hace que su corazón duela más, como si cada latido fuera una punzada en el pecho. Ojalá las cosas pudieran ser más sencillas para ambos, ojalá no hubiera tenido que cargar con el peso de un destino que le ha impedido elegir su propio camino. Porque todo lo que desea, todo lo que sueña, es estar con él. Solo con él.

—Jimin me cubrirá —responde finalmente, su voz quebrada, casi un susurro, como si cada palabra tuviera el peso de un abismo. Jungkook asiente sin insistir, sin hacer preguntas, y Taehyung lo agradece profundamente. No necesita más presiones, solo un poco de espacio para ordenar las ideas que lo abruman. Pero no hay manera de suavizar lo que está a punto de decir, así que simplemente deja que las palabras fluyan, como un río que ya no puede detenerse—. Mi madre va a comprometerme.

La expresión de Jungkook cambia de inmediato, reflejando la misma angustia que Taehyung siente apoderándose de su pecho. El príncipe lo percibe en la forma en que su mirada se apaga, en la rigidez que se apodera de su cuerpo, en el modo en que su rostro se oscurece con un pesar tan evidente que Taehyung no puede ignorarlo. Y ese pesar, ese sufrimiento reflejado en los ojos de Jungkook, es algo que no sabe cómo mitigar, que no puede arreglar, por más que lo desee.

—¿Qué?

Taehyung baja la cabeza por un momento, luchando con las palabras que siguen en su garganta, esas que parecen no querer salir. Pero las tiene que decir.

—Parece que todo esto estaba planeado desde el principio —murmura Taehyung, su voz quebrada por la frustración y el peso de sus propias palabras. Sus ojos se pierden en algún punto del suelo, como si no pudiera soportar ver nada más. Se toma un respiro, pero el dolor sigue ahí, arrastrándolo hacia abajo—. Fui un tonto por creer que alguna vez tendría la oportunidad de escoger. Mi vida, mi destino, todo ha estado marcado por decisiones que no me pertenecen. Cada paso que doy, cada movimiento que hago, está predestinado por otros.

Hace una pausa, cerrando los ojos como si quisiera calmar la tormenta dentro de él. Su pecho se aprieta con cada palabra, y aún así, no puede dejar de hablar.

—Estoy tan agotado, tan completamente cansado de fingir que puedo soportarlo todo —continúa, su voz casi inaudible, rota por la emoción—. He estado cargando con tanto, haciendo como si nada me afectara, pero cada vez que me arrancan un pedazo de lo que soy, cada vez que me obligan a sacrificar algo más de mí, me duele más de lo que jamás imaginé. Y ya no puedo seguir escondiéndolo. Ya no puedo hacer como si todo estuviera bien.

Su mano se aprieta sobre su pecho, como si pudiera detener ese dolor que lo consume desde dentro. El silencio cae entre ellos, pesado, mientras Taehyung trata de ordenar sus pensamientos.

—Y aún así, sé que, al final, terminaré haciendo lo que ella quiera —dice, la aceptación amarga en sus palabras, la resignación calando en su voz. Sabe que no hay escape, no ahora. Pero las palabras que siguen son las que más le duelen—. Pero ahora... no quiero pensar en eso. Cuando me lo dijo, lo único que pude pensar fue en huir, en escapar hacia ti.

Levanta la mirada, esta vez buscando a Jungkook con una intensidad que lo desarma. No hay más barreras, no hay más palabras contenidas que ocultar.

—Así que le pedí a Jimin que confiara en mí, y me fui. Porque lo único que realmente deseaba, lo único que realmente necesitaba, era estar contigo. Dejar de pensar en todo lo demás, y sentir, aunque solo fuera por un momento, que soy solo yo. Que no soy más que Taehyung, aquí, contigo.

La mano de Taehyung se extiende hacia el rostro de Jungkook, temblorosa, y sus dedos acarician suavemente su mejilla. Es un gesto tan delicado que parece una súplica silenciosa. Las lágrimas caen en silencio, cada lágrima parece pesar más que la anterior, como un reflejo del dolor que no logra disiparse. Jungkook intenta mantener su compostura, pero su mirada se suaviza, cristalizándose por un momento, como si el peso de las palabras de Taehyung lo alcanzara de golpe.

—Si me dieran la oportunidad... —Taehyung murmura, casi en un susurro, como si temiera que decirlo en voz alta le quitara todo sentido—. Si pudiera elegir algo por mí mismo, aunque fuera solo una cosa... ya no pediría lo que siempre quise, ocupar el lugar de Thane. Lo único que pediría ahora... lo único que realmente deseo, es que me permitan estar contigo. Solo contigo, siempre. Eso es todo.

Las palabras caen entre ellos como una verdad pesada, pero al mismo tiempo, como una llama que calienta el aire, un refugio inesperado entre tanta tormenta. En esos momentos, Taehyung siente que la calidez de Jungkook, tan constante y firme, lo envuelve de tal manera que por un instante, el mundo exterior se desvanece.

—Ya no quiero pensar en nada más —continúa, su voz quebrada, apenas audible—. Solo quiero olvidar, aunque sea por un momento. Por favor, Kook... por favor... ayúdame a olvidar.

La súplica se mezcla con la angustia en su mirada, y el simple hecho de pronunciar esas palabras, tan vulnerables, hace que su corazón palpite de una manera que no puede controlar. Solo quiere dejar de sentir el peso de su propia vida por un instante, desaparecer en algo más liviano, algo que lo haga sentir que es él, sin máscaras, sin expectativas ajenas.

Jungkook, que hasta ese momento había permanecido en silencio, toma la mano de Taehyung, la que aún descansa sobre su rostro. La lleva suavemente hacia sus propios labios y deposita un beso sobre ella, suave y cargado de una ternura callada que habla más que mil palabras. Su mirada, fija en la del príncipe, es profunda, como si quisiera transmitirle a través del verde de sus ojos que es todo lo que también quiere.

—Te ayudaré a olvidar —susurra, su voz cálida, firme y profunda, deslizándose suavemente como una promesa que se alza en el aire—. Hasta que lo único en lo que puedas pensar, sea en lo mucho que te amo.

No espera respuesta. En lugar de eso, reduce la distancia entre ambos, inclinándose hacia adelante para capturar los labios de Taehyung. El beso es suave al principio, casi como un suspiro, pero cargado de una conexión silenciosa y poderosa. Sus miradas se encuentran después, unidas en un encuentro tácito, lleno de significado y sin necesidad de más palabras. Los dos quedan atrapados en ese instante, en ese breve espacio de tiempo donde todo lo demás desaparece.

Taehyung, sin pensarlo, vuelve a inclinarse, esta vez con más fuerza, más urgencia, como si cada latido de su corazón le pidiera más. Los labios de Jungkook son un refugio, un lugar donde todo su ser puede descansar y dejar de temer. En sus brazos, se siente más seguro, más él mismo que nunca antes. La presión en su pecho se disipa un poco, y el deseo de estar más cerca se convierte en algo irrefrenable.

Las manos de Jungkook se afianzan en su cintura, con una firmeza que refleja lo que su corazón desea. Con un gesto decidido, lo levanta suavemente, y Taehyung se deja hacer, terminando sentado sobre él. Un leve suspiro escapa de sus labios, por la intensidad de la cercanía, por la forma en que todo parece tener sentido en ese momento.

La atmósfera se carga de una tensión palpable, como si el aire mismo se volviera más espeso, impregnado por la electricidad del momento. Taehyung siente cómo sus sentidos se van nublando lentamente, y su mente, que antes estaba llena de pensamientos confusos, se centra completamente en la sensación de los labios de Jungkook contra los suyos, en la calidez de su boca envolviéndolo, y su lengua que explora con intensidad en su interior. Las manos de Jungkook, firmes y seguras, bajan hasta su trasero, apretando con delicadeza, lo que provoca que Taehyung suelte un jadeo, sus sentidos completamente dominados por la proximidad y el contacto.

Jungkook se separa ligeramente, rozando sus labios con los de Taehyung, y sus palabras caen con una suavidad peligrosa, una mezcla de deseo y provocación.

—Te ves tan precioso así, vestido de esta manera... —su aliento roza la piel del príncipe, cálido y cercano—. Pero no es algo que mi Tae usaría.

Esas palabras son una invitación, un solicitud silenciosa de parte de Jungkook que no tiene necesidad de explicaciones. Taehyung, sintiendo el ardor en su pecho y la electricidad recorriendo su cuerpo. No tiene que pensarlo ni un instante.

—Entonces deberías quitármelo.

