───────────【 🕷 】𝘾𝙃𝘼𝙋𝙏𝙀𝙍 𝙁𝙊𝙐𝙍; 𝘼𝙇𝙀𝙆.

     El aliento del pelinegro salía pesado, le costaba respirar, todo su cuerpo titilaba de frío. Solo un simple suspiro hacía que sus costillas dolieran. El cansancio casi lo tiraba abajo, pero aunque le dolían las extremidades como si cientos de camiones lo hubieran machacado y pasado por encima. No se daría por vencido, claro que no lo haría. Su mirada estaba en el piso, sus brazos le latian horrores. Estaba colgado desde sus brazos, encadenado y con la vista perdida, y con las muñecas sangrantes y magulladas. No sabía cuánto tiempo había pasado, ni tampoco cuantos días, ni cuantas horas llevaba en esa posición. El tiempo solo transcurría impasible, sin ataduras. 

     Esa maldita mujer sólo le permitía una vez por día comer y hacer sus necesidades en un cubículo pequeñísimo y sucio. Estaban esperando que el llegara o eso repetía la mujer blanca como la nieve y con esos extraños incisivos delanteros. Eran  puntiagudos como tal cual unos adoradores a Drácula los tendrían, esperaba que en el peor de los casos no fuera una secta.

      Aleksandro esperaba que su hermana pudiera encontrarlo. El sabía que no perdería la esperanza de encontrarlo vivo, el lo sabía, pues solo se tenía el uno al otro. Carrigian era esa clase de persona con una valentía y voluntad enorme de esas que levantaban edificios y hacían caer hasta el hueso más duro de roer.

     El rechinido de la puerta del subsuelo rechino cuando el "viene" de ella habia sido pronunciado de sus rojos labios. En los adoquines de piedra resonaron los pasos de ella, su recorrido en círculos la delataba. Estaba nerviosa.

―Hola Alexsandro.