zero
°•.༄⟶ .·CERO
3 de septiembre de 1986.
Las Vegas, Nevada.
Spencer Reid en realidad no tenía problemas para entender las cosas que le enseñaban en el preescolar, al contrario, lo que realmente le costaba trabajo entender es que sus compañeros no podía entender cosas tan... simples.
Para la corta edad de cinco años (casi seis), Spencer ya sabe leer, escribir, contar y sumar. Su pronunciación, a diferencia del resto de sus compañeros, es mejor y aunque a él le cuesta sentir gusto por las actividades físicas, las matemáticas y el español son sus favoritas.
Sin mencionar que conoce palabras que muchos niños y niñas nunca antes habían escuchado.
Y ese era el motivo principal por el cual, el resto de sus compañeros (en su mayoría niños), ven a Spencer como alguien realmente raro y perfecto para jugarle bromas o molestarse, ya que a diferencia del resto, Spencer pasaba el tiempo libre dentro del aula, lejos del área de juego y de los gritos, acompañado de un libro y escondido debajo de las mesas, donde no podía ser encontrado.
Pero siempre terminaban encontrandolo.
Cómo todas las mañanas, atravesó la entrada del aula al salón de los alumnos de kindergarten y sin mirar a nadie, se encaminó a la repisa donde cuelgan sus loncheras. Una vez colgada, caminó al lugar que siempre toma, el primer pupitre de la fila izquierda, la cual se encuentra pegada a la pared. Acomodo su mochila y pego sus brazos a la mesa mientras observa el pizarrón, esperando a que la profesora Willow llegará para comenzar con las clases.
Solo que esta vez, la profesora de cabello crespo ingresó al aula cuando el reloj marcaba las ocho con tres minutos, acompañada de una niña de piel morena, con cabello negro, sostenido en dos coletas, flequillo que cubren sus cejas pero hacen lucir sus ojos chocolate y grandes mejillas.
Spencer sonrió un poco al ver que tiene una blusa que muestra tres de los elementos de la tabla periódica: Be (berilio); Ni (níquel); Ce (cerilio). Los cuales, son un juego de palabras formando la frase «Be NiCe».
—¡Buenos días, a todos y todas! —saludó con una gran sonrisa la profesora, obteniendo como respuesta, un entusiasta saludo por parte de sus estudiantes.
Los ojos de la niña recorrieron el aula y se detuvieron en la camisa de Spencer, sonriendo un poco al ver el logo de la Nasa que esconde detrás de su camisa de cuadros.
—Hoy tenemos una nueva compañera que se integrará con ustedes este año —presentó tomando con cariño del hombro de la niña—. ¿Quieres presentarte a tus compañeros y compañeras? —preguntó con dulzura—. Puedes decir cómo te llamas, de dónde vienes y que te gusta —le ánimo sonriente.
Con seguridad, se enderezo un poco y con voz clara, aguda y ligeramente alta, hablo—: Mi nombre es Camille Rodriguez, tengo cinco años, vengo de San Antonio, Texas y me gusta mucho el helado de chocolate.
Spencer sonrió un poco por que definitivamente a él también le gusta el helado de chocolate.
—Muy bien, puedes tomar asiento donde gustes —señaló—. Todos ayudaremos a que Camille se integre con facilidad, ¿cierto?
—¡Sí, maestra! —respondieron en distintos tonos de voz y emoción.
Camille no dudo dos veces en caminar al pupitre que se encuentra al lado de Spencer, lo señalo y se inclinó un poco para susurrar.
—¿Hay alguien aquí?
Tuvo que parpadear dos veces al ver que Camille se estaba dirigiendo a él.
—¿Hola? Oh, ¿eres mudo? —preguntó abriendo sus ojos y cubriendo un poco su boca.
Spencer negó con rapidez—. N-no, no hay nadie —susurró algo nervioso.
Se giró rápidamente para evitar verla, sin embargo, Camille ignoro aquello y tomó asiento un poco más confiada.
—Bien, ¿alguien recuerda en que nos quedamos el viernes pasado?
La mano de Spencer se elevó con rapidez. La maestra le señalo con una sonrisa.
—¿Sí, Spencer?
—Estábamos haciendo la lectura del libro El Principito —recordó, parpadeo varias veces y al ver que sus compañeros le miraban, bajo su cabeza—. Nos quedamos en la página dieciséis, capítulo catorce.
Camille miro ligeramente sorprendida a Spencer.
Ella no recordaba ni que había hecho ayer y él recordaba lo que había sucedido hace tres días en su última clase.
—Eso es correcto Spencer —dijo con una gran sonrisa la profesora tras comprobar en su libreta—. Ahora, ¿todos tiene su copia del libro?
La única en negar, fue Camille.
—Spencer, ¿te importaría compartir el libro con Camille?
Negó un poco nervioso. Eso bastó para que Camille se parara y empujara de su silla hasta llegar con Spencer, quien se sintió ligeramente incómodo ante la cercanía de Camille y ella lo pudo notar al ver como él se alejaba un poco.
Sin embargo, no dijo nada. En parte, le entendía. Camille estaba invadiendo el espacio personal de Spencer y su mamá siempre le decía que hay personas que simplemente no están muy cómodas ante la cercanía de otras.
—Camille, ¿te gustaría leer? —preguntó la profesora Willow acomodando sus anteojos.
—Claro —respondió con una sonrisa.
Spencer inclinó el libro en su dirección y Camille le dedicó una sonrisa amigable.
Hizo sonar su garganta y comenzó—: El quinto planeta era muy curioso —leyó mientras podía ver como los nudillos de Spencer se ponían ligeramente blancos debido a que sostenía el libro con fuerza—. Era el más pequeño de todos, pues apenas cabían en él un farol y el farolero que lo habitaba.
Una pequeña sonrisa, apenas visible, se formó en los labios de Spencer.
Era bastante extraño ver que niños o niñas de su edad leyeran sin tartamudear o pronunciar las palabras sin problemas, o reconocer las pausas en cada coma y punto.
Sí, en realidad, en el salón de Spencer, de los doce niños y niñas, solo cuatro podían leer sin demasiado problemas. Ahora, cinco contando a Camille.
Una vez la lectura dio por terminada, la maestra hizo preguntas de los dos capítulos que habían leído mientras felicitaba a quienes respondían correctamente y animaba a los que no sabían la respuesta a esforzarse, sin ser grosera.
Hasta que, llegó el tan esperado receso.
Excepto para Spencer.
—Hola Camille, soy Zoe —escuchó Spencer como un niña de cabello café y ojos oscuros se presentaba con Camille—. ¿Quieres jugar a las muñecas con nosotras? Tenemos nuestras propias —mostró con una sonrisa.
Camille ladeo una mueca—. Hum, no me traje mis muñecas. No me gusta que se ensucien —confesó ladeando una mueca.
—No te preocupes —hablo una segunda niña, Spencer se alejó con algo de miedo—. Te presto la mía, soy Miranda —dijo sonriente.
Muy linda y adorable, pero ella podía tirarle el emparedado de maní a Spencer si así lo quisiera.
—Spencer, ¿no vienes afuera? —preguntó Camille al verlo tomar asiento en la silla.
—Shh —Zoe le tiró del brazo—. No hablamos con él —dijo entre dientes.
Spencer fingió no prestar atención, sin embargo, aquel comentario molestó a Camille.
—¿Por qué?
—Es raro —respondió Miranda mientras miraba con muecas a Spencer.
—¿Por qué? —preguntó nuevamente alzando una ceja.
—Solo miralo —señaló Miranda—. ¿Quién lee antes de salir a jugar? —soltó una pequeña risita burlona—. Es niño, los niños son raros.
—Y huelen feo —añadió Zoe cubriendo su nariz.
Ninguna de las tres pudo ver como Spencer se olía un poco su brazo, un tanto confundido ya que el todas las mañanas se duchaba y se ponía un poco de loción.
—Hum, no creo —murmuró Camille—. Tengo tres hermanos, ninguno huele feo... bueno... Alejandro algunas veces no se baña —dijo para sí misma en voz baja.
Spencer sonrió mirando su libro y lanzó una rápida mirada a Camille.
—¿Vienes a jugar? —preguntó con desesperación Miranda.
—No —dijo por fin—. Me quedaré con Spencer.
Aquella respuesta, tomó por sorpresa al niño que alzó su mirada ligeramente incrédulo.
—Bien —masculló Miranda.
El aula quedó en silencio y Camille dejó su lonchera en la mesa de Spencer.
—¿Te molesta si me quedo? —le preguntó arrastrando de nuevo su silla, para quedar frente a él.
—N-no —respondió apretando sus labios.
Camille sonrió—. Bien, por que no me gusta estar afuera, el sol me molesta —aseguró con una mueca.
Spencer ladeo su cabeza, un tanto curioso—. ¿Cómo que te molesta el sol? —preguntó confundido.
—Sí —respondió con voz aguda. Señalo la ventana haciendo movimientos con sus manos—. Solo, ¡miralo! Ahí, iluminando con esos potentes rayos y siendo una bola de fuego que quema nuestra piel, ugh... lo odio —susurró rodando los ojos.
Fue inevitable que Spencer no soltara una risita.
—Bueno, pero el sol da energía —dijo cerrando su libro y encontrando interesante la conversación con Camille.
—A mi me da coraje —respondió con sinceridad, abriendo su lonchera de dinosaurios—. Es que... no es nada personal con el sol, pero... no me gusta —musitó—. Odio el calor.
—Que mala suerte Camille, estamos en un desierto —le recordó Spencer ladeando un mueca.
Camille cerró sus ojos suspirando—. Lo sé —dramatizo un poco—. Entonces, Spencer, ¿eres de Las Vegas? —afirmó con su cabeza y apretó sus labios en una pequeña sonrisa—. Genial. Yo en realidad soy de México, pero mi madre es de Texas —explicó—, y recién llegué el viernes a Las Vegas porque papá consiguió un mejor trabajo —suspiró sacando un topper de su lonchera—. Cómo sea, eso no importa...
—Sí importa, Camille —se apresuró a decir Spencer, haciendo que sonriera.
—Bueno —murmuró alzando sus hombros—. ¿Quieres tamal?
—¿Tamal? —repitió frunciendo el ceño.
—Sí, sí. Tamal —le mostró el alimento envuelto en una hoja de maíz.
—Nunca he probado un tamal...
—¡Que horror! —chilló Camille—. Yo cómo tamales una vez a la semana, mi hermano Joshua dice que eso le dan energía para seguir con vida —sacó cubiertos de su lonchera y abrió la hoja de maíz mostrando el tamal—. ¿Te gusta el pollo?
—Eh, sí —respondió ligeramente nervioso.
—Bien, este es de pollo —dijo con una sonrisa—. Aunque también tengo uno dulce, es de fresa, mi favorito —comentó—. También te daré a probar y me diras cual te gusta más.
Partió el tamal a la mitad y le entregó el cubierto.
—Pruebalo, pruebalo —pidió con emoción.
Spencer lo partió ligeramente emocionado ya que nunca antes había probado un tamal y se llevó el bocado a su boca cerrando un poco sus ojos, mientras que los grandes ojos de Camille lo miran esperando una respuesta.
Sonrió aún más al ver como Spencer sonreía ante el sabor del tamal.
—¡Woo! Es delicioso —dijo con una pequeña sonrisa.
—¿¡Verdad?! Los hizo mi abuela, una olla repleta de tamales. Se supone que nos deben durar hasta el miércoles, pero mi otro hermano, Raúl ya se comió cinco... —Spencer comenzó a reír y Camille sonrió al escuchar la aguda risa del niño.