El cambio en la expresión de Jungkook es inmediato. Sus ojos se oscurecen con deseo, y en un silencio pesado, sin apartar los ojos de los de Taehyung, lleva una mano hasta los rizos del pelirrojo, pasando los dedos por su cabello con una suavidad deliberada, devolviéndoles el desorden que siempre les pertenece. La suavidad de su toque se extiende lentamente por la espalda de Taehyung, antes de detenerse en los listones del corset. Con un gesto preciso, comienza a deshacer cada uno, liberando poco a poco la figura aprisionada.

Jungkook no se apresura. Sus dedos se deslizan hasta la parte delantera de la camisa y comienzan a soltar con destreza los lazos que la mantienen cerrada. Todo el tiempo, su mirada sigue fija en la del príncipe, intensa y expectante, reflejando el mismo anhelo contenido que brilla en los ojos de Taehyung. Ninguno aparta la vista del otro, como si cada segundo prolongara la tensión entre ellos, haciéndola más palpable, más ardiente.

Una vez los lazos ceden, Jungkook lleva ambas manos hasta el borde inferior de la prenda y la desliza fuera de los pantalones de Taehyung. Sin embargo, no sigue adelante de inmediato. Se detiene un momento. Observa. Espera. Un último espacio de incertidumbre entre ellos antes de cruzar un límite del que ya no habrá retorno. Taehyung comprende la pregunta muda en sus ojos y le responde con un asentimiento tranquilo, sin titubeos, alzando los brazos en una silenciosa invitación.

El mayor deja escapar una leve exhalación antes de deslizar la tela con reverencia, quitándola con lentitud, como si estuviera desenvolviendo algo precioso. La prenda cae a un lado, y su mirada recorre con devoción la nívea piel del príncipe, iluminada por el parpadeo de la fogata. Con una suavidad casi irreal, sus dedos ascienden hasta el rostro de Taehyung, trazando un camino desde su mandíbula afilada, descendiendo por la curva elegante de su cuello hasta rozar con la yema de su índice uno de sus pezones, endurecido por el frío que aún llena el ambiente.

Jungkook sonríe, apenas, como si se burlara de la manera en que el cuerpo de Taehyung responde a su toque. Pero sus ojos, oscuros y profundos, delatan que no hay burla en su gesto, sino adoración contenida, deseo latente.

—¿Te han dicho lo precioso que eres? —La voz de Jungkook es un susurro bajo y aterciopelado, cargado de una intensidad peligrosa que provoca que la piel de Taehyung se erice más que por el frío de la noche.

Lo ha escuchado antes, demasiadas veces, de demasiadas bocas. Pero nunca así. Nunca con esa devoción palpable en cada palabra, en cada mirada que lo recorre con adoración y deseo. Nunca cuando lo están viendo a él, a Taehyung, y no al príncipe heredero.

Pero Jungkook no espera respuesta. No la necesita. Su boca vuelve a capturar la suya en un beso que, aunque empieza lento, pronto se vuelve más exigente. Luego, con la misma seguridad con la que lo reclama con los labios, se desvía, arrastrando su boca por su mandíbula y descendiendo con lentitud tortuosa por su cuello. Cada beso que deja es una caricia ardiente sobre su piel fría, una marca invisible que lo estremece y lo deja sin aliento.

Cuando su boca alcanza su pecho, Taehyung siente el aliento tibio de Jungkook contra su piel, y su cuerpo se tensa en anticipación. Los labios del azabache encuentran uno de sus pezones y lo rodean con delicadeza antes de atraparlo entre su lengua, delineándolo con una precisión que lo hace jadear. Su espalda se arquea instintivamente, buscando más, perdiéndose en la exquisita mezcla de sensaciones que lo recorren como un incendio.

Y entonces lo siente. Ese calor húmedo y embriagador que empieza a acumularse en su interior, su cuerpo reaccionando de forma instintiva al placer. Su entrepierna late con necesidad, su entrada mojándose con su lubricante natural, y Taehyung apenas puede pensar en otra cosa que no sea en lo bien que se siente, en lo mucho que lo desea, en lo mucho que quiere que Jungkook siga.

—Kook... —El nombre se escapa de sus labios en un murmullo entrecortado, casi suplicante. Taehyung está perdido en un caos de sensaciones, enredado en un torbellino del que no quiere escapar. No le importa. No le importa porque todo en lo que puede pensar es en Jungkook, Jungkook, Jungkook.

El azabache lo observa con fascinación, absorto en cada estremecimiento, en cada jadeo que escapa de los labios hinchados del príncipe. Con una suavidad reverente, lo toma y lo recuesta sobre las mantas, posicionándose sobre él. Sus ojos recorren cada detalle: las mejillas sonrojadas, la respiración entrecortada, el brillo febril en sus pupilas. Y sobre todo, la forma en que Taehyung se entrega, sin reservas, no como príncipe heredero, sino como él mismo, como la persona que Jungkook anhela con una intensidad casi sobrehumana.

Taehyung siente esa mirada devoradora y se estremece. No es la mirada de alguien que lo desea por su título ni por lo que representa. Es la mirada de alguien que lo ve, que lo ha elegido por lo que es. Jamás imaginó encontrarse en esta situación, nunca pensó que permitiría que alguien lo tocara de esta manera. Pero no hay un ápice de arrepentimiento en su pecho. Lo desea, con todas sus fuerzas. Porque si ha de desafiar su destino, si ha de elegir aunque sea una vez en su vida, que sea aquí, con Jungkook, en este bosque, donde nadie más existe, donde el mundo entero se desvanece salvo por ellos.

Un jadeo rasga su garganta cuando los labios del azabache vuelven a atraparlo en un beso profundo, hambriento, que enciende aún más el fuego en su interior. Sus manos se deslizan por la espalda del mayor, delineando cada músculo, sintiendo la tensión bajo sus dedos. Y entonces, cuando sus caderas se mueven apenas, lo siente: la dura erección de Jungkook rozando la suya a través de las capas de tela que aún los separan.

Un estremecimiento le recorre el cuerpo, seguido por una descarga de placer que le roba el aliento. Su cabeza cae hacia atrás, su boca entreabierta en un gemido apenas contenido. Todo en su interior clama por más. Y lo único que puede hacer es aferrarse a Jungkook como si fuera lo único real en ese momento. Como si él fuera su única verdad.

Sus manos, trémulas de ansiedad y deseo, se aferran con desesperación a la camisa de Jungkook, jalándola con torpeza en un intento de deshacerse de esa barrera entre sus cuerpos. El azabache apenas tarda un instante en ayudarle, arrancándosela con impaciencia antes de desecharla en algún rincón olvidado. Pero Taehyung ni siquiera lo nota. Porque en cuanto Jungkook se inclina y su piel desnuda entra en contacto con la suya, siente como si hubiera caído finalmente en la locura.

Es una sensación tan embriagadora, tan arrolladora, que su mente se tambalea al borde de un abismo desconocido. Nunca nada se había sentido así. Nunca nada había sido tan devastadoramente perfecto. Y en el instante en que su pecho sube y baja al compás del de Jungkook, antes de que el pánico pueda colarse en sus pensamientos con la terrible pregunta de cómo podrá seguir adelante sin él, ya no tiene tiempo para dudar.

Porque el mayor vuelve a devorar sus labios con ferocidad, como si buscara marcar cada rincón de su ser, como si quisiera borrar cualquier duda con el roce ardiente de su boca. Sus caderas se mueven con vehemencia, frotándose contra él en un ritmo que electriza cada nervio de su cuerpo, llevándolo más allá de cualquier noción de cordura. Y Taehyung, perdido en el caos exquisito que es Jungkook, solo puede aferrarse a él y rendirse por completo.

Las prendas desaparecen en el frenesí del momento, deslizándose por sus cuerpos con una facilidad que hace que Taehyung ni siquiera sea consciente del instante exacto en que quedaron desnudos. Pero nada de eso importa. Lo único que quiere es aferrarse a este instante, grabarlo en su piel, en su alma, en cada rincón de su ser, para poder revivirlo una y otra vez, como un sueño del que jamás desearía despertar.

Entre jadeos entrecortados, caricias febriles y besos que lo devoran todo, Jungkook rompe el silencio con un murmullo ronco, su voz vibrando contra su piel con la calidez de una confesión largamente contenida.

—Llegaste a mí sin que yo te esperara... —susurra entre besos, su boca recorriendo cada tramo de su rostro, su cuello, como si quisiera asegurarse de que ninguna parte de él quedara sin ser adorada—. Por más que lo intenté, no hubo fuerza en este mundo que pudiera hacer que te apartaras de mi vida. Y ni siquiera los dioses, por más que les rogué, evitaron que me enamorara tan profundamente de ti.

Se detiene por un instante, sus ojos encontrando los del príncipe, atrapándolo en la intensidad de su mirada oscura, en la verdad desnuda que le ofrece sin reservas.

—No debería sorprenderme que no me escucharan... hace mucho que me abandonaron. Así que ahora, Tae, tienes que hacerte responsable por lo que hiciste. Por lo que me hiciste. Porque mi mundo siempre fue bosque. Siempre verde, verde, verde... —sus dedos recorren su mejilla con una ternura desgarradora—. Pero entonces llegaste tú... y todo tomó color cuando me encontré perdido en tus ojos.

Jungkook sonríe apenas, con esa dulzura que lo desarma, con esa devoción que lo envuelve como un abrazo cálido en medio del frío.

—Tú eres mi azul en mi verde, Tae.

Los ojos de Taehyung se cristalizan, y por un momento se sorprende de que aún sea capaz de llorar después de todo. Pero estas lágrimas son distintas. No nacen del dolor, ni de la angustia, ni del peso sofocante de su destino. Son lágrimas de algo más puro, más profundo. Porque todo lo que Jungkook provoca en él es una sensación cálida y envolvente, un bálsamo que sana las heridas invisibles que nadie más ve, un refugio donde el miedo y la tristeza se desvanecen. Y nunca en su vida ha estado tan seguro de algo como lo está ahora.

—Te amo, Kook... —susurra con una voz cargada de emoción, su frente apoyándose contra la del azabache—. Siempre serás mi destino elegido... la única elección de mi corazón.

Las palabras apenas tienen tiempo de asentarse antes de que sus labios se encuentren nuevamente, hambrientos, desesperados por devorarse el uno al otro, por marcarse con la certeza de lo que sienten. Las lágrimas que aún resbalan por sus mejillas se mezclan con la calidez del beso, con el placer de las caricias que siguen explorando cada rincón de su piel.

Jungkook no deja nada sin reclamar, recorriéndolo con sus manos, con su boca, como si quisiera memorizar cada curva, cada estremecimiento que provoca en él. Sus dedos descienden, trazando un camino de fuego hasta su entrada, y Taehyung jadea cuando siente un dedo deslizarse dentro de él con facilidad, su cuerpo ya preparado, ya ansiándolo. No tiene tiempo de pensarlo, ni de sentirse abrumado, porque Jungkook lo sella con otro beso, hundiéndose en su boca con la misma intensidad con la que explora su cuerpo.

Cada roce, cada toque, cada susurro lo arrastra a una bruma densa y placentera, donde no hay espacio para nada más que ellos dos. Para su amor, para su entrega. Para la certeza de que, sin importar lo que venga después, esta noche, este momento, les pertenece solo a ellos.

Pronto, un segundo dedo se desliza en su interior, y para este punto, Taehyung está completamente consumido por el placer. Cada caricia, cada roce, cada movimiento de Jungkook lo hace deshacerse en jadeos entrecortados que resuenan en la quietud del bosque, mezclándose con la brisa nocturna. Su cuerpo tiembla, su piel arde bajo las atenciones incansables del azabache, quien no deja un solo rincón sin explorar.

Jungkook bombea con firmeza, su otra mano entretenida en juguetear con los sensibles pezones del príncipe, pellizcándolos, masajeándolos, arrancándole gemidos que encienden su deseo aún más.

—Te amo... —Jungkook sisea contra su piel, su voz grave, ronca, entremezclada con la devoción y la lujuria que lo consume—. Tienes prohibido olvidar cuanto, nunca.

Los gemidos de Taehyung, la manera en que su cuerpo se arquea en respuesta, son la única contestación que necesita. Cuando desliza un tercer dedo dentro de él, asegurándose de estirarlo con paciencia, con precisión, lo hace sin apartar la mirada del rostro del pelirrojo, observando cada estremecimiento, cada expresión de placer puro que lo vuelve aún más hermoso bajo la luz tenue de la fogata.

—Kook... por favor... —Taehyung gime, su voz quebrándose entre el deseo y la necesidad desesperada de sentirlo por completo. Sus ojos, brillantes por la humedad, lo buscan con urgencia, y Jungkook no necesita más.

Con una última caricia, retira sus dedos y toma su propio miembro, alineándolo con su entrada.

—Tus deseos son órdenes, mi amor... —musita contra sus labios, antes de besarlo con intensidad.

Y entonces, con lentitud, con cuidado, comienza a deslizarse en su interior, permitiéndole sentir cada centímetro, cada unión de sus cuerpos como si el destino hubiese estado esperando este momento desde siempre.

Un jadeo desgarrado escapa de los labios del príncipe, su pecho agitándose con violencia mientras su cuerpo lucha por acostumbrarse a la intensidad de la unión. No es solo la sensación abrumadora de ser llenado por completo, ni el calor abrasador que lo envuelve desde dentro, ni siquiera la magnitud de Jungkook en su interior, sino la forma en que lo mira.

Esos ojos verdes, tan intensos, tan devotos, lo atrapan como una promesa silenciosa. Taehyung puede verlo claramente: el amor inquebrantable que arde en su mirada, la contención con la que se aferra a cada gramo de autocontrol para no precipitarse, para asegurarse de que él esté bien, que no duela, que solo sea placer. Su corazón se aprieta con una calidez indescriptible al verlo así, tan suyo, tan entregado a cuidarlo incluso en este momento.

—P-puedes moverte... —musita al fin, su voz entrecortada por la respiración frenética, el deseo y la expectación reflejados en su mirada brillante.

Jungkook no responde con palabras, solo se inclina sobre él, dejando un rastro de besos por su rostro. Su frente, sus párpados temblorosos, sus mejillas encendidas... ningún rincón queda sin ser reclamado por sus labios, hasta que finalmente captura su boca en un beso profundo y pausado. Es en medio de ese beso que comienza a moverse, con un vaivén lento, medido, buscando hacerle sentir cada movimiento, cada roce.

Sin embargo, la paciencia de Taehyung dura poco. Ahoga un gemido y, casi por instinto, empieza a mover sus caderas, buscando más, exigiendo más. Jungkook gruñe contra su boca, como si con ese simple gesto hubiese perdido la última pizca de control que le quedaba y comienza a moverse al ritmo que el otro impone.

—Ah... sí, Kook... —jadea el príncipe, su voz quebrándose en puro deleite. Sus piernas tiemblan, sus dedos de los pies se enroscan cuando un placer abrasador le sacude el cuerpo. Jungkook ha encontrado su punto más sensible, y con cada embestida certera, lo golpea sin piedad, arrancándole sonidos que jamás pensó que haría.

Sus manos se aferran al azabache, clavando las uñas en su espalda mientras lo abraza con fuerza, con desesperación, como si quisiera fundirse con él, como si temiera que en cualquier momento pudiera desvanecerse.

—No pares... —suplica entre jadeos, su voz rota, temblorosa—. No pares, Kook... te amo... te amo... te amo...

Y Jungkook responde de la única forma en la que sabe hacerlo: aferrándolo con más fuerza, moviéndose con más intensidad, dejándole claro que no tiene intención de soltarlo nunca.

Sus cuerpos se funden en un solo ser, entregándose por completo al fuego que los consume. Cada embestida, cada roce de piel, cada jadeo entrecortado los marca, como si estuvieran imprimiéndose el uno en el otro, sellando un pacto que va más allá de las palabras.

Jungkook siente cómo el cuerpo de Taehyung se tensa aún más a su alrededor, aprisionándolo con una fuerza que lo deja sin aliento. Un gruñido profundo escapa de su garganta, su control pendiendo de un hilo. Sabe que el menor está al borde de correrse, por lo que desliza su mano hasta la erección del príncipe, envolviéndola con su puño y bombeando con la misma intensidad que sus movimientos.

El sonido de su nombre, desgarrado de los labios de Taehyung en un grito ahogado, es su mayor recompensa. Jungkook lo absorbe todo: la manera en que su cuerpo se arquea en un último espasmo de éxtasis, el temblor que lo sacude mientras se derrama entre sus dedos, la expresión extasiada en su rostro. Es demasiado. Demasiado hermoso. Demasiado suyo.

La visión lo desmorona. Un último empuje, profundo y tembloroso, y Jungkook se rinde por completo, enterrándose en él mientras su orgasmo lo sacude con una intensidad cegadora. Su respiración se rompe en jadeos entrecortados cuando lo llena, sintiendo con cada latido que ese momento los une de una manera irreversible.

Se desploma sobre él con suavidad, apoyando su frente contra la de Taehyung mientras besa su rostro con ternura infinita, como si quisiera memorizar cada poro de su piel.

—Te amo... —murmura entre besos, su voz aún impregnada de pasión y dulzura—. Por si no te quedó claro.

Taehyung no necesita responder. Su sonrisa lo dice todo. Ese amor lo envuelve, lo sostiene, lo llena de una manera tan absoluta que no hay forma en que pueda olvidarlo jamás.

Cuando la luz dorada del amanecer se filtra a través de las rendijas de la casa, Taehyung se remueve con una mueca, su cuerpo adolorido recordándole la intensidad de la noche anterior. Perdió la cuenta de cuántas veces se entregaron el uno al otro, de cuántas veces suplicó por más, por más fuerte, por más profundo. Y aunque ahora su cuerpo se resienta por ello, su corazón rebosa de calidez, latiendo con una dicha tan pura que solo puede sonreír con fascinación.

Se gira ligeramente sobre las colchas, y su mirada se encuentra con el rostro apacible de Jungkook, dormido profundamente a su lado. El azabache sigue sujetándolo con sus brazos, como si incluso en sueños temiera que pudiera alejarse.

Ahora más tranquilo y más consciente, Taehyung se permite el lujo de observarlo con calma, como si quisiera memorizar cada uno de sus detalles. La forma elegante de sus ojos, las largas pestañas que proyectan sombras sutiles sobre su piel, la pequeña cicatriz en su mejilla que siempre le ha intrigado. Sus lunares dispersos, la línea definida de su mandíbula, la curva de sus labios que anoche fueron su perdición. Todo en él es hermoso, un espectáculo privado que nadie más tiene el privilegio de admirar así, de tan cerca, de tan de verdad.

Su mirada desciende por su cuerpo y sus mejillas se incendian al ver en sus brazos las marcas de sus uñas. Recuerda con vívida claridad cómo se aferraba a ellos, cómo la tensión de sus músculos se sentía bajo sus dedos cuando lo abrazaba desesperado. Sigue bajando hasta su pecho, deslizando la yema de sus dedos con una caricia etérea, y entonces lo nota.

Las cicatrices.

No es que no las hubiera visto antes, pero en la penumbra de la noche y entre la fiebre del deseo, no se detuvo a detallarlas como ahora. Son muchas. Demasiadas. Algunas más antiguas que otras, atravesando su piel como memorias imborrables de un pasado que desconoce.

Un nudo le aprieta el pecho. ¿Qué clase de vida ha tenido que vivir Jungkook para llevar tantas marcas en su cuerpo? ¿Cuánto dolor ha soportado?

Sin pensarlo, se inclina sobre él y deposita un beso justo sobre su corazón. Sus labios se posan con delicadeza sobre la piel marcada, como si su contacto pudiera borrar todo el sufrimiento que esas cicatrices representan. Susurra un "te amo" inaudible contra su piel y lo abraza con más fuerza, como si pudiera protegerlo de un pasado al que ya no puede enfrentarse. Como si con su amor pudiera curarlo.

Jungkook se remueve ligeramente por el movimiento, y sus brazos se aprietan más alrededor de la cintura de Taehyung, atrayéndolo aún más hacia él. El príncipe siente el suave roce de un beso sobre sus rizos desordenados, y, sin pensarlo, se separa un poco para mirar los ojos verdes del mayor, que lo reciben con una alegría tan intensa que no puede evitar sentirse abrumado por la calidez en su pecho.

—Hasta por la mañana eres igual de bonito —dice el azabache con una sonrisa plena, acercándose para depositar un beso suave sobre los labios de Taehyung. Sin embargo, antes de que pueda alejarse, nota la leve angustia que se refleja en la mirada del príncipe—. ¿Qué ocurre? —pregunta, su voz teñida de preocupación mientras una de sus manos se desliza por la espalda del menor, acariciándolo con delicadeza.

Taehyung no responde de inmediato. Su mirada se desvía hacia el pecho de Jungkook, donde las cicatrices, se dibujan sobre su piel. Jungkook lo percibe de inmediato.

—Eso es...

—No tienes que contarme —interrumpe el príncipe, su voz suave pero decidida.

Jungkook arquea una ceja, un tanto confundido, pero también divertido.

—¿Me estás diciendo que tú, quien parece tener como misión de vida desentrañar todo lo que he pasado, no quieres que te cuente algo de mí?

Taehyung pone los ojos en blanco y suelta un bufido exagerado.

—No quiero si eso te hace revivir algo que te lastimó.

Un silencio denso se cierne entre ambos, el tiempo parece estancarse mientras las palabras quedan suspendidas. Finalmente, Jungkook suspira, y, sin previo aviso, atrae a Taehyung hacia él, envolviéndolo con los brazos y enterrando su rostro en el cabello del príncipe, el corazón palpitando de manera más tranquila.

—Está bien. Algún día, te hablaré de ello.

—Sí, algún día —responde Taehyung, con un toque de duda en su voz, pensando si realmente seguirá aquí cuando ese día llegue.

Jungkook, notando la ansiedad que aún se cierne sobre Taehyung, cambia de tema suavemente.

—¿Te sientes mejor?

La pregunta hace que Taehyung recuerde por fin todo lo que había estado guardando dentro de él, el peso de sus pensamientos y preocupaciones.

—Sí. Tengo que volver... —susurra, su rostro oculto en el pecho de Jungkook, como si la cercanía pudiera protegerlo—. Por mucho que quisiera quedarme contigo, no puedo meter a Jimin en problemas.

Jungkook asiente lentamente, sabiendo que, aunque desee lo mismo, hay responsabilidades que no pueden ser ignoradas. Y, aunque le duele ver que Taehyung tiene que alejarse, lo entiende. Lo único que puede hacer es asegurarse de que, cuando se separen, ambos sigan llevando consigo la calidez del otro.

—¿Qué harás con el compromiso? —cuestiona Jungkook, y aunque su voz suena firme, Taehyung no pasa por alto el matiz de preocupación que tiñe sus palabras, enredándose entre ellas como una sombra imposible de ignorar.

Un breve silencio se instala entre ambos, pesado y sofocante, antes de que Taehyung finalmente deje escapar un suspiro profundo, uno que parece arrancarle el aire de los pulmones. Como si en él pudiera liberar, aunque sea por un instante, el peso de su propio destino.

—Resignarme —murmura al fin, sintiendo la punzada de dolor apretarle el pecho con cada palabra—. Es lo que siempre hago... simplemente aceptar que no importa cuánto lo intente, no lograré cambiar nada.

Jungkook no dice nada. Y Taehyung lo prefiere así. No hay palabras que puedan aliviar la realidad que lo rodea, no hay promesas que puedan deshacer lo inevitable. Pero aún así, no puede evitar preguntarse si el silencio de Jungkook se debe a su comprensión genuina de la situación... o si simplemente es demasiado amable para añadir más peso a la carga que ya soporta.

—Ojalá pudiera evitarlo... Ojalá pudieras evitarlo —susurra, más para sí mismo que para Jungkook, con la voz quebrada por la impotencia.

El azabache no responde. Solo lo envuelve en un abrazo más fuerte, uno que no busca ofrecer respuestas, sino compartir el dolor, sostenerlo en su vulnerabilidad sin necesidad de palabras. Taehyung cierra los ojos y se deja llevar por el calor de su cuerpo, permitiendo que, por un momento, el silencio sea suficiente para calmar la tormenta en su pecho.

Posiblemente, esta haya sido la despedida más difícil de todas las que han tenido desde que Taehyung comenzó a venir al bosque. Quizás se deba a todo lo que compartieron la noche anterior, a la manera en que se entregaron sin reservas, con un amor tan profundo que parecía desbordar sus cuerpos, colmando cada rincón de su ser. O tal vez, la dificultad radicaba en algo más silencioso, más aterrador: en la sensación inquietante que sentía Taehyung de que esta podría ser la última vez.

No quería pensarlo. No quería darle forma a ese temor que latía en su pecho como una advertencia inevitable. Se aferraba a la esperanza de que, a pesar del caos que se cernía sobre su vida, aún le quedaba tiempo. Un par de veces más. Unas pocas oportunidades para respirar libremente, para ser solo Taehyung junto a Jungkook, antes de que la corona reclamara su destino.

Mientras cabalgaba de regreso al castillo, cada movimiento de Angus le recordaba la intensidad de la noche anterior. Su cuerpo dolía con cada sacudida, con cada paso que daba, pero lejos de ser una molestia, encontró un retorcido consuelo en aquel malestar. Era la prueba tangible de que lo sucedido no había sido un sueño, de que los susurros, los jadeos y las promesas compartidas bajo la noche en aquella casa de madera en lo profundo del bosque realmente habían ocurrido. Como si el dolor de su corazón, cada vez más agrietado y pesado, no fuera ya prueba suficiente.

El trayecto se sintió demasiado breve, como si el viento quisiera empujarlo de vuelta a su realidad antes de que pudiera aferrarse un poco más a la fantasía de la noche anterior. Ya había perdido la hora del desayuno, y solo esperaba no haber complicado demasiado las cosas para Jimin.

