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━¿KARMA O DESTINO?

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Ya habían pasado dos semanas desde que desperté. No he tenido la oportunidad de ir a el Reino de Liones para saber como estaban, posiblemente todos ya me hayan dado por muerta y no los culpo, después de todo me atravesaron mis tres corazones.

Después de eso nadie estaría vivo.

Lo único bueno de todo esto es que recupere por completo mis recuerdos y mis poderes, ya que la maldición de mi madre me robaba poder cada vez que lloraban, y créanme que aunque sabia lo que me pasaría cuando derramará lágrimas, no quitaba el hecho de que soportara las intensas ganas de llorar.

Pasé por años llorando y gritando al sufrir de la peor manera posible. Mi madre se alimentaba de mi poder cuando eso sucedía, solo regresaba cuando moría y esta no fue la primera vez que lo hacia, después de todo fui condenada a muchas penas de muertes pero nada lograba matarme.

Hoy estaba tan pacifica mirando el sol brillar tan hermoso. Desde que desperté no he podido estar sola o casi sola, Estarossa se la pasaba la mayor parte del tiempo con nosotros, pero me alegraba que no era encimoso conmigo, sienore lo miraba con Ezio.

Hoy justamente Ezio se encontraba en su habitación dormido ya que esta débil indicando que su tiempo en este mundo se agota cada vez más.

Estarossa se fue diciendo que tenía algo que hacer, no me intereso en lo absoluto eso. Por mi seria genial que se fuera pero a Ezio le encanta estar con él, nunca imagine que el lazo de padre e hijo fuera fuerte aunque se acabaran de conocer.

Pero soy feliz con tal de verlo feliz a él. En toda mi vida solo Estarossa ha logrado ese cometido y por eso podría estar a su lado de por vida, solo para ver esa hermosa sonrisa que casi nunca miraba.

──Lady Scarlett. ─salí de mis pensamientos en cuanto mire a Sora llegar a mi lado agitada.

──¿Qué sucede, Sora? Te veo muy agitada, ¿estuviste nadando muy deprisa, no?

──Sí. He venido a decirle malas noticias.

──Habla. ─dije con un semblante serio.

──El Reino de Liones esta siendo atacado por los Mandamientos.

Cerré mis ojos apretando mis puños. Sabia que esto pasaría, no tuvieron suficiente con conquistar por completo Camelot, ahora quieren el Reino de Liones y con Meliodas muerto es la mejor oportunidad para ellos.

──Sora, quédate cuidando de Ezio. ─dije caminando a el lago con mi tesoro sagrado en mi espalda. ──Si despierta dile que posiblemente estoy matando a su padre.

──Pero my Lady... el joven Ezio no soportaría que sus padres pelearan. Esta muy débil para soportar esas emociones.

──Entonces dile que estoy evitando que los demonios conquisten a el Reino de Liones. Y para eso tendré que matarlos, sin importar a quien.

Me tire al lago antes de que ella dijera algo más. Me concentré en trasladarme a el lago que se encuentra en la puerta del sur del reino. 

Camine por las calles asesinando a los demonios sin dificultad dejando perpetuos a muchos caballeros sacros al verme viva. Llegue a el lugar donde sentía el poder de tres mandamientos donde estaba él.  

──No tengo fuerza en mi mano para levantar mi espada. ─escuche a Slader mientras todos los que se encontraban al frente de él dejaban de moverse.

──¿Qué demonios es esto?

──Tampoco puedo usar mi poder mágico.

──¿Qué esta sucediendo, Gil? ─preguntó Howzer. ──¿Por qué perdimos nuestro poder cuando llego ese maldito demonio?

Cerré mis ojos mientras mis pasos avanzaban dejando verme a la luz, claramente ellos estaban concentrados en el mandamiento que en mi.

──¡Yo debo vengar a Meliodas, pasé lo que pasé! ¡Debo hacerlo! ─exclamó Gil.

──Gil, detente por favor. ─le pidió alguien que no conozco.

──¡Haré lo que sea! ¡Tú cállate! ─cerré mis ojos al escuchar y sentir ese enorme odio en uno de mis pequeños.

──El odio que radica tu cuerpo no es bueno mi pequeño. ─abrace a Gil dejando que su cabeza quedará en mis pechos.

──¡Lady Scarlett/ Pescadito! ─gritaron asombrados de verme.

──¿Cómo es que usted puede moverse? ─preguntó Gil una vez que deje de abrazarlo.

──¡Eso importa! ¿Cómo es que esta viva? ─preguntó Howzer.

──¡Maldita sea, Scarlett! ─escuche a el zorro. ──¡Te creí muerta! ¿Cómo es que sigues con vida? ¿Y cómo es que tú si puedes moverte?

──Tontos patéticos humanos... ─dijo mirando a todos.

──Delante de él, cualquiera que tenga "odio" en sus corazones perderá todos sus medios para herir o causar daño a otra persona. ─cerré mis ojos explicando su inmovilidad.

