Capítulo 21
Habían pasado tres días desde la última vez que Tae había visto a Ju-ri, cada cierto tiempo se aproximaba a la puerta del sótano y podía oírla aún contra la puerta; su respiración pausada pero fuerte, como si se tratara de un cachorro resoplando a través de la pequeña abertura para hacerse notar.
Había gritado hasta quedarse sin voz y llorado tanto como para estar al borde de la deshidratación, también había golpeado tantas veces la puerta que sus nudillos estaban completamente heridos, rojos y latentes con pequeñas grietas con hilos de sangre seca.
Tae-hyung sacudió la llave en el aire, como si estuviese mostrándole una pelota a un perro, haciéndolo desear. Entre risas, finalmente abrió la puerta de golpe y frente a sus pies la joven cayó temblorosa, achinando sus ojos y tratando de cubrirlos debido a la luz; tenía la piel más pálida, los labios resecos y partidos, sus ojos estaban hundidos y rojos en señal de cansancio por no dormir y la sangre del joven con la que se había ensuciado ya estaba seca sobre su piel.
Él chasqueó la lengua y Ju-ri se aferró rápidamente a la pierna de Tae-hyung, deseando que no volviera a encerrarla allí nunca más. No si era junto a aquel cadáver.
—Levántate, vamos a comer —le dijo simplemente, mirándola de brazos cruzados mientras se deshacía de aquel agarre, retrocediendo un par de pasos.
Ella en ningún momento lo miró, por el contrario, su vista seguía abajo, ocultando sus ojos de la luz—No tengo fuerzas para caminar... —dijo apenas audible y con un tono ronco.
—Entonces... arrastra tu cuerpo como una babosa —elevó sus hombros restándole importancia y se alejó tranquilamente, sabiendo que ella lo seguiría como fuera.
Inmediatamente Ju-ri lo siguió torpemente arrastrándose y luego se colocó de pie apoyándose en una de las paredes a su lado para poder sostenerse; y en el mismo rincón en el que él solía encadenarla, había dos platos de plástico redondos y limpios, uno tenía agua fresca y el otro comida. Como si se tratara de un animal que no había comido en semanas, metió ambas manos dentro del plato tomando puñados de comida y se las llevó a la boca devorando todo rápidamente mientras pequeñas lágrimas caían por el borde de sus ojos como personas miniatura lanzándose al abismo.
No le importó si tenía buen sabor o no, tenía demasiada hambre y quería callar a toda costa el sonido incesante que producía su estómago.
Tae-hyung apoyó su codo izquierdo sobre la mesa y apoyó su mejilla en la palma de su mano mirándola fijamente, una leve sonrisa se formó en sus labios, estaba orgulloso de haber logrado aquello aunque no podía quedársela por siempre como si fuera parte de él, pues en algún momento tenía que ponerle fin a su vida y cobrar su venganza tan añorada.
Finalmente suspiró y se colocó de pie con una nueva idea dando vueltas en su cabeza. Se acercó por detrás a Ju-ri y se inclinó levemente hacia ella, tomando un mechón de su cabello y frotándolo entre sus dedos, terminó por arrugar la nariz. El cabello estaba reseco y duro a causa de la sangre que la había salpicado, su cuerpo también desprendía un olor nauseabundo debido a los días encerrada en aquel sótano.
Se colocó de pie y tomó a Ju-ri por el brazo, quien sin rechistar y animo alguno lo siguió cabizbaja, ¿qué más podía hacer por ahora?, pues a como ella lo veía, Tae-hyung ya había ganado en aquel juego retorcido. Hacerlo enojar con sus protestas no cambiaría nada, por el contrario, haría que le fuera mucho peor.
Esta vez, la llevó a una dirección que pasaba más allá de lo que ella conocía. La introdujo en un baño distinto al anterior, este estaba bien cuidado; los azulejos blancos y azules de la pared y los cerámicos del suelo estaban relucientes, la bañera y el retrete brillaban sin rastro de sarro y había un mueble con toallas y distintos productos de higiene personal.
Tae-hyung se dispuso a llenar la bañera de agua templada casi caliente, colocándole sales de baño para aromatizar el agua. Miró de reojo a Ju-ri y esta se sobresaltó en su lugar, comprendiendo que debía quitarse sus prendas y meterse. Dudosa lo hizo y finalmente se metió dentro, abrazando sus rodillas al pecho y con la mirada perdida en la espuma que la rodeaba y cubría su desnudez ante aquel hombre que no apartaba sus ojos de ella.
Él tomó un pequeño cuenco y lo sumergió en agua para luego echarle con delicadeza agua al cabello de la joven que se sentía extraña ante el cuidado que él le brindaba. No se hubiera imaginado jamás, que un hombre como Tae-hyung que era poseedor de unas manos cubiertas de sangre de inocentes, fuera capaz de tratarla con delicadeza.
Aquellas mismas manos que había usado para matar a sangre fría, eran las mismas que ahora le brindaban suaves y cálidas caricias como si ella fuera una frágil copa de cristal.
—¿Por qué haces esto? —preguntó ella, con la voz apenas audible, siendo amortiguada por la piel de sus brazos, ya que tenía la cabeza escondida casi entre ellos.
Tae-hyung hizo un ruido con la garganta, siguiendo atento con su labor de lavarle el cabello a la chica, ahora colocando shampoo sobre este y comenzando a masajearlo. De aquella forma, a su mente venían vagos recuerdos de cuando hacía lo mismo por Ho-yeon y de pronto entristeció.
—No puedo dejar que un juguete digno se llene de mugre —respondió sin más, intercambiando una sonrisa divertida con ella—. Me gusta cuidar de lo que me pertenece... —murmuró esto último, divagando con aquellas palabras.
Y sin más que decir, continuó. Pero Ju-ri se había dado cuenta de que algo estaba mal con él por el leve temblor en su hablar, ¿por qué simpatizaba con sus emociones?, se preguntaba mientras trataba de repetirse incontables veces en su mente que él no era más que un asesino y que pronto ella sería la próxima víctima.
Intercambió una rápida mirada con él, sus ojos cafés tenían un leve brillo como si estuviese reprimiendo las ganas de llorar por algo en lo que pensaba que le dolía tanto. Quiso preguntar, pero se lo negó a sí misma, mordiéndose el labio, ¿qué clase de persona sentiría compasión por su captor?
Mientras tanto, el oficial Kim rascaba su nuca mientras repasaba las escrituras de una pila de papeles que tenía sobre su escritorio y frente a él, se encontraba el joven de cabellos rubios que también le ayudaba a buscar cualquier tipo de pista.
No se lo había pedido pero tampoco podía negarse, el chico era testarudo y quería participar en la búsqueda de alguna forma; por eso es que aunque quisiera mantenerlo lejos, aquel muchacho buscaría la manera de ser partícipe de la situación y lo había confirmado cuando le cerró la puerta en la cara y Ji-min se quedó afuera, comenzando a patear y a hacer ruidos molestos para desconcentrar al oficial.
Tiempo más tarde, algunos golpes rítmicos nuevos sobre la madera los alertaron y a los segundos, la cabeza de Ha-neul se asomó por la puerta con una mínima mueca por un fallido intento de sonrisa.
—Les traje algo de comida... —mencionó entrando con cuidado, llevando entre sus manos un pequeño bolso con varios recipientes. Sus ojos buscaron inmediatamente los de Seok-jin pero este la esquivó sin poder sostenerle la mirada. Ha-neul entendió que aún no había pistas y sintió como su corazón se estrujaba en su pecho—. Han estado casi toda la tarde aquí, deberían comer algo y descansar un poco —dijo suavemente, dejando el bolso sobre la pequeña mesa que Ji-min despejó rápidamente—. Mochi, cariño, deberías comer algo o tu madre se preocupará y no te dejará venir otra vez.
Ji-min sonrió levemente—Gracias, lo haré —hizo una corta reverencia mientras se disponía a sacar todo de allí.
—¿Jinnie? —murmuró apretando sus manos sobre su regazo, mirándolo suplicante.
Seok-jin finalmente suspiró y dejó de lado los papeles que tenía entre sus manos, se quitó las pequeñas gafas de lectura que tenía puestas y se colocó de pie caminando hacía ella para sentarse a su lado y tomar el tazón de arroz que esta le ofrecía.
Comenzó a comer con cuidado, sumido en sus propios pensamientos, intentando descifrar algo, ¿cómo era que le resultaba imposible encontrarlo aún?, ¿qué era lo que estaba pasando por alto como para no dar con su paradero?
Un codazo accidental por parte de ella lo sobresaltó haciéndolo reaccionar—¡Lo tengo! —exclamó con los ojos bien abiertos, mientras se ponía de pie—. ¡Lo tengo!, ¿cómo no me di cuenta antes? —llevó una de sus manos a su frente mientras que con la otra sostenía el tazón que pronto dejó sobre la mesa.
—¿Qué sucede? —preguntó la mujer, intercambiando miradas confusas con Ji-min, quien estaba tan perdido como ella.
El oficial Kim sonrió mientras caminaba al perchero y tomaba su abrigo para colocárselo algo torpe debido al apuro—Ji-min, ¿recuerdas que había un archivo donde mencionaba que Ho-yeon tenía una propiedad heredada de su abuelo? —mencionó—. Esa propiedad queda a las fueras de la ciudad, según su ubicación geográfica... —revolvió los papeles sobre su mesa hasta tomar un mapa de la zona donde trazó un circulo imaginario con sus dedos para indicar el radio del posible lugar donde lo encontrarían—... queda lejos de la civilización y en medio del bosque, lejos de los senderos de los campistas.
Ji-min abrió sus ojos sorprendido mientras miraba el mapa que ahora Jin había dejado frente a él y a la madre de Ju-ri—¡Tienes razón, es el lugar perfecto! —se colocó de pie y atrapó en el aire la campera que Seok-jin le arrojaba al aire—. Está lejos de la ciudad, las personas no llegan a esa ubicación... repito, es perfecto.
Sin más que decir, Ji-min caminó rápidamente hacía la puerta pero Jin le impidió el paso—¿A dónde crees que vas tan rápido? —reprochó mientras lo tomaba por la capucha de la sudadera.
El joven lo miró perplejo—¿Cómo que a donde voy tan rápido?, iré contigo, ¿no me has dado mi abrigo por eso? —preguntó rápidamente y pronto su enojo se hizo presente—. Me la pasé ayudándote a encontrar pistas, ¿no me vas a dejar acompañarte ahora que sabemos dónde se pueden encontrar ambos?
Jin negó—Iba a pedirte que llevaras a Ha-neul a casa. No sabemos con qué nos encontraremos allí; debo avisar al departamento, llevar una patrulla conmigo, una ambulancia también por si encontramos heridos —explicó—. Hay un procedimiento que seguir y tu madre me matará si te llevo conmigo.
—No tiene por qué enterarse... —intentó persuadirlo pero el oficial se mantuvo firme.
—Mochi, Seok-jin tiene razón. Puede ser realmente peligroso, lo sabes mejor que nadie —intervino Ha-neul, tomándolo por el brazo tratando de hacerlo entrar en razón—. También anhelo ver a mi hija sana y salva, estoy segura de que tú también... pero no cometas una locura de la que luego puedas arrepentirte o pueda ocasionar más daño, espera por ella a salvo.
El joven rubio bufó, ¿por qué le hacían esto?
Sabía que tenían razón y de solo pensar que ellos posiblemente lo veían como a un joven molesto que pretendía hacerse el héroe de la historia lo hizo enojar, él realmente quería ver a su amiga y jamás había estado tan arrepentido de ser un cobarde como en ese momento, ¿por qué no le había confesado sus sentimientos a Ju-ri hace tiempo?, ¿y si ya no podía hacerlo y era demasiado tarde?
Asintió marchándose enojado, sintiendo que no le dejaban más opción. Sin embargo, no se marchó, por el contrario, decidió darles algo de privacidad a ambos adultos.
Seok-jin y Ha-neul se miraron un instante, hasta que a ella se le llenaron los ojos de lágrimas y cubrió su boca con una de sus manos mientras que con la otra se abrazaba a sí misma. El oficial suspiró y se acercó a ella abrazándola y acariciando levemente su cabeza.
—La traeré a casa con vida, Ha-neul... —murmuró—... lo prometo, aunque me cueste la vida —dijo para su confort.
La mujer asintió y se abrazó a él, sintiendo su aroma varonil y su calor corporal que le transmitía paz.
Estaba segura de que Jin traería a su hija.
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