Al llegar, llevó a Angus al establo, le colocó heno fresco en la comedera y se aseguró de que tuviera suficiente agua limpia. Luego, sin poder evitarlo, deslizó una mano por su pelaje, deteniéndose un instante para acariciar con cariño la suave crin del corcel.

—Deséame suerte —susurró, apoyando brevemente la frente contra el cuello de su compañero, buscando en su calor una fugaz sensación de consuelo.

Luego, con un suspiro, se enderezó y se apresuró hacia el castillo, preparándose para enfrentar lo inevitable.

Lo primero que hizo fue dirigirse a la cocina, murmurando plegarias a los dioses en cada paso, suplicando que, por favor, ya estuviera vacía. Sentía el peso de la tensión oprimiéndole el pecho, pero al asomarse y encontrar el espacio desierto, un inmenso alivio le recorrió de pies a cabeza. No tenía tiempo que perder. Debía preparar un té que evitara que pudiera quedar embarazado. Su vida ya era lo suficientemente complicada como para sumar una preocupación más, así que, sin dudarlo, encendió el fuego y puso a calentar agua en una olla mientras rebuscaba en los estantes las hierbas necesarias.

Sus manos se movían con rapidez, guiadas por aquella receta que aún recordaba con claridad. Su madre le había obligado a estudiar aquel libro de infusiones, insistiendo en que un príncipe debía estar preparado para cualquier eventualidad. Qué ironía. Si ella supiera para qué estaba utilizando ahora ese conocimiento. No podía evitar preguntarse qué expresión pondría al enterarse.

Cuando la infusión estuvo lista, esperó apenas unos instantes a que se enfriara solo lo suficiente. Sabía que debía beberla lo más caliente posible para que surtiera efecto, aunque eso significara soportar la sensación abrasadora en su lengua y el amargor que le crispó el rostro en una mueca de desagrado. Aun así, al terminar el último sorbo, sintió un leve alivio. Ahora podía estar un poco más tranquilo.

Con movimientos rápidos, comenzó a guardar las hierbas y utensilios que había utilizado. No podía dejar rastro de lo que había hecho. Justo cuando terminaba de acomodar todo, el sonido de pasos acercándose le puso en alerta. Antes de que pudiera reaccionar, la puerta de la cocina se abrió de golpe, y el sobresalto le hizo dar un respingo.

—¡Alteza, volvió! —exclamó Jimin, mirándolo con evidente preocupación—. Me tenía angustiado, no dijo a dónde iría ni cuándo volvería.

Taehyung desvió la mirada por un instante antes de responder.

—Estoy bien, Jimin. Lo siento por haberte puesto en una posición complicada.

—Está bien, logré arreglármelas para justificar su ausencia —aseguró su amigo, aunque su mirada lo examinó con detenimiento—. ¿Seguro que está bien? Su ropa está toda arrugada y mal colocada.

Taehyung se tensó ligeramente ante el comentario, pero se obligó a asentir con calma.

—Eh, sí... Preferiría que habláramos en mi habitación.

—Me parece bien.

Sin más preguntas, Jimin lo tomó del brazo y prácticamente lo arrastró por los pasillos del castillo, asegurándose de elegir los caminos menos transitados para evitar miradas indiscretas. Taehyung no se opuso esta vez. De hecho, agradecía la discreción de su amigo. Al llegar a su habitación, Jimin cruzó los brazos y lo miró con expectación, pero antes de que pudiera decir nada, soltó un suspiro y declaró con firmeza.

—Primero, un baño.

Taehyung ni siquiera protestó. Se sentía pegajoso, cada fibra de su ser recordándole lo que había ocurrido durante la noche. Jungkook había hecho lo posible por limpiarlo con un pañuelo húmedo, pero aún podía sentir el rastro de lo sucedido impregnado en su piel.

Al llegar al cuarto de baño y sentir el agua envolver su cuerpo, Taehyung tembló ligeramente al notar lo fría que estaba. El escalofrío recorrió su espalda, pero antes de que pudiera quejarse, Jimin habló con tono apremiante.

—No pude demorarme más calentándola —explicó mientras ajustaba las mangas de su ropa, evidentemente tenso—. El Rey podría ir a verlo en cualquier momento. Ayer parecía preocupado por su condición después de que le dije que no se sentía bien.

Taehyung apretó los labios. Sabía que Jimin había hecho lo posible por mantener a su padre alejado la noche anterior, logrando convencerlo de que lo dejara descansar tras la cena. Pero esa excusa no funcionaría por mucho más tiempo. No había manera de evitar el encuentro por la mañana.

Consciente de ello, se tragó cualquier comentario sobre la temperatura del agua y simplemente se apresuró a terminar su baño. Se frotó la piel con energía, ignorando a Jimin cuando le dijo que él lo haría.

Cuando terminó, Jimin se encargó de vestirlo con ropa cómoda, asegurándose de que todo pareciera lo más natural posible, como si realmente se estuviera recuperando de algún malestar. Taehyung se dejó hacer, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros. Una vez listo, ambos regresaron a la habitación.

Al cerrar la puerta tras de sí, el príncipe respiró profundo, como si finalmente pudiera liberar el aire que había estado guardando. Dentro de esas cuatro paredes, lejos de las preocupaciones de los pasillos y de las expectativas ajenas, sentía que podía respirar con un poco más de calma.

—Bien, habla —indicó Jimin con seriedad, tomando asiento en la cama. Luego se movió un poco hacia un lado, dándole espacio a Taehyung para que se sentara junto a él—. ¿Dónde estuviste?

El príncipe no se apresuró en responder. Se quedó de pie por un momento, debatiéndose entre las palabras que debía decir y el peso de la verdad que estaba a punto de compartir. Finalmente, tomó asiento a su lado. Ya había decidido no seguir mintiendo. Sabía que Jimin se enojaría, que probablemente se decepcionaría de él por haberle ocultado algo tan importante. Pero no podía seguir guardándose todo. No más.

—Solo... prométeme que me escucharás hasta el final.

Jimin parpadeó, un poco desconcertado por el tono nervioso de su amigo. Aquello solo incrementó su preocupación. Aun así, asintió con firmeza, dándole la confianza que Taehyung necesitaba.

El príncipe dejó escapar un largo suspiro y comenzó a hablar. Relató todo desde el principio, desde aquel primer encuentro con Jungkook. No omitió detalles sobre cómo se conocieron, cómo, poco a poco, se fueron acercando, cómo sus encuentros se volvieron inevitables y, al final, cómo terminaron enamorándose.

Tal como había prometido, Jimin escuchó en silencio. Su expresión se mantuvo seria, impenetrable, pero Taehyung no dejó de observarlo, buscando algún indicio de lo que estaba pensando. Omitió, por el bien de la estabilidad de su amigo, lo ocurrido la noche anterior. No porque lo considerara un error, sino porque deseaba guardar ese recuerdo solo para él y Jungkook.

Cuando terminó de hablar, un pesado silencio se instaló entre ambos. Jimin mantenía la mirada baja, procesando todo lo que acababa de escuchar. Su rostro apenas transmitía emoción alguna, pero Taehyung no tardó en notar el sutil matiz de herida en su mirada.

—Nunca fue mi intención mentirte... —Taehyung habló con cautela, su voz apenas un hilo de sonido en la quietud de la habitación. Sus dedos se entrelazaron sobre su regazo, nerviosos, como si quisieran aferrarse a algo tangible mientras buscaba las palabras adecuadas—. Pero sabía que te preocuparías, que me dirías que no debía ser tan impudente...

Hizo una pausa, tomando aire con dificultad. Su mirada bajó por un instante, porque le costaba sostener la del castaño.

—Que podría meterme en problemas con mi madre.

Había pensado en ello, claro que sí. En lo que significaba para su posición, en las consecuencias que podía traerle si ella se enteraba. Sabía que Jimin lo habría analizado desde todos los ángulos posibles y que, desde su perspectiva, esto era poco menos que una insensatez. Pero...

—Yo no quería que me quitaras esto —continuó, su voz apenas un susurro, cargado de algo que rozaba la súplica—. Toda mi vida he hecho lo correcto, lo que se esperaba de mí. He seguido cada norma, cada deber, cada expectativa. Pero... por primera vez, en estos meses con Jungkook, sentí que todo eso desaparecía, que podía ser solo yo, sin títulos, sin obligaciones —apretó los labios, su pecho subiendo y bajando con el peso de la confesión—. Por primera vez, me sentí vivo.

Le sostuvo la mirada a su amigo, encontrando en sus ojos una mezcla de emociones que no alcanzaba a descifrar del todo. Pero una cosa era segura: Jimin estaba herido, dolido no solo por la mentira, sino por todo el peligro que implicaba.

—Así que lo siento, Mimi —finalizó, con una determinación que apenas lograba disfrazar la culpa—, pero no puedo arrepentirme de haberlo conocido. Ni de haberme enamorado.

Porque, aunque el mundo entero lo señalara como un error, para él, Jungkook había sido lo más real que había tenido jamás.

La tensión en la habitación se volvió casi insoportable, cada segundo de silencio se sentía como un peso sobre los hombros de Taehyung. Su corazón latía con fuerza, y el nerviosismo se arremolinaba en su pecho, sofocante. Esperaba muchas cosas de Jimin: enojo, decepción, incluso que alzara la voz. Pero lo que nunca habría imaginado era sentir los brazos de su amigo rodeándolo con firmeza.

Se quedó inmóvil por un instante, demasiado sorprendido para reaccionar. Luego, como si su cuerpo finalmente comprendiera lo que sucedía, dejó escapar un suspiro tembloroso y se permitió hundirse en el abrazo.

—No te voy a mentir —murmuró Jimin contra su hombro, su voz cargada de emociones contenidas—. Me duele que me ocultaras algo tan importante. Me hubiera gustado que confiaras en mí desde el principio.

Taehyung apretó los labios, su pecho oprimido por la culpa.

—Pero... —Jimin se separó solo lo suficiente para mirarlo a los ojos, y en su expresión había más comprensión que reproche—. Entiendo por qué lo hiciste. Ahora todo tiene sentido... ese cambio en ti, esa calma que, pese a todo, parecía rodearte últimamente. Hasta ahora no podía entender cómo lograbas verte tan... feliz, incluso con tu ascensión acercándose.

Taehyung bajó la mirada. Lo había intentado ocultar, pero al final, aquellos sentimientos habían sido tan intensos que hasta Jimin lo había notado.

—Y sí, estoy furioso... pero no contigo.

El príncipe parpadeó, sorprendido, volviendo a encontrarse con la mirada de su amigo.

—Estoy furioso con la vida que te ha tocado llevar —continuó Jimin, sus ojos reflejando un dolor que no era solo suyo, sino también por Taehyung—. Desearía, con todo mi ser, que tuvieras la oportunidad de elegir. Que pudieras amar sin que tu felicidad dependiera del bienestar de un reino. Que la única preocupación fuera si esa persona es la mejor para ti, y no si es la mejor para todos los demás.

Taehyung sintió un nudo formarse en su garganta.

—¿Entonces... no vas a impedir que vuelva a verlo? —preguntó en un susurro, su voz teñida de un anhelo temeroso, con la angustia palpable en su mirada.

Jimin lo observó con ternura antes de negar suavemente con la cabeza.

—No lo haré —aseguró con una pequeña sonrisa—. No puedo cambiar tu destino, pero si puedo ayudarte a sostener esto el tiempo que puedas tenerlo, lo haré. Solo te pido una cosa, Tae... no más mentiras, ¿de acuerdo?

Los ojos de Taehyung se cristalizaron con lágrimas que luchaban por salir. No lo dudó ni un segundo antes de asentir y envolver a su amigo nuevamente en un abrazo, uno cargado de gratitud y alivio.

—Gracias, Mimi —susurró con el corazón en la mano, aferrándose a él como si con ese gesto pudiera expresar todo lo que las palabras no alcanzaban a decir.

Antes de que pudiera decir algo más, un par de golpes resonaron en la puerta, haciendo que ambos se separaran de inmediato. La tensión regresó como un golpe frío, helando la atmósfera. Jimin reaccionó al instante, limpiando con rapidez las lágrimas que aún humedecían el rostro de Taehyung, mientras este se apresuraba a acomodarse en la cama, adoptando una postura lo suficientemente convincente para seguir fingiendo que no se sentía bien.

Jimin le lanzó una rápida mirada, asegurándose de que todo estuviera en orden. El príncipe asintió con un leve gesto, indicándole que estaba listo. Solo entonces, con un respiro contenido, jaló la manija y abrió la puerta. En cuanto vio al Rey, se irguió de inmediato y realizó una respetuosa inclinación antes de apartarse para permitirle la entrada.

—¿Podrías dejarnos a solas un momento, Jimin? —preguntó el Rey, su tono tan imponente como siempre, pero con esa suavidad característica en su mirada.

—Por supuesto, Su Majestad —respondió Jimin de inmediato, inclinándose una vez más antes de dedicarle una última mirada a Taehyung. Sin más, cerró la puerta tras de sí, dejando al príncipe y a su padre en una habitación que de repente se sintió demasiado pequeña.

—¿Cómo te sientes? —La voz de su padre era serena, pero había un matiz de preocupación en ella que no pasó desapercibido para Taehyung.

El mayor se acercó a la cama y tomó asiento a su lado. Con un gesto suave, le acarició el rostro antes de inclinarse para depositar un beso sobre su cabeza. Era un gesto familiar, uno que siempre le había brindado consuelo, pero que ahora solo hacía que el nudo en su garganta se apretara aún más.

—Estoy mejor, papá. No te preocupes —respondió con una sonrisa, esforzándose por que pareciera genuina. Sin embargo, la mentira pesaba demasiado. Engañar a su padre se sentía mal, aunque la verdad no era algo que pudiera compartir en ese momento.

El silencio entre ambos se extendió por unos segundos, hasta que la voz del Rey lo rompió de manera inesperada.

—Supongo... que la noticia no te cayó nada bien.

Taehyung sintió cómo todo el peso de la realidad volvía a caer sobre sus hombros, comprimiéndole el pecho. Su cuerpo se tensó y una duda amarga se deslizó por su mente, una que no pudo callar.

—¿Lo sabías?

Su padre le sostuvo su mirada y asintió lentamente.

—Sí.

Fue una sola palabra, pero bastó para que el dolor se hiciera más profundo. Taehyung sintió que su corazón se apretaba con fuerza, su mirada reflejando una tristeza que su padre no tardó en notar.

—Pero no sabía que tú no lo sabías —agregó con un suspiro. Su expresión se suavizó y dejó escapar un hondo respiro antes de continuar—. Pensaba que tu madre ya te lo había dicho y que no lo mencionabas porque simplemente no querías hablar de ello. No imaginé que en realidad no tuvieras idea. Fue hasta anoche apenas, cuando hablé con ella, que me lo mencionó... Lo lamento, Taehyungie.

Taehyung permaneció en silencio, observando a su padre con atención. No había falsedad en su voz ni en su mirada, y aunque la herida seguía abierta, comprendió que si hubiera sabido que él no estaba al tanto, no habría dudado en decírselo. Era extraño que su padre interviniera en las responsabilidades de su madre, al igual que ella rara vez se involucraba en las suyas. La armonía entre ambos se basaba en el respeto a sus respectivos deberes para con el reino. Solo en circunstancias excepcionales cruzaban esa línea. Así que comprendía que a veces no supiera lo que su madre estaba haciendo.

—Está bien —murmuró finalmente—. De todas formas, no había manera de evitarlo.

El mayor dejó escapar un suspiro, su mirada suavizándose con un dejo de melancolía.

—Lamento que no hayas tenido tiempo para asimilarlo —dijo con sinceridad—. De verdad me habría gustado que las cosas fueran diferentes para ti. Sé que esto no era lo que esperabas, pero tampoco tiene por qué ser algo malo.

Hizo una pausa, como si eligiera cuidadosamente sus palabras antes de continuar.

—Yo también estuve en tu lugar. Tuve que casarme con tu madre sin siquiera saber si podría llegar a amarla. Pero con el tiempo, encontré en ella mucho más de lo que esperaba. No hubiera podido hallar a alguien más adecuada para mí. Tuve suerte, y ruego a los dioses que tú también la tengas.

Taehyung sintió un nudo en la garganta, pero mantuvo su expresión inmutable mientras su padre continuaba.

—Sé que la carga que llevas es pesada, pero confío en ti. Sé que cuando asciendas al trono, harás lo mejor para todos, que cambiarás las cosas para bien. Siempre has amado a este reino con todo tu ser, y comprendo las razones por las que jamás podrías darle la espalda.

El príncipe desvió la mirada, sintiendo cómo el peso de esas palabras se asentaba sobre sus hombros con una opresión casi sofocante. Su destino había sido sellado desde el momento en que nació.

—Toda mi vida he aprendido a resignarme, así que no te preocupes —dijo con voz firme, aunque su pecho dolía—. Si dejar de lado mis intereses y sacrificar lo que soy me permite asegurar el bienestar de mis hermanas y garantizarles un futuro diferente, si con eso puedo proteger a mi gente... entonces lo haré sin dudarlo.

Lo había dicho con la certeza de quien ha aceptado su destino, pero en el fondo de su alma, algo ardía con una intensidad sofocada, como un fuego que se niega a extinguirse.

—¿Sabes qué día será? —preguntó con rapidez, intentando aliviar la creciente tensión entre ambos.

—¿Ella no te lo dijo?

—Probablemente sí, pero dejé de escuchar en cuanto mencionó el compromiso.

El silencio se instaló entre los dos. Su padre pareció dudar por un momento, como si sopesara la mejor manera de decir lo que estaba a punto de pronunciar, consciente de que ninguna palabra haría la noticia menos difícil de asimilar.

—Dentro de dos semanas —dijo finalmente y Taehyung sintió su mundo tambalearse—. Tu ascensión es dentro de dos meses —continuó el Rey, observándolo con atención—. Se espera que la boda se celebre antes, para que ambos puedan ascender al mismo tiempo.

Era como si el aire se hubiera vuelto demasiado denso para respirar.

La noticia lo golpeó con brutalidad, destrozando en un instante cualquier esperanza de tener un poco más de tiempo. Ni siquiera el momento de su ascensión, aquel que había visualizado tantas veces con una mezcla de temor y orgullo, sería suyo por completo. Se convertiría en rey y esposo al mismo tiempo, sellando su destino de una vez por todas.

Todo lo que había imaginado, todos los escenarios que había construido en su mente para prepararse, se desmoronaron sin piedad. Sus pensamientos se tornaron caóticos, su corazón palpitó con dolorosa intensidad y, por primera vez, sintió un miedo visceral que le revolvió el estómago.

El tiempo que creía tener se esfumaba como agua entre los dedos. No habría oportunidad de despedidas lentas, no habría momentos robados. Pronto, demasiado pronto, tendría que alejarse de Jungkook. Su madre no tardaría en exigir su participación en los preparativos finales, en moldearlo aún más a lo que se esperaba de él. Sabía que los días que le quedaban de libertad estaban contados. Y aquella certeza lo ahogó.

Las ganas de llorar lo golpearon con fuerza, pero se obligó a contenerlas. Como siempre. Como toda su vida.

—Entiendo.

Fue todo lo que logró responder, con la voz apenas firme. Su padre notó su angustia y, sin dudarlo, se inclinó para abrazarlo. Taehyung se permitió derramar un par de lágrimas contra su hombro antes de secarlas con rapidez, como si el simple acto de mostrar su dolor fuera algo que no podía permitirse en ese momento. Ni siquiera el cálido refugio de los brazos de su padre, que tantas veces lo habían reconfortado, parecía suficiente para calmar el peso que oprimía su pecho.

Buscando distraerse de la espiral de pensamientos que amenazaban con consumirlo, optó por cambiar de tema.

—¿No estás ocupado? —preguntó, con la esperanza de alejarse, aunque fuera por unos instantes, de la aplastante realidad que lo asfixiaba.

—Tengo algunos asuntos que atender, pero antes quería asegurarme de que estuvieras bien —respondió el Rey con calma.

—¿Todo bien en el reino? ¿Ha habido señales de Seagull?

—No, todo está en orden, descuida —su padre negó con la cabeza, pero luego añadió—. En realidad, los asuntos que debo atender tienen que ver con Lennox.

La mención de aquel nombre captó de inmediato la atención de Taehyung, quien abrió los ojos con renovado interés.

—¿El reino caído? Pensé que ya no quedaba rastro de ellos.

—Bueno, como sabes, la guerra se llevó a cabo a través de las facciones de los príncipes —explicó el Rey, con un tono más serio—. Sin embargo, hubo una que tuvo poca participación: la del príncipe menor. Era demasiado joven para involucrarse, por lo que su facción actuó con cautela y evitó tomar partido de manera directa. Tras la caída de Lennox, algunos de sus seguidores lograron escapar y los recibí como refugiados. Todavía no sabemos con certeza si las demás facciones fueron erradicadas por completo, y ya se encuentran fuera de peligro, así que estoy ayudándolos en lo que puedo.

La noticia dejó a Taehyung perplejo.

Sobrevivientes.

Nunca había considerado la posibilidad de que aún existieran sobrevivientes de aquella tragedia, de que algo del antiguo Lennox hubiera logrado perdurar en las sombras del tiempo. La sorpresa lo golpeó con fuerza, pero lo que realmente lo desarmó fue la oleada de alivio que lo embargó al darse cuenta de lo que aquello significaba.

Jungkook no estaba completamente solo.

Y si aún existía un vestigio de su pueblo, Taehyung se aseguraría de hacer algo por ellos cuando llegara el momento. Sin duda, el azabache se sentiría reconfortado al saber que no era el último de su gente, que la sombra de su hogar aún existía en alguna parte. Su resolución se fortaleció. No importaba lo que tuviera que sacrificar: cuando ascendiera al trono, encontraría la manera de ayudarlos.

—¿Hay manera de que me involucre en eso? —preguntó con firmeza, su mirada ardiendo con determinación. Su repentino interés tomó por sorpresa a su padre, quien tardó un momento en responder.

—Cuando llegue el momento de dejar de ser el Rey regente, necesitaré tu ayuda en este asunto —admitió con seriedad—. Te has preparado toda tu vida para asumir tu papel como Drottning, pero la persona que será el futuro Thane no cuenta con la preparación necesaria. Será tu responsabilidad servirle de guía mientras se familiariza con sus deberes.

Taehyung escuchó con atención, sin perderse una sola palabra.

—Si bien los clanes entrenan a sus herederos en algunos aspectos de tácticas de guerra, en caso de que algún día lleguen al trono, hay conocimientos que solo pueden adquirirse mediante el entrenamiento real. Mientras dure su preparación, deberás encargarte de las responsabilidades que le correspondan hasta que esté listo para asumirlas por completo.

A estas alturas, Taehyung había asumido que no volvería a pensar en nada sobre lo que implicaba las responsabilidades de la posición de Thane, y aunque su papel en ello sería temporal, significaba mucho más de lo que esperaba. No era la libertad que anhelaba, pero al menos no se trataba solo de resignación.

—De acuerdo —declaró con convicción—. Me esforzaré por ser de ayuda.

Su padre lo observó por un momento, como si intentara grabar en su memoria la imagen de su hijo en ese instante. Luego, una leve sonrisa curvó sus labios, cargada de orgullo.

—Tienes un gran corazón, Taehyungie.

Cuando su padre finalmente abandonó la habitación tras conversar un poco más, Taehyung se dejó caer contra el respaldo de la cama con un suspiro pesado. La soledad del cuarto le envolvió en cuanto la puerta se cerró, y en ese instante tomó una decisión: no saldría de ahí en todo el día.

Jimin, siempre atento, ya le había asegurado que se encargaría de evitar que su estado llegara a oídos de la reina. Taehyung confiaba en él sin reservas, y el simple hecho de saber que tenía a alguien a su lado le brindaba un mínimo consuelo en medio de su tormento. Honestamente, no sabía cómo habría sido capaz de soportar todo esto sin su apoyo. Le debía tanto a Jimin, más de lo que las palabras podrían expresar, y en ese momento, el peso de su gratitud le oprimió el pecho.

Las horas transcurrieron de forma lenta y tortuosa, cada minuto arrastrando consigo un mar de pensamientos que no le daban tregua. No importaba cuántas veces intentara distraerse, su mente siempre volvía al mismo lugar, a la misma persona. El solo hecho de pensar en Jungkook hacía que el nudo en su garganta se volviera insoportable. La idea de tener que despedirse de él definitivamente le carcomía por dentro, y por más que intentara hallar el valor para afrontarlo, su corazón se negaba a aceptar esa realidad.

Pero no tenía opción. Sabía que debía hacerlo cuanto antes. Aunque aún quedaban dos semanas antes del evento de selección, no tenía garantías de cuánto tiempo más tendría antes de que su madre irrumpiera nuevamente en su vida y se llevara consigo lo poco que aún podía decidir por sí mismo.

Se aseguraría de contárselo mañana. Jungkook debía de estar preocupado; lo conocía demasiado bien como para no darse cuenta, incluso si él no lo expresaba en palabras. Taehyung había aprendido a leerlo con el tiempo, a notar esos pequeños gestos y silencios que decían más que cualquier frase. La certeza de que Jungkook estaba aguardando, quizás con la misma angustia contenida que lo atormentaba a él, le arrancó un suspiro profundo y pesado, como si con él intentara liberar un poco del dolor que lo consumía.

Se hizo un ovillo en la cama y tiró de las colchas hasta cubrirse por completo, como si eso pudiera aislarlo del mundo, como si la tela pudiera amortiguar el peso de su realidad. Era impresionante cómo aún tenía lágrimas para derramar. Sentía que ya había llorado demasiado, que su cuerpo debía haberse rendido hace tiempo, pero cada vez que cerraba los ojos, el dolor se hacía más profundo y volvía a quebrarlo. Y aun si llegaba el momento en que sus lágrimas se agotaran por completo, sabía que su corazón seguiría llorando en su lugar, porque este sufrimiento no era algo que pudiera simplemente secarse y desaparecer.

Cuando la noche finalmente cayó sobre el reino, Taehyung terminó su cena en silencio, comiendo lo que Jimin le había llevado a su habitación. Decidió que lo mejor sería dormir; cuanto más rápido terminara este día, más pronto podría volver al bosque para ver a Jungkook. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de acomodarse en la cama, un par de golpes resonaron en la puerta, sacándolo de sus pensamientos. Frunció ligeramente el ceño, extrañado por la hora. No solía recibir visitas tan tarde.

Aun así, se incorporó y, tras un breve "adelante", la puerta se abrió. Inmediatamente, tres pequeñas figuras pelirrojas se asomaron con sus grandes ojos brillando a la luz tenue de la habitación. Vestidas con sus camisones para dormir, lo miraban con una mezcla de timidez y expectación.

—¿Qué hacen aquí tan tarde? Seokjin va a regañarlas —dijo el príncipe con una mezcla de sorpresa y diversión mientras se ponía de pie para acercarse a ellas.

—No te preocupes, esta vez vienen con supervisión —respondió una voz familiar, y tras ellas apareció Seokjin, con los brazos cruzados y una sonrisa indulgente en los labios—. Lamento molestarte a esta hora, pero las princesas insistieron demasiado en que querían dormir contigo esta noche.

Taehyung arqueó una ceja, alternando la mirada entre sus hermanas y su niñero, preguntándose qué las había llevado a hacer semejante petición.

—Oh... ¿y mi madre no se enojará por esto?

—Me aseguraré de que no se entere —murmuró Seokjin en tono cómplice antes de guiñarle un ojo de manera casi teatral.

Aquello le arrancó una ligera sonrisa a Taehyung, quien exhaló un suspiro resignado antes de asentir y dirigir su atención a las pequeñas, que, para su sorpresa, se mantenían inusualmente tranquilas.

—Está bien, gracias, Jin.

—No es nada. Vendré por ellas temprano, antes del desayuno —aseguró el mayor, lanzándoles una mirada significativa—. Recuerden que prometieron despertar sin quejas —dijo, recibiendo un asentimiento firme de parte de las tres pequeñas—. Bien, entonces me voy. Que pasen buenas noches.

Con una última sonrisa, Seokjin se retiró, dejando a Taehyung solo con sus hermanas. Miró a las tres niñas frente a él y, aunque intentó aparentar normalidad, algo en su silencio y en la manera en que lo observaban le dejó claro que esta visita no era casual.

—Vamos a la cama —indicó, ladeando la cabeza con suavidad.

Las trillizas asintieron sin protestar, lo que, en sí mismo, ya era inusual. Taehyung las ayudó a acomodarse, asegurándose de que estuvieran cómodas. Por suerte, su cama era lo suficientemente grande para que los cuatro durmieran sin problema. Las arropó juntas en el centro y él se acostó en la orilla, junto a Aileen.

—Bien, hablen. ¿Por qué están aquí? Es extraño verlas tan calladas.

Su tono era gentil, pero no por ello menos inquisitivo. Sabía que algo rondaba sus cabecitas, algo lo suficientemente importante para hacerlas aparecer a estas horas. Mientras hablaba, llevó la mano a sus mejillas, acariciándolas con ternura, como solía hacer siempre.

Las tres se miraron entre sí, como si intentaran decidir quién sería la primera en hablar. Finalmente, fue Aileen, la mayor, quien tomó la iniciativa.

—Hermano... ¿te vas a casar?

La pregunta le cayó como un balde de agua fría, haciéndolo abrir los ojos ampliamente. No esperaba que sus hermanas estuvieran al tanto de ello, aunque, pensándolo bien, era lógico. La noticia ya debía estar circulando por todo el castillo, y ellas siempre habían sido demasiado listas como para no enterarse.

—Así es —respondió con calma, aunque sentía un peso oprimiéndole el pecho.

—¿Te casarás con el chico con el que te vimos en el festival? —preguntó Ailsa esta vez.

La simple mención de Jungkook hizo que una oleada de vacío se expandiera en su pecho, como si el aire mismo se hubiera vuelto más denso.

—No, no me casaré con él.

—¿Por qué? Pensamos que ese chico te gustaba —murmuró Aishling, con la misma incertidumbre que se reflejaba en los ojos de sus hermanas.

Taehyung aspiró profundamente, luchando por no dejar que su expresión delatara la tormenta que lo azotaba por dentro. Tenía que mantener la compostura.

—Sí, él me gusta —admitió, su voz cargada de una sinceridad que le resultaba agridulce. Sin embargo, la leve sonrisa que esbozó no fue suficiente para disimular la tristeza que nublaba su mirada—. Pero como futuro Rey, hay decisiones que no puedo tomar por mi cuenta.

Hubo un silencio breve, interrumpido solo por el susurro del viento colándose por los resquicios de la ventana.

—¿Eso te pone triste? —Aileen se encogió un poco, acercándose aún más a él.

Taehyung sintió un nudo formarse en su garganta.

—Mucho —confesó con honestidad. Cada palabra le pesaba en la lengua, como si pronunciarlas hiciera su dolor más real, más tangible. Pero, aunque admitía su tristeza, no se permitiría ser consumido por ella frente a sus hermanas. Se obligó a tragar el nudo en su garganta y dibujó una expresión serena—. Pero no pasa nada —continuó, con un tono más controlado—. Así tenían que ser las cosas.

Un nuevo silencio se extendió entre ellos, más denso esta vez, como si las niñas intentaran procesar sus palabras. Finalmente, Ailsa formuló la pregunta que todas parecían temer.

—¿También tendremos que casarnos con extraños cuando seamos mayores?

—No. —La respuesta de Taehyung fue inmediata, tajante—. No tienen por qué preocuparse. Me aseguraré de que tengan la oportunidad de trazar su propio destino, de elegir con quién quieren estar, si es que quieren estar con alguien. No permitiré que nadie las obligue a nada. —Hizo una pausa, y su mirada recorrió los rostros de sus hermanas, esas pequeñas que todavía podían soñar con libertad—. Haré todo lo que esté en mis manos para que sean felices.

Las trillizas no respondieron de inmediato. Solo se quedaron en silencio, observándolo con esos grandes ojos llenos de pensamientos demasiado profundos para su edad. Luego, sin previo aviso, se movieron todas al mismo tiempo y se aferraron a él en un abrazo cálido, pequeño pero sólido, como si quisieran sostenerlo tanto como él las sostenía a ellas.

—¿Y nosotras qué podemos hacer para que tú seas feliz?

Taehyung se quedó inmóvil por un momento. La pregunta le atravesó el pecho y en ese instante, a pesar del dolor que aún pesaba en su pecho, sintió un consuelo suave, casi tangible, proveniente del cariño incondicional de sus tres pequeñas hermanas. Era asombroso cómo, con su corta edad, podían formular pensamientos tan profundos. No merecían cargar con preocupaciones que no les correspondían. No debían sentirse responsables de su felicidad, cuando ni siquiera él sabía cómo alcanzarla. Taehyung, con una certeza firme, juró que protegería su felicidad con cada fibra de su ser. No permitiría que cargaran el mismo peso que él había tenido que soportar, el peso de cumplir con expectativas ajenas que siempre le aplastaron.

—Si ustedes son felices, eso me hará feliz a mí —susurró con una sinceridad absoluta.

Las trillizas se separaron apenas lo suficiente para mirarlo con determinación antes de pronunciarse al unísono:

Entonces seremos las más felices.

Taehyung cerró los ojos y exhaló una sonrisa con suavidad antes de estrecharlas con más fuerza contra su pecho.

—Eso es suficiente.

Pero en lo más profundo de su ser, sabía que no era suficiente. Por más que tratara de convencerse a sí mismo, su felicidad seguiría estando irremediablemente atada a aquello que estaba destinado a perder. A esos ojos verdes que, cada vez más, se desvanecían en la distancia, un amor que nunca podría ser suyo, un futuro que nunca le perteneció.

Que difícil fue escribir este capítulo jaja tenía que ponerme triste, luego hot, luego otra vez triste jajajaja espero que les haya gustado, estoy tratando de mejorar mi smut así que espero que haya quedado decente.😳☝🏻

¿Qué piensan de todo lo que está pasando? Mis bebés solo quieren estar juntos TT. Pero bueno, ya llegaremos a ese momento.🥺

Muchas gracias por leer, saben que los amo mucho. Procuraré volver pronto, hasta entonces, manténganse sanos.🌼✨


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