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«𝐀𝐁𝐀𝐍𝐃𝐎𝐍𝐎» 𝟏


En corea existían pequeños pueblos marginados después de la segunda guerra mundial, entre ellos uno llamado GURYONG; el peor de todos. Vivían la peor clase de personas, se podían observar las casas de madera vieja y concreto mal construido, muy pocas personas podían tener una vida digna, por las calles podías ver a niños en situación de calle con ropas sucias y muriendo de hambre. Nacer en dicho pueblo repletó de violencia y pobreza era para personas menos afortunadas; Kim Dahyun era una de esas personas.

Kim Dahyun era una pequeña niña de 5 años, nació un 28 de mayo en GURYONG en una noche lluviosa. No tenía un padre, nunca lo conoció ni sabía quien era, la única persona que tenía era su madre, no era nada amorosa ni mucho menos responsable. No recordaba cuantos años tenía cuando comenzó a dejarla sola, siempre se quedaba sola desde la mañana y regresaba hasta que la luz de luna entraba por la ventana. Tampoco se preocupaba si comía o no, era escasa, y había días en los que no comía absolutamente nada y solo bebía agua. La poca comida que podía comer era la que traía su madre cuando no se olvidaba de comprar algo para llevar a casa; su pequeño estomagó se había acostumbrado a no comer en largos periodos de tiempo o hasta días.

El caminar sobre un piso frio y de piedra, en busca de algo que comer para saciar su madre a altas horas de la noche por no haber comido nada en todo el día, era algo que ningún niño debería experimentar. El miedo y el dolor eran sentimientos que asustaban a cualquiera, nadie debería sentirlos... Pero, para Dahyun eran sentimientos que la acompañaban todos los días, más cuando su madre regresaba a casa con un fuerte olor a alcohol y acompañada de algún hombre extraño que conoció por ahí. Cuando eso pasaba no le quedaba de otra que agarrar su pequeña manta para no morir de frio y esconderse afuera para no tener que escuchar esos horribles ruidos que hacía su madre con ese hombre.

Era un nuevo día, como todos los días se quedó sola en casa esperando la noche, no sabía que horas eran ni mucho menos que día, la única manera en la que se guiaba para saber que tal iba el día era por el sol y la luna. Lo único que sabía es que cuando el sol se escondiera, su madre regresaría a casa y no tendría que estar más sola. Se quedó todo el día sentada en el mismo rincón, las horas iban pasando y sus parpados se iban cerrando debido al aburrimiento hasta que quedó totalmente dormida. Al despertar la luz de luna entraba por la ventana, se frotó los ojos mientras buscaba a su madre por la habitación, pero no logro encontrarla por ningún lado. Su estomagó chillo, le ardía por no haber comido un día completo y la boca la sentía seca, se levantó del rincón en donde dormía y busco una botella de agua que tenía escondida en un cajón, no le quedaba mucho por lo que solo bebió lo necesario para saciar su sed.

Un ruido la hizo brincar del susto, escuchó la perilla de la puerta y la puerta se abrió, aún en la oscuridad pudo reconocer la silueta de una mujer, no venía sola, venía con un hombre detrás quién la agarraba de manera morbosa las caderas de su progenitora. Pudo sentir ese fuerte olor alcohol combinado con el olor del cigarrillo, ni siquiera se molestó en saludar, apenas entraron a la habitación empezaron a besarse de manera morbosa sin importarles que estuviera parada ahí viendo como aquel hombre tocaba de manera asquerosa el cuerpo de su madre. Agarró su manta y salió de la habitación, se sentó alado de la puerta y cubrió su cuerpo con su manta acurrucándose a si misma para darse calor propio. A diferencia de otras noches, el cielo esta repleto de estrellas y una enorme luna a la que Dahyun le decía ''Luna grande'', cerró los ojos y dejó salir un fuerte suspiró, podía escuchar esos horribles sonidos que su madre solía hacer cuando iba con esos hombres, tapo sus oídos como de costumbre e intentó perderse en su imaginación.

«No quería vivir así para siempre»

A la mañana siguiente, despertó por la fuerte brisa de la mañana, estaba haciendo frio, más del habitual. El sol todavía no salía, entró con cuidado a casa sin hacer ningún ruido, a lo lejos diviso el cuerpo de su madre encima del colchón en dónde dormía y totalmente desnuda, no había rastro del hombre que llevó a noche. Sin hacer ningún ruido, quiso buscar un poco de comida, si tenía suerte podría encontrar algo que comer, logró encontrar en una bolsa en el suelo con un pedazo de pan a la mitad, su estomagó rugió pidiéndole comida y sin pensarlo dos veces lo comió, saboreando cada bocado.

