❦VI: El peso de la corona.
A lo largo de su vida, había muy pocos lugares donde Taehyung podía respirar con verdadera calma, donde podía despojarse de la carga de la corona y permitirse ser simplemente él mismo, sin la sombra del deber acechándolo a cada paso. Su refugio favorito siempre había sido los brazos de su padre. En esos momentos, cuando estaban a solas, no era el príncipe heredero ni el joven noble con responsabilidades ineludibles, sino solo su hijo, protegido y querido sin expectativas.
El otro era su habitación, donde la compañía de Jimin le ofrecía una normalidad que rara vez podía experimentar. Allí, entre conversaciones sin restricciones y risas compartidas, podía sentirse como un chico más, sin los susurros del linaje recordándole quién debía ser.
Sin embargo, en ese momento, la atmósfera en la habitación era distinta. Había algo extraño en el aire, una tensión tan densa que parecía impregnar cada rincón, volviéndola casi sofocante. Taehyung no entendía qué era lo que causaba aquella sensación opresiva, pero lo que más le inquietaba era la mirada fija sobre él, inamovible, escrutándolo con una intensidad que se volvía insoportable con cada segundo que pasaba.
Finalmente, incapaz de soportarlo más, Taehyung rompió el silencio con voz vacilante.
—Jimin... ¿por qué me miras así? —preguntó con cautela, una ligera nota de nerviosismo colándose en sus palabras.
Jimin no respondió de inmediato. Se limitó a observarlo unos segundos más, con los ojos entrecerrados, como si intentara descifrar un enigma que solo él podía ver.
—Te ves... diferente —murmuró al fin—. No sé exactamente en qué, pero pareces... más feliz.
Taehyung parpadeó, sorprendido por aquella respuesta. No era lo que había esperado. Durante un instante, temió que Jimin hubiera descubierto la verdad: que sus salidas diarias no se limitaban a los alrededores del arroyo, sino que se aventuraba mucho más allá, adentrándose en lo profundo del bosque. Por eso, la observación de su amigo lo tomó por sorpresa, sumiéndolo en una confusión que no supo disimular.
—¿Y eso es algo malo? —preguntó con cautela, inclinando ligeramente la cabeza.
—No. —Jimin negó de inmediato, soltando un largo suspiro mientras sus hombros se relajaban—. Es solo que... estaba preocupado.
—¿Preocupado? ¿Por qué?
Jimin dudó un instante antes de responder, bajando la mirada como si tratara de ordenar sus pensamientos.
—La coronación está cerca —murmuró finalmente—. Pensé que, a medida que el día se acercara, estarías más inquieto... tal vez incluso desanimado, porque sabrías que pronto tus salidas al bosque llegarán a su fin.
Honestamente, no es que Taehyung no pensara en ello. De hecho, la idea lo atormentaba constantemente, como una sombra persistente en su mente, especialmente ahora que todo entre Jungkook y él había cambiado. Sabía que, por mucho que su corazón anhelara otra realidad, el destino no se doblaría a su favor. Lo que fuera que existiera entre ellos tenía los días contados, y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Su papel en la historia ya estaba escrito, y sus sentimientos, por profundos que fueran, no tenían el poder de reescribirlo.
Había considerado innumerables posibilidades, buscando una forma —cualquiera— de aferrarse a esto, a él. Pero no importaba cuántas veces analizara la situación, las cadenas de sus deberes eran demasiado pesadas, demasiado inquebrantables. El peso de su deber siempre sería más fuerte que cualquier deseo. Su vida nunca le había pertenecido del todo, y ahora, tampoco lo haría su felicidad.
El dolor de esa certeza lo consumía en un silencio que nadie más podía ver. Le desgarraba por dentro de formas que no sabía cómo expresar, y aún así, se obligó a aceptar una verdad sencilla pero implacable: debía aprovechar cada momento mientras aún lo tuviera. Quería vivirlo al máximo, permitirse sentir sin reservas, para que cuando todo terminara, al menos no tuviera arrepentimientos.
Porque, al final del día, Jungkook lo hacía feliz. De una manera que nunca creyó posible. Y aunque el solo pensamiento de perderlo le aterraba más de lo que podía admitir, aunque sabía que eventualmente le dolería aun más, no podía evitarlo. No podía dejar de sentir de esta manera.
—Bueno, es algo que sabía que pasaría. Toda mi vida me han preparado para ese momento. Entristecerme y llorar por lo que dejaré atrás no cambiará el rumbo de mi destino —murmuró con una calma forzada, como si decirlo en voz alta pudiera hacerlo más llevadero—. Así que lo único que puedo hacer es aferrarme a este instante, disfrutar lo poco que me queda de él.
Jimin no respondió de inmediato. Su expresión se ensombreció con esa tristeza familiar, la misma que Taehyung había visto en él incontables veces cada vez que hablaban de su futuro. Verlo así le llenaba de ternura y, al mismo tiempo, de un extraño consuelo. Saber que no era el único que sufría por su inevitable destino, que su Klar lo sintiera tan profundo como él, hacía que la carga sobre sus hombros se sintiera un poco menos pesada.
—No pongas esa cara —susurró Taehyung con una pequeña sonrisa, intentando aliviar la tensión en el aire—. Todo estará bien, ¿sí?
Jimin le sostuvo la mirada, sus ojos oscuros reflejando una duda imposible de ocultar.
—¿Realmente lo estará?
Taehyung no lo sabía. En el fondo, temía la respuesta. Pero necesitaba creer que sí.
—Sí —afirmó, aunque su propia voz sonó como un eco vacío.
Taehyung no tenía idea de qué estaba haciendo. A estas alturas, había llegado a la conclusión de que, quizás, encontraba cierto deleite en su propio tormento. No encontraba otra explicación para seguir viniendo a este lugar día tras día, construyendo con sus propias manos un pedazo de felicidad que, tarde o temprano, tendría que abandonar. No era lo más sensato, lo sabía. Y aun así, cada vez que llegaba y era recibido con un abrazo cálido, un beso suave y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor, dejaba de importarle cuán insensato fuera. Porque en esos momentos, cuando se despojaba del peso de su título y dejaba de ser príncipe para simplemente ser él mismo, no existía otro lugar en el mundo donde sintiera que pertenecía más que aquí, con él.
