
𝟬𝟱 ━━ 𝗦𝗘𝗩𝗘𝗡
- NARRADOR OMNISCIENTE -
ADELINE Y TAYLOR eran dos buenas amigas, tenían cinco y ocho años, siendo Harris la menor de las dos.
Tenían una amistad muy cercana gracias a que sus padres eran los mejores amigos. Desde jóvenes casi siempre estaban en la casa de los otros, forjando así un lazo cercano entre las dos niñas desde muy pequeñas, quienes también se veían muy afectadas cada vez que se veían obligadas a separarse por más de diez minutos.
Como los padres de las dos tenían más pendientes que antes; (trabajos, más de un hijo, vidas personales, etc...), ya no podían verse tan seguido. Por lo que llegaron al acuerdo de que las pequeñas podrían verse una o dos veces por semana en un parque, el cual se situaba en un lugar considerablemente asequible para las dos familias, gracias a la cercanía de este con sus hogares.
- ¡Addy! -una pequeña Taylor llegó corriendo para aferrarse a Adeline con todas sus fuerzas-, ¡te extrañé! -se habían visto hace dos días.
- Hola, Tay -Adeline envolvió gustosa a su amiga en un cálido pero breve abrazo; breve gracias a la pequeña de cabellos rubios.
- ¿Por qué no fuiste ayer al parque? -preguntó desanimada, después de separarse de Harris-, no tuve con quien hablar, ¡y estuve todo el tiempo sola! Eres mala -la ojiazul se cruzó de brazos y le dió la espalda a la contraria, con un puchero de falsa molestia.
- ¡Lo siento! Estaba enferma... -Alison se giró rápidamente y tomó la cara de la castaña entre sus pequeñas manos.
- ¿Te sientes bien? ¿Te duele algo? ¿Te pasó algo muy, muy, muuuy malo? -preguntó rápidamente, dibujando una sonrisa en el rostro de la menor quien negó eufóricamente.
- Estoy bien, fue un resfriado de solo un día, no te preocupes. Prometo no volver a faltar al parque, ¡nunca más! -la niña levantó el meñique, iniciando una pinky promise, la cual fue aceptada por Taylor.
- Espero que sea verdad lo que dices, sino, romperás mi pequeño corazón.
Adeline soltó una risilla, ganándose una mala mirada por parte de Taylor- No romperé tu corazón, ¡nunca!
- ¿Nunca?
- ¡Nunca, nunca, nunca! -decretó Harris con toda seguridad.
Swift entrecerró los ojos- Más te vale, Adeline.
Las dos niñas salieron corriendo después de que Taylor gritara "La última en llegar al tobogán es un huevo podrido", y claramente terminó perdiendo la castaña. Quien también se echó a llorar sintiéndose humillada por su derrota, aunque fue consolada por su mejor amiga, -solo le dió un caramelo-, pero fue más que suficiente para calmarla.
Como el parque quedaba frente a una playa y eran casi las seis de la tarde, el cielo estaba comenzando a adoptar unos tonos más cálidos y amenos, ganándose la completa atención de las pequeñas. Se entretuvieron hablando, mientras comían un paquete de caramelos masticables llevados por Taylor.
- Um, Addy -dijo Alison mientras masticaba- ¿dónde está tu papá? Pensé que vendría, quería saludar a mi tío.
Adeline bajó la mirada- A mí también me gustaría saludar a mi papi...
- ¿Uh? ¿Por qué? Se supone que vive contigo.
- Sí, pensé lo mismo Tay, pero hace semanas que no lo veo, no sé dónde se haya metido. Estoy acostumbrada a que él y mi mami griten de vez en cuando, que se vaya por unos días y luego vuelva con un lindo regalo para mí pero... Nunca se había ido de exploración tanto tiempo.
Taylor hizo una mueca de curiosidad y disgusto al mismo tiempo- ¿de exploración?
Harris hizo un sonido de aprobación- Cada vez que no está en casa por días me dice que es porque se va a explorar, que va a hablar con sirenas para ver si le pueden dar regalos para mí -explicó desde la inocencia.
- Oh, eso... -Taylor, desde un lado un poco más maduro, no sabía qué responder-, eso es muy lindo de su parte, Leinn.
- ¡Lo sé! ¿Crees que ésta vez me traiga algo muy, muy grande? Las últimas veces solo han sido peluches, o muñecas, pero esta vez se ha tardado mucho. Creo que esta vez me traerá algo mucho mejor.
- Sí, eso espero.
De un momento a otro, cambiaron a un tema mucho más animado, dejando que el tiempo pasara aún más rápido. En cuestión de segundos (casi una hora), Andrea, la madre de Taylor se encontraba llamándolas, diciendo que ya era hora de irse.
Sabiendo que debido a la hora no tenía caso suplicar para que pudieran quedarse un poco más. Bajaron de la pequeña casita techada que guiaba a todos los toboganes, sin rechistar. Tomaron la mano de Andrea, dejando que ella las guiara en el camino a casa.
En un abrir y cerrar de ojos, se encontraban en el patio trasero de Adeline, en su casa del árbol. Mientras, Andrea y Marceline -madre de Adeline- hablaban en la cocina.
- Taylor, ¿de qué crees que hablen nuestras mamás? -preguntó Harris, mientras seguía jugando con su Play-Doh, haciendo unos pequeños cupcakes de esta-, es raro que quieran hablar a solas, siempre hablan con nosotras ahí.
- No lo sé, Addys, pero creo que por algo nosotras no deberíamos estar ahí presentes.
- ¿Qué significa presente?
- Um... Es una forma más educada de decir que estás ahí.
- Oh, claro. Yo digo que deberíamos estar ahí... Ah...
- ¿Presentes? -Taylor escondió su sonrisa lo más que pudo.
- ¡Eso! ¿Y si vamos? No creo que les moleste.
- No, Addys, nos meteremos en problemas -Adeline pareció pensarlo unos segundos, hasta que levantó el dedo con una cara de felicidad, incluso parecía que se le había prendido un bombillo en la cabeza y todo.
- ¿Y si vamos a fingir que se nos olvidó algo? Ah... ¡Plastilina blanca! Tengo en mi cuarto, podríamos ir a buscarla y quedarnos en las escaleras para escuchar lo que dicen.
Alison rodó los ojos- No pararás hasta saber de lo que hablan, ¿no? -la castaña negó con una sonrisa-, bien, pero si nos descubren te echaré la culpa a tí.
Las dos niñas bajaron rápidamente de la casita de madera, y fueron corriendo hasta la puerta de vidrio para entrar a la casa. Entraron, y la tensión del lugar era tan densa que podría cortarse con una tijera, cosa que no pasó desapercibida por Taylor -probablemente por el hecho de que su madre abrió los ojos como platos, indicándole que no deberían estar ahí-.
- ¡Solo se nos olvidó la plastilina blanca, ignoren que estamos aquí! -subieron las escaleras a paso rápido, y al llegar al pasillo del segundo piso, Adeline inteligentemente abrió y cerró la puerta del cuarto. Dando la impresión de que hubieran entrado y cerrado la puerta después, haciendo que no se pueda escuchar lo que pasaba y se decía fuera de este.
Al escuchar esto, Andrea suspiró con pesadez y se giró hacia su amiga de nuevo, retomando la palabra, sin saber que su hija y Adeline estaban escuchando la conversación.
- Marcy, creo que deberías de dejarlo que venga, al menos de vez en cuando, por la niña...
- ¡No, Andrea! Ese hombre se acostó con otra estando casado conmigo, ¡teniendo una hija! Ni porque me ruegue dejaré que vuelva a poner un pie dentro de esta casa -Taylor intentó tapar los oídos de Adeline, pero esta lo evitó bruscamente.
- ¿Al menos dejar que salga con Addy de vez en cuándo?
- Oh, por supuesto que eso sí, solo sí él toma la iniciativa, cosa que hasta ahora no ha hecho. ¡Él está perfectamente bien con su nueva familia y su nuevo hijo! No necesita a Adeline ni a mí, y yo tampoco a él -de los ojos de la pequeña Harris empezaron a brotar lágrimas como cascadas, y con ello vinieron los sollozos.
- Pero ella sí lo necesita, Marceline.
- Tarde o temprano aprenderá a vivir con ello, ¡él que se joda!
- Dios, Marceline... -un sollozo considerablemente fuerte delató la ubicación de Adeline y Taylor, quienes estaban sentadas en la escalera.
La mirada de las mayores se dirigió rápidamente a las niñas. Andrea se tapó la boca con la mano, mientras que Marceline iba directo hacia ellas, o más bien, hacia Adeline.
- Addy... -intentó envolver a la menor en un abrazo, pero esta fue más astuta y se escabulló por debajo de Marceline. Subió corriendo las escaleras para encerrarse en su cuarto, ignorando los gritos de su madre, Andrea y Taylor.
(...)
Era ya de mañana, y Adeline solo había salido de su cuarto para poder buscar una bolsa de gomitas, ya que tenía hambre.
Su madre estaba dormida al lado de la puerta de la habitación de la niña, pero ni siquiera se había dado cuenta cuando eso pasó.
Adeline lloró, mucho, hasta quedarse dormida y solo quería que una persona en específico estuviera allí. Taylor, ni siquiera a su padre ya que sabía que eso no pasaría, ella quería a su mejor amiga.
A la mañana siguiente, escuchó como la puerta principal se cerró, dando a entender que su madre ya había salido a trabajar, pero que también en cualquier momento podría llegar su niñera. Entonces, tenía que ejecutar su plan lo más rápido posible.
¿Qué plan? Pues ir a la casa de su mejor amiga, sola. Se sabía el camino de memoria y vivían en el mismo vecindario, no sería demasiado difícil llegar.
La niña salió cuidadosamente de la habitación, incluso cuando no había nadie. Aún mantenía el silencio para no ser descubierta por la nada.
Bajó de forma apresurada las escaleras y miró por la ventana de la puerta principal, corroborando que el auto de su madre no siguiera estacionado frente a la casa. Cuando confirmó que no, tomó las llaves de repuesto y salió corriendo.
Cruzó las calles sin ver, chocó con más de una persona y probablemente se cayó una o dos veces gracias a la poca atención que le estaba prestando al camino, pero llegó a la casa de su amiga sana y salva -ignorando el pequeño rasguño en su rodilla derecha-.
Tocó el timbre y sacudió su ropa, luego entrelazó sus manos por detrás de su cintura, esperando a que alguien llegara a abrirle la puerta.
Abrió Andrea, quien se horrorizó al ver a la pequeña parada en su patio delantero- Adeline, ¿qué haces aquí?¡¿Viniste sola?! -le dijo, después de hacerla pasar a la casa. La niña solo asintió con una inocente pero apagada sonrisa-, Addy, ¡no puedes hacer eso! Algo te pudo haber pasado, cariño.
- Pero estoy aquí, y estoy bien.
- Dios... ¿Tu madre te mandó? -Harris negó con la cabeza-, ¡¿viniste sin que ella sepa?!
- Probablemente...
- Dios, mi niña, mírate... ¿Te caíste? -Harris volvió a asentir-, y tienes los ojitos muy inchados, ¿segura de que estás bien?
La castaña pareció pensarlo- Eso creo.
Se escuchó como desde el segundo piso Taylor gritó: «¡mamá! ¿Quién llegó?» seguido de unas pisadas en las escaleras. Dejando ver a una rubia despeinada y claramente recién levantada, con una pijama de gatos -sus animales favoritos de toda la vida-.
- Oh, ¡Addys! -Swift fue corriendo hasta ella y la envolvió en un fuerte abrazo-, Dios, ¡estaba tan preocupada por tí! -apenas Taylor posó sus brazos alrededor de Adeline, esta comenzó a llorar a cántaros, despertando la preocupación en las dos rubias-, oh, ¡Addys, no llores! ¿Qué tienes? ¿Te duele algo? -se separó de ella tomando sus hombros e inspeccionando su rostro y cuerpo.
- ¡Quiero a mi papá! -esbozó con la voz rota, rompiendo el corazón de la mayor quien la tomó entre brazos y la cargó, para envolverla en un abrazo maternal.
- Adeline, cariño, tu padre volverá...
- ¡No, no lo hará! Mamá dijo que no quiere que vaya de nuevo a nuestra casa, ¡la odio!
- No, mi niña, no digas eso. No es culpa de tu madre, ella solo estaba molesta pero ya no lo estará más. Yo hablaré con ella para que puedas ver a tu padre de nuevo, ¿sí? -la soltó, dejándola en el suelo de nuevo y le hizo una seña a Taylor para que se la llevara.
- Ven, Addys, ¿quieres que juguemos? -la menor asintió dudosa mientras limpiaba sus lágrimas- ¡tengo algo nuevo que sé que te gustará mucho! ¡Vamos! -la tomó delicadamente de la mano e hizo que la siguiera hasta su habitación.
Al llegar a esta, se sentaron en el suelo y Taylor sacó su cesta de juguetes de su clóset. Tenía varios, pero el favorito de las dos era el de supermercado, así que estuvieron un largo rato jugando hasta que se cansaron y se tumbaron en la cama, donde Taylor comenzó a acariciar suavemente el cabello de la menor.
- ¿Sabes, Addys? -Adeline hizo un sonido para que prosiguiera, entonces Taylor retomó la palabra-, te había estado queriendo decir que tu casa parece estar embrujada.
- ¿Por qué, Tay?
- Tus padres casi siempre están enojados y creo que esa es la razón. -la castaña suspiró-, creo que deberías venir a vivir conmigo y podríamos jugar a ser princesas, o piratas con Austin. Entonces ya no tendrías que llorar o esconderte entre las sábanas cada vez que ellos pelean.
- Es buena idea, TayTay -la rubia sonrió ante el apodo-, ¿sabes? Te amo hasta el infinito y más allá, eres la mejor amiga del mundo -se abrazaron.
Andrea, quien estaba fuera de la habitación de las niñas, sintió su corazón derretirse de ternura al escuchar la conversación de las niñas.
Sus palabras y amor hacia la otra era tan puro que sabía que duraría para siempre.
N / A:
2229 palabras, que fuerte
LA TAYLORCITA GIRANDO EN EL GIF DEL PRINCIPIO💘💝💖💘💖💕💝💕💝💗💖💖💝
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