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ׄ ७ ꯭𝄢 𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘰𝘭𝘰 𝘵𝘳𝘦 ᵎᵎ . 𖧧

Después del ensayo y de que todos los demás se despidieran, me quedé con Luka, casi a solas. Marinette permanecía cerca, pero era evidente que su nerviosismo aumentaba a medida que Luka estaba más cerca, lo cual sucedía de forma similar cuando hablaba sobre Adrien. Me pregunté si siempre era así con todos los chicos o si había algo especial con ellos dos.

No la juzgaba. Luka era bastante lindo. A Adrien todavía no lo conozco así que no podría opinar al respecto... aún.

La noche en el barco era tranquila, con el suave murmullo del agua del Sena como fondo. Sentía la brisa fresca en mi rostro, y aunque eso debería haberme relajado, mis pensamientos estaban enredados como un ovillo de hilo. Sabía que tenía que practicar, pero una parte de mí quería huir de allí. Mi teclado estaba en su funda, y mis manos temblaban ligeramente al sacarlo.

Coloqué el teclado sobre una pequeña mesa en un rincón del barco. Había otro teclado más grande cerca, probablemente el de Adrien, que parece ser el tecladista de la banda, lo que me hizo sentir aún más fuera de lugar.

Mientras desenrollaba los cables y ajustaba la altura, me sentía torpe, incómoda. Luka debía haberse dado cuenta, porque rompió el silencio con una voz serena:

—No te preocupes, aquí nadie está para juzgarte. Solo es música.

Levanté la vista hacia él. Su sonrisa tranquila parecía querer disipar mis inseguridades, pero mis manos seguían temblando. Intenté devolverle la sonrisa, aunque estoy segura de que me salió más una mueca.

—¿Qué es lo que más te gusta del piano? —preguntó de repente, mientras se apoyaba en una barandilla cercana, observándome con interés.

Parpadeé, sorprendida por la pregunta. Nunca nadie me había preguntado algo así. Dudé unos instantes, buscando una respuesta en mi mente.

—Bueno... —mi voz salió más baja de lo que esperaba—. No sé exactamente por qué. Creo que tiene que ver con el ambiente en que crecí. Mi padre es fan de la música clásica así que siempre ha sido parte de mi vida. Aunque... también me ha parecido un instrumento elegante. Me gusta mucho la música tranquila. Hay algo en cómo suena, como si pudiera decir cosas que las palabras no logran expresar.

Luka asintió, y una pequeña chispa iluminó sus ojos.

—Eso es lo que me gusta de la música en general —dijo con suavidad—. Siempre he sentido que es más fácil tocar una canción que decir lo que siento.

Su confesión me tomó por sorpresa. ¿Luka, el chico que parecía tranquilo y seguro de sí mismo, tenía problemas para expresarse? Me hizo sentir un poco menos sola en mi lucha con el piano.

—Supongo que tienes razón —murmuré, con una pequeña sonrisa—. Aunque a veces siento que no soy lo suficientemente buena para tocar algo que valga la pena.

Él negó con la cabeza, acercándose un poco más.

—La música no se trata de ser bueno o malo, ____. Se trata de conectar con ella, de sentirla.

Por un momento, su voz calmada me tranquilizó. Inspiré profundamente y dejé que mis dedos tocaran las teclas, comenzando una pieza básica que había practicado en casa hace algún tiempo: Nocturne en do sostenido menor.
Sin embargo, mis dedos se tropezaron, y el sonido que salió del teclado fue todo menos agradable. Me detuve, frustrada, golpeando todas las teclas, a lo que Luka se estremeció un poco en respuesta.

—No puedo hacerlo —admití, sintiendo un nudo formarse en mi garganta.

Luka, sin embargo, no parecía molesto ni decepcionado.

—No tienes que tocarlo todo de una vez —me dijo con calma, sentándose a mi lado frente al teclado—. Empieza por partes pequeñas.

Con esa misma tranquilidad, tocó un pequeño fragmento de la pieza, mostrándome cómo coordinar las manos de forma sencilla. Su toque era ligero, sin esfuerzo, pero lleno de emoción. No había perfección técnica en lo que hacía, pero había algo en la forma en que sus dedos se movían que hacía que el sonido cobrara vida.

Lo observé, casi hipnotizada, mientras hablaba.

—La música no tiene que ser perfecta para ser hermosa. Solo tienes que sentirla.

Sus palabras me hicieron reflexionar. Tal vez había estado demasiado obsesionada con hacerlo todo bien, con no cometer errores, en lugar de disfrutar lo que estaba tocando.

Asentí y seguí observando a Luka durante unos momentos más.

Dejé de tocar, y me concentré en lo primero, mi postura, y la posición de mis dedos.
Luka me explicó que, si apenas estaba aprendiendo, no debía empezar con algo como piezas musicales. Así que practiqué sin descanso las escalas y los acordes.
Él estuvo allí, guiándome sin presiones, su paciencia me sorprendió.

Cuando terminé de practicar unos minutos más, me sentí un poco más segura. Luka no me presionó para continuar; simplemente esperó a que yo decidiera cuándo era suficiente. Al terminar, él me acompañó fuera del barco, caminando conmigo hacia la orilla del Sena donde Marinette me esperaba.

—¿Salió todo bien? —preguntó ella.

Asentí con una tímida sonrisa.

La noche era más fresca ahora, y el cielo estaba salpicado de estrellas. Mientras nos despedíamos, Luka me miró con esa sonrisa tranquila suya y dijo algo que me dejó pensando.

—Si sigues tocando así, te prometo que lo harás increíble en tu presentación. Y si necesitas ayuda, ya sabes dónde encontrarme.

Lo miré, sintiendo una mezcla de alivio y algo más, algo que no podía identificar del todo. Admiración, quizás. Gratitud, seguro. Lo único que sabía era que, por primera vez en mucho tiempo, no me sentía completamente sola en esto.

Mientras me alejaba hacia el taxi, con mi teclado a cuestas, no pude evitar mirar atrás una última vez. Luka estaba ahí, de pie bajo la luz de la luna, y me pregunté si volvería a tener el valor de pedirle ayuda.

Luego me despedí de Marinette antes de subirme al coche.

Inhalé hondo y me eché hacia atrás en el asiento trasero, buscando comodidad mientras el teclado descansaba sobre mis piernas. En pocos días, todo estaba yendo bastante bien, o al menos eso quería creer. Había conocido a personas amables que hacían este proceso de adaptación menos pesado, pero en el fondo sentía que algo faltaba. Quizá un propósito más claro o, simplemente, confianza en mí misma.

Tal vez sea la calma antes de la tormenta.

De vuelta en casa, vi a mamá sentada en el sofá viendo la televisión. Me sorprendió encontrarla allí tan temprano; últimamente, el trabajo la mantenía ocupada hasta tarde. Decidí que era un buen momento para hablar con ella sobre lo que había estado pensando todo el día.

—Mamá, ¿puedo hablar contigo un momento? —le dije, sentándome a su lado.

Ella bajó un poco el volumen del televisor y me miró, con ese gesto atento que usaba cuando sabía que algo importante venía.

—Claro. ¿Qué pasa?

Tragué saliva y empecé, intentando sonar firme, aunque por dentro me sentía insegura.

—Quiero dejar las clases del club... al menos por un tiempo.

Su expresión cambió al instante, sus cejas se alzaron y su boca se entreabrió, como si no hubiese escuchado bien.

—¿Dejar las clases? ¿Por qué?

—Es que... siento que no estoy avanzando como quiero —tomé aire antes de continuar—. Quiero aprender a mi propio ritmo, sin la presión del profesor ni las miradas de los demás. Me ponen nerviosa, y eso me afecta.

Ella me observó en silencio por unos segundos, con ese tipo de mirada que escudriña cada palabra. Luego suspiró y apagó la televisión, girándose por completo hacia mí.

—____, ¿esto es lo que realmente quieres? Porque tú fuiste quien insistió en aprender piano. Me he esforzado para apoyarte, y ahora vienes a decirme que... ¿quieres dejarlo?

—No es dejarlo, mamá —intenté sonar conciliadora, aunque su tono me hacía sentir como si estuviera fallándole—. Es solo... cambiar el enfoque.

Ella negó con la cabeza, cruzando los brazos.

—Sabes que no es fácil para mí aceptar esto. Quiero verte triunfar, ____, y el piano puede ser algo grande para ti si te lo tomas en serio. Pero si realmente estás decidida, no voy a detenerte.

Aunque al final accedió, su semblante dejó claro que estaba molesta, y eso me hizo sentir terrible. Mamá siempre había sido mi mayor apoyo, y verla así por una decisión mía me hacía dudar aún más.

Subí a mi habitación con una mezcla de alivio y culpa, cerrando la puerta detrás de mí. Todo estaba en silencio, excepto por el bullicio lejano de la ciudad. Me dejé caer en la cama, mirando el techo y pensando en cómo todo parecía tan complicado últimamente. Quise dormir pronto para encontrar consuelo en mis sueños.

De repente, un temblor bajo mis pies interrumpió mis pensamientos. Me incorporé de inmediato, parpadeando confundida. ¿Había sido un terremoto? Pero otro estruendo, esta vez más fuerte, hizo que el suelo vibrara nuevamente.

Corrí hacia el balcón, pero apenas asomé la cabeza, el aire se llenó de polvo y escombros. Algo, no, alguien enorme estaba destruyendo parte de mi edificio. Un monstruo deforme, con brazos gigantescos, golpeó nuevamente, y esta vez el suelo bajo mis pies comenzó a ceder. Solté un grito ahogado mientras sentía cómo caía, incapaz de reaccionar.

Pero antes de que mi cuerpo tocara el vacío, unos brazos firmes y seguros me sostuvieron en el aire. Mi corazón latía con fuerza mientras me dejaban suavemente en el suelo, en medio de la calle.

—¿Estás bien? —preguntó una voz femenina.

Me giré hacia mi salvadora y me encontré con una figura que, aunque me resultaba extraña, también familiar. Su cabello azul marino recogido en dos coletas, su traje rojo con motas negras, similar a una catarina... o una sandía.
La heroína de París, la famosa Ladybug, estaba frente a mí.

—¿E-eres...?

No pude terminar la frase, pero ella sonrió con amabilidad.

—Tranquila, estás a salvo. Quédate aquí, ¿de acuerdo? —dijo con una voz firme, pero llena de calidez.

Quería decir algo, agradecerle, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Ella se giró con agilidad, lanzando su yo-yo hacia el monstruo que seguía causando estragos. En cuestión de segundos, ya estaba en acción, y yo solo podía quedarme allí, paralizada, observando cómo se enfrentaba a esa amenaza con una valentía que me parecía casi irreal.

Mientras la veía luchar, no pude evitar pensar en lo diferente que éramos. Ella, enfrentando el peligro de frente con una confianza arrolladora, y yo, apenas capaz de tocar unas notas sin temblar. ¿Cómo alguien podía ser tan increíble?

La batalla continuaba, pero yo sabía que Ladybug no necesitaba mi ayuda. Pero lo que yo sí necesitaba era encontrar la manera de fortalecerme, al menos un poco.

Y aunque no lo entendía del todo en ese momento, conocerla fue el inicio de algo que cambiaría mi perspectiva para siempre.

ˏˋ°•*⁀➷ notitas.

☁️┊lamento si esto está yendo lento. quiero primero introducir correctamente a la prota y mejorar su amistad con luka antes de que todo el drama comience. ya los siguientes capítulos serán un poco más interesantes porque avanzaré a la tercera temporada.

☁️┊la morra es casi un self insert, no estoy seguro de sí lo mencioné.
en la uni estoy tomando clases de piano e italiano, y bueno, uso lo poco que sé de ambas partes para poder poner un par de cosillas y referencias aquí.

☁️┊no pienso hacer de marinette un personaje desagradable. tiene sus momentos en la serie que son canon acá, pero a la prota no le incumben y nada aporta en la trama, más que su relación con luka pero de eso hablaremos más adelante.

☁️┊el narrador en primera persona también va a valer verga seguramente, porque me es más cómodo escribir con narrador omnipresente pero sucedieron cosas y ya no pude salir de la primera persona. Lo cambiaré tan pronto sea posible.

☁️┊si no comentan doy de baja a este fic.

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