—¡Este maldito dolor de cabeza! —Se quejo la madre de Dahyun.

Dahyun volteó a ver al colchón en dónde dormía su madre, podía sentir de nuevo ese horrible olor a alcohol combinado con cigarrillos, diviso unas marcas en un tono morado sobre su piel, en los brazos, en la cara y en las piernas. Cada vez regresaba con más marcas que antes.

—¿Estas bien mamá? —Dahyun se acercó a su madre casi gateando de manera lenta hasta en dónde se encontraba acostada—¿Quieres que te traiga un poco de agua?

Se levantó del colchón cubriendo su cuerpo desnudo con el ceño fruncido, miró a Dahyun quién no dudo en retroceder alejándose de su madre. Una vez despierta pudo notar más golpes en su cuerpo, unos eran más grandes que otros y otros parecían más recientes.

—Lo único que quiero es que te largues para no verte más...—Expresó con total molestia su madre con la mano en su cabeza intentando calmar el dolor de su resaca.

Dahyun agacho la cabeza y sus pequeños ojos se cristalizaron, sintió una como si una enorme flecha atravesara su corazón; Jamás se acostumbraría a escuchar esas palabras hirientes que todos los días le decía.

—No digas eso, mamá...—Dahyun intentó no sonar desanimada y alzo su rostro para darle una enorme sonrisa a su madre y se tranquilizará—Yo te amo mucho.

—¿Por qué no cierras la boca? —Gritó su madre con total despreció, le lanzó una mirada de odio que la pobre Dahyun se quedó con la boca abierta sin poder moverse o decir una palabra—Maldigo el día en el que decidí tenerte, solo eres un maldito estorbo. ¡DEBÍ TIRARTE! —Expresó con odio.

Dahyun retrocedió varios pasos para quedarse lo más lejos posible, si estaba cerca seguramente la golpearía, eran de esos días en los que la madre de la menor se levantaba de mal humor y la hacía asentir mal; esos días normalmente no comía.

—¿No trajiste comida? ¿verdad? —Preguntó en un intento de intentar calmar la furia de su madre—Hace dos días que no traes nada que comer, mi estomagó duele.

—¡SOLO CIERRA LA PUTA BOCA! —Gritó la madre de Dahyun con furia levantándose del colchón señalando a Dahyun con el ceño fruncido—¡ESCUCHAR TU VOZ ME MOLESTA! ¡¿NO LO ENTIENDES?! —Se agarro con ambas manos la cabeza en un intento de calmar su dolor de cabeza, miró a Dahyun quién la seguía viendo fijamente, caminó hasta ella, agarro un zapato que tenía cerca, pudo ver el rostro asustado de la menor cuando la sujeto fuertemente del brazo y sin pensarlo, comenzó a pegarle con todas sus fuerzas—¡MALDIGO EL DÍA EN EL QUE ARRUINASTE MI VIDA!

La pequeña coreana no supo cuánto tiempo paso siendo golpeada, cuando por fin se detuvo podía sentir todo su cuerpo doler, ni siquiera tenía fuerzas para levantarse y tampoco quería hacerlo. Se arrastró hasta el rincón en dónde siempre se acurrucaba por si misma, todo ese dolor en su cuerpo la hizo llorar en silenció; jamás se acostumbraría a esos maltratos.

—Espero que cuando regrese no seas una puta molestia.

La pequeña coreana asintió sin verle la cara a su madre y con el dolor de estomagó que quería rogar por comida, pero su miedo luego de aquellos golpes, no pudo decir una sola palabra más. Lo último que escuchó fue el portazo que su madre hizo al salir de casa, Dahyun alzo la cabeza y miró el interior de su casa, se dio cuenta que su madre no se había cambiado de ropa. Ahí se quedo en el mismo lugar esperando como todos los días a que la luz de la luna entrara por la ventana.

Pero esa noche no sería la misma rutina que siempre.

La noche llegó como todos los días, seguía en dicho rincón cubierta con su pequeña manta en espera de su progenitora, sus pequeños ojitos se iban cerrando de cansancio, cuando el sonido de la puerta la hizo despertarse; su madre había regresado a casa más temprano que de costumbre. Pudo ver como la miró con una sonrisa en el rostro, el corazón de Dahyun no pudo ser más feliz en ese momento, no recordaba la última vez que le había sonreído de esa manera.

