
ׄ ७ ꯭𝄢 𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘰𝘭𝘰 𝘥𝘶𝘦 ᵎᵎ . 𖧧
Llevar el teclado a clases no fue nada sencillo.
Mamá insistió en que lo llevara a la escuela, y aunque al principio dudé, al final cedí. No era una mala idea, considerando que el piano del taller estaba viejo y desafinado. Además, me vendría bien una excusa para no practicar con los pedales, porque no tengo idea de cómo usarlos correctamente. Sin embargo, cargar con un teclado a clases era una invitación a las miradas curiosas, algo que prefería evitar a toda costa.
El teclado estaba envuelto en una funda negra que parecía a punto de ceder bajo el peso. Aunque no era lo ideal, no había otra opción. Era demasiado grande para pasar desapercibido, y el simple hecho de meterlo al taxi fue un desafío. El conductor me lanzó una mirada dudosa mientras intentaba acomodarlo en el asiento trasero, pero no dijo nada. Yo, en cambio, me mordía el labio, deseando que el trayecto terminara rápido.
Cuando llegué a la escuela, el teclado pesaba más con cada paso que daba. Caminé directo a los casilleros, mi plan era esconderlo allí antes de que alguien lo notara. Sin embargo, mi suerte no estaba de mi lado. Al doblar la esquina, me encontré con Marinette, quien aparentemente llegaba tarde una vez más.
—¡Oh! ¿Qué es eso? —preguntó con genuina curiosidad, dejando su mochila caer al suelo mientras me miraba.
Me quedé congelada, sin saber qué responder. ¿Cómo explicar que llevaba un teclado a la escuela sin que pareciera extraño?
—Ehh... es... un teclado —murmuré, mi voz apenas audible.
Marinette frunció el ceño, pero no por enfado, sino por confusión.
—¿Teclado? ¿Como uno de música? —dijo, acercándose un poco más.
Asentí lentamente, deseando que la conversación terminara ahí, pero, por supuesto, no fue así.
—¡Wow! ¿Eres pianista?
—N-no realmente —respondí rápidamente—. Estoy... aprendiendo.
Ella sonrió ampliamente, como si acabara de descubrir algo increíble.
—¡Eso es genial! Yo nunca pude con los instrumentos, soy pésima —confesó, encogiéndose de hombros—. Aunque Adrien dice que soy buena improvisando, pero creo que solo lo dice por amabilidad.
Sonreí débilmente. Su entusiasmo era contagioso, pero también hacía que me sintiera más incómoda.
—Es solo algo temporal —añadí, tratando de restarle importancia—. Ni siquiera soy buena.
Marinette negó con la cabeza, sus coletas moviéndose de un lado a otro.
—No digas eso. Todos empezamos siendo malos en algo, ¿no? Además, es increíble que tengas la valentía de intentarlo.
Su optimismo me desarmó un poco, aunque todavía sentía que quería esconderme bajo tierra.
—¿Puedo escucharte tocar algún día? —preguntó de repente, con los ojos brillando de emoción.
Abrí la boca, pero no salió ninguna palabra. La sola idea de que alguien me escuchara tocar hacía que quisiera salir corriendo.
—N-no creo que sea buena idea —murmuré, bajando la mirada.
Marinette notó mi incomodidad y, para mi sorpresa, cambió de tema rápidamente.
—Bueno, si alguna vez necesitas un lugar donde guardar eso, puedo ayudarte. Como sabes, mis papás tienen una panadería cerca y hay espacio de sobra en la bodega.
Me sorprendió su ofrecimiento, pero antes de que pudiera responder, la campana sonó.
—¡Oh no, otra vez tarde! —exclamó Marinette, recogiendo su mochila—. ¡Vamos!
Sin más opción, la seguí hacia el salón, aún cargando mi teclado y sintiéndome como un espectáculo ambulante. Aunque, debo admitir, sus palabras quedaron rondando en mi mente. Quizás, solo quizás, no era tan malo tener a alguien como ella cerca.
No pude guardar el teclado, así que entrar al salón con este fue una experiencia más incómoda de lo que esperaba.
Apenas crucé la puerta, todas las miradas se posaron en mí. Me encogí de hombros, tratando de hacerme invisible mientras buscaba un lugar donde dejar el instrumento sin que estorbara.
Y entonces la oí.
—Oh, por favor, ¿qué es eso? —dijo una voz cargada de desdén, lo suficientemente fuerte como para que todos escucharan.
Me giré lentamente hacia la dueña de aquel comentario, una chica rubia de cabello perfectamente arreglado y una actitud que gritaba reina del drama. Estaba sentada al frente, con una expresión de falsa sorpresa en el rostro mientras me miraba de arriba abajo.
Era realmente linda, si era honesta. Aunque el día pasado pude ver que tenía ciertos choques con Marinette... y con todos en la clase en general.
—¿Es un teclado? ¿En serio trajiste eso aquí? —continuó, cruzando los brazos y arqueando una ceja—. ¿Qué pasa, no puedes permitirte un instrumento de verdad? ¡Qué ridículo, absolutamente ridículo!
Algunas risas surgieron en el salón, pero no hacia mí, sino como si se burlaran de ella. Algunos optaron por mirar hacia otro lado, claramente acostumbrados a sus comentarios.
—Yo... —comencé a decir, pero mi voz sonó demasiado baja, así que me aclaré la garganta y traté de mantener la calma—. Lo traje porque... es más fácil practicar con esto.
—¿Practicar? —repitió, fingiendo sorpresa—. ¿No me digas que también tocas música de elevador? Porque eso explicaría muchas cosas.
Un rubor subió a mis mejillas, y bajé la mirada, sintiéndome demasiado expuesta. Antes de que pudiera responder, Marinette intervino.
—Chloe, ¿por qué no te preocupas por tus propios asuntos? —dijo con firmeza, cruzándose de brazos.
Chloe soltó una risa sarcástica y se encogió de hombros.
—Solo digo lo que todos piensan, panadera. Pero bueno, supongo que no todos podemos tener talento natural, ¿verdad? —finalizó con un aire de superioridad, volviendo a centrarse en su teléfono como si yo ya no existiera.
Me senté rápidamente en mi lugar, dejando el teclado al lado de mi silla, sintiéndome cada vez más pequeña. Marinette se acercó y me dio una sonrisa tranquilizadora.
—No la escuches. Chloe siempre tiene algo que decir, pero no significa que tenga razón —murmuró, tratando de animarme.
Asentí, aunque el nudo en mi garganta no desapareció del todo. Miré a Chloe de reojo, preguntándome si realmente pensaba lo que dijo o si solo lo hacía por molestar. Había algo en su actitud que no terminaba de cuadrar.
Sin embargo, algo dentro de mí también despertó. No quería darle la razón. Si ella creía que no era capaz de tocar, entonces tendría que demostrarle que estaba equivocada. Tal vez esto podría convertirse en una especie de motivación, aunque, para ser honesta, todavía no estaba segura de cómo lo lograría.
Al terminar las clases, reuní el valor para acercarme a Marinette. La encontré en una animada conversación con una chica de piel morena y cabello castaño que tenía un aire de confianza contagioso.
—¡____! —exclamó Marinette con una sonrisa al verme acercarme—. Ven, quiero presentarte a mi mejor amiga. Esta es Alya.
—Hola, mucho gusto —dije tímidamente, intentando no parecer demasiado cohibida.
—¡El gusto es mío! —respondió Alya con entusiasmo mientras me miraba con curiosidad—. Así que eres nueva en la escuela... ¿Cómo va todo hasta ahora?
—Va... bien, creo. Aunque todavía me estoy acostumbrando —respondí, jugando con la correa del estuche de mi teclado.
Alya asintió y luego, con una sonrisa pícara, añadió:
—Espero que no te haya asustado Chloe. Ya sabes, nuestra “residente reina del drama”.
Marinette se rió por lo bajo.
—Es mejor ignorarla —añadió—. ¿Te molestó hoy?
—Un poco —admití—, pero supongo que es su forma de ser.
Ambas asintieron como si comprendieran perfectamente de lo que hablaba. Después de eso, decidí aprovechar el momento para hablarle a Marinette de algo que me tenía preocupada.
—Marinette, ¿puedo pedirte un favor? —pregunté con cautela.
—Claro, ¿qué necesitas? —dijo, con su típica calidez.
Inspiré profundamente antes de responder.
—Es sobre el piano. No quiero que nadie más sepa que estoy practicando, al menos no fuera del salón. No soy buena, y me daría vergüenza que pensaran que realmente soy una pianista. Yo solo quiero practicar un poco y por eso lo llevo conmigo...
Marinette me miró con empatía, mientras Alya ladeaba la cabeza, interesada.
Luego, miré a Alya, quien sonrió amablemente entendiendo que también le pedía su discreción.
—Entiendo —dijo Alya después de un momento de reflexión—. Pero, si necesitas ayuda...
—¡Adrien! —interrumpió Marinette de repente, como si una bombilla se encendiera sobre su cabeza al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojaban—. Adrien Agreste. Él toca el piano. Es increíblemente bueno. Estoy segura de que podría ayudarte.
—¿Adrien? —pregunté, desconcertada, aunque la escuché mencionarlo en la mañana—. ¿Quién es?
—Es un compañero de nuestra clase, el chico rubio que se sienta al frente —explicó Marinette rápidamente—. Y... bueno, también es modelo, pero es muy amable. Además, tiene experiencia tocando en presentaciones, incluso con la banda que tenemos. Podría darte algunos consejos.
—¿Banda? —pregunté, sorprendida.
—Sí, aunque es más un grupo para divertirnos que algo serio —dijo Marinette con una sonrisa tímida—. De hecho, tienen práctica hoy. Podríamos pasarnos por ahí y hablar con él.
Lo pensé por un momento, sintiéndome un poco abrumada.
—No sé... —murmuré, bajando la mirada—. Tengo que ir al taller después de esto, pero después de lo que pasó ayer... no sé si quiero regresar tan pronto.
—Entonces es perfecto. Vendrás con nosotras —dijo Marinette con un tono que no dejaba lugar a discusiones.
—Es una buena oportunidad —añadió Alya con entusiasmo—. Además, será divertido. ¡No te preocupes, Adrien no muerde!
Solté una pequeña risa nerviosa y asentí.
—Está bien. Pero... ¿podemos mantenerlo discreto? No quiero que todo el mundo se entere de esto.
—¡Por supuesto! —prometió Marinette, guiñándome un ojo.
Agradecí su ayuda con una sonrisa tímida mientras tomaba mi teclado. Alya, curiosa, aprovechó el camino para hacerme preguntas.
—Entonces, ____, ¿cómo terminaste en París? ¿Es por trabajo de tus padres?
—Algo así... —respondí con cautela—. No sé exactamente las razones, pero mi mamá pensó que podría ser una buena experiencia cambiar de ambiente.
—Interesante. ¿Y qué tal te ha ido hasta ahora?
—Es... diferente —admití, buscando las palabras adecuadas—. Me gusta, pero todavía me estoy acostumbrando.
Alya asintió con una sonrisa.
—Bueno, si necesitas algo, solo dímelo. Y, si alguna vez quieres salir a explorar la ciudad, puedo ser tu guía. ¡Oh! Por cierto, no puedo dejar de mencionar que tengo un blog sobre los héroes de París. ¡Es un tema apasionante!
—¿Héroes? —pregunté, intrigada.
—¡Ladybug y Chat Noir! —respondió con entusiasmo—. Estoy segura de que has oído hablar de ellos.
—Un poco... —dije, sonriendo ante su energía.
Mientras hablábamos, sentí que el ambiente se relajaba un poco. Por primera vez desde que llegué a París, comenzaba a sentir que encajaba un poco más. La gente aquí parecía ser más animada que en Italia.
Llegamos a un barco en el río Sena. Me detuve un momento para admirarlo, sorprendida. La estructura flotante se movía ligeramente con las olas.
—¿Un barco? ¿En serio? —pregunté, mirando a Marinette con los ojos bien abiertos.
—Sí, es la casa de Juleka. ¿No es genial? —respondió con entusiasmo mientras comenzábamos a subir.
—Definitivamente, diferente a lo que estoy acostumbrada... —murmuré, intentando procesar la idea de vivir en un lugar así.
El barco era aún sorprendente: acogedor, cálido, con decoraciones eclécticas que le daban un aire artístico. Aunque también estaba un poco desastroso, mucho para mi gusto.
Lo primero que noté fue a algunos compañeros de clase, pero no conocía a la mayoría. A pesar de mi nerviosismo inicial, me sorprendió lo rápido que comenzaron a saludarme.
Sus amables palabras y sonrisas me hicieron sentir un poco más cómoda, aunque todavía me costaba adaptarme al bullicio. Marinette se movía con soltura, saludando a todos, y me vi obligada a seguirla.
Mientras observaba el lugar, Marinette sacó su teléfono y su rostro cambió de repente. Frunció ligeramente el ceño y dejó escapar un suspiro.
—¿Todo bien? —le pregunté, inclinándome hacia ella para que me escuchara entre el ruido.
—Adrien no pudo venir —respondió con un deje de tristeza en la voz—. Su padre no lo dejó salir de casa. Otra vez...
—Oh... —murmuré, sin saber muy bien qué decir para consolarla—. Bueno, no te preocupes. De verdad, no pasa nada. Puedo buscar otra forma de practicar.
Ella me miró con una expresión de culpa, como si de alguna manera sintiera que me había fallado. Antes de que pudiera decir algo más, una voz masculina interrumpió nuestra conversación:
—Hola, Marinette.
El cambio en el rostro de Marinette fue instantáneo. Sus mejillas se encendieron ligeramente, y una pequeña sonrisa nerviosa apareció en sus labios. Me giré para ver quién había hablado, y ahí estaba él.
Cabello azabache con puntas azuladas, piel morena, ojos color zafiro y una guitarra colgando de su hombro. Lo reconocí al instante: era el guitarrista del taller. Mi mente regresó a aquella noche, recordando las suaves notas que tocaba en su guitarra eléctrica.
—Hola, Luka —saludó Marinette, tratando de sonar tranquila, pero su nerviosismo era evidente.
Me quedé quieta, observándolo mientras se acercaba con una sonrisa amable.
—¿Y quién es ella? —preguntó, mirando en mi dirección. Su mirada era suave y transmitía calma.
—¡Oh, claro! —exclamó Marinette, dándose cuenta de que no nos había presentado—. Luka, esta es ____, la nueva chica en nuestra clase. ____, él es Luka.
—Hola —murmuré, sintiéndome un poco tímida.
—Encantado —respondió Luka, inclinando ligeramente la cabeza antes de notar el teclado que llevaba conmigo—. ¿Eres pianista?
—Eh... no exactamente —admití, sintiendo el calor subir a mis mejillas—. Apenas estoy aprendiendo. Um... Tengo que practicar una canción en específico pero es... es complicado.
—¿Qué vas a tocar? —preguntó con curiosidad.
—Moonlight Sonata... El tercer movimiento. —respondí, casi en un susurro.
Luka alzó las cejas, impresionado.
—Eso es todo un reto. ¿Necesitas ayuda?
—Bueno, Adrien iba a ayudarla, pero... ya sabes, su padre... —intervino Marinette rápidamente, intentando explicar.
Luka sonrió con serenidad, transmitiendo una tranquilidad que casi lograba calmar mis nervios.
Casi.
—No soy pianista, pero después del ensayo podría echarte una mano. Quizás no te sirva mucho, pero estoy seguro de que podremos intentarlo.
—¿De verdad? —pregunté, sorprendida por su disposición.
—Claro. Para eso están los amigos, ¿no? —respondió antes de ajustar la guitarra en su hombro y caminar hacia donde el resto de la banda se estaba preparando.
—¿Amigos? —repetí en voz baja, un poco confundida pero también emocionada por la posibilidad.
Lo vi irse, y aunque sabía que sus palabras habían sido solo por amabilidad, era extraño pensar en la posibilidad y ahora realidad de que alguien me llamara "amiga".
Aunque todavía no podía dejar de pensar en la extraña sensación que me provocaba su presencia. Había algo en él, algo que me intrigaba y me hacía sentir curiosidad.
La música comenzó poco después, y Luka, junto con los demás, llenaron el lugar con una melodía vibrante y energética. Mientras los observaba tocar, me di cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, sentía que había encontrado un lugar donde quizás podría encajar.
55 votos = continuación.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro