ׄ ७ ꯭𝄞⨾ 𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘰𝘭𝘰 𝘥𝘰𝘥𝘪𝘤𝘪 ᵎᵎ . 𖧧
Mientras ____ dormía en su asiento, su respiración pausada y calmada contrastaba con el ambiente tenso del salón. Sus compañeros se habían reunido en un rincón para discutir, tratando de mantener sus voces bajas para no despertarla. El akuma había desaparecido, pero el impacto de lo sucedido seguía fresco.
Marinette, con los brazos cruzados, fue la primera en hablar.
—No fui yo. ¿Por qué haría algo así? ____ es mi amiga. Nunca la traicionaría.
—Eso es lo que diría alguien que quiere cubrirse, ¿no crees? —Lila sonrió con aparente dulzura, pero su tono estaba cargado de insinuaciones. Se encogió de hombros teatralmente—. Después de todo, Marinette, siempre te ves envuelta en estas cosas.
—¿Qué quieres decir con eso? —Marinette la miró directamente, su voz temblando de frustración.
Alya, que hasta ese momento había permanecido en silencio, dio un paso al frente.
—Marinette no haría algo así. No tiene motivos para hacerle daño a ____.
Lila suspiró dramáticamente.
—No estoy diciendo que lo hizo. Solo que... bueno, no parece tan imposible.
Nathaniel, sentado junto a ____, apartó la mirada del grupo para observar el rostro tranquilo de su amiga. Su expresión se suavizó mientras le ajustaba el suéter que había colocado sobre sus hombros.
—¿Pueden callarse un poco? —pidió con tono bajo pero firme—. ____ necesita descansar, y sus discusiones no están ayudando.
Adrien, quien había estado callado todo el tiempo, decidió intervenir. Su voz suave pero segura cortó el murmullo.
—Creo que es mejor dejar las acusaciones. Todos sabemos que esto no está bien. —Sacó la hoja que le había tocado entre las fotocopias y la levantó—. En mi página dice que ____ cumple años pasado mañana.
Hubo un silencio momentáneo. Marinette y Nathaniel lo miraron con sorpresa.
—¿Cumple años? —preguntó Marinette, genuinamente desconcertada—. ¿Por qué no dijo nada?
Nathaniel frunció el ceño.
—Ni siquiera yo lo sabía...
Adrien asintió.
—Creo que estamos enfocándonos en lo equivocado. En vez de buscar culpables, ¿por qué no hacemos un convivio para animarla? Esto debió ser humillante para ella, y nosotros hicimos mal al leer las hojas. Lo menos que podemos hacer es pedirle disculpas y apoyarla.
Juleka, que hasta entonces había estado observando en silencio, alzó una mano tímidamente. Su voz sonó tan torpe como siempre, pero en el silencio, sus palabras fueron entendibles.
—Podemos hacer algo en mi casa. Mamá siempre está dispuesta a prestarnos el lugar.
Los demás comenzaron a animarse con la idea. Rose dio un pequeño aplauso.
—¡Sí! Podríamos organizarle una fiesta sorpresa. ¡Ella lo merece después de todo esto!
—¿Y si la banda toca ese día? —sugirió Kim—. ____ adora la música.
—¡Hagamos un tributo de música clásica en versión rock! A ____ le gusta la música clásica —propuso Ivan.
—Yo me encargo de los bocadillos —añadió Marinette rápidamente, dejando atrás la tensión con Lila, quien parecía molesta aunque ya nadie le prestaba atención—. Pero tiene que ser un secreto.
—Por supuesto —dijo Adrien con una sonrisa ligera—. Nadie debe mencionarlo frente a ____. Tenemos un día y medio, así que hay que organizarnos y reunirnos en cuanto podamos.
Justo en ese momento, la señorita Bustier entró al aula, y todos rápidamente volvieron a sus asientos como si nada hubiera pasado. La profesora miró a Nathaniel y señaló a ____, quien aún seguía dormida.
—Nathaniel, cuando despierte, por favor, acompáñala a casa. Creo que necesita un poco de tranquilidad.
—Claro, señorita Bustier —respondió el pelirrojo, con una mirada protectora hacia su amiga.
Mientras la clase volvía a la rutina, Marinette no podía evitar mirar de reojo a ____. Sabía que detrás de su sonrisa siempre había emociones profundas, pero ahora entendía cuánto dolor podía esconder. Para Marinette, organizar esa fiesta no era solo una manera de animarla, sino también de demostrarle cuánto la apreciaban.
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____ llegó a casa en silencio, abriendo la puerta con cuidado. Se giró para despedirse de Nathaniel, quien le dedicó una leve sonrisa.
—Gracias por acompañarme, Nath. Te debo una.
Él negó con la cabeza, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—No es nada. Descansa, ¿sí? Nos vemos mañana.
Con un gesto de asentimiento, ____ cerró la puerta. El eco del silencio le dio la bienvenida, algo que, aunque familiar, no dejaba de sentirse incómodo. Sus padres no estaban. Su madre seguía en el trabajo y su padre... bueno, cuando estaba en casa, no siempre era una presencia reconfortante.
La italiana suspiró, dejando caer su mochila en el suelo junto a la entrada.
Supongo que es mejor así, pensó, dejando a un lado la amargura que siempre acompañaba ese pensamiento. Sin querer darle más vueltas, se dirigió a una de las habitaciones extras.
Era un cuarto desordenado, lleno de cajas que aún no habían terminado de desempacar desde su llegada a París. ____ se arrodilló frente a una pila de cajas y comenzó a revisar etiquetas. Sus dedos tocaron el cartón áspero de una con su nombre escrito en marcador negro.
—Esto servirá.
Tomó dos cajas y las llevó con cuidado a su habitación. Aunque no tenía muchas ganas de ordenar, sabía que mantener la mente ocupada era la mejor manera de evitar pensamientos oscuros. Colocó las cajas en el suelo y se sentó en la alfombra, cruzando las piernas antes de abrir la primera.
El aroma a papel viejo la envolvió al abrirla. Dentro, encontró libros que le habían hecho compañía en días solitarios: novelas, cuadernos de poesía y un par de muñecas aún dentro de sus cajas. Sonrió al reconocerlas.
Usó el taburete de su teclado para alcanzar las partes más altas de su repisa, organizando cada libro con cuidado. Pero incluso mientras sus manos trabajaban, su mente volvía al salón de clases, a las risas, a los susurros, a las palabras que habían leído de su diario.
"____ está enamorada de Luka."
Sacudió la cabeza, intentando desterrar el pensamiento. No podía dejar que su frustración creciera. Sabía perfectamente lo que ocurría cuando lo hacía, y lo último que quería era darle a Hawk Moth una excusa para usarla.
Abrió la segunda caja. Esta vez, encontró ropa: su viejo uniforme escolar, algunos vestidos que ya no le quedaban, y un par de pijamas arrugadas que le trajeron recuerdos de noches solitarias en su habitación anterior.
Separó lo que no necesitaba en una bolsa para donarlo.
Al fondo de la caja, sus dedos tocaron algo frío. Lo sacó y lo sostuvo frente a ella: un portarretratos con un marco decorado de corazones. Era sencillo pero bonito, algo que había comprado en un impulso, aunque nunca lo usó.
Se quedó mirando el marco vacío por unos momentos. ¿Qué foto podría poner allí? En su antigua escuela, no tenía amigos, solo compañeros distantes. Las tensiones con sus padres en aquellos tiempos tampoco eran dignas de inmortalizarse en una imagen.
Aún así, sonrió ligeramente.
—Quizá pronto tenga algo que poner aquí.
Colocó el portarretratos en su escritorio, justo al lado de su lámpara de lectura, como un recordatorio de que aún podía crear recuerdos felices. Luego, se sentó en el taburete frente a su teclado, dejando que sus dedos recorrieran las teclas sin tocar ninguna nota.
El incidente del diario seguía presente en su mente, pero sabía que, al final, había sido más fuerte que sus emociones. Todo pasa, se dijo a sí misma, dejando escapar un largo suspiro.
Quizás no todo estaba bien aún, pero el orden en su habitación le daba una sensación de control, algo que tanto necesitaba. Aunque no lo sabía, estaba dando pequeños pasos hacia adelante.
Dos cajas no eran mucho, pero si seguía ordenando, en algún momento todas las cajas estarían acomodadas.
Mientras ordenaba los últimos objetos, su teléfono sonó de repente. La vibración contra la madera de su escritorio la sobresaltó. Estiró la mano y tomó el dispositivo, notando el nombre de Luka en la pantalla. Su corazón dio un vuelco.
—¿Hola? —dijo, tratando de mantener la voz tranquila.
—Hola, ____. —La voz suave y tranquila de Luka resonó a través del auricular, como una melodía que siempre la hacía sentir extrañamente en paz—. ¿Estás ocupada?
—No, para nada. ¿Qué pasa? —respondió, mordiéndose ligeramente el labio.
—Bueno... —Hubo una ligera pausa al otro lado de la línea—. Estoy trabajando en una canción nueva, y siento que me vendría bien otra perspectiva. ¿Estarías libre pasado mañana para escucharla?
____ abrió la boca para responder, pero se detuvo. Dentro de dos días sería su cumpleaños. Había olvidado por completo la fecha hasta ese momento.
Su cumpleaños nunca había sido algo especial; no le traía buenos recuerdos. Sus padres, siempre envueltos en sus propios asuntos, solían ignorar la ocasión. Y aunque en años recientes había intentado convencerse de que no importaba, siempre quedaba una punzada de tristeza en el fondo de su corazón.
—¿____? —preguntó Luka, sacándola de sus pensamientos.
—Ah, sí, claro. Estaré libre. —Su respuesta salió más rápida de lo que había planeado. Pensó que, si pasaba ese día con Luka, tal vez podría evitar que su cumpleaños se sintiera como cualquier otro día solitario.
—Perfecto. —Su voz sonaba genuinamente contenta—. Nos vemos entonces. Cuídate, ____.
—Tú también, Luka.
Colgó, y por un momento se quedó mirando la pantalla de su teléfono. Sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas, y su corazón latía con fuerza. Pero, apenas unos segundos después, otro pensamiento la asaltó, uno que apagó un poco la calidez en su pecho:
Marinette ha leído mi diario.
Aunque confiaba en Marinette, no podía evitar sentirse ansiosa. ¿Y si por accidente o bajo presión le decía a Luka sobre sus sentimientos? La idea la hacía querer desaparecer. Luka estaba enamorado de Marinette; eso era obvio. Y ____ no podía, no debía, permitir que él supiera lo que sentía.
Decidida a despejar sus pensamientos y, quizás, a reforzar su confianza en Marinette, se levantó de la silla, agarró su bandolera y las llaves de casa. Cerró la puerta detrás de ella y salió hacia la acera. Mientras esperaba un taxi, respiró profundamente para calmarse.
Cuando uno finalmente se detuvo, subió y le dio al conductor la dirección de Marinette. Durante el trayecto, se quedó mirando por la ventana. Una mezcla de emociones se arremolinaba en su pecho: vergüenza, miedo, pero también una pizca de esperanza. Tal vez, solo tal vez, Marinette podría darle las palabras que necesitaba escuchar.
Mientras el taxi avanzaba por las calles de París, ____ apretó la bandolera contra su pecho, tratando de convencerse de que estaba tomando la decisión correcta. No sabía exactamente qué diría al llegar, pero estaba segura de que necesitaba hablar con alguien antes de que su ansiedad la consumiera.
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____ bajó del taxi frente a la panadería de los Dupain-Cheng. Las luces cálidas del interior y el aroma a pan recién horneado deberían haberle proporcionado algo de consuelo, pero en ese momento su ánimo seguía nublado. Entró al lugar y, antes de hacer cualquier pregunta, decidió ser cortés y pidió un croissant. Mientras lo pagaba, trató de calmar la ansiedad que sentía, buscando las palabras adecuadas para preguntar por Marinette.
—Disculpe, ¿Marinette está en casa? —preguntó, mirando al señor Dupain.
El hombre parecía un poco nervioso, casi ocultando algo, ____ lo notó de inmediato. Tartamudeó ligeramente mientras intentaba responder, pero Sabine, la madre de Marinette intervino con una sonrisa amable.
—Marinette está muy ocupada en este momento. Nos pidió que no la molestáramos, está trabajando en algo importante.
____ asintió, forzando una sonrisa, aunque por dentro sintió una punzada de decepción.
—Oh... Entiendo. Gracias de todos modos.
Salió de la panadería con el croissant en la mano, sin siquiera ganas de comerlo. Caminó unos pasos antes de suspirar profundamente, tratando de liberar la frustración que empezaba a acumularse en su pecho. Sacó su teléfono y envió un mensaje rápido a Marinette:
"No te preocupes, no voy a molestarte. Solo quería pedirte, por favor, que no le digas nada a Luka sobre lo que leíste en mi diario."
Guardó el teléfono en su bolso y miró hacia el cielo. Las nubes comenzaban a oscurecerse, reflejando cómo se sentía por dentro. No quería volver a casa sola; necesitaba distraerse, hablar con alguien. Ya había pagado el taxi, ya estaba fuera de casa, debía hacer algo.
Pensó en Nathaniel. Levantó el teléfono nuevamente y lo llamó.
—¿____? —La voz de Nathaniel sonaba algo tensa al otro lado de la línea.
—Hola, Nath. ¿Puedo pasar un rato por tu casa? No quiero estar sola... —su voz tembló un poco, aunque trató de sonar casual.
Al otro lado, escuchó un sonido extraño. Parecía que había más personas con él, y ____ frunció el ceño.
—Eh... Lo siento, estoy trabajando con Marc en un cómic. Será otro día, ¿sí? —dijo Nathaniel, hablando rápidamente, casi como si quisiera colgar.
____ sintió un pequeño nudo formarse en su garganta. Podía notar que le estaba mintiendo, pero no tenía la energía para confrontarlo.
—Claro, no te preocupes. Nos vemos luego, entonces.
Colgó y miró la pantalla de su teléfono. Sus dedos temblaron mientras iba revisando su lista de contactos. Llamó a Alix, pero no contestó. Intentó con Rose, quien le dijo que estaba ocupada con su banda. Alya le respondió brevemente, diciendo que estaba trabajando en un artículo. Zyan a esas horas estaba en clases de música así que no quiso molestarlo.
Con cada llamada, el rechazo parecía volverse más evidente.
Incluso consideró llamar a Adrien, pero sabía que las estrictas reglas de su padre lo hacían una opción poco probable. Y Chloe... bueno, ____ sabía que no obtendría nada bueno de esa dirección.
Finalmente, se dejó caer en un banco cerca del parque, incapaz de contener más las lágrimas que comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Rápidamente las secó con la manga de su chaqueta, sintiéndose pequeña y rechazada.
¿Están evitándome? ¿Es por lo del diario? ¿Fue tan incómodo para ellos saber esas cosas? ¿Ya no quieren estar conmigo?
Su mente estaba llena de pensamientos oscuros que se arremolinaban como una tormenta. Miró su teléfono, aún en su mano, y dudó. Había una última opción: Lila.
Recordó las palabras de Marinette advirtiéndole sobre ella, pero, en ese momento, no le importaba. Estaba sola y desesperada por compañía, aunque fuera de alguien que no inspirara plena confianza. Si Lila podía ofrecerle un poco de consuelo, aunque fuera falso, estaba dispuesta a tomarlo.
____ observó la pantalla de su teléfono. Su dedo flotaba indeciso sobre el número de Lila, pero algo dentro de ella la detuvo. Justo debajo, estaba el nombre de Luka. Dudó un momento, cerró los ojos y apretó el botón de llamada.
Al tercer timbre, la voz tranquila y melódica de Luka respondió.
—¿____? —preguntó, sorprendido—. ¿Todo bien? Hace unas horas hablamos, ¿no?
La italiana respiró hondo, tratando de sonar menos frágil de lo que realmente estaba.
—Luka... —empezó, su voz temblando ligeramente—. ¿Puedo... puedo quedarme un rato en tu casa?
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, pero Luka, siempre atento, notó el tono de vulnerabilidad en su voz. Dejó de tocar su guitarra, dejando el instrumento a un lado.
—¿Qué pasa? —preguntó con suavidad—. ¿Algo no está bien?
La italiana se aclaró la garganta, luchando por mantener la compostura.
—No es nada —mintió, aunque sabía que Luka podía notarlo—. Solo que... salí de casa porque quería hablar con alguien, pero... todos parecían demasiado ocupados o... no sé, evitándome —Rió nerviosamente, aunque su tono traicionaba el peso que sentía—. Ahora que lo digo en voz alta, suena tonto.
Luka negó con la cabeza, aunque sabía que ella no podía verlo.
—No es tonto —respondió con sinceridad—. Está bien querer compañía.
Se recostó contra el respaldo de su cama, sus pensamientos divididos. Odiaba las mentiras, pero tampoco podía arruinar la sorpresa que todos estaban organizando para el cumpleaños de ____. Aun así, escuchar su voz tan apagada le dolía profundamente.
—Mira, no quiero que tengas que caminar mucho o gastar en otro taxi. Dime dónde estás y te alcanzo. Vamos a comer algo juntos, ¿te parece?
____ parpadeó, sorprendida por la propuesta, y su voz se suavizó un poco.
—¿Seguro? No quiero molestarte...
—Nunca serías una molestia. Ahora, dime dónde estás.
—Cerca del parque por la casa de Marinette... —murmuró, un poco avergonzada—. Todavía no me acostumbro mucho a las direcciones.
Luka rió suavemente, esa risa tranquila que parecía capaz de calmar cualquier tormenta.
—Está bien, no te preocupes. Voy para allá. Mientras tanto, piensa en qué te gustaría comer, ¿vale?
____ asintió, aunque él no podía verla, y colgó con una pequeña sonrisa. Sentía que su pecho se aliviaba un poco. Luka siempre tenía esa habilidad de hacerla sentir menos sola, aunque no estuviera completamente segura de por qué.
Mientras esperaba en el parque, dejó que la brisa fría acariciara su rostro. Quizás el día no sería tan malo después de todo.
Luka llegó en su bicicleta en cuestión de minutos, pedaleando con calma, pero al ver a ____ sentada en el banco, con los hombros caídos y una expresión abatida, su preocupación aumentó. Se detuvo justo frente a ella y bajó rápidamente, apoyando la bicicleta contra una farola.
—Hey, ____ —la saludó con suavidad, inclinándose un poco para nivelar su mirada con la de ella—. ¿Todo bien?
____ se levantó lentamente, intentando esbozar una sonrisa, aunque no llegó a sus ojos.
—Sí... bueno, más o menos —murmuró.
Luka sacó un casco extra y se lo ofreció con una pequeña sonrisa.
—Ven, sube. Vamos a buscar algo de comer. Eso siempre ayuda, ¿no?
La menor tomó el casco, algo sorprendida.
—¿Tienes esto preparado siempre?
—Digamos que estoy acostumbrado a improvisar —respondió Luka, guiñándole un ojo.
Ella se rió un poco, aunque todavía algo tímida, y se colocó el casco antes de subir al asiento trasero de la bicicleta. Luka giró ligeramente la cabeza hacia ella mientras se acomodaba.
—¿Ya decidiste qué quieres comer?
—No... pero tengo hambre.
Luka rió suavemente, sus manos firmes en el manubrio.
—¿Qué tal pasta o pizza? Digo, hay que honrar tus raíces italianas.
____ parpadeó un momento, y de repente sus ojos brillaron de emoción.
—¿Pizza? ¡Sí, suena perfecto!
Luka se sorprendió por su entusiasmo, pero no pudo evitar sonreír.
—Pizza, entonces. Pero prepárate, porque llegaremos rápido.
Antes de que ____ pudiera decir algo, Luka empezó a pedalear con más fuerza. La velocidad aumentó, y el viento fresco comenzó a rozarles el rostro. ____, alarmada al principio, se aferró a la cintura de Luka para no perder el equilibrio.
—¡Luka! ¿Siempre manejas así? —gritó con una mezcla de miedo y diversión.
—¿Qué? —respondió Luka, girando la cabeza un poco para mirarla con una sonrisa traviesa—. ¿Demasiada velocidad para ti?
—¡No es eso! Es solo que... ¡no me avisaste que ibas a acelerar!
Luka rió, disfrutando del momento, y desaceleró un poco.
—Lo siento, prometo que la próxima vez te aviso.
____ rió suavemente, dejando que el aire fresco despejara los restos de su tristeza.
—¿Sabes qué? Creo que este día está mejorando.
Luka sonrió, concentrado en el camino, y respondió con su tono tranquilo.
—Esa es la idea. Vamos a hacer que sea un buen día, ¿vale?
Ella asintió, aferrándose con un poco más de confianza mientras avanzaban hacia su destino.
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Después de una tarde que se sintió como un respiro para ____, ella y Luka se sentaron a disfrutar de la pizza. La conversación fluía fácil, entre risas y recuerdos de momentos incómodos o divertidos que habían vivido, siempre con la comida en el centro. La pizza estaba deliciosa, y cada bocado parecía ayudar a aligerar el peso que ____ había llevado consigo todo el día.
—Esta pizza... ¡Está increíble! —exclamó la menor, con una sonrisa amplia mientras tomaba otro pedazo.
Luka la miró con una sonrisa en los labios, viendo cómo disfrutaba.
—Sabía que te gustaría —respondió él con una ligera risa.
El ambiente entre ellos era cálido, casi como si el tiempo se hubiera detenido, y no hubiera más preocupaciones que disfrutar el momento. Hablaron de cosas sencillas, de la escuela, de la música, de cómo a veces el ritmo de la vida los sorprendía sin que pudieran reaccionar. A medida que avanzaba el día, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo con colores cálidos, mientras ellos salían del restaurante.
Luka le ofreció llevarla a su casa, a lo que ____, agradecida, aceptó sin dudar.
Al acercarse a la bicicleta, Luka hizo una pausa. Se detuvo por un momento, dejando que el aire fresco le acariciara el rostro. Cuando la pianista lo miró, notó que su expresión era diferente, más suave.
—¿Qué pasa, Luka? —preguntó, extrañada por el repentino cambio en su actitud.
Él la miró con sinceridad, y después de un par de segundos de silencio, habló en un tono más bajo.
—Gracias, ____ —dijo con una mirada que reflejaba gratitud genuina.
Ella frunció el ceño, sin entender del todo.
—¿Por qué dices eso? —preguntó, sin poder ocultar la curiosidad.
Luka dejó escapar un suspiro, como si al fin hubiera encontrado la forma de expresar lo que llevaba en el corazón.
—Porque gracias a ti... pude ser más claro con mis sentimientos —dijo, con una leve sonrisa que mostraba algo de timidez—. Desde ayer, comencé a salir con Marinette. Me ayudaste a dar ese paso.
____ sintió un nudo en el estómago, pero lo que menos esperaba fue la reacción que tuvo. En lugar de sentirse triste o destrozada, como había temido que sucediera, una sonrisa sincera se formó en sus labios. Sentía una mezcla de emoción, pero también de calidez al verlo tan feliz. Aunque una pizca de tristeza seguía.
Sin pensarlo demasiado, se acercó a Luka y lo abrazó, sintiendo su abrazo un poco vacilante al principio, pero luego firme.
—¡Eso es genial, Luka! Me alegra tanto por ti. Te lo mereces —dijo, con el corazón más ligero de lo que había estado todo el día.
Luka, sorprendido al principio por el abrazo, sonrió genuinamente y correspondió el gesto. Para ____, era más que un simple "te quiero", o "te deseo lo mejor". Era el sentimiento sincero de ver al chico que amaba feliz, incluso si esa felicidad no era con ella. A veces, el amor verdadero no es poseer a la persona, sino desearle lo mejor, aún a distancia.
—Gracias, ____. De verdad —susurró el mayor, mientras ella se separaba del abrazo, pero aún con la sonrisa en el rostro.
____ miró al chico, sintiendo una calidez en su pecho. Sabía que en ese momento, aunque no fuera la protagonista de la historia de Luka, había hecho lo correcto. Y eso era lo que más importaba.
—Vamos, que ya es tarde y te debo un paseo de vuelta a casa —dijo Luka, dándole la mano para ayudarla a subirse a la bicicleta.
____ asintió y subió, aferrándose a él mientras se ponían en marcha de vuelta. Aunque no fuera el final que había imaginado, era un principio de algo mucho más importante: la amistad y el deseo sincero de ver a Luka feliz.
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