four
°•.༄⟶ .·CUATRO
Las Vegas, Nevada
22:53 horas
La mirada chocolate de Camille Rodríguez recorrió con cuidado el salón donde se encuentra. Caminó con una de sus manos en el bolsillo de su pantalón, mientras sus botas de tacón hacen un eco debido al silencio. Las sillas negras de terciopelo se encuentran acomodadas y verifico que todos los aparatos electrónicos para el cabello se encontrarán desenchufados.
Se dirigió hasta una nevera, tomó una botella de vino que ese mismo día había abierto para una de sus muchas clientes y sirvió un poco en una copa.
Una puerta blanca que se perdía con la pared se abrió mostrando una mujer curvilínea de cabello rubio castaño.
—Jazmin, ¿qué rayos haces aquí? Creí que ya te habías ido —comentó Camille bebiendo un poco de vino.
—¿Bromeas Cam? Estuve revisando que los regalos que se envían mañana estuviesen listo —Jazmin tomó asiento al lado de Camille y suspiró—. Y todo está en orden —le dió un ligero golpe en la nariz haciéndola sonreír—. ¿Qué haces tú aquí? —curioseo—. ¿Qué no Spencer llega mañana?
Negó apretando sus labios—. Uhm, se encuentra en Carolina, y... tiene un caso, un tal destripador del amor —comentó con una mueca.
Jazmin la miró espantada.
—Dios, admiro tanto a los Agentes del FBI —comentó llevando una mano a su sien, Camille le dio la razón—. Si yo fuera una de ellos ya estuviera traumada, loca, ¡en un psiquiatra! —exclamó, provocando que Camille riera un poco—. Es más, estuviese en prisión por matar a todos esos depravados enfermos —aseguró.
—Créeme, también yo —musitó Camille ladeando una sonrisa.
—Entonces... ¿no vendrá? —preguntó Jazmin en voz baja.
Suspiró antes de responder—. Me prometió que llegaría mañana, pero... quizá llegue para el fin de semana —murmuró.
—Ánimo, quizá está aquí para San Valentín —ella asintió con una pequeña sonrisa ladina—. ¿Está todo bien? Mira que yo no seré perfiladora... bueno, se perfilar las cejas y...
Camille comenzó a reír—. Dios, Jaz, eres una tonta —murmuró con diversión.
—Anda, ¿qué ocurre? Te conozco ya desde hace diez años y pasó más tiempo contigo que con mi novia —le dijo algo burlona—. Todos los años en San Valentín te emocionas y repartes amor a todos y todas, pero este año estas diferente. ¿Qué ocurre? ¿Acaso te sientes mal? ¿Es por tu papá? —preguntó tímida, a lo que ella negó—. ¿Es acaso Spencer? Mira que si dijo algo no me importaría lanzarle un puñetazo en su lindo rostro. Sabes que adoro a Spencer, pero creo que...
Camille la interrumpió de golpe—. Quiero pedirle matrimonio a Spencer.
La reacción de Jazmin debió haber sido fotografiada.
Sus ojos se abrieron al igual que su boca. Miró con incredulidad a Camille, quien llevó la copa a sus labios y dio un trago al vino tinto.
—Tú-tú... ¿estás hablando en serio? —preguntó al notar la seriedad de su amiga.
No era normal ver a Camille sería. En realidad, eran pocos los momentos en los que Camille se comportaba de forma tan recta, y este era uno de ellos.
Llevó una mano a su sien y cerró sus ojos—. Fue algo que nos prometimos...
—Woo, para ahí —le detuvo Jazmin—. ¿Se van a casar por una promesa?
—No lo entenderías Jazmin...
—¡Camille, por Dios! —exclamó la chica, se giró un poco para verla mejor—. ¡No es solo por una promesa! ¡Amas demasiado a Spencer!
Los ojos de Camille se cristalizaron y dejó la copa en la mesa de cristal, la cual cuenta con algunas revistas de moda y un jarrón lujoso y de metal que tiene frescas rosas blancas.
