❦II: Verdades ocultas.
A lo lejos, el majestuoso castillo se perfilaba en el horizonte, y al verlo, un inmenso alivio inundó su interior mientras cabalgaba a toda velocidad. Sin embargo, esa sensación de tranquilidad se desvaneció rápidamente al levantar la vista y notar el color del cielo, que se teñía con los tonos anaranjados y púrpuras del atardecer. La noche estaba cayendo, y con ella, la inevitable reprimenda que recibiría de Jimin por llegar tarde. Y si la fortuna le era verdaderamente adversa, también tendría que enfrentar la furia de su madre. Esta posibilidad lo inquietaba profundamente, añadiendo un peso extra a su apresurado cabalgar hacia el castillo.
Estaba preocupado; estos escapes eran el único alivio que encontraba en su vida llena de expectativas y responsabilidades. Sin ellos, la presión constante se volvería totalmente insoportable. Si su madre llegara a enterarse de sus escapadas al bosque, seguramente le pondría vigilancia, limitando aún más su ya restringida libertad. La sola idea le causaba una gran angustia. Además, si su madre aún no había regresado, le preocupaba que incluso Jimin, su mayor confidente y aliado, dejara de cubrirlo. La lealtad de su amigo era algo en lo que siempre había confiado, pero temía que las circunstancias pudieran obligarlo a abandonar esa postura.
La hora de la cena se acercaba, y sabía que entrar por la cocina no era una opción viable. El personal estaría ajetreado preparando la comida, y su presencia sería descubierta de inmediato. Mientras reflexionaba sobre su situación, notó que la oscuridad comenzaba a envolver el castillo, lo que en parte jugaba a su favor. Bajo el manto de la noche, tendría una mejor oportunidad de camuflarse y moverse sin ser detectado. Sin embargo, esta ventaja venía con un riesgo considerable: los guardias estarían patrullando con mayor atención en sus rondas nocturnas. La posibilidad de ser capturado y enfrentar las consecuencias de sus acciones le inquietaba profundamente, pero no tenía otra opción. Cada uno de sus movimientos debía ser calculado con precisión, aprovechando las sombras sin llamar la atención.
Se dirigió a la parte trasera del castillo, a una zona donde unos bloques de piedra sobresalían del muro, formando una especie de escalera improvisada que siempre usaba para llegar al pasillo debajo de su habitación. Era peligroso, por supuesto, por eso Jimin siempre le pedía que llegara antes de la cena para meterlo por la cocina sin que nadie lo viera. Pero hoy no tenía muchas opciones. Así que, con el corazón latiendo rápido y sintiendo la adrenalina, empezó a escalar el muro.
Subió con cuidado, asegurándose de sostenerse bien en cada piedra. Había hecho esto demasiadas veces, así que conocía la forma de hacerlo sin arriesgarse demasiado. Además, disfrutaba de este tipo de desafíos; era su manera de rebelarse contra el rol de príncipe que debía cargar. Su madre probablemente se desmayaría si lo viera abandonar, aunque solo por un momento, los años de riguroso entrenamiento.
Cuando finalmente alcanzó el borde de la ventana del pasillo, se impulsó con fuerza para poder subir. Antes de ingresar al castillo, se aseguró de que nadie estuviera cerca. Satisfecho al confirmar que el pasillo estaba desierto, finalmente ingresó. Caminó unos cuantos pasos de manera silenciosa, hasta llegar a las escaleras que conducían a su dormitorio. Una vez allí, el riesgo de ser descubierto disminuía considerablemente. A menos que se encontrase a alguien que se fijara con mucha atención al atuendo que vestía.
Para su fortuna, logró ingresar a su habitación sin contratiempos. Sin embargo, su alivio no duró mucho. Un ligero carraspeo resonó en la quietud del cuarto, rompiendo la tranquilidad que apenas había alcanzado. Cerró los ojos con fuerza, dejando escapar un suspiro frustrado, y una mueca se dibujó en su rostro. Se dio la vuelta con lentitud, sabiendo ya lo que encontraría.
Jimin estaba allí de brazos cruzados, y aunque no pronunció palabra alguna, su mirada lo decía todo, transmitiendo una mezcla de desaprobación y molestia que no requería explicaciones.
—Jimin, yo...
—Lo prometiste, Taehyung —interrumpió el castaño con severidad.
—Sí, lo sé. No era mi intensión volver tan tarde; es solo que...
—Nunca es tu intención, siempre es lo mismo contigo. La última vez tu madre casi nos descubre y no fuiste el único que se llevó una reprimenda cuando faltaste a la cena —Jimin lo interrumpió, su voz estaba cargada de frustración mientras su mirada estaba fija en el pelirrojo. La tensión en el aire era palpable, y Taehyung se sintió acorralado por las palabras de su amigo—. Cada vez que te retrasas, nos expones a un riesgo innecesario. ¿Te das cuenta de lo complicado que es ya de por sí mantener esto en secreto?
Taehyung permaneció en silencio, consciente de que sus escapadas podrían convertirse en un problema serio si alguien los descubría. La última cosa que quería era añadir más peso a la carga de Jimin, quien ya se esforzaba enormemente por ayudarlo a disfrutar de este día libre que se autoimpuso. Y aunque no tenía intención de regresar tan tarde, el inesperado encuentro con Jungkook lo había hecho perder la noción del tiempo por completo.
—En serio lo siento —murmuró, su voz cargada de sincero arrepentimiento. Taehyung sabía que tal vez compartir la razón de su tardanza podría haber aliviado en parte la molestia de Jimin, pero temía que eso pudiera arriesgar la posibilidad de regresar al bosque. Claro, eso si lograba hacer que Jimin lo perdonara ahora. La angustia empezaba a carcomer su pecho; realmente no sabe que es lo que haría si su amigo le dijera que ya no estaría dispuesto a ayudarlo.
El castaño lo miró fijamente, sus ojos reflejando una mezcla de exasperación y preocupación. La habitación se llenó de un silencio tenso, en el que el peso de la situación parecía hacerse más palpable con cada segundo.
—Taehyung, no puedo seguir cubriéndote si no eres más responsable —dijo finalmente, tratando de controlar el tono de su voz. Su mirada se suavizó un poco al ver la expresión de angustia en el rostro de su amigo, ya que él entendía que estas escapadas eran más que una simple rebeldía o capricho—. Entiendo que a veces las cosas se complican, pero debes ser más consciente de las consecuencias.
El príncipe asintió con la cabeza, sintiendo un nudo en el estómago. Aunque su amigo tenía rasgos delicados y una apariencia suave, cuando se enojaba, su presencia se volvía imponente y severa, lo que lo hacía aún más intimidante.
—Lo sé, y realmente lo siento. Te prometo que no volverá a ocurrir, esta vez es en serio. ¿Podrías darme solo una oportunidad más?
Jimin suspiró, su expresión suavizándose aún más. A pesar de su frustración, no podía ignorar la desesperación en los ojos de Taehyung. Era el único que conocía las verdaderas luchas del príncipe, las dudas y miedos que lo atormentaban dentro de estos muros de piedra.
—De acuerdo, pero será la última. ¿Entendiste? —cuestionó con el ceño fruncido, recibiendo un asentimiento del pelirrojo que suavizó su semblante—. Bien, ahora vamos a darte un baño. La hora de la cena será pronto, te he estado esperando aquí así que, no sé si La Reina terminó con sus deberes y estará presente.
Taehyung no pudo siquiera responder cuando Jimin ya lo estaba empujando hasta la sala del baño. Se desvistió rápidamente e ingresó a la tina, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo cuando el agua fría lo envolvió. Una mirada de advertencia de parte de su amigo bastó para que no intentara siquiera quejarse. Sabía que, de haber llegado a tiempo, su baño estaría caliente.
Se dio prisa en bañarse, y cuando finalmente terminó, dejó que Jimin lo secara con cuidado y lo ayudara a ponerse esas ropas ostentosas que tanto despreciaba. La incomodidad de la vestimenta no hacía más que recordarle el peso del rol que no deseaba. Suspiró con resignación mientras el suave aroma de los aceites que Jimin aplicaba en sus rizos pelirrojos llenaba el aire, un consuelo efímero en medio de su tormento. Cerró los ojos por un momento, buscando la calma, preparándose mentalmente para retomar el papel del príncipe perfecto que todos esperaban de él.
