ׄ ७ ꯭𝄢 𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘰𝘭𝘰 𝘶𝘯𝘰 ᵎᵎ . 𖧧
Con la mañana del día siguiente llegó una pequeña resolución: quería cambiar. No mucho, pero lo suficiente para causar una buena impresión en mis nuevos compañeros. Estaba en una nueva casa, una nueva ciudad, un nuevo país. Todo en sí me es nuevo, lo que también debería significar un nuevo comienzo.
Había pasado demasiado tiempo encerrada en mi propia burbuja, y la idea de socializar un poco más, tal vez incluso hacer amigos, me resultaba emocionante... y aterradora. Si lograba integrarme, tal vez la soledad no pesaría tanto, y —si tenía suerte— nadie descubriría lo del recital. Si llegaban a enterarse y asistían, me verían fracasar estrepitosamente. La sola idea me provocaba un nudo en el estómago.
Tras una ducha rápida y un desayuno ligero, dejé una nota en el refrigerador avisando que había salido. El lugar estaba en silencio, como siempre, pero traté de no pensar demasiado en eso. Con el teléfono en mano, me aseguré de ir en la dirección correcta mientras avanzaba distraída, perdida en mis pensamientos. Fue entonces cuando el aroma a pan recién horneado me sacó de mi ensimismamiento.
Era un olor dulce, cálido, pero no empalagoso, y venía de una panadería justo al lado de mi nueva escuela. Miré la hora: me quedaban algunos minutos. Decidí entrar y comprar algo para el desayuno; el mío en casa había sido insuficiente, y no estaba dispuesta a gastar demasiado en la cafetería de la escuela. Realmente no me sorprendería que las cosas allí salieran un poco más caras de lo que deberían.
—Buenos días —saludé al panadero, un hombre grande y robusto que, pese a su imponente apariencia, manejaba la masa con una delicadeza sorprendente detrás del mostrador.
—Buenos días —respondió con una sonrisa amable.
Mis ojos recorrieron el mostrador, buscando algo que no conociera pero que pareciera lo suficientemente delicioso. Finalmente señalé un bollo glaseado que llamó mi atención.
—Ese, por favor.
El hombre asintió y lo colocó en una bolsa de papel con el logotipo de la panadería. Le pagué agradecida y salí al frío de la mañana, sosteniendo el pan con una mano mientras trataba de abrir la mochila con la otra para guardarlo. Fue entonces cuando sentí un golpe inesperado en la espalda, lo bastante fuerte como para que mis cosas cayeran al suelo, pues alguien abrió la puerta y salió corriendo, pero yo estaba en su camino.
—¡Oh, cuánto lo siento! —dijo una voz femenina, rápida y preocupada. Me giré y vi a una chica con dos coletas y un cabello azul marino que parecía brillar bajo la luz del sol. Se agachó de inmediato, recogiendo mis cosas con torpeza.
—No pasa nada, no te preocupes —dije con una sonrisa tímida, agachándome también para ayudarla.
—Soy tan torpe, de verdad, lo siento mucho —insistió, mientras me entregaba mi estuche y unas partituras arrugadas que se habían deslizado fuera de mi cuaderno —. Es que... s-se me hacía tarde para clases.
No la vi en la panadería pero salió de allí. Supuse que ese era su hogar. Tener padres de panaderos me parecía algo singular pero al mismo tiempo, dulce.
—No te preocupes, en serio —repetí, guardando todo con cuidado.
—¿Eres nueva por aquí? —preguntó de repente, mirándome con una mezcla de curiosidad y calidez.
—Eh... sí. —Sonreí nerviosa, metiendo mi pan en mi mochila antes de cerrarla.
—¡Oh! —Exclamó, siguiéndome mientras yo retomaba mi camino hacia la escuela—. ¿Vas al Françoise Dupont?
—Sí, es mi primer día. Vengo de Italia —respondí, sin saber exactamente por qué estaba compartiendo eso con ella. Había algo en su mirada, en su forma de hablar, que me hacía sentir cómoda, incluso cuando yo solía ser tan reservada e incluso cuando literalmente acabábamos de conocernos.
—¡Qué bien! —dijo ella con entusiasmo. —Tal vez estemos en la misma clase. ¡Soy Marinette! —Extendió su mano con una sonrisa cálida.
—____ —respondí, estrechando su mano.
El resto del camino se pasó en un instante (bueno, la esvuela estaba muy cerca). Marinette hablaba rápido, señalándome los lugares más importantes alrededor de la escuela y haciéndome sentir menos perdida. Cuando llegamos al salón, descubrí, para mi sorpresa, que compartiríamos clase.
—¡Sabía que te vería aquí! —dijo, dándome un guiño amistoso—. Soy la jefa de grupo, así que ya sabía que venía una estudiante nueva. Aunque también es un poco inesperado porque como eres de Italia, creí que eras otra chica que también iba en mi clase, pero que no está y–...
Calló al ver mi expresión de confusión. Estaba hablando mucho. Quizás más de lo necesario, pero no me molestaba.
Ella rió nerviosamente antes de abrir la puerta para entrar, sin añadir nada más a su explicación.
Su entusiasmo era contagioso, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí bienvenida.
Marinette entró primero al salón, apresurada, mientras yo me quedé unos segundos en la puerta, intentando calmar el tamborileo de mi corazón. Pude escuchar un leve reproche de quien parecía ser la profesora, aunque se interrumpió al verme. Me armé de valor y caminé hacia adentro, consciente de cómo todas las miradas se clavaban en mí como alfileres.
—Lamentamos la tardanza —dije con un tono tímido pero claro, intentando parecer más segura de lo que realmente estaba—. Marinette me estaba enseñando la escuela porque me perdí rumbo a mi clase.
