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Corte Sempiterna

Relato por: AnaCalder11
Canción: Elastic Heart 
– Sia

https://youtu.be/QPCufMkDhmw

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Caleb entro con aquel porte y elegancia que le caracterizaban, su rubia y rizada melena iba perfectamente en su lugar bajo su sencilla corona de oro blanco, estaba llena de picos que terminaban adornadas por unas perlas, la corona le iba a la medida. Sonrío ampliamente y cierto fulgor de deseo se le escapo, sus verdes ojos resplandecieron en cuanto la luz de las velas pego directamente un reflejo. Llevaba una camisa de volantes y mangas bombachas en tono blanco, un chaleco color escarlata le acompañaba, en sus piernas, unos pantalones blancos bombachos le acompañaban en conjunto con unas botas a media pierna del mismo tono pero con unos detalles en oro, como si su piel llevará aquellas piedras preciosas incrustadas, era oro puro, reluciente.

Lleve mi mirada con demasiado entusiasmo las rosas rojas que Caleb llevaba acunadas de forma elegante en su brazo izquierdo. Al llegar hasta el tapanco donde el trono descansaba, se acercó con cautela, hizo una debida reverencia ante el rey supremo de Sempiterno para voltear hacia mí con dicha elegancia, dejó en mis manos, el ramo estaba repleto de un fascinante aroma; el suyo, había impregnado cada rosa con su fascinante olor.

Quería tirarme encima de sus brazos y ser envuelta por ellos pero eso era claro que iría en contra de las reglas. Quería besarle sus exquisitos labios, quería acunarme en su pecho, quería todo de él y él era más consciente de mi maldito deseo por todo lo que representaba. Lo sabía y por eso aquellas rosas tenían su aroma, quería que me llenará de él, quería que lo tuviera cerca mío.

Se acercó un poco más haciendo una breve reverencia, yo incline mi cabeza para no ver sus radiantes ojos azules, si los veía y él notaba mi delatante sonrojo, seguro que sonreiría satisfecho por aquello que lograba en mí.

− Princesa – terminó su reverencia – póngalas usted misma en agua – susurró con una sonrisa juguetona que se le enmarcaba en los labios.

Trague saliva mientras asentía.

− Agradecemos sus amables atenciones, príncipe Caleb, esperamos verlo pronto departiendo con nosotros – agrego el rey supremo, mi padre.

Hice una pequeña reverencia apartándome del medio.

Mi padre se mantenía en su majestuoso trono.

Era un hombre imponente aunque avejentado, llevaba muchos kilos demás encima sin embargo no era notorio debido a los músculos bien desarrollados de su cuerpo.

Sus ojos del color del cobre le dedicaron una mirada a las rosas, a mí y por último a él. Era imponente, mi padre, con su oscuro cabello casi siempre a ras, con algunas canas asomándosele, con su fornido y gran cuerpo, era imponente. Su voz resonaba a donde quiera que fuera aún solo si intentaba susurrar.

Me daba miedo que mi padre supiera mis intenciones románticas con Caleb, me daba miedo que se enterara que muchas veces Caleb había logrado sortear los guardias de mis aposentos y aunque no pasará nada más allá de unos simples besos, mi cuerpo deseaba más de él. Caleb era mi droga, mi droga favorita y yo era toda una adicta.

Caleb siempre venia conmigo con un abrazo, una sonrisa encantadora, unas palabras de aliento en los mejores momentos, Caleb me daba luz eterna en una terrible oscuridad.

Caleb me sostenía y me aseguraba que todo iba a estar bien, en esta corte llena de engaños.

Mi padre era un amo en el arte de descubrir mentiras, de leer a la gente, lo sabía todo, casi como si tuviera ojos por todos lados, y puede que así sea, su poder después de todo, es infinito, como el nombre de la corte.

En la corte sempiterna, la que reina encima de todas las cortes, se guarda un pequeño secreto y ese es que poseemos la magia del cielo; siglos atrás, los magos extrajeron del cielo una porción de estrella, misma que descansa oculta en las entrañas de esta corte, nadie sabe su ubicación y solo nuestra sangre, sangre de la casa Icestar puede tocarle, puede poseerla, nadie más.

La siguiente en la línea al trono soy yo, la única heredera de mi padre, es por ello que desconfía de todo aquel que se me acerca y es por eso que tengo bien sabido que todo aquel que se me acerca lleva consigo una intención oculta.

Estoy acostumbrada a las traiciones y la inminente soledad que consiste en ser parte de esta familia...pero Caleb no quiere nada de eso, Caleb solo quiere mi amor. Eso lo tengo muy bien sabido.