Mientras comían, Camille platicaba con emoción sobre la preparación (o lo poco que sabía de), y Spencer procuraba recordar todo, aunque no debía hacer gran esfuerzo, ya que podía recordar todo lo que Camille le había dicho desde que comenzaron a hablar.
—Uy, tanto hablar me ha dado sed. ¿Dónde hay agua? —preguntó ladeando su cabeza.
—Al final del pasillo hay un bebedero. Pero puedes decirle a la maestra Willow y te puede dar agua de garrafón...
—Me gusta el agua de garrafón —susurró Camille tomando el pequeño termo vacío que había en su lonchera—. ¡Ya vuelvo Spencer! ¡No te acabes el tamal! —le advirtió.
Spencer limpio sus manos con una toallita y bebió de su botella de agua. Suspiró con una sonrisa y acarició su libro con una pequeña sonrisa, pensando que, al llegar a su casa podría terminarlo ya que, por primera vez Spencer estaba pasando el receso con alguien que no era un profesor.
La puerta del aula se abrió y su sonrisa se borro al ver a tres niños entrar al aula.
—¡Spencer ya hiciste amigos! —aplaudió quien se encuentra en medio de los dos niños.
Spencer, evitó responder su pregunta y tomó su emparedado para intentar comerlo, sin embargo, la mano del niño de cabello rubio y ojos azules, le impidió hacerlo.
—¿Acaso tu mamá no te dijo que compartieras? Mamá siempre dice que debemos compartir —informó con una sonrisa—. Spencer, ¿me compartes de tu emparedado?
Miro de reojo el alimento de Camille y luego su emparedado. Asintió lentamente y soltó el agarre lentamente.
—Llévatelo, Adam —susurró con nervios.
Adam tomó el emparedado, le dio una mordida y sonrió.
—¡Es delicioso Spencer! Gracias por regalarme tu emparedado.
Intentó defenderse—. N-no yo, yo...
—¿Qué lees, Spencer? —le preguntó el tercer niño que había permanecido en silencio, ignorando al niño.
No pudo tomar el libro antes que él.
—M-me lo puedes, me lo puedes dar, por favor —pidió con nervios, al ver como lo hojeaba—. P-Patrick es de mi mamá y-y...
—¿Y qué? Esto es aburrido...
Arrojó el libro al piso. Spencer se paró de un brinco, pero Sid y Adam le prohibieron avanza. Lo empujaron un par de veces hasta que cayó de asentaderas al piso. Sus ojos se cristalizaron un poco al ver como sus compañeros se reían de él.
—Mañana queremos otro emparedado de maní, Spencer —Adam le arrojó su emparedado a la cara.
—¿Qué creen que hacen, tontos?
Los tres se giraron sobre sus talones para ver a Camille con sus mofletes inflados y su termo repleto de agua.
—Oye niña, ¿cómo me dijiste?
No le respondió con palabras.
Camille vació todo el contenido de su termo en Adam, quien exclamó debido a que se encontraba fría. Antes de Sid pudiese hacer algo, le soltó un golpe en la espinilla tan fuerte que se puso a llorar y Patrick no pudo ni salir corriendo del aula por que Camille ya estaba tirándole del cabello.
—Le diré a la maestra Willow que ustedes hicieron todo esto —señaló con molestia—. Y también, le diré lo que le hicieron a Spence...
—¡Pero tu lo hiciste! —lloriqueo Sid.
—Si, pero no les va a creer, porque yo también puedo ponerme a llorar...
La puerta se abrió. La profesora Willow soltó una exclamación al ver a cinco de sus alumnos en el salón teniendo problemas y como lo dijo Camille, comenzó a llorar.
Corrió hacía la maestra Willow para abrazarse de sus piernas mientras continúa llorando, provocando que los tres niños la miraron sorprendidos y asustados.
—Maestra, maestra, le quitaron su almuerzo a Spencer, y lo tiraron al piso —señaló a Spencer, quien, permanece en el piso bastante sorprendido.
—¡Adam, Sid y Patrick! ¿Cuántas veces les he tenido que decir que tienen que dejar de molestar a Spencer?
