Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Hasta que la muerte nos separe

Relato por: FlyingUnicorn
Canción: Dynasty — MIIA

https://youtu.be/r0DSWuX90xI

—Feliz décimo aniversario, cariño.

Las palabras de mi esposo me sacan de mis pensamientos, devolviéndome al presente. Su sonrisa es cálida y sus palabras rebosan de cariño. Siento cómo su mirada me atrae, exigiendo toda la atención que pueda dar, y antes de darme cuenta, me sumerjo voluntariamente en esos ojos. A pesar de llevar tanto tiempo juntos, él sigue siendo capaz de evocar los sentimientos que me llevaron a casarme con él, un hombre por debajo de mi estatus y del cual mis padres no aprobaban.

Mis padres pensaban que mi decisión era fruto de un capricho y una muestra de oposición a las citas arregladas a las que me obligaban a asistir. No puedo negar que, en un principio, no era más que un acercamiento con propósito. En medio de una cita con un tipo que no dejaba de mencionar lo difícil que era su trabajo y el arduo trabajo que hacía su madre en casa para ayudarlo, no lo pensé dos veces cuando se me dio la oportunidad de escaparme con el camarero.

Mi esposo siempre ha sido un hombre apuesto: su cabello oscuro ondulado enmarcando su rostro esculpido, unos ojos color avellana que reflejan astucia y desafío y a su vez no me pierden de vista, una sonrisa que no muestra a menudo ni a todo el mundo pero capaz de quitarte el aliento y dejarte embobada, una voz profunda y atrayente, una altura envidiable entre los hombres y un cuerpo que, a pesar de estar envuelto en un uniforme o traje, se ve bien definido y cuidado.

Yo nunca fui una chica fácil. Nací en una familia adinerada y con padres renombrados que se movían por los círculos sociales superiores. Desde pequeña he sido expuesta a la decepción, las intrigas y la traición, las experiencias moldeándome hasta convertirme en la mujer que era cuando lo conocí.

Nuestra primera interacción podría haber sido coincidencia, pero sería estúpida al creer que la segunda y la tercera también lo eran. Sin embargo, David es un hombre con suficientes trucos bajo la manga. Podía ver en su mirada y algunos de sus gestos que la atención que me daba no originaba puramente del interés romántico y que lo que yo veía no era más que una máscara que mostraba lo que le convenía e interesaba. Sin embargo, yo le dejaba continuar porque sentía como que él podría estar a la par conmigo. En él podía ver a alguien que no me juzgaría si compartiera mis pensamientos y mis maneras...

Y fue así como sucedió.

Sin darme cuenta, cada gesto suyo era como un regalo para mis sentidos. Desde la forma en que inclina la cabeza mientras escucha, hasta cómo se preocupa por los detalles más pequeños en un intento por complacerme, cada acción suya me hacía amarlo más profundamente. Su presencia se volvió para mí un refugio y su ausencia un vacío que solo él podía llenar.

Me hacía sentir como si hubiera atravesado todo un laberinto, encontrando al fin la salida para encontrar mi "uno en u millón" esperándome.

Seis meses más tarde no dudé en aceptar el anillo cuando me lo propuso, llevándonos hasta el día de hoy.

—Feliz décimo aniversario —respondo devolviéndole la sonrisa.

Estamos en su restaurante. Para la ocasión, David ha decorado la parte encubierta del jardín con velas, luces, globos, una única mesa en el centro rodeado de pétalos de rosas y una suave melodía de fondo. El entorno me hacía sentir como en un cuento de hadas y a pesar de todo lo que me pasaba por la mente, la sonrisa que se niega a dejar mi rostro es genuina.

Se nos acerca un camarero, el único del personal presente en sala ya que hoy el restaurante estaba cerrado por la ocasión, con una botella de vino en la mano y unos aperitivos.

—Espera... —lo detengo antes de que abra la botella. Saco el vino que traje especialmente para la ocasión —. Tomaremos éste, por favor.

El camarero descorcha la botella que he ofrecido y nos sirve una copa con elegancia y delicadeza. Tras asegurarse de que estuviéramos cómodos y bien servidos, se aleja dándonos un poco de privacidad.

Agarro mi copa y hago un movimiento circular, haciendo girar el vino dentro de la copa y creando un remolino rubí hipnotizante.

—Este vino contiene recuerdos especiales, ¿no crees?

Una ola de nostalgia invade mi corazón al contemplar la botella de "L'amour Eternel" en el centro de la mesa. La bebida que simboliza nuestro amor y que usamos para sellar nuestra promesa escrita en un posavasos de cartón en el restaurante donde hinco la rodilla. El inicio de nuestra dinastía, una que creí que nunca se rompería.