—Hoy has venido más tarde —comentó Jungkook en cuanto lo vio, acercándose a él para ayudarlo a bajar de Angus, aunque Taehyung no necesitara su ayuda.
—Sí, las cosas en el castillo están... extrañas —respondió, aceptando de todos modos la mano del azabache antes de deslizarse del caballo. Apenas sus pies tocaron el suelo, se puso de puntas para robarle un beso que Jungkook recibió sin dudar. El simple contacto bastó para calmar el torbellino en su pecho. Era sorprendente cómo, con solo estar a su lado, Jungkook tenía el poder de aliviar todas sus inquietudes.
—¿Extrañas?
—Sí, el ambiente se siente tenso, diferente. La forma en que todos me miran, cómo reaccionan cuando estoy cerca... Es como si supieran algo que yo no, y eso me agobia. No he hablado con mi madre en días, y aunque suelo rogarle a los dioses por su ausencia, esta vez se siente... extraño.
Taehyung suspiró, pasando una mano por su cabello con frustración, alborotando sus rizos.
—Cuando me dijo que mi entrenamiento había terminado y que, a partir de ahora, todo dependería de mí, no podía creerlo. Pasó toda mi vida controlando cada uno de mis pasos y, de repente, decide soltar las riendas. Al principio, lo sentí como un alivio, pero ahora... —Se mordió el labio, con la mirada perdida—. Ahora me preocupa la libertad que me ha dado. No puedo evitar sentir que algo malo va a ocurrir.
—¿No estás siendo demasiado negativo? —preguntó Jungkook con una ligera sonrisa, observando divertido cómo Taehyung fruncía el ceño.
—No te estás ganando los pastelitos que te traje —replicó el pelirrojo, cruzándose de brazos con fingida indignación, listo para alejarse.
Pero Jungkook no se lo permitió. Lo sujetó por la cintura y lo atrajo contra su pecho, impidiéndole escapar. Taehyung apenas tuvo tiempo de abrir la boca para protestar antes de que el azabache acortara la distancia y lo besara. Y como siempre, se rindió sin dudarlo. Sus manos encontraron el camino hasta la nuca de Jungkook, aferrándose a él mientras el beso se volvía más profundo.
Cuando se separaron, sus labios quedaron tan cerca que sus respiraciones se mezclaron. Taehyung puso los ojos en blanco antes de darle una mordida juguetona en el labio, lo que hizo que Jungkook soltara una breve risa. Sin embargo, en cuanto el sonido se desvaneció, el ambiente se tornó más pesado.
El silencio que se instaló entre ellos no fue incómodo, pero sí tenso. No porque no supieran qué decir, sino porque ambos eran conscientes de que había algo en el fondo de sus pensamientos que ninguno se atrevía a poner en palabras. Como si, al hacerlo, esa sensación de incertidumbre y temor se volviera más real.
—Ya, lo siento —murmuró Jungkook al fin, su voz teñida de resignación—. Pero seguramente no es nada... Las malas noticias siempre son las primeras en llegar.
El tono amargo en su voz hizo que la expresión de Taehyung se suavizara. Pudo sentir el peso de esas palabras, el miedo latente detrás de ellas. Sin pensarlo, apoyó la cabeza en su pecho y lo abrazó con ternura, esperando que, aunque fuera un poco, su calor pudiera aliviar el dolor que el mayor cargaba.
—Tienes razón, solo me queda esperar —aceptó Taehyung con un suspiro, separándose apenas lo suficiente para mirarlo a los ojos—. ¿Sabes qué me haría sentir mejor? Que me cuentes sobre ti.
Jungkook puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, una sonrisa ladina curvando sus labios.
—Buen intento —murmuró antes de inclinarse y dejar un beso fugaz en la boca del príncipe. Luego, se apartó y se giró hacia Angus para comenzar a descargar las cosas que Taehyung había traído—. Ya te dije que no es necesario que sigas trayendo cosas cada vez que vienes.
—Y yo ya te he dicho que, sin importar lo que digas, lo seguiré haciendo —respondió Taehyung con ligereza, tomando una de las bolsas que Jungkook sostenía y caminando hacia el centro del campamento.
Jungkook lo observó por un momento antes de soltar una risa baja.
—¿No será que Su Alteza, en realidad, tiene un gusto por robar? —dijo con diversión, disfrutando de la forma en que Taehyung se giraba de golpe para fulminarlo con la mirada por el título que odiaba que usara.
—Estás siendo un poco malagradecido —replicó el pelirrojo con altivez—. Además, no es robo si todo lo que hay en el castillo me pertenece.
Jungkook chasqueó la lengua, fingiendo desaprobación.
—Me parece que alguien está abusando de su posición... Y eso que la corona de Rey aún no está sobre su cabeza.
Taehyung alzó una ceja, desafiante.
—Y a mí me parece que alguien quiere quedarse sin pastelitos.
Jungkook esbozó una sonrisa ladeada, con fingida indiferencia.
—Podría sobrevivir.
—Tampoco traeré provisiones.
—Cazaré lo necesario.
—No traeré más armas.
—Aún tengo mi espada.
Taehyung entrecerró los ojos, pensando sus próximas palabras antes de soltar, con aparente ligereza.
—¿Ah, sí? Bueno, entonces podría dejar de venir a verte.
El silencio de Jungkook como respuesta lo tomó por sorpresa. No era lo que había esperado, sobre todo por el dilema que se reflejó en su mirada. Taehyung no tenía intención de traer el tema a colación, no cuando ambos parecían aferrarse desesperadamente al pacto tácito de no hablar de ello. Era extraño cómo todo había cambiado y, aun así, ninguno hacía el más mínimo esfuerzo por enfrentarlo.
Pero Taehyung entendía por qué. Ponerlo en palabras no serviría de nada. Nombrar lo que sentían, lo que ocurría entre ellos, solo haría que doliera más.
Incapaz de sostener la mirada del otro, el príncipe apartó los ojos y los fijó en la bolsa entre sus manos. Detestaba sentirse así. Había una contradicción creciente en su pecho, un conflicto que lo desgarraba en direcciones opuestas. Una parte de él quería aferrarse a la ilusión de que todo estaba bien, de que no importaba cuánto quisiera a Jungkook ni cuánto se enredaran sus pensamientos en torno a él. Quería creer que, cuando llegara el momento de despedirse, lo haría con una sonrisa, satisfecho con los recuerdos compartidos, con la certeza de que, aunque efímero, habían tenido su tiempo juntos.
Pero la otra parte... la otra parte ardía con una urgencia desesperada. Quería hablar, romper el silencio, entender qué pensaba Jungkook, escuchar de su propia voz si para él también se volvía insoportable esta incertidumbre. Quería decirle que estaba aterrado, que el peso de una vida meticulosamente trazada para él ya no le parecía tan asfixiante como la idea de recorrerla sin él a su lado. Porque si bien había aprendido a resignarse a lo que se esperaba de él, no estaba seguro de poder resignarse a perderlo.
Sin embargo, igual que en otras ocasiones, optó por callar, esperando que el peso de la tensión se disipara por sí solo, que el aire entre ellos volviera a ser ligero y que, de alguna manera, pudieran regresar a lo que eran antes. Fingir que nada había cambiado, que el tiempo no estaba corriendo en su contra.
Pero no esperaba, ni remotamente, lo que Jungkook dijo a continuación.
—Podría sobrevivir sin ti... pero no es como si quisiera hacerlo.
Taehyung se volvió de inmediato, con la mirada ampliada por la sorpresa. Parpadeó, procesando las palabras que se deslizaban por su mente con un peso inesperado. Era cierto. Ninguno de los dos dependía del otro para existir, sus vidas no se desmoronarían si tomaban caminos distintos. Y, sin embargo, se elegían, una y otra vez, sin dudarlo.
Abrió la boca, pero no encontró qué decir. Intentó otra vez, pero las palabras se deshacían antes de tomar forma. No era solo la confesión lo que lo dejaba sin aliento, sino el verde de los ojos de Jungkook, el dolor latente en su mirada lo golpeó con más fuerza que cualquier palabra. Un dolor que Taehyung no quería ver, no cuando sabía que era él quien lo había causado.
Cuando finalmente reunió el valor para hablar, quizás para enfrentar de una vez lo que llevaba días gestándose entre ellos, Jungkook no le dio oportunidad.
—¿Deberíamos comenzar a entrenar? Como es más tarde, tendremos menos tiempo.
Las palabras cayeron entre ambos como una barrera impenetrable. Por un instante, Taehyung se quedó inmóvil, sintiendo cómo su resolución se desmoronaba antes siquiera de haber tomado forma. No sabía qué pesaba más en su pecho: el alivio de no tener que lidiar con aquello todavía o la decepción de haber perdido nuevamente la oportunidad.
Cuando la tensión en el ambiente finalmente se disipó, todo pareció volver a la normalidad entre ellos, como si el peso de las palabras no dichas no hubiera existido. Después de guardar las cosas que Taehyung había traído, Jungkook tomó el arco que el príncipe le había regalado tiempo atrás y se acercó a él, que ya llevaba el suyo colgado al hombro.
Sus miradas se encontraron por un instante antes de que sus manos se entrelazaran con naturalidad. Sin necesidad de palabras, echaron a andar juntos por el bosque, avanzando entre los árboles hasta llegar a un área donde varias dianas colgaban de los troncos, oscilando levemente con la brisa.
Taehyung siempre se sentía emocionado cuando practicaban. Amaba la arquería con una devoción difícil de explicar, pero, más allá de eso, disfrutaba el simple hecho de poder enseñarle algo a alguien más. Durante toda su vida, había sido él quien debía aprender, absorber conocimientos, cumplir expectativas. Pero estar del otro lado, ser quien guiaba en lugar de ser guiado, le resultaba extraño y placentero a la vez.
Y más aún porque era Jungkook a quien debía enseñar.
—¿Realmente te encanta esto, no? —preguntó el azabache de repente.
Taehyung lo miró de reojo, sorprendió por la intensidad en su mirada. Al encontrarse con sus ojos, un leve sonrojo tiñó sus mejillas, una reacción automática ante la forma en que el mayor lo observaba. Sonrió de manera nerviosa, buscando desviar la atención de su incomodidad.
—Sí —respondió, acomodando el arco que llevaba colgado al hombro—. Cuando era pequeño y recibía el entrenamiento para Thane, me inculcaron el arte de todo tipo de armas. Pero ninguna se sintió tan perfecta para mí como el arco... —Hizo una breve pausa, mirando el arco con una leve nostalgia—. Supongo que fue la primera vez que algo impuesto terminó siendo algo que realmente amaba.
Jungkook lo observó en silencio, como si estuviera procesando lo que acababa de decir. Luego, con una ligera sonrisa, alzó su propio arco, que sostenía con firmeza, y lo estudió con detenimiento.
—Es curioso —murmuró—. Cuando lo sostengo, siempre me pregunto si alguna vez podré manejarlo con la misma naturalidad que tú.
Taehyung soltó una risa suave, un poco más relajado ahora.
—Eso no es lo importante.
Jungkook alzó una ceja, curioso.
—¿Ah, no?
El príncipe se giró hacia él, con el arco aún en su hombro, y lo miró con una ligera sonrisa.
—No se trata de que lo manejes como yo. Se trata de que lo hagas tuyo. Cada flecha, cada disparo, que se sienta como una extensión de ti mismo.
