Capítulo 19
Moon Ju-ri.
Mordía mi labio para no emitir sonido alguno, Tae-hyung se encontraba vendando mi pierna sin tener el mínimo cuidado, de todas formas, tampoco es como si le importara en verdad. No lo hacía porque sintiera piedad o pena por mí, lo hacía porque no quería dejarme morir tan pronto, quería seguir jugando conmigo y para ello tenía que remediar de alguna forma lo que había roto. Como cuando Mochi rompía mis muñecas desarmándolas, y luego yo les colocaba la cabeza y un trozo de cinta adhesiva para que no volviera a salirse y pudiera seguir jugando como si nada hubiese ocurrido.
La muñeca estaba rota, pero de todas formas era divertido seguir usándola. Yo me había convertido en esa miserable muñeca que Tae-hyung se negaba a soltar.
Cuando terminó de aplicar desinfectantes, vendar la herida luego de coserla y de darme un calmante, palmeó mi pierna sana indicando que había finalizado y se colocó de pie, sin embargo, no lo seguí. Me quedé sentada en el piso de la habitación donde me mantenía cautiva, con mis brazos abrazaba mi pierna sana y hundía mi cabeza allí, ocultándome.
No quería verlo a los ojos y sentir que era atraída repulsivamente hacia él. Ya no quería tenerlo cerca ni por un minuto más.
Tae-hyung aclaró su garganta y lo miré de reojo sin tener energías y ganas para responderle o comenzar a discutir, ni siquiera tenía fuerzas de protestar por el dolor que me hizo sentir antes en todo el tiempo que había transcurrido hasta ahora, o el dolor que estaba sintiendo en ese mismo instante.
Agradecía que al menos supiera cómo curar heridas. Era habilidoso, casi como un profesional médico suturando con años de experiencia y supuse que había adquirido aquellas habilidades al tratar con tantas víctimas con las cuales no tenía intenciones de asesinar de manera temprana. Mientras más pensaba en ello, más horrorizada me sentía.
—Hoy haremos algo distinto —torció los labios mientras me observaba desde lo alto. Todo mi cuerpo tembló mientras en mi mente se encendía una alarma de peligro—. Digo, como parece que estás aburrida, le pondremos un poco de diversión a tu vida —y finalmente logró captar mi atención.
Lo observé nerviosa y con miedo, pensando en qué podría estar planeando ahora, ¿de qué manera me haría daño ahora?
Sin más, se alejó cerrando la puerta detrás de su espalda. Miré a mí alrededor, la luz de la pequeña vela iluminaba muy poco de aquella habitación.
Con esfuerzo y entre quejidos, logré ponerme de pie. Una fina capa de sudor se había creado en mi cuello y frente, me incliné un poco tomando la vela y la dejé a un lado de la cama, sobre una pequeña mesa de luz y la apagué en cuanto me acosté en el fino colchón que era como cartón, mientras más trataba de acomodarme, más podía sentir las tablas de madera hacer presión en mi espalda.
La luz de la luna hacía acto de presencia otra vez y escuchando a los grillos, cerré mis ojos debido al cansancio, cayendo rendida ante el profundo sueño que me envolvía rápidamente librándome momentáneamente de mi sufrimiento.
No sé por cuanto tiempo me permití soñar con mi hogar y mi vida antes de haber conocido a mi captor, pero el ruido que había afuera no me dejaba seguir durmiendo. Había un poco de claridad en la habitación lo que me indicaba que posiblemente era de madrugada y los primos rayos del sol no salían por completo, sino que parecían tímidos en el horizonte, pero exactamente no sabía qué hora era para ese punto.
Me senté en la cama sintiendo un dolor punzante en la pierna y llevé ambas manos a aquella zona haciendo una mueca. Un golpe fuerte en mi puerta me sobresaltó y pronto le siguieron muchos otros golpes desesperados mientras alguien forcejeaba el picaporte con desesperación, como si abrir aquella puerta fuera de lo que único que dependía su vida y ahí lo supe, era otra víctima que estaba tratando de huir en vano, pues Tae-hyung no dejaría que se librara tan fácilmente. Sin embargo, la esperanza en mí no decayó en ese momento.
—¡Ayuda! —escuché que gritaban del otro lado—. ¡Qué alguien me ayude, quien sea! —insistió desesperada mientras sollozaba.
Me levanté casi de inmediato y torpemente me moví hacia la puerta y golpeé esta para anunciar mi presencia del otro lado, para que se enterase de que no estaba sola—¡Hola! —exclamé temblorosa, estaba tan atormentada en ese momento por hacerme notar, si ella lograba escapar, quería que dijera que yo aún tenía vida.
Que había alguien a quien salvar, todavía.
Pero otro golpe en secó se oyó y sentí un líquido caliente bajo mis pies descalzos, miré en aquella dirección y grité horrorizada, arrastrando mi cuerpo lejos de aquel charco de sangre caliente que se filtraba debajo de la puerta.
El sonido metálico de la llave quitando el seguro en la puerta me asustó y tan pronto como la puerta se abrió, pude observar como caía de espaldas, el cuerpo de una chica joven, quizás de la misma edad que yo.
Tae-hyung ingresó en la habitación con paso firme y me tomó del brazo, sin cuidado alguno—Veo que ya has descansado lo suficiente, ¿verdad? —entre tropezones, le seguí el paso y resbalé al pisar nuevamente la sangre pero gracias a la fuerza del hombre que me llevaba, no me caí sobre el cadáver.
Conocía de memoria el pasillo por el cual íbamos, empecé a frenar mi andar y a negarme a seguirlo desesperada, jalaba mi brazo con fuerza y podía jurar que me dejaría una marca morada en la muñeca.
De un empujón, me tiró a la bañera salpicando agua en todas direcciones, mis piernas ardían un poco, pues habían sido golpeadas con el borde antes de caer dentro. Intenté ponerme de pie de inmediato pero Tae-hyung fue más rápido y de un golpe en seco, giró mi rostro aturdiendo mis sentidos. Llevé mi mano a mi mejilla mientras enfocaba mi visión borrosa en él y sentía el odio crecer en mi pecho.
Me tomó del cabello y empujando mi cabeza, me sumergió nuevamente en el agua, me retorcí como un gusano fuera de la tierra mientras movía mis brazos desesperadamente y gritaba inevitablemente, sintiendo como comenzaba a tragar agua. Cuando me sacó para dejarme respirar, giré mi rostro y sin que se lo esperara, lo tomé de las mejillas clavando mis uñas en él.
—¡Déjame en paz, maldito lunático! —le grité con odio, mi cuerpo temblaba por el frío del agua y la ira contenida hacia él.
—¡Tienes que pagar! —gritó sobre mi rostro, zarandeando mi cabeza, que aún sujetaba en un puño, trataba de alejarme pero estaba decidida a arrancarle la piel si era necesario.
Su rostro permanecía sin rastro de emoción alguna y yo no podía dejar de preguntarme si acaso no le dolía que clavara mis uñas en su mejilla. Intentó empujarme de nuevo bajo el agua e inmediatamente acerqué mi rostro al de él.
Sus ojos se abrieron con sorpresa en cuanto mis labios tocaron los suyos y se apartó de mi tanto como si mi tacto le quemara y aquel beso fuera una aberración.
Me salí a tropezones de la bañera aprovechando que estaba distraído pero no pude escapar, sino que me quedé a verlo— ¿Qué sucede, Tae-hyung? —pregunté divertida—. ¿A caso no te gustan mis besos?, ¿uh?. Ho-yeon se enojará, ¿verdad? —le mostré una sonrisa torcida, me tiré sobre él comenzando a forcejear y a golpearlo—. ¿¡A caso te desagrado ahora, maldito enfermo!? —grité furiosa—. ¡Asesino!, ¡violador! —remarqué esto último—. ¡Todas esas noches de pesadillas, se trataba de ti, desgraciado!, ¡me drogaste y a toda mi familia para poder abusar de mi por las noches!
Mis lágrimas salían sin control y sin que se esforzara tanto, giró su cuerpo para quedar sobre mí, dejándome inmóvil en el suelo. Estaba claro que él se había dejado golpear por mí, yo ni siquiera era rival para él.
Me miró con una sonrisa socarrona y apretó mi cuello—No parecías negarte a mí.
—No estaba en mis cinco sentidos, estaba alucinando gracias a ti —me justifiqué.
—¿Y eso qué?, de igual forma pensabas en mi o qué, ¿acaso no te gustaron las galletas de limón que te dieron el empujón que necesitabas para estar conmigo? —hizo puchero y a cambio, le escupí en el rostro.
—¡Tú y tus galletas de limón pueden irse al carajo! —le grité, otra vez me sentía más que enojada.
Enojada con ese imbécil y conmigo, porque de cierta forma, yo había deseado a Tae-hyung; a pesar de lo irritante que era, ¿quién se podía resistir ante él?, había sido débil y se había aprovechado de esa pequeña brecha que cree para su beneficio, sin darme cuenta.
Él comenzó a reír con fuertes carcajadas mientras se quitaba de encima y me arrastraba junto con él, llevándome al sótano, otro lugar que odiaba, pues ahí era donde ocurrían las peores torturas físicas.
Me empujó por las escaleras y entre quejidos me levanté temblorosa escuchando como sus carcajadas retumbaban en mis oídos. Cerré mis puños y me fui contra él, intentando golpearlo de nuevo, ya no era capaz de controlarme, quería destrozarlo, humillarlo y doblegarlo como él había hecho conmigo desde el instante en el que se cruzó por mi camino.
Había logrado meterse en mi cabeza y revolver todo allí, había borrado todo rastro de esperanza en mi de que pudieran encontrarme, me repetía una y mil veces que estábamos demasiado lejos de la ciudad, que jamás me encontrarían en medio de aquel bosque donde ni los campistas se atrevían a venir.
Me tomó del brazo girando mi cuerpo de forma que él quedó detrás de mí, inmovilizando cada uno de mis intentos por tocarlo para darle su merecido. Encendió el interruptor a nuestro lado y una tenue luz naranja se encendió intermitente, dejando ver frente a mí a un chico joven completamente desconocido para mí.
El chico tenía el cabello levemente rizado y corto, tenía un par de ojos oscuros y la piel tan blanca como la de Tae-hyung. El joven permanecía atado de manos y pies a unas cadenas que conectaban con un aparato con sistema de poleas y engranajes, no se veía tan mal como yo pero tampoco estaba en sus mejores días. Tenía algunos golpes en su piel y su ropa estaba sucia como si lo hubiesen arrastrado durante horas por un extenso camino lodoso.
Miré por sobre mi hombro a Tae-hyung quién sonreía entusiasmado y me provocaba ganas de borrarle a golpes aquella sonrisa de comercial. Tomó mi mentón con mis dedos y llevó mi cabeza en dirección al joven, podía sentir la respiración pausada de Tae sobre mi cuello y oído, el aire caliente me causaba un cosquilleo en aquellas zonas.
—¿Qué sucede, preciosa? —preguntó con una voz ronca—. ¿No querías golpearme?, ¿apuñalarme?, ¿desmembrar cada una de las partes de mi cuerpo? —murmuraba rápidamente, cambiando su posición intercaladamente para susurrar en mí oído derecho y luego en el izquierdo, sucesivamente—. ¿No quieres hacerle daño al hombre que mató a tu dulce vecina ancianita?, ¿no quieres descuartizar al hombre que se metió en tu casa e instaló cámaras para vigilarte?
—Para por favor... —murmuré sintiendo que mi cabeza palpitaba y sus preguntas me aturdían haciendo eco en mi cabeza.
Me sentía mareada y débil, todo a mi alrededor se veía confuso pero lo único claro que percibía era su voz que me engatusaba para seguirle la corriente.
—¿Vas a dejar a tu violador salir ileso de toda esta situación? —preguntó ahora, llevando sus manos a mi cadera y pegándome a su cuerpo.
A medida que sus grandes manos recorrían descaradamente mi cuerpo y sus labios se pegaban a mi cuello dejando besos húmedos, mi enojo incrementaba mientras mi mirada se perdía en los ojos suplicantes del chico, no podía ver claramente a mí alrededor, sentía que todo giraba y cuando todo se aclaró para mí, lo vi, vi mi objetivo perfectamente frente a mí, sonriendo de oreja a oreja, invitándome a jugar con él.
¿Qué podría salir mal?, era él quien había planeado todo esto.
¿Quería corromperme?, pues ahora tendría a la nueva versión de mi mismaque tanto deseaba obtener.
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