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El domingo amaneció con un cielo despejado, pero ____ apenas notaba el buen clima. Luego de regresar a casa tras la pijamada, había pasado la mañana pensando en lo que debía hacer con sus sentimientos. Finalmente, decidió encontrarse con Nathaniel en el parque para hablar, sabiendo que él siempre la escuchaba sin juzgar.

____ caminaba de un lado a otro cerca del banco donde Nathaniel estaba sentado, su rostro reflejaba una mezcla de frustración y tristeza.
El pelirrojo, con su usual calma, se limitaba a observarla mientras garabateaba algo en su cuaderno. Ya estaba acostumbrado a ver a la pianista perderse en sus pensamientos y analizar cada detalle de su vida como si fuera un rompecabezas complicado.

—Es injusto, Nathaniel. Si me alejo de Luka, sería como abandonarlo, pero si sigo cerca... —suspiró, deteniéndose frente a él y cruzando los brazos—, solo me terminará gustando más.

Nathaniel levantó la vista del cuaderno, inclinando la cabeza mientras la escuchaba. No era precisamente un experto en temas de amor, pero entendía la confusión de la oji-dorada. Sabía que tenía un corazón enorme y que siempre se preocupaba por los demás, a veces incluso más que por sí misma.

—Y luego está Zyan —continuó ella, retomando su caminata inquieta—. Sé que debería ser honesta con él, pero no quiero herirlo. A veces parece distante, pero es tan... atento conmigo. No quiero que piense que estoy jugando con sus sentimientos.

Nathaniel dejó su lápiz sobre el cuaderno y apoyó los codos en sus rodillas, mirándola con paciencia. Sabía que ____ aún no estaba segura de sus sentimientos por Zyan, y aunque le hubiera gustado empujarla un poco hacia esa dirección –porque veía cómo Zyan se esforzaba por ella–, sabía que no era su lugar presionarla.

____ se dejó caer en el banco junto a él, soltando un largo suspiro y apoyando la cabeza en sus manos. Permaneció en silencio por un momento antes de girarse hacia Nathaniel con una mirada decidida, aunque melancólica.

—He estado pensando, Nathaniel. Aunque me duela, creo que quiero ayudar a Luka a estar con Marinette.

El pelirrojo levantó una ceja, visiblemente sorprendido. No esperaba escuchar algo así, y su silencio invitó a ____ a continuar.

—Cuando Luka y yo hablamos a solas anoche —explicó la italiana, su voz bajando un poco—, me dijo que lo que más le importaba de la persona que ama es que sea feliz. Creo que tiene razón. Si realmente lo amo, no debería interponerme en su felicidad.

Nathaniel ladeó la cabeza, impresionado por la madurez de su amiga. ____ continuó, con una sonrisa triste en el rostro.

—Me gusta escuchar sus melodías, aunque no sean para mí. Y si puedo ayudarlo a que él y Marinette vivan su historia de amor, lo haré. No quiero ser un obstáculo para ellos.

Nathaniel suspiró profundamente, dejando caer la espalda contra el respaldo del banco. La miró con una mezcla de admiración y preocupación, y finalmente decidió hablar.

—Eres demasiado dulce, ____. A veces pienso que te preocupas más por los demás que por ti misma. Pero bueno... si esa es tu decisión, te apoyaré.

La pianista le devolvió la mirada con un agradecimiento silencioso. Aunque aún se sentía insegura, tener a Nathaniel de su lado le daba un poco de tranquilidad. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba decidida a hacer lo correcto, incluso si eso significaba ocultar sus propios sentimientos.

𓏲ּ ᥫ᭡ ₊ ⊹ ˑ ִ 𝄃𝄃𝄂𝄂𝄀𝄁𝄃𝄂𝄂𝄃

Después de su conversación con Nathaniel, ____ sintió que aún necesitaba despejar su mente. París era su refugio, con sus calles iluminadas por la cálida luz del atardecer y el suave murmullo de la gente paseando. Decidió caminar sin rumbo fijo, dejando que sus pasos la llevaran lejos del torbellino de pensamientos que no la dejaban en paz.

Mientras avanzaba por una calle empedrada cerca del Sena, un sonido familiar capturó su atención. La melodía de una guitarra, suave y emotiva, se deslizaba entre los edificios. ____ se detuvo un momento, reconociendo casi de inmediato el estilo único de Luka. Miró hacia adelante y lo vio, sentado en un banco bajo un farol, con su guitarra apoyada en las piernas y la mirada perdida en las cuerdas.

Él levantó la vista justo a tiempo para notar a la menor acercándose. Una sonrisa tranquila apareció en su rostro.

—____, qué sorpresa —dijo, dejando la guitarra a un lado para saludarla.

—Hola, Luka. No esperaba encontrarte aquí —respondió ella, intentando sonar despreocupada mientras su corazón latía un poco más rápido de lo habitual.

—A veces me gusta tocar por aquí después de un día largo. Ayuda a despejar la mente —dijo él, señalando el lugar vacío a su lado—. ¿Quieres sentarte?

Ella dudó un momento, pero finalmente aceptó. Se sentó junto a él, jugando con sus dedos mientras miraba el río fluir lentamente. Había algo en la calma de Luka que siempre lograba relajarla, incluso cuando su mente estaba enredada con sus propios sentimientos.

—¿Y tú? ¿Qué haces por aquí? —preguntó Luka, acomodándose la guitarra en el regazo nuevamente.

—Solo estaba paseando. Necesitaba pensar —dijo ella, evitando detalles. No estaba lista para admitir que esos pensamientos giraban principalmente en torno a él.

Luka asintió, como si entendiera sin necesidad de más explicaciones.

—¿Quieres escuchar algo? Acabo de improvisar una melodía, y me gustaría saber qué opinas.

—Claro, me encantaría —respondió la morena, sintiéndose aliviada por el cambio de tema.

Luka empezó a tocar una melodía suave, casi como un susurro. ____ se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas y dejando que la música llenara el silencio entre ellos. Las notas parecían bailar en el aire, resonando con una mezcla de melancolía y esperanza.

—Es hermosa —murmuró ____ cuando él terminó. Sus palabras eran sinceras, pero también cargadas de algo más que no se atrevía a expresar.

Luka sonrió y guardó silencio por un momento, como si estuviera reuniendo el valor para decir algo. Finalmente, habló.

—¿Sabes?, creo que las mejores canciones nacen cuando estás cerca de alguien que te inspira.

____ parpadeó, sorprendida por sus palabras. No estaba segura de cómo interpretarlas, pero sintió que su pecho se apretaba ligeramente y sus mejillas se coloraban.

—Supongo que sí... —dijo en voz baja, sin saber qué más añadir.

Luka la miró de reojo, notando su expresión.

—¿Estás bien, ____? Pareces... pensativa.

Ella se obligó a sonreír.

—Estoy bien. Solo es uno de esos días en los que piensas demasiado, ¿sabes?

—Sí, lo sé —dijo Luka, con una mirada comprensiva—. Pero a veces pensar demasiado no ayuda. Es mejor simplemente sentir.

Esa frase resonó en ella más de lo que esperaba. Mientras Luka volvía a tocar, esta vez algo más alegre, ____ se permitió cerrar los ojos por un momento y dejarse llevar por la música. No podía evitar sentir que, de alguna manera, Luka sabía más de lo que dejaba entrever, pero no estaba segura de si quería confirmarlo.

Cuando la melodía terminó, Luka guardó su guitarra y miró el reloj.

—Es tarde. ¿Te acompaño a casa?

—No te preocupes, puedo ir sola —dijo ____, aunque una parte de ella quería aceptar su oferta.

—Insisto. No me cuesta nada —respondió Luka, poniéndose de pie.

Ella asintió con una pequeña sonrisa, y ambos comenzaron a caminar juntos por las calles de París. A pesar de que no hablaron mucho durante el camino, ____ sintió que, por primera vez en mucho tiempo, el silencio entre ellos no estaba lleno de incertidumbre, sino de una extraña pero reconfortante calma.

Cuando llegaron a la puerta del edificio donde vivía la menor, Luka se detuvo, aún llevando su guitarra en la espalda. Había sido una caminata tranquila, y aunque ____ no había dicho mucho, Luka estaba acostumbrado a su manera de ser.

—Bueno, aquí estamos —dijo el guitarrista con su habitual tono sereno.

____ asintió, sintiéndose un poco torpe de repente.

—Gracias por acompañarme, Luka. No tenías que hacerlo, pero... lo aprecio.

—Siempre es un placer, ____ —respondió él con una sonrisa.

Antes de que la chica pudiera abrir la puerta, esta se abrió desde dentro, revelando a una mujer de cabello oscuro y expresión alegre: su madre.

—¡Oh, ____! Estaba a punto de pedir un taxi para buscarte —Luego su mirada se dirigió hacia Luka y su sonrisa se amplió—. ¿Y quién es este joven?

____ se quedó un momento en blanco, pero Luka, siempre educado, dio un paso adelante.

—Soy Luka Couffaine, un amigo de ____.

La madre de la pianista lo miró con curiosidad, notando la guitarra y su postura relajada.

—¿Un amigo músico? Qué interesante —Luego miró a su hija con una expresión divertida—. ¿Por qué no lo invitas a cenar?

—¡Mamá! —____ se sonrojó, claramente avergonzada.

–¿Qué? Es tarde, y debe tener hambre. Además, siempre es un gusto conocer a los amigos de mi hija —insistió la mujer, haciéndose a un lado para dejar espacio en la puerta.

Luka parecía sorprendido, pero no incómodo. Miró a ____, como esperando su aprobación.

—¿No sería mucha molestia? —preguntó él con amabilidad.

La madre de ____ agitó una mano, restándole importancia.

—¡Por supuesto que no! Estaba haciendo pasta, y siempre hago de más.

La pianista suspiró, sabiendo que no había manera de escapar de esto. Finalmente, asintió.

—Está bien, pasa, Luka.

Luka entró al pequeño pero acogedor apartamento, siguiendo a la menor hacia la sala. La madre de ____ desapareció hacia la cocina, dejando a los dos jóvenes solos por un momento.

—Tu mamá es muy amable —comentó Luka, mirando alrededor con interés.

—Sí, demasiado amable a veces... —murmuró ella, todavía algo avergonzada.

Sabía que su madre empezaba a cambiar para bien, haciendo un esfuerzo para ser una mejor y más atenta mamá.
Pero estaba siendo quizás un poco muy cariñosa para su gusto.

—Bueno, al menos podré probar su famosa pasta —dijo Luka con una sonrisa ligera, tratando de aliviar la incomodidad de la castaña.

Cuando la cena estuvo lista, la madre de ____ los llamó a la mesa. Luka se unió con la misma calma de siempre, respondiendo a las preguntas de la mujer sobre su música, su banda y su vida en el barco. ____, mientras tanto, intentaba mantener la conversación ligera, pero no podía evitar notar cómo su madre parecía demasiado encantada con Luka.

—Entonces, Luka, ¿tocas para muchas chicas además de ____? —preguntó la mujer, con una sonrisa juguetona que hizo que la menor casi se ahogara con su bebida.

—Mamá, por favor —protestó ____, mirando a su plato para evitar la mirada de Luka.

Luka, sin embargo, se tomó la pregunta con calma.

—Toco para quien quiera escuchar. Pero ____ tiene una forma especial de apreciar la música, así que siempre es un gusto tocar para ella.

Esa respuesta solo hizo que la morena se sonrojara más, mientras su madre soltaba una pequeña risa divertida.

—Vaya, qué encantador. Hija, deberías traer a Luka más seguido.

La oji-dorada solo murmuró algo incomprensible, mientras Luka la miraba de reojo, claramente disfrutando un poco de la situación.

Cuando la cena terminó, Luka ayudó a recoger la mesa a pesar de las protestas de la mayor, quien insistía en que él era un invitado.

—Dime, Luka, ¿siempre has sido músico? —preguntó la mujer mientras ambos recogían los platos.

Luka asintió con calma.

—Desde que tengo memoria. Crecí rodeado de música. Es algo que siempre ha sido parte de mi vida.

La mayor lo miró con admiración.

—Eso suena maravilloso. ____ también ha estado practicando mucho últimamente con el piano. Me dijo que sus amigos la ayudaban. ¿Tú eres uno de ellos?

Luka asintió de nuevo, lanzando una mirada rápida a la nombrada, quien parecía querer hundirse en su silla.

—Sí, he tenido la suerte de practicar con ella algunas veces. Es muy talentosa.

La madre de ____ sonrió ampliamente, como si acabara de confirmar algo que ya sabía.

—Qué bien. ¿Y por qué no la ayudas ahora? ____, podrías mostrarle a Luka cómo has progresado, ¿no crees?

—¿Ahora? —preguntó la menor, claramente nerviosa.

—Claro. Ya tienes tu instrumento preparado, ¿o no?

Luka, siempre dispuesto a apoyar a sus amigos, sonrió con tranquilidad.

—No me importaría. Si ____ está de acuerdo, claro.

La chica suspiró, resignada, y asintió con cierta torpeza.

—Está bien, pero no esperen nada impresionante.

Su madre asintió con satisfacción y terminó de recoger los platos, dejando que ambos jóvenes se levantaran de la mesa. ____ guió a Luka hasta su habitación, un espacio pequeño pero ordenado, con algunos posters de bandas y su teclado eléctrico colocado cerca de la ventana.

Luka había visto antes su dormitorio, en aquella noche en que Ladybug le prestó el miraculous de la serpiente y fue a visitarla como Viperion. Pero ahora, observando a más detalle, podía notar lo acogedor que era el lugar.

—Esto es más lindo de lo que imaginaba —comentó Luka en tono ligero, observando el lugar.

—No es gran cosa —dijo ____, un poco avergonzada mientras conectaba su teclado.

Luka se sentó en el borde de la cama, observándola con atención.

—Tienes un buen lugar para inspirarte. ¿Qué has estado practicando últimamente?

La italiana se encogió de hombros, tocando algunas teclas para asegurarse de que todo funcionara.

—Un poco de todo. Pero últimamente he estado intentando componer algo... aunque no sé si sea lo mío.

El oji-azul levantó una ceja, interesado.

—¿Quieres que le echemos un vistazo juntos?

Ella dudó, pero finalmente asintió. Comenzó a tocar una melodía suave, claramente inacabada, mientras Luka escuchaba con atención.

—Eso suena bien —dijo el mayor cuando ella se detuvo—. Pero creo que podrías añadir algo aquí, para darle más fuerza al cambio de tono.

Se levantó y, con cuidado de no invadir demasiado su espacio personal, se inclinó para mostrarle una progresión de acordes. ____ observó sus manos moverse con precisión por las teclas, sintiéndose extrañamente tranquila en su presencia.

—¿Así? —preguntó, imitando lo que Luka le había mostrado.

—Exactamente. Ahora intenta combinarlo con lo que tenías antes.

Pasaron unos minutos trabajando juntos, y ____ comenzó a relajarse, incluso divirtiéndose un poco. Luka era paciente, y su pasión por la música era contagiosa.

—Gracias por esto —murmuró ____ de repente, mirando de reojo al chico de cabello azul.

Luka la miró con una pequeña sonrisa.

—Siempre estoy aquí para ayudarte. Ya lo sabes.

____ sintió un leve calor en sus mejillas, pero lo ignoró, concentrándose en las teclas frente a ella. Había algo en la manera en que Luka estaba allí, tan presente y dispuesto, que hacía que sus pensamientos fueran un poco más claros, aunque su corazón estuviera más confuso que nunca.

El ambiente en la habitación se llenó de notas suaves mientras la pianista continuaba tocando, aunque su mente estaba dividida entre la música y la presencia de Luka. Él, sentado en la cama nuevamente, observaba con curiosidad el espacio a su alrededor, hasta que sus ojos se posaron en un par de tazas de café vacías en la mesita junto al teclado.

—¿Tomas mucho café aquí? —preguntó el mayor con tono casual, señalando las tazas con un leve gesto de su cabeza.

____ dejó de tocar por un momento, siguiéndole la mirada.

—No siempre. A veces..., depende —respondió, sin querer entrar en detalles.

Luka arqueó una ceja, sonriendo de lado.

—¿Supongo que Zyan es fan del café?

El comentario hizo que ____ girara hacia él, con las mejillas levemente sonrojadas.

—¿Qué tiene que ver Zyan?

Luka se encogió de hombros, manteniendo un tono neutral aunque claramente curioso.

—No sé, pensé que... bueno, ya sabes, si pasan tiempo juntos aquí, tendría sentido.

—¡No es lo que piensas! —exclamó ____ rápidamente—. Solo somos amigos... estamos viendo si... si acaso algo más podría surgir, pero no es nada serio.

Luka levantó ambas cejas, una sonrisa juguetona curvando sus labios mientras la observaba con una mirada traviesa. Su tono se volvió más pícaro y relajado, como si no pudiera resistirse a la oportunidad.

—¿Y lo invitas a tu habitación? —dijo con tono burlón—. Eso suena más como... "algo más que solo amigos", ¿no? ¿Segura que no están, ya sabes, viendo si funciona de una manera un poco más... privada?

____ lo miró con los ojos abiertos de par en par, completamente sorprendida por la insinuación. Instintivamente, se giró hacia su teclado, apretando las teclas al azar en un intento de desviar su atención. El sonido que produjo fue una mezcla caótica de notas disonantes, lo que hizo que su frustración se hiciera aún más evidente.

—Eres un idiota, Luka.

La frase fue directa, y el tono no dejaba lugar a dudas. Luka abrió la boca, sorprendido por su reacción. No había esperado incomodarla tanto. Creía que solo estaban jugando.

—Lo siento, no quería... no pretendía sonar grosero. Fue solo una broma —se apresuró a aclarar, levantando las manos como señal de paz.

Ella lo miró con desconfianza al principio, pero finalmente dejó escapar un suspiro.

—Está bien. Solo... no me gusta que la gente asuma cosas.

—Lo entiendo —dijo Luka con sinceridad. Luego, su mirada volvió a las tazas, como si intentara cerrar el tema sin más malentendidos—. ¿Entonces no son de Zyan?

—No. A veces Nathaniel viene a visitarme. Somos mejores amigos, y... bueno, hablamos mucho aquí.

Luka asintió lentamente, procesando la información, aunque no pudo evitar un leve sonrojo al recordar cómo había metido la pata.

—De nuevo, lo siento. No siempre soy bueno expresándome. Mucho menos haciendo bromas. Tiendo a ser más coherente con música que con palabras.

La mención de la música hizo que ____ recordara la declaración de amor de Luka a Marinette, esa que había presenciado y que aún resonaba en su mente. Su expresión se suavizó, pero sus ojos reflejaban un leve toque de melancolía.

—A veces, las palabras duelen más que cualquier otra cosa —murmuró ____, mirando las teclas del teclado como si buscara refugio en ellas.

Especialmente cuando no están dirigidas a ti, pensó.

El comentario cayó como una piedra en el silencio que siguió. Luka bajó la mirada, claramente incómodo, pero antes de que pudiera decir algo, ____ respiró hondo y decidió romper la tensión.

Se levantó de su asiento y, con una sonrisa que parecía más fuerte de lo que realmente era, se cruzó de brazos.

—Está bien, Luka. Ya sé que te gusta Marinette.

Luka se quedó completamente quieto por un momento, antes de sonrojarse visiblemente.

—¿Qué...? Yo...

—Oh, vamos, no tienes que negarlo —dijo ella con un tono casi juguetón—. Lo sé desde hace tiempo, y créeme, está bien.

Luka intentó hablar, pero ____ lo interrumpió con un gesto de la mano.

—De hecho, voy a ayudarte.

—¿Ayudarme? —repitió Luka, sorprendido.

La menor asintió con determinación.

—Sí, voy a darte consejos para conquistarla. Eres bueno con la música, pero a veces necesitas un poco de guía en... ya sabes, palabras y acciones.

Luka rió suavemente, aunque aún estaba algo avergonzado.

—No sé si debería aceptar o preocuparme.

—Solo confía en mí —respondió con una sonrisa genuina, ocultando cualquier rastro de sus propios sentimientos. Si ocultar lo que sentía ayudaba a Luka a ser feliz, entonces estaba dispuesta a hacerlo.

Y así, entre risas y un renovado ambiente de complicidad, ambos comenzaron a planear cómo Luka podría acercarse más a Marinette. Sin embargo, en el fondo, ___ no podía evitar preguntarse si sería capaz de mantener su propia felicidad a un lado en este proceso.

Luka permaneció en silencio, una sonrisa un poco nerviosa en su rostro. Había algo en la actitud de la italiana que lo hacía sentir culpable, aunque no sabía exactamente por qué.

-Bueno, Luka, si tanto te gusta Marinette, necesitas ser más directo -dijo ____, cruzándose de brazos. Su tono era ligero, pero había una pizca de incomodidad que no podía disimular del todo.

Luka levantó una ceja, claramente sorprendido.

-¿Consejos? ¿De ti?

La menor rodó los ojos, intentando mantener la broma ligera.

-Oye, puedo ser terrible en esto, pero algo sé. Marinette no va a esperar toda la vida, ¿sabes?

Luka soltó una risa baja, pero aún parecía reacio.

-No es tan sencillo. Marinette tiene su propio ritmo, y no quiero presionarla.

-Eso está bien, pero a veces necesitas dar un paso al frente para que la otra persona sepa que estás ahí -respondió, caminando de un lado a otro de la habitación mientras pensaba en las palabras correctas.

Había algo extrañamente liberador en ayudarlo. Aunque cada consejo que daba le dolía un poco, sentía que era lo correcto. Luka había estado ahí para ella tantas veces, siempre dispuesto a escuchar y apoyar, y esta vez era su turno de devolverle algo.

-Mira -continuó, deteniéndose frente a él-, Marinette es amable, pero también es despistada. Si no eres claro, puede que no lo note nunca.

Luka bajó la mirada.

-No quiero hacerla sentir incómoda.

____ suspiró, comprendiendo su dilema más de lo que le gustaría admitir.

-A veces, ser honesto es incómodo, pero también es necesario. Por lo menos sabrás dónde estás parado.

Hubo un breve silencio en el que Luka parecía estar procesando sus palabras. La italiana lo observó con una mezcla de ternura y dolor, deseando que sus propios sentimientos fueran tan fáciles de apartar como los consejos que daba.

-¿Y tú? -preguntó Luka de repente, mirándola a los ojos.

____ se tensó, claramente desconcertada.

-¿Qué hay de mí?

-¿Qué piensas de Zyan? -preguntó el guitarrista con cautela.

Ella abrió la boca para responder, pero las palabras se atascaron en su garganta. Finalmente, suspiró y se sentó al borde de la cama a su lado, mirando fijamente al suelo.

-No lo sé. Es alguien increíble, pero...

-Pero no estás segura de lo que sientes por él -completó Luka con una comprensión que solo lograba hacerla sentir más expuesta.

Ella asintió lentamente, mordiéndose el labio.

-No quiero herirlo ni usarlo para olvidar cosas que no puedo cambiar. Pero me gustaría intentarlo con él si surge la oportunidad.

Luka se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas mientras la miraba con seriedad.

-Eso habla bien de ti, ____. Ser honesta contigo misma es lo más importante.

Ella levantó la mirada, encontrándose con los ojos azules de Luka. Había algo en su tono, en su manera de hablar, que siempre la hacía sentir comprendida, aunque sus propios sentimientos estuvieran hechos un caos.

Después de unos segundos de silencio, Luka se enderezó y sonrió.

-Bueno, si voy a seguir tu consejo con Marinette, creo que deberías seguir el tuyo con Zyan.

La menor soltó una pequeña risa, más de nervios que de diversión.

-Quizás tengas razón.

-Lo digo en serio. Si hay algo que he aprendido tocando música, es que no puedes forzar algo que no fluye de manera natural.

La Bianchi asintió lentamente, procesando sus palabras. Quizá Luka tenía razón, pero aún no estaba segura de cómo enfrentarlo. Sin embargo, algo en su pecho se sentía un poco más ligero después de esa charla.

-Gracias, Luka -murmuró finalmente, dedicándole una sonrisa sincera.

Luka le devolvió la sonrisa, poniéndose de pie.

-Siempre. Ahora, ¿quieres que toquemos algo más, o prefieres seguir dándome consejos sobre cómo enamorar a Marinette?

Ella rió, esta vez de verdad.

-Vamos con la música. Creo que ambos somos mejores expresándonos así.

Luka asintió, mientras ____ retomaba su lugar frente a las teclas. Por un momento, el dolor y las dudas quedaron en un segundo plano, reemplazados por la conexión sincera que ambos compartían a través de la música.

Cuando el reloj marcó las nueve, Luka se despidió con una sonrisa amable de ____ y su madre, agradeciendo por la cena y prometiendo volver a visitarlas algún día. ____ lo acompañó hasta la puerta, despidiéndose con un leve movimiento de mano antes de cerrarla con un suspiro profundo. Apenas tuvo tiempo de girarse cuando escuchó la voz traviesa de su madre.

-¿Es él el chico del que me hablaste la otra vez? -preguntó, apoyándose con descaro en el marco de la puerta.

El rostro de ____ se encendió de inmediato, sus ojos se abrieron con sorpresa y negó rápidamente, sintiéndose acorralada.

-¡Claro que no! ¡No es lo que piensas, mamá! -replicó, tratando de mantener la compostura, aunque su tono traicionaba lo avergonzada que estaba.

La mujer, divertida por la reacción de su hija, dejó escapar una carcajada mientras caminaba hacia la sala.

-Pues me pareció un chico encantador -añadió con una sonrisa pícaramente maternal-. Y, si te soy sincera, creo que es incluso más lindo que Nathaniel.

-¡Mamá! -protestó ____, cubriéndose el rostro con las manos, sintiendo que el calor en sus mejillas se intensificaba.

Su madre se encogió de hombros, aparentando inocencia.

-¿Qué? Solo digo que no estaría mal que salieras con alguien como Luka. Es más mayor, parece maduro... te caería bien alguien que pudiera regañarte cuando haces tonterías.

El comentario hizo que ____ dejara escapar un resoplido incrédulo. Se dejó caer en el sofá, abrazando un cojín mientras miraba a su madre con un gesto a medio camino entre la indignación y la diversión.

-No puedo creer que estés diciendo esto -murmuró, apretando el cojín contra su pecho como si fuera un escudo.

Hubo un breve silencio entre ambas, uno que la mayor aprovechó para sentarse junto a su hija. Su expresión cambió de divertida a algo más suave, más maternal.

-¿Sabes? Me alegra pasar más tiempo contigo. Sé que antes no fui la mejor madre, pero quiero que sepas que estoy tratando de cambiar.

____ giró la cabeza para mirarla, sorprendida por el tono serio de sus palabras.

-Mamá... -murmuró, conmovida.

-Comenzar de nuevo aquí en París no es solo para ti -continuó, sonriendo con ternura-. Es también para mí. Quiero ser una madre mejor para ti, ____. Y si eso significa invitar a tus amigos a cenar y escucharte hablar de tus sentimientos, pues lo haré.

La oji-dorada sintió cómo sus ojos se suavizaban, pero logró sonreír mientras abrazaba a su madre con fuerza.

-Gracias, mamá -susurró.

Esta le dio un beso en la frente y acarició su cabello.

Ese momento íntimo entre madre e hija quedó grabado en el corazón de ____, quien se prometió a sí misma valorar cada pequeño esfuerzo que su madre hacía para fortalecer su relación.

𓏲ּ ᥫ᭡ ₊ ⊹ ˑ ִ 𝄃𝄃𝄂𝄂𝄀𝄁𝄃𝄂𝄂𝄃

____ despertó aquella mañana de lunes con una sensación inquietante y un sueño extraño grabado en su mente.
En él, estaba sentada frente a un viejo piano, con teclas amarillentas y cuarteadas, que parecía no querer responder a sus dedos. A su alrededor, se encontraban Luka, Marinette y Zyan, cada uno observándola con expectativas que pesaban como un yugo invisible.

Marinette, con su rostro tranquilo pero lleno de significado, le pedía que no tocara la melodía que ella misma no se atrevía a interpretar, pese a que ni siquiera era de su propiedad.

Zyan, en cambio, le suplicaba ser la melodía, ser aquello que debía tocar y hacer suyo, como si su felicidad dependiera únicamente de si ____ tocaba una melodía para él aunque se sintiera falsa.

Luka, con su serenidad habitual, no le pedía nada más que tocar lo que sentía en su corazón. Su voz era un refugio, pero su simpleza contrastaba con la presión que los otros ejercían sobre ella.

Animada por las palabras de Luka, ____ se atrevió a tocar. Sin embargo, el sonido que emergió del piano fue torpe, desafinado, y las teclas parecían resistirse a cada movimiento. Solo Luka aplaudía con una sonrisa, mientras los demás la miraban con desaprobación. La decepción en sus rostros le rompió el alma, porque comprendió que al intentar complacer a Luka, había fallado en ser lo que los otros esperaban. Y lo peor, no podía complacerse a sí misma sin lograr hacer infelices a los demás.

Despertó con un sobresalto, pero no con el habitual malestar de los sueños perturbadores. Había una calma extraña en su pecho. La luz del sol que entraba por su ventana no le molestaba como otras veces; más bien, parecía reconfortante. Decidió no pensar demasiado en el significado del sueño y comenzó su rutina.

Después de una ducha rápida, aún envuelta en toallas, revisó su teléfono mientras secaba su cabello. Entre las notificaciones había un mensaje de Zyan:

"¿Vienes a ensayar a mi casa? Mis padres no estarán, así que tendremos todo el espacio para nosotros."

____ mordió su labio inferior, pensando en el sueño. Aunque le preocupaba lo que significaba, decidió que no podía dejarse llevar por sus inseguridades. Aceptó la invitación y decidió que sería el momento adecuado para hablar con Zyan. No quería que él malinterpretara sus intenciones, ni que se sintiera usado. Si iban a seguir saliendo, debía ser honesta con él acerca de sus propios sentimientos y su confusión.

Guardó su teclado en su funda, ajustó la correa al hombro y salió de su habitación. Mientras caminaba hacia la puerta principal y salió rumbo a la escuela.

Para su sorpresa, Marinette estaba esperando afuera de su casa.
Ni siquiera se preguntó cómo ella sabía su dirección.

-¿Marinette? -preguntó, extrañada-. ¿Qué haces aquí?

Marinette, siempre con su sonrisa dulce pero un tanto nerviosa, se encogió de hombros.

-Pensé que sería bueno ir juntas hoy. Estaba de paso por aquí -respondió con naturalidad.

____ frunció el ceño ligeramente. Sabía que Marinette no era de levantarse temprano, y mucho menos de caminar tanto antes de clases, pero decidió no cuestionarlo.

-Bueno, me parece bien -dijo finalmente, sonriendo mientras ajustaba la correa de su teclado-. Vamos.

Caminaron juntas por las tranquilas calles de París, sumidas en una charla casual que, aunque ligera, tenía un aire de calma que ____ no esperaba. Marinette no mencionó nada sobre Luka o Zyan, y ____ tampoco quiso sacar el tema. Había algo reconfortante en el silencio ocasional que compartían, como si ambas entendieran que no era necesario llenar el espacio con palabras.

Mientras se acercaban a la escuela, ____ no pudo evitar preguntarse por qué la azabache había aparecido tan temprano y si realmente había sido casualidad. Sin embargo, decidió no darle demasiada importancia porque Marinette se ponía más nerviosa con ese tipo de preguntas por algún motivo, como si fuera un gran secreto.
Por ahora, tenía otras cosas en mente, y una de ellas era la conversación que tendría más tarde con Zyan.

El sonido repentino de una hilera cediendo rompió la calma del trayecto a la escuela. ____ apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir el peso de su teclado deslizándose en sus manos. Con un movimiento rápido, logró sostenerlo antes de que se cayera por completo, pero el estuche colapsó entre sus brazos.

-¡Cuidado! -exclamó Marinette, girándose al instante para ayudarla.

Ambas inspeccionaron el estuche, que mostraba una costura rota y varios signos de desgaste. Marinette miró a ____.

-Ese estuche ya dio todo de sí, ¿no crees? -comentó, tomando un lado del teclado para ayudar a cargarlo.

La italiana suspiró, algo frustrada, mientras ambas se dirigían rápidamente a los casilleros de la escuela.

-Sí, sabía que no iba a durar mucho más, pero pensé que al menos aguantaría un poco más de tiempo.

Marinette sonrió de manera tranquilizadora mientras colocaban el teclado con cuidado en el casillero de ____.

-No te preocupes, por ahora está a salvo. Tal vez puedas repararlo o conseguir uno nuevo.

-Eso espero... -murmuró la morena, observando el trozo de tela rota que antes protegía su instrumento. Marinette comenzó a revisar el estuche con curiosidad, pasando sus dedos por las costuras desgastadas y los bordes deshilachados.

Luego, juntas volvieron al aula. La charla ligera durante el trayecto ayudó a ____ a relajarse un poco, aunque todavía sentía una pequeña punzada de frustración por el incidente.

Una vez en su lugar, la apellidada Bianchi dejó escapar un suspiro mientras sacaba sus cosas. Nathaniel, sentado a su lado, levantó la vista de su cuaderno y arqueó una ceja al notar su expresión.

-¿Todo bien? -preguntó con voz suave.

____ asintió antes de inclinarse hacia él y susurrar:

-Solo un pequeño problema con el teclado... y bueno, también he estado pensando en otras cosas.

Nathaniel la observó con atención, pero no dijo nada, permitiéndole continuar. ____, sintiéndose más cómoda, le contó en voz baja cómo había empezado a ayudar a Luka con Marinette y su decisión de hablar con Zyan sobre sus sentimientos.

Nathaniel sonrió de manera tranquilizadora.

-Eso suena como un buen plan. Se nota que estás más decidida que hace unos días. Creo que estás manejando todo de una forma admirable, ____.

Las palabras de su amigo la llenaron de calidez. Durante un instante, el ruido de la clase y las preocupaciones parecieron disiparse. ____ se permitió sonreír mientras reflexionaba.

Desde que se había mudado a París, su vida parecía una montaña rusa de emociones, con experiencias tanto positivas como negativas. Sin embargo, ahora veía esos momentos como pasos necesarios para crecer. Sentía que, poco a poco, se iba conociendo mejor a sí misma aunque aún no entendía bien lo que realmente quería.

Mientras la profesora comenzaba la clase, ____ se prometió que, pase lo que pase, seguiría avanzando.

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El sonido de los zapatos de ____ resonaba sobre el pavimento mientras caminaba hacia la dirección que Zyan le había mandado. A medida que se acercaba, sus ojos se agrandaron al encontrarse con una casa que parecía sacada de una revista de diseño. No era una mansión, pero sí una residencia impresionante, de dos pisos, con una fachada elegante y un amplio jardín delantero cuidadosamente arreglado.

-Wow... -murmuró para sí misma antes de tocar el timbre.

Zyan abrió la puerta casi de inmediato, llevándose un dedo a los labios en un gesto de silencio.

-Habla bajito -susurró, mientras la invitaba a pasar-. Mi hermano prometió no decirle nada a mis papás, pero solo si no hacemos ruido.

____ alzó una ceja, entrando con cuidado y mirando alrededor.

-¿Tienes un hermano?

Zyan pareció incómodo por la pregunta, rascándose la nuca.

-Tres hermanos mayores, en realidad.

-¡Tres! -exclamó ella, sorprendida pero bajando la voz enseguida al recordar el aviso de Zyan-. Yo siempre quise un hermano mayor...

El violinista soltó una risa suave, rodando los ojos.

-Créeme, no te pierdes de nada. Son una molestia la mayor parte del tiempo.

____ sonrió ante su comentario, pero su atención fue capturada por el hombre que los saludaba al pasar por la entrada. Vestido impecablemente con un traje negro, parecía un mayordomo.

-Buenas tardes, señorito Zyan. Señorita -dijo con un tono educado y formal, inclinando ligeramente la cabeza.

____ asintió tímidamente, mientras su mirada se perdía en el interior de la casa. Las paredes estaban decoradas con obras de arte, el suelo brillaba como si acabaran de pulirlo, y la iluminación daba al espacio un aire cálido y acogedor.

-¿Vives aquí? -preguntó, incrédula.

Zyan dejó escapar una pequeña risa mientras tomaba suavemente su mano, guiándola por el pasillo.

-Sí, aunque no es tan impresionante como parece.

Ella arqueó una ceja, claramente en desacuerdo, pero decidió no insistir. Mientras caminaban, la italiana aprovechó para contarle lo que había pasado con su teclado esa mañana y se disculpó por no haberlo llevado.

Zyan negó con la cabeza, deteniéndose frente a una puerta doble.

-No te preocupes, de hecho... te tengo una sorpresa.

____ parpadeó, intrigada, mientras Zyan empujaba las puertas, revelando un salón amplio y vacío. En un rincón del lugar, bajo un ventanal que dejaba entrar la luz natural, se encontraba un piano de cola negro, brillante y majestuoso.

-¿Qué te parece? -preguntó Zyan, observando su reacción con una sonrisa.

____ se quedó sin palabras por un momento, acercándose lentamente al instrumento como si fuera un tesoro delicado.

-Oh, Zyan... -murmuró, emocionada-. Es hermoso.

Zyan sonrió aún más.

-Es tuyo.

La morena giró la cabeza hacia él, parpadeando incrédula.

-¿Qué?

Zyan se encogió de hombros con naturalidad, como si estuviera ofreciendo algo tan simple como un vaso de agua.

-Fue un regalo de cumpleaños hace años, pero nunca aprendí a tocarlo. Nadie en mi familia sabe qué hacer con él, así que pensé que a ti te encantaría.

____ abrió la boca para responder, pero no logró articular palabra. Estaba halagada y abrumada al mismo tiempo.

-Zyan, no puedo aceptarlo. Apenas estoy aprendiendo y, además... no tengo dónde ponerlo en casa. Aún hay cajas sin desempacar en el cuarto donde podría guardarlo.

Zyan rió suavemente, cruzándose de brazos.

-Bueno, entonces puedes venir a mi casa a tocarlo cuando quieras. No hay prisa por moverlo.

Ella lo miró, conmovida por su gesto. Finalmente, se sentó frente al piano, acariciando las teclas con cuidado antes de presionar el pedal y empezar a tocar. Las notas de la Moonlight Sonata llenaron la habitación, aunque el ritmo era lento y algo torpe. ____ seguía practicando, pero cada nota resonaba con pasión y dedicación.

Zyan, en lugar de centrarse en la música, fijó su mirada en el rostro de ____. Su expresión de felicidad y concentración era cautivadora, y una sonrisa suave apareció en sus labios.

-Tocas como si cada nota significara algo importante para ti -comentó.

-Bueno... es porque así es.

Zyan no respondió, pero su sonrisa se mantuvo mientras sus ojos brillaban con un aprecio que la pianista no alcanzaba a notar.

El silencio que siguió a las últimas notas de la Sonata fue denso, cargado de emociones que ____ no sabía cómo expresar. Miró el piano, luego a Zyan, y finalmente respiró hondo. Había llegado el momento de ser honesta.

-Zyan... -comenzó, con la voz temblorosa.

El violinista, al notar su tono, ladeó la cabeza con curiosidad.

-¿Qué pasa?

____ apretó las manos sobre su regazo, sus dedos jugueteando con la tela de su falda.

-Quiero agradecerte por esto... el piano, el tiempo que me dedicas, todo. Pero siento que no lo merezco.

Zyan frunció ligeramente el ceño, pero no interrumpió.

-Lo que intento decir es que... aunque hemos estado saliendo, no creo que sea justo para ti -____ bajó la mirada, incapaz de enfrentarse a sus ojos-. Estoy enamorada de alguien más.

Un silencio tenso llenó la sala. La menor se atrevió a levantar la vista y se encontró con los ojos de Zyan, que la miraban con calma.

-¿Es Luka? -preguntó finalmente, su tono sereno pero firme.

La italiana sintió que la sangre se le iba al rostro, y su sonrojo la delató antes de que pudiera articular una respuesta.

-Sí... -admitió, avergonzada-. Pero no quiero que pienses que te estoy usando. Realmente quería intentarlo contigo, pero ahora entiendo que no sería justo si lo hago solo para explorar mis propios sentimientos.

Zyan no respondió de inmediato. En lugar de eso, se sentó a su lado en el taburete del piano, tan cerca que ____ podía sentir el calor de su presencia.

-Te agradezco que seas honesta conmigo -dijo finalmente-. La verdad es que ya lo sospechaba. Pero necesitaba escucharlo de ti.

____ lo miró, sorprendida.

-¿En serio lo sospechabas?

Zyan asintió con una pequeña sonrisa, pero antes de que ella pudiera decir algo más, añadió:
-Mira, ____. Me gusta pasar tiempo contigo. Me gusta cómo tocas el piano, aunque te pongas nerviosa y te equivoques. Me gusta cómo piensas demasiado en todo, incluso en cosas que no importan tanto. Y me gustas tú. -Su sonrisa se ensanchó un poco, algo más cálida-. Y sí, sé que Luka es un tipo difícil de competir, pero eso no significa que no lo intente.

____ se quedó boquiabierta, completamente roja por el comentario.

-Zyan...

-Es cierto -interrumpió él, con un destello travieso en los ojos-. Además, no puedo dejar que un guitarrista me gane, ¿verdad? Los violinistas somos más elegantes.

El comentario arrancó una risa nerviosa de ____, quien se llevó una mano al rostro, intentando ocultar su creciente rubor.
Se sentía sorprendida y abrumada al ver a aquel serio violinista bromear y comportarse de esa manera.

-¿Cómo puedes bromear con esto?

-Porque si no lo hiciera, sería mucho más difícil.

La sinceridad en sus palabras la desarmó. Zyan se inclinó un poco hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas mientras miraba el piano frente a ellos.

-Entiendo que necesites tiempo para aclarar tus sentimientos, y estoy dispuesto a esperar. Pero quiero que sepas que voy en serio. Y que si hay una oportunidad, incluso pequeña, de que elijas quedarte conmigo, la tomaré.

____ no supo qué decir. Las palabras de Zyan, su madurez y su forma de aceptar la verdad, la conmovieron profundamente.

-Gracias... -murmuró finalmente-. Por entenderlo.

Zyan se encogió de hombros, volviendo a su expresión seria habitual.

-No tienes que agradecerme nada. Solo asegúrate de no arrepentirte de tus decisiones.

La italiana asintió, sintiendo que una pequeña parte del peso que llevaba en el pecho se aligeraba.

Ambos se quedaron en silencio por un momento más, hasta que Zyan, rompiendo la tensión, se levantó y extendió una mano hacia ella.

-¿Te apetece tocar algo juntos?

____ tomó su mano, sonriendo tímidamente.

-Claro.

Mientras buscaban el violín del mayor, ____ reflexionó sobre lo mucho que había cambiado desde que llegó a París. Entre las amistades, los sentimientos complicados y los momentos como este, se dio cuenta de que, aunque no siempre tomaba las decisiones correctas, cada paso que daba la ayudaba a entenderse mejor a sí misma.

Y mientras comenzaban a tocar juntos, con sus risas llenando la sala cada vez que cometían errores, ____ no pudo evitar pensar que, a pesar de todo, estaba en el lugar donde debía estar.

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