La profesora camino hasta el niño para ayudarle a pararse, le sacudió la camisa y verificó que no estuviera herido.
—P-pe-pero ma-maestra —tartamudeo Patrick señalando a Camille.
—Sus padres serán notificados de esto y están en time-out. Sin juegos, ni descanso —les aclaró.
Sid lloriqueo más fuerte.
—¿Estás bien, Spencer? —le preguntó la maestra inclinándose un poco para verlo.
El niño asintió sin decir palabra alguna.
—¿Por qué no salen antes de que termine el receso? Tengo que hablar con sus compañeros y tiene que limpiar el desastre que hicieron —señaló.
—De acuerdo —respondió Camille limpiando sus lágrimas.
Tomo del brazo de Spencer y tiró de él para salir del aula y caminar por el pasillo.
—¿Cómo lo hiciste? —preguntó en voz baja.
—Spencer, tengo tres hermanos mayores —explicó—, es como el reino animal, tengo que defenderme o moriré aplastada por ellos —Spencer sonrió ante aquella comparación—. Aparte, soy latina, está en mis venas ser exagerada —aclaró haciendo movimientos de manos—. Eso dice papá —murmuró.
Antes de Spencer pudiese decir algo, Camille se detuvo tomando un poco el brazo del niño, quien apretó sus labios viendo a Camille. La sonrisa de la niña se había suavizado y miraba a Spencer como si se tratase de un niño más pequeño.
—Por cierto, ¿estás bien? —cuestionó algo apenada.
Spencer asintió con su cabeza—. Sí. Es... normal —alzó sus hombros sin saberlo muy bien.
—No es normal, Spencer —dijo con una mueca—. Son tontos. Esos niños —aclaró—. Pero... no te preocupes, podemos seguir siendo amigos —aseguró con una sonrisa—. Claro, si es que quieres...
—Sí, sí, quiero ser tu amigo —respondió con emoción—. ¿En serio quieres ser mi amigo? —susurró algo sorprendido.
—¡Por su puesto que si, Spencer! —dijo con entusiasmo—. Podemos ser los mejores amigos del mundo mundial...
Spencer soltó una risita—. Eso está mal dicho...
—¡Bah! ¿Qué importa? Somos pequeños, podemos decirlo si queremos —comentó dando brinquitos—. Entonces, ¿a partir de hoy quieres ser mi mejor amigo del mundo mundial?
Alzo sus hombros mostrando una sonrisa tímida—. Sí, quiero ser tu mejor amigo del mundo mundial.
Camille soltó una risita—. ¡Genial! ¿Vamos a los columpios?
—Pero, creí que te molestaba el sol...
—No importa, ¿a ti te gustan los columpios?
—Un poco...
—Entonces podré soportar el sol —dijo mostrando una gran sonrisa.
Sin más que decir, Camille tomó la mano de Spencer tomándolo por sorpresa y corrieron por el pasillo ignorando el símbolo en el cual mostraba prohibido correr, para salir a las puertas del jardín, donde el resto de estudiantes miro con sorpresa a Spencer correr a los columpios acompañada de la niña nueva, que, desde ese momento, no solo se convirtió en su mejor amiga, sino en la persona que amaría hasta el último día de su vida.
Nota de autora:
¡Hola mis pequeñxs saltamontes! ¿Cómo se encuentran el día de hoy? yo la verdad me encuentro muy emocionada por la historia, así que explicaré unas cosas.
La historia se encuentra ambientada entre la séptima y octava temporada, por lo que viene siendo año 2012, más o menos. También, quiero aclarar que habrá capítulos presente-pasado para que puedan conocer mejor la relación de Spencer y Camille, las fechas serán especificadas antes de iniciar con el párrafo, para que por favor lean (es que luego hay gente que me pone "no entiendo" y por oigame). Al referirme actualidad, quiero decir en el momento de la fanfic, del presente de spencer, no del mundo real.
Maeve quien te conoce, ahre.
Lots of love, Cici x
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro