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002. twenty-one questions?

CHAPTER TWO
❝¿veintiún preguntas?❞
arcane alternative universe | act. one








—Isha llevo posando por diez minutos —murmuró Atlas—. ¿Puedo ver? ¿Terminaste?

La pequeña miro el dibujo en la hoja y puso una mueca de desagrado. Negó con la cabeza, arrancó la hoja, la arrugó y la lanzó al basurero más cercano antes de subir las piernas al sofá y abrazarlas. Atlas se puso de pie antes de caminar hasta ella y sentarse a su lado, acariciando su espalda.
—¿No te gustó?

Isha escondió la cara entre las rodillas y Atlas se preocupó, acercándose más y abrazándola.
—Oye, los dibujos no salen a la primera muchas veces. Tienes que practicar hasta que te conformes con lo que haces, ¿sí? Si quieres puedo llevarte a clases de dibujo.

La castaña levantó la cabeza para mirarlo con los ojos brillantes. Le preguntó en señas si el podía dárselas y Atlas negó.

—Me encantaría pero solo se dibujar un sol con gafas y me queda feo —dijo divertido y Isha rió—. Conseguiré un profesor que venga a casa, ¿te parece?

Los pequeños brazos de Isha rodearon su cuello y Atlas sonrió, correspondiendo al abrazo. El timbre del departamento hizo eco por las paredes e Isha se levantó de un movimiento, corriendo a la puerta. Apenas la abrió, se lanzó a los brazos de Oliver que estaba en cuclillas y Candace rió, detrás de Oliver y esperando su abrazo. El castaño tomó a Isha en brazos y sonrió entusiasmado.
—¿Quién esta preparada para el mejor día de playa en la historia de la humanidad?

Isha estiró los brazos hacia Candace y la chica la tomó en brazos con una sonrisa de ternura. Atlas se apoyó los codos en el mesón de la cocina y sonrió ante los sonidos entusiasmados de su hermana que levantó la mano para indicar que ella.

—Hola, comepapa —dijo Oliver yendo a darle un abrazo.

—Hola —rió el rubio dandole palmaditas en la espalda—. ¿Como esta la resaca?

Oliver puso una mueca.
—No hablemos de eso.

Atlas rió divertido y se soltó del abrazo para darle uno apretado a Candace. Una vez se saludaron, le desordenó el cabello a Isha.
—Ve a buscar tus cosas, ¿sí?

La niña salió corriendo a su habitación y mientras volvía a levantarse, Oliver lo agarró por los hombros con una sonrisa.
—¿Emocionado por tu cita?

—¡Shhh! —dijo Atlas tapándole la boca y bajando la voz—. Isha no sabe.

—¿Como que no? —preguntó Candace cruzándose de brazos—. ¿Por qué no?

—¿Debería decirle? —preguntó confuso—. Nunca me ha visto con nadie, ¿y si se enoja? ¿O la traumatizo? No quiero traumar a mi hermana.

Candace rió negando con la cabeza.
—Atlas no las vas a traumatizar.

Isha volvió con su mochila y unas sandalias puestas. Atlas la observó con una pequeña sonrisa.
—¿Tienes todo? ¿Zapatos mas abrigados? ¿Traje de baño? ¿Sandwich? ¿Abrigo? ¿Bloqueador sol...?

—Tiene todo —dijo Oliver rodando los ojos con una sonrisa—, y si no, lo tenemos nosotros. Respira.

—Bueno, bueno —dijo el rubio bufando—. Que les vaya bien, disfruten y si pasa cualquier cosa, me llaman, ¿entendido?

—Sí, sí, obvio —dijo Candace dándole un corto abrazo y susurrando en su oído—. Suerte en tu cita.

Atlas se sonrojó y la alejó para hacer un saludo con Oliver y luego agacharse y desordenar el cabello de Isha, otra vez.
—Nos vemos en la noche.

La niña le dio un último abrazo antes de salir junto a Oliver. Candace espero unos momentos para mirarlo.
—¿Vas a ir así?

El rubio frunció el ceño, bajando la mirada para ver su ropa.
—¿Qué tiene de malo mi ropa?

—Okay, no —Candace sacó la cabeza por la puerta y gritó—. ¡Oliver! ¡Adelántense! ¡Los veo afuera!

—¡Bueno! —gritó el chico.

Candace cerró la puerta y arrastró a Atlas a su habitación y frente al espejo colgado en la pared, parándose detrás de el.
—¿Pantalones deportivos y una musculosa? ¿Así vas a ir a una cita?

—Vamos al arcade —dijo Atlas con un puchero leve.

—Esto es inaceptable —negó, abriendo el closet y poniendo las manos en su cintura—. Veamos...

Sacó unos pantalones de mezclilla, una camiseta blanca de manga corta y un suéter café. Los dejo en la cama y observó el atuendo antes de voltearse hacia el y entrecerrar los ojos como si estuviese imaginándoselo.
—Ponte eso.

—Me siento juzgado —balbuceo, tomando la ropa y metiéndose al baño.

—Apúrate que me están esperando —rió la chica sentándose en la cama.

Pocos minutos después Atlas salió del baño con la ropa nueva y observó a su amiga en la cama. Candace entrecerró los ojos de nuevo y se cruzó de brazos.
—Falta algo.

Atlas volvió a bajar la mirada y luego se giró hacia el espejo.
—Me veo bonito.

—No dije lo contrario —se burló antes de levantarse y sacar una cadena de metal y extendérselo al igual que un cinturón—. Rápido, rápido.

—Ush —dijo el rubio frunciendo el ceño y amarrando el cinturón antes de ponerse la cadena—. ¿Mejor?

Candace se paro frente a el, mirándolo de arriba a abajo antes de ordenarle el cabello.
—Ahora si, perfecto. Te ves divino.

Le dio un sonoro beso en la mejilla y se fue justo cuando la bocina del auto hacia eco por la calle. Atlas tomó sus llaves y tomó un respiro, viéndose al espejo por última vez. Efectivamente, se veía bien.

Quizá debería escuchar más a Candace que a Oliver desde ahora.

Sonrió, con el estomago hecho un manojo de nervios y salió del departamento. Caminó por las calles de Piltover saludando cada tanto a ciertas personas que reconoció como clientes del café y compró una rosa de una señora que se veía de unos setenta años. Llegó a la última gota y tomó una gran bocanada de aire antes de tocar la puerta.

Se balanceó en sus pies, dejando las manos en su espalda y mirando alrededor hasta que sintió la puerta abrirse y su respiración se atoró cuando vio a Claggor, cruzado de brazos y mirándolo desde arriba, como si estuviera esperando a que hablara. Sí, Atlas era alto, pero Claggor era otro nivel de alto.

—Ho-Hola —dijo Atlas tratando de mostrarse menos nervioso de lo que estaba—. Vengo a buscar a P-Powder, ¿está en casa?

—Nombre —demandó.

—Atlas —tragó saliva, encogiéndose un poco— Calloway.

—¡Claggor! —dijo la voz melodiosa de Powder antes de empujar a su hermano dentro del bar—. ¡Vete! Ugh.

Salió del lugar, cerrando la puerta tras de sí y Atlas sonrió. Traía una camiseta sin mangas verde y unos jeans tiro alto con unos botines negros que la hacían ver un poco más alta. Los mismos dos moños en la cabeza y el mismo maquillaje leve, aunque un poco más de sombra de ojos y labial.

—Hola —dijo Powder sonriendo—. Perdón por Claggor, se me adelantó mientras me abrochaba los zapatos.

—Te traje esto —murmuró el, extendiéndole la rosa.

Powder la tomó entre los dedos y sonrió antes de darle un beso en la mejilla logrando dejar sus labios marcados en la piel y que Atlas se sonrojara hasta las orejas.
—Esta preciosa, muchas gracias.

—¿Sabes quien mas es preciosa? —dijo antes de arrepentirse y Powder rió, sonrojándose también—. Perdón.

—No te disculpes —negó ella antes de limpiar los restos de labial de su mejilla y entrelazar su brazo con el de él—. ¿Vamos?

Atlas asintió, aún sonrojado antes de empezar a caminar. Powder rodeó el bicep del rubio con la mano, sosteniendo su brazo y se mordió la parte interior de la mejilla aguantando una sonrisa. El rubio la observó por un segundo.

—¿Jugamos a las veintiun preguntas? Soy horrible para esto de conocer gente —murmuró sonrojado—. Nunca he tenido novia o algo así, no estoy seguro de como funciona todo esto.

—¿Ni una? —preguntó Powder sorprendida—. ¿Nunca?

—No —negó—. Es decir, he besado a chicas en fiestas a las que fui arrastrado por Oliver pero nada realmente serio. Entre la escuela, trabajo y cuidar de Isha... bueno, no lo sé, nunca me di el tiempo de intentarlo, supongo.

—¿Tu cuidas de ella? —preguntó, curiosamente a lo que Atlas asintió—. ¿Son solo ustedes dos?

—Uhm... sí —afirmó, ladeando la cabeza—. Mis padres murieron cuando yo tenía trece en un accidente. Los padres de Oliver y Candace eran buenos amigos con los míos por lo que nos acogieron e hicieron lo posible por darle una niñez "normal" a Isha. Nos mudamos el año pasado cuando yo terminé la escuela y eso. Oliver y Candace me ayudan de vez en cuando para cuidarla pero la mayoría de tiempo somos nosotros.

—Lo lamento mucho —dijo Powder con una mueca arrepentida. Atlas estaba por negar pero ella habló de nuevo—. Yo... Yo tambien perdí a alguien cercano cuando era pequeña. Mi hermana mayor.

—Es una mierda —dijo Atlas, aunque no acostumbraba a decir muchas groserias—. Yo también lo siento mucho.

—Algún día te hablaré más de ella —aseguró cuando llegaron a la puerta del arcade—. No es momento para deprimirse, ¿listo para perder?

—Sí —dijo sonriendo divertido antes de abrir la puerta y dejarla pasar a ella primero.

Ambos entraron al arcade, donde las conversaciones se mezclaban entre el sonido de los juegos y la musica ambiental que no era muy fuerte pero lo suficiente como para escucharla. Caminaron hacia el mesón del frente y Atlas pagó por una tarjeta y por ponerle dinero.

—Yo tambien puedo cooperar, ¿sabes? —dijo la peliazul divertida.

—No —negó el rubio con la misma sonrisa que ella—. Yo te invité, yo pago.

La chica les extendió la tarjeta y Powder la tomó entro los dedos antes de tomar la mano de Atlas y correr al primer juego de motos que encontró. Era de a dos así que cada uno se subió en una y Powder deslizó la tarjeta por el pequeño monitor. Eligieron un mapa y pronto ambos estaban con los ojos pegados en la pantalla, viendo como se movian en la pista. Atlas rió ante los insultos que Powder murmuraba entre dientes.

Powder ganó primer lugar y Atlas segundo. La peliazul sonrió con suficiencia.
—Soy una profesional en este juego.

—Te gano en el pacman —dijo Atlas cruzandose de brazos.

—Soy muy competitiva, Calloway, estas jugando con fuego —advirtió, apuntandolo con un dedo.

Atlas sonrió y levanto el brazo, mostrando una quemadura cicatrizada cerca del codo.
—No le tengo miedo al fuego.

Powder rió, negando con la cabeza y ambos se dirigieron hacia el pacman. Continuaron jugando un par de horas —tetris, pac-man, donkey kong, street fighter, lo que encontraran— hasta que se acabó el saldo de la tarjeta. Atlas sonrió hacia el puchero leve de Powder.
—¿Quieres que le ponga más dinero?

—No, no importa —negó, abrazando el brazo del rubio y apoyando la mejilla en su hombro—. Tengo hambre, ¿cena?

—Cena —asintió Atlas.

Los dos caminaron hacia las calles de Zaun con los brazos entrelezados y Atlas guió el camino.
—¿Qué quieres comer?

—Mmmm, ¿te gusta la pasta? —preguntó la peliazul—. Podríamos comer eso, o sushi.

—Pasta esta bien —dijo, caminando hacia el mejor restaurante que conocía—. ¿Sabes? Hoy Isha intentó dibujarme y lanzó el dibujo a la basura.

Powder rió levemente.
—¿Le gusta dibujar?

—Bastante —asintió—. Pero la mayoría de veces no le gusta lo que hace, quede en conseguirle un profesor o algo para que la ayuden. Yo no se dibujar.

—Tengo un amigo que dibuja muy bien —dijo Powder ladeando la cabeza—. Yo tambien dibujo pero el lo hace mejor, podría preguntarle.

—¿En serio? —preguntó el con una sonrisa y ella asintió—. Muchas gracias.

—Se llama Ekko —contó mientras entraban al restaurante—. Tiene nuestra edad, dibuja precioso. Hace murales a veces.

El lugar se veía caro. Las mesas eran de madera oscura con patas de metal, un lado de las sillas eran un enorme sofá y el otro eran sillas, de la misma madera. Habían plantas colgando del techo y era como si estuvieran en una selva solo que con luces cálidas. No estaba tan lleno y las mesas ya tenían los platos encima al igual que los cubiertos.

Atlas la llevó hacia una mesa para dos y la acompañó hasta que se sentó sobre el sofá y el se alejó, para sentarse en la sillas.
—Dile que le pagare lo que el pida, no tengo problema.

—Uh, no, mala idea —rió ella, murmurando un corto "gracias" cuando la camarera le entregó la carta—. Ekko puede pasarse con los precios. Le dire que... veinte dólares la hora. ¿Te parece?

—Me parece razonable —asintió riendo un poco y abriendo la carta—. Ve si hay algo que te guste, si no, podemos ir a otro lado.

—No, no —negó Powder—. No es necesario. Es muy bonito este lugar.

—Creo que es mi restaurante favorito —dijo Atlas mirando alrededor—. Es la mejor comida de Piltover.

—Eso lo veremos pronto —bromeó, dejando la carta encima de la mesa—. Ya tengo mi pedido.

—Perfecto entonces —asintió y llamó nuevamente a la mesera que se acercó con una libreta y una sonrisa amable.

—¿En que les puedo ayudar?

Atlas hizo un gesto para que Powder pidiera primero y ella sonrió con ternura antes de ver a la chica.
—¿Te puedo pedir fettuccini salsa Alfredo y una limonada? Por favor.

—Fettuccini salsa Alfredo y una limonada... —anotó con rapidez mientras preguntaba—. ¿Con jengibre o sin jengibre?

—Con —pidió.

—Vale —asintió antes de voltear a ver a Atlas—. ¿Usted?

—Raviolis con salsa de cuatro quesos —pidió con una pequeña sonrisa—, y un mojito normal sin alcohol, por favor.

—Perfecto —anotó el pedido y le sonrió a ambos—. ¿Algo más?

Ambos negaron y la mesera asintió, alejandose hacia la cocina. Atlas sonrió, volteando a ver a Powder.
—¿Veintiún preguntas?

—Pero yo empiezo —dijo la peliazul riendo a lo que Atlas asintió—. ¿Crees en el amor a primera vista?

—Creo en la atracción —dijo Atlas sonriendo—. El amor se construye con el tiempo, no puedes amar a alguien si no lo conoces.

Powder asintió, conforme.
—Tiene sentido.

—¿Qué querías ser de pequeña?

—Siempre me ha gustado inventar cosas —contestó ella alzando los hombros—. Siempre quise dedicarme a eso. ¿Mayor miedo?

—Perder a Isha —dijo sin siquiera pensarlo más de dos segundos—. ¿Festividad favorita?

—Navidad —sonrió—. Me encanta. Siempre la pasamos en familia. ¿Tienes algún lugar donde te guste escaparte?

—A veces voy al techo de mi edificio a ver las luces de la ciudad —dijo Atlas ladeando la cabeza de un lado a otro—. Y la luna. Se ve bastante bonito. ¿Qué es algo que no le perdonarías a nadie?

—Hacer algo en contra de mi familia y... no se, infidelidad supongo —dijo divertida—. Traición, ya sabes.

La mesera volvió antes de que Powder pudiera seguir con las preguntas y dejo los dos enormes platos en frente de cada uno. Dejo los vasos y queso rallado. Les preguntó si necesitaban algo más y al ellos negar otra vez, se retiró. Powder tomó el tenedor y observó su plato con una sonrisa.
—Huele bastante bien.

—Mejor comida en Piltover —repitió el alzando los hombros.

La peliazul enroscó los fideos en el tenedor y se lo metió a la boca, saboreando la salsa bajo la mirada de Atlas que esperaba pacientemente su reacción. Powder asintió, soltando un suspiro de satisfacción.
—Te creo.

El rubio rió, mezclando un poco su plato antes de llevarse una cucharada a la boca. Se tapó los labios con una mano.
—Te lo dije.

Durante un par de horas más, ambos comieron y rieron. Pidieron postre, un pedazo de pastel de tres leches que comieron entre los dos y luego Atlas pagó para tomar la mano de Powder y entrelazar sus dedos mientras salían del lugar. La mano fría de ella se amoldaba perfectamente con la de el, llenando cada espacio.
—¿Veredicto final?

—Tienes que traerme aquí de nuevo —dijo ella con una sonrisa—. Ese es mi veredicto.

Atlas soltó una carcajada y asintió.
—¿O sea que saldremos de nuevo?

Powder sonrió aún más y alzó los hombros, sin soltar su mano.

—Tengo que ver si puedo con mi horario tan ocupado —suspiró dramáticamente.

—Ah, claro —dijo el, siguiéndole el juego—. Bueno... si logras incluirme en tu horario, llámame.

Llegaron frente a la ultima gota y Powder alzó una ceja.
—No tengo tu número.

Atlas sacó un papel doblado de su bolsillo entre dos dedos y se lo extendió con una sonrisa nerviosa. Powder negó, riendo levemente y lo tomó, guardándolo en su propio bolsillo.

—Gracias por hoy —dijo Powder dandole un corto abrazo—. Fue increíble.

—Gracias a ti —dijo el, correspondiendo. Sus brazos la rodeaban completa.

Powder le dió un pequeño beso en la comisura del labio antes de alejarse con una sonrisa.
—Nos vemos.

El chico se sonrojó y asintió, sin poder despegar los ojos se ella con una sonrisa boba.
—Sabes donde encontrarme.

—Buenas noches —dijo ella antes de entrar al bar que ya estaba abierto para el público y desaparecer entre la gente.

Atlas suspiró y bajo la cabeza con una sonrisa antes de darse media vuelta y caminar hacia su casa.

Estaba perdido.































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