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Capítulo 8

Al llegar la noche, Ji-min le envió un mensaje a su amiga informándole que la esperaría a dos calles más abajo de su casa, en el auto de sus padres. Ju-ri tomó un bolso y dentro colocó una linterna y algunas baterías por si las dudas, además de algunos refrigerios como manzanas y algún que otro paquete de snacks, ya que no sabía que tanto podrían tardar. Buscó su saco negro y dentro de sus bolsillos metió su celular y algo de dinero por si acaso.

Se despidió de su madre con la excusa de que saldría a cenar con Ji-min debido a que pronto debía regresar a Estados Unidos y se marchó sin escuchar protesta alguna, su madre confiaba plenamente en aquel joven. Una vez afuera, caminó hasta llegar a dos casas cerca de la de Tae-hyung y notó que todas las luces permanecían apagadas, por un instante temió pero pronto se calmó en cuanto vio el auto estacionado en frente de la casa.

Sin perder más tiempo, corrió calle abajo en la dirección contraria, encontrándose con el Hyundai Creta de color gris de vidrios polarizados. Golpeó la ventana e inmediatamente la puerta se abrió mostrando el ansioso rostro sonriente de su amigo que permanecía esperándola.

—¿Lista? —preguntó él, encendiendo el motor.

Ju-ri se introdujo en el vehículo mientras asentía, abrochó su cinturón y lo miró dejando escapar un suspiro—No del todo, pero tampoco es como si fuésemos a morir, ¿cierto? —sonrió confiada, mirando al frente, mientras retorcía con sus manos el cinturón de seguridad.

—¡Atrapemos al maldito! —exclamó elevando su puño al aire, provocando que su amiga riera, aliviando un poco el ambiente.

Ella formó un puño y lo chocó levemente con el de él, no se sentía tan preocupada, Ji-min le había asegurado que él se encargaría de todo y le creía, ella solo debía hacer algo tan sencillo como indicarle el camino. Del resto se encargaría él y los oficiales a los que llamarían.

Pequeños fragmentos de lo que fue aquel viaje llegaron a su mente, de las distintas casas y edificios que había visto antes de quedar dormida; logrando así, que poco a poco reconstruyera el rompecabezas que los llevaría a su destino final.

En ese mismo instante, sintió náuseas. Pensar en lo que podría haber enterrado allí le provocaba querer dar la media vuelta arrepentida y regresar a la comodidad de su habitación. No podía dejar de preguntarse sobre quién podía ser la pobre alma que había sido descuartizada a manos de aquel asesino de cara linda.

Ji-min detuvo el vehículo cuando ella en un grito ahogado le anunció que habían llegado, estaban allí, frente al lugar donde Tae-hyung ocultaba un sucio secreto, un secreto del cuál ellos se encargarían de sacar a la luz a como diera lugar y costara lo que costara, por el bien de todos los que se veían involucrados.

—¿Segura que es aquí? —preguntó él, algo dudoso al no ver nada fuera de lo normal.

El panorama que tenía frente a sus ojos no era distinto de otros, a donde sea que veía, el lugar se le hacía completamente igual. Árboles y arbustos lo cubrían casi todo, también el suelo estaba húmedo y cubierto por una gruesa capa de follaje como si se tratara de la época otoñal, sin embargo, la poca nieve de hace algunos días aún pintaba algunas zonas en el suelo e incluso las puntas de las ramas de los árboles que eran tan altos como rascacielos.

Ella simplemente asintió mirando en distintas direcciones comprobándolo y bajó del auto al mismo tiempo en el que su amigo lo hizo y rápidamente corrió a ponerse de su lado sintiendo los nervios a flor de piel. Podía sentir varios pares de ojos puestos sobre ellos pero había confirmado que estaban solos al mirar en distintas direcciones y no encontrar a nadie cerca de ellos como para que sean testigos de lo que estaban a punto de hacer.

Mentiría si dijera que no tenía miedo.

Siguió a Ji-min hacia la parte de atrás del auto y lo observó sacar una pala, ella tomó la linterna que había llevado y nuevamente se colocó a su lado, alumbrando el suelo, intentando buscar alguna pista. Finalmente, encontró el lugar, todo estaba tal cual como lo recordaba, estaba segura.

Tomó del brazo a Ji-min y le señaló el lugar con la luz de la linterna, él le dirigió una mirada rápida y de inmediato comenzó a cavar bajo la atenta mirada de su amiga, la cual mordía suavemente su labio, arrancando un poco de su piel y saboreando el sabor metálico de su sangre con ansiedad. Los nervios la estaban matando.

Los minutos pasaban y las gotas de sudor corrían libres por la frente y el cuello de Ji-min, no había nada, había hecho más de dos pozos y no encontraba nada, mientras más avanzaban los minutos, más nerviosa se sentía Ju-ri y su cuerpo acumulaba mayor frustración.

—Te lo juro, Mochi... —habló luego de que él dejara de cavar y mirara un punto fijo en el suelo, recuperando el aliento. Su pecho subía y bajaba ante la agitación del gran esfuerzo constante que había hecho por más de quince minutos—... se lo que vi, tiene que estar por aquí.

Se agachó con lágrimas en los ojos y comenzó a cavar con desesperación, enterrando sus manos en la tierra removida mientras dejaba escapar sollozos y sentía como la tierra se le metía debajo de las uñas causándole molestia. Ji-min la observó consternado y soltó la pala a un lado mientras se agachaba al lado de su amiga y trataba de detenerla estrechándola entre sus brazos.

Un gran nudo se formó en su garganta y un sabor amargo le invadió la boca, se sentía como un inútil al no poder hacer mucho por ella pero se sentía como un estúpido al no darse cuenta antes de que todo aquel plan hasta el momento de la ejecución había sido demasiado fácil; entonces, ¿qué era lo que estaba tramando el asesino?

Pronto se oyeron truenos acompañados de varios relámpagos que iluminaron el cielo por completo en tonalidades violáceas y las diminutas gotas se hicieron presentes anunciando el comienzo de una lluvia que no tenía intenciones de irse tan pronto.

—¡Mochi! —exclamó ella, soltándose de su agarre y arrastrándose hacia adelante, tomando un papel en sus manos temblorosas.

Había una nota blanca bastante arrugada, entre la tierra y las ramas que había sido revuelta en cuanto ella cavó con sus propias manos. Ju-ri desdobló rápidamente el papel aunque fue algo torpe al hacerlo debido a los temblores que solo iban en aumento dentro de su cuerpo y con una tinta roja, en letra cursiva decía "te lo advertí, preciosa".

Las manos de Ju-ri comenzaron a temblar a medida que tenía la mirada clavada sobre las letras que comenzaban a distorsionarse debido a que el papel comenzaba a quedar completamente empapado. Ji-min había alcanzado a leer la nota, pero estaba sin habla y no sabía muy bien cómo reaccionar ahora, evidentemente, habían caído como un par de idiotas conejitos en la trampa del zorro astuto.

—Ju-ri... —murmuró él, pero se vio interrumpido por el sonido del celular de ella, una melodía acampanada sonaba insistente en señal de una llamda.

Ju-ri decidió ignorarlo, pero inmediatamente otra notificación llegó y esta vez, sacó el celular de su bolsillo con la mano aun temblando y sus ojos se abrieron desorbitantes al ver la pantalla.

En ella, había un chat de un número desconocido que le enviaba una fotografía con un emoji sonriente por debajo.

Conocía ese lugar, ella sabía perfectamente de quién era ese sillón, esas revistas de cosméticos sobre la mesa y sobre todo, reconocía la silueta de su madre estando de pie en la cocina, tomando seguramente, una taza de té para poder dormir con tranquilidad.

Se colocó de pie con dificultad y se tambaleó hacia el vehículo con las piernas temblorosas escuchando los gritos de su amigo que la llamaban confundido sin entender su reacción repentina y el porqué de su rostro pálido.

—Llévame... —murmuró a penas, Mochi la miró sin entender lo que decía. No lograba escuchar lo que murmuraba—... llévame, llévame a mi casa... —continuó débilmente, su voz era como un susurro ahogado en desesperación.

—¿Qué...?

—¡Ji-min, llévame a mi casa! —gritó en medio de la lluvia, al mismo tiempo que un relámpago iluminaba el cielo y la lluvia se intensificaba sobre ellos, empapándolos por completo—. ¡Está en mi casa, con mi madre!, ¡llévame ahora! —pidió desesperada, mientras llevaba sus manos a su cabello y jalaba de algunos mechones.

Ji-min no lo pensó dos veces y se subió de inmediato al vehículo haciéndolo arrancar en cuanto ella se subió, pero a medida que avanzaba, las ruedas se veían atoradas en el lodo que se había formado dado a la lluvia y la tierra removida del camino.

Él no tenía idea, pero Tae-hyung ya había previsto aquella acción precipitada que los jóvenes tomarían y se había preparado con antelación. A sabiendas, había removido lo suficiente la tierra como para que el vehículo quedara atascado en el segundo intento al pasar por aquel camino, lo cual ocurriría cuando supieran que el cuerpo ya no se hallaba allí. La lluvia no fue planada, pero fue el mejor imprevisto que había tenido, pues solo había facilitado su plan, cubriendo su fechoría al ellos creer que la tierra se había removido de manera natural debido a la lluvia torrencial.

La desesperación que ella comenzaba a sentir la estaba aprisionando entre el asiento de copiloto, tanto así, que se desabrochó el cinturón sin pensarlo dos veces y se bajó dispuesta a correr hacia la carretera, por donde algunos autos circulaban todavía de regreso a la ciudad.

Su amigo intentó detenerla pero fue en vano, ella no escuchaba, no se encontraba en sus cinco sentidos siendo presa del pánico y la angustia al saber que ella estaba a kilómetros de distancia de su familia.

Una pareja joven detuvo su auto en cuanto la divisaron en medio de la tormenta, rápidamente le abrieron la puerta y Ju-ri ingresó—Disculpen, mi auto se atoró en el camino de tierra....

—¿Quieres que tiremos de él y...? —preguntó el chico, Ju-ri negó inmediatamente.

—No, mi novio está allí esperando a que lleguen a auxiliarlo —mintió—. Necesito un favor, me urge llegar a la calle Buckchon —los miró suplicantes.

—Tranquila, te llevaremos —le sonrió la joven—. ¿Verdad, amor? —miró a su pareja que asintió sin rechistar y se dirigió a la dirección que Ju-ri le indicaba.

Para cuando Ji-min llegó a la calle, era tarde, ella ya se había marchado. Exclamó un grito y frustrado tiró de su cabello mientras sacudía sus manos en el aire, intentando captar la atención de algún conductor bondadoso que pudiera ayudarle.

Por otro lado, en cuanto ella llegó a su destino, agradeció a los jóvenes y se marchó corriendo al interior de su casa, donde le costó insertar la llave y quitar el seguro debido a los violentos temblores de su cuerpo al borde del colapso.

—¿¡Mamá!? —gritó asustada, al ver el silencio y la total obscuridad, salvo por la pequeña lámpara encendida de la sala. Nadie respondió—, ¿¡mamá, estás ahí!? —gritó de nuevo, dirigiéndose a las escaleras.

De pronto se dio la vuelta encontrándose con la silueta de su hermano—¿Qué te pasa? —preguntó adormilado—, ¿por qué gritas tanto?

Ju-ri lloró en silencio mientras corría a abrazar a Nam-gyu, tomó su pequeño rostro entre sus manos y acarició su cabello mientras depositaba besos desesperados en su cabeza y mejilla, su hermano estaba intacto.

—Nam, ¿dónde está mamá? —preguntó mirándolo fijamente, las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas.

—Está durmiendo, dijo que no la despertaras si llegabas tarde —informó mientras la miraba extrañado y se marchó al no entender lo que sucedía realmente.

Lo primero que pensó Nam-gyu, era que su hermana estaba borracha, pues sabía que ella no era una santa y más de una vez, la había visto llegar en esas condiciones a casa, por lo que simplemente la ignoró y se marchó a su cuarto.

Ju-ri dejó escapar un jadeo y se sentó en medio de la sala, tomando sucabeza con ambas manos para luego llevarlas a su corazón y darse golpes allí,estaba feliz de que su madre estuviera bien pero el miedo no se le iba y estabasegura de que tampoco se iría muy pronto.

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