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004. Los celos de Draco

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LA HORA DE LA CENA HABÍA LLEGADO, y aunque Eleanor no estaba muy de acuerdo con que Mellea se fuera con los Slytherin's (esto debido a las actitudes de Draco durante la clase hacía su amiga), la pelinegra se negó a no pasar la cena en compañía de su novio.

Llegados a la mesa de las serpientes, Mellea tomó asiento entre Draco y Luka. La comida apareció tan solo unos momentos después y todos los estudiantes comenzaron a tomar lo que había frente a ellos.

Mellea veía la comida frente a ella y por primera vez en el día, sintió una gran necesidad de comer.

Emparedados, frutas, gelatinas, pan, cereales. Había de todo y Mellea no tenía ni idea de por donde comenzar.

— ¿Qué tal tu día cariño?— preguntó Mellea a su novio mientras servía algo de fruta en su plato.

— Aburrido, como siempre— respondió sin importancia— ¿Encontraste tu libro de pociones?

— No, Eleanor tampoco lo tenía. Debí olvidarlo en el salón— negó la chica— Pero le preguntaré al profesor Slughorn en cuanto termine la cena. Es que no tuve tiempo de volver al salón y tampoco creo que alguien lo tenga porque casi todos salimos corriendo para llegar a clase de Snape

— Tienes que dejar de ser tan despistada hermanita— le dijo Luka riendo— No pierdes la cabeza solo porque la tienes pegada al cuerpo

Draco no dijo nada, solo pasó su brazo por encima de los hombros de su chica para que ella tomara su mano.

Mellea no sabía como esos pequeños detalles lograban hacer que su corazón se acelera tan a prisa. Un acto muy simple que iba acompañado por un beso en la frente, eso era todo lo que Draco necesitaba hacer para que el corazón de su novia latiera solo por él.

— ¿De verdad vas a comer todo eso?— preguntó Draco al ver todo lo que la chica se había servido

— Pues... si. ¿Tiene algo de malo?— dijo Mellea apenada

— ¿No crees que es demasiado?— le cuestionó Draco— Subirás más de peso

— Oh wow, de verdad voy a tratar de olvidar que acabo de escucharte decir eso— habló Fiorella viendo mal a su amigo— Que si pienso mucho en eso, soy capaz de aventarte la charola con el pan. ¡Esas cosas no se dicen, no seas idiota!

— No estoy diciendo nada malo, solo estoy viendo por el bien de Mellea y por el de su imagen— le respondió Draco

— Si eso fuera así, no estarías haciendo comentarios sobre lo que si y lo que no come. Eso no es de tu incumbencia— dijo ahora Luka— Ya mejor no digas nada. Que no estoy nada feliz contigo y si dices alguna otra estupidez, te prometo que olvido que somos amigos y te rompo los dientes

Draco volvió a rodar los ojos y guardó silencio por el resto de la cena.

En cuanto a Mellea, pese a que Fiorella y Luke trataron de animarla a comer más, las palabras de Draco aún daban vueltas por su cabeza. De esta manera, la cena de la chica terminó siendo solo una manzana.

Miró el plato con todo lo que planeaba comerse en un principio y no pudo creer que estuviera dispuesta a comer todo eso. Pensó en la cantidad de calorías y grasas que tenían los panes, los cereales, incluso la cantidad de azúcar que tendría la fruta.

“Todo eso solo va a lograr que ya no me vea bonita para Draco” pensó Mellea.

•••

La cena ya había terminado, por lo que Draco se ofreció a llevar a Mellea hasta su sala común. Luka seguía sin estar del todo feliz con él, pero sabía que su hermana aceptaría y perdonaría todo lo que el rubio hiciera, aún cuando él tratara de defenderla.

— Debo de ir a hablar con Crabbe y Goyle en privado, espérame afuera del comedor— ordenó Draco a su novia— No te vayas a ir sin mi

Ella asintió y salió sola del gran comedor mientras miraba de reojo algunos de sus viejos amigos.

Ginny Weasley reía en compañía de Katie Bell, cosa que la hizo extrañar las conversaciones que ambas solían tener sobre las bromas que los gemelos Weasley solían hacer.

Neville Longbottom parecía estarle contando a Dean Thomas sobre la planta que había sobre la mesa, cosa que la hizo extrañar las conversaciones que tenía el chico sobre todas las plantas que había en los invernaderos.

Ron Weasley comía mientras que Hermionie parecía regañarlo por tirar algo de comida sobre su túnica, cosa que la hizo extrañar los momentos que pasaron en los compartimientos del expreso a Hogwarts en donde comían dulces.

Y luego estaba Harry Potter, quien la veía con una sonrisa.

Mellea le sonrió ligeramente de regreso, aunque en su interior sentía demasiada culpa por la manera en la que lo había tratado el día anterior en el tren. Harry había sido un gran amigo y ella había tenido una actitud horrible.

La Ravenclaw se lamentó por su actitud y aunque deseó ir hasta la mesa de los leones para disculparse, no estaba muy segura de si Harry quisiera volver a hablar con ella, además de que sabía que si Draco la veía hablando con Potter, se molestaría bastante.

Fue por eso, que la chica simplemente decidió alejarse y lamentarse internamente por sus acciones.

— ¡Hey, Mellea!— se escuchó

La pelinegra volteó y pudo ver justamente a la persona que rondaba en sus pensamientos.

— ¡Harry!— saludó con entusiasmo— Pensé que ya no querrías volver a hablar conmigo, no después de como te traté en el tren... de verdad lo siento

— Lo entiendo, no tienes de que disculparte. Te conozco y se que debió existir una razón muy fuerte para que tuvieras una actitud así, pero no te apures. Estamos bien— asintió Harry

— ¿Seguro?— preguntó Mellea no muy convencida— Me comporté terrible y no mereces algo así. Tú siempre fuiste bueno conmigo y...

— Mellea, no te preocupes. De verdad que todo está bien entre nosotros, sobre todo ahora que estamos teniendo una conversación— le sonrió Harry— Hace mucho que no teníamos una. Siempre te veo ocupada estudiando o con Malfoy...

— Si... supongo que ese es un buen resumen de lo que es mi vida desde hace unos meses— dijo Mellea alzando los hombros

Hubo un silencio entre ambos. Mellea se sintió nerviosa y ni siquiera comprendía la razón. Harry por supuesto que también estaba nervioso, solo que él entendía perfectamente el porque de sus reacciones.

— Ehhh, bueno, yo venía a entregarte esto— le dijo Harry extendiendo el libro de la chica— Lo olvidaste en el salón de pociones al termino de la clase

Mellea sonrió de manera automática al ver su cuaderno.

— Muchísimas gracias, lo estaba buscando— agradeció Mellea dándole un abrazo de manera espontanea— Me salvaste la vida Harry

Harry no esperaba esa acción, pero no le molestó en lo absoluto, todo lo contrario, respondió ese abrazo de una manera muy tímida.

Los latidos de su corazón se aceleraron. Sin duda la cercanía con Mellea lo ponía nervioso.

Sin embargo, ese abrazo se rompió al momento en que ambos escucharon una tos falsa. Era Draco Malfoy quién no tenía el rostro mas amigable, estaba furioso.

Y es que si existía algo que el rubio no podía soportar era que alguien tocara a su novia, lo odiaba.

— Me tengo que ir— dijo Mellea tartamudeando un poco, sabía que Draco estaba molesto y eso nunca era bueno— De nuevo gracias por encontrar mi libro

— No es nada, descansa Mell— dijo Harry viendo mal a Draco— Te veré en clases

— Mellea, vámonos— dijo Draco tomando del brazo a la chica— Tengo que llevarte a tu sala común

Ella asintió y la pareja se alejó ante la vista de Harry, quien no podía evitar pensar en como él trataría mejor a la chica en caso de tener la oportunidad.

Ni Draco, ni Mellea decían nada, incluso parecía que la chica estaba luchando en su interior para tratar de formular una oración, sin embargo, las palabras no salían de su boca.

Vaya que estaba nerviosa por la actitud de su novio.

Odiaba eso. Odiaba provocar que Draco se comportara de esa manera.

Todo había sido su culpa. Ella había abrazado a Harry, aún cuando ella sabe perfectamente lo que esa clase de acciones podía generar en Draco.

O al menos eso era lo que Mellea pensaba cada que Draco se comportaba de esa manera.

— Draco...

— Ahora no Mellea— la interrumpió Draco— No estoy de humor para escucharte. Solo camina para que te pueda ir a dejar a tu torre

— Pero Draco...

— ¡Entiende que no quiero hablar!— dijo Draco con su tono de voz mas alto

Mellea se asustó por la respuesta tan explosiva por parte de su pareja, por lo que dejó de caminar y retrocedió un poco.

Draco nunca le había gritado. Aún cuando estaba molesto y ella trataba de calmarlo, él solo se desquitaba con otras personas, le llegaba a gritar a varios chicos de años menores o incluso llegó a meterse en algunas peleas, pero nada nunca en contra de ella.

Era la primera vez que Draco actuaba de esa manera con ella y no pudo evitar creer que todo era su culpa.

Las lágrimas no tardaron en rodar por su rostro mientras se abrazaba a si misma en una manera de consuelo.

— Lo siento— se disculpó Draco acercándose a ella— Me descontrolé, no debí hablarte así, es solo que me enferma verte con Potter y lo sabes

— Solo quería regresarme mi libro de pociones— explicó Mellea entre lágrimas— Te juro que no estaba pasando nada mas

— ¿Y el abrazo era necesario?— comenzó a preguntar— ¿Por qué lo tenía él? Dijiste que posiblemente lo dejaste en el salón, no que se lo habías dado a él

— No se lo di— dijo rápidamente— Lo olvidé en el salón y él lo encontró es todo

— Que casualidad que justamente él lo encontrara

— Draco no es nada de lo que piensas, sabes que solo es mi amigo...

— Tu madre ya te dijo que esa clase de personas no pueden ser tus amigos, no están a tu nivel— dijo Draco haciendo una expresión de desagrado

— Sabes lo que opino sobre la pureza de la sangre y la discriminación por no ser "puros". Eso no me interesa...

— Debería de interesarte. Eres parte de una de las familias mas prestigiosas del mundo mágico y te vas a casar con alguien igual que tú. No puedes ir por la vida hablando con esa clase de gente— decía Draco en modo de regaño— Ahora deja de ser tan terca y cumple con lo que siempre se te pide. Deja a la gente como Potter en el lugar que se merece, con todos aquellos que no son como nosotros

— Pero Draco...

— ¡Mellea ya basta! Entiende, no puedes ser amiga de Potter y punto— volvió a explotar el rubio— ¿Sabes que? Lo mejor será que me vaya. Estás demasiado insoportable el día de hoy y estoy cansado

Mellea abrió la boca sorprendida por aquellas palabras. Tampoco pudo decir algo para defenderse o para quejarse, ya que Draco dio media vuelta y se fue, dejándola sola en el pasillo.

El sentimiento de culpa se empezó a hacer presente en la Ravenclaw, no debió abrazar a Harry, ella sabía que eso molestaba a Draco, sus pensamientos fueron acerca de que no podía ir por la vida haciendo enojar a su novio, sobre que tenía mucha suerte de que alguien como él estuviera con alguien como ella, Draco merecía una mejor novia.

Las lágrimas siguieron cayendo por su rostro. Se sentía muy mal por hacerle pasar ese mal rato a Draco.

Caminó lo el trayecto que le faltaba para llegar a su sala común mientras lloraba y se sentía como la peor novia del mundo.

Para cuando tuvo que contestar el acertijo, no tuvo cabeza para pensar en la respuesta y terminó fallando, por lo que tuvo que esperar a que alguien mas llegara.

No parecía que nadie estuviera por llegar, por lo que Mellea se tuvo que ir a recargar a una columna mientras las lágrimas caían sin control.

— ¿Te encuentras bien?— le preguntó una dulce voz atrás de ella— ¿Por qué no entras?

— Fallé el acertijo— respondió Mellea limpiando sus lágrimas

— Suele pasar, algunas veces me pongo a pensar mucho la respuesta y cuando me doy cuenta alguien mas ya abrió— contestó la voz— Ven conmigo

La chica contestó el acertijo con facilidad, haciendo que ella y Mellea entraran a la sala.

— Gracias— agradeció Mellea— Se que eres la chica que vende el Quisquilloso en el expreso, pero no recuerdo tu nombre

— Soy Luna, Luna Lovegood— se presentó amablemente la chica— Tu eres Mellea Salvatore ¿No es así?

— Cierto, cierto. Lo lamento, no tengo mucha cabeza para nada en estos momentos— decía Mellea mientras limpiaba sus lágrimas— Y si, yo soy Mellea, un gusto

— Me gusta tu nombre, suena como miel— sonrió Luna— ¿Puedo preguntar que tienes? ¿Por qué estás triste?

— De hecho mi nombre significa miel, lo eligió mi padre— exclamó Mellea con una ligera sonrisa— Un gusto en conocerte Luna, gracias por ayudarme a entrar. Y sobre lo que tengo, no te preocupes, no tiene importancia

— Todo tiene importancia— respondió Luna— Mas si te hace sentir triste

Mellea no dijo nada.

— Y si no quieres hablarlo conmigo, está bien, pero no deberías guardarte las cosas. Descansa Mellea— se despidió Luna caminando en dirección a los dormitorios

Mellea se quedó pensando en las palabras de Luna.

La pelinegra no hablaba mucho de sus problemas, y todo se debía a que su madre solía decir que sus problemas no debían ser de interés para nadie. Esa clase de pensamientos la volvieron una persona muy cerrada y a quien se le dificultaba hacer amigos.

Realmente si no fuera por Eleanor, se sentiría muy sola cada vez que volvía a la torre de Ravenclaw.

— Hola Mellea. Eleanor se fue a lavar los dientes y ya vuelve— saludó una de las compañeras de habitación de la pelinegra— Buenas noches

Ella se limitó a susurrar una despedida y se acercó hasta su cama. Cerró las cortinas y comenzó a desvestirse para colocarse la pijama.

Se sentía tan desanimada, que no tenía muchas ganas de ni siquiera sonreírle al resto de sus compañeras.

Fue mientras Mellea se colocaba la camisa para dormir, que su mirada bajó hasta su muñeca izquierda, en donde se podía ver un hermoso brazalete de oro con corazones y piedras preciosas.

Un regalo por parte de su papá.

A Mellea a menudo le gustaba imaginar cómo sería su vida si su padre aún viviera.

La menor de las Salvatore era la princesa de papá, su adoración, y por supuesto que siempre sentía todo el amor que él le tenía. Lo amaba mucho.

Incluso, si se lo preguntabas, ella siempre decía que la mejor etapa de su vida fueron sus primeros 10 años de vida, donde aún lo tenía a su lado.

Armand Salvatore era el padre de Mellea y Luka. Un padre muy amoroso, quien dedicaba su vida a sus amados hijos. Los crío con todo el amor que un padre le podía dar a sus hijos.

Luka era su campeón, su legado, su orgullo, su vivo retrato en cuanto al poete y la elegancia. De hecho, la parte mas astuta del hombre quedó en su hijo.

Mientras que Mellea era su princesa, la parte mas noble y dulce de él quedó representada en la chica. La chica de cabellos negros había heredado todo su ingenió y calidez.

Vaya que los hermanos amaban a su padre.

Sin embargo, Armand contrajo viruela de dragón, lo que terminó provocando su muerte cuando los mellizos tenían tan solo 10 años.

Desde ahí la vida cambió drásticamente para ambos. Su madre Beatrice Salvatore cambió demasiado su forma de ser. La mujer ya no era la madre amorosa que solía ser en un inicio, ahora se había vuelto alguien fría y calculadora, alguien que odiaba todo, y para desgracia de Mellea, el odio fue canalizado a ella, esto debido a que Beatrice no soportaba ver a su hija, ya que esta le recordaba demasiado a su gran amor perdido.

El día de la muerte de Armand, el brillo de Mellea empezó a apagarse.

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