− Si me lo permite, Rey Supremo – habló Caleb con aquella dulce voz – De ser posible, cuando vuelva me gustaría cortejar oficialmente a la princesa Grace.

Sentí un golpeteo fuerte en el pecho, mi corazón daba vuelcos extremos y mi cabeza mudaba de un pensamiento positivo a uno negativo.

¿Papá sería capaz de matarlo aquí mismo?

Mi padre se aclaró la garganta, lo escudriñó con la mirada, puso una mueca firme y seria y entonces dijo – Lo veremos cuando regrese, príncipe Caleb.

Caleb sonrió como si estuviera satisfecha por una respuesta casi negativa.

− Os deseo un buen día, me marcho entonces, regresaré victorioso y lo más pronto que pueda – agrego Caleb terminando en una majestuosa reverencia.

La familia de Caleb, la familia Songbird, parte de la corte de las aves estaba en medio de una devastadora guerra contra la corte de azul, una corte de poco renombre y aunque su poderío no era mucho, suponía un riesgo para la corona Sempiterna y la corte de las aves así que Caleb tuvo que partir a luchar una vez más.

− Cailin, escolta a la princesa a su habitación, no saldrá en todo el día – el rey ordenó.

Aquel chico de rizado y pelirrojo cabello marcho cerca mío, sus ojos verdes mezclados con azul, parecían grises a rato, llevaba un exquisito delineado negro que le sentaba demasiado bien. Su seria mirada era aterradora, parecía tener los labios sellados, los apretaba con dureza, sus pómulos eran notorios al igual que sus músculos, llevaba una armadura de cota verde, como el mismo musgo.

No tenía caso desacatar las ordenes de papá, si él ordenaba que me quedará un mes entero en mis aposentos, así sería, había vivido mi vida entera de este modo.

Volteé para hacer una pequeña reverencia a mi padre y comenzar con paso firme.

Me gustaba pensar que el hecho de aceptar aquellos castigos de ese modo, hacían que él se enfureciera más.

− Haría bien en no creer en gente de las cortes inferiores, princesa, aquellos de esas cortes están deseosos de poder y eso los hace demasiado peligrosos – agrego Cailin.

Cailin era demasiado protector pero al igual que yo siempre pensaba mal de todos solo que con Caleb, las cosas eran sumamente distintas.

En mis aposentos, con las puertas cerradas a cal y canto, deje las rosas sobre mi cama, sacando una a una, embriagándome con el aroma de Caleb. Entre un par de rosas una nota descansaba, tome la nota de forma apresurada y emocionada. De haber podido, abría gritado. La abrí sin pensarlo, observe primero la hermosa letra de Caleb y después la leí con atención.

"Princesa mía, conozco las negativas de tu padre, el rey Supremo pero no puedo estar sin ti, te necesito, te necesito, necesito cada centímetro de ti, dime que si princesa mía, dime que me amas. Si tu respuesta es un sí, dejarás tu balcón abierto, de ser un No tu dolorosa respuesta dejaras el balcón cerrado y mis deseos se apagaran."

Trague saliva de inmediato con el corazón casi saliéndose de mi boca, de mi cuerpo, él vendría por mí, vendría por mí y tal vez solo tal vez, sellaríamos nuestros votos.

Corrí por mi habitación hasta llegar al imponente armario que se encontraba en un mueble grande, sostenido por cuatro imponentes patas, abrí sus puertas y rebusque en el armario una sencilla bata de seda en color perla, aquella bata se me regaló por una antigua bruja, decía que tenía una pequeña magia que hacía que quien lo usará se viera más hermosa, acentuaba la belleza y la exaltaba.

Lo tire encima de la cama, corrí a la puerta para abrirla, ahí seguía Caillin, se sorprendió en cuanto abrí la puerta, era difícil sorprenderlo pero lo había logrado sin siquiera planearlo, llevo su mano a la espada que estaba enfundada en su cintura, apretó su cuerpo y pronto lo relajo cuando me vio, volvió a su seriedad y dejo de fruncir las cejas.

− Podría pedirle a una de mis damas de compañía que me venga a ayudar con la ropa, quiero usar algo más acorde a mi encierro – le sonreí intentando ocultar el nerviosismo.

Caillin observo al otro chico que aguardaba con él. Asintió con la cabeza y el otro chico salió caminando rápidamente.

− Princesa Grace – hablo Caillin antes de que me introdujera en mis aposentos – Los espías nos han hecho llegar amenazas de muerte para usted y su padre así que le solicitó no nos haga ninguna jugada de las que le gustan, no quisiera perderle – su voz tenía un dejo de burla y un tanto de dolor.

− No lo hare, Sir Caillin, tiene mi palabra – agache mi cabeza a modo de reverencia.

− Dulce veneno, su palabra – sonrió ladino.

Él se limitó a hacer una reverencia mayor pronunciada, yo le observe unos segundos para entrar a la habitación, era normal que tuviéramos tantas amenazas, por ello se nos asignó hace mucho, catadores de comida y se nos ungió con una protección específica para que los hechizos realizados en nuestra contra no surgieran efecto, aquellas que maldiciones que se proferían no nos hacían ningún daño.

Más temprano que tarde llegaron dos damas de compañía que me ayudaron a deshacerme del abrumador vestido azul de grandes tules y un corsé demasiado apretado. Rápido me envolvieron la bata color perla que tenía un pronunciado escote en 'v' y una ligera cinturilla que acentuaba mi cuerpo. Sonreí al verme al espejo, era hermoso y yo lucia radiante.

Las damiselas terminaron marchándose para dejarme en aquella enorme habitación. Espere sentada en un pequeño sillón cerca de la cama pensando en un sinfín de escenarios y en todos Caleb se sorprendía con mi belleza y ambos escapábamos de la sombra de las cortes.

Desde que conocí a Caleb mi sueño siempre ha sido huir aunque sé que como única heredera mi lugar es otro y siempre va por el rumbo de las románticas empedernidas...aunque sabía que estaba muy lejos de lo que debía hacer.

Caleb no tardo en entrar con sigilo, llevaba otra pequeña rosa blanca en sus manos y una botella de vino en la otra. Su magia era implacable y siempre lograba jugar con ilusiones para abatir a los guardias, claro que con Caillin no podía hacerlo pero si con los demás.

Sonrío largamente, beso enternecedoramente mis labios mientras dejaba la rosa en mis manos. Le regrese la sonrisa y el sonrojo se hizo evidente en mis mejillas.

Descorchó con cuidado el vino para dejarlo sobre mis manos, lo tome en ellas, olía realmente a fuerte a una mezcla de uvas y hiervas.

− Beba, princesa – solicitó.

Asentí. Olisqueé un poco más el vino pero termine dándole un sorbo.

Sabía que estaba mal y que no debía recibir órdenes de nadie pero a él lo amaba y él era incapaz de herirme.

− Ahora es tu turno – le cedí la botella. Él sonrió de lado, dejo la botella en una mesita contigua

Volvió a besar la comisura de mis labios.

Se acercó a paso firme hasta mí, envolvió mi cintura con sus manos, jalo mi cuerpo hasta estar tan cerca del suyo que el calor que emanaba de su cuerpo era contagianté y enviciante. Beso mis labios una vez más, esta vez con un arrebato de pasión. Sus labios no se separaban de los míos, cada vez me sentía más deseosa, cada vez quería más. Estaba tan embriagada con sus besos que comencé a sentir que las piernas me fallaban, que mi cuerpo entero se deshacía en los brazos de Caleb.

− Estas en mis manos, linda princesita – la voz de Caleb parecía distorsionarse, parecía como si se burlara.

Intente preguntar que sucedía pero me vi incapaz de proferir palabra. Toda la imagen estaba distorsionada. Mis piernas fallaban y hormigueaban al igual que mis manos. Estaba claro pero no quería entenderlo.

− Todos desean tu poder, desean poseerte, desean ser tú, tener el favor de tu padre – decía mientras me conducía a la cama, sentí como mi cuerpo era tirado en aquella cama. Tenía que entenderlo, estaba envenenada. – Sólo un poco de tu sangre y será suficiente para ser reconocido como tu alto consorte.

¡¿Por qué, Caleb?! Deseaba preguntarle pero mi boca, mis ojos, todo estaba sellado excepto mis oídos.

Sentí un ardor en la palma de mi mano, un ardor punzante pero mi cuerpo seguía sin reaccionar.

Pronto una oscuridad me envolvió y entonces no supe nada más.

Siempre era lo mismo, de alguna u otra forma, si yo entregaba mi corazón, acababa mordiendo el polvo. Mi corazón era elástico, era de una enamorada empedernida que buscaba el amor y la amistad y que por desgracia nunca lograba tener alguno de ellos. Una y otra vez acababa siendo usada y en el piso.

Al despertar no me encontraba más en mi habitación, era un espacio rocoso en donde la luz provenía de algunas antorchas dispuestas en aquel espacio. Una punzada en la cabeza y otra en la palma de mi mano izquierda me hizo despabilar más pronto. Observe como Caillin aguardaba en una esquina con la mano en el mango de su espalda.

− Caillin – dije en un susurro ronco.

− Princesa – Caillin corrió hasta mi lado.

− ¿Qué hacemos aquí? – pregunte mientras recordaba que aquel lugar era el escondite de auxilio en caso de golpe de estado. Llegue a ser recluida aquí en varias ocasiones.

− El príncipe Caleb – rugió con furia – ha matado a su padre.

El poco elástico que le quedaba a mi corazón se reventó, trague saliva.

− Ha reclamado la corte Sempiterna diciendo que han sellado votos, tiene su sangre – lleve mi vista a mi muñeca, un corte profundo estaba en aquella palma.

− Podemos buscar a su gente fiel y atacarle – agrego Caillin.

Negué con la cabeza.

− No, yo me encargó – dije con seriedad mientras me ponía de pie – la siguiente en la línea de los Icestar, recuperará su poder – endurecí mi mirada.

Era ya suficiente, no quería más dolor, no dejaría que nadie más me ocasionara dolor, ahora era mi turno, yo lo ocasionaría.

− Princesa, si usted va es posible que él la mate.

Sonreí de lado

− Para nada, mi pueblo no lo aceptará solo con mi sangre, ocuparan un heredero si es que quieren usar el poder de la estrella de hielo – ellos ocupaban de mí.

Me acerque a Caillin para abrazarle con fuerza. Era una tirada al aire lo que estaba haciendo pero no tenía otra alternativa.

Caillin termino haciendo una breve reverencia mientras manipulaba la piedra de la cueva para que nos dejará salir.

Llegamos a la sala del trono casi de inmediato, en ella Caleb reía y departía con algunos caballeros. El cuerpo de mi padre aún yacía en un charco de sangre al lado del trono. Estaba muy segura que aquellos caballeros y Caleb mismo le había injuriado y jugueteado con su cuerpo. Apreté los labios para no dejar salir mi ira.

− Princesa mía, ha decidido congraciarnos con su belleza – Caleb comento burlonamente.

Paso por encima de su cuerpo hasta llegar a mi lado. Los demás invitados callaron.

− Mi príncipe – hice una breve reverencia.

− No puedo creer que hayas venido con la ropa con la que te he desposado – se burló.

Lleve mi mirada a mi padre. Él lo noto.

− Tu padre peleo como todo un guerrero pero cuando le conté lo que hice con su preciado tesoro, perdió – soltó una risita. Su mano roso mis mejillas. De pronto me sentía asqueada – ahora creo que deberé matarte.

− No puede, aún, señor – le comentó uno de los caballeros – usted ocupa un heredero de su sangre de la sangre Icestar, si no lo tiene no podrá usar el poder, después del heredero, mátela.

Asentí dándole la razón.

− Entonces deberé jugar más contigo – agrego burlonamente Caleb.

− Ocupo algo de usted, mi príncipe, mi rey – añadí sonriente.

− Dígame, princesa mía.

− Un abrazo – agregue con la voz más lastimera que tuve.

− La oyen – grito a los caballeros – la princesa ocupa un abrazo mío, parece que no ha tenido suficiente de mi – se burló.

Trague saliva mientras algunos caballeros proferían burlas en respuesta y algunos comentarios como "es una mujer".

− Seré tan amable con mi princesa, la madre de mi futuro heredero – agrego victorioso.

Caillin me observa envuelto en furia desde la esquina, era claro que él lo veía como mera humillación.

Se acercó envalentonado y con ínfulas de grandeza, primero abrió sus manos y después se acercó. Llego hasta mí para envolverme en sus abrazos.

Saque sagazmente la pequeña cuchilla que le había arrebatado antes a Caillin, era casi tan delgada con un listón.

Lleve mis manos hasta envolver su cuello.

− La sangre Icestar no es para cualquiera – agregue en voz alta mientras le enterraba aquel pico en el cuello.

La sangre comenzó a salir por borbotones.

Caleb llevo sus manos al cuello, a aquella arma, intentaba arrancársela pero no lo lograba y no lo haría, aquella arma estaba diseñada para enterrarse al cuerpo y llegar al corazón.

− Por más que me hagas morder el polvo, siempre me levantare, la corte es mía, la corte Sempiterna es de la sangre Icestar – agregue mientras Caleb caía, se agarraba de mi falda pero aun así caía.

Aquellos caballeros comenzaron a reír.

− Era un pelele después de todo – agregó uno de ellos.

− No será el último desafío – Caillin habló por lo bajo

Desenfundo su espada y entre risitas divertidas acabó con la vida de aquellos caballeros que había proferido burlas en mi nombre. Aquellos que no lo hicieron sonrieron con suficiencia.

− ¡Vida eterna a la sangre Icestar! – gritaban aquellos que habían quedado vivos.

Era la reina suprema, mi vida ahora era para la corte, aquello que no había deseado estaba ahí...y aunque el amor me había traicionado, seguía pensando en que el amor me encontraría. Quien sabe, tal vez si, tal vez no. 

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