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Capítulo 16

Ji-min se encontraba reposando en una cama de hospital, sus heridas abiertas y de mayor gravedad, habían sido desinfectadas y cerradas con puntos. Tenía vendajes en su torso y una aguja clavada en uno de sus brazos por donde le administraban la medicación, su piel estaba un poco opaca y debajo de sus ojos había unas pequeñas marcas rojizas en señal de la falta de sueño.

Últimamente le costaba conciliar el sueño debido a algunas pesadillas que lo atemorizaban hasta paralizarlo, por lo que a veces le administraban alguna droga para ayudarle a dormir por al menos unas cuantas horas. Sin embargo, antes de siquiera sentirse bien, podía notar como aquello le dejaba una sensación de mayor cansancio y se estaba volviendo realmente agotador el permanecer en aquella cama de hospital.

Su rostro ya no permanecía hinchado por los golpes y en los cortes que tenía en su delicada piel ya no tenía sangre seca. Su rostro estaba completamente limpio y, a pesar de su condición, aún se veía como un precioso ángel y emanaba aquella aura pura de una buena alma sin una pizca de maldad.

A pesar del dolor que se cargaba, de la angustia y el desánimo, seguía teniendo un aspecto de niño con aires de magnificencia.

Su madre acarició su mano algo distraída mientras miraba su celular enviándole mensajes a su esposo, el cual se encontraba en casa preparándose para cuidar esta vez, a su hijo que estaba próximo al momento en el que le darían finalmente el apto médico para irse a su casa con los cuidados necesarios.

—Mamá... —murmuró él tratando de obtener su completa atención—... puedes ir a comer algo en la cafetería, has estado desde ayer tarde aquí y no has comido nada —le recordó algo preocupado. Ella negó rápidamente mientras se aferraba a su mano y sus ojos se cristalizaban reteniendo algunas lágrimas debido al miedo latente que no cesaba. Esto no solo lo había afectado a él, sino que a toda su familia—. Mamá, estaré bien... —insistió demostrando calma, para que su madre se animara a descansar al menos unos minutos.

Un pequeño golpe en la puerta los sobresaltó poniéndolos alerta y pronto se asomó un rostro familiar que los tranquilizó a ambos—Puedes ir, lo cuidaré... —dijo esta vez Seok-jin, ingresando a la habitación.

La madre de Ji-min suspiró tranquila sintiendo como su cuerpo comenzaba a relajarse un poco, no porque se tratara de Seok-jin, sino porque este mismo portaba un arma y confiaba en que si veía al lunático que le había hecho aquello a su hijo, le daría un balazo entre ceja y ceja como mínimo, pues ese sujeto no debería circular libre por la ciudad y después de haber arrebatado varias vidas posiblemente, creía fuertemente en que no merecía vivir tampoco, pues no conocía el valor de la vida.

Se inclinó sobre la cama y depositó un casto beso sobre la cabeza de su hijo, acariciando suavemente su mejilla antes de dirigirle una mirada rápida escaneando su rostro para finalmente marcharse.

La mirada de Ji-min se oscureció mientras observaba como ella desaparecía después de la puerta. El oficial observó con detenimiento la habitación, todo era blanco a excepción de los muebles de madera para guardar objetos personales y los cobertores azules de la cama, el olor a desinfectante invadía sus fosas nasales recordándole permanentemente porque no era muy fanático de hacer visitas en aquel lugar.

—¿Y Ju-ri? —preguntó en un tono gélido casi de inmediato al escuchar como la puerta era cerrada.

El oficial suspiró, tomando asiento a su lado. Por un momento había pensado evitar el tema, pero sabía también que sería imposible hacerlo porque aquel joven le insistiría hasta obtener lo que quería—Aún no podemos encontrarla, pero te prometo que....