Al no recibir respuesta de su parte apoyo mi mentón sobre mi mano mientras acerco mi copa a la suya.

—¿Por qué deberíamos brindar, cariño?

David parece pensárselo, sus ojos marrones fijos en mí. No puedo evitar preguntarme qué es lo que está pasando por su cabeza. ¿Por qué no repite nuestra promesa de siempre sin dudarlo? ¿En qué momento cambió? ¿O quizás nunca cambió y fue así desde el momento en que pronunciamos nuestros votos matrimoniales?

No, me niego a creer que todo lo que hemos construido se reduzca a un acto cuidadosamente elaborado. He invertido tanto tiempo, esfuerzo y amor en esta relación que simplemente rechazo la idea de retroceder al punto de partida. Estamos tan metidos en esto que ya no hay vuelta atrás.

Es ella, ella cambió a mi David.

¿Pero cómo?

Pensar que se estuvieron burlando de mí y revolcándose en mi miseria y cama. Contra más lo pienso, más se me revuelve el estómago. Una mezcla entre rabia, asco, indignación mezclado con un corazón herido. El tiempo le habrá hecho olvidar que yo siempre lo miro, como si fuera el centro de mi mundo.

Si tan solo David viera que yo soy lo mejor para él y se disculpara profundamente por sus deslices, sería capaz de hacer borrón y cuenta nueva.

Al fin y al cabo, yo...lo amo.

Lo amo con una intensidad que me asusta y con una pasión que me quema por dentro.

Pero tuvo que ir y traspasar el límite.

—Brindemos por unos años tan bonitos como los que llevamos —dice finalmente con una sonrisa vacilante y hasta cautelosa. Como si tuviera miedo de mi reacción.

Con mis pensamientos y sentimientos en chaos, lo único que me permite mantener la compostura es la esperanza. La esperanza de poder cumplir nuestra promesa. Ese es el único pensamiento que aún me hace mantener mi sonrisa, mientras brindamos con nuestras copas.

Nuestro último brindis.

Observo como David toma un sorbo de vino a la vez que yo también lo hago. Veo el movimiento de su garganta al tragar, su expresión delatando por un segundo que el vino no se ajusta totalmente a su paladar, pero siendo el hombre orgulloso que es no dice nada. Es en estos detalles donde veo cuánto ansia formar parte de "los ricos".

El torbellino de emociones y mi corazón desbocado se calman un poco al ver que parte de mi propósito de hoy ha sido cumplido.

El camarero vuelve a nuestra mesa con dos platos en sus manos. David le pide que traiga también el postre y le da permiso para retirarse junto al personal de cocina tras recoger lo poco que haya quedado por recoger.

Degustamos la comida en silencio y me doy cuenta de que todo lo que se servía hoy son mis favoritos y que David probablemente ha aportado más que sólo la idea.

Aun sabiendo en el fondo de mi ser que mi marido siempre ha tenido intenciones ocultas, son detalles como estos los que me impiden dejar de amarlo. Yo lo quiero todo de él, solo y exclusivamente para mí.

—Si el amor tuviera una fecha de caducidad, ¿cuál sería? —digo casualmente, mientras empezamos con el postre. Mi pregunta le pilla desprevenido y aprovecho para empujar un poco más — ¿Cinco años? ¿Diez años? ¿Quizás quince años sean suficientes?

Deja sus cubiertos y toma otro sorbo de vino, su copa ahora vacía. No puedo evitar regocijarme al ver los engranajes en su mente chirriando mientras intenta descifrar el significado de mis palabras. Elevo una de mis cejas, animándole a contestar.

—Que preguntas más extrañas haces... —contesta entre risas, no sé si nerviosas o burlonas, supongo en un intento por aligerar el ambiente.

—Yo creo que diez años sería apropiado para terminar todo sin remordimientos —prosigo, sin darle lugar para retroceder.

Confiesa...

Confiesa, por favor...

Admite tu error...

—¿Pero qué dices, Lydia?

¿Por qué te asustas? Ahora no es el momento de retroceder...

—Quería dejar esto para después, pero visto la situación creo que ahora es el mejor momento... —se levanta de su silla, sacando de la bolsa que estaba al lado de la pata de la mesa una caja azul de terciopelo cuadrada. Sigo cada movimiento suyo con curiosidad y anticipación, esperando una de sus habituales maneras de sorprenderme. Se acerca a mí y, antes de que pueda procesar lo que está pasando, se arrodilla ante mí y abre la caja mostrando un exquisito conjunto de joyas incrustado con diamantes—. En el caso de que se caduque, ¿Renovarías tu matrimonio conmigo?

Mis ojos se llenan de lágrimas. Lágrimas de emoción, de tristeza, de traición, de dolor y de amor.

Es despiadado y está dispuesto a llevarlo hasta el final.