Jungkook, pensativo, estudió sus palabras y luego sonrió de forma más tranquila.
—Eso sonó un poco más profundo de lo que esperaba de ti.
—Bueno —dijo Taehyung, riendo suavemente—, ya que soy el que enseña, tendrás que soportarlo.
Pasaron gran parte de la tarde practicando, y con cada disparo, Taehyung no podía evitar notar cuán lejos había llegado Jungkook. El progreso era innegable, y ese hecho llenaba al príncipe de un inmenso orgullo, especialmente porque, desde el principio, el mayor había dejado claro su preferencia por la espada, sin mucho interés en el arco. Sin embargo, ver cómo Jungkook, a pesar de eso, seguía aprendiendo arquería solo porque sabía lo feliz que eso lo hacía a él, era algo que lo conmovía profundamente.
A pesar de que Jungkook aún tenía mucho que perfeccionar, Taehyung sabía que no sería más que cuestión de tiempo y práctica para que alcanzara un dominio considerable. No obstante, la verdad que lo inquietaba era pensar en que, algún día, cuando ya no estuviera allí para supervisarlo, Jungkook pudiera seguir progresando por sí mismo. La simple idea de que llegaría ese momento, un momento en el que se distanciaría de él, le provocó una presión en el pecho tan intensa que, sin poder evitarlo, una tristeza incontrolable invadió su rostro.
Perdido en esos pensamientos, ni siquiera se dio cuenta de que Jungkook se había acercado, hasta que notó su presencia a una distancia tan cercana que la intensidad de su mirada lo atravesó. Fue entonces cuando, finalmente, se dio cuenta de la preocupación en los ojos del otro.
—¿Qué pasa? —preguntó Jungkook con suavidad, su mano extendiéndose hacia el rostro de Taehyung, acariciando su mejilla con una ternura que contrastaba con la tensión en el aire.
El príncipe cerró los ojos, sintiendo el calor de su toque, y dejó escapar un suspiro profundo, como si esa pequeña acción pudiera aliviar el peso que llevaba consigo. Sin embargo, cuando abrió los ojos y miró a Jungkook, las palabras salieron de su boca con una sinceridad que ni él mismo había anticipado.
—Realmente tenemos que hablar —murmuró con cautela, notando cómo la sorpresa brillaba en los ojos de Jungkook. Este intentó apartar su mano de Taehyung, pero él la detuvo, colocando la suya sobre la de él para mantenerla en su mejilla, como si esa conexión fuera lo único que pudiera sostenerlo en ese momento—. Ignorar la situación no hará que deje de ser lo que es —añadió, su voz aun suave pero firme, como si estuviera intentando convencer tanto a Jungkook como a sí mismo.
—Tampoco hablarlo —añadió Jungkook, con una dureza que no había planeado, y al instante se dio cuenta de lo que había dicho. Soltó un suspiro pesado, sus ojos vacilantes mientras dejaba caer la tensión que lo había consumido por un instante—. Tae...
El príncipe, observando la lucha interna en los ojos de Jungkook, apretó los labios y lo miró con una intensidad que dolía.
—Dijiste que te importaba —dijo, su voz temblando ligeramente, como si esas palabras fueran una verdad demasiado dolorosa de sostener.
—Y es verdad, pero yo... nosotros no... —Jungkook parecía luchar con su propia respuesta, su mano aún en la mejilla de Taehyung, pero su postura no podía ocultar el miedo y la inseguridad que lo consumían.
El pelirrojo, conteniendo el aliento, apretó los dientes.
—¿Te basta con esto? ¿Realmente no hay nada que quieras decirme? Dijiste que no me contabas nada sobre tu vida porque podría ser peligroso. Dime, Jungkook, ¿qué excusa me darás ahora para guardar tus sentimientos en secreto?
La pregunta de Taehyung golpeó a Jungkook como una ola, y la ira contenida dentro de él finalmente explotó.
—¿¡Crees que esto es fácil para mí!? —exclamó, su voz quebrada por la tensión acumulada, llevando su otra mano al rostro de Taehyung para sujetarlo entre ambas con firmeza pero sin lastimarlo. Los ojos de Jungkook reflejaban desesperación—. ¿Crees que quiero perderte? No tienes ni la más maldita idea de lo que siento.
Taehyung, con los ojos llenos de rabia y dolor, se apartó de inmediato, el aire entre ellos cargado de tensión.
—¡No la tengo porque no me la dices! —gritó, su voz quebrada, con la garganta cerrada por todo lo que no había sido dicho antes. Dio un paso atrás, como si la distancia pudiera aliviar lo que lo atormentaba, pero su corazón seguía tan cerca de Jungkook como siempre—. Es cierto, hablar no cambiará nada... pero necesito escucharte, Jungkook, y también necesito decirte tantas cosas... —La voz de Taehyung se desmoronó, y en ese momento, sus ojos se llenaron de lágrimas que hizo el esfuerzo de contener—. Porque sé que esto es culpa mía. Sé que si no hubiera sido por mí, y por mi posición, nosotros...
Jungkook, con el rostro marcado por el dolor, negó con vehemencia, acercándose rápidamente y tomando las manos de Taehyung con firmeza, como si no pudiera soportar verlo hundido en ese sentimiento de culpa.
—No lo digas, no te atrevas a cargar con toda la culpa. No es solo tuya. Yo también pude haberlo evitado, pude haber frenado todo esto, pero no lo hice. Y ahora... ahora no sé qué hacer para que esto deje de doler. —Su voz, aunque firme, tembló al final, y la desesperación lo invadió por completo—. Tengo tanta culpa como tú. Pero no hay nada que pueda decir para aliviar el dolor que nos consume. Si existiera algo, lo haría. Lo haría sin pensarlo. Porque podría tomar tu mano, llevarte lejos, y no me importaría que todo tu reino estuviera en mi contra por robarme a su Rey. Pero, tú y yo sabemos que tú nunca le darías la espalda a tu pueblo... y yo no podría abandonar este lugar.