—¡No lo entiendes! —exclamó interrumpiéndolo, sentándose de pronto tomando a Jin por la camisa. Rechinó los dientes apretando su mandíbula, sus ojos comenzaron a cristalizarse mientras sentía también el dolor de las heridas—. Ese maldito le hará daño, jugará con ella como lo hizo conmigo o peor. La desestabilizará y luego la matará cuando ya no le sirva jugar con ella, eso es lo que les hace a sus víctimas, ¿crees que no me mató porque no tuvo la oportunidad? —preguntó mientras elevaba sus cejas, una mirada preocupada surcando su rostro mientras negaba con su cabeza—, no. Él me dejó vivo con la sola condición de utilizarme como una advertencia para ti, Seok-jin —de sus ojos cayeron un par de lágrimas, sentía su cuerpo adolorido pero no más que su corazón en esos momentos—. Pero con ella será distinto, ¿entiendes?

El oficial suspiró sin poder imaginarse por lo que aquel chico había pasado como para deducir aquello o que tanta información le había revelado Tae-hyung, aunque esto último lo dudo, ya que de haberle revelado información valiosa, no lo hubiera dejado con vida a no ser que tuviera un propósito con ello como iniciar algún retorcido juego. Miró la desesperación que se adueñaba de sus ojos y lo sintió temblar a un lado de él.

—Ji-min, sé que es difícil. Para todos lo es... —aclaró, poniendo sus manos sobre las del chico—... pero necesito que conserves la calma para que puedas ayudarme, dime lo que recuerdas. Puedo empezar a buscar pistas por allí y cuanto más sepa, más rápido la encontraré.

El joven se recostó nuevamente entre quejidos y con la ayuda del oficial, llevó su brazo a sus ojos para cubrirse y ocultar sus lágrimas, pero su labio tembloroso delataba lo destruido que estaba al hurgar en sus recuerdos que solo deseaba olvidar día tras día.

Él quería dejar atrás aquel recuerdo y quería evitar ese momento tanto como pudiera, pero era consciente de que era una pieza clave para intentar hallar a su amiga y debía ser más fuerte que un simple recuerdo tormentoso.

Seok-jin sabía perfectamente que aquel joven quedaría marcado de por vida, no solo psicológicamente, también de forma física. Algunas marcas se irían, quizás las más pequeñas, pero otras quedarían permanente en su cuerpo y de solo mirarlas, recordaría el pasado aterrador al que se había enfrentado. Era como estar constantemente en un laberinto sin salida, sintiéndose acorralado y acechado por alguien a quien no veías pero que sabías perfectamente que estaba detrás de ti.

Él chico era muy valiente pero también era tan sensible y frágil como un niño pequeño.

—Ju-ri había descubierto que algo andaba mal con su vecino, dijo que lo vio cubierto de sangre. Él la llevó al bosque y ella vio como sacaba una mano dentro de una bolsa de consorcio —relató tomando por sorpresa al oficial, quien de inmediato tomó su celular para comenzar a grabar aquella conversación—. Al día siguiente me pidió que la acompañara, lo hice pero no había nada allí, nada más que una nota. Una advertencia por la cual Ju-ri se alteró y salió corriendo a la carretera de inmediato —frotó sus ojos y se mantuvo un momento en silencio, tratando de controlar sus lágrimas—. Quise detenerla, pero no pude. El auto de mis padres quedó varado en el lodo, pedí ayuda pero tardaban demasiado, así que me subí al primer auto que frenó para lo que yo creía, era ayudarme.

—Ji-min, ¿recuerdas cual era aquel lugar? —preguntó el oficial, mientras esperaba expectante.

Pero Ji-min permaneció en silencio sin ser capaz de responderle, pues se había quedado pensando en que jamás había estado tan equivocado como esa noche.

El recuerdo tan claro como el agua se repetía como un bucle en su mente hasta tal punto de causarle migraña.

El cómo Tae-hyung lo tomaba por sorpresa, clavando una navaja en su pierna para luego darle un puñetazo en su mandíbula, noqueando a su víctima.

Sin perder tiempo, lo ató de manos y piernas y se dirigió a la casa de su abuela, dónde aprovechando las altas horas de la noche, sacó al chico del auto sin hacer mayor esfuerzo y lo metió dentro. Lo arrojó a un costado mientras él se sentaba tomando una tablet que reposaba sobre un mueble y encendía la pantalla, a medida que tomaba una joya en manos.

—¿Sabes, Ji-min?... —murmuró a medida que el chico comenzaba a despertar—... estas joyas son muy valiosas para mí, es mi más grande sucio secreto —sonrió de medio lado—. Pero no te diré por qué.

Simplemente se quedó callado, observando la pantalla con gusto. Por la posición en la que se encontraba Ji-min, pudo visualizar lo mismo que su captor. En la pantalla, corría el vídeo en directo de la casa de su amiga, vista de distintos ángulos y sobre todo, la principal. Dónde ella estaba parada de pie en la sala, hablando con el pequeño Nam.

Ji-min intentó gritar, pero fue en vano. Todo lo que salía de su boca eran quejidos amortiguados por una cinta que posaba sobre sus labios rosados.

Su pecho subía y bajaba rápidamente y una leve capa de sudor lo cubría, estaba comenzando a tener fiebre por la gran herida en su pierna que le dolía más que cualquier cosa que hubiese experimentado.

Tae-hyung giró su cuerpo sobre la silla y sonrió observándolo con la cabeza inclinada—Tenemos un par de horas antes de que caigan en un sueño profundo —Ji-min observó el brillo de sus ojos obscuros, casi negros y demoníacos que el pelinegro poseía.

Se levantó de su lugar y lo tomó por la remera, elevando un poco su cuerpo y chocando su frente con la de él, ambos respiraban el mismo aire. Podía ver el mismísimo infierno en los ojos de aquel hombre que ahora, lo aterraba realmente. Podía ver su vida pasar frente a aquellos ojos negros que ahora brillaban divertidos y ansiosos.

Dejando escapar una carcajada estruendosa, lo empujó con fuerza, provocando que callera de espaldas y tomando sus pies, lo arrastró por la casa hasta llegar a una pequeña puerta con unas escaleras angostas y de madera. Lo levantó del suelo y comenzó a descender con él, pero antes de bajar por completo, lo soltó permitiendo que el joven cayera rodando escalera abajo.

Tae-hyung chasqueó la lengua y subió las escaleras una vez más para ir en busca de los utensilios de tortura, mientras que Ji-min miraba rápidamente todo el lugar. Las paredes estaban preparadas para aislar todo tipo de sonidos y había una luz blanca perfectamente funcionando que hacía que todo se viera aún más blanco. Y a un lado de las escaleras, había un amplio congelador, más no había ningún otro tipo de mueble o electrodoméstico o aparato que fuese eléctrico, salvo una pequeña cámara que permanecía oculta debajo de uno de los peldaños de las escaleras.

Pasos fuertes se oyeron y tan pronto como se cerró la pequeña puerta, Ji-min supo que estaba acabado.

El lunático que lo miraba como si se tratara de un vaso de agua en el desierto, se acercaba con un cuchillo de acero similar al que su madre solía utilizar para cortar la carne. Jugaba con aquel objeto girándolo entre sus dedos mientras mordía su labio en un estado de éxtasis muy grande.

Mientras Ji-min retrocedía retorciendo su cuerpo como un gusano ignorando el dolor por la caída, Tae lo seguía acariciando el filo del cuchillo con la yema de sus dedos, mirándolo con una sonrisa torcida que apenas dejaba ver unos dientes filosos y blancos.

—Casi lo olvido... —murmuró deteniéndose y yendo al congelador—... a ella le gustará verte sufrir tanto como a mí —sonrió entusiasmado.

Abrió el congelador y con cuidado, sostuvo a una mujer en brazos al estilo nupcial. Su cabello era largo y castaño oscuro con pequeñas ondas, llevaba puesto un delicado y corto vestido blanco con encaje, su piel grisácea y pálida le daban un aspecto terrorífico y sus labios morados y carnosos a un más.

Tae-hyung la colocó con cuidado sobre el congelador y la acomodó de manera que pudiera sentarse por sí misma mirando en dirección a ellos.

Ji-min sentía náuseas, él era peor de lo que imaginó.

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