
» 𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄
Unos toques en la puerta hicieron que la princesa se sentará en la cama rápidamente por reflejo, la mayoría de la noche había estado alerta y no había descansado muy bien por lo que naturalmente se sentía más moribunda que viva.
— ¿Quién? — cuestionó con una voz notablemente agotada y algo ronca.
— Thetis, mi lady. — respondió la rubia tras la puerta de forma juguetona. — Vine a arreglar su cabello, me lo pidió ayer, ¿lo recuerda? — la maga abrió la puerta y entró a la habitación como si nada, encontrándose con la pelirroja estirándose sobre su cama. — Vaya, su cabello es un desastre.
— Gracias por tu sinceridad. — Odette la miró y la contraria soltó una risita.
— Vamos, vamos, tu cabello no se arregla solo. — Bromeó Thetis y la cabellos rojos soltó una pequeña risa.
Se levantó de la cama y caminó hacia el tocador, que estaba como nuevo pues la noche anterior Thetis lo devolvió a su forma original, y se miró por el espejo, sintiendo una pequeña incomodidad al verse, sentía que algo no estaba bien.
— Muy bien, tendré que hacer varios bastantes arreglos, ni siquiera tenias fleco y ahora si. — la maga bufó y le dió media vuelta a la princesa para que no se viera mientras realizaba el nuevo corte de cabello.
A medida que la joven hechicera cortaba y arreglaba el cabello de su amiga, pudo observar y notar como la princesa se notaba, de alguna forma, desgastada, la veía demasiado agotada e incluso comenzó a ver su rostro enrojecer un poco, lo que la preocupaba pues rara vez Odette se enfermaba.
— Listo, quedaste preciosa y con mejor cabello. — Thetis hizo que la de ojos turquesa se mirara al espejo y cuando se observó quedó impresionada.
Su cabello era completamente distinto a como estaba antes, tenía flequillo más largo, parecido al de su madre y su cabellera era un poco más corta, llegaba a la mitad de su espalda y sus puntas se delineaban hacia arriba, teniendo un parecido con el cabello oscuro de Melascula.
— Thetis, me veo genial. — la chica se acercó un poco al espejo para ver nuevamente su reflejo. — Muchas gracias, Thetis, te quedó increíble.
La rubia sonrió fanfarrona. — Por supuesto que me quedó genial, tu eres mi gran creación. — presumió, aunque debía admitir que para ser la primera vez cortando cabello le había quedado bastante bien. — Muy bien, vamos con los reyes, les voy a presumir mi bella creación. — exclamó con una sonrisa malevola.
Ambas salieron de la habitación de la princesa, y comenzaron a caminar a la habitación de los padres de la chica de ojos turquesa. La maga hablaba sin parar de como había molestado a Lancelot la tarde anterior respecto al prisionero muerto y su asesino, también como había velado por las almas de los fallecidos pero había algo mal, ella también lo había notado, Odette parecía muy distante.
— ¡Majestades! — ambas entraron a la sala del trono, donde Meliodas y Elizabeth hablaban tranquilamente entre ellos. — Qué sorpresa verlos tan tranquilos, pero eso no es de mi incumbencia. — la reina sonrió algo apenada mientras el rey hacia un mohín con sus labios. — Vengo para presentarles mi nueva creación. — sonrió de forma malevola nuevamente. — Con ustedes, la princesa-- — Thetis sintió un peso en su espalda y como este casi la hacía tropezar, se dió media vuelta para reclamar pero vió a Odette cayendo inconsciente por lo que la atrapó en sus brazos.
— ¡Odette! — Elizabeth se levantó de su trono y corrió a su hija, siendo seguida por su marido.
— ¿Qué le ocurre? — cuestionó el rubio, poniéndose junto a su hija.
— No lo se, parecía que no había dormido bien, pero solo eso. — respondió la hechicera preocupada, mirando el rostro enrojecido de su amiga.
— Tiene fiebre. — rápidamente Meliodas la cargó en brazos para recostarla en un sofá cercano a los tronos. Elizabeth pudo ver de reojo una marca extraña. — No... No es solo eso.
Ambos rubios miraron confundidos a la reina quien movió un poco el cuello de la pijama de su hija y pudieron ver una marca extendiendose por su clavícula.
— ¡¡Mamá, papá!! — Tristan entró a la sala rápidamente luego de ser notificado del desmayo de su hermana. Se acercó a la pelirroja y tomó su mano mientras escuchaba la respiración agitada de Odette. — ¿Qué le pasa a mi hermana? — miró a su padre en busca de respuestas. — ¡¿Qué le pasa a Odette?!
— Tiene una maldición. — habló Elizabeth, mirando la marca en la clavícula de su hija que comenzaba a extenderse por su cuello y frunció el ceño suavemente. — Hagan espacio, lo necesito. — demandó la de ojos azules.
Su hijo la miró antes de devolver su mirada a Odette, después miró a su madre nuevamente. — Por favor déjame tomar su mano. — pidió el joven.
Elizabeth suavizó su mirada antes de asentir. — Tranquilizar.
✩
— ¿Qué haces acá? — un hombre de cabello rojo se cruzó de piernas con sus manos en sus caderas mientras miraba a la joven frente a él. — ¿Qué es esa marca?
— ¿Qué marca? — la chica ladeó la cabeza confundida, el hombre la tomó del brazo y la llevó a un lago en el que observó su reflejo, había una marca oscura en su clavícula y cuello. — ¡Ay, ¿qué es esa marca?!
— ¡No lo se, dime tú!
— ¡¿Cómo quieres que yo sepa?!
— ¡Tú tienes la marca, no yo!
— Ugh, de verdad que son padre e hija, son igual de infantiles. — una mujer de cabellos blanquecinos y cortos sobre los hombros se quejó, poniendo sus manos en sus caderas mientras los miraba con reproche.
— ¡Hela! — se quejó el hombre. La menor se sorprendió y miró al hombre frente a ella con atención antes de mirar a la mujer.
— ¿Mamá? — la de ojos turquesa sonrió suavemente. — Papá... — el de ojos ámbar sonrió también antes de recibir a su hija en sus brazos.
— Hola, Oddy, estas enorme. — saludó el hombre, acariciando el cabello de su única hija con dulzura.
La diosa sonrió dulcemente, observando al amor de su vida con el fruto de su amor, su querida hija Odette.
— ¿Mamá? — la pelirroja miró a la mujer de quien había heredado sus bellos ojos turquesa. — ¡Mamita!
— Mi niña linda... — ambas se abrazaron, era la primera vez que Odette y Hela se encontraban después de tantos sueños en los que apenas cruzaban palabra. Pero el momento no duró mucho, pues la mujer sujetó a su hija por los hombros. — Por más que adore vente por fin, no puedes estar aquí, menos con eso. — señaló la marca. — Esa es una marca de maldición, Elizabeth debe de estar haciéndose cargo de ella, pero le daré una mano.
— Espera, no. — la chica negó preocupada. — Hay... Hay muchas de las que quiero hablarles. — exclamó nerviosa.
— Oh, cariño. Nosotros vemos todo. — ella besó su frente.
— Si, incluso a ese niño, Lancelot. — Gloxinia frunció los labios. — Mi bebita tiene novio... — se lamentó el hombre.
Su mujer rodó los ojos. — Puedes encontrarnos en el lago del bosque sagrado, todas las hadas pueden controlar algún elemento y tú, mi cielo, controlas el agua. Encuentranos mediante el camino del agua, dama del lago. — la pareja sonrió antes de abrazar a su hija, después la llevaron al lago y lentamente la fueron recostando en el agua. — Tranquilizar.
✩
Tristan y Elizabeth observaron como aquella marca de maldición en el cuerpo de la menor desaparecía lentamente antes de que ella comenzara a abrir los ojos.
— Mamá... — la reina tomó la mano de su hija. — Conocí a mi mamá Hela...
Meliodas abrió la puerta de la sala de operaciones con una sonrisa. — Siento haberlos hecho esperar! Tenía que hacer algunos nombramientos, pero ya me ocupé de eso.
— Oh, ya están aquí. Apúrense, tomen asiento a mi lado. — les dijo Lancelot con calma mientras la pelirroja se asomaba para mirarlos.
— ¡Chicos, que bueno que llegan! — los saludó alegremente.
— ¡Hola a todos! ¿Durmieron bien anoche? — le siguió Tristan, levantándose de su lugar mientras Isolde saludaba a Anghalhad alegremente.
— Qué diablos... Están todos en pijama, ¡qué vergüenza! — se quejó Jade, apoyando sus brazos en la mesa.
Después, Chion ladeó su cabeza, hablando sarcásticamente. — Oh, que alegría, los caballeros sacros más débiles han llegado, yaaay.
— ¡¡Hey, chicos, ¿ya desayunaron?!! — Percival se acercó a la mesa de forma emocionada mientras Anne saludaba silenciosamente y los otros dos miraban al resto del grupo.
— ¿Eso es lo primero que dices? — susurró Lancelot, escuchando rugir el estómago del más pequeño.
— ¡Bien! Ahora estamos todos aquí. — mencionó el rey.
— Pero no veo a Gawain por ningún lado... — comentó Percival, mirando alrededor.
— ¡¡Ya estoy aquí!! — la niña estaba sentada en el regazo de la de cabello rosado. — ¡¡Y fui la primera en llegar!! — después, comenzó a acurrucarse entre los pechos de la más alta. — Disculpe, señorita, ¿qué tal si continuamos nuestra charla sobre el amor del día de ayer?
La más alta miró al príncipe. — ¿Esta niña realmente es un jinete de la profecía? — cuestionó confusa.
— Oh, querida mía... ¿No me digas que te has olvidado de mi? — siguió la peli-azul.
— Señorita Gawain, no creo que sea el mejor momento... — le dijo Odette algo nerviosa y después vieron a la más pequeña desaparecer por debajo de la mesa antes de verla sentada en el regazo de la pelirroja con su cara en su pecho.
— Tampoco me olvidé de usted, su majestad. — expresó coqueta, tal y como con Isolde.
— ¿Por qué no te vas a casa, niña? Shu-shu. — la corrió Chion y después vieron como el cabello de su nuca se incendiaba.
Aunque por fortuna, llegó Thetis y apagó el fuego con un hechizo. — Aún es muy temprano en la mañana, dejen de gritar, malditos niños.
— Esta de aquí es Thetis, ella es la maga personal de Elizabeth y la mejor que hay en Liones. — presentó Meliodas sonriente.
La rubia suspiró agotada. — Entonces, mi lord. Empecemos ya.
— ¡Si, señora! — el rey se acercó a la mesa y apoyó sus manos en ella. — En primer lugar, ¡¡gracias por venir, jinetes de la profecía que están destinados a destruir el mundo!! Jinete de la hambruna, Gawain. Jinete de la guerra, Lancelot. Jinete de la plaga, Tristan. Jinete de la muerte, Percival. Y nuestra adición más reciente, jinete de la desilusión, Odette.
— Estoy en contra. — expresó Gawain, de vuelta en las piernas de Isolde.
— ¡Y-yo también! — exclamó Percival con preocupación. — ¡¡No queremos hacer nada como destruir el mundo!!
Meliodas sonrió satisfecho. — No, van a destruirlo. Es decir, el mundo de Camelot creado por Arturo. — aclaró el mayor.
— ¡Oye! ¡Tienes razón! — exclamó con sorpresa el de ojos violetas.
— Pensé que ese era el caso desde un inicio. — alardeó la sobrina del rey de Camelot.
— ¡¡No es justo!! — Percival la señaló molesto.
— En otras palabras, ¿Percival y los otros son los caballeros qué salvará a Britania? — cuestionó Nasiens curiosamente.
— ¿Entonces por qué me llaman caballero de la muerte? — preguntó Percy.
— Así es como te ve el bando enemigo, después de todo, ustedes son los que traerán la esperanza a Britania. — respondió el rey.
El pequeño hizo un mohín. — Ojalá me lo hubieran dicho desde el principio, Lancelot, Oddy... — se lamentó el de cabellos verdes.
— Espera, ¿no lo hicimos? — cuestionó burlon el príncipe de Benwick.
— ¡¡No lo hicieron en absoluto!!
Odette soltó una pequeña risa.
— Pero no veo ninguna razón para luchar contra Camelot... — señaló Anghalhad pensativa. — Fue un reino que cayó hace 16 años, ¿no es así?
— Te lo responderé desde aquí. Tienes razón, el antiguo Camelot no existe en ninguna parte de este mundo. — comenzó a explicar Thetis. — Sin embargo, el rey Arturo utilizó el poder del Caos para crear un nuevo Camelot en otra dimensión. Como el reino de las hadas y el reino de los Demonios. — señaló la hechicera. — Debido a lo difícil que es infiltrarse, aun no hemos captado la imagen completa de ese mundo. ¿Por qué estamos luchando con ellos, se preguntaran? El hecho es que ni siquiera nosotros lo sabemos, porque son ellos los que van a comenzar la guerra.
«Aunque esta es solo mi especulación como mago, pero quizá es porque... Hay un precio que pagar para construir y mantener Camelot.»
Odette frunció el ceño ante sus palabras mientras Percival miraba confundido a Thetis. — ¿Construir? ¿Mantener? ¿Un precio?
— Exacto. Y es mejor que lo miren por su cuenta. — la maga levantó su báculo antes de golpearlo contra el piso, una luz los rodeo a todos y pronto ya no se encontraban en la sala de operaciones, sino en medio de la nada, aún un Liones.
— ¡¡Muy alto!! — se quejó Donny, abrazando a Nasiens.
El de Benwick pasó su brazo alrededor de la cintura de la princesa para mantenerla a su lado mientras ella ponía sus manos en su pecho y espalda.
— ¡¡Miren hacia adelante, no hacía abajo!!
El pelotón de Percival observó el lugar con gran sorpresa, Isolde miraba al frente con tristeza mientras Tristan a su lado se rehusaba a mirar. Jade y Chion observaban la escena con impotencia; Lancelot se encontraba en las mismas, solo que no lo expresaba tanto mientras que Odette, a su lado se negaba a mirar al igual que su hermano, ya habían sido expectantes de los mismo antes.
Había enormes vacíos en la tierra y montañas de Britania, metros y metros de tierra desaparecidos.
— Esta es la realidad de Camelot, ¡¡la razón por la que peleamos contra Arturo Pendragon!!
𝐌𝐎𝐊𝐔𝐒𝐇𝐈𝐑𝐎𝐊𝐔 𝐍𝐎 𝐘𝐎𝐍𝐊𝐈𝐒𝐇𝐈
𝑤𝑎𝑦 𝑡𝑜 𝑡ℎ𝑒 𝑛𝑒𝑤 𝑘𝑖𝑛𝑔𝑑𝑜𝑚
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