──¿Cómo es que sabes tanto de eso? ¿Acaso él...? ─Ban gruño al tener una idea.

──Yo soy Estarossa de los Diez Mandamientos. ─se presentó ante mi silencio. ──A quien le fue otorgado el mandamieto del "Amor". ─sonrió de medio lado. ──Y por si no lo sabían, también soy el esposo de Scarlett.

──¿Qué? ─exclamarón todos.

──¿El asesino de Sir Meliodas es su esposo Lady Scarlett? ─preguntó Gil enojado.

──Lamentablemente así es. ─dije abriendo mis ojos. ──Su padre y mi madre nos comprometieron para fortalecer la alianza entre los Siren y Demonios.

──Oh, así que mi hermosa reina ya recuerda todo. ─mire con una profunda seriedad a el platinado. ──Me sorprende que puedas moverte después de recordar la vez que asesine a ese arcángel.

──Oh, créeme Estarossa, que te odio con todo mi ser... pero el inmenso amor que siento con mi hijo nubla ese odio. ─dije apretando mis puños recordando a mi hijo para que el odio no me ciegue.

──Nuestro hijo, mi reina. ─corrigió. ──Es nuestro hijo, cariño. Recuerda que aporte mucho para hacerlo.

──Malnacido. ─tomé la empuñadura de mi tesoro sagrado pero mi cuerpo quedo inmóvil. ──Mierda... ─bufé.

──No olvides que sigo siendo el mandamiento del amor. ─cerré mis ojos tratando de tranquilizarme.

──Amor mi culo ¡No vi ninguna muestra de amor cuando descuartizasté al capi! ─exclamó Ban con notable odio.

──¿Hmp? Podría jurar por mi reina que estabas muerto. ─dijo mirando a el zorro. ──Ah, bueno... no es un problema.

──Somo incapaces de blandir nuestras espadas, tensar nuestros puños o siquiera caminar hacia a él. ─comentó el pequeño Gil.

Respire profundo pensando en mi pequeño hijo y el gran amor que le tengo. En solo unos segundos mi cuerpo comenzó a moverse de nuevo, cosa que agradecí.

──Esto es verdaderamente triste... más allá de lamentable... déjenme salvarlos y liberarlos de este sufrir.

──Primero tendrás que pasar sobre mi querido esposo. ─dije llegando en un segundo a su frente intentando cortarlo, él logro esquivarlo como si supiera que lo atacaría.

──Sabia que lo harías. ─dijo tranquilo logrando tomar mi muñeca inmovilizado mi mano, intente usar la otra pero él fue más rápido y me giro haciendo que pegue mi espalda con su pecho sosteniendo mis manos, justo como ese dia.

──Maldita seas, Estarossa. ─intenté forcejear pero recargo su cabeza en mi hombro con su semblante tranquilo.

──Ahora te comportas como hace 3000 años y no cuando estamos en la casa. ─me estremecí escucharlo en mi oído y me odie por hacerlo. ──Quieres hacerle creer a nuestro pequeño que somos el matrimonio perfecto y más hermoso antes de que muera, ¿cierto?

──Solo quiero la felicidad de él. Y si la encontró contigo a mi lado y a la de él. Con gusto soportaré estar contigo aún cuando quiera matarte. ─lo mire de reojo.

──Mi amada reina. ─los vellos de mi cuerpo se erizaron cuando deposito un beso en mi cuello. ──Creó que los 3000 años si te cambiaron un poco. ─dijo con una pequeña sonrisa acercando sus labios a mi oído. ──De lo contrario ya me hubieras golpeado con la cabeza.

──Eso no significa nada, Estarossa. ─me moví intentando librarme de su agarre. ──¡Ya fue suficiente! ¡Sueltame, ahora mismo!

En eso se escucho un estruendo. Al mirar al frente encontramos a Escanor con su armadura y su tesoro sagrado caminando a nuestra dirección.

──¿Por qué no estas siendo afectado por mi mandamiento? ─preguntó el platinado mirando a el León del Orgullo.

──Por supuesto que no tiene efecto sobre mi. ¿Por qué sentiría odio hacia alguien que es mucho más débil que yo? ─para cuando reaccione estaba siendo sujetada de la cintura por Escanor mientras miraba a Estarossa. ──Todo lo que siento por ustedes es lastima.

──Si que tienes orgullo. ─dijo con un toque enojado por como me tenía sujeta.

──Sí, porque eso es lo que soy. ─dijo acercando su rostro a el de él, mirándolo un poco hacia abajo por la diferencia de altura. ──Soy el Orgullo, Escanor, el León de los Ocho Pecados Capitales.

Miraba a los dos desafiarse con la mirada. Mientras mi cabeza solo pensaba que sería tal vez el karma llegaba a Estarossa, al saber que el poder del hombre que asesino hace años sea el que probablemente terminara con su vida. O solo fue el destino que lo quiso de ese modo.

¿Karma o destino?

Da igual, si es una de cualquiera de las dos. Estoy segura que Estarossa no saldrá ileso de esto. 

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