—Cam —susurró Jazmin.
—Es algo que nos prometimos Spence y yo, hace... hace casi diez años —susurró—. Y, dios, quiero hacerlo —susurró inclinando su mirada.
Jazmin ladeo una pequeña sonrisa y tomo la mano de Camille—. ¿Alguna vez le has dicho a Spencer que lo amas?
Parpadeo un par de veces y la miró incrédula.
—No sé si te has dado cuenta, pero se lo digo todo el tiempo —le hizo saber.
—No a ese tipo de te amo, Camille —aclaró—. Mira, yo tengo a mi novia, y yo la amo con todo mi corazón —explicó—. Pero, las palabras a veces están vacías. Ella sabe que la amo sin necesidad de que se lo diga —aclaró—. Lo sabe por que, cuando vamos a nuestro restaurante favorito pido su platillo por ella, o, por que cuando vamos a viajar en avión, ella se queda con el asiento de la ventana. Lo sabe por que es la primera persona a la que le digo buenos días y la última con la que habló antes de dormir.
Un pequeño puchero se formó en el rostro de Camille, quien bajo su mirada y mordió un poco sus labios.
—Todo el tiempo le he dicho que lo amo —susurró.
Jazmin sonrió.
—Dios, estoy... estoy tan enamorada de él —tomó aire y llevó una mano a su pecho, intentando recuperarlo—. No tienes una idea de todo lo que hemos vivido juntos, de todas las aventuras, los viajes, las lágrimas, y... a pesar de todo, no sé como, pero, seguimos juntos —murmuró—. Juntos pero separados —dijo en voz muy baja.
—¿Sabes por qué siguen juntos? —curioseo Jazmin. Camille la miro en espera de una respuesta—. Por que su amor es recíproco. Así como tu lo amas a él, él te ama a ti —aclaró—. ¡Por Dios! Los ojos de Spencer brillan como faros cada que te ve Camille. De repente, deja de ser ese chico tímido e incluso lo haces más seguro —le hizo saber sonriendo—. ¿Por qué hasta ahora? ¿Por qué esperar una estúpida década para pedir matrimonio?
Camille alzó sus hombros sin saber la respuesta—. No lo sé, ¿sabes? Es solo que... creo que ambos estabamos tan enfocados en lo que queríamos dedicarnos que... esa era nuestra prioridad —susurró—. Se graduó de la universidad a los veintiuno y entró al FBI. Yo estaba estudiando medicina y tenía este proyecto en mente —señaló—. The White Salon inició en mi dormitorio de la universidad por que quería ganar dinero —frotó su rostro algo frustrada—. Es solo que teniamos planes y, vivíamos en diferentes estados. Yo estaba en California, él estaba en Virginia, no es como si eso iba a funcionar...
—¡Pero ha funcionado! —exclamó Jazmin—. Ha funcionado Camille. Spencer es tu novio sin ser tu novio —le dijo con ternura—. Tu apenas abres un ojo y ya estas llamando para decirle buenos días —le recordó—. A la hora del desayuno le mandas un mensaje, todos los días a las doce te encierras en tu oficina —señaló la puerta blanca por donde había salido ella minutos atrás—, y pides que no te molestamos por que vas a hablar con él —inclinó su cabeza algo sonrojada—. Camille, hace unos meses dijiste que el amor no fue para ti por que tus relaciones no funcionaban —le recordó—. El verdadero motivo de eso, es por que tu ya te encuentras en una relación y es con Spencer.
Sollozó sin poder evitarlo y cubrió su rostro algo apenada.
—Oh, bebé, ven acá —susurró con ternura.
La tomó entre sus brazos para darle un fuerte abrazo.
—Dios, lo amo mucho. Lo amo tanto Jaz —susurró permitiendo que sus lágrimas salieran.