Su mente vagaba, inmersa en el recuerdo del encuentro reciente, buscando comprender lo que había sucedido. Una parte de él ansiaba creer que había un propósito oculto, una razón significativa por la cual las luces mágicas lo habían guiado hasta Jungkook. Aunque no podía precisar exactamente qué significaba ese cambio, la posibilidad de que su vida tomara un nuevo rumbo lo llenaba de una emoción que no experimentaba desde hacía mucho tiempo. Por fin, después de años de seguir un camino predeterminado, algo imprevisible había irrumpido en la rutina que le habían impuesto. Sin embargo, esa misma incertidumbre le hacía anhelar respuestas, y sabía que la única manera de encontrarlas sería volviendo a cruzarse con el misterioso azabache.
—Ya estás listo —anunció Jimin, interrumpiendo sus pensamientos. Taehyung parpadeó un par de veces antes de esbozar una sonrisa, la cual se desvaneció al instante cuando su mirada se encontró con su reflejo en el espejo.
A simple vista, era indudablemente hermoso. Sus ojos azules resplandecían con un brillo intenso que iluminaba su rostro, mientras su piel pálida contrastaba en perfecta armonía con el rojo de los rizos que caían, enmarcando su semblante. Esa era la imagen que habían esculpido en él, una apariencia que, aunque reconocía su belleza, no le satisfacía del todo. En el fondo, deseaba desprenderse de tantos adornos y mostrar una versión más sencilla de sí mismo, libre de los accesorios que lo hacían parecer un trofeo destinado a ser exhibido.
Dejó escapar un profundo suspiro, sintiendo una mezcla de resignación y frustración. Con un gesto desganado, tomó uno de sus rizos y lo colocó sobre su frente, ya que no le agradaba tenerla tan descubierta. Sin embargo, Jimin, con una mirada severa, frunció el ceño al notar el gesto y lo reajustó con firmeza hacia los costados.
—Sabes bien que a tu madre no le agrada que escondas tu rostro con el cabello —le recordó con una nota de seriedad, pues no le gustaba que Taehyung recibiera un regaño por parte de la Reina debido a ese detalle.
Taehyung asintió, siendo consciente de que su madre podría regañarlo severamente por algo tan pequeño como eso.
—Acabemos con esto —respondió con resignación, colocándose de pie para finalmente marcharse.
Se dirigió hacia la puerta y, antes de cruzarla, se detuvo. Cerró los ojos por un momento, tomando un respiro profundo mientras se preparaba mentalmente para asumir su papel de príncipe perfecto. Enderezó su postura, entrelazó las manos al frente y, tras soltar un fuerte suspiro, giró lentamente hacia Jimin y le ofreció una afirmación silenciosa con un asentimiento de cabeza.
Jimin observó cómo el semblante de su amigo se transformaba, notando la ausencia del verdadero Taehyung en aquella expresión rígida y calculada. Este cambio le oprimía el corazón, ya que veía cómo el peso de las expectativas y el deber lo alejaban de su auténtico yo. Aunque deseaba con fervor poder ofrecerle alguna forma de consuelo o apoyo, sabía que no podía desafiar el implacable peso de las obligaciones con las que había nacido. Con el corazón cargado de palabras no dichas, se limitó a permanecer en silencio y abrió la puerta, permitiendo que ambos pudieran marcharse.
Taehyung caminó unos pasos por delante de Jimin, su figura erguida y solemne avanzando con una determinación que ocultaba la lucha interna que se libraba en su mente. Cada paso parecía resonar con la gravedad de su papel, y el silencio que los rodeaba sólo acentuaba la distancia emocional que sentía. Jimin lo seguía de cerca, su mirada fija en la espalda de su amigo, deseando encontrar una forma de aliviar la carga que parecía pesarle, pero sin saber exactamente cómo hacerlo.
Recibió inclinaciones respetuosas del personal del castillo con el que se cruzaba, devolviendo cada saludo con un ligero asentimiento de cabeza y una expresión de cortesía serena. Sus ojos brillaban con una suavidad que contrastaba con la rigidez de su postura. A veces, Taehyung sentía que esos gestos y formalidades se habían vuelto tan automáticos que ya formaban parte de su rutina diaria, casi como si su comportamiento estuviera programado en un sistema de movimientos predeterminados.
Al llegar finalmente al comedor, Jimin se despidió con una inclinación de cabeza, y Taehyung le devolvió el gesto con una sonrisa suave antes de dirigirse hacia la mesa. Su rostro se iluminó de inmediato al avistar a su padre ya sentado en la cabecera, y una amplia sonrisa, llena de genuina alegría se desplegó en su rostro.
—Padre —murmuró con emoción al llegar a su lado, inclinándose para depositar un suave beso en su mejilla y recibir con gusto el abrazo que el mayor le ofreció. Se permitió relajarse, pues sabía que en su presencia no tenía que fingir ser alguien que no era.
A pesar de todas las expectativas que llevaba encima, su padre jamás le había exigido que se ajustara a una imagen que no le agradaba. En su compañía, Taehyung encontraba un refugio, un lugar donde el peso del deber se aligeraba y el amor incondicional le permitía ser, por un breve momento, simplemente él mismo.
—Mi Taehyungie —respondió con la misma alegría, sus ojos brillando con un profundo cariño. Cuando finalmente se soltaron, el semblante de su padre se llenó de preocupación al observar a su hijo—. ¿Estás bien? Te veo más delgado.
Quizás no era lo correcto, pero Taehyung debía de admitir que la preocupación de su padre le llenaba el corazón de calidez. Sentir que había alguien a parte de Jimin que se preocupaba genuinamente por él aliviaba un poco la soledad y la carga que llevaba entre sus hombros.
—Estoy bien, no te preocupes —respondió, intentando transmitir tranquilidad en su voz—. Madre me tiene con una dieta estricta. Estamos a unos meses de mi ascensión, y quiere asegurar que esté en buena forma.
Su padre asintió lentamente, aunque aún no podía deshacerse del ceño fruncido de preocupación. Observó a su hijo con una mezcla de orgullo y pesar, sabiendo que la transición que se aproximaba no era solo un cambio en el estatus, sino un ajuste profundo en la vida de Taehyung. A pesar de su preocupación, trató de ocultar su inquietud detrás de una sonrisa alentadora, deseando que su hijo sintiera el apoyo incondicional que siempre le había ofrecido.
Siempre le había pesado el cambio en la vida de su hijo. Aún recordaba aquellos tiempos en los que se dedicó por completo a entrenarlo, con la esperanza de que algún día heredara el título de Thane. Cuando su condición de doncel se presentó y su esposa asumió la responsabilidad del entrenamiento, sintió un vacío inmenso en su corazón. No deseaba para Taehyung una vida en la que su semblante se desvaneciera bajo el peso de las expectativas y la rigidez del deber. Aunque hizo todo lo posible por interceder ante la Reina para modificar el destino de su hijo, sus esfuerzos resultaron en vano. El destino parecía estar sellado, y la tristeza de no poder protegerlo de ese camino inevitable se mantenía como una sombra constante en su corazón.
La conversación se vio abruptamente interrumpida cuando tres diminutas figuras irrumpieron en el comedor. Las trillizas llevaban en el rostro una sonrisa traviesa, y fuese lo que fuese que las divertía, parecía ser también la causa de la clara irritación en el rostro de Seokjin, quien las seguía de cerca.
—¡Padre! —gritaron al unísono las tres, corriendo con desbordante entusiasmo hacia él, ansiosas por rodearlo y colmarlo de besos.
—¡Mis adoradas niñas! —exclamó el Rey con una risa llena de vida, mientras las pequeñas se lanzaban a sus brazos, derramando sobre él todo su afecto.
—Su Majestad —saludó Seokjin con una respetuosa reverencia al acercarse a la mesa—. Esta noche, yo me encargaré personalmente de la cena de las trillizas y del príncipe.
Escuchar eso iluminó el rostro de Taehyung, pues solo significaba una cosa: su madre seguía ocupada y no los acompañaría en la mesa. Una sutil sensación de alivio recorrió su pecho; podía relajarse. El simple pensamiento de una cena tranquila, rodeado únicamente por su padre y sus hermanas, hizo que una cálida alegría se asentara en su corazón. Esa era la paz que anhelaba, un breve respiro de la tensión que solía reinar cuando su madre estaba presente.
Se sentó junto a sus hermanas, quienes aún reían entre susurros y miradas cómplices, mientras Seokjin comenzaba a preparar la mesa con la misma dedicación de siempre. El rey, por su parte, observaba a sus hijos con una sonrisa de satisfacción, contento de tenerlos cerca.
—¿Qué es esto? —preguntó Ailsa con una mueca de disgusto en cuanto Seokjin colocó el plato frente a ellas.
