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010. Mereces algo mejor
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DECIR QUE DRACO ESTABA FURIOSO quedarse corto. El enojo no solo lo consumía; lo gobernaba, ardiendo como un fuego incontrolable en su interior. Todo su cuerpo dolía por el golpe que Potter le había dado, pero el verdadero dolor estaba en su orgullo herido.
La ausencia de Mellea lo irritaba aún más. ¿Dónde estaba ella? ¿Por qué no estaba allí para ayudarlo? Esa traición imaginaria, sumada al golpe literal, hacía que la rabia en su pecho creciera como una tormenta imparable.
Draco estaba acostumbrado a ganar, siempre. Ya fuera en enfrentamientos verbales o en las pequeñas intrigas que orquestaba, ser derrotado no estaba en su vocabulario. Pero Harry Potter, ese maldito mestizo, no solo lo había vencido con un solo golpe; había tenido la audacia de llevársela a ella. Su novia, su Mellea.
Ese pensamiento hizo que apretara los puños con fuerza, sus uñas marcando la piel de sus palmas. No importaba lo que costara, no permitiría que Potter se saliera con la suya. La humillación lo perseguiría por siempre si no hacía algo al respecto.
Se puso de pie, tambaleándose al principio, pero rápidamente recuperó la compostura. Su expresión fría y decidida ya estaba de vuelta en su rostro cuando salió de la biblioteca, sus pasos resonando con fuerza en el pasillo vacío.
Sabía exactamente a quién buscar. Crabbe y Goyle estarían dispuestos a cualquier cosa con tal de complacerlo. Su lealtad ciega era una herramienta que Draco sabía usar a su favor, incluso cuando sus planes rayaban en lo peligroso o lo absurdo.
En su mente, ya comenzaba a tejer la venganza perfecta. No importaba lo que tuviera que hacer ni las consecuencias que enfrentara. Harry Potter pagaría caro por haberlo humillado, y si Crabbe y Goyle terminaban en problemas, sería un precio que estaba más que dispuesto a pagar. Después de todo, para Draco Malfoy, nada era más importante que restaurar su honor.
— ¡Draco!— escuchó atrás de él, era una voz femenina que aunque reconoció, decidió ignorar— ¡Llevo media hora buscándote por todos lados, házme caso!
— Fiorella ahora no estoy para tus comentarios, tengo cosas que hacer— le dijo mientras seguía su camino— Dame permiso, hablaremos después
— A mi no me vas a ignorar. Puedes tratar así a quien sea, pero a mi, nunca— le dijo Fiorella poniéndose frente a él— ¿Me quieres explicar porqué encontré a Mellea llorando abrazada de Hermionie Granger?
— ¿Dónde están?— preguntó Draco, quería ver a su novia
— No te pienso contestar nada hasta que me digas lo que sucede— respondió firme la rubia— Espera... ¿Por qué tienes sangre en la nariz?
Draco pasó su mano por debajo de su nariz, era cierto, del coraje que estaba pasando ni siquiera había notado ese detalle.
— Eso no importa, ¿Dónde está Mellea?— volvió a preguntar Draco
— ¿Cómo que no importa? Draco, tu nariz está sangrando y tu novia está llorando, ¿Qué está pasando?— insistió Fiorella
— Discutí con ella, ¿Feliz?— dijo Draco— Ahora ¿Dónde está mi novia?
— Dudo mucho que ella te hiciera eso, ¿Qué pasó exactamente?— siguió insistiendo
— Mierda Fiorella, deja de ser tan entrometida— dijo Draco fastidiado
— ¡Solo estoy tratando de ayudarte!— gritó la chica
— ¡Nadie te pidió que lo hicieras!— le respondió
Fiorella se quedó callada, por mucho que quisiera a Draco, ella no permitiría que le hablara de esa manera.
— Vete a la mierda Malfoy, yo no soy los estúpidos de Crabbe y Goyle para que les hables de esa manera— respondió Fiorella dando la media vuelta para irse— Por cierto, Luka vió a su hermana llorar, sabrá que de alguna manera fuiste responsable, así que si te golpea, yo le daré los ánimos para que lo vuelva a hacer
Draco ignoró lo último que su amiga había dicho. Lo que menos le importaba era Luka, él solo quería ver a su novia y hacer pagar a Potter por el golpe.
¿Por qué las cosas no podían ser como en su quinto año? Draco se hacía esa pregunta mientras sus pasos resonaban por los pasillos de Hogwarts, con una rabia que no lograba contener. Su relación con Mellea había sido perfecta en ese entonces. Ella lo adoraba, y él se sentía invencible teniéndola a su lado. Eran inseparables. Mellea era todo lo que él necesitaba, y más importante aún, no hablaba con ningún otro chico que no fueran él o Luka. Draco no tenía que preocuparse, no tenía que vigilarla constantemente como ahora.
Pero todo había cambiado. Mellea había empezado a cuestionarlo, a desafiarlo en pequeñas cosas. Incluso en su amor por él, parecía que ya no dependía de Draco como antes. Eso lo enfurecía. No porque no la quisiera, sino porque su control, su poder sobre la relación, se tambaleaba. Draco no podía permitirlo. Mellea era suya, y lo sería para siempre. Jamás la dejaría ir.
Con ese pensamiento ardiente en su mente, entró en su habitación y encontró a Crabbe y Goyle, como siempre, listos para hacer lo que fuera necesario para ganarse su favor.
—Oigan, idiotas—los llamó con desdén—Van a hacer algo por mí.
Mientras Draco planeaba su venganza, en la sala común de Gryffindor, Mellea estaba en el dormitorio de Harry, Ron, Neville, Seamus y Dean, rodeada por los que alguna vez habían sido sus compañeros cercanos. Ahora la consolaban mientras las lágrimas caían sin cesar por su rostro. Hermione la abrazaba con fuerza, tratando de transmitirle un poco de calma, mientras Harry, furioso, caminaba de un lado a otro.
—Estoy seguro de que si no hubiera vuelto, él te habría golpeado—dijo Harry, su voz llena de ira.
—Draco sería incapaz de hacerme daño—murmuró Mellea, en un intento débil de defenderlo.
—¿Incapaz?—exclamó Ron, incrédulo—¡Todos escuchamos cómo te gritaba!
—No lo entienden—respondió ella, bajando la mirada—Draco es... explosivo. Yo no debí hacerlo enojar.
— Para de culparte por esas cosas— la interrumpió Ron— Mellea, mereces muchísimo mas que alguien como él
Mellea quería creer las palabras de sus amigos, pero era algo imposible, mas considerando que lo único que a escuchado de parte de su madre desde que entró al colegio es que ella no valía nada.
— Soy afortunada de que alguien como Draco se fije en mi— dijo Mellea en un susurro esperando que nadie la escuchara
La ravenclaw quiso defender a Draco, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Una parte de ella sabía que sus amigos tenían razón, pero no podía admitirlo. No después de todo lo que había pasado.
Hermione la abrazó de nuevo, sintiendo un peso en el pecho que no podía ignorar. Conocía a Mellea desde hacía años y la había visto reír, brillar, ser la joven brillante y llena de vida que todos admiraban. Ahora, verla así, consumida por inseguridades y dependiente de alguien que claramente no la valoraba, era devastador.
Sabía que había algo más detrás de todo. Los comentarios de Beatrice Salvatore, la madre de Mellea, siempre habían sido crueles y despectivos. Hermione había notado las lágrimas en los ojos de su amiga en más de una ocasión, aunque nunca había querido hablar al respecto. Ahora, esas heridas eran imposibles de ocultar.
—Tienes que terminar con él—dijo Harry con firmeza—No puedes seguir ahí. Solo te lastima.
Mellea negó con la cabeza, y sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente.
—Yo lo amo—susurró—No podría dejarlo nunca.
Harry sintió que su corazón se rompía, no solo por el hecho de encontrarse perdidamente enamorado de ella, sino también por el dolor que percibía en su amiga. Quería protegerla, darle el mundo entero, porque sabía que lo merecía. Mellea era demasiado buena, demasiado especial.
Pero, por desgracia, no podía obligarla a ver lo que él y los demás veían: que merecía mucho más de lo que Draco Malfoy jamás podría ofrecerle.
"Si pudieras ver lo que yo veo, entenderías porque te quiero tan desesperadamente"
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