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ׄ ७ ꯭𝄢 𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘰𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘢𝘵𝘵𝘳𝘰 ᵎᵎ . 𖧧

Decidí mantenerme positiva. No podía permitirme achicopalarme por pequeños problemas con mi madre, y quería ver esta nueva etapa de mi vida como una oportunidad. Además, después de confirmar que Ladybug y Chat Noir eran reales —y que, efectivamente, París tenía un nivel de peligrosidad que no se mencionaba en los folletos turísticos—, supe que no debía dejarme consumir por emociones negativas. Había suficiente caos afuera como para añadir el mío propio y no quería correr el riesgo de atraer un akuma.
Me puse a investigar mejor sobre este tema leyendo artículos del Ladyblog, aquel sitio web que Alya me mencionó.

Los días que siguieron transcurrieron con una calma que agradecí. Las mañanas eran para la escuela, con su mezcla de nervios por adaptarme y la emoción de lo nuevo. Por las tardes, me sentaba frente al teclado. Mis dedos eran torpes, tropezaban constantemente con las teclas, pero sabía que primero debía memorizar las notas de Moonlight Sonata antes de intentar tocarla con la fluidez que exigía. La velocidad vendría después, con paciencia. Entre práctica y práctica, me tomaba descansos para leer libros sobre teoría musical, tratando de comprender mejor el arte que tanto admiraba pero que aún me parecía inalcanzable.

Por las noches, hacía mis tareas escolares. Todo esto seguía una rutina tranquila... a excepción de los días en los que París decidía añadir un poco de dramatismo con un villano akumatizado. Esos días podían retrasarme hasta una hora debido a las evacuaciones y las alertas, pero, siendo honesta, parte de mí encontraba fascinante vivir en una ciudad donde los superhéroes eran reales.

A medida que pasaban los días, me di cuenta de que no solo estaba construyendo una nueva rutina, sino también conexiones. Todos en mi clase, salvo Chloe y, de cierto modo, Sabrina, eran sorprendentemente amables conmigo. Había algo especial en el ambiente de esta escuela, como si realmente intentaran incluirme, y eso me daba el valor para abrirme más. Sabía que si quería experiencias bonitas en mi vida, debía atreverme a hacer amistades.

Uno de esos días, mi atención se centró en el chico que se sentaba a mi lado: Nathaniel. Siempre parecía estar inmerso en su mundo, con la cabeza inclinada sobre su cuaderno de dibujo. Había algo en su silencio que me intimidaba un poco, pero también me intrigaba. Después de pensarlo un rato —y de luchar contra el nudo en mi estómago—, decidí hablarle.

—Hola, Nathaniel —empecé en voz baja, dudando si me escucharía.

Él levantó la mirada, sorprendido, pero no incómodo.

—Hola —respondió, su tono tranquilo.

—Um, estaba viendo... —Señalé su cuaderno, donde podía distinguir los trazos de una figura femenina—. ¿Qué estás dibujando?

Su expresión se suavizó, y por un instante pensé que incluso sonrió. Volvió la vista al papel antes de contestar.

—A Ladybug —dijo con naturalidad, mientras añadía un detalle al traje de la heroína—. Siempre me ha parecido fascinante. No solo como superhéroe, sino... como persona.

Me incliné un poco para observar su dibujo más de cerca. Sus trazos eran seguros, definidos, y había algo en la manera en que representaba a Ladybug que transmitía respeto y admiración.

—Es increíble —comenté con sinceridad—. Dibujar es un talento que siempre he admirado. Yo soy un desastre con un lápiz.

Nathaniel rió suavemente.

—No creo que seas tan mala —dijo, girando el cuaderno para que viera otra página llena de bocetos rápidos. Algunos parecían paisajes, otros figuras humanas en movimiento—. Pero el dibujo no es algo que se da de inmediato. Es como... tocar el piano, ¿no?

Su comentario me tomó por sorpresa. Mis mejillas se coloraron un poco.

—¿Cómo sabes que toco el piano?

Se encogió de hombros.

—Vi el teclado que trajiste hace unos días. No es algo que pase desapercibido. Tampoco los comentarios de Chloe.

Reí nerviosa, pero no me sentí juzgada, lo cual me tranquilizó.

—Tienes razón, supongo. El piano también requiere paciencia... mucha paciencia.

Nathaniel asintió, guardando su cuaderno con cuidado.

—Si necesitas algo, como materiales para tomar notas o algo así, puedo ayudarte. No sé mucho de música, pero... creo que todos necesitamos apoyo con lo que nos apasiona.

Su comentario me dejó pensando. No era reservado ni grosero como había asumido al principio, solo... tranquilo.

Al final de nuestra conversación, miré hacia el asiento de Marinette y me encontré con su sonrisa amplia y cómplice. Sus ojos brillaban como si hubiera presenciado algo grandioso, y su expresión me hizo sonreír también. Marinette tenía una manera peculiar de animarte, incluso sin decir una sola palabra.

Aquella tarde, me sentí un poco más conectada con esta nueva vida. Pude hablar más con aquel pelirrojo, y nos llevamos realmente bien.

🎹

Fue un sábado por la mañana cuando decidí salir a explorar París. Quería familiarizarme con mi entorno y, con suerte, encontrar algún rincón de la ciudad que pudiera sentir como mío.

El aire fresco me acompañaba mientras caminaba, aunque mi mente estaba lejos de la vista de las calles adoquinadas o las pequeñas tiendas que adornaban el paisaje. Miraba mis manos, notando cómo mis dedos se sentían tensos, ligeramente doblados por el esfuerzo de los ensayos. Intenté enderezarlos, pero una punzada de dolor me detuvo. Suspiré, preguntándome si todo esto realmente valía la pena.

Quería participar en la presentación, pero una parte de mí se resistía. La idea me emocionaba y me aterraba en igual medida. ¿Qué pasaría si fallaba? ¿Si no era suficiente? Era un torbellino de pensamientos que parecía no tener fin.

Caminé hasta llegar cerca de la pista de hielo, donde el sonido usual de risas y patines sobre se sentía inusualmente silenciado. Me detuve, mirando extrañada. Noté que algo estaba mal. El hielo empezaba a extenderse más allá del recinto, cubriendo las calles y objetos a su alrededor con una capa helada.

Di un paso atrás, tratando de entender lo que estaba sucediendo, pero antes de que pudiera reaccionar del todo, mis pies tropezaron y terminé cayendo al suelo. Sentí la frialdad del hielo acercándose a mí, pero no era tanto miedo lo que me invadía, sino una extraña confusión. Sabía que debía moverme, pero mi cuerpo se sentía pesado, como si la lógica no alcanzara a impulsarlo.

De pronto, vi a Luka salir del edificio. Estaba con patines de hielo y, aunque su caminar era torpe al pisar la calle, su determinación era evidente. En cuestión de segundos, llegó hasta donde yo estaba.

—¡Vamos! —exclamó, extendiendo su mano hacia mí.

No tuve tiempo de procesar nada antes de que me ayudara a levantarme y, sin soltar mi mano, me guió lejos del lugar.

—¿Qué está pasando? —logré preguntar mientras corríamos.

—Villano akumatizado —respondió, con el rostro serio pero su voz calmada—. Es peligroso quedarse cerca.

No pregunté más. Aunque no entendía del todo, algo en su tono me hizo confiar. Corrimos hasta llegar a una pequeña cabina telefónica cercana. Luka abrió la puerta y ambos entramos, apenas a tiempo antes de que el hielo cubriera la estructura por fuera completamente.

El espacio era reducido, apenas lo suficiente para que estuviéramos separados por unos pocos centímetros. La cabina bloqueaba el frío en gran parte, pero el aire helado se filtraba, y en cuestión de segundos mis labios comenzaron a temblar.

—¿Estás bien? —me preguntó, su voz suave pero preocupada.

Asentí, aunque mis dientes castañeaban ligeramente. Luka no dijo nada más, simplemente se quitó su sudadera y me la ofreció.

—Tómala, te ayudará.

—¿Y tú? —pregunté, sintiéndome un poco culpable por aceptarla.

—Estaré bien, no te preocupes.

Sonreí tímidamente, aceptando la sudadera y agradeciéndole en voz baja. El calor que me proporcionaba era un alivio, pero más que eso, me reconfortaba la amabilidad de Luka.

El silencio en la cabina se sintió pesado, aunque no incómodo. Después de unos momentos, Luka decidió romperlo.

—¿Cómo van tus ensayos?

La pregunta me tomó por sorpresa, pero pronto me encontré contándole todo: cómo estaba memorizando las notas, mi frustración con mis dedos torpes, y lo mucho que deseaba lograrlo, aunque el miedo al fracaso seguía presente. Luka me escuchó con atención, asentía de vez en cuando, pero nunca interrumpía.

Después, con un tono juguetón, preguntó:

—¿Por qué ya no me has hablado?

Me sonrojé de inmediato, bajando la mirada hacia el suelo.

—Bueno... no quería molestarte. Apenas nos conocemos, y... no quería que pensaras que soy demasiado insistente.

Luka rió suavemente.

—No me molestas en lo absoluto. Aunque entiendo que seas tímida. Por eso, mejor hagamos algo: nos veremos el próximo sábado para practicar. ¿Te parece?

La seguridad en su tono no dejaba espacio para que me negara, así que simplemente asentí, sintiéndome aliviada.

—Está bien.

La incomodidad que sentía al principio comenzó a disiparse. Había algo en su forma de ser que hacía que todo pareciera más fácil, menos aterrador.
Transmitía una calma que me sorprendía. Como una llamativa guitarra eléctrica que prometía tocar metal a lo bruto, pero cuyas melodías eran en realidad suaves y pacíficas como música clásica.

—¿Y tú qué hacías en la pista de hielo? —pregunté después, intentando desviar la atención de mí misma.

—Acompañé a Marinette —respondió, apoyándose contra la pared de la cabina—. Ella vino con Adrien... y Adrien vino con Kagami.

No entendí del todo la conexión entre los tres, pero asentí de todas formas. Sin embargo, algo en su tono me hizo sospechar.

—¿Querías pasar tiempo con Marinette? —pregunté, intentando sonar casual.

Luka me miró por un momento antes de responder, con una leve sonrisa.

—Sí. Es alguien... especial.

No dijo más, pero su expresión lo decía todo. Decidí no insistir, aunque no pude evitar preguntarme si Luka gustaba de Marinette.
No me sorprendería. La conocía tan poco, pero Marinette era una chica bastante dulce y amable conmigo.

La conversación pronto cambió a temas irrelevantes, y pasamos algunos minutos más charlando sobre cosas triviales, como nuestras canciones favoritas y lo que nos gustaba de París.

Finalmente, las catarinas mágicas pasaron, el hielo que cubría la cabina comenzó a derretirse, y la puerta se abrió con facilidad. Salimos al aire fresco, que ahora parecía mucho más cálido que antes.

—Gracias por salvarme —dije, girándome hacia él.

Luka sonrió.

—Siempre. Nos vemos el sábado, ¿de acuerdo?

Asentí, y lo vi alejarse rápidamente hacia la pista, probablemente buscando a Marinette. Mientras lo hacía, no pude evitar sonreír. Luka realmente parecía querer ser mi amigo, y eso... me hacía sentir increíblemente bien. Con ese pensamiento, di media vuelta y caminé de regreso a casa, con una calidez en el pecho que no tenía nada que ver con la sudadera.

...

Carajo, ¡la sudadera!

ˏˋ°•*⁀➷ notitas.

☁️┊de adelanto, feliz navidad ¡! gracias a las pocas personitas que se toman la molestia de leer esto. espero que la pasen muy bien con sus familias y que la paz y la felicidad no falten en sus casas <3

70 votos = continuación.

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