—Buenas noches, mi pequeña hija—Dijo la madre de Dahyun con una dulce voz.

El corazón de Dahyun latía de felicidad al escucharla decir ''Mi pequeña hija''

—Buenas noches, mamá—Respondió Dahyun casi de inmediato acompañada de una desbordante sonrisa.

—Se que hoy en la mañana me porte muy mal contigo—La madre de Dahyun se fue acercando a la menor, dando pequeños pasos hasta llegar al rincón en dónde se encontraba sentada—¿Te encuentras mejor?

Dahyun asintió varías veces, aunque su pequeño cuerpo aún doliera.

—Estoy bien, no te preocupes mamá—Mintió para que su madre no se sintiera mal—Ya no duele—Recalcó.

La manera en la que Dahyun miraba a su madre, era igual que un pequeño cachorrito recibiendo cariño por primera vez, tan brillantes y tan inocentes.

—Como disculpa ¿Te gustaría salir? —Miró a Dahyun sin dejarle de sonreír—Hay un pequeño festival en la plaza central.

Dahyun asintió tan rápido como pudo y su sonrisa se hizo incluso más grande haciendo tan pequeños sus ojitos.

—Si quiero ir, contigo iría a dónde tú quieras mamá.

—Esta noche será la más especial para ti, Dahyun.

No recordaba cuando fue la última vez que la trato tan cariñosa, su sonrisa no se iba de su rostro y su corazoncito no dejaba de latir, era como si viviera un sueño. Mientras se cambiaba esas ropas viejas y sucias, buscaba entre su pequeño cajón de ropa algo decente que pudiera utilizar para no verse tan sucia y desarreglada, luego de una ardua busca encontró una pequeña blusa de flores y un short de mezclilla, sus zapatos eran su única opción no tiene otro más que esas viejas chanclas negras.

Paso una hora cuando la madre de Dahyun la llamó para ponerse en marcha a la plaza central e ir al festival de esa noche. Mientras caminaban Dahyun no podía dejar de pensar en como sería ese dichoso festival, nunca había ido a uno, tampoco sabía que era un festival, pero la emoción de salir de casa e ir con su madre era lo que mas ilusión le hacía, se divertiría como nunca y guardaría ese recuerdo en su memoria como el mejor de los días; realmente lo recordaría siempre.

Pasaron bastante tiempo caminando y tomaron el bus por primera vez, entre más cerca estaban más iluminado se veía la plaza central, no era nada comparado con el lugar en dónde vivían ahí todo parecía diferente y no parecía formar parte de ese viejo pueblo marginal. Dahyun miraba por todos lados, cada pequeña luz y detalle del festival, había un montón de personas, muchos de ellos con sus hijos compartiendo muchos bellos momentos y formando recuerdos, su corazón latía tan intensamente que se alegraba de que hubiera todo ese ruido.

—Es muy bonito—Dijo casi en un susurro la pequeña coreana.

Llegaron a un pequeño árbol casi en el centro del festival, la madre de Dahyun observaba de reojo como la pequeña coreana miraba todo su alrededor con una enorme sonrisa y una mirada brillante; la observaba sin expresión alguna.

—¿No has comido desde ayer? ¿No? —Le preguntó en un tono serio a lo que Dahyun asintió tímidamente—Bien, te traeré algo de comer, no te muevas de acá, espérame no tardare.

Dahyun veía como su madre se iba y se perdía entre la multitud, sonrió mirando sus sandalias y suspiró de alegría, toco su pequeño estomagó que ardía y le dio unas pequeñas palmadas sabiendo que pronto comería. Mientras esperaba miraba por todas partes, las luces, los puestos, las decoraciones, todo era tan bonito y único, se sentía tan afortunada.

—¿A dónde habrá ido mamá? —Se preguntó la menor a si misma en un susurro.

Sentada en el mismo lugar, su pequeño corazón dolía, la multitud iba disminuyendo y no había rastro de su madre por ningún lado, quería pararse e ir a buscarla, pero no quería desobedecerla, le había pedido que no se moviera y la esperara y ella no era una mala hija. Siguió sentada esperando hasta que los puestos cerraron, las luces se apagaron y no había ninguna persona, se quedo sola en esa plaza con hambre y con el corazón roto.

Su madre la había abandonado.

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