—Lo sé Cam, lo sé pequeña —musitó acariciando su cabello con cuidado—. Es por eso, que mañana a primera hora iremos a la mejor joyería de Las Vegas y compraremos un anillo decente para el Doctor Reid...
Camille se separo de Jazmin y la miro con una sonrisa—. ¿Irás conmigo?
—Duh, soy tu mejor amiga, no me perdería ese gran momento de tu vida.
Soltó un pequeño grito emocionado y se colgó del cuello de Jazmin para darle un fuerte abrazo.
—Eres la mejor, eres la mejor —dijo con emoción.
—Lo soy —aseguró con una sonrisa—. Bueno, será mejor que vaya a casa por que no quiero que Rosie se preocupe —se paró sin mucha prisa y vio a su amiga con una sonrisa—. ¿No vienes?
Negó apretando sus labios.
—Tengo que firmar unas casas para el local que compre en Washington, aprovecharé la noche —dijo sonriendo.
Jazmin soltó un suspiro dramático—. Ay Dios, no sabía que el dejarte dar este gran paso implicaba que te irías a Washington —fingió limpiar una lágrima y Camille rodó los ojos—. ¿Spencer lo sabe?
—No y no tiene ni idea —aseguró con una sonrisa—. Por primera vez lo voy a sorprender al decirle que me mudaré a Washington...
—Ay, no sigas —pidió—. Me iré antes de deprimirme, ¿qué se supone que haré yo aquí sola? —preguntó llevando una mano a su pecho.
—Pues procurar que The White Salon siga siendo el mejor lugar de belleza en Las Vegas, por que yo me encargaré de enseñarle a Washington eso —le guiño un ojo haciéndola sonreír.
—Basta, me pondré nostálgica y aun no te vas —camino a la salida de lugar, pero, antes de salir, se dirigió al escritorio blanco el cual tiene una computadora y varias decoraciones plateadas, se inclinó para tomar una bolsa y la colgó en su brazo—. Tienes prohibido irte tarde de aquí —le señalo.
—Sí mamá —respondió rodando los ojos.
—¡Nos vemos mañana, cielo!
Camille sonrió al verla subir a su deportivo negro y caminó hasta su bolso que se encuentra en el escritorio. Extrajo su laptop, la cual abrió con cuidado y regresó al sillón para continuar bebiendo de su vino, sin embargo, antes de comenzar a leer los diversos contratos que había recibido por correo ese día más temprano, le llamó a Spencer.
—Hola Millie —respondió algo adormilado.
—Hola Spence —recargo su cabeza en el sillón cerrando sus ojos—. ¿Estabas dormido?
—Nop, solo... descansaba el cerebro —Camille soltó una risa y rodó sus ojos.
—Sabes que no debes responderme cuando estés dormido...
—Esperaba tu llamada —confesó.
—Lo siento, tuvimos demasiado trabajo el día de hoy —comentó mirando la pantalla de su computadora.
Spencer y ella realmente hacen una increible pareja.
—Millie, ¿todo bien?
—Ah, sí, solo... solo quería escuchar tu voz —susurró, provocando que Spencer sonriera.
—También quería escuchar tu voz —le imitó al hablar en voz baja—. Estoy seguro de que por la tarde estaré en Las Vegas.
Eso animó por completo a Camille—. ¿Lo estarás? —preguntó sin poder ocultar su emoción.
—Lo estaré —aseguró.
—Ya quiero verte, te extraño —apretó sus labios y cerró sus ojos—. Estos últimos tres meses se han sentido como largos años —confesó.
Spencer soltó un suspiró pesado—. Lo sé, hace mucho no pasábamos tanto tiempo sin vernos —murmuró—. Pero en unas horas nos estaremos viéndonos, lo sé Millie.
—Confió en ti, Spence.
—¿Ya irás a dormir?
—Aun no, tengo unos documentos que leer, ya sabes, para la línea de maquillaje —aclaró en una pequeña mentira.