No era del todo mentira. Marinette sí me había mostrado un poco la escuela. La profesora me observó por unos segundos que parecieron eternos, luego suspiró, me sonrió con amabilidad y señaló un asiento vacío al final del salón.
Mientras avanzaba entre las filas de pupitres, sentí que los ojos de los demás aún me seguían. Mi mirada se desvió hacia el suelo hasta que llegué al asiento asignado. Me senté junto a un chico de cabello rojo con un flequillo que cubría parte de su rostro. Era difícil no notarlo; parecía alguien reservado, casi inmerso en un mundo paralelo, con un cuaderno abierto frente a él y sus manos dibujando líneas precisas y fluidas.
Intenté no mirarlo demasiado, pero era difícil ignorar la forma en que sus dedos trazaban con tanta facilidad lo que parecían ser personajes. Había algo mágico en la concentración que irradiaba. Sin embargo, no quise repetir el error de la noche anterior, cuando espié al guitarrista del taller. Esta vez me forcé a girar la mirada al frente y enfocarme en la lección.
La clase transcurrió sin sobresaltos, aunque apenas entendía la mitad de lo que decía la profesora. Mi francés era funcional, pero aún me costaba seguir conversaciones rápidas o captar matices. Cuando sonó el timbre que indicaba el receso, me quedé en mi asiento. La idea de salir y enfrentarme al bullicio de un comedor lleno de desconocidos me ponía nerviosa. Abrí mi mochila, saqué el bollo que había comprado en la panadería y lo mordisqueé mientras observaba hacia mi mesa vacía.
Vaya. Era realmente delicioso.
El resto del día continuó en una rutina tranquila. Marinette era la única persona con la que había hablado, pero eso ya era más de lo que esperaba.
Cuando terminó la jornada, esperé un taxi para dirigirme al taller de música. Sentía un nudo en el estómago.
Aunque apenas había comenzado a conocer mi nueva escuela, la idea de enfrentarme al piano y a un profesor desconocido me tenía al borde de la ansiedad. Mi antiguo profesor, Ray, era estricto pero justo. ¿Y si este nuevo profesor era aún más exigente? ¿Y si no podía cumplir con sus expectativas?
Me subí al taxi, intentando calmar mis pensamientos, pero cada bache en la carretera parecía intensificar mi nerviosismo.
Al llegar al taller, el lugar ya estaba lleno de actividad. Desde el pasillo podía escuchar una cacofonía de instrumentos: guitarras, violines, tambores... Todo junto sonaba como un desastre, pero al enfocarme en cada sonido individual, podía reconocer el talento detrás de cada nota. Talento que yo no poseía.
Entré a mi salón asignado y me dirigí al piano al fondo, procurando pasar desapercibida. Me senté en el banco y dejé mis manos caer sobre las teclas sin presionarlas, tratando de relajarme. Recordé como posicionar mis dedos.
El tiempo pasó lentamente hasta que el profesor finalmente entró. Era un hombre de unos treinta años, con una presencia seria y profesional.
Nos entregó a cada uno unas partituras y sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies al ver la cantidad de notas en el papel. Apenas podía leer partituras básicas, y esto parecía avanzado. Al menos para mí. La canción no debía ser tan complicada.
Uno por uno, los estudiantes fueron llamados a interpretar. Sus interpretaciones eran impecables, y cada vez me sentía más pequeña. Cuando llegó mi turno, las miradas se posaron en mí.
Mis manos temblaban mientras trataba de tocar las primeras notas de "Für Elise". El sonido era desigual, torpe, casi irreconocible. Al terminar, un silencio incómodo se instaló en el salón. El profesor me miró con desaprobación y no dijo nada antes de pasar al siguiente estudiante. Sentí cómo las palabras murmuradas por mis compañeros se mezclaban con mi creciente vergüenza.
La última hora de clase fue un suplicio. No toqué nada más, limitándome a mirar mi teléfono en un intento de distraerme. Cuando finalmente terminó, salí apresurada, sintiéndome derrotada.
El taller sin embargo, a esas horas ya estaba vacío. Esperé hallar consuelo en la guitarra eléctrica que oí la noche pasada, pero esta vez, no hubo nada. Incluso aquella aula tenía sus luces apagadas.
De vuelta en casa, subí a mi habitación con pesadez. Allí me esperaba una caja larga envuelta con un lazo delicado. Mi corazón dio un vuelco al abrirla.
Era un teclado.
Acaricié la superficie lisa de las teclas, sintiendo un cúmulo de emociones difíciles de descifrar. Sabía que era un regalo de mi madre, un gesto de apoyo y fe en mis habilidades. Pero, ¿cómo podía corresponderle si ni siquiera estaba segura de querer seguir con esto? El peso de las expectativas se sentía abrumador, y por un momento, deseé ser capaz de rendirme sin que nadie se sintiera decepcionado.
Acaricié el teclado una vez más antes de cerrar la caja. Mi cabeza estaba llena de pensamientos confusos y mi corazón demasiado pesado para procesarlos. Decidí que, por hoy, era suficiente.
ˏˋ°•*⁀➷ notitas.
☁️┊bueno, sí, la protagonista es italiana. quería hacer un luka x oc, pero puesss, rayis trae más vistas. o espero que así siga siendo en ya casi 2025.
☁️┊quiero dejarles un pequeño dibujo mío de cómo es mi oc, que será básicamente cómo describiré a la protagonista. junto a su outfit completo, que lo hice en picrew.me.
☁️┊sin más que añadir por ahora, ¡bye! ❤️
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