—Es haggis —respondió él, clavando su mirada firme en las tres pequeñas mientras entrecerraba los ojos—. Y tendrán que comérselo todo.
—¿Haggis? ¿Qué es eso? —preguntó Aisling, picoteando con cautela el extraño bulto en su plato.
—Estómago de oveja —respondió Aileen con una sonrisa traviesa, observando a sus hermanas mientras comenzaban a fingir arcadas.
Aisling y Ailsa no tardaron en exagerar su desagrado. Entre risitas, hacían gestos de náuseas y alejaban el plato con dramatismo. La escena era todo un espectáculo cómico, mientras sus pequeñas manos trataban de apartar el haggis como si fuera el enemigo más temido.
Taehyung observaba a sus hermanas con una sonrisa juguetona, mientras intentaba, sin mucho éxito, contener la risa ante la evidente impaciencia de Seokjin. El Rey, compadecido por la incomodidad del joven, decidió intervenir.
—Está bien, Seokjin. Me aseguraré de que lo coman.
—Pero, Majestad... —El castaño intentó objetar, pero el Rey le ofreció una sonrisa suave que no dejaba espacio para más negativas.
—No te preocupes; deseo tener una cena con mis hijos.
Después de un breve momento de silencio, Seokjin asintió finalmente. Hizo una reverencia hacia el Rey antes de volverse hacia las trillizas, enviándoles una última mirada de advertencia: debían comer todo. Las tres niñas esbozaron una sonrisa forzada mientras tomaban el plato y lo acercaban de nuevo, pero no tardaron en dejarlo a un lado cuando Seokjin finalmente abandonó el comedor.
—Padre, por favor, no nos hagas comer esto —pidió Ailsa inquieta, batiendo las pestañas y formando un puchero que sabía que siempre convencía al Rey.
—¡Sí, moriré si tengo que comer esto! —añadió Aisling con un dramatismo exagerado, cubriéndose la boca con ambas manos, como si la mera idea de probar el plato fuera un gran sacrificio.
—¿Y por qué nuestro hermano no está comiendo lo mismo que nosotras? —preguntó Aileen, su tono acusador haciendo que Taehyung abriera los ojos con sorpresa y ofensa.
—¡Oye! —se quejó de inmediato, recibiendo a cambio una mirada astuta de las tres niñas.
La risa de su padre interrumpió la discusión, llenando el aire con una calidez reconfortante. Taehyung se giró para mirarlo, y al instante, su ceño fruncido se desvaneció, como si la tensión se disipara con esa simple melodía. No había nada que le brindara tanta paz como la alegría reflejada en el rostro de su padre, una sonrisa que iluminaba incluso sus días más oscuros.
—Basta de pelear, no les haré comer eso —declaró el Rey, su rostro iluminado por una amplia sonrisa. Sin perder tiempo, llevó los dedos a los labios y emitió un fuerte silbido. En un instante, tres enormes mastines escoceses negros aparecieron, ladrando con entusiasmo y moviéndose con alegría a su alrededor.
—Hola, Glenn —saludó Taehyung con un tono cariñoso al ver que uno de los mastines se acercaba a él. Acarició su pelaje con suavidad, sonriendo con alegría al sentir la cálida lamida del perro en su mano.
—Hay que darnos prisa; denles su comida —indicó el Rey en un susurro. Los ojos de las trillizas brillaron con emoción al escucharle, y sin dudarlo, se apresuraron a ofrecer el haggis a los tres mastines, que lo aceptaron con evidente deleite, moviendo la cola con alegría—. También tú, Taehyungie.
El pelirrojo abrió los ojos con sorpresa. Aunque su cena no resultaba tan desagradable como la de sus hermanas, debía admitir que no era de su agrado. Aún así, una sonrisa curvó sus labios, iluminando su rostro mientras asentía. Sin pensarlo dos veces, extendió el plato hacia los perros, ofreciéndoles la comida con una mezcla de diversión y alivio.
El Rey permitió que sus hijos tomaran de su comida, pues siempre le servían cantidades abundantes debido a su gran apetito. La cena transcurrió en un ambiente cálido y lleno de vida, las risas resonaban en la sala mientras las trillizas compartían sus ocurrencias y contaban anécdotas que arrancaban sonrisas a ambos. El tiempo, entre bromas y charlas amenas, pareció volar más rápido de lo que habrían querido. Finalmente, Seokjin volvió, anunciando que ya era momento de llevar a las pequeñas a descansar, a pesar de sus protestas entre susurros.
Las trillizas se despidieron de su padre y de Taehyung con abrazos apresurados y sonrisas somnolientas, antes de marcharse junto a Seokjin. Una vez que las puertas se cerraron tras ellos, la habitación se llenó de un tranquilo silencio, interrumpido solo por el crepitar suave de la chimenea. El ambiente, que momentos antes rebosaba de energía y risas, ahora parecía sumergido en una paz agradable.
—¿Cómo van las cosas en el frente? —preguntó Taehyung, rompiendo el silencio que se había instalado entre ambos.
—Todo está en calma —respondió el Rey con tranquilidad—. Los clanes se mantienen tranquilos y los soldados continúan con su entrenamiento sin contratiempos. De vez en cuando, preguntan por ti.
Escuchar esas palabras provocó que una sonrisa melancólica asomara en los labios del menor. Sabía que su padre no lo decía con intención de herirlo; era consciente de que, más que nadie, él comprendía el sacrificio que había supuesto para Taehyung abandonar el entrenamiento a su lado. El respeto que una vez se había ganado entre los suyos ahora se sentía como un eco lejano, cada vez más tenue, perdiéndose en la lejanía conforme el tiempo seguía su curso implacable. Ese reconocimiento, que antes lo fortalecía, ahora parecía una sombra fugaz de lo que alguna vez fue, un recordatorio de todo lo que había dejado atrás.
—¿Hay noticias de Seagull? —preguntó Taehyung, eligiendo desviar la conversación. No quería que el grato momento compartido con su padre y sus hermanas se viera ensombrecido por recuerdos de un pasado que ya no regresaría.
—No, no ha vuelto a aparecer desde la última vez. —El Rey negó ligeramente la cabeza, con un leve tono de frustración en su voz—. He enviado grupos de caza al bosque, pero es como si hubiera desaparecido por completo, como si la tierra se lo hubiera tragado.
Taehyung asintió, dejando que las palabras de su padre resonaran en su mente. Recordó con claridad lo ocurrido algunos años atrás, durante uno de los festivales del pueblo. Un oso de dimensiones descomunales había aparecido de la nada, causando pánico entre la multitud. Su padre, sin dudarlo, se lanzó a enfrentarlo, dándole a los aldeanos el tiempo necesario para ponerse a salvo. Sin embargo, ni siquiera él fue rival para la inmensa criatura, y el enfrentamiento terminó con la pérdida de uno de sus ojos.
Antes de que pudiera articular palabra, las puertas del comedor se abrieron de golpe, y su mirada fue atraída al instante hacia la figura que entraba. Su madre, majestuosa y fría, cruzó el umbral, llenando el lugar con una presencia que parecía cambiar el ambiente en un segundo. La tensión se apoderó del cuerpo de Taehyung de inmediato, como un reflejo automático. Sus hombros se alzaron y su postura se enderezó con rapidez, rígida y formal. El aire, que momentos antes había estado cargado de calma, ahora se sentía denso, casi asfixiante, mientras él intentaba contener cualquier signo de incomodidad ante su entrada.
La reina siempre proyectaba un aura imponente, como si fuera una extensión natural de su ser. Cada gesto, cada palabra suya, transmitía una firmeza inquebrantable que Taehyung no podía evitar admirar, aunque al mismo tiempo le hacía sentir que nunca alcanzaría ese nivel de control y gracia. La observó en silencio, y una vez más, llegó a la misma conclusión de siempre: él jamás podría ser como ella. Pero había algo que, por más que intentara comprender, siempre lo intrigaba profundamente.
En presencia de su padre, aquella máscara impenetrable que llevaba consigo se desmoronaba, aunque solo fuera un poco. La rigidez en sus facciones se suavizaba, y su mirada, por lo general distante y calculadora, se llenaba de una calidez que parecía reservada únicamente para él. Taehyung notaba el sutil destello en los ojos de su madre, un brillo especial que solo aparecía cuando miraba a su esposo. La sonrisa que esbozaba en esos momentos —pequeña pero sincera— era la prueba tangible de un amor que trascendía las palabras. A pesar de su imponente fachada, el lazo entre ellos era algo tan profundo que Taehyung no podía evitar preguntarse cómo dos personas tan diferentes podían encontrar refugio el uno en el otro de una forma tan natural.