—¿Puedes llamar tu línea de maquillaje ReidReid?
Ambos comenzaron a reír y Camille rodó sus ojos—. ¿Quieres que llame así mi línea de maquillaje?
—Me sentiría honrado —confesó, provocando que Camille volviera a reir—. Te extraño —dijo al escuchar su risa—. Mucho, Camille, te extraño demasiado.
Lás lagrimas salieron nuevamente recorriendo sus mejillas y apretó sus labios sin poder decir algo.
—Por favor, no llores —suplicó Spencer.
—Odio que me conozcas tan bien —sollozó soltando una pequeña risa—. Solo... resuelvan ese caso y ven Spencer —pidió limpiando sus lágrimas.
—Lo haré, iré —aseguró suspirando.
—Hablaremos cuando el sol salga, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. Descansa, y, ve con cuidado, ¿si?
—Lo haré —respondió ladeando una sonrisa—. Te amo, Spencer Reid —susurró.
—Y yo te amo a ti, Camille Rodriguez.
Cuando colgó la llamada, Camille limpió el resto de sus lágrimas con kleenex y procedió a leer los diversos contratos que tenía pendientes. Firmó el de la constructora para comenzar con la remodelación del lugar que había comprado en Georgetown para abrir The White Salon en DC y continuó leyendo las diversas cláusulas para su línea de maquillaje.
Sin embargo, cuando observo que el reloj marcaba las dos de la mañana, decidió que era tiempo de dejar las cosas e irse a su casa a dormir.
Poco a poco fue apagando las luces y lámparas. Verificó que todo se encontrará con llave y bajo las elegantes cortinas, dejando simplemente las puertas de cristal visibles que permiten la entrada y salida del salón.
Cerro las puertas con llave y colgó su bolso en su brazo para comenzar a caminar rebuscando las llaves de su camioneta. La jeep negra soltó dos «beep, beep», cuando las encontró y verificó una vez más que tuviese todo con ella.
Las luces de una camioneta le iluminaron y frunció un poco el ceño al ver como se apagaba de golpe.
Respiró intentando tranquilizarse y asegurarse que solo era una mala jugada de su cerebro, sin embargo, al conocer el trabajo de Spencer y la clase de personas psicópatas que existían, todo apuntaba a que debía estar asustada y apresurarse a llegar a su carro.
Abrió la puerta rápidamente, pero antes de que pudiese subirse, alguien le habló.
—Camille.
Reconoció aquella voz.
Se giró sobre sus talones y se aferró a su celular con fuerza.
—¿Qué haces aquí? —preguntó sin mostrar miedo.
—Estaba de paso, en la ciudad —aclaró.
Apretó sus labios y alzó una ceja—. A bueno, continúa tu paso, es un largo desierto que atravesar —le hizo saber.
Se giro nuevamente dispuesta a subirse.
—No, Camille, espera —suplicó caminando hacía ella.
La luz y apenas permitía que Camille pudiese ver su rostro, pero no necesitaba luz para poder darse cuenta que tenía ese adorable rostro de ángel.
Aunque ella sabía que él tenía de ángel, lo que ella de europea: nada.
—Mira, no tengo nada que hablar contigo y tu no tienes nada que hablar conmigo —le hizo saber, algo cansada—. Todo lo que tuvimos que hablar lo hicimos hace cuatro años en un juzgado de Los Ángeles...
—Ya cambie —susurró—, ya soy otro...
—Dicho por todos los abusadores —comentó con molestia.
—Camille, es que en serio yo nunca...
—¿Nunca qué? —le interrumpió con molestia—. ¿Nunca quisiste golpearme en la cara? ¿Nunca quisiste gritar que te pertenecía? ¿Nunca quisiste encerrarme en la casa para que no pudiera salir?
Vio los puños del hombre apretarse.
—Así no fue como sucedieron las cosas —dijo entre dientes.
Sin pensarlo dos veces, subió a la camioneta.