Si dijera que me pilla totalmente desprevenida, entonces estaría mintiendo. Yo no buscaba ningún santo, ni un chico bueno. Yo en el vi alguien decidido y capaz de lograr sus metas sin importar los medios. Alguien que pudiera entender mi forma de ser y que además supiera mantenerme a raya, intrigada por saber que nos traerá el mañana.

Viéndolo ahora arrodillado frente a mí esperando una respuesta, el nudo de emociones en mi garganta creciendo al sentir su mano acariciando mi mejilla y limpiando mis lagrimas traicioneras, hago acopio de todas mis fuerzas para ganar la batalla con mi racionalidad. Ya no queda mucho.

Decidida, saco el regalo que había preparado de la misma bolsa en la que traje la botella de vino. Dejo mi cajita sobre la mesa, sabiendo que lo que se encontraba dentro era equivalente a un explosivo. Sin embargo mi conciencia estaba más tranquila de lo que había estado en los últimos meses. Sin poder evitarlo, mi vista se posa en la copa vacía de mi marido antes de mirarlo directamente a él y las joyas.

—Es un conjunto precioso, seguro que te ha costado mucho —comento, rozando el collar distraídamente con la punta de mis dedos—. Yo también te he preparado una sorpresa, aunque no sé si estarás igual de contento de recibirla... —pauso para grabarme la que probablemente será su última mirada de cariño en mi mente y me enderezo en mi silla apartándome de él y su joya—. Hablemos los detalles después de los regalos, ¿vale?

—Estás rara hoy... ¿Te ha pasado algo, cari? —pregunta, levantándose ya extrañado.

Le concedo una sonrisa, aunque carente de la felicidad que debería sentir alguien celebrando un aniversario de bodas. Es una sonrisa que sólo le doy a él, el hombre que me robó el corazón. El único hombre al que le dí cada pieza de mí y el único en crear una cicatriz en mi corazón que nunca podré revertir.

Lo veo coger la cajita de la mesa a la vez que mi corazón empieza a bombear más rápido. Como si fuera una película en cámara lenta, veo cómo le quita la tapa a la caja. Una cara de confusión cruza su rostro al ver el móvil dentro, con un papelito cuidadosamente doblado al lado. La tensión en el aire es palpable, casi tangible.

—¿Qué es esto? —pregunta, su voz cargada de incertidumbre mientras desdobla el papelito y lee las instrucciones en silencio. Mis manos empiezan a temblar ligeramente, mis pensamientos corriendo desenfrenados. Entrelazo mis dedos y escondo mis manos bajo la mesa para no dar a ver como se agrieta mi fachada. Porque detrás de la mujer fuerte, decidida y elegante, hay una mujer con una cicatriz emocional, que contra más sana más duele. Hay una mujer devastada por la traición, sufriendo por el amor, pero incapaz de dejar de amar.

Sólo tengo que aguantar un poco más... Sólo un poco...

—Cariño, volvamos a casa, ¿sí? —dice esperanzado, probablemente por la mala espina que le da todo— Es que me estoy empezando a encontrar mal.

—Terminemos primero... —Le corto el rollo, dejándole sin otra opción más que recibir mi regalo.

Siguiendo las instrucciones en el papelito, enciende el móvil y abre la galería sin dejar de darme miraditas de reojo. El archivo en la galería es un video. Presiona play, y lo que sigue es una mezcla de sonidos e imágenes que le resultan muy familiares. Con cada palabra pronunciada por la sinfonía de voz femenina y masculina, puedo ver cómo su rostro va perdiendo color.

—Que... ¿Cómo... Esto... —tartamudea varios segundos—. ¿Qué... qué significa esto? —pregunta finalmente, una mezcla entre cautela, horror e incredulidad.

—Significa que ya no hay más secretos, David.

—Yo... lo puedo explicar...

Otra decepción, pero nuevamente...la culpa es mía por dejarme engatusar por sus palabras y acciones azucaradas.

—¿Qué vas a explicar? ¿Cómo llevas engañándome con otra desde hace tres meses? ¿O qué te parece empezar por explicar cómo es que puedes hablar de mi muerte tan tranquilo y feliz, sea con quién sea? A lo mejor te gustaría contarme qué planes tenías trayendo esta pequeña botellita a casa?

Finalmente, siento como un peso se me quita de encima. Nunca he sido alguien que se ande con muchos rodeos. Tampoco he tenido que bajarme nunca al nivel de nadie, complaciéndolos con dagas escondidas en palabras biensonantes. Sin embargo, él es mi primera y única excepción, porque quiero el beneficio de la duda. Nuevamente me doy cuenta de la cantidad de "primeras veces" que le he dado a mi marido y que aparentemente no supo apreciar, dejando que se desvanecieran y quedaran en nada.

David se queda en silencio, sus ojos desorbitados buscando desesperadamente una respuesta, una salida a la situación. Su rostro se torna de un pálido enfermizo, la culpabilidad y el miedo reflejados en sus facciones. Sin embargo, hay algo más... Una emoción que no identifico directamente, pero que se siente más oscura...

—Lydia, yo... no era lo que parecía... No es lo que piensas... —intenta justificarse, su voz quebrada y contenida.

—¿No es lo que pienso? —repito, mi voz firme aunque temblorosa por las emociones contenidas que quieren desbordar—. Entonces explícame, David, ¿qué es? ¿Cómo se supone que debería interpretar todo esto? Porque yo pensaba que habíamos construido algo que ni el cielo podría romper, pero ahora me queda bastante claro.

—No puedo perderte, Lydia... Yo te amo... Lo siento... Perdóname... Danos otra oportunidad y prometo no cagarla...—su voz es apenas un susurro, lleno de angustia y desesperación.

—Si de verdad me amaras, no habrías hecho todo esto...—respondo, sintiendo cómo mis lágrimas empiezan a correr nuevamente—. Te he dado una y otra oportunidad los últimos tres meses, pero estabas tan feliz siguiendo tu teatro... Nuestra obra de 10 años... Tú no te arrepentías cuándo pensabas que no lo sabía... —prosigo entre sollozos ahogados, dándole libertad a mis emociones por primera vez en mucho tiempo—. Ya lo dije, David: ya no hay más secretos. Todo lo que has hecho, todo lo que planeabas... Yo lo sé...

El silencio que sigue es ensordecedor. David parece estar luchando con sus propios demonios, su mente trabajando a mil por hora para encontrar una manera de salir de éste desastre.

—¿Qué quieres que haga, Lydia? —pregunta finalmente, su voz frustrada y un tanto indiferente—. ¿Qué más quieres, eh? Yo nunca fui suficiente para ti, desde un principio has querido convertirme en tu hombre ideal. Un hombre viva por tu aliento y que se muera por tu sombra. Tus padres me menosprecian, al igual que todos en tu círculo, como si fuera un marginado. Ando a tu lado como si fuera uno más de tus sirvientes. Ahí donde vaya, solo puedo existir como "el marido de Lydia" y no importa cuánto me esfuerce siempre se dirá que lo que consigo es gracias a ti.

Finalmente cae su mascara y ante mi veo al verdadero David, mi marido durante 10 años. Un hombre frustrado, cabreado y otras emociones, pero no enamorado. Sus palabras me atraviesan como dagas, demostrándome nuevamente que la única que estaba poniendo todo en juego era yo. Ante mi cae todo lo que construimos durante años como si fuera piedra y yo parada, con las lágrimas cayendo e incapaz de hacer nada por detenerlo. No sé qué más hacer con alguien tan cercano, pero que repentinamente se siente tan distante.

—¿Qué más quieres que haga? —repite, su voz ahora más alta y cargada de una furia contenida. Se levanta en un movimiento brusco y empieza a dar vueltas de un lado a otro, hasta parar frente a mí y agarrarme de los hombros— Terminemos esto aquí, ¿sí? Dividamos nuestras posesiones y dejémoslo como una hoja de arrancada de nuestra historia, ¿eh? Yo tampoco quería mancharme las manos, pero ella lo sugirió y yo estaba muy frustrado, fuera de mí... Lo entiendes, ¿verdad? El ser humano a veces comete errores... Fue un error, pero no pensaba hacer nada con la botellita, lo juro...

—Como camarero estabas insatisfecho... Tú me buscaste, me perseguiste y me usaste. Yo lo sabía... Eres un hombre codicioso, pero yo te amo... —Me siento como en un trance, recordando las veces que me costaba ver si yo estaba siendo estúpida o el un ladrón. Es tan doloroso... Duele tanto, pero hay una pequeña parte de mí que se alegra de por fin ver a la persona real —Yo... te daré tu ansiada libertad, pero solo tras cumplir tu promesa conmigo...

Le doy unos segundos para que asimile mis palabras y cuando lo veo confundido muestro mi última carta.

La botellita que antes había visto desde lejos, se la muestro de cerca.

Y está vacía.

Tarda unos segundos en darse cuenta.

Su cara se desencaja al comprender lo que he hecho. Su confusión inicial se transforma en horror absoluto, y retrocede unos pasos, tambaleándose.

—Estás loca...

—Fuiste tú quién provocó que todo se viniera abajo...

—Cómo...? Dónde...?

Estaba empezando a sentir los efectos y sé que David también lo debería sentir ya, viendo cómo él se tomó toda la copa.

—Lo prometiste...Hasta que la muerte nos separe...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro