Capítulo 22
Moon Ju-ri.
Correr nunca se me había dado bien, usualmente se me daba fatal todo lo relacionado a la actividad física y no era por lesiones inexistentes que inventaba, no. Era porque precisamente odiaba la agitación, sentir que me estrujaban los pulmones y el aire no podía ingresar en ellos, tampoco me gustaba el sudor y que la ropa se me pegara al cuerpo.
Pero todo aquello me importaba un comino en aquel preciso instante.
Un momento dónde corría para salvar mi vida, para escapar de las fauces del cazador, de aquellas garras que te desgarraban la piel y de sus ojos obscuros que brillaban con diversión mientras sus labios finos en una sonrisa torcida clamaba mi nombre como si cada componente fuera de lo más sabroso.
Debido a mi poca fuerza, cada salto que daba mis piernas se aflojaban y me costaba aún más retomar mi velocidad. Para él era un juego; me dejaba correr a lo que yo pensaba era libremente pero en realidad, me seguía de cerca, tanto que podía sentir sus fuertes respiraciones en mi nuca y su risa como ensordecedores truenos que llegaban a mis oídos por distintas direcciones.
Estaba aterrada hasta la médula, pero en mí, aún existía una pequeña chispa de esperanza en mi intento de escape.
Las ramas crujientes debajo de mis pies solo alteraban mis nervios, mi vista estaba nublada por la acumulación de líquido y por más que intentara resistirme, las lágrimas se deslizaban a toda prisa de mis ojos, como pequeños seres vivientes saltando al abismo.
Mis botas estaban enlodadas, mis piernas estaban cubiertas de raspones que me causaban sensaciones punzantes y tirantes cada vez que flexionaba mis rodillas. Mi cabello largo remolineaba salvajemente, arrancándome gritos de vez en cuando al atorarse entre las ramas de algunos árboles.
Y su risa, su risa aún resonaba en mi cabeza cual ave enjaulada revoloteando entre las rejas que la encarcelaban. Era tedioso, pero no sabía cómo silenciarlo porque cada vez que intentaba apartarlo, su voz me detenía una y otra vez.
Pero, ¿cuánto más debía correr para alejarme de él?
—¿Cansada de correr, preciosa? —dijo él.
Y eso fue todo, cerré mis ojos y dejé escapar un jadeo mientras mi cuerpo temblaba sin energías, era imposible alejarme.
Él me tenía a su merced.
Lo odiaba realmente, odiaba lo que había hecho conmigo, lo que me había obligado a hacer con aquel joven. Por eso, en cuanto vi la mínima oportunidad de escapar, lo hice. Había comenzado a confiar en mí porque yo lo obedecía pero solo era parte de un pequeño plan que se había formulado en mi cabeza para huir de él.
Jamás había creído que sobreactuar un poco mi falta de cordura y comportarme como una chica sumisa habría bastado para que Tae-hyung bajara la guardia. Era un completo tonto.
Miré mi ropa de reojo, de estar impecable luego de que extrañamente fuera considerado al dejarme bañar y cambiar de ropa, ahora estaba sucia otra vez y rasgada en la zona de las rodillas especialmente.
—¿¡Qué más quieres de mí!? —grité desesperada, cayendo hacia atrás por el empujón que me había dado.
—Quiero matarte, Ju-ri —confesó apretando los dientes, podía oír como estos crujían en el interior de su cavidad bucal—. Vida por vida, me lo cobraré.
—¿De qué diablos hablas? —fruncí el entrecejo cansada del misterio.
—Hace unos años atrás, tu padre fue quien asesinó a mi esposa —dijo sin rodeo y yo comencé a negar con la cabeza creyéndolo imposible, mi padre no era esa clase de personas y nada de lo que él dijera, haría que cambiara de opinión respecto del hombre que me crio—. Ella no le había hecho nada, mi Ho-yeon era una mujer tan dulce y risueña, era decente y era incapaz de matar a una mosca. Pero, ¿sabes qué pasó? —torció la cabeza para observarme desde lo alto, sus ojos estaban desorbitados y un poco errantes, pues no estaba segura de que estuviera mirándome precisamente a mí—. Tu padre la atropelló, cargándose su vida y ahora le quitaré lo que él apreciaba más, a su hija —se acercó lentamente.
—Te equivocas, mi padre no es un asesino, ¡fue un accidente! —quise defenderlo—, yo lo vi, las noticias aparecieron por todos los medios e incluso habían muchos más heridos —recordé—. Lamento que Ho-yeon no sobreviviera, ¡de verdad que lo siento!, pero mi padre sería incapaz de hacerlo a propósito.
—¡Tu padre la vio cruzar y pisó el acelerador! —gritó furioso, las venas de su cuello sobresalieron marcándose a un ritmo latente—. ¡Lo vi con mis propios ojos, él se reía en mi cara! —en ese momento, comencé a llorar. Tae-hyung me daba mucho miedo y más ahora que comenzaba a caminar de lado a lado, tirándose del cabello, murmurando incoherencias mientras permanecía atorado en los recuerdos del pasado que se negaba a dejar ir—. Sabes, robarme al cuerpo de tu padre fue lo mejor que pude hacer porque, de no ser así, no tendrías ese precioso collar en tu cuello.
Mencionó soltando una pequeña risa risueña mientras apuntaba hacia el collar con una pistola, inmediatamente llevé una de mis manos al collar que colgaba de mi cuello y lo apreté con mi mano, era el collar que él me había regalado para mi cumpleaños y que había olvidado hasta ahora debido a su falta de peso, era como una pluma sobre mi cuello.
Lo miré por escasos segundos, ¿era sensación mía o ahora parecía estar más reluciente que antes?, ¿por qué nunca le había prestado la atención suficiente?
—¿A qué te refieres? —dije sin entender, provocando una estrepitosa risa por parte de él. Claramente se estaba burlando de mi por algo que aún no lograba entender.
—¿Sabías que se pueden crear preciosos diamantes a base de cenizas o cabello de personas y animales? —sonrió inclinando su cabeza hacia un costado mientras jugaba con el arma entre sus manos—. Reduje a cenizas el cuerpo de tu estúpido padre y lo convertí en un precioso diamante rojo solo para ti, ¿qué se siente haber cargado con tu cuerpo a tu difunto padre durante todo este tiempo?
Abrí mis ojos de sopetón y arranqué el collar de mi cuerpo, arrojándolo a sus pies—¡Es imposible! —grité horrorizada.
Él se agachó para recogerlo de entre el lodo a sus pies—Si lo crees imposible, ¿entonces por qué te lo quitaste? —sonrió—. Claro que no es imposible, preciosa —negó con su cabeza, mientras ahora giraba la pistola entre sus dedos de forma juguetona. Su cabello caía en forma de rizos desordenados sobre sus ojos y me miraba de reojo mientras alzaba el collar en el aire exhibiéndolo con orgullo—. El cuerpo humano se compone de un veinte por ciento de carbono, tuve que hacer un proceso se filtración químico para poder aislar el carbono de los restos incinerados —chasqueó la lengua con desinterés—. Tuve que transformar su estructura en grafito y someterlo a una fuerte presión y altas temperaturas para lograr cristalizarlo. Hice un trabajo impecable, ¿no crees?
Mientras él me relataba aquello con su mirada fija en mí, yo solo me dedicaba a llorar y a negar con la cabeza. Durante los primeros años lloramos frente a una tumba vacía, porque el cuerpo de mi padre no estaba en la escena del desafortunado incidente y resulta que tiempo después el cuerpo había sido transformado en un diamante que yo exhibía en forma de joya sin darme cuenta.
¿Qué tan retorcida era la mente de este lunático como para hacernos esto a mi familia y a mí?
Inmediatamente comencé a unir todas las piezas, la señora Kang e incluso Nara. ¿Ellas también eran algún tipo de diamante?. El anillo de diamante verde, ¿quién sería?
Tae-hyung se acercó a mí y comenzó a golpearme sin piedad, anunciando que claramente era mi final pues, me había revelado la verdad absoluta después de todo. No podía dejarme con vida así como así, no ahora.
Pero yo ya no estaba en mis cabales y con la última patada que me dio, provocando que escupiera sangre, comencé a reír como desquiciada, causando una enorme confusión en él. Era tan idiota el condenado.
—Puedes golpearme todo lo que quieras... —murmuré con dificultad, un quejido salió de entre mis labios cuando levanté mi rostro del suelo húmedo y lleno de musgo. Traté de impulsarme con mis brazos con lentitud y mucho cuidado—... puedes asesinar a cuantas personas quieras fingiendo ser algún tipo de dios e incluso puedes jugar al científico al crear diamantes con las cenizas de tus víctimas, pero, Tae-hyung... —sonreí ampliamente—... jamás le devolverás la vida a Ho-yeon —escupí al final con todo el odio que había acumulado en mi cuerpo.
Y fue la gota que rebalsó el frágil vaso que él tenía a disposición.
Como si se tratara de una cámara lenta, vi como Tae-hyung le quitaba el seguro al arma con furia emanando de sus ojos y cerré los míos escuchando un fuerte estruendo y esperé un impacto que nunca llegó.
Frente a mí, habían dos cuerpos revolcándose en el suelo, golpeándose sin parar y a pocos metros de mí a mi lado, se encontraba el arma que le pondría fin a mi vida de no ser por la persona que había golpeado el brazo del asesino frente a mí en el momento exacto.
Temblorosa me arrastré hasta tomar el arma, escuchando los golpes que aquellos hombres se asestaban haciéndose tronar los huesos de la mano, estaba segura de que alguno tendría la nariz rota.
Mi vista estaba nublada producto de las lágrimas acumuladas y con esfuerzo y entre quejidos me coloqué de pie. Sin pensarlo demasiado, jalé el gatillo y una bala salió disparada de camino a la espalda de Tae-hyung, quien de inmediato cayó a un lado quejándose.
Lloré en cuanto vi el rostro ensangrentado de Ji-min y me deshice entre sus brazos cuando llegó a mí para acunarme entre el calor hogareño que su cuerpo desprendía.
Ambos llorábamos, mi infierno se había terminado al fin y todo mi cuerpo parecía reconocerlo pues sentía como los músculos se aflojaban y al mismo tiempo comenzaba a dolerme todo, ya no tenía que soportarlo en silencio ni aparentar ser fuerte.
Reconocí la voz de Seok-jin que llegó corriendo al poco tiempo y miró todo a su alrededor mientras apuntaba con un arma en distintas direcciones. Cuando sus ojos hicieron contacto con los míos, supe que estaba a salvo otra vez pero algo no marchaba del todo bien.
—¿Dónde está? —preguntó.
Mochi se alejó un poco de mí y señaló detrás de él a pocos metros pero su asombro se notaba a kilómetros.
—Juro que estaba allí hace un momento... —dijo y de inmediato me abrazó de nuevo—... no debe estar lejos, tenía una herida en la espalda.
El oficial asintió y se comunicó a través de la radio y al cabo de unos minutos, llegaron sus refuerzos que aguardaban sus órdenes.
Vi muchas luces rojas y azules, escuchaba gritos y ladridos de perros, también la sirena de la ambulancia pero todo era ajeno a mí; podía sentir como mi cuerpo era llevado hacia algún lado y poco después, sentí una superficie suave debajo de mí y una luz cegadora sobre mis ojos, muchos gritos más y un cálido apretón sobre mi mano magullada por las pisadas que había recibido.
Esa mano jamás me soltó y lo agradecí internamente, pues todo lo que quería ahora era contención.
Incliné mi rostro volviendo a la realidad, pues había entrado en una especie de trance y todo lo que podía oír se escuchaba lejano y todo lo que podía ver, estaba borroso. Es por eso que al ver los ojos llorosos de mi madre y poder distinguir su presencia estar firme a mi lado y aferrándose a mi como nunca antes, lloré de nuevo, pero lloré de alivio.
Ahora estaba a salvo lejos de aquel lunático, al que esperaba, atraparan pronto y lo condenaran por sus crímenes de una vez por todas.
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