El silencio se hizo pesado entre ellos, cargado de todo lo que no se decía, de todo lo que ambos temían, pero sabían que, en el fondo, las palabras ya no eran suficientes para sanar lo que había entre ellos.
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas del príncipe, y Jungkook, sin pensarlo ni un segundo, lo abrazó con una desesperación que reflejaba toda la angustia que sentía en su pecho. Sus propios ojos se humedecieron, pero luchó con todas sus fuerzas por retenerlas, porque en ese momento no podía permitirse sucumbir a su propio dolor. Taehyung, tembloroso y roto, se aferró a él con toda la fuerza que sus brazos podían ofrecer, como si su contacto fuera lo único capaz de sostener los pedazos rotos de su corazón que caían uno tras otro, haciendo eco de un vacío profundo que no sabía cómo llenar.
Nunca en su vida había odiado tanto su deber como en ese instante. Jungkook tenía razón; por mucho que lo deseara, no sería capaz de darle la espalda a su reino. El peso de las expectativas, la responsabilidad, el título que lo mantenía atado a una vida que no había elegido... todo eso le destrozaba el alma.
—Lo lamento, Kook —murmuró entre sollozos, con la voz rota y temblorosa, mientras las palabras le costaban más de lo que había imaginado.
—Shh, shh, no pasa nada —respondió Jungkook, intentando calmarlo, aunque su propio corazón se rompía con cada palabra que escuchaba. No sabía cómo consolarlo, cómo hacerle saber que lo entendía, que no era su culpa—. Nosotros...
—Te amo —lo interrumpió Taehyung, y esas palabras, tan simples pero tan llenas de peso, dejaron a Jungkook sin aliento.
Cerró los ojos con tal fuerza, como si pudiera bloquear la tormenta de emociones que se desató dentro de él. Un par de lágrimas finalmente se escaparon, surcando su rostro, pero él no las detuvo.
—Ah... maldición —bramó, la frustración y el dolor impregnando su voz. Su agarre en Taehyung se apretó aún más, como si pudiera protegerlo de todo lo que los separaba, de todo lo que no podían tener—. Yo también te amo. Te amo tanto, maldita sea. Si tan solo todo fuera diferente... —su voz se quebró al final, y el peso de esas palabras se instaló entre ellos como un abismo imposible de cruzar.
Se apartó un momento de él, pero solo para buscarlo de nuevo, esta vez con una desesperación que desbordaba cualquier intento de razonamiento. Lo besó, sin pensarlo, porque a pesar de que cada palabra no dicha y cada gesto lleno de dolor solo les causaba más heridas, no podían detenerse. La pasión, el miedo y el amor se entrelazaban en sus cuerpos, en ese instante en que no había espacio para nada más que ellos dos.
El beso fue suave al principio, pero rápidamente se volvió más urgente, más demandante, como si con cada toque, con cada roce de labios, trataran de deshacer todo lo que el mundo había construido entre ellos. El destino, esa fuerza cruel que parecía querer separarlos a toda costa, no importaba en ese momento. No importaba que su futuro estuviera lleno de barreras y despedidas inevitables. En ese beso, en esa breve eternidad en la que sus labios se encontraban, se dieron permiso el uno al otro para ser todo lo que no podían ser en la realidad: para pertenecerse, aunque fuera por un solo segundo, en la forma más pura y profunda.
El aire se llenó de la intensidad de sus corazones, y en ese instante, ambos sabían que, aunque nunca podrían ser verdaderamente del todo uno para el otro, al menos en ese beso, en esa caricia silenciosa, se entregaban sin reservas, sin promesas de futuro, solo con el consuelo de saberse juntos, aunque solo fuera por un fugaz suspiro.
El regreso al castillo fue más difícil de lo habitual, como si cada paso lo alejara de algo que nunca debió soltar. Últimamente, las despedidas con Jungkook se volvían más pesadas, más dolorosas, incluso cuando sabía que volvería a verlo al día siguiente. Pero la certeza de un nuevo encuentro no disipaba la angustia que le oprimía el pecho. Porque tarde o temprano, una de esas despedidas sería la última. Y ahora, después de lo que habían dicho, después de todo lo que había quedado suspendido entre ellos, Taehyung sentía como si el tiempo se deslizara entre sus dedos con una crueldad implacable.
Nunca había planeado que algo como esto ocurriera. Nunca se permitió siquiera imaginarlo. Pero le gustaba pensar que Jungkook no había llegado a su vida por simple casualidad, que no fue un capricho del azar lo que lo llevó hasta él. Después de todo, fueron las luces mágicas las que le marcaron el camino aquella primera vez, las mismas que cada día seguían guiándolo de vuelta hacia él. Y aunque jamás pensó que podría enamorarse, había sucedido sin que pudiera detenerlo, sin que siquiera llegara a notarlo hasta que ya era demasiado tarde.
¿No era así como funcionaba el destino? ¿No era ese su modo silencioso y certero de tejer los hilos que unían a las personas? Y si esto era obra suya, si había sido el destino quien los llevó a este punto... ¿no era justo que también se encargara de mantenerlos juntos?
En ese instante, sus responsabilidades como futuro Rey pesaban más que nunca, un peso que siempre había llevado con resignación, aceptando el papel que su linaje le impuso sin protestar, incluso cuando le arrebataron el derecho a elegir su propio destino. Desde que tuvo uso de razón, siguió al pie de la letra el camino que su madre había trazado para él, moldeándose a las expectativas de un reino que siempre esperó más de lo que estaba dispuesto a dar. Aprendió a silenciar sus deseos, a contener sus pensamientos y a ocultarse detrás de la máscara de un príncipe impecable, sin quejarse siquiera cuando sintió que se estaba perdiendo a sí mismo en el proceso.
Pero ahora... ahora había algo —alguien— que realmente deseaba con cada fibra de su ser. Alguien que le conoció desde el principio sin títulos ni pretensiones. Alguien que le había visto sin la máscara que con los años se había convertido en una extensión de su propio rostro, que miró más allá, encontrando en él a la persona que ni siquiera él mismo sabía que podía ser. Con él, Taehyung no tenía que ser perfecto. No tenía que medir cada palabra ni esconder sus flaquezas. Jungkook había escuchado su frustración cuando nadie más lo hacía, se había reído con él hasta que ambos se quedaban sin aliento, y había sentido rabia en su nombre cuando las injusticias que soportaba con resignación se volvían demasiado evidentes.
Y cuando el peso de su mundo amenazaba con aplastarlo, Jungkook estuvo ahí para sostenerlo. Lo abrazó sin reservas, sin preguntas, sin esperar nada a cambio. Le permitió quebrarse sin temor a ser juzgado. Con él, Taehyung pudo ser solo un hombre, sin el peso de una corona que aún no portaba pero que ya le oprimía el alma.
Y lo que más dolía, lo que realmente desgarraba su pecho con una fuerza que apenas podía soportar, era saber que Jungkook lo amaba. No por ser Taehyung Haldane, el príncipe heredero, el futuro rey de una dinastía con siglos de historia, no por la sangre real que corría por sus venas, no por el poder que el mundo veía en él.
Lo amaba por quien era.
Por ser, simplemente, Taehyung.
Y aun así, no podía elegirlo.
A pesar de que su corazón, ya lo había hecho.
Pronto, la silueta imponente del castillo se vislumbró en la distancia. Taehyung exhaló con fuerza, tragándose las emociones que amenazaban con quebrarlo. No podía permitirse mostrarlas, no ahora. No cuando el peso de su realidad volvía a caer sobre él con la misma intensidad de siempre. Inspiró hondo, preparándose para colocarse la máscara que todos esperaban ver, aquella que ocultaba cualquier atisbo de debilidad y lo convertía en el príncipe perfecto.
Al llegar a los establos para dejar a Angus, la figura de Jimin esperándolo lo tomó por sorpresa. Había algo en su expresión que lo inquietó al instante, una tensión apenas disimulada en la rigidez de su postura.
—Jimin, ¿qué ocurre? ¿Pasó algo? —preguntó con preocupación mientras desmontaba y se acercaba a él.
—Qué alivio que haya vuelto a tiempo, Alteza —respondió el Klar, su voz medida y formal. No era inusual que Jimin mantuviera la distancia cuando no estaban en privado, pero había una rigidez inusual en su tono que no pasó desapercibida para Taehyung—. La Reina ha regresado al castillo. No podrá asistir a la cena, pero ha solicitado verlo antes de que esta inicie.
Taehyung apenas tuvo tiempo de procesar la noticia antes de que Jimin lo tomara del brazo y lo guiara con urgencia hacia el interior. Entraron con discreción, sin llamar la atención de nadie, y antes de que pudiera objetar, su amigo lo arrastró al cuarto de baño. Esta vez, Taehyung ni siquiera intentó detenerlo cuando comenzó a ayudarlo a desvestirse. La urgencia en los gestos de Jimin lo disuadió de cualquier objeción.
El agua templada le envolvió con rapidez, pero ni siquiera su calidez logró apaciguar la inquietud que se había instalado en su pecho.
—¿Está todo bien, Jimin? —preguntó, observando con atención el rostro del castaño.
Jimin tardó en responder.
—No lo sé —confesó finalmente, su expresión más sombría de lo habitual—. Algo extraño está ocurriendo en el castillo. Ni siquiera Seokjin sabe con certeza qué sucede, pero es evidente que algo se está gestando. Solo me preocupa que eso pueda afectarle, Alteza.
Taehyung sostuvo su mirada durante un instante, tratando de descifrar lo que su amigo decía.
Finalmente, suspiró.
—No te preocupes —respondió con calma, con una seguridad que ni él mismo terminaba de sentir—. Sea lo que sea que mi madre quiera, dudo que sea algo que no pueda manejar. Todo estará bien.
Lo dijo con la certeza con la que había aprendido a decir tantas cosas a lo largo de su vida. Como si creyéndolo, pudiera hacerlo verdad.
Cuando el baño terminó, Jimin no perdió tiempo en prepararlo para su encuentro con la Reina. Se movía con precisión y rapidez, abrochando cada broche, ajustando cada prenda con destreza. Taehyung, sin embargo, sintió que cada capa de tela y cada accesorio pesaban más de lo habitual, envolviéndolo como una armadura que le resultaba cada vez más ajena.
Siempre había llevado estos atuendos sin cuestionarlos, aceptándolos como parte de su papel, como la piel que debía vestir para cumplir con lo que se esperaba de él. Pero ahora... ahora le costaba respirar bajo su peso. Intentó convencerse de que solo era el cansancio del día, que el malestar no venía de otro lugar. No podía permitirse rechazar su futuro. No podía permitirse sentir que ya no encajaba en él.
Y sin embargo, por más que intentaba convencerse, la sensación estaba ahí. La certeza de que algo dentro de él había cambiado, de que la resignación con la que había llevado su vida hasta ahora se desmoronaba lentamente.
—Estás listo —anunció Jimin, dando un paso atrás.
Taehyung levantó la vista hacia el espejo y lo que vio fue un reflejo impecable, perfectamente pulido. Pero ese hombre de postura erguida y vestimenta impoluta no se parecía en nada a quien él sentía ser.
—Gracias —murmuró con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
Mantuvo la mirada fija en su reflejo por un instante más, preguntándose qué pensaría Jungkook si alguna vez lo viera así. Seguramente frunciría el ceño y, con esa costumbre suya, llevaría una mano a su cabello, soltando un rizo rebelde sobre su frente solo para molestarlo. ¿Qué expresión tendría en los ojos? ¿Se sorprendería al verlo así? ¿Se reiría suavemente, con esa mezcla de ternura y diversión? ¿O lo miraría con la misma intensidad con la que siempre lo hacía, como si pudiera ver más allá de todo esto, como si supiera que debajo de las capas de oro, seda y deber seguía estando él?
La idea le dolió más de lo que esperaba. Porque si había alguien capaz de ver al verdadero Taehyung, era Jungkook. Y sin embargo, esa versión de él, la real, era la que estaba destinada a desaparecer.
Salieron de la habitación rumbo al despacho de su madre, y Taehyung intentó mantener una actitud impasible, aquella que había perfeccionado con los años. Sus pasos eran firmes, su postura impecable, pero dentro de él, la presión en su pecho crecía con cada paso que daba. Sentía el peso de algo que lo sofocaba, apretándole la garganta como si una mano invisible le impidiera respirar con normalidad.
El recorrido por los pasillos fue interminable. Cada inclinación de cabeza, cada sonrisa que le dirigían, cada saludo cortés que debía devolver con la misma amabilidad impostada, solo hacía que su interior se tensara más. Porque, aunque nadie lo notara, aunque su expresión fuera la de siempre, por dentro se sentía al borde de derrumbarse.
Cuando finalmente llegaron, el príncipe se giró ligeramente hacia Jimin, quien lo observaba con atención, esperando una señal de que estaba listo. Taehyung tomó aire, llenando sus pulmones con una calma que no sentía, y se aseguró de que su máscara estuviera perfectamente colocada antes de asentir. Jimin, en respuesta, inclinó la cabeza y dio un par de toques a la puerta.
—Majestad Clarise, Su Alteza el príncipe está aquí —anunció con firmeza.
Hubo un breve silencio antes de que la voz de su madre se alzara al otro lado.
—Adelante.
Jimin, en un gesto casi imperceptible, susurró un "buena suerte" antes de abrir la puerta. Taehyung cruzó el umbral con paso seguro, pero su pecho se sentía aún más pesado.
—Madre, ¿querías verme? —preguntó, y su voz, por más firme que sonara, le supo extraña en su propia boca.
La puerta se cerró tras él, y su madre le hizo un gesto con la mano, indicándole que tomara asiento frente a ella. Taehyung obedeció sin decir palabra, manteniendo la compostura. Frente a él, sobre la mesa de roble pulido, había tres sobres cuidadosamente sellados. Sus ojos recorrieron cada uno antes de volver a su madre, quien lo observaba con una expresión que no supo descifrar de inmediato. Parecía... ¿emocionada? No recordaba haberla visto así desde hacía mucho tiempo. Quizás cuando era niño, en algún momento perdido en su memoria.
—Pedí que te llamaran porque hay un asunto de gran importancia del que debemos hablar —comenzó ella con voz firme, enlazando las manos sobre la mesa—. Como sabes, tu ascensión se acerca, y es imperativo que estés completamente preparado para ese momento.
Taehyung sintió cómo la incertidumbre se extendía en su interior. Su entrenamiento había concluido. Su propia madre, la Reina, se lo había asegurado. Entonces, ¿por qué ahora hablaba de la necesidad de estar preparado?
Las palabras de su madre lo desestabilizaron más de lo que estuvo dispuesto a admitir. Una sensación de incomodidad lo recorrió por completo, pero se obligó a mantener la compostura. No comprendía a qué se refería exactamente, y durante un fugaz momento, la necesidad de exigirle explicaciones casi logró superar su autocontrol. Pero se obligó a mantenerse en silencio. No podía permitir que su calma se desmoronara, especialmente no frente a ella. Como futuro Rey, estaba obligado a encarnar la dignidad y el autocontrol que todos esperaban de él, y en ese momento, todo lo que podía hacer era guardar silencio, ocultando la inquietud que lo invadía.
—¿Hay algo que me haga falta? —preguntó con cautela, esforzándose por sonar más firme de lo que realmente se sentía.
Su madre le dedicó una mirada fija, antes de continuar, y aunque su tono era tranquilo, Taehyung no podía evitar sentir que algo en la atmósfera había cambiado.
—No tiene que ver directamente contigo —respondió, pausando por un momento antes de dejar caer sus palabras—, pero sí es un asunto fundamental que no puede posponerse. —Su mirada se desvió hacia los sobres en la mesa—. Estas son las respuestas de los lords de los tres clanes fundadores. Todos han aceptado.
Taehyung frunció ligeramente el ceño.
—¿Aceptado?
—Así es —respondió ella, sin rastro de vacilación—. Han aceptado presentar a sus herederos para competir por tu mano en matrimonio.
El peso de esas palabras cayó sobre él con una rapidez y fuerza que lo dejó sin aliento, como si el aire mismo lo hubiera abandonado. ¿Había escuchado bien? La incredulidad lo invadió, y por un instante, el tiempo pareció detenerse a su alrededor. No pudo evitar que la sorpresa se reflejara claramente en su rostro, importándole poco si esa reacción no era digna de un príncipe. No podía evitarlo; su mente simplemente no lograba procesarlo.
—¿Matrimonio? —repitió, la incredulidad aún impregnada en su voz, como si las palabras le estuvieran jugando una cruel broma.
Su madre lo observó con una calma que solo acentuó la sensación de desconcierto que lo envolvía, como si no comprendiera por qué esa pregunta surgía de él.
—Claro, ¿pensabas que ibas a gobernar solo? —respondió ella con una indiferencia casi cortante, como si fuera lo más natural del mundo—. Sería una total ofensa a los dioses. Pensé que lo sabías.
Las palabras de su madre lo golpearon con la misma frialdad con la que siempre había sido educado. Todo lo que decía parecía dictado por un deber implacable, y de alguna manera, Taehyung comprendió que ella no tenía en cuenta lo que él deseaba, solo lo que debía hacerse. Pero no podía dejar de sentirse perdido. No tenía ni idea de cómo responder a eso, su mundo se tambaleaba.
—Yo no... —titubeó, su mente chocando entre la confusión y la rabia contenida. Intentó encontrar sus palabras, pero la incomodidad lo mantenía atrapado en un silencio incómodo.
—No hagas drama, tu matrimonio no es el fin del mundo. Yo también estuve en tu posición —dijo con una tranquilidad que casi lo desesperaba—. Y aunque tuve mis dudas, al final tu padre y yo cumplimos con nuestro deber y todo resultó bien para ambos. No tienes nada de qué preocuparte.
Taehyung observó la manera en que su madre hablaba, con una tranquilidad que le parecía distante, como si fuera un procedimiento que debía cumplirse sin más. No pensaba en él, no en sus deseos, ni en lo que él podría querer realmente. Su madre solo veía el reino, las generaciones, el deber. Nada más.
—Ya he organizado todo —continuó ella, sin inmutarse, como si lo que decía fuera una verdad incuestionable—. Los lords de los tres clanes han aceptado presentar a su heredero para pelear por tu mano. Las pruebas determinarán quién es el más adecuado para gobernar a tu lado como Thane.
Su madre ni siquiera pensaba en él, en lo que sentía o en quién sería el mejor candidato para estar a su lado. Para ella, solo importaban el reino y su estabilidad bajo los nuevos gobernantes. Lo demás era irrelevante. El pánico creció dentro de Taehyung, y la sangre se le heló al comprenderlo con una claridad devastadora. Hasta ese momento, se había aferrado a la idea de que, al menos por un tiempo, podría sobrellevar las responsabilidades de Drottning además de las de Thane, manteniendo el control hasta que encontrara a alguien digno de compartir su vida y, con ello, el trono. Pero todo esto, todo lo que él había creído que sería suyo, se desmoronaba ante su ojos.
Qué ingenuo había sido al pensar que tendría la libertad de decidir. Ahora entendía que nunca tuvo esa opción, que su destino ya había sido sellado mucho antes de que pudiera siquiera comprenderlo. Y ahora, el peso de esa realidad lo aplastaba, robándole el aliento. Un nudo de frustración y temor se formó en su garganta, mientras la certeza de su impotencia se instalaba implacable en su pecho.
No escuchó el resto de lo que su madre decía. Su voz se convirtió en un murmullo distante, sofocado por el peso de la realidad que se desplomaba sobre él. Ni siquiera intentó objetar. Sabía que no serviría de nada, que no existía forma alguna de desafiar una orden directa de ella. Su mente se nubló, atrapada en una espiral de incredulidad y angustia, hasta que algo dentro de él, finalmente se quebró.
Cuando ella terminó y le dejó marcharse, se levantó con movimientos rígidos, como si su cuerpo apenas respondiera, y salió de la habitación sin rumbo fijo, con la mirada perdida y la respiración entrecortada. Su pecho subía y bajaba con intensidad, cada bocanada de aire se sentía como un golpe más, clavándole la certeza de su impotencia. La realidad lo golpeó con tanta fuerza que sus piernas se movieron por instinto, antes de que su mente pudiera siquiera alcanzarlas. Sin importar quién estuviera mirando, sin importar nada más, echó a correr. Solo sabía que no podía quedarse ahí.
Atravesó los pasillos del castillo sin detenerse, sin atender a las voces que lo llamaban, hasta que llegó al establo. Su cuerpo se movía por puro impulso cuando montó a Angus sin pensarlo dos veces, con una urgencia desesperada por huir.
—Tae, ¿qué ocurre? ¿A dónde vas a esta hora? —La voz de Jimin lo alcanzó justo cuando estaba a punto de partir. El castaño jadeaba, probablemente por haber corrido tras él—. Vas a meterte en problemas, por favor, regresemos...
—Quiere que me case —las palabras salieron de su boca como una confesión amarga, interrumpiendo a Jimin, quien se quedó paralizado, los ojos muy abiertos por el impacto—. No puedo estar aquí ahora, solo... por favor, confía en mí. Necesito irme.
El silencio se instaló entre ellos por un instante, roto únicamente por la agitada respiración de ambos y el lejano sonido del movimiento dentro del castillo. Jimin lo observó, con el ceño fruncido, como si buscara una razón para detenerlo. Pero algo en su expresión —quizás la desesperación o la intensa vulnerabilidad que mostraba—, debió ablandarlo. Sin decir más, se giró y caminó hacia un rincón del establo, sacando el arco y el carcaj de Taehyung que mantenía escondido y se los ofreció.
—Confío en ti.
Taehyung tomó sus cosas con manos temblorosas, pero su determinación no vaciló. Ajustó el carcaj a su espalda y aferró con fuerza las riendas de Angus antes de indicarle que avanzara. El caballo respondió de inmediato, como si entendiera la urgencia.
Necesitaba alejarse. De ese castillo. De su madre. De la asfixiante realidad que se cernía sobre él como una sombra imposible de eludir.
El viento azotó su rostro cuando Angus rompió al galope, pero el frío de la noche no fue suficiente para enfriar el ardor que quemaba en su pecho. No quería pensar. No podía. Solo había un lugar donde el mundo se volvía soportable, donde su existencia no se sentía como una jaula dorada de la que nunca podría escapar.
Solo había un refugio.
Con él, en sus brazos.
Jeje hola🫣 ya se puso intensa la cosa dfgjhdfkgjdf pero yo sé que todos lo veíamos venir en algún momento. Ya les había comentado por mi canal de difusión que este capítulo marca el inicio del drama. Estamos ya a la mitad, recuerden que la historia no será muy extensa.👀
Pero díganme, ¿qué les pareció todo? Pasó demasiado aaaa mis nenes solo quieren estar juntos. DEJENLOS POR FAVOOOOR (ella no los dejaba). Espero que les haya gustado.🥺
Procuraré volver pronto, hasta entonces, manténganse sanos. Besitoooos.💐
Ah, cierto. Feliz día del amor y la amistad, casi me olvido jeje, ahora sí, chauuuu.🩷✨
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