—Hola, querida —saludó el Rey con una sonrisa, levantándose de inmediato para ir hacia su esposa y darle un dulce beso—. ¿Qué tal tu día?
La reina le devolvió la sonrisa, aunque con un toque de cansancio en su mirada.
—Ha sido... un día largo —respondió, dejando escapar un suspiro suave—. Los asuntos del consejo siempre parecen extenderse más de lo planeado.
El Rey asintió, su expresión mezclando comprensión y preocupación.
—¿Alguna novedad importante? —preguntó, guiándola suavemente hacia la mesa en el asiento a su lado.
—No, nada importante —respondió ella mientras se acomodaba en su asiento—. Solo las mismas discusiones interminables sobre recursos y la seguridad del reino. Pero confío en que todo se resolverá a su debido tiempo. Ah, y las solicitudes ya fueron enviadas a los lords, así que espero recibir sus respuestas pronto —añadió, con un tono más relajado, como si aquello fuera un asunto con mayor importancia en comparación con el resto del día.
—¿Solicitudes? —preguntó Taehyung, algo desconcertado. Desde que su madre lo había estado entrenando para ascender al trono, siempre había buscado incluirlo en los asuntos del reino. Por lo tanto, no estar al tanto de esto lo sorprendió.
La reina lo miró por un momento, como si apenas entonces reparara en su presencia, y su ceño se frunció levemente.
—¿No es un poco tarde para que sigas aquí? —dijo en lugar de responder a la pregunta de Taehyung—. Deberías ir a descansar, mañana tenemos mucho por hacer. Las solicitudes no son urgentes en este momento. Te informaré sobre ellas cuando reciba las respuestas.
Su tono, aunque firme, no dejaba espacio para discusión. La ligera tensión en su rostro dejó claro que ese asunto quedaría cerrado por ahora.
Taehyung asintió, sintiendo que era el momento de irse. Se puso de pie y se acercó a su padre, envolviéndolo en un abrazo cálido, seguido de un suave beso en la mejilla. Luego, se giró hacia su madre, haciendo una leve reverencia antes de salir de la habitación.
Mientras se dirigía hacia la puerta, una sensación de alivio lo invadió. No es que deseara prolongar su estancia en aquel ambiente tenso; en realidad, estaba agradecido de poder regresar a su cuarto. Allí podría reflexionar con calma sobre lo que realmente le inquietaba, especialmente en relación con aquel enigmático azabache que había cruzado su camino el día de hoy. Su mente estaba llena de preguntas y curiosidad, un torbellino de pensamientos que ansiaba ordenar.
Le resultó imposible conciliar el sueño. Toda la noche, su mente divagó entre el enigma del origen de Jungkook y las razones que lo habían llevado a vivir en el bosque. Taehyung no podía entender cómo alguien podía pasar tanto tiempo en un lugar así sin que nadie lo notara o hiciera algo al respecto. La soledad que implicaba esa vida lo desconcertaba. Cada vez que cerraba los ojos, imágenes fugaces del rostro del azabache aparecían en su mente, una mezcla de incertidumbre y fascinación que no podía desvanecer. ¿Cómo podía alguien como él, con esa intensidad en la mirada y esa energía contenida, haberse aislado tanto?
Deseaba saber más de él; no podía conformarse con que todo terminara tras ese único encuentro. Había algo inexplicablemente cautivador en Jungkook que lo empujaba a seguir adelante, aunque supiera que probablemente se estaba metiendo en un lío del que no podría salir fácilmente. Si alguien llegaba a descubrirlo, especialmente Jimin, no se lo perdonarían. Sabía que su amigo nunca apoyaría la idea de haberse encontrado en secreto con un desconocido en lo profundo del bosque. Taehyung era consciente de lo absurda que resultaba toda la situación. Podía culpar a su curiosidad o a la monotonía de su vida, pero en el fondo sabía que este encuentro había sido distinto. Había algo en Jungkook que lo mantenía atrapado, como si simplemente no pudiera imaginarse alejándose de él.
Hablando de Jimin, no dejaba de mirarlo con el ceño fruncido mientras enfriaba un paño y lo colocaba sobre sus ojos. Desde que había entrado en su habitación para ayudarlo a prepararse para el día, lo primero que había hecho fue poner una expresión de asombro y horror al ver el estado en el que se encontraba Taehyung. Intentar mentir diciendo que había dormido bien no era una opción; sus ojos hinchados y enrojecidos, junto con las pronunciadas ojeras, lo delataban al instante.
—Tae...
—Lo sé, la Reina se va a enojar. No hace falta que me lo recuerdes, pero no es mi culpa que no haya podido dormir bien. —Dejó escapar un fuerte suspiro, cruzándose de brazos mientras permitía que Jimin intentara disimular su falta de sueño—. Solo pon un poco de maquillaje y esperemos, por todos los dioses, que sea suficiente.
Un fuerte suspiro escapó de los labios de Jimin. A pesar de que tenía mucho que decir, optó por guardar silencio y dejó los paños de lado. Para alguien normal, haberse desvelado una noche tal vez no causaría demasiados estragos en su apariencia. Sin embargo, Taehyung no tenía esa suerte. La falta de sueño se manifestaba en su rostro al día siguiente sin excepción, dejándolo con un aspecto cansado y desaliñado que no pasaba desapercibido.
La Reina Clarise, como era de esperar, tenía mucho que decir al respecto. Para ella, un príncipe siempre debía lucir descansado e implacable, reflejando una imagen de confianza y autoridad. Su semblante debía transmitir seguridad a su pueblo, pues cada gesto y expresión contaba en la percepción que los súbditos tenían de su líder. En su opinión, era fundamental mantener una apariencia de orden y control, no solo por el bien de la monarquía, sino también para inspirar respeto y lealtad. Ella creía firmemente que la imagen de un príncipe podía influir en la estabilidad del reino, y no estaba dispuesta a permitir que un día de desvelo arruinara esa percepción.
—Hice lo mejor que pude. También te puse unas gotitas de agua de manzanilla para reducir el enrojecimiento de tus ojos. Ahora, vamos, debemos apurarnos; ya vas tarde al desayuno y después tienes la clase de música con tu madre.
Una expresión de desagrado se dibujó en el rostro de Taehyung. De todas las cosas que su madre le obligaba a aprender, tocar el arpa era lo que más detestaba. No lograba comprender por qué necesitaba tocar un instrumento en primer lugar.
Su madre sostenía que un príncipe debía poseer la gracia de dominar todo tipo de artes, aunque él ya ni recordaba el motivo detrás de esa afirmación. Sin embargo, sí podía recordar la primera vez que visitó la sala de música con ella, cuando le dio la oportunidad de elegir el instrumento que quería aprender. Taehyung había optado por el arpa, convencido de que las cuerdas tensadas se asemejaban a las de su arco. Pero pronto se dio cuenta de que no había nada en común entre ambos objetos, y su entusiasmo se desvaneció rápidamente.
Ahora, tenía que soportar la obligación de aprender a tocar un instrumento que nunca había llegado a amar, y que le hacía añorar sus días en el campo de entrenamiento, donde se sentía vivo mientras practicaba con su arco.
—Dime que el desayuno es algo decente —murmuró Taehyung con inquietud mientras caminaban por los pasillos del castillo rumbo al comedor.
—Me aseguré de incluir fresas en el menú de hoy —respondió Jimin en un tono igualmente bajo, sonriendo levemente al ver cómo el príncipe se relajaba con su respuesta—. También preparé lo que me pediste pero, ¿para qué lo necesitas?
—Oh, eso... Las trillizas me chantajearon, así que me quedé sin postres durante un mes.
El castaño asintió, entendiendo la situación sin necesidad de indagar más. Taehyung experimentó una mezcla de alivio y culpa por estarle mintiendo a su amigo. A pesar de la confianza que compartían, había cosas que prefería mantener en secreto, y esta era una de ellas. No podía revelarle la verdadera razón detrás de su necesidad de comida extra.
Mientras caminaban, su mente divagaba entre la esperanza y el temor. Si su plan no salía como lo había planeado, si las circunstancias se volvían en su contra, al final sí tendría esos postres como un pequeño consuelo para sí mismo.
Cuando llegó al comedor, se encontró con sus pequeñas hermanas, quienes le dedicaron una sonrisa. Normalmente, se levantarían de sus asientos para saludarlo con abrazos y besos sin dudarlo, pero la expresión en el rostro de Seokjin le indicó que sus pequeñas traviesas habían hecho algo para molestar a su cuidador. Era evidente que debían mantenerse tranquilas para no avivar su enojo.
—Hola, Jinie. —Taehyung saludó al mayor con una sonrisa mientras se sentaba a la mesa. La expresión de Seokjin pareció suavizarse un poco, y una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
—Buenos días, príncipe —respondió con cariño, realizando una ligera reverencia que hizo que el pelirrojo pusiera los ojos en blanco—. Deberías apurarte; la Reina se molestará si no llegas a tiempo a la clase.
—Lo sé —asintió con un suspiro de cansancio, agradeciendo con una ligera sonrisa a Jimin cuando colocó su desayuno frente a él.
—Bueno, nosotras ya hemos terminado —anunció Aileen, empujando su plato vacío hacia un lado. Sus hermanas la imitaron al instante, mostrando sus sonrisas traviesas.
Con movimientos rápidos, las tres niñas se bajaron de sus asientos y corrieron hacia Taehyung, llenándolo de abrazos y besos. Él las recibió con los brazos abiertos, sintiendo cómo su corazón se suavizaba ante su alegría contagiosa.
—¡Ten un buen día, hermano! —exclamó Aisling, su rostro iluminado con una amplia sonrisa.
—¡Sobrevive! —declaró Ailsa con el mismo entusiasmo.
Taehyung abrazó a sus hermanas con ternura, acariciando sus rizos rojizos desordenados y dejando un beso en la cabeza de cada una.
—Gracias, ustedes también cuídense y pórtense bien —les dijo, aunque sabía que esa advertencia rara vez era escuchada.
—Dejen al príncipe desayunar, vamos —intervino Seokjin—, nosotros también tenemos mucho que hacer hoy.
Las tres pequeñas asintieron, pero no sin antes abrazar a su hermano con fuerza una vez más. Después de sus cariñosas despedidas, finalmente se marcharon del comedor. Taehyung sintió que su energía se renovaba al instante; no importaba cuán traviesas pudieran ser sus hermanas, eran, sin lugar a dudas, su mayor adoración. Su risa y alegría llenaban su corazón, y cada encuentro con ellas era un recordatorio de lo que realmente importaba en su vida.
Continúo su desayuno lo más rápido que pudo, tomándose tal vez un momento extra para disfrutar de las fresas. Al terminar, se levantó apresuradamente y se dirigió a la sala de música, donde sabía que su madre lo estaría esperando. Para su fortuna, llegó a tiempo. Sin embargo, aún le quedaba un desafío por enfrentar: evitar que su madre notara su falta de sueño.
Al entrar en la habitación, la mirada de la Reina se posó sobre él de inmediato. Sus ojos lo recorrieron con una minuciosidad que parecía buscar el más mínimo desliz. Taehyung sintió un peso invisible anclarse en su pecho, y no fue sino hasta que la Reina desvió su mirada, retomando su atención en los documentos que sostenía con elegancia en sus manos, que el aire volvió a fluir en sus pulmones. Solo entonces se permitió respirar nuevamente, como si el juicio momentáneo hubiera terminado sin pronunciarse en voz alta.
—Ve por tu arpa —ordenó, y el príncipe no tardó en obedecer, poniendo al fin en marcha su esperado plan—. Continuaremos desde la melodía anterior; espero que esta vez logres dominarla.
Taehyung asintió de manera casi imperceptible, aferrando el arpa con una firmeza que pronto se desvaneció al relajar los dedos sobre las cuerdas. Inhaló profundamente, buscando esa quietud que le permitía despejar la mente, y solo cuando la sintió asentarse, comenzó a tocar. Las notas, delicadas y precisas, emergieron con suavidad, llenando el espacio a su alrededor como un susurro.
Cada sonido parecía flotar en el aire, creando una atmósfera de serenidad que lo envolvía. El ritmo, simple pero melódico, se deslizaba de sus dedos con gracia, y aunque la melodía no era compleja, su elegancia radicaba en la claridad con la que cada nota resonaba. Taehyung se perdió en la música, dejando que el arpa hablara por él, mientras su mente se concentraba en cada nota, en cada pausa, buscando que la armonía se mantuviera sin distracciones.
No era falta de destreza lo que le impedía dominar las melodías; al contrario, sabía bien que el verdadero obstáculo era su falta de interés. La música no suponía un reto, y esa monotonía constante lo llevaba a perder la concentración y cometer errores. Pero ahora, no había lugar para esos fallos. No esta vez. Sabía que si esperaba que su plan funcionara, cada nota debía ser impecable.
Al escuchar la música, la Reina dejó de lado lo que estaba haciendo y centró su atención en el príncipe, quien continuaba tocando con una gracia notable. No solo lo hacía sin cometer errores; había una elegancia en su interpretación que resultaba verdaderamente admirable. Cada nota parecía fluir de sus dedos con naturalidad, llenando la habitación con una atmósfera de serenidad.
Cuando finalmente la melodía llegó a su fin, Taehyung levantó la mirada hacia su madre. Aunque un impulso de sonreír con satisfacción lo atravesó, se contuvo, eligiendo mantener una expresión serena. Sabía que su reacción era importante, así que aguardó en silencio, listo para escuchar lo que ella tenía que decir.
—Debo admitir que estoy sorprendida. Tu interpretación fue realmente notable. Estaba empezando a preocuparme de que, a estas alturas, aún no fueras capaz de dominarlo, pero parece que me equivoqué. Es un alivio ver que tomas tu posición con más seriedad; quizás la presión de la ascensión te haya motivado. —Hizo una pausa, observándolo con atención, antes de continuar—: Creo que no será necesario seguir con la lección. Pasemos a algo más.
El resto de las lecciones transcurrieron en un ambiente similar, con Taehyung dedicándose por completo a cada tarea. Se esforzó al máximo para evitar errores y realizar todo con una precisión impecable, siempre en busca de la satisfacción de su madre. Así fue como, después de la lección luego del almuerzo, se encontró completamente libre. La Reina, visiblemente complacida con su desempeño, decidió que no era necesario que continuara con su entrenamiento ese día. Su rostro se iluminó al otorgarle ese privilegio, y Taehyung sintió un alivio reconfortante, sabiendo que su esfuerzo había valido la pena.
La primera parte de su plan había salido a la perfección. Sin embargo, eso no significaba que las complicaciones hubieran terminado, ya que justo en ese momento estaba a punto de enfrentarse a quizás, otra situación igual de difícil.
Después de dirigirse a la cocina, donde sabía que encontraría a Jimin, le pidió que lo acompañara a su habitación. Durante todo el trayecto, la tensión era palpable; Taehyung podía sentir la curiosidad de su amigo emanar de su mirada, pues se suponía que en ese momento debía estar en sus lecciones con su madre y no vagando por el castillo. Al llegar a la habitación, Taehyung entró primero, y tras asegurarse de que Jimin lo siguiera, cerró la puerta con llave.
—Tae, ¿qué pasó? ¿Por qué no estás con la Reina? —preguntó Jimin de inmediato, con los ojos llenos de preocupación e intriga.
—Descuida, mis lecciones terminaron. Mi madre me ha dado permiso para irme.
La incredulidad se reflejó en el rostro del castaño, quien parpadeó un par de veces antes de replicar:
—¿La Reina te dejó marcharte?
Taehyung esbozó una pequeña sonrisa, casi imperceptible, mientras se apoyaba contra la puerta, cruzando los brazos con diversión.
—Entiendo que te sorprenda tanto —dijo, dejando escapar una risa suave—. En realidad, terminé mis lecciones rápidamente, por eso me ha dejado libre.
Jimin arqueó una ceja, sin dejarse convencer del todo.
—¿Rápidamente? —repitió, como si la palabra en sí misma no encajara con lo que conocía de las lecciones que Taehyung tenía con la Reina—. Tú nunca terminas rápido.
—Bueno, creo que finalmente he cedido —dijo Taehyung, soltando un suspiro casi resignado—. No tiene sentido seguir mostrando indiferencia a las lecciones. Mi ascensión está a tan solo unos meses, así que debería tomármelo más en serio. Y, viendo el lado positivo, si termino rápido, me deja ir antes.
Jimin lo observó en silencio por un momento, como si intentara medir el peso de esas palabras. Sabía lo mucho que Taehyung había luchado contra su destino, lo mucho que detestaba la idea de asumir el rol que todos esperaban de él. Pero algo en su tono, una leve amargura camuflada bajo esa aparente aceptación, hizo que Jimin frunciera el ceño.
—¿De verdad lo ves como algo positivo? —preguntó con suavidad, inclinando ligeramente la cabeza—. Porque no suenas muy convencido.
Taehyung soltó una risa seca, desviando la mirada hacia el suelo.
—Lo intento —admitió—. Quiero verlo así, Jimin, pero... —hizo una pausa, como si las palabras se le atascaran en la garganta—. No puedo evitar sentir que estoy renunciando a algo, aunque no sé exactamente a qué.
El castaño dio un paso adelante, cerrando la distancia entre ellos. Estudió el rostro de Taehyung, que aún parecía luchando por contener las emociones que llevaba dentro. Luego, habló con una calma que siempre lograba romper las defensas de su amigo.
—Tae, no estás renunciando a nada. Solo estás aceptando lo que siempre has sabido que vendría. Y no tiene que significar el final de lo que eres. No dejes que esa corona defina todo de ti.
Taehyung lo miró, sorprendido por sus palabras. En realidad, no esperaba que esta conversación se tornara tan profunda. Especialmente porque estaba intentando conseguir algo con todo esto. Sin embargo, no podía evitar sentirse agradecido. Jimin siempre parecía tener las palabras justas, esas que, sin siquiera intentarlo, lograban calmar la tormenta en su interior.
—No sé qué haría sin ti —dijo Taehyung en voz baja, con una sonrisa ligera y un brillo de sinceridad en los ojos.
Jimin arqueó una ceja, con su característico aire despreocupado.
—Bueno, seguramente estarías más perdido de lo que ya estás —respondió con una risa suave, intentando quitarle peso al momento, aunque el cariño en su mirada era innegable.
Taehyung dejó escapar una pequeña risa, pero el motivo de su plan seguía presente, rondando en su mente. Aunque Jimin había aliviado parte de su carga emocional, Taehyung sabía que no podía desviarse más de su propósito.
—Hablando de eso... —comenzó, enderezándose y adoptando un tono más serio, aunque no quería que la tensión volviera a instalarse—. Hay algo más que quería pedirte.
Jimin lo miró con curiosidad, sus ojos aún llenos de la misma calidez, pero también atentos al cambio de energía en su amigo.
—¿Pedirme? —repitió, intrigado.
Taehyung asintió, respirando hondo antes de continuar.
—No solo vine aquí porque necesitaba compañía... También porque necesito tu ayuda, Jimin. Con algo importante. —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Quiero que me cubras el resto de la tarde.
Jimin frunció el ceño, la sorpresa pintándose claramente en su rostro.
—¿Cubrirte? ¿Para qué?
—Aprovechando que las lecciones de mi madre terminaron antes, quería aprovechar para...
—Ah, no —interrumpió Jimin de inmediato con una negativa—. Ni pienses que te vas a ir al bosque. Sería muy arriesgado con tu madre en el castillo. Lo siento, Tae, pero tendré que negarme esta vez.
—¡Déjame terminar! —se quejó el príncipe, haciendo un puchero que le daba un aire infantil—. No pensaba irme tan lejos, solo sería pasando el arroyo. Si ocurre algo, podrías ir a llamarme. Solo quiero aprovechar este tiempo para evitar el encierro. Por favor, Mimi... no estaré lejos.
Jimin frunció el ceño, su mente dando vueltas ante la posibilidad de que la Reina descubriera la ausencia de Taehyung.
—Entiendo que quieras salir, pero no puedo simplemente ignorar los riesgos —respondió, el tono de su voz grave y serio—. Si tu madre se da cuenta de que no estás aquí, será un problema. No quiero que termines en problemas, Tae.
—Lo sé... —murmuró Taehyung con un suspiro de desánimo—. Es solo que nunca había tenido tiempo libre por la tarde, y no sé si soportaré estar encerrado todo el día sin hacer nada.
El silencio se instaló entre ellos. Jimin frunció el ceño, claramente reflexionando. Sabía mejor que nadie lo injusto que era que Taehyung se sintiera así, prisionero de sus deberes. Quería ayudarlo, por supuesto que sí, pero el temor a lo que podría suceder si la Reina descubría que su hijo escapaba al bosque a entrenar con el arco lo llenaba de inquietud.
Suspiró, pasándose una mano por el cabello, claramente debatiéndose internamente. Cada fibra de su ser le decía que debía detenerlo, pero al mismo tiempo, no podía ignorar el brillo en los ojos de Taehyung, una súplica silenciosa que lo hacía dudar.
—Está bien —dijo finalmente, cediendo con un suspiro—. Pero debes estar de regreso para la cena, ¿entendido? Y si veo que algo se pone raro, iré por ti inmediatamente. No quiero que La Reina se entere de esto.
Taehyung sonrió con alivio, sintiendo que el peso de la opresión se levantaba momentáneamente de sus hombros. Se acercó a Jimin y le dio un abrazo en señal de agradecimiento.
—Prometido. No te quedaré mal.
—Más te vale —murmuró Jimin, todavía con dudas—. No sé cómo logras que siempre termine cediendo a tus locuras.
Taehyung esbozó una sonrisa, satisfecho. Su plan había salido a la perfección.
Mentirle a Jimin le hacía sentir terrible. Taehyung intentaba convencerse, una y otra vez, de que todo lo que hacía era por un bien mayor, una justificación que repetía casi como un mantra. Sin embargo, en el fondo, sabía que esa justificación difícilmente resonaría con alguien más. Nadie entendería sus decisiones ni mucho menos las compartiría. Después de todo, conocer a un extraño en medio del bosque, siendo guiado por luces mágicas, no era precisamente el tipo de suceso que inspirara confianza, por más que tratara de verlo desde distintos ángulos.
Estaba jugando con fuego, y lo sabía. El riesgo que corría era enorme, pero, en lugar de reconocerlo como su propia culpa, prefería culpar a sus padres por haberle dado una naturaleza tan curiosa, por haberlo moldeado como alguien incapaz de ignorar lo que no entendía. Su mente no podía dejar de dar vueltas en torno a Jungkook; todo lo que ese chico representaba era un misterio que lo consumía lentamente. Había algo en él, que despertaba una fascinación casi obsesiva en Taehyung. Y aunque sabía que debía mantenerse al margen, su necesidad de descubrir más lo arrastraba cada vez más profundo en una red de preguntas sin respuesta.
Por eso, justo ahora, mientras se alejaba del arroyo montado en Angus, su mente no podía dejar de divagar. El suave traqueteo del caballo bajo él y el murmullo del viento entre los árboles apenas lograban distraerlo de sus pensamientos. Se preguntaba si aquella tarde finalmente obtendría las respuestas que tanto ansiaba, o si, por el contrario, solo añadiría más incógnitas a la maraña de incertidumbre que lo mantenía atrapado, ahogándolo cada vez más en sus propias dudas.
Atravesó el claro y se detuvo en la entrada del bosque que se extendía ante él. La verdad era que no recordaba el camino que lo había llevado hasta Jungkook; tal vez debió haberlo considerado antes de adentrarse en aquel lugar. Sin embargo, Taehyung no estaba dispuesto a rendirse. Además de su insaciable curiosidad, su obstinación era igualmente formidable.
Se adentró en el bosque, sintiendo cómo Angus se mostraba reticente a avanzar, sus patas haciendo pausas como si el caballo mismo intuyera lo que les aguardaba. Taehyung acarició su cuello con suavidad, murmurándole palabras de aliento, asegurándole que todo estaría bien. No hubo necesidad de pensar el camino demasiado; tan solo habían cruzado el umbral cuando las luces mágicas volvieron a danzar frente a él, brillando con un resplandor que parecía invitarlo a seguir.
Cada destello formaba un sendero luminoso que se serpenteaba entre los árboles, una guía que estaba seguro lo conduciría directamente hacia Jungkook. Esa conexión mágica, tan etérea y a la vez tan palpable, solo fortalecía su convicción de que todo tenía que ser parte de su destino. O al menos, eso era de lo que intentaba convencerse.
Con cada paso que daban, el bosque se tornaba más denso y enigmático, como si la naturaleza misma los envolviera en un abrazo cautivador. Los sonidos del entorno se hacían más vívidos: el crujir de las ramas bajo sus pies, el canto lejano de aves, y el suave murmullo de un arroyo escondido entre la maleza. Taehyung se sentía inmerso en un mundo donde la realidad y la magia se entrelazaban de manera casi palpable.
Las preguntas que lo habían atormentado durante la noche volvían a su mente, pero esta vez las enfrentaba con una mezcla de resolución y expectación. ¿Quién era realmente Jungkook? ¿Qué secretos guardaba?
Finalmente, después de avanzar un buen rato, el sendero llegó a su fin. Taehyung reconoció de inmediato el montículo de tierra que se alzaba entre dos robustos árboles. Sabía que detrás de esa colina se encontraba el campamento de Jungkook, y una suave sonrisa iluminó su rostro al imaginar el reencuentro. La anticipación creció en su pecho, mezclada con una emoción renovada al pensar en todo lo que podría descubrir al cruzar ese umbral.
Se bajó de inmediato de Angus y tomó la correa, avanzando con rapidez hacia la colina. Al llegar a la cima, sus ojos se pusieron en alerta mientras recorría el campamento en busca de Jungkook. No tuvo que esforzarse demasiado, pues allí estaba el azabache, en el cetro del campamento, concentrado en su tarea de cortar madera.
—¡Jungkook, he vuel-... Oh, mierda! —exclamó el príncipe, sintiendo cómo la sorpresa le aceleraba el pulso. Sus ojos se abrieron de par en par, atónitos ante la escena que se desplegaba frente a él. El azabache estaba allí, con el torso al descubierto, sus músculos marcados y relucientes por el sudor que caía en gotas, resultado del intenso esfuerzo que estaba haciendo.
La imagen era a la vez impactante y desconcertante. Taehyung se sintió abrumado por una mezcla de asombro y vergüenza, como si hubiera irrumpido en un momento privado. Sin poder evitarlo, dejó escapar un suspiro entrecortado, su mente corriendo en mil direcciones mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas.
—¡Por todos los dioses, ponte una camisa!
La expresión de Jungkook reflejaba sorpresa; claramente no esperaba volver a ver al pelirrojo. En medio del trance que le provocó la incredulidad, logró parpadear un par de veces antes de dirigirse rápidamente hacia donde había dejado su camisa y ponérsela. Taehyung, que lo observaba con curiosidad a través de sus dedos entrelazados sobre sus ojos, finalmente se acercó al centro del campamento una vez que Jungkook estuvo vestido. Sin embargo, ni eso logró calmar el acelerado latido de su corazón.
—Alteza, ¿por qué ha vuelto? Le dije que esta parte del bosque es muy peligrosa, no debería...
Antes de que Jungkook pudiera continuar, Taehyung levantó un dedo en su dirección, su mirada cargada de seriedad mientras le señalaba al azabache que se detuviera.
—Te dije que no me digas así —advirtió el príncipe, frunciendo los labios en un puchero que Jungkook no pudo evitar encontrar encantador; la forma de su boca parecía un corazón.
—Ya, me resulta algo complicado de acatar cuando esta vez su vestimenta no deja lugar a dudas que es parte de la realeza.
Taehyung bajó la mirada para observarse, y un profundo suspiro escapó de sus labios. Una de las condiciones que Jimin le impuso para que pudiera marcharse era que debía hacerlo con su atuendo de príncipe. Ya que, en caso de que surgiera una emergencia y tuviera que regresar, no quería que lo encontraran vistiendo algo que no fuera acorde a su estatus.
—Tuve que ingeniármelas para escapar esta vez —suspiró nuevamente con fuerza, negando la cabeza mientras una sonrisa tímida comenzaba a asomarse en su rostro—. Traje algunas cosas para ti que pueden resultarte útiles —dijo, girándose hacia Angus para comenzar a descargar todo lo que había traído, sus movimientos llenos de una energía renovada—. Conseguí esta colcha de lana; te mantendrá abrigado ahora que se acerca el frío.
—Su Alteza...
—Y eso no es todo —continuó el príncipe, ignorando la interrupción—. También te traje un poco de ropa. No estaba seguro de si te quedaría bien, pero logré conseguir algunas prendas de las que utilizan nuestros guerreros. Imaginé que quizás preferirías algo que te permitiera moverte con facilidad en caso de una emergencia...
—Alteza...
—También te traje algunos productos de baño —continuó Taehyung con un tono casi juguetón—. Estoy seguro de que hace tiempo que no te das un baño decente. Es importante que cuides tu salud; podrías contraer enfermedades si no te bañas adecuadamente.
—Alteza, estoy agradecido, pero...
—¡Oh, sí! —interrumpió Taehyung, emocionado—. También traje algunas especias que puedes utilizar al cocinar. Estoy seguro de que harán una gran diferencia en tus comidas. Tal vez no te falte carne aquí en el bosque, pero me hubiera encantado traerte algo diferente que no puedas encontrar en esta zona. Sin embargo, ya fue complicado traer todo esto sin que nadie lo notara, así que añadir algo más habría sido...
—¡Taehyung! —gritó Jungkook con fuerza, su voz resonando en el aire y finalmente logrando que el pelirrojo detuviera sus acciones y le mirara a los ojos.
—¿Sí? —inquirió con una tranquilidad deliberada, como si esta fuera la primera vez que le hablaba al finalmente usar su nombre en lugar de su título.
Jungkook, completamente desconcertado y frustrado, se pasó la mano por el rostro, respirando con fuerza para calmarse.
—Agradezco su... —comenzó, pero se detuvo al notar la ceja enarcada de Taehyung, un gesto que desafiaba cualquier formalidad. Después de un breve carraspeo, corrigió—: tu amabilidad. Sin embargo, no era necesario que volvieras aquí solo por esto. Realmente es peligroso estar en esta parte del bosque; deberías marcharte.
Taehyung permaneció en silencio, su expresión inmutable, como si las palabras del azabache no lo afectaran en lo más mínimo.
—Es una lástima —continuó el príncipe con un tono casual—, estaba a punto de sacar los postres. Seguro que llevas tiempo sin probar algo así.
Las palabras de Taehyung parecieron provocar una chispa en Jungkook, cuyos ojos se abrieron con sorpresa y un destello de interés.
—¿Dijiste postres? —preguntó, la incredulidad transformándose en curiosidad. El azabache dio un paso adelante, acercándose un poco más a Taehyung, como si la mera mención de algo tan deleitable pudiera ahuyentar la tensión que los rodeaba.
—Sí, postres —confirmó Taehyung, una ligera sonrisa asomando en sus labios—. Traje algunos bollos, pastelillos y scones que estoy seguro te encantarían. Pero ya que insistes en que me vaya, tendré que llevármelos conmigo.
El pelirrojo se dio la vuelta, acomodando las cosas sobre Angus mientras tomaba impulso para montarlo. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, la voz de Jungkook resonó, deteniendo su andar.
—Espera... —dijo el azabache, provocando que una ligera sonrisa se curvase en los labios de Taehyung ante su victoria. Sin embargo, su expresión se tornó seria de inmediato mientras se giraba para enfrentar a Jungkook.
—¿Sí? —inquirió con calma, esforzándose por contener una sonrisa que amenazaba con delatar su satisfacción por haber logrado hacer caer a Jungkook en su juego de manipulación. Su mirada era serena, pero la chispa de triunfo en su interior iluminaba su rostro.
—Quizás... podrías quedarte un poco más.
Los ojos del príncipe se abrieron de par en par, inundándose de un brillo de emoción que iluminó su rostro de inmediato. Su sonrisa se amplió, reflejando la alegría que lo invadía.
—Entonces, prepararé un poco de té.
Rápidamente, Taehyung sacó los utensilios que había traído para preparar un poco de té y le pidió a Jungkook que encendiera la hoguera para calentar el agua. Luego, sacó una pequeña bolsita de tela que contenía hojas de Thalysier, famosas en el Reino de Haldane por su delicado aroma y propiedades relajantes. Cuando la hoguera estuvo lista, Taehyung se acercó al fuego que Jungkook ya había preparado, colocando el agua a calentar mientras comenzaba a preparar la infusión, dejando que el suave y característico olor de las hojas llenara el ambiente.
Mientras se ocupaba de la preparación, no podía ignorar la mirada intensa de Jungkook, que seguía cada uno de sus movimientos. El ambiente entre ellos estaba cargado de tensión, y Taehyung sabía que, en teoría, debería mantenerse más alerta, considerando que se encontraba frente a un completo extraño. Sin embargo, había algo en Jungkook que le transmitía una extraña y desconcertante sensación de seguridad.
A pesar de la tensión que flotaba en el aire, esa sensación era lo suficientemente fuerte como para desarmar sus instintos de desconfianza. Taehyung se sorprendía de lo fácil que era bajar la guardia en su presencia, algo que no solía ocurrirle, especialmente con alguien a quien apenas conocía.
Mientras removía las hojas en la olla, sus pensamientos divagaban. ¿Qué era lo que lo hacía sentir así? Tal vez eran los gestos silenciosos de Jungkook, su calma imperturbable, o el hecho de que, a pesar de la intensidad en sus ojos, no parecía una amenaza. Pero lo cierto era que, por más que quisiera mantenerse alerta, su instinto le decía que con Jungkook, al menos por ahora, no debía temer.
—Ya está listo —anunció finalmente, rompiendo el tenso silencio mientras retiraba la olla del fuego—. Toma asiento, te serviré.
—Quizás debería hacerlo yo...
—Ni lo pienses —advirtió Taehyung, frunciendo ligeramente el ceño mientras negaba con la cabeza—. Yo me encargo, no te preocupes.
Jungkook lo miró por un momento, sintiéndose algo dudoso sobre qué hacer. Sin embargo, decidió ceder, suspirando profundamente antes de acomodarse en un tronco que había dispuesto como asiento.
Taehyung se encargó de preparar dos tazas de té, vertiendo el líquido humeante con cuidado. Al mirar a Jungkook, le preguntó si quería un poco de miel para endulzar su bebida. El azabache asintió levemente, sus ojos destellando de anticipación.
Se detuvo por un momento, fascinado por la forma en que los ojos de Jungkook parecían brillar con una emoción tan pura. Había algo en su mirada que le hizo pensar en la soledad que probablemente había experimentado. No sabía cuánto tiempo había pasado aislado, pero la alegría que irradiaba por algo tan simple como una taza de té le decía que, quizás, había estado solo el tiempo suficiente para que un gesto tan pequeño lo emocionara tanto. Este descubrimiento provocó en Taehyung un sentimiento de pesar en su pecho.
—¡Está listo! —anunció el pelirrojo con entusiasmo, entregándole una taza a Jungkook.
—Gracias —murmuró el azabache, tomando la cerámica con cuidado mientras observaba el vapor humeante que se alzaba.
—Oh, cierto. Casi lo olvido... —dijo Taehyung con una sonrisa divertida, dirigiéndose hacia Angus para tomar una bolsa donde había guardado los postres—. Espero que no se hayan dañado —murmuró más para sí mismo, sonriendo al ver que seguían intactos. Regresó junto a Jungkook y colocó la bolsa a su lado—. Adelante, come todos los que quieras.
Taehyung tomó su propia taza y se disponía a sentarse junto a Jungkook cuando este pareció alarmarse.
—Alteza, arruinará su ropa. Permítame poner algo...
—Basta de eso —interrumpió Taehyung con firmeza, sentándose junto al azabache y frunciendo el ceño ligeramente—. Ya te lo he dicho, no me trates así. ¡Ahora disfruta de tu té!
Jungkook se quedó en silencio por un momento, sorprendido por la determinación en la voz de Taehyung. A pesar de la firmeza de su tono, había un aire de calidez que lo invitaba a relajarse. Con un leve suspiro, decidió dejar de lado su preocupación.
El príncipe permaneció inmóvil, observando atentamente a Jungkook mientras este dudaba sobre cuándo tomar su té. Taehyung no quería perderse su reacción; le intrigaba cómo podría ser su experiencia tras tanto tiempo sin disfrutar de una simple taza de té. Sin embargo, la espera se sentía interminable y la impaciencia comenzaba a enredarse en sus pensamientos.
—¿No piensas beberlo? —preguntó, ya visiblemente inquieto.
La mirada de Jungkook se posó en Taehyung, mientras se encogía levemente de hombros.
—Estoy esperando que des el primer sorbo para poder comenzar.
La revelación sorprendió a Taehyung; eso solo podía significar que Jungkook había recibido instrucción en etiqueta, un privilegio reservado para pocos. Este descubrimiento encendió su curiosidad aun más, haciéndolo preguntarse qué más podría estar ocultando.
Sin apartar la vista del azabache, Taehyung llevó la taza a sus labios. Bebió un pequeño sorbo, con cuidado de no quemarse, el té caliente llenando su boca con un sabor delicado y reconfortante. Luego, bajó la taza y observó a Jungkook, quien parecía estar a la espera de un gesto que confirmara que podía continuar.
—Está delicioso —dijo Taehyung, esbozando una sonrisa genuina—. Ahora, ¿puedes probarlo?
Jungkook asintió, una alegría brillando en sus ojos. Observó la bebida por un momento, antes de finalmente llevarse la taza a los labios y beber un pequeño sorbo. Taehyung no podría haber expresado con palabras la reacción que el azabache tuvo al probar el té; su mirada se iluminó con una mezcla de sorpresa y profunda apreciación.
Cuando el sabor cálido y reconfortante del té tocó su paladar, Jungkook cerró los ojos por un instante, como si estuviera recordando una experiencia olvidada. La suavidad de la infusión lo envolvió, llevándolo a un lugar que había estado ausente de su vida durante demasiado tiempo. Era evidente que había estado privado de tales placeres; la forma en que su rostro se transformó, reflejando una alegría casi infantil, hacía que el momento se sintiera casi sagrado.
La alegría que iluminaba la sonrisa de Taehyung fue un fiel reflejo de la de Jungkook; no podía creer que algo tan simple como observar al azabache emocionado le generara tanto placer. Con un gesto entusiasta, tomó la bolsa con los postres y se la acercó, invitándolo a probar uno. Los ojos verdes de Jungkook se posaron en él, brillando con expectación, y Taehyung no pudo evitar rodar los ojos con una mezcla de diversión y exasperación. Con un movimiento rápido, tomó un bollo y lo llevó rápidamente a la boca, disfrutando de la dulzura que se deshacía en su paladar, mientras instaba a Jungkook a unirse a él con un gesto de sus ojos.
Finalmente, con un suspiro de resignación y una ligera sonrisa, Jungkook tomó uno de los bollos, su mirada fija en la delicia que tenía frente a él. La forma en que lo llevó a sus labios reflejaba una mezcla de emoción y anticipación. Taehyung lo observaba con atención, ansioso por ver su reacción.
Si la expresión de Jungkook al probar el té había sido fascinante, no había comparación con el brillo que iluminó su rostro al darle una mordida al postre. Cada bocado era una explosión de alegría que iluminaba su mirada, y Taehyung no pudo evitar sonreír al ver cómo sus ojos se agrandaban de placer. Era como si ese bollo, con su dulzura reconfortante, despertara en Jungkook un torrente de emociones que había permanecido dormido durante demasiado tiempo. El entusiasmo del azabache al disfrutar de la simple delicia fue contagioso, llenando el aire con una sensación de calidez.
—¿Quién eres? —murmuró Taehyung, tan absorto en el momento que no se dio cuenta de que estaba pensando en voz alta. Jungkook detuvo lo que hacía y dirigió su mirada hacia él, y la tensión se intensificó a medida que el verde vibrante de sus ojos contrastaba con el azul profundo de los suyos. En ese instante, el mundo pareció detenerse, mientras el ambiente se llenaba de todas las incógnitas que rodeaban al azabache.
—Estás mejor sin saberlo, Taehyung —dijo Jungkook con un tono serio, como si cada palabra estuviera cargada de advertencia. Su expresión era grave, y había una intensidad en sus ojos que no podía ignorarse.
—¿Eso según quién? —replicó el príncipe, arqueando una ceja, su curiosidad avivada.
—Créeme, no necesitas saber quién soy. Lo único que tienes que hacer es mantenerte alejado de mí.
—Vaya, eso solamente suena a un desafío para mí —dijo Taehyung con una sonrisa desafiante, la chispa en sus ojos revelando su naturaleza intrépida.
—Estás jugando con fuego.
La tensión entre ambos era palpable; la seriedad de Jungkook contrastaba con el brillo curioso en la mirada del príncipe. Taehyung era consciente de que encontrar respuestas a sus preguntas sobre Jungkook no sería una tarea sencilla, aunque realmente hubiera preferido que lo fuera. Sin embargo, no estaba dispuesto a rendirse ahora que todo apenas comenzaba. Determinado, buscaría la manera de desentrañar los secretos que lo rodeaban, incluso si eso era lo último que su libertad le permitiera.
—Bueno... bien dicen que no aprendes hasta después de quemarte —contestó Taehyung, acercándose un poco más, la provocación en su voz resonando con determinación—. Así que, quémame, Jungkook.
Holaaaaa, ya estoy aquí. ¿Qué les pareció este capítulo? El acercamiento del Kukvi me fascina, es obvio que Taehyung será el encargado de presionar para entrar a la vida de Jungkook. ¿Cuánto tiempo será capaz de soportar nuestro querido azabache antes de ceder?😏
En fin, espero que estén disfrutando el comienzo de la historia. Todavía tenemos mucho por delante así que esperen con ansías.💖
Como siempre, procuraré volver pronto. Hasta entonces, manténganse sanos.🌷
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