───────────【 '🕷´- 】𝘾𝙃𝘼𝙋𝙏𝙀𝙍; 𝙏𝙃𝙍𝙀𝙀. Paranoia.

     La detective carrigian escuchó con parsimonia los datos dados por Génesis, su fiel amigo virtual. Aquel hombre al que le debía ya bastante, ya no contaba cuantos favores serían los que estaban en su cuenta morosa; ella los devolvería de alguna manera u otra. Sus ojos grises estaban rojos del cansancio. El tiempo corría en un mísero parpadeo. La verdad es que la pelinegra aún estaba bastante lejos de la verdad, pero esperaba encontrar alguna pista para que pueda seguir el pequeño rastro que dejaba el perpetrador en sus crímenes.

     ―Sí, el nombre del dueño de aquellas tierras y prácticamente del pueblo, es Romanoff. Es el empresario más conocido de Rusia, y que viva en un pueblo tan deshabitado da de que hablar en todos los medios. El hombre supuestamente tiene inversiones importantes en diferente empresas y es el dueño de la empresa de farmacéuticos más grande del país, controla también empresas de transporte y es amigo de políticos influyentes.

     ―¿Algo más que deba saber? ―preguntó.

     ―Si, son pobres en cuanto a la seguridad. El lado izquierdo da justo al bosque y no tiene nada que se interponga ante algún visitante. Merak ten cuidado, ese hombre es peligroso; hay demasiadas víctimas en ese pueblo y demasiadas misteriosas desapariciones. No quiero escuchar tu nombre en las noticias, aunque bueno yo me enteraría si tu no me hablarás más. Por cierto ese hombre tiene irregularidades en sus cuentas.

     ―De acuerdo Génesis, gracias por todo. Y sabes que en mi trabajo siempre tengo cuidado, nunca pensé en como sería vernos, pero me gustaría que fuera sin yo muerta.

     Corté luego de despedirme de Génesis quien era un apoyo luego de quedarme sola en este diabólico pueblo plagado de historias de terror sin finales felices. Mi historia desde luego era también una prueba de que lo que pasaba era tan tangible y real como yo misma. Revolvía mi cabello mientras mi vista se enfocaba en los diarios en mi vista. ¡Mi amado hermano Alek!, el quien desde siempre me cuido de las sombras tenebrosas debajo de mi cama y las decepciones amorosas más deshonestas, esperaba que este vivo que la luz no abandone sus ojos celestes (como los de mi padre), que el este allí para mi nuevamente, que pueda acunarme en sus brazos nuevamente y también que tranquilizará en las noches de insomnio con su voz dulce diciéndome que todo estaría bien, y que nuestros padres estarían en el cielo y no en una tumba; como yo siempre dije desde si injusta muerte. Después de todo era realista y después de las pasadas ya cuarenta y ocho horas mi esperanza era lo único que quedaba junto a mi voluntad.

    Los párpados me pesaban pero puede entrever los ojos logrando ver de reojo una sombra esfumandose precipitadamente por la pequeña ventanilla de la puerta que daba a la entrada trasera. O eso me pareció percibir en mi estado de cansancio. Pronto caí rendida sobre la mesa, y el sueño me venció.