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» 𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐇𝐈𝐑𝐓𝐄𝐄𝐍

Odette sintió un pequeño escalofrío recorrer su cuerpo al reconocer una presencia tan escalofriante cerca del mercado.

— ¿Lo sentiste? — Lancelot preguntó, mirándola asentir.

— La entrada este. — La pelirroja miró a un costado.

— Tranquila, van a estar bien. — tomó su mano y dejo un suave beso en el dorso de la misma. — Andando.

Ambos dieron un salto y bajaron del balcón, Sin miró a la princesa antes de que ambos apresuraran el paso para buscar a Percival y su grupo.

Dieron un par de vueltas antes de encontrarse con caballeros de Liones qué interrumpieron su caminata.

— ¡Princesa Odette! — la llamó uno de ellos y ambos, el zorro y la princesa, miraron a los caballeros.

— ¿Qué sucede? — cuestionó algo ansiosa, estaba desesperada por encontrar a sus amigos.

— Recibimos una orden, debemos escoltarla hacia el castillo.

— ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! — cuestionó alterada, sintiendo sus nervios comenzar a consumirla.

— Su majestad el antiguo rey Bartra desea hablar con usted. — explicó el caballero, también estaba apresurado.

— Pero-- ah, ¿no puede esperar? — ella los miró algo estresada, en su tono de voz se podía escuchar la desesperación qué comenzaba a sentir.

— Me temo que no, nos dijeron que era urgente.

— Pero--

— Ve. — Sin le dijo tranquilamente. Odette lo miró confundida. — Yo me encargo.

— Pero, Sin...

— Ve.

Ella desvió su mirada al suelo antes de apretar los puños y asentir lentamente.

— Vamos al castillo. — la pelirroja ordenó a los guardias, quienes sintieron rápidamente. La joven le dió una última mirada a su novio en forma de zorro antes de partir junto a la caballería.

El camino fue algo apresurado y ansioso para la princesa de Liones, quería asegurarse de que sus amigos estarían bien, pero su abuelo deseaba verla con urgencia y si eso pasaba, no era algo muy bueno.

Al llegar al castillo, la princesa fue recibida por los guardias quienes la escoltaron a la habitación de Bartra, ahí se encontraban sus padres, un viejo amigo del antiguo rey y por supuesto, su abuelo Bartra.

Odette ingresó a la habitación y los guardias se retiraron.

— ¿Quería verme, abuelo? — preguntó suavemente, aunque se encontraba frunciendo un poco el ceño al igual que apretaba suavemente la falda de su vestido.

— Odette. — la reina Elizabeth se acercó a su hija con prisa y la estrechó con fuerza, sorprendiendo un poco a la menor cuando esta sintió el cuerpo de su madre temblando.

— Ya estas aquí, cariño. — Meliodas sonrió al verla, aunque tras aquella sonrisa se podían sentir los nervios de su padre, lo que le causaba más extrañeza.

— ¿Qué está pasando? — cuestionó la pelirroja, algo asustada por el comportamiento de sus padres.

Elizabeth se separó de su hija y acarició su rostro antes de caminar junto a ella a la cama de su viejo padre.

— Abuelo...

— Oddy, mi querida nieta... — el hombre levantó un poco su mano y la menor la sujetó con suavidad, notando como su madre dejaba de estar a su lado para acercarse a Meliodas. — Ha surgido algo, algo respecto a la profecía. — le contó, alertando a la joven.

— ¿Ocurrirá algo malo? — cuestionó preocupada antes de mirar a los actuales reyes de Liones, que los escuchaban, pero no miraban.

— No como tal, aunque realmente no sabemos como tomarlo. — le explicó Meliodas, mirando a su hija y frunciendo un poco el ceño.

La de ojos turquesa lo miró confundida y estaba a punto de hablar cuando fue interrumpida.

— Cuando el reino sea bendecido con la luna, un estruendo y la pálida bruma de la llovizna, — Odette miró a Bartra. — Se alzará un nuevo jinete con magia sagrada y divinidad en sus ojos... Ese jinete, querida, eres tú.

Mientras que artra explicaba qué había comenzado a tener destellos de esa profecía desde hacía un mes o dos, los ojos de la muchacha se abrieron de golpe y sintió un gran peso caer sobre sus hombros y fue en ese momento que enfrentó su verdadera realidad.

Liones estaba en guerra con el rey que alguna vez fue aliado de su reino, estaba destinada a acabar con esa fantasía junto a otros cuatro y a guiar a Britania a un nuevo amanecer. El viaje jamás fue una aventura como tal, simplemente fue el inicio de un trayecto que probablemente traería la muerte de muchas personas, un camino lleno de traición y tragedias qué apenas estaba comenzando y ella...

Ella sería parte de ello.

Puso su mano en su pecho y sintió su pulso acelerado, después, el viento abrió una de las ventanas, provocando un pequeño escándalo que le hizo darse cuenta de que sudaba frío y estaba temblando.

— ¿Yo...? ¿Por qué yo? — susurró desesperanzada, su mirada enfocandose en aquel hombre tan sabio y viejo a la vez que fue parte de su niñez.

— Así lo dicta la profecía... Y eso no es todo. — el antiguo rey miró a su nieta antes de mirar a su hija, la actual reina, y suspiró un poco agotado. Odette tomo el vaso con agua a su lado y le ayudó a tomar un poco. — Gracias, hija. — el corazón de la muchacha se apretujó al ver el estado cansado de su abuelo.

❝ Cuando la espada divina se eleve, los perdidos se encuentren a sí mismos y la vida se tope de frente con la muerte, una estaca se llevará la ilusión de ganar la guerra para atormenta los corazones del reino.

Odette repasó aquella profecía una y otra, y otra, y otra vez pero, dentro de ella, no lograba comprenderla con claridad y eso la asustaba.

Casi deja caer el vaso al escuchar a su madre sollozar, Elizabeth les dió la espalda para que no la vieran llorar y Meliodas no pudo evitar apretar los puños, unas cuantas lágrimas buscando derramar se de sus ojos, pero él las contuvo.

La joven dejó el vaso en la mesita de noche que estaba al lado de la cama de Bartra y cubrió sus labios con horror, sus ojos cristalizandose. — ¿Voy a morir? — cuestionó con una voz aterrada y temblorosa.

Al no obtener respuesta sintió su corazón detenerse por unos segundos.

— Nada es seguro, hija. — el actual rey se acercó a la princesa y puso su mano en su espalda para reconfortarla. — La profecía no dice que morirás, así que no pienses en eso... Quizá, quizá haya alguna manera de cambiarlo, pero ten por seguro que tu vivirás muchos años. — la menor abrazó a su padre, llorando silenciosa pero desconsoladamente en el hombro del hombre que la crió. — Me aseguraré de eso yo mismo si es necesario.

Odette trotó apresurada hacia el balcón del castillo, mirando con preocupación las fuertes llamas que parecían no propagarse pero si aumentar su intensidad.

— ¡Es un ataque! — señaló un caballero a su lado.

— ¡Es la entrada este!

— ¡Majestad! — Odette miró al rey quien caminó hasta llegar a su lado.

— Papá, por favor--

Meliodas la interrumpió. — Por favor ten cuidado, hija. — le pidió el hombre con un tono serio pero suplicante.

La princesa miró a su padre y sonrió un poco antes de asentir, después subió a la barda del balcón antes de lanzarse y extender sus alas de diosa para comenzar el vuelo hacia la entrada este del reino.

Ella por supuesto que sabía de quien se trataba, ya se lo habían encontrado un par de veces, por lo que no tenía la menor duda de que Pellegarde se había infiltrado a Liones de alguna forma para buscar a Percival.

Ella aumentó la velocidad y pudo ver como una joven envuelta en magia dorada se quejaba con el caballero del caos debido a que este interrumpió un momento de romance, era alta, bonita, de cabello azul corto y de complexión bastante musculosa.

— Considera esto como una venganza justa por arruinar mi momento de amor.

— ¡Oye! ¿De pura casualidad tú eres Gawain? — Percival se acercó a la joven con emoción.

— ¿Cómo sabes mi nombre, enano? — la chica lo miró de forma despectiva.

— ¡Ah! ¿En serio tú eres Gawain? — Oddy puso sus manos en sus mejillas mientras sonreía sorprendida.

— ¡Oddy, Oddy! ¡Mira, mira, su magia es dorada! — el niño de cabello verde señaló emocionado, haciendo sonreír a la joven de cabellos rojos.

— ¡Lo veo! Y es muy bonita. — halagó mirando a la muchacha. Después, sintió una presencia cercana y sonrió. — Hermano.

— ¿Estuviste llorando, Oddy? — el de cabello blanco acarició las rojas mejillas de su hermana antes de mirar a la joven frente a ellos. — Magia dorada... Disculpe, usted es la señorita Gawain, ¿no? — preguntó respetuosamente mientras miraba a la de cabello azul oscuro poner sus manos en su cadera.

— Si soy. ¿Cómo le va, príncipe Tristan? Jamás me dijo que tuviera una hermana tan hermosa. — la joven le guiñó el ojo a la contraria, quien sonrió algo tímida.

— ¿Qué pensaba, señorita? ¡Le pedí por favor que se quedara en el castillo! ¿Por qué? — se quejó el de ojos bicolor, agitando sus manos como si hiciera un berrinche.

— Para su mala suerte, no me gusta que me digan que tengo que hacer. — respondió Gawain, dándole la espalda a Tristan qué suspiró rendido.

— Bueno, pero ya la encontraste. — lo relajó Percival.

— Ya sé...

— Qué bobos. — le de ojos turquesa soltó una risita.

Después, ambos hermanos miraron al caballero del Caos seriamente.

— Y entonces, ¿ese quien es? — cuestionó el hermano de Odette, frunciendo un poco el ceño.

— Ese, hermanito, es un caballero al servicio del rey Arturo. — la hermana de Tristan respondió, sorprendiendo al mismo. — Es un caballero del Caos.

— Entonces no aprendiste la lección. — el heredero de Liones bajó la cabeza. — Regresaste a este reino, ¡maldito caballero del caos! — el muchacho activó sus dos tipos de magia, la divina y demoníaca.

— Magia de la raza demoníaca y la raza de las Diosas...

— Oye, idiota, si quieres correr, ahora es cuando. — Gawain y Oddy miraron al techo de una de las casas, sobre este se encontraba un zorro de rojo y blanco pelaje sentado. — Estas en desventaja.

— Es el maldito zorro rojo del otro día. — Pellegarde se molestó.

El animalito salto hacia donde estaban los hermanos y antes de tocar el suelo volvió a su forma original.

— Miren que ser tan particular. — Gawain observó con una sonrisa algo divertida.

—Tu... A ti también te vi en el bosque, estabas junto a ella. — la princesa sonrió mientras juntaba sus manos tras su espalda. — ¿Eres humano? ¿O qué clase de espíritu? ¿Qué es esto?

El corazón de Odette dió un vuelco al ver en donde estaba metida, por fin la profecía se había cumplido, los cuatro jinetes del apocalipsis se habían reunido y ella se uniría a ellos, ya no era parte un pelotón, ahora era un jinete también.

— Un niño misterioso de apariencia indefinida, otro con cabellos color verde como las alas de un ave, aquel con luz y oscuridad en su interior, y por último una figura envuelta en magia dorada, y resulta ser una niña. — Pellegarde apretó las agarraderas de su escudo con emoción. — Y también, aquel pequeño rumor que corría hace muy poco, el ser sagrado con magia divina en sus ojos, y por lo visto, también es una niña.

Tristan, Percival y Lancelot observaron a la pelirroja confusos mientras ella observaba al caballero con sorpresa.

— Esa profecía es muy reciente, surgió hace unas semanas, ¿cómo es que lo sabe...? — se cuestionó la chica, frunciendo el ceño.

— Entonces es cierto. — el caballero del Caos soltó una gran carcajada. — ¡Los Cinco Jinetes del Apocalipsis! Que deleite tan fascinante tengo frente a mi, jamás imaginé que tendría el honor de conocer el día de hoy a los Cinco Jinetes del Apocalipsis.

— ¿Los cinco? — murmuró Gawain, mirando a los tres muchachos y a la señorita a su lado. — ¿Estos niños y esa bella señorita son jinetes de la profecía como yo?

— ¡Ahora si vas a ver, cabrón! — exclamó Anghalhad con molestia.

— ¡¿Qué esperan?! ¡Patéenle las nalgas de una vez! — le siguió Donny, apoyándolos.

— Vamos a ver, ¿qué hay que hacer ahora? — cuestionó el caballero Negro con diversión.

— Oye, abuelo. — Lancelot lo llamó do forma serena. — ¿Quieres salvar tu vida o no? Si quieres correr, ahora es cuando. — Odette lo miró descolocada, sonriendo con sorpresa y confusión mientras sus ojos abrían un poco de más.

— ¿Eeh?

— ¡Absolutamente no! — Tristan lo señaló con molestia. — ¡¿Cómo se te ocurre dejar escapar a nuestro enemigo?! ¡Debemos capturarlo y luego llevarlo a prisión! — le reclamó.

El rubio ladeó se cabeza hacia un costado, cerrando sus ojos. — Lo que pase me da igual. — la pelirroja comenzó a sacudir lo del brazo, diciéndole que no podía simplemente restarle importancia. — Emana un aura peligrosa, pero no tiene intención de matar. — comentó con seriedad, analizando la presencia de Pellegarde.

Odette lo miró con sorpresa antes de mirar al caballero del caos también.

— ¡No seas bruto y hazle caso a Oddy! — gritó Tristan nuevamente, aturdiendo a la pareja. — ¡Eso no cambia el hecho de que sea nuestro enemigo!

— ¡Ay, hermano, ya no grites tanto! — lo regañó su hermana menor.

El mayor se giró un poco indignado para mirar a la más alta del grupo. — ¡Señorita Gawain, dígale! — el rubio y la pelirroja miraron a la mencionada. — ¿No cree que es indignante? ¡Va a dejar escapar al enemigo! Oiga, dígale algo.

La joven de cabellos azules se cruzó de brazos, sonriendo con suficiencia mientras miraba al caballero al servicio de su tío. — A mi eso me da igual.

— ¿Qué?

— Te salió el tiro por la culata. — se burló la de ojos turquesa.

— Considero que es más grave haberse referido a mi como una simple niña. —, expresó Gawain. — Esa ofensa no merece nada menos que la muerte.

— ¿Qué? — Pellegarde se impresionó por la propuesta.

— Oiga, no es necesaria la violencia. — se alarmó el príncipe de Liones.

— Creo que es problemática. — murmuró el de ojos carmesí antes de dirigir su atención a Percival, quien caminaba hacia el hombre frente a ellos. — ¿Qué haces?

— Percival. — Odette lo llamó, confundida.

— Ahora que tienes aliados confiables a tu lado, ¿de pronto regresó tu espíritu de pelea? — cuestionó el caballero, mirando al de ojos violetas.

— No te equivoques, yo no quiero pelear contra ti. — el niño guardó su espada. — Es porque no soy capaz de odiarte, Pellegarde, pero no puedo decir lo mismo de mi papá y el rey. — explicó el menor.

Odette frunció un poco el ceño, preocupada por su pequeño amigo.

— ¿Qué? ¿Por qué le dice todo eso a nuestro enemigo? — el de ojos bicolor cuestionó, posicionandose junto a la pelirroja.

— Tal vez te burles de mi por decir todo eso cuando no se nada de ti, Pellegarde, pero por alguna razón, se que no eres una mala persona. — le dijo el menor con sinceridad.

— Dijiste que estaba del lado de los malos, no te contradigas.

Percy hizo un pequeño puchero. — Pues si, eso es verdad, pero... ¿Estoy mal? Dime que estoy equivocado.

— ¿Quieres que rompa los lazos con mi señor para convertirme en un aliado tuyo? — acarició el casco del menor. — ¿Eso es lo que estás sugiriendo?

El chaparrín, con inocencia y emoción, asintió un par de veces alegremente. — Si, ¡si, justo eso! ¿Lo harás? ¿Ah?

Pellegarde tomó a Percival con uno de sus brazos para llevarlo con el. — ¡Cállense! La vida real no funciona así!

— ¡Suelta a Percival, bastardo! — Tristan se dispuso a ir tras el pequeño.

— ¡Espera, hermano! — Oddy lo siguió para detenerlo.

Pero los hermanos Liones no se esperaba que el caballero les lanzará su escudo para que el albino no se acercara. — ¡Cállate! — ambos se detuvieron. — Véngache. — el hombre ordenó a su arma mágica.

Después, su escudo llegó a él y dió un salto subiéndose en el mismo antes de acercarse con mucha velocidad a la princesa para cargarla sobre su hombro y llevarla junto a Percival.

— ¡Odette!

— ¡Oye, suéltame!

— Creo que les voy a dar el gusto y me retiraré esta vez. — el hombre rió con fuerzaientras ambos jinetes capturados trataban de soltarse.

— No dejaré que escape. — Tristan hizo aparecer sus alas y comenzó el vuelo antes de ser atrapados en un cubo perfecto invocado por Pellegarde, evitando que los alcanzarán.

— ¡¿Por qué me engañaste así, Pellegarde?! — se quejó Percival, agitandose.

— Ya callate, gritón, no te engañe. — se defendió el mayor fastidiado.

— ¡Me hiciste creer que estabas de acuerdo conmigo, pero no era cierto!

— Ay, ya entendí. — se quejó el caballero. — Callate, no era cierto. Ahora se que si eres ingenuo. Pero de verdad eso también es lo que me gusta de ti, muchacho.

Percival hizo un puchero. — Eso no importa. Ya suéltame, idiota, ¡quiero ir con mis amigos!

— No, oye, no te muevas, ¡no se muevan! ¡Quédense quietos! ¡No!

— ¡¿Y a mi por qué me llevas?! — exclamó la princesa con algo de molestia, pataleando.

— Usted está destinada a ser la futura reina de mi señor, debo llevarla conmigo. — informó seriamente.

Los dos menores se congelaron.

— ¿Reina? ¡¿Cómo que reina?! — exclamaron ambos y el corazón de Odette se aceleró.

¿Es que acaso este sería el día en que ya no vería más a su familia? ¿A sus amigos? Se sintió asustada.

— Quisiera advertirle, esté atenta cuando emprenda viaje. — le susurró el hombre y ella lo miró con sorpresa.

— ¡¡Alto!!

— ¡¡Tristan!! — Odette exclamó, estirando su brazo hacia su hermano.

— ¡Ay, no creí que podrías seguir el ritmo de mi escudo volador! — exclamó Pellegarde, volviendo a su actitud burlona. Al ver que el muchacho se sorprendía, miró al frente y un destello se hizo presente, era magia que iba directo a ellos. — ¡Una espada!

Bajo esa espada de pronto apareció Gawain, envuelta en magia dorada. — Te lo dije hace un momento, solo te espera la muerte.

— ¡Pero también vas a matar a Percival y a la princesa!

— ¡A mi el enano me da igual! — exclamó de forma cínica, su mirada vacía observándolos con furia.

Pellegarde empujó las piernas de la princesa para que cayera hacia atrás de él y al suelo para evitar que fuera atacada, después soltó a Percival, quien fue atrapado por Odette antes de usar su magia para hacer que ambos volaran.

— ¡Aquí mueres! — exclamó la jinete.

— ¡¡Detente!!

𝐌𝐎𝐊𝐔𝐒𝐇𝐈𝐑𝐎𝐊𝐔 𝐍𝐎 𝐘𝐎𝐍𝐊𝐈𝐒𝐇𝐈
𝐹𝑎𝑟 𝐹𝑟𝑜𝑚 𝐻𝑜𝑚𝑒

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