
» 𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐄𝐋𝐄𝐕𝐄𝐍
— ¡Atentos! ¡Tienen que separarse! — ordenó Sin a sus compañeros al ver a los talismanes aproximarse hacia su grupo, los muchachos hicieron como pidió el canino, sin embargo se llevaron una gran sorpresa cuando los caballeros de Arturo acorralaron a Mel y Sin.
— Ustedes son los líderes, ¿verdad, zorro? — cuestionó Fiddich mientras que ambos animales compartían una breve mirada ante lo dicho.
— ¿De que hablan? — murmuró Percival con sorpresa, se había quedado estático luego de ver a sus amigos animales ser emboscados por aquellos caballeros del caos.
— En combate de grupos, la estrategia básica es eliminar al líder. — comenzó a hablar el talismán mientras miraba a los animalitos. — Aun si uno de ellos pudiese ser uno de los cuatro estos niños por sí mismos no habrían sobrevivido tanto si no tuvieran la ayuda de alguien. — terminó el hombre de forma calmada, aún suponiendo.
— Y por alguien, ¿a quien te refieres? — cuestionó el zorro con pereza y seriedad.
Por el ravillo del ojo, Mel pudo observar a Percival correr hacia donde ellos se encontraban y se alertó por ello.
— ¡No te acerques! — advirtió con fuerza, paralizando al menor justo antes de que Fiddich utilizara un orbe mágico para convocar un cubo perfecto.
El niño volvió a acercarse, esta vez con más fuerza y se propuso a romper aquel cubo mágico, sin embargo el cubo provocó un rebote qué lo lanzó varios metros lejos de sus amigos, su espada enterrándose en la tierra justo arriba de su cabeza.
— Perci--
— A ver, progenies. — Fiddich llamó su atención de nuevo, e interponiendose en la vista de la chanchita. — Cuando notaste que estaba atrás del niño y a punto de matarlo, lo hiciste tropezar y así esquivó la muerte. — se dirigío más a Sin en este caso.
— Interfirieron en mi pelea. — le siguió Elgin, parecía furioso. — Predijeron el poder de mi magia y evitaron que las armas de esos cabrones se debilitaran más.
Burgie los apuntó con su báculo. — Reconozco que me aterra que sepan tantos detalles de nosotros. — admitió con molestia mientras, fuera del cubo, el grupo de Percival buscaba formas de romperlo. — Ese maldito cerdo estuvo ayudándola, le metió ideas en la cabeza y todo se fue a la mierda. — refutó refiriéndose a Anghalhad y como la venció gracias a Mel.
— El niño con cabello largo despertó su magia cuando habló el zorro. Peligroso. — declaró Doronach, mirando al peludo sin expresión clara en su rostro.
— Si. Mis instintos me dicen que ustedes son las presencias más peligrosas que detectamos aquí. — concluyó Fiddich, aún manteniendo una actitud tranquila que le causaba irritación a la cerdita. — No son caballeros sagrados cualquiera. Trabajan directamente para el rey de Liones, ¿no es así? — sospechó el caballero.
— Si supiera. — pensó la rosada.
— Ni una palabra, chica. — advirtió el zorro mientras seguían sin mencionar o reaccionar a algo de lo que decían.
— Les propongo un trato. — volvió a hablar el talismán, era fastidioso solo escucharlo a él, sin embargo realmente parecía ser el más competente de los cuatro ahí. — Si nos revelan información valiosa y certera para nosotros, les daremos una muerte pacífica. Pero si se niegan a hacerlo, les juro que van a sufrir un infierno mientras esperan la muerte. — amenazó con firmeza. — Decidan.
— ¿Los dejarán ir? — habló Mel, mirando a Fiddich seriamente.
— Especifíquen.
— ¿Si les pidiera que dejen ir a salvo a los niños a cambio de revelar toda la información? — intercedió Sin, tomando lugar junto a Mel.
— Eso es inaceptable. — negó de inmediato. — Nuestra misión es eliminar al jinete de la profecía junto con sus acompañantes. Todos suponen una amenaza para el rey Arturo.
— ¡Sin, Mel! ¡No se preocupen! ¡Los sacaremos de ahí! — era Percival, quien golpeaba el cubo de forma insistente con el mango de dragón de su espada. — ¡Me lo prometieron! ¡Vamos a ir todos juntos a Liones! — les recordó entre lágrimas qué amenazaba con salir de sus ojos.
— Percival. — Sin lo llamó con calma. — Teníamos la intención de viajar y compartir con ustedes más tiempo, pero creo que llegamos hasta aquí. — sus palabras y el silencio de Mel los alertaron a todos.
No podía ser, ¿de verdad iban a perderlos? No se lo podían permitir, ninguno de ellos, ni siquiera Sylvan.
— Entonces, ¿qué deciden? — Fiddich los interrogó. — ¿Desean una muerte pacífica? ¿O la muerte en sufrimiento?
— Sueñas muy alto, cabrón. — escupió Mel disgustada.
— ¿Seguimos? ¿O van a seguir presumiendo, hijos de perra? — Sin les dirigío una mirada molesta.
Elgin soltó una risa, inclinandose hacia los animales para verlos con burla. — A final de cuentas, siguen siendo solo animales. Tengo una idea, que sean testigos de la muerte de estos malditos animales a manos nuestras. — propusó divertido.
El líder de los talismanes procedió a sacar su arma. — Entonces, que sufran ellos.
— ¡¡No!! — gritó Percival desconsoladamente.
Después, el arma de Fiddich los aplastó.
O eso parecía.
— Desapareció. — Murmuró asombrado.
— ¿Cómo? — Doronach y Burgie se miraron antes de dirigir su vista a Elgin, quien había sido apuntado con cuatro flechas, dos en su abdomen bajo, una en su garganta y otra en la cabeza.
— ¡Elgin! — el mencionado, ya muerto, cayó al suelo dejando ver a Sin y Mel tras de él, en posición de ataque. — Creo que ya está muerto. — supuso Doronach.
— ¿De donde vinieron?
— Si crees que puedes arrebatar vidas, entonces estás dispuesto a entregar la tuya. — habló el zorro con enojo, mirándolos de forma amenazante.
— Hijo de perra. ¿Fuiste tu? — lo cuestionó el líder, con sorpresa. — ¿Cómo?
— Báculo de cuatro elementos, te ordenó crear ¡hoz de viento! — la mujer lanzó un hechizo que parecía no afectarles en absoluto.
Después se vió un destello y la mujer cayó muerta al piso, no parecía haber mucha sangre, pero había un agujero en su pecho que parecía una quemadura atravesando su corazón, lo que la mató al instante.
Doronach soltó un fuerte grito antes de formular. — ¡Mataré! ¡Mataré! — y aunque Fiddich trató de detenerlo fue inevitable que el rubio atacara. — ¡¡Impacto!!
Una fuerte ventisca se hizo presente para luego dar lugar a una estrepitosa nube de humo que compartía la mayoría del cubo perfecto, haciendo imposible ver desde afuera lo que ocurría, o casi imposible.
Unos ojos rojizos y unos turquesa se hicieron presentes entre la nube de tierra y una mano atacó a Doronach, con solo dos impactos el hombre estaba casi moribundo, aunque el rubio no fui quien terminó con su vida, sino su compañero Talismán con su espada, cortándolo en dos.
— Quien no valora la vida de los suyos, no merece la propia.
— Díganme quienes son. — ordenó Fiddich con un tono ambulante, mirando a los dos adolescentes dentro del cubo perfecto. — ¿Cuál es su nombre? — insistió.
— Dios mio. — Donny suspiró con sorpresa.
— No puede ser. — Percival los observó impactado. — ¿Qué es lo que estoy viendo?
Entre el viento provocado por el ataque de Doronach bailaban unas cuantas plumas en compañía de las cenizas de tierra.
— Me llamó Lancelot. — dijo el rubio, sonriendo divertido mientras, sobre el, unas alas emplumadas se extendían alrededor de un cuerpo delgado.
— Y mi nombre, es Odette Liones.
— ¿Lancelot? — murmuró Donny con sorpresa.
— ¿No te llamas Sin entonces? — cuestionó Percy, igual de impactado.
— Entonces, eres humano... — Anne se aferraba al cuello de la capa de Percival.
Nasiens solo parpadeó un par de veces, no hablaba de la impresión.
— Lancelot... Jamás había escuchado ese nombre. — Fiddich hablo con algo de sorpresa en su tono de voz. — En cambio, usted, majestad, se escucha mucho sobre usted por el rey de Camelot.
Odette miró al hombre con algo de sorpresa, aunque su mirada no demostraba una emoción en particular, estaba sorprendida. ¿Por qué el rey de Camelot hablaría de ella? Jamás lo había visto y jamás se habían encontrado, ni esperaba que lo hicieran.
— Por las habilidades que posees, — se dirigió a Lance. — deberían correr rumores sobre ti en todos los reinos.
El muchacho ladeó la cabeza, con una mirada y sonrisa serena en su rostro. — Es muy fácil de entender. Solo aquellos que salen con vida pueden esparcir los rumores. — comenzó diciendo. — Pero nadie que haya peleado contra mi salió. Igual que tú. — asumió con arrogancia, manteniéndose sereno.
El talismán se burló. — ¿No se te ocurrió otra cosa? — expresó divertido, aunque sus pensamientos eran otro tema. — ¿Cómo? No está inventando nada. Con su magia de transformación, pueden adoptar forma de animal a voluntad, y eso dificulta acertar un ataque. — la pelirroja ladeó la cabeza, cruzandose de brazos mientras suspiraba silenciosamente, bajando a un lado de Lancelot y haciendo desaparecer sus alas de diosa. — Ninguno de los dos parece tener un arma principal, sin embargo, fueron su arco y la magia de la princesa los que acertaron en los puntos vitales de Elgin y Burgie. O tal vez su puño, con él mató fácilmente a Doronach. No tengo opción. Tengo que matarlo sin permitir que me toque y llevarme a la princesa.
Odette volvió a frunció el ceño. — ¿Es el día de llevarse princesas o algo por el estilo? — preguntó fastidiada.
Lancelot, a su lado, sonrió un poco. — ¿Ya estás listo?
— ¿Perdón? — el talismán los observó sin comprender.
— En tu cabeza ya tienes planeado como matarme y como llevarte a la princesa. — mencionó el rubio, algo divertido mientras cerraba los ojos.
Fiddich rápidamente se movió y quedó a espaldas del príncipe de Benwick y de la princesa de Liones, quien se dió la vuelta para observarlo con una sonrisa inocente mientras unía sus manos tras su espalda.
— Premura. — exclamó el caballero. — Con el poder de esta magia me gané el sobrenombre de trueno. — a una velocidad impresionante comenzó a dar vueltas alrededor de los jóvenes, quienes se mantenían tranquilos. La chica silvó asombrada al casi no poder verlo. — Cuando le doy un gran impulso de velocidad a mi cuerpo en casos así, soy capaz de eliminar cualquier objetivo sin fallar. Y eso me da el poder necesario para rebanarlo en dos.
Se abalanzó contra ambos, Lancelot dió un salto hacia atrás mientras que la pelirroja saltaba hacia arriba, una vez en el aire, sus alas volvieron a ser visibles a pesar de que ella se mantenía en la misma posición con sus manos tras su espalda.
— Qué divertido. — la chica rió suavemente.
— Quédate allá princesa, yo me encargo. — el rubio le guiñó un ojo y la joven se cruzó de brazos y piernas, fingiendo estar sentada mientras volaba sobre la escena.
— ¿Por qué? ¿Por qué no puedo golpearlo? — se preguntaba Fiddich, alterado. — Su velocidad de reacción es feroz. — pensó.
Y entre todo su pánico, el joven de Benwick aprovechó para encestarle una patada en el muslo, seguida de otra a su pierna qué lo hizo caer.
— ¡También quiero! — la de ojos turquesa se acercó con velocidad y dió una vuelta en el aire antes de encestarle una patada en el rostro que lo mando a volar hasta una de las paredes del cubo perfecto.
— Oye, buena patada. — halagó el de ojos rojos con una pequeña sonrisa.
— ¿Verdad que si? — ella pasó sus manos tras su espalda nuevamente, tomando lugar a su lado como inicialmente.
— ¿Vi-vi-viste? — Donny los señaló mientras miraba al niño de God's Finger, quien asintió igual de sorprendido.
— ¡Ajá, ajá, ajá!
El talismán comenzó a levantarse tembloroso y corto de aliento, no entendía lo que había pasado, ni como ellos parecían estar tan tranquilos.
— Respóndeme algo. — Lancelot se dirigío al caballero del caos. — ¿Hay una persona en tu equipo que utiliza un casco con un visor en forma de estrella? Dilo ya. — demandó, analizando sus pensamientos mientras Oddy miraba hacia otro lado.
La traición y desaparición de la maestra de Lancelot era un tema delicado.
— Está limpio. — murmuró la princesa.
— No sé de qué hablas. — exclamó el hombro con sorpresa.
— Ni me lo expliques. Sabes sobre esta persona, pero no la has conocido frente a frente. — el muchacho suspiró rendido a la vez que el caballero volvía a su posición de pelea. — Oye, una pregunta más. ¿Sabes la ubicación exacta de Dubs, el maestro artesano?
— ¿Cómo sabes eso? ¿Qué haces? — el hombre titubeó al preguntar.
El príncipe de Benwick miró a la joven de Liones, quien simplemente negó con la cabeza, haciéndolo suspirar nuevamente.
— En tu mente no hay nada. — frunció el ceño, molesto.
— No sirves, shu-shu. — la princesa agitó su mano de forma caprichosa, ordenando al talismán retirarse.
— ¡Tienen la habilidad de leer mentes! — se sorprendió el mayor antes de sacar una nueva orbe, una con el hechizo de cancelación absoluta, que deshizo el cubo perfecto.
Tan pronto el hechizo se deshizo el jefe de los talismanes oscuros salió corriendo y llamó a su caballo del purgatorio, aquel de ocho patas, para regresar a Camelot, pero no iba a ser tan sencillo.
— Oye, Donny, dame tu cuchillo. — pidió el rubio al pelirrojo.
— ¿El cuchillo? Claro, claro. — el sobrino de Howzer le entregó el arma y Lancelot comenzó a maniobrar un poco con el antes de señalar al talismán.
— Oye, ¿para qué quieres el cuchillo? — preguntó Percival de forma inocente antes de ver como una línea de luz comenzaba a seguir a Fiddich.
— Camino iluminado. — era la técnica del rubio.
Pronto, ya no había rastros del caballero y muchas árboles habían sido lastimados, lo que le causó una leve punzada en la cabeza a la princesa, que le dió un golpe a la nuca a su enamorado.
— Te dije que cuidado con los árboles. — se quejó de forma infantil.
Lancelot solo gruñó un poco antes de recobrar la compostura. — No me escuchó. Ninguno de los que han peleado contra mi, han vivido para salir.
— ¡No me ignores!
Ambos suspiraron y miraron hacia los árboles talados del bosque, osea, más de la mitad del mismo, pero como fue un ataque rápido, no le hizo tanto daño a Odette.
— Su fuerza es descomunal. No es de este mundo. — el de cabellos color vino los miraba con sorpresa.
— Me hice caca de caballo... — se lamentó Sylvan y la chica hizo una pequeña mueca de asco, aunque divertida por su comentario.
— Esa luz brillante, ¿será la misma que acabó con los monstruos de Sistana? — se cuestionó Nasiens con sorpresa, mirando a la pareja.
— No entiendo nada, no entiendo. Eran nuestros enemigos, pero los mataron sin piedad. — pensaba Anghalhad aterrada y sorprendida.
— Querían matarnos. — Murmuró el joven en respuesta. La pelirroja lo miró de reojo y le brindó una pequeña sonrisa.
— Ay que bueno. — una voz llorosa llamó su atención. Percival se acercó y los abrazó mientras lloraba.
— Oye, ¿que te pasa? — cuestionó Lance curioso.
— Qué bueno que estén aquí. — agradeció el pequeño. — Que bueno que siguen vivos, Sin, Oddy. — lloró el menor. — Me acordé de cuando murió mi abuelo. No pude hacer nada para salvarlo, sentí mucho miedo... Si hoy... Si hoy nos hubieran arrebatado a Sin u a Oddy, yo... — Lancelot dió unas pequeñas palmadas al casco de Percival mientras sonreía a la vez que la pelirroja daba unas cuantas caricias al rostro del chico mostrando una suave sonrisa.
— Percival... — el rubio lo llamó. — No me llamó Sin. Me llamo Lancelot.
— ¿Te llamas Lancelot? — los ojos del de cabello verde brillaron con nostalgia mientras sonreía, aguantando las lágrimas.
— Ven aquí, chiquito. — Oddy se agachó a la altura de Percival, quien se aferró a ella como si pudiera desaparecer en algún momento.
— Estaba asustado... — confesó el menor en un susurro.
— Lo se, Percy. Pero miranos, Lance y yo estamos aquí, no nos iremos de tu lado. — prometió con una dulce sonrisa.
— Entonces te llamas Lancelot, ¿verdad? — Anne caminó hacia el príncipe y la princesa. — ¿Nos vas a decir quien eres? ¿Qué es lo que quieres de nosotros? ¿Por qué tomaste la forma de un zorro todo este tiempo? — comenzó a interrogar intensamente, algo desconfiada. — Mejor danos una explicación creíble, porque si no, ninguno de nosotros confiará en ti, que te quede claro. — amenazó la de cabellos celestes, poniendo sus manos en su cadera.
— No es cierto, yo si le creo, hermana. — habló Percival alegremente.
— ¿Tú qué? Tu confías hasta en los zorros.
Oddy rió un poco. — Linda metáfora, Anne.
— Estamos en una misión. — habló Lancelot seriamente, sacando tres de sus flechas y devolviendolas a su forma original con su magia. — Para el rey de Liones. — tomó su arco.
— ¿Qué es eso que vas a hacer? — Anne lo miró con sospecha.
— No nos vayas a matar con tus flechas. — pidió Donny asustado.
— No sean bobos. — los reprendió la princesa.
— Tenemos dos objetivos. — lanzó las flechas y se formaron tres cráters en el suelo. — El primero era localizar a Percy, llevarlo al Reino y ahora a ustedes también van a venir con nosotros. El segundo, es continuar siendo sus guías, supervisandolos y evitando intervenir en medida de lo posible. — explicó de forma paciente mientras iba por los cuerpos de los talismanes muertos para dejarlos en los pozos hechos por su magia. — Ninguno de nosotros les dijimos antes porque debíamos determinar algo, el valor y decision del jinete de la profecía y obvio de sus acompañantes.
Odette caminó a su lado y comenzó a ayudarlo a sepultar los cuerpos con la tierra.
— Tomamos la forma de animales porque debíamos ocultar nuestra presencia de ellos, aunque con Oddy fue un poco más complicado por ciertas circunstancias, pero cumplió con el objetivo. — la chica le dirigió una mala mirada a su pareja mientras seguían poniendo tierra sobre los cuerpos.
— Oye, déjenme ayudarlos. — Percival se acercó a ellos y se arrodilló junto a Lancelot. — Hace rato mencionaste a una persona que usaba visor en forma de estrella y al maestro artesano de no se donde. ¿Ellos que tienen que ver en esto? — interrogó con curiosidad.
— No te preocupes, es un asunto privado. Olvidate ya de eso. — respondió sereno.
Después Anne, Donny y Nasiens decidieron acercarse y ayudar también.
La sepultura fue tranquila y algo tediosa, después Lancelot plantó unas semillas y Oddy les puso un pequeño hechizo que ella creo.
— Beso del cielo. — Murmuró mientras levantaba su mano, unos suaves polvillos con aura rosada exparciendose en las semillas y tierra.
— ¿Para qué es eso? — Anne se acercó a su mejor amiga con curiosidad.
— Es un hechizo para que crezcan como algo hermoso a pesar de las cosas horribles que hicieron. — le explicó con una pequeña sonrisa.
— Eres muy bondadosa, Oddy.
— ¿Tú crees? Puedo ser muy caprichosa también.
Ambas compartieron una pequeña risa antes de reunirse con el grupo.
𝐌𝐎𝐊𝐔𝐒𝐇𝐈𝐑𝐎𝐊𝐔 𝐍𝐎 𝐘𝐎𝐍𝐊𝐈𝐒𝐇𝐈
𝐹𝑎𝑟 𝐹𝑟𝑜𝑚 𝐻𝑜𝑚𝑒
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