—¡Camille, te estoy hablando!
Le impidió cerrar la puerta. Forcejeo con ella y antes de que pudiese marcar a los números de emergencia, tiro su celular al suelo.
—¡Bas...! —le cubrió la boca impidiéndole gritar.
Lucharon en el suelo mientras que Camille procuraba mantener la guardia en alto. Soltó un puñetazo al rostro del hombre y antes de que pudiese dar otro golpe más, el gran puño de su atacante dio contra su ojo.
Cayó al suelo jadeando y lloró sin poder evitarlo.
—Solo déjame —suplicó en voz baja—. Por favor, solo... solo déjame ir —repitió con voz temblorosa.
Cerró sus ojos de golpe cuando escucho un arma cargarse.
—¿Y si te mato? —le preguntó entre dientes.
Camille se giró un poco y visualizo su celular a unos pocos centímetros de ella.
—Estoy harto de que por tu culpa, mi carrera se viera arruinada —confesó—. Cuatro putos años Camille. Cuatro años —repitió.
Sin pensarlo dos veces, dio una patada a la entrepierna del hombre y se arrastró por el suelo hasta obtener su celular.
Solo logró marcar dos dígitos cuando disparó contra su brazo.
Su grito fue doloso, sin embargo se vio ahogado por el sonido de la pistola.
La tomo por las piernas y la arrastró por el suelo, provocando que la herida que le causó con el arma de fuego fuera aun más dolorosa y continúo exclamando por ayuda.
Pero parecía que no había nadie un miércoles a las tres de la madrugada despierto.
La cargo con facilidad y la subió a la camioneta de la cual él había bajado. Le colocó esposas y el cinturón de seguridad.
—¡Dios! ¡Estás demente! —exclamó pegando su cabeza al asiento.
—¡Cierra la boca, Cam! —le ordenó prendiendo la camioneta.
Sus ojos ardieron y sin poder evitarlo, un llanto doloso hizo eco en el interior de la camioneta.
—¡Cállate! ¡Cállate! —le ordenó dando golpes al volante.
—Por favor, so-solo, dejame curar la hemorragia —suplicó.
—Has presión —le dijo entre dientes.
—¡¿Cómo mierda voy a hacer presión si tengo mis manos esposadas?! —exclamó frustrada—. ¡Eres un doctor imbécil! ¡No puedes dejarme morir! —le recordó—. ¿¡Dónde está tu ética?!
—¡Cállate Camille! ¿Qué no lo entiendes? ¡Me quitaron mi licencia! —le dijo en un grito—. ¡Tu y el estúpido de Reid provocaron eso!
—¡No! ¡Tu lo provocaste! ¡Tu eras quien decía que me quería y me golpeaba cuando salía con mis amigas! —le recordó, gastando las pocas fuerzas que le quedaban.
Su frente comenzó a sudar y las luces de la ciudad se veían realmente borrosas, sin embargo, Camille no permitió rendirse tan fácilmente.
—¡Y agradece que no te dejamos hundirte en prisión...!
Se vio interrumpida, cuando por la misma arma de fuego, fue golpeada en la cabeza.
Una línea de sangre recorrió su mejilla izquierda y el hombre apretó el volante con fuerza, soltando un llanto desesperada.
—Dios, Camille, ¿qué has hecho? —susurró. Sollozó con fuerza y moqueo limpiándose con la manga de su suéter—. ¿Camille? —le llamó.
Su rostro palideció y aceleró el motor, mientras estiraba su mano para entrelazarla con la de Camille.
—Resiste amor, te voy a curar todas las heridas, por favor, Camille, resiste —suplicó mirándola de reojo.
Sin embargo, la hemorragia en su brazo no parecía cesar y su pulso comenzaba a bajar.
Nota de autora:
tranqui, aquí nadie se muere hasta que spencer se casé.
digo que-
¡nos leemos pronto!
Lots of love, Cici x
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